-El viernes es mi cumpleaños, vas a venir, ¿no?- me dice Pablo, en la cama, luego de echarnos unos de esos terribles polvos a los que ya me estoy mal acostumbrando.
Sabe que soy una mujer casada, que tengo un hijo y que por lo tanto no soy dueña de mi tiempo.
-¿Me estás invitando?- le pregunto, la cabeza en su hombro, acariciando la oscura y ensortijada pelambre que tiene en el pecho.
-Claro, vas a ser la invitada de honor- asiente.
-No sé Pablo, escaparme un viernes a la noche, lo veo difícil- me sincero.
-Dale, no me vas a fallar. Mirá que cuento con vos- me insiste.
-¿Ah sí? ¿Y por qué contás conmigo?- pregunto intrigada.
-Quiero presentarte algunos amigos-
-¿Que, tipo presentación oficial, como tu novia?- me sorprendo.
-Jaja, no, no te asustes. Solo como amiga- me tranquiliza.
No se lo aseguro, pero le prometo pensarlo. La verdad es que me gustaría ir, compartir con él ese momento especial y conocer a sus amistades, formar parte, aunque sea por una noche, también de su vida y no solo de su cama.
Aunque vivamos cerca, yo en Parque Patricios, él en Balvanera, nuestros mundos están muy lejos el uno del otro, por lo que no existe peligro alguno de que colisionen, como si lo había con Diego. Esa es la tranquilidad que me da Pablo.
Así que, sin pensarlo demasiado, decido que voy a aceptar su invitación. El riesgo bien vale la pena.
Cuando llega el viernes, le digo a mi marido del cumple de una de mis compañeras de oficina y no tiene problema en hacerse cargo del Ro por esa noche.
-No te preocupes, nosotros nos pedimos una pizza y después vemos una peli, ésta noche es noche de machos, ¿no Rodri?-me tranquiliza mi marido mientras mi hijo asiente con una sonrisa y hace músculos con sus bracitos.
Me los como a besos a los dos y entro a mi cuarto a arreglarme. No puedo ir demasiado producida, ya que supuestamente es el cumple de una amiga, algo informal y de entrecasa, pero tampoco quiero llegar como una monja, así que lo soluciono poniéndome encima un saco que se cierra hasta el cuello y oculta gran parte de mi vestimenta.
A eso de las ocho salgo, y tras despedirme de mis dos amores, voy a comprar el regalo para mi amante. Tras evaluar distintas alternativas, me decido por un juego de afeitado, que contiene brocha, máquina triple hoja, espuma y una loción "after shave".
Me gusta ver a un hombre afeitándose, no con afeitadora eléctrica, sino con gillette. Toda esa ceremonia de la espuma y el trazado de la hoja me resulta por demás sensual y estimulante. Hasta fantaseo con estrenar el equipo estando los dos juntos.
Le agrego también un perfume, pagando todo en efectivo, ya que mi marido es muy meticuloso con las tarjetas.
A las nueve llego a su casa. Abro la puerta de calle con una llave que me dió después de nuestro segundo encuentro. Ya desde la entrada alcanzo a escuchar la música, cumbia, como no podía ser de otra manera, y de la villera.
Mientras subo por la escalera escucho también algunas voces, todas de hombres, pero bueno, ya me conocen, cuando se trata de hombres no soy de intimidarme. Así que antes de llamar a la puerta, me quito el saco, me acomodo la blusa como para que se agrande aún más el escote, y recién entonces golpeo: TOC-TOC.
Me abre alguien que no conozco, que se me queda mirando como idiotizado.
-Hola, soy Mariela- le digo al desconocido, saludándolo con un beso en la mejilla.
-Negro- se presenta, sin apartar la mirada de mis gomones, que parecen haber aumentado de tamaño a partir del momento en que aquel sujeto me abrió la puerta.
Pablo viene a recibirme eufórico, ya que no le había confirmado mi presencia. Al darle su regalo, me abraza y me besa incitando un coro de silbidos y exclamaciones:
"¡Eh, no se van a poner a garchar acá, ¿no?!".
