Las madres comienzan con los castigos hacia sus hijos.
Comparto este relato que encontré hace varios años.
CAPÍTULOS ANTERIORES:
Hormonas en Ebullicion [Capitulo 1]
Hormonas en Ebullicion [Capitulo 2]
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Aquel lunes por la mañana preparamos todo para que mi madre y yo marcháramos a la casa de la sierra que tenía Lucía. Sobre las cuatro de la tarde nos montamos en el coche de Lucía, íbamos Lucía al volante, mi madre a su lado y Paco y yo atrás. Laura, mi tía María Luisa y sus hijos iban en el coche de Laura. El viaje duraría cerca de cuatro horas pues la sierra estaba lejos, así que me acomodé en el asiento y miraba por la ventana mientras sonaba la música. Estaba cansado, había pasado la mayor parte de la noche despierto, excitado con los vídeos de nuestras madres que había copiado en mi teléfono móvil y no pude controlarme, llegando a hacerme cinco pajas por el calentón que me producía ver a aquellas mujeres reales en la intimidad de sus aseos, una por cada madre de mis amigos y dos por la mía. Tenía la polla escocida de tanto frotarla y creo que alguna pequeña herida llegué a hacerme.
Nuestras madres charlaban de sus cosas en el asiento delantero. Empecé a sentir sueño y miré a Paco que había caído desde hacía un rato. Sólo llevábamos una hora y media de viaje y todavía quedaba un buen rato. Me desperté cuando entramos en la zona de sierra, allí había demasiadas curvas y era imposible dormir. Era un espacio precioso. Casi toca la carretera estaba franqueada por árboles y cuando no había se podía contemplar los montes por donde zigzagueaba la carretera. Varios kilómetros después de pasar un puerto, llegamos a la pequeña urbanización donde se encontraba la casa de nuestros amigos.
-Paco, hijo, toma las llaves y abre la cancela.
Paco bajó de coche y tuvo que estirarse para desentumecer su cuerpo. Yo lo seguí y después de estirarme lo ayudé a abrir aquella enorme cancela para que entraran los dos coches que quedaron en un lateral de la casa. Cerramos de nuevo la cancela.
-¡Qué ganas tenía de bajarme del coche! – Dijo Marta mientras se estiraba.
-¡Esto está donde Cristo perdió el mechero! – Protestó María Luisa desde el otro coche. – Pero la verdad es que el lugar es precioso.
La casa era de una única planta. No parecía demasiado grande, de unos cien metros cuadrados. Delante tenía un porche y todo estaba enlosado. Pegado a un lado, delante de los coches, había una pared que era la parte trasera del cuarto de herramientas. Paco abrió la puerta principal para entrar.
-¡Quieto ahí los cuatro! – Nos ordenó María Luisa. - ¡Ustedes están castigados y ahora empieza el castigo! ¡Vamos, coger las maletas y meterlas en casa!
-¡Mamá! – Protestó Eduardo. – Después la metemos, déjanos descansar un poco.
-¡Tú servirás como escarmiento! – Dijo la madre y caminó con paso decidido hacia él, lo cogió de una mano y sin darnos cuenta sacó unas esposas y se la puso en la mano que llevaba. Tiro del otro extremo de las esposas y lo llevó hasta un hierro que había en la entrada, en el suelo, de esos que se usan para limpiar los pies de barro. Lo forzó a que se arrodillara, pasó las esposas por debajo del hierro y lo dejó preso allí. - ¡Ahí te quedarás a cuatro patas durante un buen rato! – Se volvió a los demás portando en la mano tres esposas más. - ¿Alguno más no quiere trabajar?
Eduardo se había recostado en el suelo sujeto por las manos. Su madre cogió una vara que había en una ventana y empezó a golpearlo en el culo.
-¡He dicho que a cuatro patas! – La cara de él mostraba que daba con ganas. - ¡Vamos, no pararé hasta que te pongas cómo te he dicho!
Los tres que aún estábamos en libertad condicional corrimos para meter las maletas y obedecer a nuestras madre en todo lo que dijeran, aquello no parecía una broma ni íbamos a pasar unos días de descanso, eso era seguro. Todas reían al vernos correr con las maletas asustados de la vara de mi tía.
-¡Creo que esto me va a gustar! – Dijo Laura.
-¡Y a mí, y a mí! – Mi madre parecía disfrutar más que ninguna con aquello.
La casa tenía un enorme salón, de unos cincuenta metros cuadrados. Tenían de todo para pasarlo bien, televisión, consola, DVD… Todo para disfrutar del descanso. Pero suponía que eso iba a ser algo que la manada no iba a poder disfrutar. El resto de la casa estaba dividida en dos habitaciones con sus cuartos de baño y la cocina. Al fondo del pasillo que separaba las habitaciones había una puerta que daba al jardín.
Después de cinco minutos de haber estado castigado, María Luisa entró en el salón con su hijo. Hizo que nos sentáramos los cuatro en un sofá mientras nuestras madres estaban de pie, mirándonos con cara de enfado delante de nosotros.
-Vamos a ver, ustedes están aquí castigados por espiarme mientras estaba en el servicio. – Habló María con tono autoritario. – Así que no piensen que vienen a divertirse. Aquí hay de todo lo que os gusta, pero no tocaréis nada hasta que no se portéis según os ordenen vuestras madres. Y el que no obedezca será castigado como Eduardo. La primera vez cinco minutos, la siguiente diez minutos y así hasta que tengamos que dejarlo ahí todo el día.
Aquello parecía una broma, pero ninguno nos atrevíamos a reírnos pues el loco ya había pasado cinco minutos a cuatro patas en el porche y su madre se había hartado de darle con una vara hasta que le obedeció.
-Cada madre tendrá unas esposas y será responsable de su hijo. – Hablaba y le iba dando a las demás aquel objeto de castigo. – Los cuatro tendréis que obedecer las indicaciones y deseos de nosotras, sea su madre o no. Si no obedecéis a alguna que no sea la madre, ésta se lo comunicará a su madre para que lo castigue en consecuencia. ¿Se habéis enterado? – Los cuatro asentimos con la cabeza. – Pues ahora a vuestra habitación y sacad toda la ropa que habéis traído.
Los cuatro caminamos hacia nuestra habitación y cada uno eligió su cama. Había dos literas y después empezamos a sacar las ropas y guardarlas en los cajones que nos decía Paco.
-¡Joe, las viejas van en serio! – Dijo David. - ¡Te ha humillado a base de bien tu madre!
-¡Calla, aún me pica el culo con los porrazos que me ha dado! – Respondió Eduardo.
-Habrá que tener cuidado con lo que hacemos.
Mientras en el salón las madres hablaban.
-¿No has sido un poco dura con Eduardo? – Preguntó Marta a su cuñada.
-Tenemos que ser duras si nuestro propósito es tan perverso e inmoral como tener sexo con nuestros hijos, aún que seguro que será el placer más delicioso que jamás hayamos probado… - Miró inquisidoramente a sus tres amigas. - ¿Alguna se ha rajado? – Todas negaron con la cabeza. – Tenemos que ir todas a la vez, ninguna se puede echar atrás o esto tendrá consecuencias que no podemos imaginar.
-Pero… - Empezó a hablar Laura. – Atarlo ahí fuera cómo si fuera un animal… No sé si seré capaz de hacerle eso a mi hijo.
-Tranquila, después de los cinco minutos de Eduardo seguro que ninguno querrá repetir esa experiencia y todos se portarán bien.
-Bueno, pues entonces dividámonos. – Dijo Lucía. – Dos que hagan la comida y otras dos que deshagan las maletas.
-Vale, yo y Laura haremos la comida. – Dijo Marta.
-Pues vamos a sacar la ropa, María.
Había pasado un rato y ya habíamos preparado nuestra habitación. Ninguno sabía que hacer, esperábamos sentados en las camas charlando e imaginando lo que pasaría esa semana que íbamos a estar allí con nuestras dictadoras madres.
-Pues el jardín tiene unos quinientos metros cuadrados, con varios árboles, una piscina… - Dijo Paco. – Casi todo está cubierto de césped, así que preparaos para trabajar… ¡No sé que nos tendrán preparado como castigo, pero aquí hay mucho trabajo!
-Bueno, qué sea lo que sea. – Dije. – Lo peor que nos puede pasar es estar siete días atado como un perro, ja, ja, ja.
-Eso si no se le ocurre otra cosa peor a la loca. – Dijo David y miró a Eduardo. – Y lo de loca lo digo por ser la madre del loco, no vayas a decirle que la he llamado así y me pase cinco minutos perrunos.
Todos reímos con aquellos comentarios que mostraban en realidad lo asustados que estábamos con aquella nueva situación y la actitud que habían tomado nuestras madres. De repente se abrió la puerta de golpe y todo cortamos nuestras risas.
-¡No quiero oír ni una risa! – María estaba en la puerta, seria y con la vara en la mano para que no se nos olvidara lo que podía pasar. - ¡Al salón a comer! – Ordenó y todos obedecimos. - ¡Y en silencio!
En la gran mesa estaban el resto de las madres, serias, esperándonos con la comida en la mesa para comer. Y así lo hicimos. En la tele estaba puesto un programa de esos de cotilleos, uno de esos que odiábamos a muerte, en el que hablaban de que si fulanito, con fulanita…
-¡Mamá, pon otra cosa que esto es un coñazo! – Dijo David y al ver que las cuatro madres lo miraron serias y desafiantes, mostró el miedo en su cara.
-¡Nada de eso! – Le dijo Laura en tono fuerte y casi en un grito. – ¡En casa nunca puedo verlo por tu culpa y aquí estás castigado! – David pareció empequeñecer por el miedo y los otros tres hundieron la vista en su plato. Aquello era serio. - ¿Quieres irte ahora mismo al porche? – David negó con la cabeza y siguió comiendo en silencio.
Todos habíamos acabado la comida y ellas hablaban de sus cosas. Nosotros permanecíamos en silencio, sin saber que hacer, expectantes de las órdenes de nuestras tiranas madres.
-Si habéis acabado ya, coged los platos y llevarlos a la cocina. – Dijo mi madre. – Eduardo y David lavad bien todo. Paco y Enrique coged escoba y fregona y que el salón quede limpio y ordenado.
Ninguno nos atrevimos a rechistar, nos levantamos y llevamos todo a la cocina. Después, mientras el loco y el tres piernas fregaban, Paco y yo limpiamos y ordenamos el salón mientras nuestras madres hablaban y reían sentadas en el sofá tomando bebidas.
Habíamos acabado y los cuatro salimos de la cocina, nos tiramos en el suelo del salón, delante de la televisión.
-¡Por fin hemos acabado! – Dije con un suspiro de alivio.
-¡Eso para que veas lo que hago yo todos los días por ti y tu padre! – El tono de mi madre no era desagradable, pero era más autoritario y rencoroso de lo que nunca la había escuchado. - ¡Ahora a ducharos y a la cama que ya son las once de la noche!
-¡Pero mamá…! – Intenté protestar, pero la mano izquierda de ella se levantó cómo si tuviera un resorte mostrándome las esposas. Agaché la cabeza.
-¡Vamos, rápido que tenéis que descansar para mañana!
Y así nos levantamos, cabizbajos, caminando pesadamente hacia la habitación. Nos duchamos por turnos y después nos acostamos. Ya eran las doce cuando estábamos duchados, hablando sin hacer mucho ruido, en calzoncillos, como están los hombres en su habitación. Se abrió la puerta.
