Nuestros amigos regresan a casa.
Comparto este relato que encontré hace varios años.
CAPÍTULOS ANTERIORES:
Hormonas en Ebullicion [Capitulo 1]
Hormonas en Ebullicion [Capitulo 2]
Hormonas en Ebullicion [Capitulo 3]
Hormonas en Ebullicion [Capitulo 4]
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Llegó el fatídico día en que tuvimos que volver a nuestras casas, a nuestras vidas de hijos cariñosos y madres amorosas junto a nuestros padres. Ni que decir que el resto de días que pasamos juntos fueron un verdadero y completo placer, tanto para los que veían a sus madres como puros objetos sexuales que eran David y Eduardo, como aquellos cuyo amor hacia su madre era más grande que la lujuria que nos provocaba el poder poseerla en nuestra cama; esos éramos Paco y yo.
Desde el segundo día mi madre y yo tuvimos claro que nos amábamos y el resto de día estuvimos mostrándonos nuestro amor y por supuesto que tuvimos sexo, pero fue fruto del amor que nos teníamos.
Para Paco fue más difícil. Él al principio deseaba poseer a su madre, y la poseía cada vez que ellos querían, pero no podía soportar ver que ella no le hacía ascos a que se unieran a ellos los otros chicos. Hasta el sábado no le confesó su amor a su madre, contándole los celos que sentía cuando ella tenía sexo con David o Eduardo. Ella también reconoció que amaba a su hijo y aquel sábado anterior a nuestra vuelta, los dos anduvieron por la casa como dos enamorados.
Los dos coches circulaban por la carretera de vuelta a casa. Volvíamos distribuidos en ellos como hicimos el anterior viaje, pero ahora cada hijo iba sentado junto a su madre, demostrando que allí llegaron cuatro madre y sus cuatro hijos y ahora volvían cuatro parejas.
Al entrar en mi casa estaba mi padre y fuimos conscientes de que ya no nos podríamos besar y acariciar con tanta asiduidad y libertad como la semana que habíamos pasado en la sierra. Aquello nos entristeció y tuvimos que simular que nos alegrábamos de volver a verlo. Volvimos a casa y entramos en una condena de separación sin muros, la distancia que había entre la habitación de mi madre y la mía era apenas de tres metro, una distancia que no podía recorrer para poder tener a mi amada entre mis brazos.
Mi padre era diplomado en enfermería y tenía dos días libres, con lo que no se movería de casa para nada. Por suerte para mi madre y para mí, ella hacía unos días que había empezado con la menstruación, así que estaría tranquilo pues seguro que mi padre no entraría en ella, pero no la podría tener abrazada junto a mí por la noche. Cuando estaba junto a mí en la cama me encantaba el olor de su pelo, el suave tacto de piel. Durante varios minutos la acariciaba por debajo de sus ropas y sentía las curvas de su cuerpo; esas caricias conseguían que algunas veces se encendiera y me mostrara toda su fogosidad al tener sexo. Sentíamos envidia de David y Laura. Ella era divorciada y los dos vivían solos, pudiendo tener todo el amor y el sexo que quisieran en la intimidad de su casa. Aquella noche en soledad añoré a mi madre y ni siquiera necesité hacerme una paja, lo único que quería era verla entrar por la puerta de mi habitación y que se metiera en mi cama.
A la mañana siguiente, sobre las once de la mañana, vinieron a visitarnos Lucía, Paco y Antonio, el marido de Lucía. Como era médico quería proponerle a mi padre la oportunidad de que colaborara con él en una conferencia que tendría que dar el mes de agosto por toda Europa. Al principio mi padre dudo. Era su mes de vacaciones y quería pasarlas con su familia, pero cuando Antonio le comentó el dinero que ganaría y los grandes profesionales que iba a conocer, él deseaba acompañar a su amigo.
-¡No te preocupes cariño, ve! – Le dijo mi madre a mi padre. - ¡Nosotros estaremos perfectamente! ¡Enrique ya es un hombre y nos protegeremos!
“Y cuidaré que nadie se folle a tu mujer” pensaba yo alegrándome con la idea de estar todo un mes completamente solos en casa, a todas horas… ¡Podría mostrarle a mi madre todo lo que la quería!
Mi padre tenía la costumbre de dormir después de comer, así que mi madre y yo aprovechamos para irnos a casa de Laura para ver a nuestros amigos y tener un poco de intimidad entre “madre e hijo”. Salimos de casa y caminamos por la calle en dirección a la de nuestros amigos. A los pocos metros nos encontramos a Lucía que caminaba junto a Paco.
-¡Hola! – Nos saludamos.
-¡No me digas nada! – Dijo Lucía. - ¡Vais a buscar un poco de intimidad en casa de Laura!
-Bueno, íbamos a tomar café y una vez allí pues para no desperdiciar el tiempo…! – Respondió mi madre en broma. - ¡Seguro que ustedes también vais a tomar café!
-¡Por supuesto, faltaría más! – Las dos reían.
Llamamos a la puerta y nos abrió Eduardo. Los cuatro estábamos extrañados de verlo allí, pero entramos. Y allí estaban las dos parejas de pervertidos en que se habían convertido David, Eduardo, Laura y mi tía María. Llevaban todo el día allí. Mi tío era camionero y estaba viajando con lo que le quedaba quince días para volver y los querían pasar “intercambiando impresiones” con sus amigos.
Nada más cerrarse la puerta agarré a mi madre por la cintura y ella me rodeó con sus brazos por los hombros, empezamos a darnos un beso desesperado. Lucía y Paco nos miraban.
-¡Hijo, no le vas a mostrar a tu madre cuanto la quieres! – Le dijo Lucía a Paco y se fundieron en un enorme beso.
-¡Ya están aquí el cuarteto del amor! – Mi tía hablaba desde el salón. - ¿Qué, en casa no podéis hacer nada? Lógico, o os divorciáis como Laura o que vuestros maridos trabajen fuera como el mío… Bueno Lucía, lo del tuyo es cuestión de tiempo, pero Marta tendrá que aguantar a su marido todo el mes de Agosto en que tendrá vacaciones.
-¡Ahí te equivocas! – Dijo mi madre orgullosa y altanera. - ¡Mañana mismo sale de viaje con el marido de esta para dar unas conferencias! Y ustedes, depravados, ¿qué hacéis por aquí?
-¡Nada! – Dijo Laura. – Recordando la semana que hemos pasado juntos y felices en la sierra… Sobre todo lo recordaremos esta noche… ¿Queréis quedaros para recordarla?
-¡No te preocupes! – Dijo Lucía. – Mañana ya tendremos nosotros nuestros propios “recuerdos”.
Pasamos un buen rato todos juntos, libres de ataduras sociales, sin importar que madres e hijos se besaran, se acariciaran y se mostraran su amor y sus deseos sexuales. Entre cafés, copas y juegos nos dieron las seis de la tarde. Mi madre decidió que ya era hora de que volviéramos a casa.
-Enrique. – Me dijo. – Tú tienes más suerte que yo y eres más libre para moverte por donde quieras, así que me voy a casa pues tu padre ya se habrá despertado y tendré que atenderlo y preparar todo para que se marche mañana de viaje. – Se levantó y me besó en la boca. – Después nos vemos. – Se despidió de todos.
-¡Espera y te acompaño! – Le dije y me empujó contra el sillón cuando intenté levantarme.
-No cariño. – Me dijo dulcemente. – No podemos estar juntos todo el día de un lado para otro, la gente podría sospechar.
-Hazle caso a tu madre Enrique. – Dijo Lucía que se levantaba. – Espera y te acompaño para que no vayas sola. – Las dos salieron por la puerta felices por haber tenido un momento de intimidad con sus hijos.
Unos minutos después nos marchamos Paco y yo para hablar por la calle, dejando a los cuatro restantes solo por si querían tener un momento madre/hijo intenso.
Paco y yo deambulamos por la ciudad charlando un poco de todo y un mucho de nuestros sentimientos hacia nuestras bellas madres. Al final entramos en el centro comercial y allí pasamos las horas hasta que fueron las diez y media. Volvimos a casa caminando y sonaban las once en el reloj del pasillo cuando entre por la puerta.
Comí, me duché y poco después de que mi padre y mi madre se marcharan a la cama, lo hice yo, pensando en mi madre y deseándola en la corta distancia que separaba nuestras habitaciones.
Me acosté pero no podía dormir. La imagen de mi madre no se marchaba de mi mente. Agudizaba el oído para intentar adivinar si harían el amor, pero los ronquidos de mi padre me tranquilizaban.
En casa de Laura estaban los cuatro, ella, María y sus hijos David y Eduardo. Habían pasado juntos todo el día y ya era hora de empezar la verdadera fiesta. Eran las doce de la noche y llevaban un buen rato tomando copas y bailando la música que entre todos elegían, a veces disco, a veces lenta.
Aquella noche las madres se habían vestido para la ocasión, llevaban unos vestidos de fiesta y se habían maquillado ligeramente como les había enseñado Lucía. Eran dos verdaderas preciosidades. Ellos se habían vestido elegantemente, no con trajes de gala, pero los polos y los pantalones algo ajustados lo volvían irresistibles para aquellas dos calientes y lujuriosas maduras.
Entre ellos no había parejas. A ellos lo que les gustaba era el sexo puro y duro, muy duro a veces. Ellas compartían a sus hijos… Ellos compartían a sus madres. A veces David bailaba con Laura y se besaban y sus compañeros hacían lo propio, otras cambiaban de pareja. Lo que nunca hacían era dejar de darse cariño para excitarse y conseguir que el ambiente fuera lo más propicio posible para tener una buena noche de sexo.
-¡Oye! – Dijo Laura. - ¡Ya son las doce y hay que quitar la música para no molestar a los vecinos! – Andaba hasta el equipo de música y lo apagó.
-Y ¿qué hacemos ahora? – Protestó Eduardo mientras abrazaba y besaba a su madre en el cuello. - ¿Qué quieres hacer mamita? – Le dijo al oído a María Luisa.
-Sentarse los dos en el sillón y descansar que la noche es larga y quiero teneros bien frescos. – El tono de María Luisa era brusco y los dos obedecieron. – Agarra por ahí. – Le pidió a su amiga y retiraron a un lado la mesa que había frente a los dos niños. – Sígueme y has lo que yo haga. – Le dijo a Laura y empezaron a besarse en la boca delante de sus hijos para calentarlos.
Las madres se acariciaban y besaban y las pollas de ellos crecían cada vez más con la visión lésbica de sus madres. Se soltaron y caminaron hasta estar delante de ellos, cada una delante de su hijo. Se arrodillaron y empezaron a acariciar las piernas de sus jóvenes hijos, cada vez se acercaban más a sus objetivos: sus pollas.
Laura la agarró por encima del pantalón haciendo que se marcara la enorme polla de su hijo. María Luisa hizo lo mismo y era bestial la gruesa apariencia que tomaba la tela del pantalón.
-¡Cómo han crecido nuestros hijos! – Dijo María Luisa.
-¡Y es una suerte que podamos disfrutar de ellos y no estén por ahí con esas guarras putitas que hay sueltas! – Laura mordisqueo el gran bulto que formaba la polla de su hijo.
María Luisa desabrochó la correa del pantalón y después bajó la cremallera. Allí debajo estaba oculta la gorda polla de su hijo. La frotó con la mano saboreando la dureza de aquel joven miembro viril.
Laura también liberó a su hijo de la prisión de aquel pantalón y encontró la polla que sobre salía del calzoncillo.
-¡Hijo, recuérdame que te compre un número más de ropa interior! – Dijo Laura excitada con la acogida que le dio la polla. - ¡Es que tanta carne no se puede contener!
Sus labios rodearon la parte de la polla que sobresalía y empezó una mamada. María no pudo resistirse a ver como su amiga mamaba a su otro amante, bajó el calzoncillo de su hijo y la polla de Eduardo botó dando la bienvenida a la madura madre y las gracias por la eminente mamada de que sería objeto. La lengua de María Luisa empezó a recorrer la polla de su hijo desde los huevos hasta la punta de su glande que aún estaba cubierto por la piel. La agarró con una mano sin dejar de jugar con su lengua sobre el glande, jaló y la piel fue dejando salir un enrojecido y grueso glande. La polla de Eduardo era gruesa y era impresionante ver que su glande liberado de su envoltura parecía una seta, siendo más grueso que el tronco que se unía con sus huevos. La lengua de la madre acariciaba y hacía rápidos movimientos en el lugar que más le gustaba a él, en el frenillo del prepucio. Eduardo empezaba a gimotear.