"No cuenten plata delante de los pobres".
"Miren que vamos a querer que conviden".
Pablo se ríe y me presenta a los demás.
-A Negro ya lo conocés, estos son Chuky, Tripa y Bigote- a cada uno lo fui saludando con un beso en la mejilla, recibiendo piropos de todos ellos.
En la mesa, junto a los sándwiches de miga y bocaditos, ya hay una cuantas botellas de cerveza vacías, de lo cual me había dado cuenta al saludarlos, ya que los notaba bastante entonados. Pablo me convida una, y haciendo palmas, anuncia:
-Hay que bailar, vamos, que ahora de verdad empieza el festejo-
Pone reggaeton y todos se ponen a bailar conmigo. Son 5 tipos en total y yo la única mujer, con mi escote que en vez de sugerir cada vez muestra mas.
-¡Perreo, perreo...!- empiezan a bramar haciendo palmas.
No soy muy experta en ese tipo de baile, pero como algo había visto en la tele, empiezo a moverme tal como lo recuerdo, flexionando las piernas y sacudiendo las caderas. El primero que se me acerca por detrás y me "perrea" es Pablo, quién autoriza a los demás para que hagan lo mismo. Así se van turnando para "perrear" conmigo.
Al principio solo me rozan, pero a medida que las pulsiones se aceleran, los roces se convierten en apoyadas..., fuertes, enérgicas, vibrantes. Todos aplauden a rabiar, pidiéndome más y más.
Entre el frenetismo del baile alcanzo a percibir con mi cola que a mas de uno ya se le está parando.
No soy tonta. Sé por qué estoy ahí. Desde que Pablo me invito lo supe. Podría haber rechazado su invitación, decirle que no, pero no me pude resistir. Una orgía (o un "gangbang" como dirían en Poringa) no es algo que se disfrute todos los días. Así que cuando el primero de ellos me agarra por detrás y me apoya en una forma mas que elocuente, cierro los ojos y me dejo llevar.
No me resisto, entregándome mansamente a esa horda salvaje que solo tiene una cosa en mente: hacer conmigo lo que se le venga en gana.
Aprovechándose de ese momento de indefensión, en que la calentura se apodera de todos mis sentidos, uno me avanza por adelante y me besa agresivamente, otro me saca la blusa y alguien mas me desprende el corpiño. De repente tengo mis pechos prácticamente ocultos bajo un enjambre de manos que me aprietan como si quisieran saber sin son reales o no.
-¡Que tetotas...!- exclama uno.
-¡Y son de verdad...!- se sorprende otro.
-¡Con éstas no hay pibe que se muera de hambre!- agrega un tercero.
Entre varios me bajan el pantalón y la bombacha, dejándome totalmente expuesta, permitiendo que infinidad de dedos se introduzcan por detrás y por delante buscando la profundidad de mis agujeros.
Ellos tampoco tardan demasiado en ponerse en bolas también, revelando unas erecciones que superan largamente la media. Todos están al palo, fieros e intimidantes, con la testosterona al límite. No sé si estaban al tanto de que venía una mina para que se la cogieran entre todos, o si fue una sorpresa que les tenía preparada Pablo, pero todos están como desquiciados, con ganas de partirme al medio. Les aseguro que no resulta fácil estar así, con cinco tipos que lo único que quieren es hacer de tu cuerpo un colador. Estás sola, sin nadie que te proteja, ya que en el arrebato de la calentura todo puede pasar, y no creo que Pablo se ocupe de contener a sus amigos si alguno se pasa de la raya. Seré puta, pero la verdad es que sentía miedo, un miedo sensual y estimulante, sí, pero miedo al fin.
Para darme valor, me acerco a la mesa, moviendo provocativa mis caderas y me bebo un largo trago de cerveza.
Dejando la botella, me vuelvo hacia ellos y enfocándome en el más pijudo, le hago señas con un dedo para que se acerque.