-¿Ya estáis listos? – Dijo María que entraba la primera, seguida por el resto de madres. – Pues ahora a meterse en la cama y no queremos oír ningún ruido o risas. ¡A dormir!
Cada uno se metió en su cama y ellas apagaron las luces y cerraron la puerta.
Las mujeres volvieron al salón y siguieron bebiendo sus copas.
-¿Os habéis fijado en sus paquetes? – Dijo Lucía. – Creo que nuestros niños ya han crecido bastante.
-¡Sobre todo el de Laura! – María quedó impresionada por el gran bulto que mostraba aquel niño. - ¿Qué talla le compras de calzoncillos? – Todas reían.
-Ya os dije que tenía un gran manubrio. – Dijo Laura. – ¿Entendéis por qué me masturbé el día que se estaba masturbando? ¡Imaginarla erecta!
-¡Tranquila Laura que vas a mojar el sillón! – Le dijo Lucía riendo. – Creo que el tamaño en general es bueno, pero el más musculoso es Enrique, es al que se le marcan más los músculos, sobre todo los abdominales… ¡Y eso me pone a cien!
-Pues yo no le vi bien la polla el día que me la froto contra el coño. – Habló Marta. – Lo que sí sentí es que estaba dura como el hierro…
-¡Hay que ver como habláis de vuestros hijos! – Dijo María Luisa. – Yo no he visto la polla de ninguno, ni la he sentido en mi cuerpo como la pervertida de mi cuñada, pero sé que el semen de ellos huele y sabe a gloria.
-¡Tú sí que eres una guarra! – Dijo Laura. – Chupar el semen…
-¿No te gustaría que tu hijo se corriera en tu boca? – María Luisa se levantó y entró en la cocina.
Las otras siguieron hablando de sus hijos mientras su amiga volvía al rato con un bote en la mano, uno grueso y largo, con una boquilla en la punta y volvió a sentarse junto a su amiga Laura.
-Mirad. – Dijo María Luisa para que todas prestaran atención. - Esta es la polla de uno de nuestros hijos. Él está de pie delante de ti mientras tu ves como su mano no deja de agitarla y tú abres la boca esperando. ¡Vamos abre la boca! – Laura lo hizo y María Luisa apretó un poco el bote.
Había mezclado leche con harina para espesarla. Todas pudieron ver como un chorro blanco de leche salió con fuerza y cayó sobre la cara de su amiga, desde la frente hasta la barbilla.
-¡Mira, tu David se está corriendo en tu cara! – Le decía para calentarla. - ¿Quieres otra corrida? – Laura no hablaba, asentía con la cabeza dejando la boca abierta para que su imaginario hijo volviera a correrse. María apretaba otra vez y otro chorro de leche llenó a su amiga. - ¡Mira, ahora se ha corrido desde tu boca hasta tus tetas! ¿Disfrutas guarra? – Laura se metió la mano bajo sus bragas y empezó a masturbarse.
-¡Yo también quiero que mi Paco se corra en mí! – Dijo Lucía. - ¡Hijo, dame tu semen! – Lucía ya llevaba un rato masturbándose y estaba a punto.
-¡No, Lucía! – Le dijo María. – Paco quiere correrse sobre su madre y sobre su amiga Marta. Pegad las caras.
Las dos, Marta y Lucía juntaron sus caras con las bocas abiertas, delante de aquel bote que su imaginación había convertido en una polla, en la polla de sus hijos.
-¡Vamos, preparaos, Paco ya está a punto de lanzar su semen! – Las dos frotaban sus coños húmedos mientras esperaban el imaginario semen. - ¡Ya va, ya se corre!
Un chorro grande de leche cayó sobre Lucía y a continuación otro sobre la boca de Marta.
-¡Seguid que todavía le queda más semen en sus huevos! – María las animaba viendo como se corrían. - ¡Pero esto que es! ¡Enrique también quiere correrse! – Sacó otro bote que había preparado y empezó a lanzar chorros de leche desde los dos botes como si los dos hijos de aquellas calientes madres se corrieran. – ¡Bebed la leche de vuestros hijos!
Las dos movían las manos sobre sus coños, con las caras llenas de leche. Lucía miró a Marta y empezó a lamer la leche que corría por su mejilla. Marta se giró y también lamía la leche de la cara de su amiga. Inesperadamente empezaron a besarse. Nunca habían practicado sexo lésbico, pero la lujuria de momento hizo que las dos acabaran en el suelo, abrazadas y besándose.
-¡Has conseguido que estas dos sean tortilleras! – Dijo Laura después de haberse corrido en el sillón.
María la miró y no le dijo nada. Se puso delante de su amiga, de rodillas. Con sus manos separó sus piernas y Laura se subió la falda. María apartó las bragas que cubrían el coño de su amiga, estaba empapado por los flujos que habían salido tras el orgasmo. Laura separó sus labios con los dedos y le mostró su rosado y brillante interior. Sólo dijo una palabra: “cómetelo”. María hundió su cara en el coño de su amiga y su lengua empezó a saborear sus flujos. Laura se agitaba y gemía levemente. María se incorporó.
-Señoras, no podemos hacer ruido para no despertar a los niños. – Agarró a su amiga de la mano y la hizo tumbarse en el suelo junto a las otras dos. - ¡Te voy a comer tu coño caliente!
Laura abrió sus piernas y puso su coño encima de la cara de María que rápidamente empezó a lamerlo con su lengua. Un gran chorro de flujos salió del coño de María cuando los labios de Laura rodearon su clítoris y succionó, produciéndole descargas de placer.
Marta y Lucía también se daban placer, ambas se comían sus coños soltando grandes cantidades de flujos que ellas lamían y saboreaban. Ninguna era lesbiana, ni siquiera eran bisexuales, por lo menos nunca habían sentido deseos sexuales hacia otras mujeres, pero la lujuria y la excitación que les producía el deseo de follar con sus hijos las había calentado tanto que el juego de María fue el detonante para que se lanzaran a tener sexo con sus amigas, a consolarse mutuamente hasta que pronto fueran sus propios hijos los que les dieran placer.
Ya eran la una de la madrugada y se habían corrido varias veces cada una. Las cuatro comprobaron que todo estaba bien cerrado y en orden y se fueron a su habitación. Allí había tres camas, una de matrimonio y otras dos pequeñas. Las cuatro se metieron en la de matrimonio y durante una hora más estuvieron dándose placer hasta que se quedaron dormidas y abrazadas, descansando para el día siguiente en que tendrían que hacerse cargo de “educar” a sus hijos.
Estaba profundamente dormido y en mi subconsciente brotaban sueños confusos. La actitud que mi madre había mostrado difería a la dulzura que siempre me mostraba con sus caricias y cariños. Aquel día quedé marcado al ver como mi madre era autoritaria e incluso tirana… casi cruel. En mi pesadilla volvía a estar encima de mi madre, frotando mi polla contra ella, sintiendo ese enorme placer que tuve aquella noche en que la “follé” en sueños.
Y entonces su cara mostró furia y me dio un guantazo que me despertó.
-¡Vamos niños! – La voz de mi tía me arrancaba de las piernas de mi madre con una bofetada en la cabeza. - ¡Arriba! – Chillaba enfurecida sin motivo. - ¡Ya son las nueve de la mañana, es hora de trabaja! – Agitaba las esposas con una mano, amenazando sin decir una palabra. Su actitud era suficiente para que supiéramos que no estaba bromeando.- ¡Arriba gandules!
Las otras madres miraban desde el fondo de la habitación y no lanzaron las ropas para trabajar. Esto era peor que la pesadilla en la que mi madre se enfadaba por intentar follarla, esto era más parecido a un cuartel.
Nos pusimos los pantalones cortos, las camisetas y los botines que nos habían dado… bueno, lanzado nuestras madres y uno por uno pasamos por el baño.
-¡En diez minutos en el salón para desayunar! – Lucía gritaba.
Y así fue, diez minutos después estábamos los cuatro sentados en el salón, tomando cada uno nuestro desayuno. Cuando acabamos llevamos los platos y vasos a la cocina y los fregamos sin que nos lo ordenara ninguna madre.
-¡Eso es, así me gusta! – Dijo mi madre. – Veo que estos chicos aprende rápido. – Se acercó y nos dio un beso a cada uno en la cara presionándonos descaradamente con sus pechos en nuestros cuerpos. – Cuando son malos hay que castigarlos, pero si se portan bien hay que recompensarlos ¿no creéis chicas?
-¡Claro, como no! – Dijo Lucía y también nos dio un beso también haciéndonos disfrutar del contacto de sus turgentes tetas.
María Luisa y Laura hicieron lo mismo a todos.
-¡Ves hijo, si te portas bien y cumples tu castigo, te daré amor! – María Luisa le guiñó un ojo a Eduardo y se marchó dándole una cachetada en su culo, agitando en la otra mano las esposas.
Aquello nos desarmó más aún. Nos mirábamos sin saber que pensar. Éramos como animales a los que estuvieran adiestrando, si eras malo te ataban para castigarte; si eras bueno te daban caricias. Ante aquello todos pensamos que mejor se buenos, a fin de cuentas eran nuestras madre y no creo que llegaran a hacernos cosas malas.
Para cuidar la casa y el jardín tenían contratada a una pareja de un pueblo cercano. Ellos pasaban una vez por semana y hacían un pequeño mantenimiento. Una vez al mes hacían limpieza de toda la casa. Seguían esa rutina menos cuando estaban la familia de vacaciones allí. Así que Lucía había llamado para que esa semana no pasaran por allí. Y se notaba.
El césped estaba algo crecido y pasar la corta césped era dificultoso. Durante unas dos horas teníamos que estar poniendo el jardín en condiciones, haciendo todo lo que Lucía nos pedía, desde cortar el césped hasta limpiar el mobiliario y la piscina para que las tiranas madre pudieran disfrutar de su descanso.
David tuvo que limpiar todas las sillas y la mesa del jardín para que ellas se sentaran a vernos trabajar mientras nos mandaban una cosa tras otra sin apenas dejarnos descansar.
-¡Chicos, venid aquí! – La voz de mi madre nos llamó. - ¡Tomad un refresco y descansad algo!
En la mesa donde ellas estaban había cuatro vasos grandes de limonada esperándonos para darnos un respiro. Los cuatro soltamos inmediatamente lo que teníamos en las manos. Eran ya las once y vente y faltaba algo más de media hora para acabar.
-¡Ven aquí cariño! – Mi madre me ofrecía uno de los vasos y me abrazó para darme un beso en la mejilla, pegando de nuevo sus pechos a mí. - ¡Qué bien lo estás haciendo! ¡Sigue así y cumplirás bien el castigo!
Miré a los demás. Sus madres mostraban su cariño al ver como estábamos respondiendo a todos los trabajos que nos imponían.
-¡Bueno niños! – La voz de María Luisa rompió la paz de aquel descanso. - ¡Es hora de continuar, ya queda poco! ¡Haced un último esfuerzo y tendréis todo nuestro cariño!
Marchamos a reanudar nuestras tareas. Si antes estaban hurañas y desagradables con nosotros, ahora estaban extremadamente cariñosas, incluso me parecían más sensuales al hablarnos. No sabía que podía pasar, pero estaban maquinando algo. De todas maneras era mejor hacer lo que ellas pedían y recibir sus cariños que estar a cuatro patas en la entrada de la casa.