Laura quitó por completo los pantalones a su hijo y se colocó entre las abiertas piernas de este. Estaba de rodillas y su cabeza subía y bajaba mamando la larga polla que aguantaba con una mano, agitándola a la vez que le entraba y salía de la boca.
María Luisa también liberó a su hijo de los pantalones y levantó la polla con una mano y empezó a lamer sus huevos. Estuvieron las dos madres mamando unos minutos y María soltó a su hijo y le indicó, sin decir nada, a su amiga que cambiaran de polla.
Y así lo hicieron, ahora cada una mamaba la polla del hijo de la otra. Las dos disfrutaban y sus hijos más aún al ver como sus maduras, lujuriosas y calientes madres gozaban.
-¿Sabes una cosa? – Le dijo Laura a María. – Es la segunda vez que tengo que quitarme de la boca un pelo de las pollas de nuestros hijos. – Hablaba y con dos dedos sacó un pelo de Eduardo. – Nosotras tenemos nuestros coños bien afeitados para que ellos no tengan ningún problema a la hora de mamarnos… ¿Los afeitamos?
-¡Sí, eso me gustará! – María le contestó. - ¡Tiene que ser delicioso lamer los huevos sin el áspero tacto de los pelos!
Las dos se levantaron y cogieron por las pollas a sus amantes para que las siguieran. Caminaron por el pasillo con sus presas entre las manos y los metieron en la bañera. Allí estaban los dos amigos, desnudos, con las piernas abiertas y sus pollas erectas esperando que sus madres los afeitasen los genitales.
María cogió la ducha y abrió el agua para que se calentara. Echó agua sobre los genitales de los dos y Laura llegó con la espuma de afeitar de su hijo y dos cuchillas nuevas.
Cada madre cogió espuma y embadurnó los genitales de su propio hijo. Con cuidado y ayudadas por ellos fueron poco a poco dejando sus huevos totalmente limpios de pelos. María Luisa volvió a echar agua para quitarles los restos de espuma. Se pusieron de pie y, al igual que cuando fueron niños, sus madres los secaban completamente.
-¡Ahora los dos niños ya están limpitos y se van a ir directamente a la cama! – Dijo Laura como si aún tuvieran cinco años. - ¡Y no quiero que seáis traviesos o tendremos que castigaros! ¡Hala, a la cama!
Los dos caminaban por el pasillo, desnudos, con las pollas bien erectas. Al pasar por la habitación de David, vio una pelota de goma espuma en el suelo. La cogió y se marcharon a la habitación de Laura para echarse en la cama de matrimonio. Las dos madres acababan de recoger todo lo que habían dejado por encima en el baño.
-¿Esos son los niños? – Preguntó María Luisa.
-Sí, están riendo y dando golpes… - Y entonces se dio cuenta. - ¡Los cabrones están haciendo ruido para que los castiguemos! ¡Tenemos dos hijos muy pervertidos!
-¡Pues eso me pone caliente! – María se tocó el coño. - ¿Les damos un buen escarmiento?
-¡Se van a acordar de esta noche!
Las dos caminaron para la habitación y entraron haciéndose las enojadas. David botaba sobre la cama mientras Eduardo tiraba la pelota contra la pared. Los dos pararon de inmediato, fingiendo haber sido descubiertos y se quedaron quietos sobre la cama, desnudos y con las pollas en un estado de semi erección. Las dos madres estaban junto a la puerta con los brazos cruzados y cara de enfado.
-¡No os hemos dicho que tenéis que estar acostados y sin hacer ruido! – Dijo María Luisa.
-¡Y tú, cuántas veces te he dicho que no saltes en la cama! – Laura regañaba a su hijo y caminaba hasta él. - ¡Y qué significa esa polla erecta! ¡Es que te pone ver a tu amigo desnudo! – David miró para Eduardo.
-No. – Dijo. – Es que cuando me has duchado me has puesto cachondo con tus toqueteos, y además veía tus tetas por el escote y tenía ganas de que me dieras de mamar.
-¡Pobrecito! – Le dijo Laura a María. - ¡Es que no les hemos dado de comer para que duerman! ¡Dejad que me prepare y os daré la teta para que durmáis a gusto!
-¡Yo también quiero de tu teta! – Eduardo no pudo contener el placer que le producía lamer los pezones de las grandes tetas de laura.
-¡Una para cada uno! – Dijo mientras empezaba a desnudarse. – María, desvístete tú también que estos niños tiene mucha hambre y con mis tetas seguro que no será suficiente para que se queden hartos.
Laura se quitó la camisa y la falda y los dos jóvenes se acariciaron la polla al vela tan hermosa con aquel corpiño rojo, cuyas copas de fina tela apenas contenían las dos voluminosas tetas de Laura. Ella pasó sus manos desde arriba de su pecho, bajando y arrastrando en su movimiento las telas que quedaron por debajo de los senos y ofrecía una hermosa vista. El corpiño tenía un portaligas que sujetaba a dos medias negras que cubrían sus piernas hasta mitad de sus muslos. Se quitó los zapatos y se sentó en medio de los dos amantes. Cada uno agarró la teta que tenía más cerca y empezaron a mamar aquellos pezones erectos mientras Eduardo acariciaba el coño de la madre de su amigo por encima de las negras bragas de encaje.
María se empezaba a desnudar y ellos la miraban intentando no dejar de chupar los pezones de la madre que los amamantaba. María Luisa se colocó de espaldas y con sus manos bajó la cremallera que cerraba su vestido hasta donde empezaba su culo. Se quedó de espalda a ellos y dejó caer la ropa hasta el suelo. Allí estaba, su redondo culo, sus hermosas piernas. Las manos desabrocharon el cierre del sujetador y sujetó las copas con los brazos. Se giró lentamente sin soltar la prenda que aún estaba sobre sus pechos, los tirantes habían caído hasta sus codos. Abrió un brazo y lo liberó de la prenda. El otro brazo aún no dejaba ver a los niños sus tetas.
Ellos seguían mamando a Laura y miraban el espectáculo que les ofrecía María que empezaba a girar de nuevo sin ofrecerles la visión de sus tetas. Cuando estaba de espalda abrió el brazo que faltaba, poniéndose en cruz y con el sujetador en la mano. Sus tetas habían sido liberadas pero ellos no podían verlas. Cerró los brazos y se giró de nuevo. Cada mano tapaba los bonitos pezones.
-¿Tenéis hambre niños? – Preguntó María con una voz sensual y ellos movieron la cabeza asintiendo. – Y qué queréis, mis tetas. – Quitó las manos y las pudieron ver por fin. – O tal vez preferís comer algo más jugoso…
María se giró de nuevo y abrió un poco las piernas. Se inclinó hacia delante y podían ver entre sus piernas sus tetas colgando y su hermosa cara. Agitó ligeramente su pecho y sus tetas se bambolearon a un lado y otro.
-¡Qué buenas estás mamá! – Eduardo estaba excitado y piropeó a su madre. - ¡Qué bien te mueves!
Los dos niños estaban bien empalmados y Laura agarró sus pollas y las acariciaba mientras ella misma se calentaba con los movimientos sensuales de su amiga. “Le comía todo el coño ahora mismo” pensó excitada por el momento.
María cerró las piernas con su culo en pompa hacia sus espectadores. Miró atrás por uno de sus costados para ver las caras de los tres. Agarró el filo de las blancas bragas y empezó a bajarlas, despacio, muy despacio, sensualmente… mostrando poco a poco su sexo, su ano… Los niños estaban enloqueciendo y habían parado de mamar. Laura no apartaba la vista de su amiga y seguía agitando las jóvenes pollas, sintiendo como a cada momento se ponían más duras, más grandes.
María acabó por quitarse las bragas y se giró mirando para sus tres compañeros de cama. Como única ropa le quedó un portaligas ajustado a su cintura de ancha tela de color rosa que sujetaban dos medias de color carne. Se quitó los zapatos y se subió a la cama.
-¿Alguien quiere comerse mis dos tetas? – Preguntó con una voz muy sexy que mostraba la lujuria que desbordaba su cuerpo por todos lados.
-¡Yo me las comeré con mucho gusto! – Contestó David.
-¡Y yo también! – Contestó su hijo.
-¡Y yo te comeré tu coño! – Dijo Laura.
-¡Qué buenos amantes tengo! – Contestó María. - ¡Hacéis que se moje mi coño pensando en lo que me vais a hacer!
No sé que hora sería, pero escuché el chirriar de la cama de mi Marta. Mi padre seguía emitiendo el tranquilizador sonido nasal y supuse que ella se habría levantado. Me asomé al pasillo desde la puerta y la vi caminar hacia la escalera. Caminé furtivo y excitado para seguirla sin ser descubierto por ella, pero sobre todo por mi padre.
Desde lo alto de la escalera vi que se dirigía a la cocina y se encendía la luz.
“Habrá ido a beber, esta es mi oportunidad”. Pensé y bajé las escaleras de dos en dos escalones, sin hacer ruido, como un gato que caza en la noche, acechando a mi presa para cogerla desprevenida.
Y así la hallé, tranquila, sin darse cuenta que yo me acercaba por detrás sin hacer ruido. Ella miraba un almanaque cuando la rodeé con mis brazos. Lanzó un chillido por el susto, no demasiado fuerte.
-¡Tranquila, soy yo, tu hijo amante! – Empezaba acariciar su cuerpo entre mis brazos pegando el mío todo lo que podía a ella para sentirla. - ¡No puedo dormir pensando en ti, en tenerte en mi cama!
-¡Hijo ten cuidado! Si nos descubre tu padre no sé que pasaría. – Mis caricias hacían que su respiración se acelerara poco a poco. - ¡Yo también quiero tenerte en mi cama, en mí… entre mis piernas!
Giró la cabeza y me ofreció su boca que besé desbocado, acariciaba su cuerpo y mi pene endurecido presionaba en su hermoso culo.
-¡Para! – Me dijo y se apartó de mí. - ¡Ven conmigo!
Me agarró por la mano y me sacó de la cocina. Caminamos un poco y ella miraba en la oscuridad hacia arriba para ver si mi padre daba señales de haberse despertado. Sonó sus ronquidos y allí mismo, al pie de la escalera me abrazó y nos fundimos en un apasionado beso. Durante unos minutos nos acariciábamos y nos besábamos intentando no hacer ruido. La puse de lado sin dejar de besarla y metí mi mano bajo su camisón, recorrí sus muslos notando como su piel que se erizada por la excitación y llegué hasta su sexo. Lo toqué por encima de las bragas y noté la desagradable compresa que tenía puesta.
-¡Qué pena que tengas la regla! – Le dije susurrando al oído. - ¡Te hubiera hecho el amor aquí mismo contra la pared!
-¡Ven! – Me susurró ella y me agarró por la mano.
Me llevó al pequeño baño que hay en la planta baja, bajo la escalera. Encendió la luz y entramos con dificultad. Echó el cierre para que mi padre no pudiera abrir desde fuera. En aquel reducido espacio nos sentíamos a salvo, dos amantes furtivos que habían encontrado una pequeña isla de paz para mostrarse el amor que se tenían el uno al otro. Nos besábamos desesperadamente, intentando tener todo el sexo posible antes de que tuviéramos que volver a separarnos.
Ella se sentó en el inodoro y me atrajo hacia ella, me bajó toda la ropa y mi pene quedó ante su cara. No espero, no hubo preliminares. Se la tragó entera y comenzó a darme una gran mamada. Tenía hambre y estaba desesperada por tener mi pene en ella… en cualquier lugar de su cuerpo. Se la colocó entre sus pechos y yo empecé a moverme. Su lengua acariciaba mi glande cada vez que asomaba entre sus pechos.
Quería correrme, pero mi deseo de tenerla allí conmigo me hacía aguantar. Si me corría se marcharía con su marido, me obligaba a no correrme, no aún.
Se levantó y bajó sus bragas para ver la compresa.
-¡Amor mío! – Me dijo besando mi boca. - ¡Ya no mancho! ¿Quieres hacerme el amor?
-¡Me muero por sentir su caliente interior!
La giré e hice que se inclinara un poco. Ella se agarró a la cisterna y su culo quedó totalmente en pompa. Agarré el filo de sus bragas y se las bajé hasta que estuvieron en sus tobillos. Su culo estaba en mi cara. Agarré sus cachetes y pasé mi lengua por ella, pasando por los labios que custodiaban su caliente vagina y pude saborearla pues su sexo se había convertido en la fuente de su néctar, preparada para que entrara en ella.