Debo tomar la iniciativa, ser yo la que asuma el control, sino son capaces de pasarme por encima y dejarme en estado catatónico a puro garche.
Cuando el señalado se acerca, me inclino y me pongo de rodillas ante él. Le agarro la pija con las dos manos, ya que es el que la tiene mas larga por lejos, y metiéndomela en la boca se la chupo con agresiva fruición. Por el tamaño que ostenta me imagino que debe ser al que apodan "Tripa". Tras él se acercan los otros cuatro, rodeándome con un racimo de porongas bien duras y enhiestas, listas para someterse a la degustación de mi paladar.
Sin desmerecer a ninguno, se las voy chupando de a uno, pasando por todos, y aunque no se trate ni por asomo de la mas grande, la que mas me atrae es la de Chuky, ya que la tiene curvada de una forma que resulta bastante atractiva.
Mientras chupo a uno, con las manos pajeo a otros dos, saltando enseguida al cuarto y al quinto, esforzándome por mantener a todos duros y contentos. Incluso de a ratos, como para tomarme un respiro, les doy una lamida a cada uno, recorriendo con la lengua esos candentes pijazos que se alzan imponentes y ensoberbecidos.
De entre todos el mas bruto resulta ser el Negro. Me agarra de la nuca y me hace comer la pija hasta los pelos. Siento como se me estiran las comisuras de los labios y se me llenan los ojos de lágrimas cuando me la mete toda adentro.
En el otro extremo está Chuky, quién me deja chupársela a mi propio ritmo, y hasta me acaricia dulcemente el pelo mientras se la chupo a él o a alguno de sus amigos.
Tripa es el que me la saca de la boca cuando se la estoy mamando para ponérmela entre las tetas y hacerme una turca. Los demás lo imitan, cogiéndome las tetas por turnos, varias veces cada uno, dejándome esa parte de mis pechos toda enrojecida por la fricción y el agarre de sus dedos.
-¡Me la quiero coger..., se la quiero poner hasta el ombligo!- brama el Negro con la poronga ya echándole chispas.
Me hubiera gustado que me cogieran a pelo, pero bueno, recién los conocía, así que Pablo tiró sobre la mesa una buena provisión de preservativos y de sobres con aceite lubricante.
El primero en cogerme fue Bigote, quién resultó una decepción, ya que pese a estar muy bien dotado y con unas terribles ganas de reventarme a pijazos, acabó ni bien me la puso.
A él le siguió el Negro, igual de bruto para el garche que para la mamada.
El tercero fue Tripa, quién me demostró en carne propia la razón de su apodo.
El cuarto fue mi predilecto, secretamente, claro, porque en ningún momento se lo dije: Chuky. Por lejos fue el que mejor me la puso. La curvatura de su pija le permitía rozarme el clítoris en una forma que me hizo acabar como si fuese una máquina dispensadora de orgasmos.
Pablo fue el último y no fue menos que ninguno, sacudiendo el sofá con unos embistes por demás acelerados, dejando plena constancia de que aunque me estaba entregando a las fauces de esas bestias, aún seguía siendo su mujer.
Para cuando me levantan entre varios, estoy empapada, con las piernas chorreando de placer. Ni siquiera tuvimos que usar el aceite lubricante que Pablo había alistado, mi lubricación natural resultó mas que suficiente.
-Vamos al cuarto- anuncia exultante Pablo, tras esa primera ronda.
Y hacia allá nos dirigimos, yo por delante y ellos atrás, todos con la pija parada, como una jauría de machos alzados siguiendo a una perra en celo, porque eso es lo que somos, animales...
Me tiendo de espalda en la cama y ellos se me tiran encima, cada uno reclamando su parte del banquete. Los tengo a todos amontonados arriba mío, sus cuerpos sudorosos y velludos, frotándose contra el mío. Manoteo cuanta pija puedo, agarrándolas y sacudiéndolas, sintiendo entre mis dedos esa pulsión maravillosa de la cual soy tan dependiente.