-¡Acabad cuanto antes para poder bañarnos en la piscina! – Gritó Laura mientras ellas entraban en la casa con las cosas que habían en la mesa del jardín.
-Se han metido dentro de la casa ¿paramos? – Me dijo Eduardo.
-¡Seguro que nos miran desde la ventana! – Le comenté.
La mano de María Luisa salió por la ventana con las esposas en la mano y golpeo contra los barrotes de la reja. No dijo ni una palabra, pero Eduardo y yo seguimos trabajando para acabar.
No sabíamos cuanto tiempo había pasado, pero recogimos las últimas hierbas y las llevamos al lugar de la basura. ¡Por fin se acabó! Miramos para la mesa del jardín… Estaba vacía. ¿Dónde estarían nuestras madres?
-¿Ya terminasteis? – Preguntó Lucía saliendo por la puerta de la casa. Nos quedamos petrificados al verla. - ¿Qué os pasa? – Preguntó girándose para mostrar su cuerpo. - ¿Nunca habéis visto a una mujer en bikini?
-Mamá ¿dónde está el bikini? – Preguntó Paco.
Lucía llevaba el pelo recogido en un moño. Se había maquillado ligeramente haciendo que sus preciosos ojos verdes resaltaran más sobre la gran belleza de su cara. Sus turgentes tetas estaban cubiertas por dos diminutos triángulos de tela negra que apenas cubrían sus pezones que se clavaban queriendo salir de su prisión. Ambas telas diminutas estaban unidas por unos finos cordones, cordones que eran igual de finos como los que sujetaban la pequeña tela que cubría su sexo. Se giró de nuevo y pudimos contemplar como ese fino cordón se perdía entre los cachetes de su culo, mostrándolo por completo, su firme culo. Se notaba que aquel cuerpo era fruto de gimnasio y cirugía, pero nos provocó a todos una erección. Siempre la habíamos visto vestida o con algún bañador menos provocativo.
Y salieron detrás las otras tres madres, que si bien sus cuerpos no eran tan esculturales, llevaban unos bikinis pequeños, pero no tanto como los de Lucía. Las cuatro madres estaban deliciosas.
-Hemos visto desde la ventana que habéis trabajado bien aún estando solos. – Dijo Laura abrazando a su sudoroso hijo. – Por eso hemos pensado que tal vez os gustaba ver a vuestras madres con estas prendas tan ligeras.
Las cuatro se habían maquillado ligeramente para resaltar su belleza. Se habían puesto aquellas prendas que les sentaban tan bien y las hacían excesivamente sensuales. Cada una estaba abrazada a su hijo, mostrándole su cariño de madre… su amor de mujer.
-Veis, si os portáis bien, vuestras madres os muestran cariño. – Dijo María Luisa. – Y como la acción que provocó el castigo fue el que me espiarais mientras estaba desnuda, como premio nos mostramos prácticamente de ese modo, desnudas.
Pasé mi mano por la cintura de mi querida madre y ella se acopló a mí como una pareja de enamorados.
-Bueno, pues creo que ahora hay que duchar a nuestros sudorosos hijos. – Dijo Lucía. - ¡Así que cada una coja a su hijo y lo lleve a la ducha para enjuagarlo! ¡Después del tirón a la piscina!
Estábamos que no dábamos crédito a lo que estaba ocurriendo. Cada una de las madres llevaba a su hijo de la mano para colocarlo bajo la única ducha que había junto a la piscina. Primero se colocaron David y Laura. Ella estaba delante de su hijo cuando le dio al grifo. Cayó el agua fría sobre los dos. Laura tenía un bikini de tela blanca y al caer el agua fría sobre ella y mojar la tela, se transparentó sus oscuros pezones que estaban totalmente erectos y se marcaban en la tela. Ella se echó atrás al sentir el agua y chocó contra su hijo sintiendo el gran bulto que se había formado en su pantalón. Él la abrazó y ella empujó más su culo para restregarse aquella enormidad por la raja de su culo.
-¡Anda, los niños no tienen puesto el bañador! – Dijo María. - ¿Ahora que hacemos?
-¡Pues se los quitamos y que se bañen sin ellos! – Dijo Laura. - ¿Te importa bañarte desnudo? – Laura había sentido la polla de su hijo y no podía refrenar la lujuria que la estaba invadiendo por momentos. Su coño no paraba de lanzar flujos esperando que su deseado macho los oliera y la follara.
-Yo… No sé… Y las… - David intentaba protestar pero su madre ya se había agachado y le había bajado los pantalones. - ¡Perdón!
David pidió perdón a su madre pues al bajar ella los pantalones con ansia, la polla erecta se había catapultado desde abajo y le había dado un gran golpe en la cara a ella. Él intentaba taparse su inevitable erección y su cara tomó el color más rojo que pudiera llegar a tomar un humano.
-¡Dios David! – Comentó Lucía agarrada a su hijo y sintiendo como por sus muslos empezaban a bajar sus propios flujos. - ¡Es inútil que la tapes, nunca podrás ocultar esa maravilla!
-¡Tranquilo hijo! – Le dijo Laura. – No pasa nada, es normal que al ver a mujeres con estas ropas se te ponga así. – Ella hablaba pero estaba hipnotizada con el tamaño de la polla de su hijo, la había visto antes, pero no a tan corta distancia. - ¡Tranquilo, deja que te ayude! Para mí es un orgullo que mi hijo calce tan prodigiosa arma. – Estaba en cuclillas y sentía hervir su sexo mientras sus pezones parecían que iban a romper la tela que los cubría.
Las otras parejas de hijos y madres miraban entusiasmados el espectáculo que daban David y Laura. Yo dejé caer mi mano por la cintura de mi madre y empecé a acariciar su culo mientras ella se colocaba de lado junto a mí y empezaba a acariciar mi pecho sin dejar de mirar a nuestros amigos.
Eduardo se colocó detrás de su madre y la agarró por la cintura para pegar su polla todo lo posible a su redondo culo. Nadie dejaba de mirar a la pareja que estaba en la ducha mientras sus sexos y sus manos se frotaban unos contra otros.
Lucía se colocó de lado junto a Paco que la rodeaba por la cintura con un brazo, mientras la otra mano acariciaba las turgentes tetas de pezones puntiagudos. Lucía metió la mano bajo el pantalón de su hijo y comprobó que erección era enorme y que aquella polla estaba lista para darle placer.
Mientras caía el agua sobre madre e hijo, ella apartó las manos de él y su enorme polla le apuntaba directamente a la cara, lista para que ella disfrutara como nunca con ella. Sintió como las manos de David le soltaba la cinta que anudada a su espalda sostenía la tela que cubrían sus tetas. Mientras él subía el top del bikini para quitarlo, ella alargó la mano y agarró la polla de su hijo para sentir su desaforado grosor y su dureza. Sus pezones estaban más duros de lo que nunca pudo imaginar. Su vagina lanzaba flujos enloquecida por sentirse llena con aquella polla. Se acercó a él y la colocó entre sus tetas.
-¡Uf mamá, siempre he soñado esto!
-¿Y qué es esto? – Dijo ella sonriendo sensualmente, esperando escuchar de su hijo palabras sucias que la excitara más de lo que estaba.
-¡Siempre soñé poner mi polla entre tus tetas! ¡Uf, que sensación más buena!
-¡Esto no es nada hijo! – Agarró sus tetas con sus manos y la gruesa polla se perdió en medio de esas voluminosas maravillas. – Muévete, mastúrbate con ellas.
David puso sus manos sobre los hombros de su madre y sus caderas empezaron a moverse lentamente. Se sentía como embriagado, drogado por la cantidad de sustancias placenteras que su joven cuerpo lanzaba para estimular su cerebro, sustancias que le producía sensaciones que no conocía y que le pedían que de sus huevos saliera ya todo el semen que tuviera.
-¡Qué bien folla mis tetas mi pequeño! – Laura veía como el grueso glande salía de entre sus tetas y se aproximaba a su cara, sacó la lengua y acariciaba con la punta la polla cada vez que estaba cerca.
-¡Mamá, si haces eso con la lengua me correré ya!
-¡Y a qué esperas, ya llevo un rato esperando que me cubras con tu leche!
Aquellas palabras fueron el detonante que consiguió que los huevos de David estallaran lanzando una cantidad ingente de semen sobre la cara de su madre que apenas daba abasto a recoger con su boca tanto semen. Él se convulsionaba cuando su madre metió el glande en su boca y succionó para sacar todo el semen de su interior. Era tanto el placer que sentía en aquella joven polla que sus piernas temblaban por el placer. Laura se levantó y agarró a su hijo de la mano, cogió una toalla que había cerca de ellos y se apartaron de la ducha. Extendió la toalla y tumbó a su hijo a la sombra de unos árboles cercanos con su polla medio erecta apuntando al cielo. Se inclinó y comenzó a hacerle una mamada.
-¡Vamos Enrique! – Mi madre me agarró de la mano y me llevó hasta la ducha. - ¡Ahora nos toca a nosotros! ¡Lo de la otra noche no es nada para lo que vamos a sentir hoy!
Las otras dos parejas nos siguieron hasta la ducha esperando su turno. Mi madre se agachó y bajó mi ropa. Mi polla se liberó de su prisión y se presentaba totalmente erecta a mi madre. Ella la acarició y después subió frotando mi cuerpo con sus manos para quitarme el sudor con el agua fría que nos caía encima. Estábamos tan calientes que no importaba la temperatura del agua. Agarré las pequeñas telas que tapaban sus pezones y los liberé. Estaban erectos y duros, esperando el masaje que no acabé de darle la otra noche. Los besé y ella me sacó de la ducha, cogió la toalla y nos colocamos junto a la pareja de madre e hijo que estaban enfrascados en hacer un lujurioso sesenta y nueve.
Nos acercábamos y cada paso veíamos mejor como Laura se tragaba todo lo que podía la enorme polla de su hijo, mientras él mantenía apartado la tela de la braga que cubría el coño de su madre y hundía su cara en ella para lamer toda su raja. Cada vez escuchábamos más claramente los jadeos y gemidos de nuestros amigos.
-¿Quieres hacer lo mismo que ellos? – Me preguntó mi madre y yo asentí con la cabeza. Extendió la toalla a un metro de nuestros amigos. - ¡Pues túmbate!
Me arrodillé y la agarré por la cintura. La acaricié y besé su coño por encima de aquella tela.
-¡Muéstrame las tetas! – Le pedí.
Mi madre se llevó las manos a la espalda y liberó sus pechos. Empecé a mordisquear el bulto que formaban sus labios bajo la tela del bikini y sus piernas se abrieron para ofrecérmelo. Con un dedo aparté la tela para descubrir sus arrugados labios vaginales. Saqué mi lengua y los acaricié. Ella gimoteaba al sentir mis caricias y sonrió a Lucía al verla extender su toalla junto a nosotros.
-¡Hemos descubierto el cielo! – Dijo Lucia de rodillas en la toalla, delante de la polla de Paco que se tragó por completo para mamar a su hijo.
Llegaron por último mi tía y mi primo. María Luisa extendió la toalla y él la empujó bruscamente y la volvió para ponerla boca arriba, abrió sus piernas y separó los labios de su coño.