Lucía dormía en su cama. No podía apartar de su cabeza a su hijo. Él se había enamorado de ella, era su hijo, pero al contrario que su marido él la amaba. Aquella tarde, después de haber estado en casa de Laura, había tenido que cumplir con su trabajo. Su marido la había follado sin preocuparse de ella, la había usado como a las muñecas hinchables. Ella se tumbó en medio de la cama, abierta de piernas. Él la montó un rato, después la cambió de postura y le clavó la polla otro rato. Ella tubo que fingir que tenía tres o cuatro orgasmos antes de que su marido se corriera en su boca, cómo a él le gustaba… Después se echó a un lado y se desentendió de ella. Pero esa era la forma que había elegido para ganarse la vida, ser la puta sumisa de su marido. Y si no hacía aquello ella se vería en la calle.
Pero los días anteriores en la sierra, su hijo, su Paco le había hecho el amor, un amor verdadero. Ella se había sentido en el cielo cuando él le confesó su amor y tuvieron un sexo delicado y con un amor sincero. Con su hijo había tenido tres orgasmos antes que él se corriera, y no tardó más de cinco minutos de llenar su vagina de semen.
Pero hoy no lo podía tener. Necesitaba sentir el amor de su hijo para que borrara el asqueroso recuerdo que le había dejado su marido aquella tarde. No podía dormir y ya eran la tres de la mañana.
Se levantó con mucho cuidado de no despertar a su marido. Caminó por el pasillo oscuro hasta la puerta de la habitación de su hijo. Allí estaba él. Sólo tenía puesto el pantalón corto del pijama y podía apreciar con la tenue luz que entraba por la ventana, su joven y musculoso cuerpo. No podía hacerlo, pero necesitaba sentir su abrazo, sus besos y su sexo dulce.
Caminó hasta la cama y puso un dedo en su boca para despertarlo y que no dijera nada.
-No estoy dormido, mamá. – Susurró Paco apartando la mano de su madre de la boca. - ¿Qué haces aquí? Papá nos puede ver.
-¡Te necesito hijo!
Lucía no dijo más y empezó a subirse en la cama para recostarse junto a su hijo. Él se retiró para dejarle espacio y la abrazó. Paco sentía el dulce aroma del pelo de su madre. Ella besaba la mano que reposaba bajo su cuello. La otra mano de él recorría su hermosa cintura, sus caderas y todo su cuerpo. Lucía sentía el dulce amor de su hijo.
-¡Te amo Paco! – Ella giró la cabeza y le ofreció su boca.
-¡Yo también te amo, mamá!
Sus bocas se unieron y él abrazó a su madre con fuerza para sentir su maduro cuerpo contra el suyo, su culo contra su erecta polla. La mano subió y empezó a acariciar sus redondos y turgentes pechos. Ella jugaba con uno de los dedos de la otra mano, como si lo mamara. Paco movía su cuerpo y frotaba su polla contra el redondo culo de su madre que lo ponía en pompa para hacer más fuerte el contacto. No hablaban, sólo se amaban en silencio.
Lucía se giró. Los dos estaban de costado y cara a cara. Lucía levantó una pierna y la pasó por encima de las caderas de su hijo. Él la besaba por todos lados. Ella sacó la polla y la acarició. Sintió junto a sus labios el suspiro de su hijo. Sus bocas estaban casi pegadas y ella lo besó mientras lo masturbaba. Paco levantó el camisón y descubrió que su madre no llevaba bragas. Ella dirigió la polla hacia su sexo y moviendo las caderas hizo que tuvieran un leve contacto.
Paco besó a su madre hundiendo su lengua en la boca de ella al sentir el cálido contacto de los sexos. Mientras se besaban, Lucía frotaba el glande contra su clítoris. Eso le producía un gran placer. A veces apartaba la polla y pasaba un dedo por encima del glande, notando como él se estremecía con sus caricias y como ya su polla empezaba a lanzar líquido pre-seminal. Después volvía a ponerla encima de su clítoris para que le diera placer.
Y allí la dejó, entre sus hermosos labios vaginales y empujó sus caderas para que aquel hermoso glande recorriera toda su raja. Aquello producía gran placer a Paco que intentaba no gemir por lo que su madre le hacía.
Paco empezó a convulsionarse cuando se empezaba a correr y sintió el cálido semen de su hijo que se derramaba sobre su coño. Si que acabara de correrse por completo lo empujó para que cayera boca arriba en la pequeña cama, procurando que sus sexos no se separasen y sintiendo la salida del semen.
Ya lo tenía bajo ella, corriéndose aún e intentando no hacer ruido por el placer. Ella agarró la polla de su hijo que aún temblaba por el placer y la dirigió a la entrada de su vagina, se sentó y se la clavó entera.
Lucía estaba más caliente de lo que nunca había estado. Sentía la polla de su amado hijo dentro de ella, sus flujos se mezclaban con el semen que había derramado su hijo, que aún derramaba en su vagina. Ella empezó a moverse intentando que aquella joven polla volviera a recobrar la dureza y las fuerzas. Se movía lentamente, se inclinó sobre él y pasó su lengua por sus pezones. Aquello funcionó, sintió como su vagina volvía a llenarse con la dura carne de la polla de Paco.
“Ya está listo de nuevo para amarme”, pensó al sentir la firmeza de su hijo que colocó sus manos sobre su culo y empezó a mover las caderas para follar a su madre. Ella se irguió y sus tetas botaban con los sensuales movimientos del sexo que tenían madre e hijo. Podía sentir los huevos de su hijo en su culo cuando la penetraba por completo.
“Me siento viva”. Lucía gozaba del amor de su hijo. Por primera vez en su vida estaba siendo amada por los sentimientos que despertaba en otra persona y no por las lujurias que su cuerpo despertaba en los hombres. Aquello era gozar de verdad, sentir como la polla entraba y salía de ella, mientras la voz de su amante le susurraba al oído que la amaba, y cuyo amor le mostraba con las caricias que sus manos le daban a su cuerpo.
Ella no podía emitir ningún gemido, pero él sabía que su madre se había corrido pues había sentido como se había estremecido y temblado al sentir tanto placer.
-¡Amor mío, ya te has corrido! – Le preguntó sin dejar de follarla.
-¡Hijo, ya llevo cuatro! – Cuando habló, él notó su respiración entrecortada. - ¡Córrete de nuevo dentro de mí y dame descanso!
Paco agarró su culo con fuerza y sus caderas se movieron todo lo rápido que podían. Lucía estaba sobre él, con un brazo a cada lado de su cuello y él podía ver perfectamente su cara que se estaba descomponiendo por el placer. Aquello era lo que más le gustaba al hijo, ver gozar a su madre y entonces le llegó el orgasmo. Empujó su polla hasta clavarla en lo más hondo de su madre y soltó un gran chorro de semen. Lucía no pudo contener un gemido muy corto, pero que se escuchó en toda la casa por el silencio que reinaba. Paco volvió a empujar su polla y otro chorro de semen llenó más aún la vagina de su madre que le clavaba las uñas de una mano en su pecho mientras la otra tapaba su boca para no soltar el grito que el tremendo orgasmo que estaba sintiendo le provocaba. Lucía agitaba la cabeza mientras Paco acababa de soltar todo su semen.
Ella se recostó sobre él y resoplaba junto al oído de su hijo. Los dos estaban exhaustos por el placer que habían sentido y por tener que contener los gemidos que ambos se provocaban.
-¡Cariño, ahora he de irme! – Le dijo ella. - Mañana cuando se marche tu padre seré toda tuya…
-¡Te esperaré mamá!
Los dos se dieron un apasionado beso y ella se levantó y se marchó con la vagina llena por el semen de su amado hijo. Buscó unas bragas en el cajón de su mesita de noche y se las puso sin limpiarse el semen. Quería tener a su hijo dentro y muy cerca de ella. Se durmió contenta y feliz mientras al otro lado de su cama el cornudo de su marido roncaba placenteramente.
Agarré mi pene y lo pasé por su sexo produciéndole placer. Su mano entre sus piernas me agarró el sexo y lo dirigió directamente a la entrada de su vagina. Empujé y la penetré por completo. Mi madre, mi amada Marta estaba gozando. No podíamos gemir muy fuerte así que yo agarraba sus hermosas caderas y empujaba para darle placer y que tuviera su deseado orgasmo lo antes posible.
En el reflejo del espejo podía ver su cara. Estaba gozando con aquello. Ella también miraba el espejo. Los dos gozábamos y ella empezó a sentir un gran orgasmo.
-¡Córrete ya! – Me pidió.
Le empujaba pero no podía. No sé el motivo pero no podía correrme, era como si me hubiera bloqueado. Después de un rato en que ella se había corrido dos veces, desistí y saqué mi pene.
-Hijo ¿qué te pasa? – Me preguntó preocupada.
-No lo sé… por mucho que lo intento no consigo correrme.
-¡Bueno, no te preocupes, mañana estaremos solos y haré que te corras el doble! – Me besó en la boca y salimos de nuevo a oscuras y de forma furtiva, comprobando que mi padre no anduviera por ahí. – No está, vamos…
Caminaba detrás de ella mientras subíamos las escaleras y podía apreciar en la penumbra como su culo se agitaba a un lado y otro. La agarré por las caderas.
-¡Espera un momento! – Le susurré al oído.
-¿Qué pasa? – Me preguntó preocupada.
-No sé porqué, pero tengo un deseo irrefrenable de hacértelo aquí.
-¡Hijo! – Ella estaba escandalizada. - ¡Y si tu padre se levanta!
-Tal vez sea eso, el peligro lo que me ha calentado.
Mis manos empezaban a levantar su camisón. Su redondo culo se ponía de nuevo en pompa para que yo le diera sexo, su vista fija en la puerta de su dormitorio, sus oídos pendientes de si su marido seguía roncando.
-Arrodíllate sobre el escalón. – Le pedí y puse mis zapatillas bajo sus rodillas para que no estuviera incómoda.
La luz entraba directamente por el techo, por un tragaluz que había en la casa. Podía verla de rodillas, con su hermoso culo presto a que mi pene entrara. Sus ojos no dejaban de vigilar la habitación. Le subí el camisón hasta la cintura, después agarré sus bragas y se las bajé hasta medio muslo.
Amaba a mi madre, pero verla allí, en aquella postura y con las ropas de tal modo me calentó demasiado. Busqué su vagina con mi endurecido pene y la clavé. Era un placer tremendo tenerla allí, en la escalera a cuatro patas, con su culo en pompa mientras mi pene entraba y salía. Ella empezaba a sentir placer y su mano sobre uno de los barrotes del pasamanos me indicó que se estaba corriendo. Ya no pude más. Empujé mi pene hasta el fondo de ella y empecé a soltar mi semen en su interior. Estábamos en la gloria. Los dos nos habíamos corrido a la vez y mi pene temblaba dentro de mi madre soltando las últimas gotas de semen. Acariciaba su culo y ella me miraba sonriendo por el placer que había sentido.
Entonces se encendió la luz de la habitación de mi padre.
-¡Se ha despertado! – Susurró mi madre y sentí la presión que hizo su vagina en mi pene por el susto.
Saqué mi pene y mientras me subía los pantalones bajaba para refugiarme en la cocina. Ella ligera se subió las bragas y dejó caer parte del camisón que estaba sobre su cintura. Subió nerviosa hacia la habitación. Cuando estaba llegando a la puerta la luz se apagó.
Yo caminé hasta la parte baja de la escalera y desde allí pude ver como mi madre desde la puerta de su habitación me tiraba un beso con la mano y se metía en ella. Yo subí sin hacer ruido y me acosté ya más tranquilo por haber tenido aquel sexo furtivo con mi amada Marta.
María Luisa se tumbó en medio de la cama boca arriba esperando que sus amantes le hicieran lo que le habían dicho. David se colocó junto a ella y empezó a masajear sus pechos y a mamar sus pezones.
-¡Eh, te estás comiendo las dos tetas de mi madre! – Dijo Eduardo.
-No te preocupes hijo. – Contestó María. – Trae tu polla y te la mamo un poco.
Eduardo se colocó de rodillas junto a su madre acercándole la polla a su boca. Ella se movió un poco y empezó a tragarse todo el tronco gordo que poseía su hijo, mientras su mano acariciaba los afeitados huevos.