Uno me besa en la boca, otros dos me comen las tetas, un cuarto me chupa la concha y el quinto se entretiene con mis pies. Parece tener una manía con ellos, porque me los lame, me los chupa, hasta mete la lengua por entre mis dedos, provocándome unas cosquillas irresistibles. Quiero reírme pero no puedo, ya que el que me está besando, tiene toda su lengua dentro de mi boca.
Entre aquel rejunte de cuerpos, el Negro se acomoda entre mis piernas y me coge con ese ritmo desbocado tan propio de él, sacudiéndome a puro pijazo.
Chuky y Tripa se colocan uno de cada lado, para que les chupe las pijas, mientras que Pablo y Bigote se mantienen expectantes, éste último con una erección que parece estar clamando por revancha.
El Negro me la mete y me la revuelve toda por dentro, como una coctelera, rellenándome cada rincón con ese chotazo con el que hasta podría derribar paredes. Me coge y recontracoge, hasta que Bigote le palmea la espalda, pidiéndole ocupar su lugar. Está que no da más, con la pija toda enrojecida, la cabeza hinchada y amoratada, las venas marcadas a fuego.
Estoy acabando todavía cuando se produce el intercambio. Y ahora sí, Bigote se da el gusto y se cobra la revancha tan ansiada. Me agarra bien fuerte de las piernas y entra a garcharme como si fuera el último polvo de su vida. Para estimularlo todavía mas, dejo de chupar las pijas que me flanquean y le dedico gestos y gemidos de placer al mejor estilo PornoStar. El incentivo parece rendir sus frutos, ya que arremete con todo, incluso mas fuerte que al inicio, ostentando ahora una erección que hasta podría competir con la del mismo Tripa.
Aunque está muy bien dotado, hasta ese momento Bigote no había podido demostrar todo su potencial. En el sofá había sido una decepción, pero ahora se resarcía por completo, arrancándome una ríada de orgasmos que me colocan al borde del desmayo.
Pablo le pide, medio en broma, medio en serio, que deje algo para los demás, que si sigue así va a terminar despedazándome, aunque la verdad es que yo me siento en la Gloria recibiendo esos ensartes que me remecen hasta el alma.
Tras Bigote, el que me coge es Pablo, duro y parejo, como es su estilo. Bien aferrado a mi cintura me bombea sin pausa ni respiro, haciéndome ver las estrellas y hasta constelaciones que todavía no se han descubierto.
Luego le siguen Chuky y Tripa, cada cual tratando de superar al anterior con movimientos cada vez mas brutales y acelerados.
Tripa es uno de los que no puede aguantarse mas y me acaba adentro, llenando el forro con una buena cantidad de leche, todo lo que estuvo juntando desde que empecé a chuparle la pija después de envalentonarme con la cerveza.
Pablo se adueña entonces de la cama y acostándose de espalda me sube encima suyo, a caballito. Me estremezco y suelto un profundo y plácido suspiro al sentirlo hundirse en mí. Por un momento quiero coger con él y solo con él, que los demás desaparezcan, sentirme suya una vez mas, plena e intensamente, dejándome arrastrar por esas sensaciones que su cuerpo le contagian al mío.
Me muevo en torno a su verga, sintiéndola en toda su esplendor, dura, gorda, enorme, las venas latiéndole en carne viva, los huevos hinchados y entumecidos golpeándome furiosos con cada penetración. Pero la ilusión de estar los dos solos se diluye enseguida cuando otras manos me acarician la cola y me estrujan las tetas.
-¿Quién se suma?- pregunta Pablo, abriéndome bien la cola con sus manos...
Quién se sumó, se los cuento en la segunda parte...
Besos...
Sabe que soy una mujer casada, que tengo un hijo y que por lo tanto no soy dueña de mi tiempo.
-¿Me estás invitando?- le pregunto, la cabeza en su hombro, acariciando la oscura y ensortijada pelambre que tiene en el pecho.
-Claro, vas a ser la invitada de honor- asiente.