-¿Tienes ganas de comerte el coño de mamá? – Le dijo a Eduardo, pero éste no habló, se sumergió en el coño de su madre y empezó a lamerlo y a tragar los flujos del maduro coño de su madre. - ¡Ah, hijo, que brusco eres… sigue me estás volviendo loca!
-¡Ooooo, sigue, sigue, ooooo, más! – Laura gemía a punto de correrse en la boca de David. - ¡Yaaaaaaa, ooouuf!
Miramos hacia ella y veíamos como sus piernas temblaban mientras David intentaba tragar todos los flujos que salían de la vagina de su madre en una cascada de placer.
-¡No puedo más! – Laura lanzó una protesta y se levantó. David tenía su boca totalmente empapada. Ella se giró y se sentó encima de él, sobre su polla. Hundió su lengua en la boca del hijo y sus caderas tomaron vida propia al sentir la gruesa polla que acariciaba duramente su clítoris. - ¡Dios que maravilla de polla! ¡Uuuuuuf hijo, si hubiera sabido que follas así, me estarías follando desde hace tiempo! – Siguió gimiendo y moviéndose sobre su hijo.
Agarré las bragas de mi madre y se las quité. Estaba totalmente desnuda delante de mis ojos. La miraba desde abajo y era una diosa, mi diosa del amor con la que quería alcanzar el placer supremo del sexo. Me tumbé y ella se colocó sobre mí, ofreciéndome su coño para que lo lamiera. Sentí el sabor salado de los flujos que había lanzado su sexo para atraerme hacia él al hundir mi lengua entre sus labios. Mi polla fue envuelta por el calor de la boca de mi madre y sentía el placer que me daba su boca al mamar y al succionar sobre mi inexperto glande. No pude aguantarme, ni siquiera pude avisarla.
-¡Aaaaaah, aaaaah, mamá, mamá! – Fue lo único que me dio tiempo a decir y sentí como mi semen empezaba a brotar.
Ella no paró, siguió saboreando mi semen con la polla dentro. Su lengua experta paraba los tremendos chorros de semen que brotaban y lo retenía dentro de su boca mientras mi polla se convulsionaba lanzando los últimos chorros de semen. Cuando sintió que me había quedado completamente vacío, liberó mi polla, se levantó y se giró para mostrarme mi corrida dentro de su boca.
-¿Quiedres qued med lad tradgued? – Me preguntó y podía ver la blanquecina leche de mi polla moverse por encima de la lengua de mi madre.
-¿Y no la compartirías con una amiga? – Dijo Lucía que estaba recostada mirándonos, con su hijo metido entre sus piernas, lamiendo y masturbándola con los dedos. Abrió la boca esperando que Marta se acercara.
Mi madre caminó de rodillas hasta llegar a la altura de su amiga que esperaba con la boca abierta y jadeando por el placer que le daba su hijo. Al ver como Marta se inclinaba, Paco dejó de lamer aquel húmedo coño y miró lo que hacían sin dejar de masturbarla con los dedos. Mi madre dejó salir despacio mi semen de su boca y fue cayendo en el interior de la boca de Lucía que jugaba con su lengua, saboreándolo y comprobando la viscosidad. Entonces mi madre hundió su lengua en la boca de su amiga y las dos se fundieron en un beso, pasando mi semen de una boca a otra, tragándolo y saboreándome. Aquello me excitó y mi polla empezó de nuevo a ponerse dura.
-¡Qué bien sabe tu hijo! – Dijo Lucía cuando sus bocas se separaron sin ningún rastro de mi semen, entre las dos lo habían compartido y habían acabado con él. – Unirse a nosotros…
Mi madre me miró esperando que yo le dijera si estaba dispuesto a compartirla con su amiga y con su hijo. Asentí con la cabeza y ella volvió a besar a su amiga dejando su redondo culo de pompa a mí.
Me coloqué de rodillas detrás de ella, puse mis manos sobre su redondo culo, cada una en un cachete y podía sentir su redondez. Nunca hubiera imaginado que a mi madre le gustara tener sexo con otras mujeres. Estaba muy excitado al ver como las dos disfrutaban teniendo sexo con sus hijos a la vez que entre ellas.
Lucía me miró con una hermosa sonrisa en su boca que sólo se perdía por instantes cuando su hijo le daba demasiado placer al lamer su coño. Mi madre también volvió la cara para mirarme.
-No te asustes hijo. – Dijo mi madre. – Anoche descubrimos que entre nosotras nos podíamos dar también mucho placer.
-Así es… - Aseveró Lucía y volvieron a fundirse en otro apasionado beso.
-¡Diooooooooos, que maravillosa polla tienes hijo! – Gritaba Laura acabando de tener un orgasmo. - ¡Clávasela hasta el fondo a tu caliente madre!
Los miré y Laura se levantó un poco para que la polla de su hijo apuntara a la chorreante entrada de su vagina. Cuando sintió el grueso glande de su hijo haciendo presión sobre su vagina se dejó caer para empalarse, soltando un alarido mezcla de placer y dolor al tener que dilatar su vagina hasta el límite para alojar la descomunal polla de su hijo.
-¡Aaaaaaaaaaaaaah, ouuuuuuuf, Dios, me muero de gusto! – Gritaba y gemía. - ¡Más, más, clávala entera! ¡Me vas a partir en dos! – Ella movía sus caderas descontroladamente.
-¡Oooooooouf, cómo me llenas! – Escuché la voz de mi tía. - ¡Has feliz a tu mamita cariño!
María Luisa estaba a cuatro patas, cómo la perra en celo en que se había convertido. Eduardo le clavaba su polla desde atrás, despacio, haciendo que la vagina de su madre se fuera amoldando a su polla. La polla de Eduardo no era excesivamente larga, pero era muy gorda y su madre disfrutaba sintiendo como su vagina era forzada a albergar tal volumen de carne. Resoplaba y cerraba los ojos con las envestidas que iban aumentando en velocidad e intensidad. Sus gemidos pronto formaron un coro lujurioso con los de su amiga Laura que tenía un nuevo orgasmo que le producía convulsiones y se agitaba sobre la polla de David.
-¡Madre, necesito que me la chupes! – Miré a Lucía. Paco estaba de pie frente a ella. - ¡Por favor, trágatela!
Lucía la agarró con una mano y su lengua empezó a jugar con su glande. Él le acariciaba el pelo. Mi madre miraba como su amiga empezaba a tragar la endurecida polla.
-¡Enrique, clávame tu rabo! – Me pidió mi madre. - ¡Vamos, todas mis amigas gritan de placer y yo no quiero ser menos!
Agarré mi polla y la llevé a su culo. Torpemente lo moví buscando su caliente entrada. No encontraba la vagina de mi madre y deseoso de clavársela, empujé mi polla contra ella, dio un respingo.
-¡Uuuuuf cariño, ese es el culito de mamá! ¡Ten cuidado! – Su mano se deslizó entre sus piernas y agarró mi polla para dirigirla. - ¡Empuja ahora cariño!
Le obedecí. Me agarré a sus caderas y empecé a empujar. Sentía como dos de sus dedos guiaban mi polla para que no se introdujera por ningún otro agujero. Empecé a sentir esa nueva sensación en mi polla. El calor de la vagina empezó a envolver mi sexo y mis ganas de follarla más fuerte iban aumentando, poco a poco el ritmo de mis penetraciones aumentaba.
Lucía seguía agarrada a la polla de su hijo. Marta los miraba a menos de diez centímetros, veía perfectamente como aquella joven polla se perdía dentro de la boca de su amiga. Yo veía mi amigo Paco disfrutaba con su madre mientras yo gozaba con la mía. Lucía se sacó la polla de la boca y se la ofreció a Marta.
Sentí celos cuando la polla de Paco entró en la boca de mi madre, pero empecé a escuchar los gemidos ahogados de mi madre, eso era señal de que ella disfrutaba teniendo dos pollas para ella. Yo la agarraba por el culo y clavaba mi polla en su coño, mientras mi amigo Paco agarraba su cabeza y follaba su boca.
-¡Mamá, me voy a correr, me voy a correr! – Gruñía David mientras follaba enloquecido por el placer a su madre.
-¡Sí cariño, córrete dentro de tu madre y llénala con tu leche, folla fuerte! – Laura enloquecía cada vez que su hijo clavaba completamente esos veintitantos centímetros de polla en sus entrañas.
La mano de Lucía me paró para que sacara la polla del coño de mi madre. La saqué y ella la agarró para empezar a chuparla.
-Ven aquí conmigo. – Me dijo y se movió a cuatro patas sobre la hierba para mostrarme su culo y su coño para que yo la follara. - ¡Ven, vamos, necesito esa polla en mi coño mojado!
-¡Noooo, ese coño es mío! – Gritó Paco y le quitó la polla a mi madre de la boca y corrió hacia su madre. - ¡A ti sólo te follaré yo! – Con la polla en la mano buscaba desesperadamente la vagina de Lucía.
-¡Venga cariño, folla a mamá y córrete en su vagina! – Le hablaba con tono sensual para que se encendiera más. – ¡Ahí esta el coñito caliente de mami! ¡Clávala y fóllame!
Paco empezó a follarla enloquecido. Yo lo miraba y no tardó mucho en tensarse y descargar su semen dentro de su madre.
-¡Bien cariño, lo has hecho muy bien! – Le decía mientras los dos estaban de costado en la hierba y la polla aún estaba dentro de su vagina. - ¡Qué caliente está tu leche!
Un poco más allá, Eduardo y María Luisa se corrían a la vez. Él soltaba su semen dentro de su madre y ella se corría por enésima vez al sentir los chorros calientes de su hijo. David también se había corrido y su madre en cuclillas le mostraba como su semen salía por la raja de su coño.
-¡Yo también quiero que te corras dentro de mí! – Mi madre me hablaba tumbada en la toalla, boca arriba y con las piernas abiertas, esperándome. - ¡No vas a hacer gozar a tu madre!
Me coloqué sobre ella y su mano dirigió mi polla hasta su entrada. Me dejé caer despacio sobre ella y mi polla entró por completo. La empecé a besar, metiendo mi lengua en su boca. Mis caderas se empezaron a mover y sentía la respiración entrecortada de mi madre que empezaba a sentir placer.
-¡Sí hijo, sigue así! – Estaba cada vez más caliente y parecía que se iba a correr. - ¡Aaaah, uuuf, eso sigue así!
Sus manos me agarraban fuerte, cada vez más fuerte a medida que iba aumentando su placer. Una agarró mi culo y clavó sus uñas, con esa mano me marcaba la velocidad y la intensidad con la que quería que la follara. Yo empujaba mi polla contra ella y sentía que me iba a correr. Podía ver como sus tetas se bamboleaban con cada embestida que le daba. La penetraba, la besaba…
Empezó a dar gritos de placer mientras yo aumentaba la fuerza de mis penetraciones estaba a punto de soltar todo mi semen en ella. No se lo dije. Ella me miró a los ojos, agarrada a mi cuello, gimiendo de placer, gritando por el orgasmo que empezaba a invadirla desde su coño y que le nublaba la mente, estaba follando con su hijo, estaba gozando más que nunca, era la primera vez que sentía un verdadero orgasmo.
-¡Vacíate dentro de mí, hijo!
Aquella fue una orden que no podía desobedecer… que no quería desobedecer. Lancé un gemido y clavé toda mi polla en su vagina. Sentí que un mi semen recorría mi polla y ella echó la cabeza atrás y gimió desesperadamente cuando sintió que el gran gorro de semen golpeaba dentro de su vagina.
