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El inquilino (2da. parte)

Hace mucho tiempo escribí este relato, y algunos me han pedido que lo continuara. Van entonces dos partes que completan la historia. Esta es un poco mas light, pero imprescindible para la continuidad del relato.

Hace un tiempo que estoy alquilando un departamento.
Con mis 35 años, y soltero, la verdad que la paso muy bien. En este barrio hay muchas mujeres muy atractivas y de diversas edades. Desde adolescentes con mucha curiosidad por saber como comportarse con un hombre mas grande, hasta verdaderas milfs aburridas de sus maridos y deseando un poco de sexo salvaje con un hombre mas joven. No me puedo quejar.
El mayor problema son las mujeres casada. Hay que manejarlas con mucho tacto para que nadie sospeche, porque si se enteran los maridos las cosas se pueden complicar. También es cierto que son las más fáciles. Están siempre disponibles, y no les importa un rapidito en cualquier momento y en cualquier posición. Lo único que quieren es tener adentro una verga que no sea la de su aburrido y rutinario esposo. Y como piensan que les quedan pocos años para ser deseables, entonces se entregan rápido y sin demasiadas objeciones. Para alguien como yo, que no quiere perder el tiempo en largos noviazgos e histeriqueos predecibles, son la opción ideal. Las solteras, en cambio son mas complicadas porque enseguida empiezan con su ambición posesiva. Quieren ser las únicas, y si bien yo se los aclaro desde el primer momento, a veces las cosas se complican.
Como sea, todo venía sobre ruedas, hasta que la dueña del departamento comenzó a perseguirme. Ella cree que yo no me di cuenta, pero noté como vigilaba todos mis movimientos y le sacaba la data a toda visita femenina que venía a mi departamento. Hasta que un día sucedió lo inevitable.
Fui a pagar el alquiler, el marido no estaba, y la muy puta comenzó a insinuarse descaradamente. La verdad que es muy apetecible, así que tanto no me resistí, y en cuestión de minutos, la tenía clavada en la punta de mi verga, en el galponcito del fondo de su casa. Cuando la barrió su orgasmo, se la metí en la boca y creo que por primera vez, llegó hasta el fondo de su estómago la leche de un macho. Por lo menos eso sugería las caras que ponía, y como trataba de sacarla antes que me corriera. Por supuesto, no le hice caso. Disfrute ver hincharse sus mejillas y el esfuerzo que hacía para tragar todo el semen sin dejar escapar una gota.
De allí en adelante, cuando su marido no estaba y ningún vecino podía verla subir la escalera, y yo estaba en mi departamento, la muy puta subía, y según el tiempo que tuviera, era sexo oral, masturbación, un rapidito de parados, o un polvo en toda la regla despatarrada en la cama. Yo trataba de controlarla diciéndole que los vecinos no iban a tardar mucho en darse cuenta si seguía subiendo tan seguido, y conseguí de a poco que espaciara sus visitas, dejándome lugar para las otras mujeres que se me ofrecían de vez en cuando.
No pasó mucho tiempo para que las demás mujeres que venían a mi cuarto, comentaran pícaramente los chismes del barrio sobre la dueña de casa y mi persona, cosa que siempre negué a pie juntillas. Jamás había comentado con nadie mis relaciones con las mujeres. Y pensaba no hacerlo jamás. Pero las cosas no pasan muchas veces como una sueña.
Un día que Sandra había viajado, fue Marcos, su esposo quien subió a mi departamento.
Al abrir la puerta debo haber puesto cara de sorprendido.
- Hola, Marcos, como estás?
- Que tal Gustavo, necesito hablar contigo, dijo
- Pasa, pasa, ponte cómodo.
Marcos entró y recorrió con su mirada todo el ambiente.
- La verdad que quedó lindo, no?, dijo orgulloso de su trabajo.
- Si Marcos, es realmente muy lindo y funcional. Se nota que te esmeraste mucho, dije con sinceridad.
- Si, sería una pena que tuvieras que dejarlo, dijo sentándose en un sillón.
Me quedé helado. Este tipo algo sabía. Tenía que manejarme con mucho tacto, para que no terminara en una tragedia.
- Bueno, Marcos, todavía quedan unos cuantos meses de contrato, dije conciliador.
- Si, pero si no eres honesto conmigo, me parece que el contrato va a rescindirse mucho antes, dijo apoyándose con tranquilidad en el respaldo del sillón que ocupaba.
Me senté en silencio en el sillón frente a él. Lo estudié unos segundos, sin poder entender por donde venía la cosa, aunque en realidad me imaginaba. Los cuentos habían llegado a sus oídos y todo iba a explotar. Yo tenía que seguir negando hasta el final.
- Mira Gustavo, yo entiendo que a tu edad y con tu estampa y educación, no tengas demasiado problema para conseguir mujeres. De hecho, muchas veces me hago el dormido, pero desde mi dormitorio escucho los gemidos de las hembras que te visitan. Está todo bien, Gustavo, no tengo problemas con eso, dijo cuando yo amagué hablar.