-No sé Pablo, escaparme un viernes a la noche, lo veo difícil- me sincero.
-Dale, no me vas a fallar. Mirá que cuento con vos- me insiste.
-¿Ah sí? ¿Y por qué contás conmigo?- pregunto intrigada.
-Quiero presentarte algunos amigos-
-¿Que, tipo presentación oficial, como tu novia?- me sorprendo.
-Jaja, no, no te asustes. Solo como amiga- me tranquiliza.
No se lo aseguro, pero le prometo pensarlo. La verdad es que me gustaría ir, compartir con él ese momento especial y conocer a sus amistades, formar parte, aunque sea por una noche, también de su vida y no solo de su cama.
Aunque vivamos cerca, yo en Parque Patricios, él en Balvanera, nuestros mundos están muy lejos el uno del otro, por lo que no existe peligro alguno de que colisionen, como si lo había con Diego. Esa es la tranquilidad que me da Pablo.
Así que, sin pensarlo demasiado, decido que voy a aceptar su invitación. El riesgo bien vale la pena.
Cuando llega el viernes, le digo a mi marido del cumple de una de mis compañeras de oficina y no tiene problema en hacerse cargo del Ro por esa noche.
-No te preocupes, nosotros nos pedimos una pizza y después vemos una peli, ésta noche es noche de machos, ¿no Rodri?-me tranquiliza mi marido mientras mi hijo asiente con una sonrisa y hace músculos con sus bracitos.
Me los como a besos a los dos y entro a mi cuarto a arreglarme. No puedo ir demasiado producida, ya que supuestamente es el cumple de una amiga, algo informal y de entrecasa, pero tampoco quiero llegar como una monja, así que lo soluciono poniéndome encima un saco que se cierra hasta el cuello y oculta gran parte de mi vestimenta.
A eso de las ocho salgo, y tras despedirme de mis dos amores, voy a comprar el regalo para mi amante. Tras evaluar distintas alternativas, me decido por un juego de afeitado, que contiene brocha, máquina triple hoja, espuma y una loción "after shave".
Me gusta ver a un hombre afeitándose, no con afeitadora eléctrica, sino con gillette. Toda esa ceremonia de la espuma y el trazado de la hoja me resulta por demás sensual y estimulante. Hasta fantaseo con estrenar el equipo estando los dos juntos.
Le agrego también un perfume, pagando todo en efectivo, ya que mi marido es muy meticuloso con las tarjetas.
A las nueve llego a su casa. Abro la puerta de calle con una llave que me dió después de nuestro segundo encuentro. Ya desde la entrada alcanzo a escuchar la música, cumbia, como no podía ser de otra manera, y de la villera.
Mientras subo por la escalera escucho también algunas voces, todas de hombres, pero bueno, ya me conocen, cuando se trata de hombres no soy de intimidarme. Así que antes de llamar a la puerta, me quito el saco, me acomodo la blusa como para que se agrande aún más el escote, y recién entonces golpeo: TOC-TOC.
Me abre alguien que no conozco, que se me queda mirando como idiotizado.
-Hola, soy Mariela- le digo al desconocido, saludándolo con un beso en la mejilla.
-Negro- se presenta, sin apartar la mirada de mis gomones, que parecen haber aumentado de tamaño a partir del momento en que aquel sujeto me abrió la puerta.
Pablo viene a recibirme eufórico, ya que no le había confirmado mi presencia. Al darle su regalo, me abraza y me besa incitando un coro de silbidos y exclamaciones:
"¡Eh, no se van a poner a garchar acá, ¿no?!".
"No cuenten plata delante de los pobres".
"Miren que vamos a querer que conviden".
Pablo se ríe y me presenta a los demás.
-A Negro ya lo conocés, estos son Chuky, Tripa y Bigote- a cada uno lo fui saludando con un beso en la mejilla, recibiendo piropos de todos ellos.