-¡Qué bueno, qué bueno! – Tenía la cara descompuesta por el placer. - ¡Dame todo tu semen!
Quedé encima de ella con mi polla totalmente hundida en su vagina. La besaba y la acariciaba suavemente y ella me correspondía. Poco a poco mi polla menguaba y me recosté junto a mi Marta.
Las cuatro parejas de madres e hijos estábamos abrazados sobre el césped. Los niños habíamos tenidos nuestra primera vez con una mujer, con nuestras madres, y ella habían tenido el sexo más sucio y excitante que nunca pudieron imaginar.
Continuará...
Hormonas en Ebullicion [Capitulo 4]
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Comparto este relato que encontré hace varios años.
CAPÍTULOS ANTERIORES:
Hormonas en Ebullicion [Capitulo 1]
Hormonas en Ebullicion [Capitulo 2]
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Aquel lunes por la mañana preparamos todo para que mi madre y yo marcháramos a la casa de la sierra que tenía Lucía. Sobre las cuatro de la tarde nos montamos en el coche de Lucía, íbamos Lucía al volante, mi madre a su lado y Paco y yo atrás. Laura, mi tía María Luisa y sus hijos iban en el coche de Laura. El viaje duraría cerca de cuatro horas pues la sierra estaba lejos, así que me acomodé en el asiento y miraba por la ventana mientras sonaba la música. Estaba cansado, había pasado la mayor parte de la noche despierto, excitado con los vídeos de nuestras madres que había copiado en mi teléfono móvil y no pude controlarme, llegando a hacerme cinco pajas por el calentón que me producía ver a aquellas mujeres reales en la intimidad de sus aseos, una por cada madre de mis amigos y dos por la mía. Tenía la polla escocida de tanto frotarla y creo que alguna pequeña herida llegué a hacerme.
Nuestras madres charlaban de sus cosas en el asiento delantero. Empecé a sentir sueño y miré a Paco que había caído desde hacía un rato. Sólo llevábamos una hora y media de viaje y todavía quedaba un buen rato. Me desperté cuando entramos en la zona de sierra, allí había demasiadas curvas y era imposible dormir. Era un espacio precioso. Casi toca la carretera estaba franqueada por árboles y cuando no había se podía contemplar los montes por donde zigzagueaba la carretera. Varios kilómetros después de pasar un puerto, llegamos a la pequeña urbanización donde se encontraba la casa de nuestros amigos.
-Paco, hijo, toma las llaves y abre la cancela.
Paco bajó de coche y tuvo que estirarse para desentumecer su cuerpo. Yo lo seguí y después de estirarme lo ayudé a abrir aquella enorme cancela para que entraran los dos coches que quedaron en un lateral de la casa. Cerramos de nuevo la cancela.
-¡Qué ganas tenía de bajarme del coche! – Dijo Marta mientras se estiraba.
-¡Esto está donde Cristo perdió el mechero! – Protestó María Luisa desde el otro coche. – Pero la verdad es que el lugar es precioso.
La casa era de una única planta. No parecía demasiado grande, de unos cien metros cuadrados. Delante tenía un porche y todo estaba enlosado. Pegado a un lado, delante de los coches, había una pared que era la parte trasera del cuarto de herramientas. Paco abrió la puerta principal para entrar.
-¡Quieto ahí los cuatro! – Nos ordenó María Luisa. - ¡Ustedes están castigados y ahora empieza el castigo! ¡Vamos, coger las maletas y meterlas en casa!
-¡Mamá! – Protestó Eduardo. – Después la metemos, déjanos descansar un poco.
-¡Tú servirás como escarmiento! – Dijo la madre y caminó con paso decidido hacia él, lo cogió de una mano y sin darnos cuenta sacó unas esposas y se la puso en la mano que llevaba. Tiro del otro extremo de las esposas y lo llevó hasta un hierro que había en la entrada, en el suelo, de esos que se usan para limpiar los pies de barro. Lo forzó a que se arrodillara, pasó las esposas por debajo del hierro y lo dejó preso allí. - ¡Ahí te quedarás a cuatro patas durante un buen rato! – Se volvió a los demás portando en la mano tres esposas más. - ¿Alguno más no quiere trabajar?
Eduardo se había recostado en el suelo sujeto por las manos. Su madre cogió una vara que había en una ventana y empezó a golpearlo en el culo.
-¡He dicho que a cuatro patas! – La cara de él mostraba que daba con ganas. - ¡Vamos, no pararé hasta que te pongas cómo te he dicho!
Los tres que aún estábamos en libertad condicional corrimos para meter las maletas y obedecer a nuestras madre en todo lo que dijeran, aquello no parecía una broma ni íbamos a pasar unos días de descanso, eso era seguro. Todas reían al vernos correr con las maletas asustados de la vara de mi tía.
-¡Creo que esto me va a gustar! – Dijo Laura.
-¡Y a mí, y a mí! – Mi madre parecía disfrutar más que ninguna con aquello.
La casa tenía un enorme salón, de unos cincuenta metros cuadrados. Tenían de todo para pasarlo bien, televisión, consola, DVD… Todo para disfrutar del descanso. Pero suponía que eso iba a ser algo que la manada no iba a poder disfrutar. El resto de la casa estaba dividida en dos habitaciones con sus cuartos de baño y la cocina. Al fondo del pasillo que separaba las habitaciones había una puerta que daba al jardín.
Después de cinco minutos de haber estado castigado, María Luisa entró en el salón con su hijo. Hizo que nos sentáramos los cuatro en un sofá mientras nuestras madres estaban de pie, mirándonos con cara de enfado delante de nosotros.
-Vamos a ver, ustedes están aquí castigados por espiarme mientras estaba en el servicio. – Habló María con tono autoritario. – Así que no piensen que vienen a divertirse. Aquí hay de todo lo que os gusta, pero no tocaréis nada hasta que no se portéis según os ordenen vuestras madres. Y el que no obedezca será castigado como Eduardo. La primera vez cinco minutos, la siguiente diez minutos y así hasta que tengamos que dejarlo ahí todo el día.
Aquello parecía una broma, pero ninguno nos atrevíamos a reírnos pues el loco ya había pasado cinco minutos a cuatro patas en el porche y su madre se había hartado de darle con una vara hasta que le obedeció.
-Cada madre tendrá unas esposas y será responsable de su hijo. – Hablaba y le iba dando a las demás aquel objeto de castigo. – Los cuatro tendréis que obedecer las indicaciones y deseos de nosotras, sea su madre o no. Si no obedecéis a alguna que no sea la madre, ésta se lo comunicará a su madre para que lo castigue en consecuencia. ¿Se habéis enterado? – Los cuatro asentimos con la cabeza. – Pues ahora a vuestra habitación y sacad toda la ropa que habéis traído.
Los cuatro caminamos hacia nuestra habitación y cada uno eligió su cama. Había dos literas y después empezamos a sacar las ropas y guardarlas en los cajones que nos decía Paco.
-¡Joe, las viejas van en serio! – Dijo David. - ¡Te ha humillado a base de bien tu madre!
-¡Calla, aún me pica el culo con los porrazos que me ha dado! – Respondió Eduardo.
-Habrá que tener cuidado con lo que hacemos.
Mientras en el salón las madres hablaban.
-¿No has sido un poco dura con Eduardo? – Preguntó Marta a su cuñada.
-Tenemos que ser duras si nuestro propósito es tan perverso e inmoral como tener sexo con nuestros hijos, aún que seguro que será el placer más delicioso que jamás hayamos probado… - Miró inquisidoramente a sus tres amigas. - ¿Alguna se ha rajado? – Todas negaron con la cabeza. – Tenemos que ir todas a la vez, ninguna se puede echar atrás o esto tendrá consecuencias que no podemos imaginar.
-Pero… - Empezó a hablar Laura. – Atarlo ahí fuera cómo si fuera un animal… No sé si seré capaz de hacerle eso a mi hijo.
-Tranquila, después de los cinco minutos de Eduardo seguro que ninguno querrá repetir esa experiencia y todos se portarán bien.
-Bueno, pues entonces dividámonos. – Dijo Lucía. – Dos que hagan la comida y otras dos que deshagan las maletas.
-Vale, yo y Laura haremos la comida. – Dijo Marta.
-Pues vamos a sacar la ropa, María.
Había pasado un rato y ya habíamos preparado nuestra habitación. Ninguno sabía que hacer, esperábamos sentados en las camas charlando e imaginando lo que pasaría esa semana que íbamos a estar allí con nuestras dictadoras madres.
-Pues el jardín tiene unos quinientos metros cuadrados, con varios árboles, una piscina… - Dijo Paco. – Casi todo está cubierto de césped, así que preparaos para trabajar… ¡No sé que nos tendrán preparado como castigo, pero aquí hay mucho trabajo!
-Bueno, qué sea lo que sea. – Dije. – Lo peor que nos puede pasar es estar siete días atado como un perro, ja, ja, ja.
-Eso si no se le ocurre otra cosa peor a la loca. – Dijo David y miró a Eduardo. – Y lo de loca lo digo por ser la madre del loco, no vayas a decirle que la he llamado así y me pase cinco minutos perrunos.
Todos reímos con aquellos comentarios que mostraban en realidad lo asustados que estábamos con aquella nueva situación y la actitud que habían tomado nuestras madres. De repente se abrió la puerta de golpe y todo cortamos nuestras risas.
-¡No quiero oír ni una risa! – María estaba en la puerta, seria y con la vara en la mano para que no se nos olvidara lo que podía pasar. - ¡Al salón a comer! – Ordenó y todos obedecimos. - ¡Y en silencio!
En la gran mesa estaban el resto de las madres, serias, esperándonos con la comida en la mesa para comer. Y así lo hicimos. En la tele estaba puesto un programa de esos de cotilleos, uno de esos que odiábamos a muerte, en el que hablaban de que si fulanito, con fulanita…
-¡Mamá, pon otra cosa que esto es un coñazo! – Dijo David y al ver que las cuatro madres lo miraron serias y desafiantes, mostró el miedo en su cara.
-¡Nada de eso! – Le dijo Laura en tono fuerte y casi en un grito. – ¡En casa nunca puedo verlo por tu culpa y aquí estás castigado! – David pareció empequeñecer por el miedo y los otros tres hundieron la vista en su plato. Aquello era serio. - ¿Quieres irte ahora mismo al porche? – David negó con la cabeza y siguió comiendo en silencio.
Todos habíamos acabado la comida y ellas hablaban de sus cosas. Nosotros permanecíamos en silencio, sin saber que hacer, expectantes de las órdenes de nuestras tiranas madres.
-Si habéis acabado ya, coged los platos y llevarlos a la cocina. – Dijo mi madre. – Eduardo y David lavad bien todo. Paco y Enrique coged escoba y fregona y que el salón quede limpio y ordenado.
Ninguno nos atrevimos a rechistar, nos levantamos y llevamos todo a la cocina. Después, mientras el loco y el tres piernas fregaban, Paco y yo limpiamos y ordenamos el salón mientras nuestras madres hablaban y reían sentadas en el sofá tomando bebidas.
Habíamos acabado y los cuatro salimos de la cocina, nos tiramos en el suelo del salón, delante de la televisión.
-¡Por fin hemos acabado! – Dije con un suspiro de alivio.