- También entiendo que las mujeres casadas del barrio, vean en tí la respuesta justa para años de rutina y aburrimiento con sus parejas. Por supuesto, el problema adicional te lo van a generar los maridos que no se sientan muy cómodos luciendo cuernos, tu lo sabes. No, espera, déjame terminar y luego te escucharé, volvió a decir cuando nuevamente quise explicarme.
- En fin, llegamos a este punto. Esperé que mi mujercita viajara para poder hablar contigo de hombre a hombre y para que no haya malos entendidos. Me miró fijo y tiró su cuerpo hacia adelante.
- Hace ya un tiempo largo que se que te estás tirando a mi mujer. No lo niegues, que como verás he venido en buenos términos y como te dije, entiendo perfectamente la reacción de mi esposa y de las demás mujeres casadas del barrio, cuando tienen ante sí un semental que promete un mundo de sensaciones que ya no encuentran en su lecho matrimonial. Lo que estuve pensando es como encarrilar esta situación. Y no es que me moleste demasiado ser cornudo, la verdad. A esta altura de mi vida que mi mujer sea feliz es mas importante que el estúpido orgullo del macho engañado.
Yo estaba de una pieza. Lo que decía era coherente y coincidía plenamente con sus gestos y su expresión corporal. Estaba realmente convencido.
- Así que, Gustavo, solo quiero que me demuestres que eres todo un hombre y me confirmes los rumores que circulan por la calle, y luego te diré como podemos solucionar esta cuestión.
De pronto, sentí que tenía que saber la verdad. Se lo merecía.
- Bueno Marcos, tu sabes que las cosas a veces pasan sin que nadie las busque. En efecto, he tenido relaciones con tu esposa, pero estoy dispuesto a terminar con todo de inmediato.
- ¿ Ya no te gusta?, preguntó Marcos.
- Si que me gusta, pero no quiero que esto sea un conflicto entre nosotros.
- Como verás no vine a generar ningún conflicto.
Respiré aliviado, pero seguía sin entender por donde pasaba su planteo.
- Si mi mujer ha decidido ser infiel, está claro que si no es contigo se buscará otro macho por ahí. La verdad, prefiero saber con quien anda y que es lo que hace, dijo con una racionalidad digna de mejor causa.
- Perdón, ¿ Tú estás diciendo que estás conforme con que me tire a tu esposa?
- No Gustavo. No creo que ningún marido esté conforme con que le cojan a su mujer, pero tampoco podemos luchar contra la realidad, no te parece?
- Pues visto así….dije tratando de aclarar las ideas.
- Pero tampoco quiere decir que algunos lo disfruten y otros lo sufran, no te parece?
- Nnnno…..
- En resumen. Podrás seguir tirándote a mi esposa, pero con una condición.
Ahí llegamos. ¿ Que se le había ocurrido?
- Te escucho Marcos.
- La próxima vez que te la tires, quiero verlo. Necesito saber como se comporta mi mujer con otro macho.
Me quedé de una pieza. No estaba preparado para ese pedido.
- Pero…
- Sin peros. En lugar de venir y molerte a palos vine con la mejor onda. Este pedido es lo menos que me debes, si quieres seguir aquí.
Me sonreí sin darme cuenta. Marcos era un hijo de puta. Entregaba a su mujer a cambio de un buen espectáculo para él.
- Mira, te prometo que haré lo posible, pero no es facil.
- Con eso me conformo. Cumple con tu parte y auguro muchos años de convivencia tranquila y felíz, dijo, levantándose.
- Yo te voy a decir cuanto tenga todo arreglado para que te tires a mi mujer en mi casa. Y espero que te esmeres. Quiero disfrutar del espectáculo, dijo mientras saluda y sale de mi departamento.
Pasaron varios días, sin que Sandra subiera a visitarme. Marcos buscó la manera de mantenernos separados hasta que pudo organizar la trampa. Por fin, me llegó un mensaje. “ Mañana, 19 horas, en mi dormitorio, cuando acabes llevala a tu departamento.”
Al día siguiente, vi a Marcos salir con su auto, y al rato bajé y toqué timbre.
Sandra abrió la puerta y sonrío con lascivia.
- En un rato subo , me dijo
- No hace falta, ya bajé, le dije entrando en la casa y comenzando a besarla.
- Vamos arriba que estaremos mas tranquilos, dijo ella entre beso y beso.
- No Sandrita, hoy te voy a cepillar en tu dormitorio. Tu marido ha salido y seguramente no volverá por un buen rato.
- De hecho no vuelve hasta mañana, pero me da miedo.
- Y a mi me pone cogerte en tu cama matrimonial. Vamos, dame el gusto que te aseguro que valdrá la pena.
Sandra se entregó por completo y dejó de discutir.

3 comentarios - El inquilino (2da. parte)

Si-Nombre
Gracias por compartir muy interesante relato!!!
amigolo
Muy buen relato. Van puntitos. Te invitamos a pasar por nuestros posts para saber tu opinión. Besitos.