David se subió sobre ella de rodillas de forma que colocó su larga polla entre las tetas de María Luisa y apretándolas por los lados, hizo que su polla se perdiera entre las dos y empezó a follarlas. Laura se bajó de la cama y volvió a subirse por los pies de ésta. Acariciaba las piernas de su amiga e iba subiendo cada vez más para llegar hasta su coño. María dobló las piernas y las dejó caer a ambos lados para que su coño quedara totalmente a merced de lo que su amiga quisiera hacer. Laura estaba a cuatro patas, su cara estaba encima del húmedo coño de su amiga del que no paraba de salir flujos que mojaban la cama.
Eduardo veía como su amigo pasaba su polla entre las tetas de su madre. Detrás de David podía ver parte del redondo culo de Laura.
-¡Chúpasela a David! – Le dijo a su madre y se bajo de la cama.
Eduardo caminaba hasta colocarse detrás de Laura. Podía ver su culo y un poco de su ano y la raja de su coño. Ella lamía el coño de su amiga y con una mano acariciaba el prieto culo de su hijo que follaba las tetas de María mientras ésta se la chupaba.
Eduardo acarició el redondo culo de Laura y ella abrió un poco las piernas sin dejar de lamer el coño de la otra madre. Eduardo separó los cachetes y podía ver perfectamente su ano y la entrada a la lujuriosa cueva del placer de aquella madura. Metió su boca en el culo y empezó a lamer desde lo más abajo de la raja hasta llegar a su ano, para después volver a bajar. Saboreaba los flujos que brotaban de aquel coño.
Las dos mujeres estaban bastante calientes y necesitaban que sus coños fueran rellenados con abundante carne de hombre. Así que Laura se levantó e hizo que su hijo dejara de follar las tetas de su amiga.
-María, deja la cama vacía y coge ese bote de lubricante. – Ordenó Laura y su amiga obedeció cogiendo un bote que había en la mesita de noche. – David, túmbate y apoya la cabeza en la almohada. – Su hijo obedecía esperando entender lo que su madre pensaba hacer. - ¡Y tú Eduardo ponte igual que David, pero con los pies mirando hacia el otro lado y cruzando vuestras pierna!
Poco a poco los colocó y los dos hijos ya estaban en posición. Donde llegaban los muslos de uno, empezaban lo del otro, de forma que ellas dos se pusieron en cuclillas sobre las pollas de sus respectivos hijos, dándoles el culo y ellas quedaron de frente. Untaron un poco de lubricante sobre cada polla y se las clavaron poco a poco para ir amoldando sus vaginas a aquellos voluminosos miembros. Acercaron sus bocas para besarse sincronizando sus movimientos de subida y bajada. Ellos las follaban tocando sus culos y ellas se besaban y gimoteaban al sentir como sus hijos entraban cada vez más en sus vaginas. Después de un rato, Las mujeres se bajaron de sus machos.
-¡Elige ahora como quieren que nos follen nuestros hijos! – Le dijo Laura a María.
-¡Vamos a ver! – Pensaba María. – David, tú quédate tal como estás. Ahora yo me subo en tu polla y me la clavo. – María le daba la espalda a David y se apoyaba en los brazos echado atrás a la altura del pecho del joven, sus piernas semi estiradas. – Laura, ahora ponte entre nuestras piernas todo lo pegada que puedas a mí, intenta frotar tu coño con el mío. – Así se colocó siguiendo sus indicaciones y sólo faltaba Eduardo. - ¡Hijo, colócate detrás de Laura y fóllala desde ahí!
-¡Vale mamá! – Dijo Eduardo colocándose detrás de la madre de su amigo y acariciando su redondo culo. – Laura ¿te puedo pedir una cosa?
-Dime…
-¿Te la puedo clavar en el culo? – Mientras le hacía la pregunta, David empezaba a empujar su polla para clavarla dentro del coño de María que se excitaba con la petición.
-¡Pero echa bastante lubricante en tu polla y en mi culo!
Eduardo cogió el bote y se echo un buen chorro en la mano, se frotó la mano para llenar su polla de aquel mejunje. Se colocó detrás de Laura y ella separó sus cachetes con ambas manos mientras agachada lamía el coño de su amiga en el que entraba y salía la polla de David. Eduardo echó un chorro en el esfínter y empujó con un dedo comprobando que entraba sin dificultad, empujó más hasta que le metió el dedo por completo.
Laura daba grititos de placer al sentir el dedo de su amante, dejó de lamer el coño de su amiga y se preocupo de que su culo fuera penetrado en condiciones.
-Dos dedos, ahora dos dedos… - Le dijo Laura.
Eduardo empezó a empujar con dos dedos que también entraron sin dificultad. El ano de Laura estaba relajado y deseoso de que entrara la joven polla.
-¡Vamos cariño, métela poco a poco, despacio! – Le indicó a Eduardo que rápidamente se colocó sobre ella.
Las manos de Laura abrían su culo todo lo posible y Eduardo dirigía su enorme glande hacía el esfínter para acabar con su resistencia. Laura sintió el caliente glande en su agujero, estaba a punto de sentir la sensación más dolorosa y el placer más inmenso que existía, ella lo sabía, su marido la follaba día sí y día no por su culo.
Eduardo dejó caer su peso sobre el culo maduro y veía como entraba un poco. Laura cerró los ojos y cogió un pellizco en la sábana de la cama.
-¡Despacio, despacio! – Dijo con un gritito desgarrado. - ¡Uf, uf, esa polla es muy gorda y me partirá el culo en dos!
Eduardo empujó un poco más y notó como el esfínter de aquella mujer se cerraba sobre su polla una vez que entró por completo el glande. Se detuvo cuando ella agarró su pierna y clavó las uñas al sentir esa mezcla de dolor y placer en su culo.
-¡Ouf, ouf, Dios que grande es! – Gimoteaba Laura y María se había detenido a mirarla mientras David clavaba lentamente su polla en el coño. - ¡Aguanta un poco que esta polla me va a volver loca! – Empujó un poco su culo y las manos de Eduardo tiraron de sus caderas, la polla entró un poco más. - ¡Ooooooh, Dioooos, ah, ah, siento mis entrañas llena de polla! ¡Ve acelerando, empuja cada vez más!
Eduardo contemplaba como su polla se iba hundiendo cada vez más en el hermoso culo de Laura, poco a poco iba acelerando las embestidas y la fuerza hasta que toda la polla estuvo dentro. Laura se llevó la mano al coño y se masturbaba tocándose el clítoris endurecido mientras la polla de Eduardo entraba y salía de su apretado ano.
-¡Dios, más fuerte, más fuerte! – Gritaba descontrolada. – ¡Párteme el culo, parte el culo de esta puta!
Escuchar a Laura hacía que Eduardo se volviera loco y la follara fuertemente. Ella nunca había sentido tanto placer al ser follada por el culo. Mientras las manos de él la empujaban para hundir aquella polla, ella sentía como aquel enorme glande se movía por sus entrañas, produciéndole un gran placer que llegó a su culmen cuando estallo en un orgasmo mientras él seguía empujando y ella se vaciaba por la vagina, lanzando chorros de flujos.
-¡Yo también quiero eso! – Gemía María mientras veía disfrutar a su amiga y la polla de David entraba y salía de ella. - ¡Yo también quiero que me den por el culo!
Laura aún convulsionaba por el placer y miró a los ojos de su amiga.
-Saca la polla de mi hijo de tu coño y te prepararé tu culo para que te la meta. – Laura habló entrecortadamente intentando recuperar el aliento. – Así…
Agarró la polla de su hijo y le echaba lubricante por toda su longitud. Después María le acercó el culo y Laura echó la misma sustancia en él, metió un dedo y comprobó que estaba bastante dilatado.
-¡Veo que usas frecuentemente tu ano! – Le dijo.
-¡Hija, teniendo un marido camionero una tiene que saber hacer de todo!
-Pues nada, siéntate sobre la polla de David…
-No. – Dijo María dándose la vuelta y sentándose sobre la polla de David y clavándosela hasta el fondo en su coño. - ¡Quiero que mi hijo me la clave y se corra en mi culo!
Eduardo sacó la polla del culo de Laura y corrió enloquecido a satisfacer a su madre. Allí la tenía. En su coño entraba y salía su amigo y ella separaba sus cachetes para que le entrara totalmente su hijo. Se acercó al culo de su madre y apuntó su polla al trabajado ano. María empezó a sentir como entraba su hijo en su culo y como las dos pollas se acariciaban dentro de ella, separadas por la delicada piel de su interior.
Eduardo la clavo hasta el fondo y empezó a embestirla con fuerza. María sintió un poco de dolor, pero el placer que le daba sentirse llena con aquellas dos pollas la hizo empezar a gemir locamente. David se movía lo que podía y chupaba las tetas de María mientras esta gemía y empezaba a gritar por el placer.
En menos de diez minutos tuvo muchos orgasmos con aquellas dos pollas en su interior. Los dos chicos seguían empujando sobre ella pero se dieron cuenta de que ella ya había llegado y era inútil follarla más.
Eduardo le sacó la polla y se separó. María a penas tenía fuerza para levantarse y simplemente se dejó caer a un lado para descansar.
-¡Aparta puta, que ahora voy a gozar yo de ellos dos! – Laura se sentó sobre su hijo dándole la espalda y clavándose su polla en el culo hasta que estuvo completamente dentro de ella. - ¡Ven aquí y clava tu polla en mi coño!
Eduardo no se hizo esperar. Se colocó de rodillas entre las abiertas piernas de Laura y dirigió su polla contra la dilatada raja de su vagina. Los dos jóvenes empujaron y Laura se sintió más llena que nunca de pollas. Los dos se movían y Laura comenzó a gemir. Ellos empujaban embrutecidos, deseosos de correrse y llenar a aquella madura madre con sus espermas.
-¡Correrse, correrse! – Empezó a gritar Laura. - ¡Ya me estoooooooyyyyy cooorriendoooooo! ¡Llenarme con vuestra lecheeeeeee, cabrones, no dejad de follaaaarme hasta que se corráis dentro de mí!
Aquellas palabras dispararon a los dos jóvenes a la vez y sus pollas descargaron a lo unísono sus espermas dentro del culo y de la vagina de Laura. Estuvieron los tres unos minutos unidos por sus sexos hasta que los dos se quedaron vacíos.
-¡Esperad los tres! – Dijo María. – Voy a grabar cuando saquéis las dos pollas a la vez para ver como salen la leche que habéis soltado dentro de ella. A ver, un, dos, ahora.
Eduardo se levantó y sacó su gruesa polla del interior del coño de Laura y ésta a la vez se levantó hasta que salió la polla de su hijo de su culo. María acercó el móvil para grabar los dos agujeros. Laura movió sus músculos internos y empezaron a salir chorros blancos de semen de sus dos agujeros. María Luisa reía y disfrutaba viendo aquello, se ponía caliente.
-Trae el móvil y cómete la leche del coño de tu amiga. – Le dijo Eduardo a su madre.
María se acercó mientras su hijo lo grababa todo. Eduardo encendió más luces y grabó acercándose y donde se veía a David con su madre encima y María Luisa entre la piernas de Laura. Se acercaba y se podía ver cada vez mejor la leche blanca en el coño y el culo de ella. María acercó su boca y empezó a lamer todo el esperma del coño hasta que estuvo limpio, después separó los labios y lamió por dentro todo lo que pudo.
Laura se colocó junto a su hijo David a cuatro patas para que su amiga limpiara el semen de su culo. Pero María Luisa primero se dedicó a lamer los restos de semen que habían caído sobre la polla de joven. Eduardo lo grababa todo.
María se colocó detrás de su amiga y acabo de limpiar todo el semen que tenía en su redondo culo.
-¡Qué pena que sólo tengamos este pequeño vídeo de lo que ha pasado hoy aquí! – Dijo Eduardo.
-¿Entonces que es aquello que aparece oculto entre aquellos libros de la peinadora? – Dijo Laura.
-¡Lo has grabado so guarra! – Dijo María divertida. - ¡Y no nos has dicho nada antes!
-Pues nada chicos, vamos al salón y la vemos a ver si todo está bien. – dijo Laura caminando para salir por la puerta. – Tal vez nos excitemos de nuevo y queramos hacer otra película.
-¡Y aunque no hagamos otra película! – Dijo María. - ¿Por qué no vamos a follar más?