En la mesa, junto a los sándwiches de miga y bocaditos, ya hay una cuantas botellas de cerveza vacías, de lo cual me había dado cuenta al saludarlos, ya que los notaba bastante entonados. Pablo me convida una, y haciendo palmas, anuncia:
-Hay que bailar, vamos, que ahora de verdad empieza el festejo-
Pone reggaeton y todos se ponen a bailar conmigo. Son 5 tipos en total y yo la única mujer, con mi escote que en vez de sugerir cada vez muestra mas.
-¡Perreo, perreo...!- empiezan a bramar haciendo palmas.
No soy muy experta en ese tipo de baile, pero como algo había visto en la tele, empiezo a moverme tal como lo recuerdo, flexionando las piernas y sacudiendo las caderas. El primero que se me acerca por detrás y me "perrea" es Pablo, quién autoriza a los demás para que hagan lo mismo. Así se van turnando para "perrear" conmigo.
Al principio solo me rozan, pero a medida que las pulsiones se aceleran, los roces se convierten en apoyadas..., fuertes, enérgicas, vibrantes. Todos aplauden a rabiar, pidiéndome más y más.
Entre el frenetismo del baile alcanzo a percibir con mi cola que a mas de uno ya se le está parando.
No soy tonta. Sé por qué estoy ahí. Desde que Pablo me invito lo supe. Podría haber rechazado su invitación, decirle que no, pero no me pude resistir. Una orgía (o un "gangbang" como dirían en Poringa) no es algo que se disfrute todos los días. Así que cuando el primero de ellos me agarra por detrás y me apoya en una forma mas que elocuente, cierro los ojos y me dejo llevar.
No me resisto, entregándome mansamente a esa horda salvaje que solo tiene una cosa en mente: hacer conmigo lo que se le venga en gana.
Aprovechándose de ese momento de indefensión, en que la calentura se apodera de todos mis sentidos, uno me avanza por adelante y me besa agresivamente, otro me saca la blusa y alguien mas me desprende el corpiño. De repente tengo mis pechos prácticamente ocultos bajo un enjambre de manos que me aprietan como si quisieran saber sin son reales o no.
-¡Que tetotas...!- exclama uno.
-¡Y son de verdad...!- se sorprende otro.
-¡Con éstas no hay pibe que se muera de hambre!- agrega un tercero.
Entre varios me bajan el pantalón y la bombacha, dejándome totalmente expuesta, permitiendo que infinidad de dedos se introduzcan por detrás y por delante buscando la profundidad de mis agujeros.
Ellos tampoco tardan demasiado en ponerse en bolas también, revelando unas erecciones que superan largamente la media. Todos están al palo, fieros e intimidantes, con la testosterona al límite. No sé si estaban al tanto de que venía una mina para que se la cogieran entre todos, o si fue una sorpresa que les tenía preparada Pablo, pero todos están como desquiciados, con ganas de partirme al medio. Les aseguro que no resulta fácil estar así, con cinco tipos que lo único que quieren es hacer de tu cuerpo un colador. Estás sola, sin nadie que te proteja, ya que en el arrebato de la calentura todo puede pasar, y no creo que Pablo se ocupe de contener a sus amigos si alguno se pasa de la raya. Seré puta, pero la verdad es que sentía miedo, un miedo sensual y estimulante, sí, pero miedo al fin.
Para darme valor, me acerco a la mesa, moviendo provocativa mis caderas y me bebo un largo trago de cerveza.
Dejando la botella, me vuelvo hacia ellos y enfocándome en el más pijudo, le hago señas con un dedo para que se acerque.
Debo tomar la iniciativa, ser yo la que asuma el control, sino son capaces de pasarme por encima y dejarme en estado catatónico a puro garche.
Cuando el señalado se acerca, me inclino y me pongo de rodillas ante él. Le agarro la pija con las dos manos, ya que es el que la tiene mas larga por lejos, y metiéndomela en la boca se la chupo con agresiva fruición. Por el tamaño que ostenta me imagino que debe ser al que apodan "Tripa". Tras él se acercan los otros cuatro, rodeándome con un racimo de porongas bien duras y enhiestas, listas para someterse a la degustación de mi paladar.