-¡Eso para que veas lo que hago yo todos los días por ti y tu padre! – El tono de mi madre no era desagradable, pero era más autoritario y rencoroso de lo que nunca la había escuchado. - ¡Ahora a ducharos y a la cama que ya son las once de la noche!
-¡Pero mamá…! – Intenté protestar, pero la mano izquierda de ella se levantó cómo si tuviera un resorte mostrándome las esposas. Agaché la cabeza.
-¡Vamos, rápido que tenéis que descansar para mañana!
Y así nos levantamos, cabizbajos, caminando pesadamente hacia la habitación. Nos duchamos por turnos y después nos acostamos. Ya eran las doce cuando estábamos duchados, hablando sin hacer mucho ruido, en calzoncillos, como están los hombres en su habitación. Se abrió la puerta.
-¿Ya estáis listos? – Dijo María que entraba la primera, seguida por el resto de madres. – Pues ahora a meterse en la cama y no queremos oír ningún ruido o risas. ¡A dormir!
Cada uno se metió en su cama y ellas apagaron las luces y cerraron la puerta.
Las mujeres volvieron al salón y siguieron bebiendo sus copas.
-¿Os habéis fijado en sus paquetes? – Dijo Lucía. – Creo que nuestros niños ya han crecido bastante.
-¡Sobre todo el de Laura! – María quedó impresionada por el gran bulto que mostraba aquel niño. - ¿Qué talla le compras de calzoncillos? – Todas reían.
-Ya os dije que tenía un gran manubrio. – Dijo Laura. – ¿Entendéis por qué me masturbé el día que se estaba masturbando? ¡Imaginarla erecta!
-¡Tranquila Laura que vas a mojar el sillón! – Le dijo Lucía riendo. – Creo que el tamaño en general es bueno, pero el más musculoso es Enrique, es al que se le marcan más los músculos, sobre todo los abdominales… ¡Y eso me pone a cien!
-Pues yo no le vi bien la polla el día que me la froto contra el coño. – Habló Marta. – Lo que sí sentí es que estaba dura como el hierro…
-¡Hay que ver como habláis de vuestros hijos! – Dijo María Luisa. – Yo no he visto la polla de ninguno, ni la he sentido en mi cuerpo como la pervertida de mi cuñada, pero sé que el semen de ellos huele y sabe a gloria.
-¡Tú sí que eres una guarra! – Dijo Laura. – Chupar el semen…
-¿No te gustaría que tu hijo se corriera en tu boca? – María Luisa se levantó y entró en la cocina.
Las otras siguieron hablando de sus hijos mientras su amiga volvía al rato con un bote en la mano, uno grueso y largo, con una boquilla en la punta y volvió a sentarse junto a su amiga Laura.
-Mirad. – Dijo María Luisa para que todas prestaran atención. - Esta es la polla de uno de nuestros hijos. Él está de pie delante de ti mientras tu ves como su mano no deja de agitarla y tú abres la boca esperando. ¡Vamos abre la boca! – Laura lo hizo y María Luisa apretó un poco el bote.
Había mezclado leche con harina para espesarla. Todas pudieron ver como un chorro blanco de leche salió con fuerza y cayó sobre la cara de su amiga, desde la frente hasta la barbilla.
-¡Mira, tu David se está corriendo en tu cara! – Le decía para calentarla. - ¿Quieres otra corrida? – Laura no hablaba, asentía con la cabeza dejando la boca abierta para que su imaginario hijo volviera a correrse. María apretaba otra vez y otro chorro de leche llenó a su amiga. - ¡Mira, ahora se ha corrido desde tu boca hasta tus tetas! ¿Disfrutas guarra? – Laura se metió la mano bajo sus bragas y empezó a masturbarse.
-¡Yo también quiero que mi Paco se corra en mí! – Dijo Lucía. - ¡Hijo, dame tu semen! – Lucía ya llevaba un rato masturbándose y estaba a punto.
-¡No, Lucía! – Le dijo María. – Paco quiere correrse sobre su madre y sobre su amiga Marta. Pegad las caras.
Las dos, Marta y Lucía juntaron sus caras con las bocas abiertas, delante de aquel bote que su imaginación había convertido en una polla, en la polla de sus hijos.
-¡Vamos, preparaos, Paco ya está a punto de lanzar su semen! – Las dos frotaban sus coños húmedos mientras esperaban el imaginario semen. - ¡Ya va, ya se corre!
Un chorro grande de leche cayó sobre Lucía y a continuación otro sobre la boca de Marta.
-¡Seguid que todavía le queda más semen en sus huevos! – María las animaba viendo como se corrían. - ¡Pero esto que es! ¡Enrique también quiere correrse! – Sacó otro bote que había preparado y empezó a lanzar chorros de leche desde los dos botes como si los dos hijos de aquellas calientes madres se corrieran. – ¡Bebed la leche de vuestros hijos!
Las dos movían las manos sobre sus coños, con las caras llenas de leche. Lucía miró a Marta y empezó a lamer la leche que corría por su mejilla. Marta se giró y también lamía la leche de la cara de su amiga. Inesperadamente empezaron a besarse. Nunca habían practicado sexo lésbico, pero la lujuria de momento hizo que las dos acabaran en el suelo, abrazadas y besándose.
-¡Has conseguido que estas dos sean tortilleras! – Dijo Laura después de haberse corrido en el sillón.
María la miró y no le dijo nada. Se puso delante de su amiga, de rodillas. Con sus manos separó sus piernas y Laura se subió la falda. María apartó las bragas que cubrían el coño de su amiga, estaba empapado por los flujos que habían salido tras el orgasmo. Laura separó sus labios con los dedos y le mostró su rosado y brillante interior. Sólo dijo una palabra: “cómetelo”. María hundió su cara en el coño de su amiga y su lengua empezó a saborear sus flujos. Laura se agitaba y gemía levemente. María se incorporó.
-Señoras, no podemos hacer ruido para no despertar a los niños. – Agarró a su amiga de la mano y la hizo tumbarse en el suelo junto a las otras dos. - ¡Te voy a comer tu coño caliente!
Laura abrió sus piernas y puso su coño encima de la cara de María que rápidamente empezó a lamerlo con su lengua. Un gran chorro de flujos salió del coño de María cuando los labios de Laura rodearon su clítoris y succionó, produciéndole descargas de placer.
Marta y Lucía también se daban placer, ambas se comían sus coños soltando grandes cantidades de flujos que ellas lamían y saboreaban. Ninguna era lesbiana, ni siquiera eran bisexuales, por lo menos nunca habían sentido deseos sexuales hacia otras mujeres, pero la lujuria y la excitación que les producía el deseo de follar con sus hijos las había calentado tanto que el juego de María fue el detonante para que se lanzaran a tener sexo con sus amigas, a consolarse mutuamente hasta que pronto fueran sus propios hijos los que les dieran placer.
Ya eran la una de la madrugada y se habían corrido varias veces cada una. Las cuatro comprobaron que todo estaba bien cerrado y en orden y se fueron a su habitación. Allí había tres camas, una de matrimonio y otras dos pequeñas. Las cuatro se metieron en la de matrimonio y durante una hora más estuvieron dándose placer hasta que se quedaron dormidas y abrazadas, descansando para el día siguiente en que tendrían que hacerse cargo de “educar” a sus hijos.
Estaba profundamente dormido y en mi subconsciente brotaban sueños confusos. La actitud que mi madre había mostrado difería a la dulzura que siempre me mostraba con sus caricias y cariños. Aquel día quedé marcado al ver como mi madre era autoritaria e incluso tirana… casi cruel. En mi pesadilla volvía a estar encima de mi madre, frotando mi polla contra ella, sintiendo ese enorme placer que tuve aquella noche en que la “follé” en sueños.
Y entonces su cara mostró furia y me dio un guantazo que me despertó.
-¡Vamos niños! – La voz de mi tía me arrancaba de las piernas de mi madre con una bofetada en la cabeza. - ¡Arriba! – Chillaba enfurecida sin motivo. - ¡Ya son las nueve de la mañana, es hora de trabaja! – Agitaba las esposas con una mano, amenazando sin decir una palabra. Su actitud era suficiente para que supiéramos que no estaba bromeando.- ¡Arriba gandules!
Las otras madres miraban desde el fondo de la habitación y no lanzaron las ropas para trabajar. Esto era peor que la pesadilla en la que mi madre se enfadaba por intentar follarla, esto era más parecido a un cuartel.
Nos pusimos los pantalones cortos, las camisetas y los botines que nos habían dado… bueno, lanzado nuestras madres y uno por uno pasamos por el baño.
-¡En diez minutos en el salón para desayunar! – Lucía gritaba.
Y así fue, diez minutos después estábamos los cuatro sentados en el salón, tomando cada uno nuestro desayuno. Cuando acabamos llevamos los platos y vasos a la cocina y los fregamos sin que nos lo ordenara ninguna madre.
-¡Eso es, así me gusta! – Dijo mi madre. – Veo que estos chicos aprende rápido. – Se acercó y nos dio un beso a cada uno en la cara presionándonos descaradamente con sus pechos en nuestros cuerpos. – Cuando son malos hay que castigarlos, pero si se portan bien hay que recompensarlos ¿no creéis chicas?
-¡Claro, como no! – Dijo Lucía y también nos dio un beso también haciéndonos disfrutar del contacto de sus turgentes tetas.
María Luisa y Laura hicieron lo mismo a todos.
-¡Ves hijo, si te portas bien y cumples tu castigo, te daré amor! – María Luisa le guiñó un ojo a Eduardo y se marchó dándole una cachetada en su culo, agitando en la otra mano las esposas.
Aquello nos desarmó más aún. Nos mirábamos sin saber que pensar. Éramos como animales a los que estuvieran adiestrando, si eras malo te ataban para castigarte; si eras bueno te daban caricias. Ante aquello todos pensamos que mejor se buenos, a fin de cuentas eran nuestras madre y no creo que llegaran a hacernos cosas malas.
Para cuidar la casa y el jardín tenían contratada a una pareja de un pueblo cercano. Ellos pasaban una vez por semana y hacían un pequeño mantenimiento. Una vez al mes hacían limpieza de toda la casa. Seguían esa rutina menos cuando estaban la familia de vacaciones allí. Así que Lucía había llamado para que esa semana no pasaran por allí. Y se notaba.
El césped estaba algo crecido y pasar la corta césped era dificultoso. Durante unas dos horas teníamos que estar poniendo el jardín en condiciones, haciendo todo lo que Lucía nos pedía, desde cortar el césped hasta limpiar el mobiliario y la piscina para que las tiranas madre pudieran disfrutar de su descanso.
David tuvo que limpiar todas las sillas y la mesa del jardín para que ellas se sentaran a vernos trabajar mientras nos mandaban una cosa tras otra sin apenas dejarnos descansar.
-¡Chicos, venid aquí! – La voz de mi madre nos llamó. - ¡Tomad un refresco y descansad algo!
En la mesa donde ellas estaban había cuatro vasos grandes de limonada esperándonos para darnos un respiro. Los cuatro soltamos inmediatamente lo que teníamos en las manos. Eran ya las once y vente y faltaba algo más de media hora para acabar.
-¡Ven aquí cariño! – Mi madre me ofrecía uno de los vasos y me abrazó para darme un beso en la mejilla, pegando de nuevo sus pechos a mí. - ¡Qué bien lo estás haciendo! ¡Sigue así y cumplirás bien el castigo!