FIN.
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Comparto este relato que encontré hace varios años.
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Hormonas en Ebullicion [Capitulo 1]
Hormonas en Ebullicion [Capitulo 2]
Hormonas en Ebullicion [Capitulo 3]
Hormonas en Ebullicion [Capitulo 4]
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Llegó el fatídico día en que tuvimos que volver a nuestras casas, a nuestras vidas de hijos cariñosos y madres amorosas junto a nuestros padres. Ni que decir que el resto de días que pasamos juntos fueron un verdadero y completo placer, tanto para los que veían a sus madres como puros objetos sexuales que eran David y Eduardo, como aquellos cuyo amor hacia su madre era más grande que la lujuria que nos provocaba el poder poseerla en nuestra cama; esos éramos Paco y yo.
Desde el segundo día mi madre y yo tuvimos claro que nos amábamos y el resto de día estuvimos mostrándonos nuestro amor y por supuesto que tuvimos sexo, pero fue fruto del amor que nos teníamos.
Para Paco fue más difícil. Él al principio deseaba poseer a su madre, y la poseía cada vez que ellos querían, pero no podía soportar ver que ella no le hacía ascos a que se unieran a ellos los otros chicos. Hasta el sábado no le confesó su amor a su madre, contándole los celos que sentía cuando ella tenía sexo con David o Eduardo. Ella también reconoció que amaba a su hijo y aquel sábado anterior a nuestra vuelta, los dos anduvieron por la casa como dos enamorados.
Los dos coches circulaban por la carretera de vuelta a casa. Volvíamos distribuidos en ellos como hicimos el anterior viaje, pero ahora cada hijo iba sentado junto a su madre, demostrando que allí llegaron cuatro madre y sus cuatro hijos y ahora volvían cuatro parejas.
Al entrar en mi casa estaba mi padre y fuimos conscientes de que ya no nos podríamos besar y acariciar con tanta asiduidad y libertad como la semana que habíamos pasado en la sierra. Aquello nos entristeció y tuvimos que simular que nos alegrábamos de volver a verlo. Volvimos a casa y entramos en una condena de separación sin muros, la distancia que había entre la habitación de mi madre y la mía era apenas de tres metro, una distancia que no podía recorrer para poder tener a mi amada entre mis brazos.
Mi padre era diplomado en enfermería y tenía dos días libres, con lo que no se movería de casa para nada. Por suerte para mi madre y para mí, ella hacía unos días que había empezado con la menstruación, así que estaría tranquilo pues seguro que mi padre no entraría en ella, pero no la podría tener abrazada junto a mí por la noche. Cuando estaba junto a mí en la cama me encantaba el olor de su pelo, el suave tacto de piel. Durante varios minutos la acariciaba por debajo de sus ropas y sentía las curvas de su cuerpo; esas caricias conseguían que algunas veces se encendiera y me mostrara toda su fogosidad al tener sexo. Sentíamos envidia de David y Laura. Ella era divorciada y los dos vivían solos, pudiendo tener todo el amor y el sexo que quisieran en la intimidad de su casa. Aquella noche en soledad añoré a mi madre y ni siquiera necesité hacerme una paja, lo único que quería era verla entrar por la puerta de mi habitación y que se metiera en mi cama.
A la mañana siguiente, sobre las once de la mañana, vinieron a visitarnos Lucía, Paco y Antonio, el marido de Lucía. Como era médico quería proponerle a mi padre la oportunidad de que colaborara con él en una conferencia que tendría que dar el mes de agosto por toda Europa. Al principio mi padre dudo. Era su mes de vacaciones y quería pasarlas con su familia, pero cuando Antonio le comentó el dinero que ganaría y los grandes profesionales que iba a conocer, él deseaba acompañar a su amigo.
-¡No te preocupes cariño, ve! – Le dijo mi madre a mi padre. - ¡Nosotros estaremos perfectamente! ¡Enrique ya es un hombre y nos protegeremos!
“Y cuidaré que nadie se folle a tu mujer” pensaba yo alegrándome con la idea de estar todo un mes completamente solos en casa, a todas horas… ¡Podría mostrarle a mi madre todo lo que la quería!
Mi padre tenía la costumbre de dormir después de comer, así que mi madre y yo aprovechamos para irnos a casa de Laura para ver a nuestros amigos y tener un poco de intimidad entre “madre e hijo”. Salimos de casa y caminamos por la calle en dirección a la de nuestros amigos. A los pocos metros nos encontramos a Lucía que caminaba junto a Paco.
-¡Hola! – Nos saludamos.
-¡No me digas nada! – Dijo Lucía. - ¡Vais a buscar un poco de intimidad en casa de Laura!
-Bueno, íbamos a tomar café y una vez allí pues para no desperdiciar el tiempo…! – Respondió mi madre en broma. - ¡Seguro que ustedes también vais a tomar café!
-¡Por supuesto, faltaría más! – Las dos reían.
Llamamos a la puerta y nos abrió Eduardo. Los cuatro estábamos extrañados de verlo allí, pero entramos. Y allí estaban las dos parejas de pervertidos en que se habían convertido David, Eduardo, Laura y mi tía María. Llevaban todo el día allí. Mi tío era camionero y estaba viajando con lo que le quedaba quince días para volver y los querían pasar “intercambiando impresiones” con sus amigos.
Nada más cerrarse la puerta agarré a mi madre por la cintura y ella me rodeó con sus brazos por los hombros, empezamos a darnos un beso desesperado. Lucía y Paco nos miraban.
-¡Hijo, no le vas a mostrar a tu madre cuanto la quieres! – Le dijo Lucía a Paco y se fundieron en un enorme beso.
-¡Ya están aquí el cuarteto del amor! – Mi tía hablaba desde el salón. - ¿Qué, en casa no podéis hacer nada? Lógico, o os divorciáis como Laura o que vuestros maridos trabajen fuera como el mío… Bueno Lucía, lo del tuyo es cuestión de tiempo, pero Marta tendrá que aguantar a su marido todo el mes de Agosto en que tendrá vacaciones.
-¡Ahí te equivocas! – Dijo mi madre orgullosa y altanera. - ¡Mañana mismo sale de viaje con el marido de esta para dar unas conferencias! Y ustedes, depravados, ¿qué hacéis por aquí?
-¡Nada! – Dijo Laura. – Recordando la semana que hemos pasado juntos y felices en la sierra… Sobre todo lo recordaremos esta noche… ¿Queréis quedaros para recordarla?
-¡No te preocupes! – Dijo Lucía. – Mañana ya tendremos nosotros nuestros propios “recuerdos”.
Pasamos un buen rato todos juntos, libres de ataduras sociales, sin importar que madres e hijos se besaran, se acariciaran y se mostraran su amor y sus deseos sexuales. Entre cafés, copas y juegos nos dieron las seis de la tarde. Mi madre decidió que ya era hora de que volviéramos a casa.
-Enrique. – Me dijo. – Tú tienes más suerte que yo y eres más libre para moverte por donde quieras, así que me voy a casa pues tu padre ya se habrá despertado y tendré que atenderlo y preparar todo para que se marche mañana de viaje. – Se levantó y me besó en la boca. – Después nos vemos. – Se despidió de todos.
-¡Espera y te acompaño! – Le dije y me empujó contra el sillón cuando intenté levantarme.
-No cariño. – Me dijo dulcemente. – No podemos estar juntos todo el día de un lado para otro, la gente podría sospechar.
-Hazle caso a tu madre Enrique. – Dijo Lucía que se levantaba. – Espera y te acompaño para que no vayas sola. – Las dos salieron por la puerta felices por haber tenido un momento de intimidad con sus hijos.
Unos minutos después nos marchamos Paco y yo para hablar por la calle, dejando a los cuatro restantes solo por si querían tener un momento madre/hijo intenso.
Paco y yo deambulamos por la ciudad charlando un poco de todo y un mucho de nuestros sentimientos hacia nuestras bellas madres. Al final entramos en el centro comercial y allí pasamos las horas hasta que fueron las diez y media. Volvimos a casa caminando y sonaban las once en el reloj del pasillo cuando entre por la puerta.
Comí, me duché y poco después de que mi padre y mi madre se marcharan a la cama, lo hice yo, pensando en mi madre y deseándola en la corta distancia que separaba nuestras habitaciones.
Me acosté pero no podía dormir. La imagen de mi madre no se marchaba de mi mente. Agudizaba el oído para intentar adivinar si harían el amor, pero los ronquidos de mi padre me tranquilizaban.
En casa de Laura estaban los cuatro, ella, María y sus hijos David y Eduardo. Habían pasado juntos todo el día y ya era hora de empezar la verdadera fiesta. Eran las doce de la noche y llevaban un buen rato tomando copas y bailando la música que entre todos elegían, a veces disco, a veces lenta.
Aquella noche las madres se habían vestido para la ocasión, llevaban unos vestidos de fiesta y se habían maquillado ligeramente como les había enseñado Lucía. Eran dos verdaderas preciosidades. Ellos se habían vestido elegantemente, no con trajes de gala, pero los polos y los pantalones algo ajustados lo volvían irresistibles para aquellas dos calientes y lujuriosas maduras.
Entre ellos no había parejas. A ellos lo que les gustaba era el sexo puro y duro, muy duro a veces. Ellas compartían a sus hijos… Ellos compartían a sus madres. A veces David bailaba con Laura y se besaban y sus compañeros hacían lo propio, otras cambiaban de pareja. Lo que nunca hacían era dejar de darse cariño para excitarse y conseguir que el ambiente fuera lo más propicio posible para tener una buena noche de sexo.
-¡Oye! – Dijo Laura. - ¡Ya son las doce y hay que quitar la música para no molestar a los vecinos! – Andaba hasta el equipo de música y lo apagó.
-Y ¿qué hacemos ahora? – Protestó Eduardo mientras abrazaba y besaba a su madre en el cuello. - ¿Qué quieres hacer mamita? – Le dijo al oído a María Luisa.
-Sentarse los dos en el sillón y descansar que la noche es larga y quiero teneros bien frescos. – El tono de María Luisa era brusco y los dos obedecieron. – Agarra por ahí. – Le pidió a su amiga y retiraron a un lado la mesa que había frente a los dos niños. – Sígueme y has lo que yo haga. – Le dijo a Laura y empezaron a besarse en la boca delante de sus hijos para calentarlos.
Las madres se acariciaban y besaban y las pollas de ellos crecían cada vez más con la visión lésbica de sus madres. Se soltaron y caminaron hasta estar delante de ellos, cada una delante de su hijo. Se arrodillaron y empezaron a acariciar las piernas de sus jóvenes hijos, cada vez se acercaban más a sus objetivos: sus pollas.
Laura la agarró por encima del pantalón haciendo que se marcara la enorme polla de su hijo. María Luisa hizo lo mismo y era bestial la gruesa apariencia que tomaba la tela del pantalón.
-¡Cómo han crecido nuestros hijos! – Dijo María Luisa.
-¡Y es una suerte que podamos disfrutar de ellos y no estén por ahí con esas guarras putitas que hay sueltas! – Laura mordisqueo el gran bulto que formaba la polla de su hijo.
María Luisa desabrochó la correa del pantalón y después bajó la cremallera. Allí debajo estaba oculta la gorda polla de su hijo. La frotó con la mano saboreando la dureza de aquel joven miembro viril.
Laura también liberó a su hijo de la prisión de aquel pantalón y encontró la polla que sobre salía del calzoncillo.
-¡Hijo, recuérdame que te compre un número más de ropa interior! – Dijo Laura excitada con la acogida que le dio la polla. - ¡Es que tanta carne no se puede contener!
Sus labios rodearon la parte de la polla que sobresalía y empezó una mamada. María no pudo resistirse a ver como su amiga mamaba a su otro amante, bajó el calzoncillo de su hijo y la polla de Eduardo botó dando la bienvenida a la madura madre y las gracias por la eminente mamada de que sería objeto. La lengua de María Luisa empezó a recorrer la polla de su hijo desde los huevos hasta la punta de su glande que aún estaba cubierto por la piel. La agarró con una mano sin dejar de jugar con su lengua sobre el glande, jaló y la piel fue dejando salir un enrojecido y grueso glande. La polla de Eduardo era gruesa y era impresionante ver que su glande liberado de su envoltura parecía una seta, siendo más grueso que el tronco que se unía con sus huevos. La lengua de la madre acariciaba y hacía rápidos movimientos en el lugar que más le gustaba a él, en el frenillo del prepucio. Eduardo empezaba a gimotear.