Sin desmerecer a ninguno, se las voy chupando de a uno, pasando por todos, y aunque no se trate ni por asomo de la mas grande, la que mas me atrae es la de Chuky, ya que la tiene curvada de una forma que resulta bastante atractiva.
Mientras chupo a uno, con las manos pajeo a otros dos, saltando enseguida al cuarto y al quinto, esforzándome por mantener a todos duros y contentos. Incluso de a ratos, como para tomarme un respiro, les doy una lamida a cada uno, recorriendo con la lengua esos candentes pijazos que se alzan imponentes y ensoberbecidos.
De entre todos el mas bruto resulta ser el Negro. Me agarra de la nuca y me hace comer la pija hasta los pelos. Siento como se me estiran las comisuras de los labios y se me llenan los ojos de lágrimas cuando me la mete toda adentro.
En el otro extremo está Chuky, quién me deja chupársela a mi propio ritmo, y hasta me acaricia dulcemente el pelo mientras se la chupo a él o a alguno de sus amigos.
Tripa es el que me la saca de la boca cuando se la estoy mamando para ponérmela entre las tetas y hacerme una turca. Los demás lo imitan, cogiéndome las tetas por turnos, varias veces cada uno, dejándome esa parte de mis pechos toda enrojecida por la fricción y el agarre de sus dedos.
-¡Me la quiero coger..., se la quiero poner hasta el ombligo!- brama el Negro con la poronga ya echándole chispas.
Me hubiera gustado que me cogieran a pelo, pero bueno, recién los conocía, así que Pablo tiró sobre la mesa una buena provisión de preservativos y de sobres con aceite lubricante.
El primero en cogerme fue Bigote, quién resultó una decepción, ya que pese a estar muy bien dotado y con unas terribles ganas de reventarme a pijazos, acabó ni bien me la puso.
A él le siguió el Negro, igual de bruto para el garche que para la mamada.
El tercero fue Tripa, quién me demostró en carne propia la razón de su apodo.
El cuarto fue mi predilecto, secretamente, claro, porque en ningún momento se lo dije: Chuky. Por lejos fue el que mejor me la puso. La curvatura de su pija le permitía rozarme el clítoris en una forma que me hizo acabar como si fuese una máquina dispensadora de orgasmos.
Pablo fue el último y no fue menos que ninguno, sacudiendo el sofá con unos embistes por demás acelerados, dejando plena constancia de que aunque me estaba entregando a las fauces de esas bestias, aún seguía siendo su mujer.
Para cuando me levantan entre varios, estoy empapada, con las piernas chorreando de placer. Ni siquiera tuvimos que usar el aceite lubricante que Pablo había alistado, mi lubricación natural resultó mas que suficiente.
-Vamos al cuarto- anuncia exultante Pablo, tras esa primera ronda.
Y hacia allá nos dirigimos, yo por delante y ellos atrás, todos con la pija parada, como una jauría de machos alzados siguiendo a una perra en celo, porque eso es lo que somos, animales...
Me tiendo de espalda en la cama y ellos se me tiran encima, cada uno reclamando su parte del banquete. Los tengo a todos amontonados arriba mío, sus cuerpos sudorosos y velludos, frotándose contra el mío. Manoteo cuanta pija puedo, agarrándolas y sacudiéndolas, sintiendo entre mis dedos esa pulsión maravillosa de la cual soy tan dependiente.
Uno me besa en la boca, otros dos me comen las tetas, un cuarto me chupa la concha y el quinto se entretiene con mis pies. Parece tener una manía con ellos, porque me los lame, me los chupa, hasta mete la lengua por entre mis dedos, provocándome unas cosquillas irresistibles. Quiero reírme pero no puedo, ya que el que me está besando, tiene toda su lengua dentro de mi boca.
Entre aquel rejunte de cuerpos, el Negro se acomoda entre mis piernas y me coge con ese ritmo desbocado tan propio de él, sacudiéndome a puro pijazo.
