Estábamos de aniversario en el trabajo y como parte de las actividades programadas tuvimos una fiesta de gala para todos los trabajadores en un conocido chifa de la ciudad. El tono estaba simpático pero solo duro hasta la media noche. La gente estaba empilada y decidimos seguirla en otro lado, aunque unos cuantos propusieron ir donde las kinesiologas amorosas.
Nos fuimos a una discoteca en la Marina y poco a poco la gente se fue retirando. Cuando estaba a punto de también pegar la retirada me di cuenta que los únicos que quedaban en el lugar eran los mismos compañeros que proponían hacerles una visita a las kinesiologas amorosas, así es que decidí no despegarme de ellos y ver como terminaba la noche.
Uno de los 4 compañeros que quedaban hacia unas llamadas telefonicas y de pronto nos dice “las chicas nos están esperando”. Me preguntaron si me animaba a una expedición de kinesiologas amorosas y les dije “bueno, total no tengo sueño”. Llegamos a un hostal llamado “La posada del Inca” en pleno centro de Lima y con mucho parroquiano dando vueltas por el lugar.
Llegamos, pagamos la entrada que estaba en 5 soles y al entrar encontramos hartos pajeros de todas las edades que más parecía la oficina del jefe en días de pago. Todos en ese lugar se conocían y las kinesiologas amorosas estaban más que bonitas. Me puse a ver cuarto por cuarto a las chicas hasta que atrajo mi mirada una flaquita trigueña con el cabello rizado y con cuerpito atractivo.
Me acerqué a su puerta y le pregunte sobre su servicio y tarifa. Al contestarme me di cuenta de su dejo colombiano. Eso me puso bien caliente y de frente sin escuchar el precio cogí de la mano a la mejor de las kinesiologas amorosas y pase a su cuarto. Su nombre era Aurora, de Cartagena de Indias en Colombia y podría decir que hicimos click de inmediato. Esa noche nos entendimos a la perfección en el arte amatorio, tanto que pareciera que somos pareja y siempre hiciéramos el amor.
Después de esa noche en donde intercambiamos números telefónicos nos llevamos tan bien que llego a ir a mi departamento a darme el servicio a domicilio. Salíamos a comer y bailar entre otras cosas. Y como que me enamoré de esta colocha, la más fogosa de las kinesiologas amorosas. Llevamos esta relación de amigos cariñosos por 3 años, pero poco a poco me empezaba a molestar que otros se la comieran en el chongo donde trabajaba.
Todo lo superaba el saber que saliendo de su “trabajo” ella no salía con nadie más ya que iba directo a mi depa y se quedaba a veces solo a dormir otras también a tirar toda la noche. Llegue a pensar que me quedaría toda la vida con Aurorita, con la más hermosa de las kinesiologas amorosas. Mi vida a su lado era tranquila y genial, hasta que una noche no llego. La espere toda la noche hasta que amaneció y nunca se apareció.
Al día siguiente fui al hostal donde trabajaba para pedirle una explicación y me di con la ingrata sorpresa que este chongo estaba clausurado. Me puso mal esa situación ya que en todos esos años había empezado a amar a mi colocha. Aurorita fue deportada a Colombia y jamás volví a saber de ella.
Nos fuimos a una discoteca en la Marina y poco a poco la gente se fue retirando. Cuando estaba a punto de también pegar la retirada me di cuenta que los únicos que quedaban en el lugar eran los mismos compañeros que proponían hacerles una visita a las kinesiologas amorosas, así es que decidí no despegarme de ellos y ver como terminaba la noche.
Uno de los 4 compañeros que quedaban hacia unas llamadas telefonicas y de pronto nos dice “las chicas nos están esperando”. Me preguntaron si me animaba a una expedición de kinesiologas amorosas y les dije “bueno, total no tengo sueño”. Llegamos a un hostal llamado “La posada del Inca” en pleno centro de Lima y con mucho parroquiano dando vueltas por el lugar.
Llegamos, pagamos la entrada que estaba en 5 soles y al entrar encontramos hartos pajeros de todas las edades que más parecía la oficina del jefe en días de pago. Todos en ese lugar se conocían y las kinesiologas amorosas estaban más que bonitas. Me puse a ver cuarto por cuarto a las chicas hasta que atrajo mi mirada una flaquita trigueña con el cabello rizado y con cuerpito atractivo.
Me acerqué a su puerta y le pregunte sobre su servicio y tarifa. Al contestarme me di cuenta de su dejo colombiano. Eso me puso bien caliente y de frente sin escuchar el precio cogí de la mano a la mejor de las kinesiologas amorosas y pase a su cuarto. Su nombre era Aurora, de Cartagena de Indias en Colombia y podría decir que hicimos click de inmediato. Esa noche nos entendimos a la perfección en el arte amatorio, tanto que pareciera que somos pareja y siempre hiciéramos el amor.
Después de esa noche en donde intercambiamos números telefónicos nos llevamos tan bien que llego a ir a mi departamento a darme el servicio a domicilio. Salíamos a comer y bailar entre otras cosas. Y como que me enamoré de esta colocha, la más fogosa de las kinesiologas amorosas. Llevamos esta relación de amigos cariñosos por 3 años, pero poco a poco me empezaba a molestar que otros se la comieran en el chongo donde trabajaba.
Todo lo superaba el saber que saliendo de su “trabajo” ella no salía con nadie más ya que iba directo a mi depa y se quedaba a veces solo a dormir otras también a tirar toda la noche. Llegue a pensar que me quedaría toda la vida con Aurorita, con la más hermosa de las kinesiologas amorosas. Mi vida a su lado era tranquila y genial, hasta que una noche no llego. La espere toda la noche hasta que amaneció y nunca se apareció.
Al día siguiente fui al hostal donde trabajaba para pedirle una explicación y me di con la ingrata sorpresa que este chongo estaba clausurado. Me puso mal esa situación ya que en todos esos años había empezado a amar a mi colocha. Aurorita fue deportada a Colombia y jamás volví a saber de ella.
2 comentarios - Historia erótica de kinesiologas amorosas