Laura quitó por completo los pantalones a su hijo y se colocó entre las abiertas piernas de este. Estaba de rodillas y su cabeza subía y bajaba mamando la larga polla que aguantaba con una mano, agitándola a la vez que le entraba y salía de la boca.
María Luisa también liberó a su hijo de los pantalones y levantó la polla con una mano y empezó a lamer sus huevos. Estuvieron las dos madres mamando unos minutos y María soltó a su hijo y le indicó, sin decir nada, a su amiga que cambiaran de polla.
Y así lo hicieron, ahora cada una mamaba la polla del hijo de la otra. Las dos disfrutaban y sus hijos más aún al ver como sus maduras, lujuriosas y calientes madres gozaban.
-¿Sabes una cosa? – Le dijo Laura a María. – Es la segunda vez que tengo que quitarme de la boca un pelo de las pollas de nuestros hijos. – Hablaba y con dos dedos sacó un pelo de Eduardo. – Nosotras tenemos nuestros coños bien afeitados para que ellos no tengan ningún problema a la hora de mamarnos… ¿Los afeitamos?
-¡Sí, eso me gustará! – María le contestó. - ¡Tiene que ser delicioso lamer los huevos sin el áspero tacto de los pelos!
Las dos se levantaron y cogieron por las pollas a sus amantes para que las siguieran. Caminaron por el pasillo con sus presas entre las manos y los metieron en la bañera. Allí estaban los dos amigos, desnudos, con las piernas abiertas y sus pollas erectas esperando que sus madres los afeitasen los genitales.
María cogió la ducha y abrió el agua para que se calentara. Echó agua sobre los genitales de los dos y Laura llegó con la espuma de afeitar de su hijo y dos cuchillas nuevas.
Cada madre cogió espuma y embadurnó los genitales de su propio hijo. Con cuidado y ayudadas por ellos fueron poco a poco dejando sus huevos totalmente limpios de pelos. María Luisa volvió a echar agua para quitarles los restos de espuma. Se pusieron de pie y, al igual que cuando fueron niños, sus madres los secaban completamente.
-¡Ahora los dos niños ya están limpitos y se van a ir directamente a la cama! – Dijo Laura como si aún tuvieran cinco años. - ¡Y no quiero que seáis traviesos o tendremos que castigaros! ¡Hala, a la cama!
Los dos caminaban por el pasillo, desnudos, con las pollas bien erectas. Al pasar por la habitación de David, vio una pelota de goma espuma en el suelo. La cogió y se marcharon a la habitación de Laura para echarse en la cama de matrimonio. Las dos madres acababan de recoger todo lo que habían dejado por encima en el baño.
-¿Esos son los niños? – Preguntó María Luisa.
-Sí, están riendo y dando golpes… - Y entonces se dio cuenta. - ¡Los cabrones están haciendo ruido para que los castiguemos! ¡Tenemos dos hijos muy pervertidos!
-¡Pues eso me pone caliente! – María se tocó el coño. - ¿Les damos un buen escarmiento?
-¡Se van a acordar de esta noche!
Las dos caminaron para la habitación y entraron haciéndose las enojadas. David botaba sobre la cama mientras Eduardo tiraba la pelota contra la pared. Los dos pararon de inmediato, fingiendo haber sido descubiertos y se quedaron quietos sobre la cama, desnudos y con las pollas en un estado de semi erección. Las dos madres estaban junto a la puerta con los brazos cruzados y cara de enfado.
-¡No os hemos dicho que tenéis que estar acostados y sin hacer ruido! – Dijo María Luisa.
-¡Y tú, cuántas veces te he dicho que no saltes en la cama! – Laura regañaba a su hijo y caminaba hasta él. - ¡Y qué significa esa polla erecta! ¡Es que te pone ver a tu amigo desnudo! – David miró para Eduardo.
-No. – Dijo. – Es que cuando me has duchado me has puesto cachondo con tus toqueteos, y además veía tus tetas por el escote y tenía ganas de que me dieras de mamar.
-¡Pobrecito! – Le dijo Laura a María. - ¡Es que no les hemos dado de comer para que duerman! ¡Dejad que me prepare y os daré la teta para que durmáis a gusto!
-¡Yo también quiero de tu teta! – Eduardo no pudo contener el placer que le producía lamer los pezones de las grandes tetas de laura.
-¡Una para cada uno! – Dijo mientras empezaba a desnudarse. – María, desvístete tú también que estos niños tiene mucha hambre y con mis tetas seguro que no será suficiente para que se queden hartos.
Laura se quitó la camisa y la falda y los dos jóvenes se acariciaron la polla al vela tan hermosa con aquel corpiño rojo, cuyas copas de fina tela apenas contenían las dos voluminosas tetas de Laura. Ella pasó sus manos desde arriba de su pecho, bajando y arrastrando en su movimiento las telas que quedaron por debajo de los senos y ofrecía una hermosa vista. El corpiño tenía un portaligas que sujetaba a dos medias negras que cubrían sus piernas hasta mitad de sus muslos. Se quitó los zapatos y se sentó en medio de los dos amantes. Cada uno agarró la teta que tenía más cerca y empezaron a mamar aquellos pezones erectos mientras Eduardo acariciaba el coño de la madre de su amigo por encima de las negras bragas de encaje.
María se empezaba a desnudar y ellos la miraban intentando no dejar de chupar los pezones de la madre que los amamantaba. María Luisa se colocó de espaldas y con sus manos bajó la cremallera que cerraba su vestido hasta donde empezaba su culo. Se quedó de espalda a ellos y dejó caer la ropa hasta el suelo. Allí estaba, su redondo culo, sus hermosas piernas. Las manos desabrocharon el cierre del sujetador y sujetó las copas con los brazos. Se giró lentamente sin soltar la prenda que aún estaba sobre sus pechos, los tirantes habían caído hasta sus codos. Abrió un brazo y lo liberó de la prenda. El otro brazo aún no dejaba ver a los niños sus tetas.
Ellos seguían mamando a Laura y miraban el espectáculo que les ofrecía María que empezaba a girar de nuevo sin ofrecerles la visión de sus tetas. Cuando estaba de espalda abrió el brazo que faltaba, poniéndose en cruz y con el sujetador en la mano. Sus tetas habían sido liberadas pero ellos no podían verlas. Cerró los brazos y se giró de nuevo. Cada mano tapaba los bonitos pezones.
-¿Tenéis hambre niños? – Preguntó María con una voz sensual y ellos movieron la cabeza asintiendo. – Y qué queréis, mis tetas. – Quitó las manos y las pudieron ver por fin. – O tal vez preferís comer algo más jugoso…
María se giró de nuevo y abrió un poco las piernas. Se inclinó hacia delante y podían ver entre sus piernas sus tetas colgando y su hermosa cara. Agitó ligeramente su pecho y sus tetas se bambolearon a un lado y otro.
-¡Qué buenas estás mamá! – Eduardo estaba excitado y piropeó a su madre. - ¡Qué bien te mueves!
Los dos niños estaban bien empalmados y Laura agarró sus pollas y las acariciaba mientras ella misma se calentaba con los movimientos sensuales de su amiga. “Le comía todo el coño ahora mismo” pensó excitada por el momento.
María cerró las piernas con su culo en pompa hacia sus espectadores. Miró atrás por uno de sus costados para ver las caras de los tres. Agarró el filo de las blancas bragas y empezó a bajarlas, despacio, muy despacio, sensualmente… mostrando poco a poco su sexo, su ano… Los niños estaban enloqueciendo y habían parado de mamar. Laura no apartaba la vista de su amiga y seguía agitando las jóvenes pollas, sintiendo como a cada momento se ponían más duras, más grandes.
María acabó por quitarse las bragas y se giró mirando para sus tres compañeros de cama. Como única ropa le quedó un portaligas ajustado a su cintura de ancha tela de color rosa que sujetaban dos medias de color carne. Se quitó los zapatos y se subió a la cama.
-¿Alguien quiere comerse mis dos tetas? – Preguntó con una voz muy sexy que mostraba la lujuria que desbordaba su cuerpo por todos lados.
-¡Yo me las comeré con mucho gusto! – Contestó David.
-¡Y yo también! – Contestó su hijo.
-¡Y yo te comeré tu coño! – Dijo Laura.
-¡Qué buenos amantes tengo! – Contestó María. - ¡Hacéis que se moje mi coño pensando en lo que me vais a hacer!
No sé que hora sería, pero escuché el chirriar de la cama de mi Marta. Mi padre seguía emitiendo el tranquilizador sonido nasal y supuse que ella se habría levantado. Me asomé al pasillo desde la puerta y la vi caminar hacia la escalera. Caminé furtivo y excitado para seguirla sin ser descubierto por ella, pero sobre todo por mi padre.
Desde lo alto de la escalera vi que se dirigía a la cocina y se encendía la luz.
“Habrá ido a beber, esta es mi oportunidad”. Pensé y bajé las escaleras de dos en dos escalones, sin hacer ruido, como un gato que caza en la noche, acechando a mi presa para cogerla desprevenida.
Y así la hallé, tranquila, sin darse cuenta que yo me acercaba por detrás sin hacer ruido. Ella miraba un almanaque cuando la rodeé con mis brazos. Lanzó un chillido por el susto, no demasiado fuerte.
-¡Tranquila, soy yo, tu hijo amante! – Empezaba acariciar su cuerpo entre mis brazos pegando el mío todo lo que podía a ella para sentirla. - ¡No puedo dormir pensando en ti, en tenerte en mi cama!
-¡Hijo ten cuidado! Si nos descubre tu padre no sé que pasaría. – Mis caricias hacían que su respiración se acelerara poco a poco. - ¡Yo también quiero tenerte en mi cama, en mí… entre mis piernas!
Giró la cabeza y me ofreció su boca que besé desbocado, acariciaba su cuerpo y mi pene endurecido presionaba en su hermoso culo.
-¡Para! – Me dijo y se apartó de mí. - ¡Ven conmigo!
Me agarró por la mano y me sacó de la cocina. Caminamos un poco y ella miraba en la oscuridad hacia arriba para ver si mi padre daba señales de haberse despertado. Sonó sus ronquidos y allí mismo, al pie de la escalera me abrazó y nos fundimos en un apasionado beso. Durante unos minutos nos acariciábamos y nos besábamos intentando no hacer ruido. La puse de lado sin dejar de besarla y metí mi mano bajo su camisón, recorrí sus muslos notando como su piel que se erizada por la excitación y llegué hasta su sexo. Lo toqué por encima de las bragas y noté la desagradable compresa que tenía puesta.
-¡Qué pena que tengas la regla! – Le dije susurrando al oído. - ¡Te hubiera hecho el amor aquí mismo contra la pared!
-¡Ven! – Me susurró ella y me agarró por la mano.
Me llevó al pequeño baño que hay en la planta baja, bajo la escalera. Encendió la luz y entramos con dificultad. Echó el cierre para que mi padre no pudiera abrir desde fuera. En aquel reducido espacio nos sentíamos a salvo, dos amantes furtivos que habían encontrado una pequeña isla de paz para mostrarse el amor que se tenían el uno al otro. Nos besábamos desesperadamente, intentando tener todo el sexo posible antes de que tuviéramos que volver a separarnos.
Ella se sentó en el inodoro y me atrajo hacia ella, me bajó toda la ropa y mi pene quedó ante su cara. No espero, no hubo preliminares. Se la tragó entera y comenzó a darme una gran mamada. Tenía hambre y estaba desesperada por tener mi pene en ella… en cualquier lugar de su cuerpo. Se la colocó entre sus pechos y yo empecé a moverme. Su lengua acariciaba mi glande cada vez que asomaba entre sus pechos.
Quería correrme, pero mi deseo de tenerla allí conmigo me hacía aguantar. Si me corría se marcharía con su marido, me obligaba a no correrme, no aún.
Se levantó y bajó sus bragas para ver la compresa.
-¡Amor mío! – Me dijo besando mi boca. - ¡Ya no mancho! ¿Quieres hacerme el amor?
-¡Me muero por sentir su caliente interior!
La giré e hice que se inclinara un poco. Ella se agarró a la cisterna y su culo quedó totalmente en pompa. Agarré el filo de sus bragas y se las bajé hasta que estuvieron en sus tobillos. Su culo estaba en mi cara. Agarré sus cachetes y pasé mi lengua por ella, pasando por los labios que custodiaban su caliente vagina y pude saborearla pues su sexo se había convertido en la fuente de su néctar, preparada para que entrara en ella.