Chuky y Tripa se colocan uno de cada lado, para que les chupe las pijas, mientras que Pablo y Bigote se mantienen expectantes, éste último con una erección que parece estar clamando por revancha.
El Negro me la mete y me la revuelve toda por dentro, como una coctelera, rellenándome cada rincón con ese chotazo con el que hasta podría derribar paredes. Me coge y recontracoge, hasta que Bigote le palmea la espalda, pidiéndole ocupar su lugar. Está que no da más, con la pija toda enrojecida, la cabeza hinchada y amoratada, las venas marcadas a fuego.
Estoy acabando todavía cuando se produce el intercambio. Y ahora sí, Bigote se da el gusto y se cobra la revancha tan ansiada. Me agarra bien fuerte de las piernas y entra a garcharme como si fuera el último polvo de su vida. Para estimularlo todavía mas, dejo de chupar las pijas que me flanquean y le dedico gestos y gemidos de placer al mejor estilo PornoStar. El incentivo parece rendir sus frutos, ya que arremete con todo, incluso mas fuerte que al inicio, ostentando ahora una erección que hasta podría competir con la del mismo Tripa.
Aunque está muy bien dotado, hasta ese momento Bigote no había podido demostrar todo su potencial. En el sofá había sido una decepción, pero ahora se resarcía por completo, arrancándome una ríada de orgasmos que me colocan al borde del desmayo.
Pablo le pide, medio en broma, medio en serio, que deje algo para los demás, que si sigue así va a terminar despedazándome, aunque la verdad es que yo me siento en la Gloria recibiendo esos ensartes que me remecen hasta el alma.
Tras Bigote, el que me coge es Pablo, duro y parejo, como es su estilo. Bien aferrado a mi cintura me bombea sin pausa ni respiro, haciéndome ver las estrellas y hasta constelaciones que todavía no se han descubierto.
Luego le siguen Chuky y Tripa, cada cual tratando de superar al anterior con movimientos cada vez mas brutales y acelerados.
Tripa es uno de los que no puede aguantarse mas y me acaba adentro, llenando el forro con una buena cantidad de leche, todo lo que estuvo juntando desde que empecé a chuparle la pija después de envalentonarme con la cerveza.
Pablo se adueña entonces de la cama y acostándose de espalda me sube encima suyo, a caballito. Me estremezco y suelto un profundo y plácido suspiro al sentirlo hundirse en mí. Por un momento quiero coger con él y solo con él, que los demás desaparezcan, sentirme suya una vez mas, plena e intensamente, dejándome arrastrar por esas sensaciones que su cuerpo le contagian al mío.
Me muevo en torno a su verga, sintiéndola en toda su esplendor, dura, gorda, enorme, las venas latiéndole en carne viva, los huevos hinchados y entumecidos golpeándome furiosos con cada penetración. Pero la ilusión de estar los dos solos se diluye enseguida cuando otras manos me acarician la cola y me estrujan las tetas.
-¿Quién se suma?- pregunta Pablo, abriéndome bien la cola con sus manos...
Quién se sumó, se los cuento en la segunda parte...
Besos...
38 comentarios - Los amigos de Pablo...
Siempre leo tus relatos, pero pocas veces comento. Yo vivo por Almagro, no tan lejos de Parque Patricios, así que es una lástima no conocerte. De todas formas, gracias por compartir... te juro que siempre que te leo, termino muy caliente!!
PD: Esa nueva foto de perfil es mortal. Ahora no se baja más jaja
¿No te hicieron la cola?
Van 9 puntos
van 10 puntos!
Así quede, esperando la segunda parte querida, para poder saber quién es el que se sumó, y como termina esta "garche-aventura" tuya Mary, y como vas a quedar tu después de tanto "ejercicio" 😉!!
Excelente como siempre linda, un trabajo impecable...FELICITACIONES!!👏👏 +10
Besos querida!! 💋
gracias por tanto
van puntos