Miré a los demás. Sus madres mostraban su cariño al ver como estábamos respondiendo a todos los trabajos que nos imponían.
-¡Bueno niños! – La voz de María Luisa rompió la paz de aquel descanso. - ¡Es hora de continuar, ya queda poco! ¡Haced un último esfuerzo y tendréis todo nuestro cariño!
Marchamos a reanudar nuestras tareas. Si antes estaban hurañas y desagradables con nosotros, ahora estaban extremadamente cariñosas, incluso me parecían más sensuales al hablarnos. No sabía que podía pasar, pero estaban maquinando algo. De todas maneras era mejor hacer lo que ellas pedían y recibir sus cariños que estar a cuatro patas en la entrada de la casa.
-¡Acabad cuanto antes para poder bañarnos en la piscina! – Gritó Laura mientras ellas entraban en la casa con las cosas que habían en la mesa del jardín.
-Se han metido dentro de la casa ¿paramos? – Me dijo Eduardo.
-¡Seguro que nos miran desde la ventana! – Le comenté.
La mano de María Luisa salió por la ventana con las esposas en la mano y golpeo contra los barrotes de la reja. No dijo ni una palabra, pero Eduardo y yo seguimos trabajando para acabar.
No sabíamos cuanto tiempo había pasado, pero recogimos las últimas hierbas y las llevamos al lugar de la basura. ¡Por fin se acabó! Miramos para la mesa del jardín… Estaba vacía. ¿Dónde estarían nuestras madres?
-¿Ya terminasteis? – Preguntó Lucía saliendo por la puerta de la casa. Nos quedamos petrificados al verla. - ¿Qué os pasa? – Preguntó girándose para mostrar su cuerpo. - ¿Nunca habéis visto a una mujer en bikini?
-Mamá ¿dónde está el bikini? – Preguntó Paco.
Lucía llevaba el pelo recogido en un moño. Se había maquillado ligeramente haciendo que sus preciosos ojos verdes resaltaran más sobre la gran belleza de su cara. Sus turgentes tetas estaban cubiertas por dos diminutos triángulos de tela negra que apenas cubrían sus pezones que se clavaban queriendo salir de su prisión. Ambas telas diminutas estaban unidas por unos finos cordones, cordones que eran igual de finos como los que sujetaban la pequeña tela que cubría su sexo. Se giró de nuevo y pudimos contemplar como ese fino cordón se perdía entre los cachetes de su culo, mostrándolo por completo, su firme culo. Se notaba que aquel cuerpo era fruto de gimnasio y cirugía, pero nos provocó a todos una erección. Siempre la habíamos visto vestida o con algún bañador menos provocativo.
Y salieron detrás las otras tres madres, que si bien sus cuerpos no eran tan esculturales, llevaban unos bikinis pequeños, pero no tanto como los de Lucía. Las cuatro madres estaban deliciosas.
-Hemos visto desde la ventana que habéis trabajado bien aún estando solos. – Dijo Laura abrazando a su sudoroso hijo. – Por eso hemos pensado que tal vez os gustaba ver a vuestras madres con estas prendas tan ligeras.
Las cuatro se habían maquillado ligeramente para resaltar su belleza. Se habían puesto aquellas prendas que les sentaban tan bien y las hacían excesivamente sensuales. Cada una estaba abrazada a su hijo, mostrándole su cariño de madre… su amor de mujer.
-Veis, si os portáis bien, vuestras madres os muestran cariño. – Dijo María Luisa. – Y como la acción que provocó el castigo fue el que me espiarais mientras estaba desnuda, como premio nos mostramos prácticamente de ese modo, desnudas.
Pasé mi mano por la cintura de mi querida madre y ella se acopló a mí como una pareja de enamorados.
-Bueno, pues creo que ahora hay que duchar a nuestros sudorosos hijos. – Dijo Lucía. - ¡Así que cada una coja a su hijo y lo lleve a la ducha para enjuagarlo! ¡Después del tirón a la piscina!
Estábamos que no dábamos crédito a lo que estaba ocurriendo. Cada una de las madres llevaba a su hijo de la mano para colocarlo bajo la única ducha que había junto a la piscina. Primero se colocaron David y Laura. Ella estaba delante de su hijo cuando le dio al grifo. Cayó el agua fría sobre los dos. Laura tenía un bikini de tela blanca y al caer el agua fría sobre ella y mojar la tela, se transparentó sus oscuros pezones que estaban totalmente erectos y se marcaban en la tela. Ella se echó atrás al sentir el agua y chocó contra su hijo sintiendo el gran bulto que se había formado en su pantalón. Él la abrazó y ella empujó más su culo para restregarse aquella enormidad por la raja de su culo.
-¡Anda, los niños no tienen puesto el bañador! – Dijo María. - ¿Ahora que hacemos?
-¡Pues se los quitamos y que se bañen sin ellos! – Dijo Laura. - ¿Te importa bañarte desnudo? – Laura había sentido la polla de su hijo y no podía refrenar la lujuria que la estaba invadiendo por momentos. Su coño no paraba de lanzar flujos esperando que su deseado macho los oliera y la follara.
-Yo… No sé… Y las… - David intentaba protestar pero su madre ya se había agachado y le había bajado los pantalones. - ¡Perdón!
David pidió perdón a su madre pues al bajar ella los pantalones con ansia, la polla erecta se había catapultado desde abajo y le había dado un gran golpe en la cara a ella. Él intentaba taparse su inevitable erección y su cara tomó el color más rojo que pudiera llegar a tomar un humano.
-¡Dios David! – Comentó Lucía agarrada a su hijo y sintiendo como por sus muslos empezaban a bajar sus propios flujos. - ¡Es inútil que la tapes, nunca podrás ocultar esa maravilla!
-¡Tranquilo hijo! – Le dijo Laura. – No pasa nada, es normal que al ver a mujeres con estas ropas se te ponga así. – Ella hablaba pero estaba hipnotizada con el tamaño de la polla de su hijo, la había visto antes, pero no a tan corta distancia. - ¡Tranquilo, deja que te ayude! Para mí es un orgullo que mi hijo calce tan prodigiosa arma. – Estaba en cuclillas y sentía hervir su sexo mientras sus pezones parecían que iban a romper la tela que los cubría.
Las otras parejas de hijos y madres miraban entusiasmados el espectáculo que daban David y Laura. Yo dejé caer mi mano por la cintura de mi madre y empecé a acariciar su culo mientras ella se colocaba de lado junto a mí y empezaba a acariciar mi pecho sin dejar de mirar a nuestros amigos.
Eduardo se colocó detrás de su madre y la agarró por la cintura para pegar su polla todo lo posible a su redondo culo. Nadie dejaba de mirar a la pareja que estaba en la ducha mientras sus sexos y sus manos se frotaban unos contra otros.
Lucía se colocó de lado junto a Paco que la rodeaba por la cintura con un brazo, mientras la otra mano acariciaba las turgentes tetas de pezones puntiagudos. Lucía metió la mano bajo el pantalón de su hijo y comprobó que erección era enorme y que aquella polla estaba lista para darle placer.
Mientras caía el agua sobre madre e hijo, ella apartó las manos de él y su enorme polla le apuntaba directamente a la cara, lista para que ella disfrutara como nunca con ella. Sintió como las manos de David le soltaba la cinta que anudada a su espalda sostenía la tela que cubrían sus tetas. Mientras él subía el top del bikini para quitarlo, ella alargó la mano y agarró la polla de su hijo para sentir su desaforado grosor y su dureza. Sus pezones estaban más duros de lo que nunca pudo imaginar. Su vagina lanzaba flujos enloquecida por sentirse llena con aquella polla. Se acercó a él y la colocó entre sus tetas.
-¡Uf mamá, siempre he soñado esto!
-¿Y qué es esto? – Dijo ella sonriendo sensualmente, esperando escuchar de su hijo palabras sucias que la excitara más de lo que estaba.
-¡Siempre soñé poner mi polla entre tus tetas! ¡Uf, que sensación más buena!
-¡Esto no es nada hijo! – Agarró sus tetas con sus manos y la gruesa polla se perdió en medio de esas voluminosas maravillas. – Muévete, mastúrbate con ellas.
David puso sus manos sobre los hombros de su madre y sus caderas empezaron a moverse lentamente. Se sentía como embriagado, drogado por la cantidad de sustancias placenteras que su joven cuerpo lanzaba para estimular su cerebro, sustancias que le producía sensaciones que no conocía y que le pedían que de sus huevos saliera ya todo el semen que tuviera.
-¡Qué bien folla mis tetas mi pequeño! – Laura veía como el grueso glande salía de entre sus tetas y se aproximaba a su cara, sacó la lengua y acariciaba con la punta la polla cada vez que estaba cerca.
-¡Mamá, si haces eso con la lengua me correré ya!
-¡Y a qué esperas, ya llevo un rato esperando que me cubras con tu leche!
Aquellas palabras fueron el detonante que consiguió que los huevos de David estallaran lanzando una cantidad ingente de semen sobre la cara de su madre que apenas daba abasto a recoger con su boca tanto semen. Él se convulsionaba cuando su madre metió el glande en su boca y succionó para sacar todo el semen de su interior. Era tanto el placer que sentía en aquella joven polla que sus piernas temblaban por el placer. Laura se levantó y agarró a su hijo de la mano, cogió una toalla que había cerca de ellos y se apartaron de la ducha. Extendió la toalla y tumbó a su hijo a la sombra de unos árboles cercanos con su polla medio erecta apuntando al cielo. Se inclinó y comenzó a hacerle una mamada.
-¡Vamos Enrique! – Mi madre me agarró de la mano y me llevó hasta la ducha. - ¡Ahora nos toca a nosotros! ¡Lo de la otra noche no es nada para lo que vamos a sentir hoy!
Las otras dos parejas nos siguieron hasta la ducha esperando su turno. Mi madre se agachó y bajó mi ropa. Mi polla se liberó de su prisión y se presentaba totalmente erecta a mi madre. Ella la acarició y después subió frotando mi cuerpo con sus manos para quitarme el sudor con el agua fría que nos caía encima. Estábamos tan calientes que no importaba la temperatura del agua. Agarré las pequeñas telas que tapaban sus pezones y los liberé. Estaban erectos y duros, esperando el masaje que no acabé de darle la otra noche. Los besé y ella me sacó de la ducha, cogió la toalla y nos colocamos junto a la pareja de madre e hijo que estaban enfrascados en hacer un lujurioso sesenta y nueve.
Nos acercábamos y cada paso veíamos mejor como Laura se tragaba todo lo que podía la enorme polla de su hijo, mientras él mantenía apartado la tela de la braga que cubría el coño de su madre y hundía su cara en ella para lamer toda su raja. Cada vez escuchábamos más claramente los jadeos y gemidos de nuestros amigos.
-¿Quieres hacer lo mismo que ellos? – Me preguntó mi madre y yo asentí con la cabeza. Extendió la toalla a un metro de nuestros amigos. - ¡Pues túmbate!
Me arrodillé y la agarré por la cintura. La acaricié y besé su coño por encima de aquella tela.
-¡Muéstrame las tetas! – Le pedí.