Lucía dormía en su cama. No podía apartar de su cabeza a su hijo. Él se había enamorado de ella, era su hijo, pero al contrario que su marido él la amaba. Aquella tarde, después de haber estado en casa de Laura, había tenido que cumplir con su trabajo. Su marido la había follado sin preocuparse de ella, la había usado como a las muñecas hinchables. Ella se tumbó en medio de la cama, abierta de piernas. Él la montó un rato, después la cambió de postura y le clavó la polla otro rato. Ella tubo que fingir que tenía tres o cuatro orgasmos antes de que su marido se corriera en su boca, cómo a él le gustaba… Después se echó a un lado y se desentendió de ella. Pero esa era la forma que había elegido para ganarse la vida, ser la puta sumisa de su marido. Y si no hacía aquello ella se vería en la calle.
Pero los días anteriores en la sierra, su hijo, su Paco le había hecho el amor, un amor verdadero. Ella se había sentido en el cielo cuando él le confesó su amor y tuvieron un sexo delicado y con un amor sincero. Con su hijo había tenido tres orgasmos antes que él se corriera, y no tardó más de cinco minutos de llenar su vagina de semen.
Pero hoy no lo podía tener. Necesitaba sentir el amor de su hijo para que borrara el asqueroso recuerdo que le había dejado su marido aquella tarde. No podía dormir y ya eran la tres de la mañana.
Se levantó con mucho cuidado de no despertar a su marido. Caminó por el pasillo oscuro hasta la puerta de la habitación de su hijo. Allí estaba él. Sólo tenía puesto el pantalón corto del pijama y podía apreciar con la tenue luz que entraba por la ventana, su joven y musculoso cuerpo. No podía hacerlo, pero necesitaba sentir su abrazo, sus besos y su sexo dulce.
Caminó hasta la cama y puso un dedo en su boca para despertarlo y que no dijera nada.
-No estoy dormido, mamá. – Susurró Paco apartando la mano de su madre de la boca. - ¿Qué haces aquí? Papá nos puede ver.
-¡Te necesito hijo!
Lucía no dijo más y empezó a subirse en la cama para recostarse junto a su hijo. Él se retiró para dejarle espacio y la abrazó. Paco sentía el dulce aroma del pelo de su madre. Ella besaba la mano que reposaba bajo su cuello. La otra mano de él recorría su hermosa cintura, sus caderas y todo su cuerpo. Lucía sentía el dulce amor de su hijo.
-¡Te amo Paco! – Ella giró la cabeza y le ofreció su boca.
-¡Yo también te amo, mamá!
Sus bocas se unieron y él abrazó a su madre con fuerza para sentir su maduro cuerpo contra el suyo, su culo contra su erecta polla. La mano subió y empezó a acariciar sus redondos y turgentes pechos. Ella jugaba con uno de los dedos de la otra mano, como si lo mamara. Paco movía su cuerpo y frotaba su polla contra el redondo culo de su madre que lo ponía en pompa para hacer más fuerte el contacto. No hablaban, sólo se amaban en silencio.
Lucía se giró. Los dos estaban de costado y cara a cara. Lucía levantó una pierna y la pasó por encima de las caderas de su hijo. Él la besaba por todos lados. Ella sacó la polla y la acarició. Sintió junto a sus labios el suspiro de su hijo. Sus bocas estaban casi pegadas y ella lo besó mientras lo masturbaba. Paco levantó el camisón y descubrió que su madre no llevaba bragas. Ella dirigió la polla hacia su sexo y moviendo las caderas hizo que tuvieran un leve contacto.
Paco besó a su madre hundiendo su lengua en la boca de ella al sentir el cálido contacto de los sexos. Mientras se besaban, Lucía frotaba el glande contra su clítoris. Eso le producía un gran placer. A veces apartaba la polla y pasaba un dedo por encima del glande, notando como él se estremecía con sus caricias y como ya su polla empezaba a lanzar líquido pre-seminal. Después volvía a ponerla encima de su clítoris para que le diera placer.
Y allí la dejó, entre sus hermosos labios vaginales y empujó sus caderas para que aquel hermoso glande recorriera toda su raja. Aquello producía gran placer a Paco que intentaba no gemir por lo que su madre le hacía.
Paco empezó a convulsionarse cuando se empezaba a correr y sintió el cálido semen de su hijo que se derramaba sobre su coño. Si que acabara de correrse por completo lo empujó para que cayera boca arriba en la pequeña cama, procurando que sus sexos no se separasen y sintiendo la salida del semen.
Ya lo tenía bajo ella, corriéndose aún e intentando no hacer ruido por el placer. Ella agarró la polla de su hijo que aún temblaba por el placer y la dirigió a la entrada de su vagina, se sentó y se la clavó entera.
Lucía estaba más caliente de lo que nunca había estado. Sentía la polla de su amado hijo dentro de ella, sus flujos se mezclaban con el semen que había derramado su hijo, que aún derramaba en su vagina. Ella empezó a moverse intentando que aquella joven polla volviera a recobrar la dureza y las fuerzas. Se movía lentamente, se inclinó sobre él y pasó su lengua por sus pezones. Aquello funcionó, sintió como su vagina volvía a llenarse con la dura carne de la polla de Paco.
“Ya está listo de nuevo para amarme”, pensó al sentir la firmeza de su hijo que colocó sus manos sobre su culo y empezó a mover las caderas para follar a su madre. Ella se irguió y sus tetas botaban con los sensuales movimientos del sexo que tenían madre e hijo. Podía sentir los huevos de su hijo en su culo cuando la penetraba por completo.
“Me siento viva”. Lucía gozaba del amor de su hijo. Por primera vez en su vida estaba siendo amada por los sentimientos que despertaba en otra persona y no por las lujurias que su cuerpo despertaba en los hombres. Aquello era gozar de verdad, sentir como la polla entraba y salía de ella, mientras la voz de su amante le susurraba al oído que la amaba, y cuyo amor le mostraba con las caricias que sus manos le daban a su cuerpo.
Ella no podía emitir ningún gemido, pero él sabía que su madre se había corrido pues había sentido como se había estremecido y temblado al sentir tanto placer.
-¡Amor mío, ya te has corrido! – Le preguntó sin dejar de follarla.
-¡Hijo, ya llevo cuatro! – Cuando habló, él notó su respiración entrecortada. - ¡Córrete de nuevo dentro de mí y dame descanso!
Paco agarró su culo con fuerza y sus caderas se movieron todo lo rápido que podían. Lucía estaba sobre él, con un brazo a cada lado de su cuello y él podía ver perfectamente su cara que se estaba descomponiendo por el placer. Aquello era lo que más le gustaba al hijo, ver gozar a su madre y entonces le llegó el orgasmo. Empujó su polla hasta clavarla en lo más hondo de su madre y soltó un gran chorro de semen. Lucía no pudo contener un gemido muy corto, pero que se escuchó en toda la casa por el silencio que reinaba. Paco volvió a empujar su polla y otro chorro de semen llenó más aún la vagina de su madre que le clavaba las uñas de una mano en su pecho mientras la otra tapaba su boca para no soltar el grito que el tremendo orgasmo que estaba sintiendo le provocaba. Lucía agitaba la cabeza mientras Paco acababa de soltar todo su semen.
Ella se recostó sobre él y resoplaba junto al oído de su hijo. Los dos estaban exhaustos por el placer que habían sentido y por tener que contener los gemidos que ambos se provocaban.
-¡Cariño, ahora he de irme! – Le dijo ella. - Mañana cuando se marche tu padre seré toda tuya…
-¡Te esperaré mamá!
Los dos se dieron un apasionado beso y ella se levantó y se marchó con la vagina llena por el semen de su amado hijo. Buscó unas bragas en el cajón de su mesita de noche y se las puso sin limpiarse el semen. Quería tener a su hijo dentro y muy cerca de ella. Se durmió contenta y feliz mientras al otro lado de su cama el cornudo de su marido roncaba placenteramente.
Agarré mi pene y lo pasé por su sexo produciéndole placer. Su mano entre sus piernas me agarró el sexo y lo dirigió directamente a la entrada de su vagina. Empujé y la penetré por completo. Mi madre, mi amada Marta estaba gozando. No podíamos gemir muy fuerte así que yo agarraba sus hermosas caderas y empujaba para darle placer y que tuviera su deseado orgasmo lo antes posible.
En el reflejo del espejo podía ver su cara. Estaba gozando con aquello. Ella también miraba el espejo. Los dos gozábamos y ella empezó a sentir un gran orgasmo.
-¡Córrete ya! – Me pidió.
Le empujaba pero no podía. No sé el motivo pero no podía correrme, era como si me hubiera bloqueado. Después de un rato en que ella se había corrido dos veces, desistí y saqué mi pene.
-Hijo ¿qué te pasa? – Me preguntó preocupada.
-No lo sé… por mucho que lo intento no consigo correrme.
-¡Bueno, no te preocupes, mañana estaremos solos y haré que te corras el doble! – Me besó en la boca y salimos de nuevo a oscuras y de forma furtiva, comprobando que mi padre no anduviera por ahí. – No está, vamos…
Caminaba detrás de ella mientras subíamos las escaleras y podía apreciar en la penumbra como su culo se agitaba a un lado y otro. La agarré por las caderas.
-¡Espera un momento! – Le susurré al oído.
-¿Qué pasa? – Me preguntó preocupada.
-No sé porqué, pero tengo un deseo irrefrenable de hacértelo aquí.
-¡Hijo! – Ella estaba escandalizada. - ¡Y si tu padre se levanta!
-Tal vez sea eso, el peligro lo que me ha calentado.
Mis manos empezaban a levantar su camisón. Su redondo culo se ponía de nuevo en pompa para que yo le diera sexo, su vista fija en la puerta de su dormitorio, sus oídos pendientes de si su marido seguía roncando.
-Arrodíllate sobre el escalón. – Le pedí y puse mis zapatillas bajo sus rodillas para que no estuviera incómoda.
La luz entraba directamente por el techo, por un tragaluz que había en la casa. Podía verla de rodillas, con su hermoso culo presto a que mi pene entrara. Sus ojos no dejaban de vigilar la habitación. Le subí el camisón hasta la cintura, después agarré sus bragas y se las bajé hasta medio muslo.
Amaba a mi madre, pero verla allí, en aquella postura y con las ropas de tal modo me calentó demasiado. Busqué su vagina con mi endurecido pene y la clavé. Era un placer tremendo tenerla allí, en la escalera a cuatro patas, con su culo en pompa mientras mi pene entraba y salía. Ella empezaba a sentir placer y su mano sobre uno de los barrotes del pasamanos me indicó que se estaba corriendo. Ya no pude más. Empujé mi pene hasta el fondo de ella y empecé a soltar mi semen en su interior. Estábamos en la gloria. Los dos nos habíamos corrido a la vez y mi pene temblaba dentro de mi madre soltando las últimas gotas de semen. Acariciaba su culo y ella me miraba sonriendo por el placer que había sentido.
Entonces se encendió la luz de la habitación de mi padre.
-¡Se ha despertado! – Susurró mi madre y sentí la presión que hizo su vagina en mi pene por el susto.
Saqué mi pene y mientras me subía los pantalones bajaba para refugiarme en la cocina. Ella ligera se subió las bragas y dejó caer parte del camisón que estaba sobre su cintura. Subió nerviosa hacia la habitación. Cuando estaba llegando a la puerta la luz se apagó.
Yo caminé hasta la parte baja de la escalera y desde allí pude ver como mi madre desde la puerta de su habitación me tiraba un beso con la mano y se metía en ella. Yo subí sin hacer ruido y me acosté ya más tranquilo por haber tenido aquel sexo furtivo con mi amada Marta.
María Luisa se tumbó en medio de la cama boca arriba esperando que sus amantes le hicieran lo que le habían dicho. David se colocó junto a ella y empezó a masajear sus pechos y a mamar sus pezones.
-¡Eh, te estás comiendo las dos tetas de mi madre! – Dijo Eduardo.
-No te preocupes hijo. – Contestó María. – Trae tu polla y te la mamo un poco.
Eduardo se colocó de rodillas junto a su madre acercándole la polla a su boca. Ella se movió un poco y empezó a tragarse todo el tronco gordo que poseía su hijo, mientras su mano acariciaba los afeitados huevos.
David se subió sobre ella de rodillas de forma que colocó su larga polla entre las tetas de María Luisa y apretándolas por los lados, hizo que su polla se perdiera entre las dos y empezó a follarlas. Laura se bajó de la cama y volvió a subirse por los pies de ésta. Acariciaba las piernas de su amiga e iba subiendo cada vez más para llegar hasta su coño. María dobló las piernas y las dejó caer a ambos lados para que su coño quedara totalmente a merced de lo que su amiga quisiera hacer. Laura estaba a cuatro patas, su cara estaba encima del húmedo coño de su amiga del que no paraba de salir flujos que mojaban la cama.
Eduardo veía como su amigo pasaba su polla entre las tetas de su madre. Detrás de David podía ver parte del redondo culo de Laura.
-¡Chúpasela a David! – Le dijo a su madre y se bajo de la cama.
Eduardo caminaba hasta colocarse detrás de Laura. Podía ver su culo y un poco de su ano y la raja de su coño. Ella lamía el coño de su amiga y con una mano acariciaba el prieto culo de su hijo que follaba las tetas de María mientras ésta se la chupaba.
Eduardo acarició el redondo culo de Laura y ella abrió un poco las piernas sin dejar de lamer el coño de la otra madre. Eduardo separó los cachetes y podía ver perfectamente su ano y la entrada a la lujuriosa cueva del placer de aquella madura. Metió su boca en el culo y empezó a lamer desde lo más abajo de la raja hasta llegar a su ano, para después volver a bajar. Saboreaba los flujos que brotaban de aquel coño.
Las dos mujeres estaban bastante calientes y necesitaban que sus coños fueran rellenados con abundante carne de hombre. Así que Laura se levantó e hizo que su hijo dejara de follar las tetas de su amiga.
-María, deja la cama vacía y coge ese bote de lubricante. – Ordenó Laura y su amiga obedeció cogiendo un bote que había en la mesita de noche. – David, túmbate y apoya la cabeza en la almohada. – Su hijo obedecía esperando entender lo que su madre pensaba hacer. - ¡Y tú Eduardo ponte igual que David, pero con los pies mirando hacia el otro lado y cruzando vuestras pierna!
Poco a poco los colocó y los dos hijos ya estaban en posición. Donde llegaban los muslos de uno, empezaban lo del otro, de forma que ellas dos se pusieron en cuclillas sobre las pollas de sus respectivos hijos, dándoles el culo y ellas quedaron de frente. Untaron un poco de lubricante sobre cada polla y se las clavaron poco a poco para ir amoldando sus vaginas a aquellos voluminosos miembros. Acercaron sus bocas para besarse sincronizando sus movimientos de subida y bajada. Ellos las follaban tocando sus culos y ellas se besaban y gimoteaban al sentir como sus hijos entraban cada vez más en sus vaginas. Después de un rato, Las mujeres se bajaron de sus machos.
-¡Elige ahora como quieren que nos follen nuestros hijos! – Le dijo Laura a María.
-¡Vamos a ver! – Pensaba María. – David, tú quédate tal como estás. Ahora yo me subo en tu polla y me la clavo. – María le daba la espalda a David y se apoyaba en los brazos echado atrás a la altura del pecho del joven, sus piernas semi estiradas. – Laura, ahora ponte entre nuestras piernas todo lo pegada que puedas a mí, intenta frotar tu coño con el mío. – Así se colocó siguiendo sus indicaciones y sólo faltaba Eduardo. - ¡Hijo, colócate detrás de Laura y fóllala desde ahí!
-¡Vale mamá! – Dijo Eduardo colocándose detrás de la madre de su amigo y acariciando su redondo culo. – Laura ¿te puedo pedir una cosa?
-Dime…
-¿Te la puedo clavar en el culo? – Mientras le hacía la pregunta, David empezaba a empujar su polla para clavarla dentro del coño de María que se excitaba con la petición.
-¡Pero echa bastante lubricante en tu polla y en mi culo!
Eduardo cogió el bote y se echo un buen chorro en la mano, se frotó la mano para llenar su polla de aquel mejunje. Se colocó detrás de Laura y ella separó sus cachetes con ambas manos mientras agachada lamía el coño de su amiga en el que entraba y salía la polla de David. Eduardo echó un chorro en el esfínter y empujó con un dedo comprobando que entraba sin dificultad, empujó más hasta que le metió el dedo por completo.
Laura daba grititos de placer al sentir el dedo de su amante, dejó de lamer el coño de su amiga y se preocupo de que su culo fuera penetrado en condiciones.
-Dos dedos, ahora dos dedos… - Le dijo Laura.
Eduardo empezó a empujar con dos dedos que también entraron sin dificultad. El ano de Laura estaba relajado y deseoso de que entrara la joven polla.
-¡Vamos cariño, métela poco a poco, despacio! – Le indicó a Eduardo que rápidamente se colocó sobre ella.
Las manos de Laura abrían su culo todo lo posible y Eduardo dirigía su enorme glande hacía el esfínter para acabar con su resistencia. Laura sintió el caliente glande en su agujero, estaba a punto de sentir la sensación más dolorosa y el placer más inmenso que existía, ella lo sabía, su marido la follaba día sí y día no por su culo.
Eduardo dejó caer su peso sobre el culo maduro y veía como entraba un poco. Laura cerró los ojos y cogió un pellizco en la sábana de la cama.
-¡Despacio, despacio! – Dijo con un gritito desgarrado. - ¡Uf, uf, esa polla es muy gorda y me partirá el culo en dos!
Eduardo empujó un poco más y notó como el esfínter de aquella mujer se cerraba sobre su polla una vez que entró por completo el glande. Se detuvo cuando ella agarró su pierna y clavó las uñas al sentir esa mezcla de dolor y placer en su culo.
-¡Ouf, ouf, Dios que grande es! – Gimoteaba Laura y María se había detenido a mirarla mientras David clavaba lentamente su polla en el coño. - ¡Aguanta un poco que esta polla me va a volver loca! – Empujó un poco su culo y las manos de Eduardo tiraron de sus caderas, la polla entró un poco más. - ¡Ooooooh, Dioooos, ah, ah, siento mis entrañas llena de polla! ¡Ve acelerando, empuja cada vez más!
Eduardo contemplaba como su polla se iba hundiendo cada vez más en el hermoso culo de Laura, poco a poco iba acelerando las embestidas y la fuerza hasta que toda la polla estuvo dentro. Laura se llevó la mano al coño y se masturbaba tocándose el clítoris endurecido mientras la polla de Eduardo entraba y salía de su apretado ano.
-¡Dios, más fuerte, más fuerte! – Gritaba descontrolada. – ¡Párteme el culo, parte el culo de esta puta!
Escuchar a Laura hacía que Eduardo se volviera loco y la follara fuertemente. Ella nunca había sentido tanto placer al ser follada por el culo. Mientras las manos de él la empujaban para hundir aquella polla, ella sentía como aquel enorme glande se movía por sus entrañas, produciéndole un gran placer que llegó a su culmen cuando estallo en un orgasmo mientras él seguía empujando y ella se vaciaba por la vagina, lanzando chorros de flujos.
-¡Yo también quiero eso! – Gemía María mientras veía disfrutar a su amiga y la polla de David entraba y salía de ella. - ¡Yo también quiero que me den por el culo!
Laura aún convulsionaba por el placer y miró a los ojos de su amiga.
-Saca la polla de mi hijo de tu coño y te prepararé tu culo para que te la meta. – Laura habló entrecortadamente intentando recuperar el aliento. – Así…
Agarró la polla de su hijo y le echaba lubricante por toda su longitud. Después María le acercó el culo y Laura echó la misma sustancia en él, metió un dedo y comprobó que estaba bastante dilatado.
-¡Veo que usas frecuentemente tu ano! – Le dijo.
-¡Hija, teniendo un marido camionero una tiene que saber hacer de todo!
-Pues nada, siéntate sobre la polla de David…
-No. – Dijo María dándose la vuelta y sentándose sobre la polla de David y clavándosela hasta el fondo en su coño. - ¡Quiero que mi hijo me la clave y se corra en mi culo!
Eduardo sacó la polla del culo de Laura y corrió enloquecido a satisfacer a su madre. Allí la tenía. En su coño entraba y salía su amigo y ella separaba sus cachetes para que le entrara totalmente su hijo. Se acercó al culo de su madre y apuntó su polla al trabajado ano. María empezó a sentir como entraba su hijo en su culo y como las dos pollas se acariciaban dentro de ella, separadas por la delicada piel de su interior.
Eduardo la clavo hasta el fondo y empezó a embestirla con fuerza. María sintió un poco de dolor, pero el placer que le daba sentirse llena con aquellas dos pollas la hizo empezar a gemir locamente. David se movía lo que podía y chupaba las tetas de María mientras esta gemía y empezaba a gritar por el placer.
En menos de diez minutos tuvo muchos orgasmos con aquellas dos pollas en su interior. Los dos chicos seguían empujando sobre ella pero se dieron cuenta de que ella ya había llegado y era inútil follarla más.
Eduardo le sacó la polla y se separó. María a penas tenía fuerza para levantarse y simplemente se dejó caer a un lado para descansar.
-¡Aparta puta, que ahora voy a gozar yo de ellos dos! – Laura se sentó sobre su hijo dándole la espalda y clavándose su polla en el culo hasta que estuvo completamente dentro de ella. - ¡Ven aquí y clava tu polla en mi coño!
Eduardo no se hizo esperar. Se colocó de rodillas entre las abiertas piernas de Laura y dirigió su polla contra la dilatada raja de su vagina. Los dos jóvenes empujaron y Laura se sintió más llena que nunca de pollas. Los dos se movían y Laura comenzó a gemir. Ellos empujaban embrutecidos, deseosos de correrse y llenar a aquella madura madre con sus espermas.
-¡Correrse, correrse! – Empezó a gritar Laura. - ¡Ya me estoooooooyyyyy cooorriendoooooo! ¡Llenarme con vuestra lecheeeeeee, cabrones, no dejad de follaaaarme hasta que se corráis dentro de mí!
Aquellas palabras dispararon a los dos jóvenes a la vez y sus pollas descargaron a lo unísono sus espermas dentro del culo y de la vagina de Laura. Estuvieron los tres unos minutos unidos por sus sexos hasta que los dos se quedaron vacíos.
-¡Esperad los tres! – Dijo María. – Voy a grabar cuando saquéis las dos pollas a la vez para ver como salen la leche que habéis soltado dentro de ella. A ver, un, dos, ahora.
Eduardo se levantó y sacó su gruesa polla del interior del coño de Laura y ésta a la vez se levantó hasta que salió la polla de su hijo de su culo. María acercó el móvil para grabar los dos agujeros. Laura movió sus músculos internos y empezaron a salir chorros blancos de semen de sus dos agujeros. María Luisa reía y disfrutaba viendo aquello, se ponía caliente.
-Trae el móvil y cómete la leche del coño de tu amiga. – Le dijo Eduardo a su madre.
María se acercó mientras su hijo lo grababa todo. Eduardo encendió más luces y grabó acercándose y donde se veía a David con su madre encima y María Luisa entre la piernas de Laura. Se acercaba y se podía ver cada vez mejor la leche blanca en el coño y el culo de ella. María acercó su boca y empezó a lamer todo el esperma del coño hasta que estuvo limpio, después separó los labios y lamió por dentro todo lo que pudo.
Laura se colocó junto a su hijo David a cuatro patas para que su amiga limpiara el semen de su culo. Pero María Luisa primero se dedicó a lamer los restos de semen que habían caído sobre la polla de joven. Eduardo lo grababa todo.
María se colocó detrás de su amiga y acabo de limpiar todo el semen que tenía en su redondo culo.
-¡Qué pena que sólo tengamos este pequeño vídeo de lo que ha pasado hoy aquí! – Dijo Eduardo.
-¿Entonces que es aquello que aparece oculto entre aquellos libros de la peinadora? – Dijo Laura.
-¡Lo has grabado so guarra! – Dijo María divertida. - ¡Y no nos has dicho nada antes!
-Pues nada chicos, vamos al salón y la vemos a ver si todo está bien. – dijo Laura caminando para salir por la puerta. – Tal vez nos excitemos de nuevo y queramos hacer otra película.
-¡Y aunque no hagamos otra película! – Dijo María. - ¿Por qué no vamos a follar más?
FIN.
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