Mi madre se llevó las manos a la espalda y liberó sus pechos. Empecé a mordisquear el bulto que formaban sus labios bajo la tela del bikini y sus piernas se abrieron para ofrecérmelo. Con un dedo aparté la tela para descubrir sus arrugados labios vaginales. Saqué mi lengua y los acaricié. Ella gimoteaba al sentir mis caricias y sonrió a Lucía al verla extender su toalla junto a nosotros.
-¡Hemos descubierto el cielo! – Dijo Lucia de rodillas en la toalla, delante de la polla de Paco que se tragó por completo para mamar a su hijo.
Llegaron por último mi tía y mi primo. María Luisa extendió la toalla y él la empujó bruscamente y la volvió para ponerla boca arriba, abrió sus piernas y separó los labios de su coño.
-¿Tienes ganas de comerte el coño de mamá? – Le dijo a Eduardo, pero éste no habló, se sumergió en el coño de su madre y empezó a lamerlo y a tragar los flujos del maduro coño de su madre. - ¡Ah, hijo, que brusco eres… sigue me estás volviendo loca!
-¡Ooooo, sigue, sigue, ooooo, más! – Laura gemía a punto de correrse en la boca de David. - ¡Yaaaaaaa, ooouuf!
Miramos hacia ella y veíamos como sus piernas temblaban mientras David intentaba tragar todos los flujos que salían de la vagina de su madre en una cascada de placer.
-¡No puedo más! – Laura lanzó una protesta y se levantó. David tenía su boca totalmente empapada. Ella se giró y se sentó encima de él, sobre su polla. Hundió su lengua en la boca del hijo y sus caderas tomaron vida propia al sentir la gruesa polla que acariciaba duramente su clítoris. - ¡Dios que maravilla de polla! ¡Uuuuuuf hijo, si hubiera sabido que follas así, me estarías follando desde hace tiempo! – Siguió gimiendo y moviéndose sobre su hijo.
Agarré las bragas de mi madre y se las quité. Estaba totalmente desnuda delante de mis ojos. La miraba desde abajo y era una diosa, mi diosa del amor con la que quería alcanzar el placer supremo del sexo. Me tumbé y ella se colocó sobre mí, ofreciéndome su coño para que lo lamiera. Sentí el sabor salado de los flujos que había lanzado su sexo para atraerme hacia él al hundir mi lengua entre sus labios. Mi polla fue envuelta por el calor de la boca de mi madre y sentía el placer que me daba su boca al mamar y al succionar sobre mi inexperto glande. No pude aguantarme, ni siquiera pude avisarla.
-¡Aaaaaah, aaaaah, mamá, mamá! – Fue lo único que me dio tiempo a decir y sentí como mi semen empezaba a brotar.
Ella no paró, siguió saboreando mi semen con la polla dentro. Su lengua experta paraba los tremendos chorros de semen que brotaban y lo retenía dentro de su boca mientras mi polla se convulsionaba lanzando los últimos chorros de semen. Cuando sintió que me había quedado completamente vacío, liberó mi polla, se levantó y se giró para mostrarme mi corrida dentro de su boca.
-¿Quiedres qued med lad tradgued? – Me preguntó y podía ver la blanquecina leche de mi polla moverse por encima de la lengua de mi madre.
-¿Y no la compartirías con una amiga? – Dijo Lucía que estaba recostada mirándonos, con su hijo metido entre sus piernas, lamiendo y masturbándola con los dedos. Abrió la boca esperando que Marta se acercara.
Mi madre caminó de rodillas hasta llegar a la altura de su amiga que esperaba con la boca abierta y jadeando por el placer que le daba su hijo. Al ver como Marta se inclinaba, Paco dejó de lamer aquel húmedo coño y miró lo que hacían sin dejar de masturbarla con los dedos. Mi madre dejó salir despacio mi semen de su boca y fue cayendo en el interior de la boca de Lucía que jugaba con su lengua, saboreándolo y comprobando la viscosidad. Entonces mi madre hundió su lengua en la boca de su amiga y las dos se fundieron en un beso, pasando mi semen de una boca a otra, tragándolo y saboreándome. Aquello me excitó y mi polla empezó de nuevo a ponerse dura.
-¡Qué bien sabe tu hijo! – Dijo Lucía cuando sus bocas se separaron sin ningún rastro de mi semen, entre las dos lo habían compartido y habían acabado con él. – Unirse a nosotros…
Mi madre me miró esperando que yo le dijera si estaba dispuesto a compartirla con su amiga y con su hijo. Asentí con la cabeza y ella volvió a besar a su amiga dejando su redondo culo de pompa a mí.
Me coloqué de rodillas detrás de ella, puse mis manos sobre su redondo culo, cada una en un cachete y podía sentir su redondez. Nunca hubiera imaginado que a mi madre le gustara tener sexo con otras mujeres. Estaba muy excitado al ver como las dos disfrutaban teniendo sexo con sus hijos a la vez que entre ellas.
Lucía me miró con una hermosa sonrisa en su boca que sólo se perdía por instantes cuando su hijo le daba demasiado placer al lamer su coño. Mi madre también volvió la cara para mirarme.
-No te asustes hijo. – Dijo mi madre. – Anoche descubrimos que entre nosotras nos podíamos dar también mucho placer.
-Así es… - Aseveró Lucía y volvieron a fundirse en otro apasionado beso.
-¡Diooooooooos, que maravillosa polla tienes hijo! – Gritaba Laura acabando de tener un orgasmo. - ¡Clávasela hasta el fondo a tu caliente madre!
Los miré y Laura se levantó un poco para que la polla de su hijo apuntara a la chorreante entrada de su vagina. Cuando sintió el grueso glande de su hijo haciendo presión sobre su vagina se dejó caer para empalarse, soltando un alarido mezcla de placer y dolor al tener que dilatar su vagina hasta el límite para alojar la descomunal polla de su hijo.
-¡Aaaaaaaaaaaaaah, ouuuuuuuf, Dios, me muero de gusto! – Gritaba y gemía. - ¡Más, más, clávala entera! ¡Me vas a partir en dos! – Ella movía sus caderas descontroladamente.
-¡Oooooooouf, cómo me llenas! – Escuché la voz de mi tía. - ¡Has feliz a tu mamita cariño!
María Luisa estaba a cuatro patas, cómo la perra en celo en que se había convertido. Eduardo le clavaba su polla desde atrás, despacio, haciendo que la vagina de su madre se fuera amoldando a su polla. La polla de Eduardo no era excesivamente larga, pero era muy gorda y su madre disfrutaba sintiendo como su vagina era forzada a albergar tal volumen de carne. Resoplaba y cerraba los ojos con las envestidas que iban aumentando en velocidad e intensidad. Sus gemidos pronto formaron un coro lujurioso con los de su amiga Laura que tenía un nuevo orgasmo que le producía convulsiones y se agitaba sobre la polla de David.
-¡Madre, necesito que me la chupes! – Miré a Lucía. Paco estaba de pie frente a ella. - ¡Por favor, trágatela!
Lucía la agarró con una mano y su lengua empezó a jugar con su glande. Él le acariciaba el pelo. Mi madre miraba como su amiga empezaba a tragar la endurecida polla.
-¡Enrique, clávame tu rabo! – Me pidió mi madre. - ¡Vamos, todas mis amigas gritan de placer y yo no quiero ser menos!
Agarré mi polla y la llevé a su culo. Torpemente lo moví buscando su caliente entrada. No encontraba la vagina de mi madre y deseoso de clavársela, empujé mi polla contra ella, dio un respingo.
-¡Uuuuuf cariño, ese es el culito de mamá! ¡Ten cuidado! – Su mano se deslizó entre sus piernas y agarró mi polla para dirigirla. - ¡Empuja ahora cariño!
Le obedecí. Me agarré a sus caderas y empecé a empujar. Sentía como dos de sus dedos guiaban mi polla para que no se introdujera por ningún otro agujero. Empecé a sentir esa nueva sensación en mi polla. El calor de la vagina empezó a envolver mi sexo y mis ganas de follarla más fuerte iban aumentando, poco a poco el ritmo de mis penetraciones aumentaba.
Lucía seguía agarrada a la polla de su hijo. Marta los miraba a menos de diez centímetros, veía perfectamente como aquella joven polla se perdía dentro de la boca de su amiga. Yo veía mi amigo Paco disfrutaba con su madre mientras yo gozaba con la mía. Lucía se sacó la polla de la boca y se la ofreció a Marta.
Sentí celos cuando la polla de Paco entró en la boca de mi madre, pero empecé a escuchar los gemidos ahogados de mi madre, eso era señal de que ella disfrutaba teniendo dos pollas para ella. Yo la agarraba por el culo y clavaba mi polla en su coño, mientras mi amigo Paco agarraba su cabeza y follaba su boca.
-¡Mamá, me voy a correr, me voy a correr! – Gruñía David mientras follaba enloquecido por el placer a su madre.
-¡Sí cariño, córrete dentro de tu madre y llénala con tu leche, folla fuerte! – Laura enloquecía cada vez que su hijo clavaba completamente esos veintitantos centímetros de polla en sus entrañas.
La mano de Lucía me paró para que sacara la polla del coño de mi madre. La saqué y ella la agarró para empezar a chuparla.
-Ven aquí conmigo. – Me dijo y se movió a cuatro patas sobre la hierba para mostrarme su culo y su coño para que yo la follara. - ¡Ven, vamos, necesito esa polla en mi coño mojado!
-¡Noooo, ese coño es mío! – Gritó Paco y le quitó la polla a mi madre de la boca y corrió hacia su madre. - ¡A ti sólo te follaré yo! – Con la polla en la mano buscaba desesperadamente la vagina de Lucía.
-¡Venga cariño, folla a mamá y córrete en su vagina! – Le hablaba con tono sensual para que se encendiera más. – ¡Ahí esta el coñito caliente de mami! ¡Clávala y fóllame!
Paco empezó a follarla enloquecido. Yo lo miraba y no tardó mucho en tensarse y descargar su semen dentro de su madre.
-¡Bien cariño, lo has hecho muy bien! – Le decía mientras los dos estaban de costado en la hierba y la polla aún estaba dentro de su vagina. - ¡Qué caliente está tu leche!
Un poco más allá, Eduardo y María Luisa se corrían a la vez. Él soltaba su semen dentro de su madre y ella se corría por enésima vez al sentir los chorros calientes de su hijo. David también se había corrido y su madre en cuclillas le mostraba como su semen salía por la raja de su coño.
-¡Yo también quiero que te corras dentro de mí! – Mi madre me hablaba tumbada en la toalla, boca arriba y con las piernas abiertas, esperándome. - ¡No vas a hacer gozar a tu madre!
Me coloqué sobre ella y su mano dirigió mi polla hasta su entrada. Me dejé caer despacio sobre ella y mi polla entró por completo. La empecé a besar, metiendo mi lengua en su boca. Mis caderas se empezaron a mover y sentía la respiración entrecortada de mi madre que empezaba a sentir placer.
-¡Sí hijo, sigue así! – Estaba cada vez más caliente y parecía que se iba a correr. - ¡Aaaah, uuuf, eso sigue así!
Sus manos me agarraban fuerte, cada vez más fuerte a medida que iba aumentando su placer. Una agarró mi culo y clavó sus uñas, con esa mano me marcaba la velocidad y la intensidad con la que quería que la follara. Yo empujaba mi polla contra ella y sentía que me iba a correr. Podía ver como sus tetas se bamboleaban con cada embestida que le daba. La penetraba, la besaba…
Empezó a dar gritos de placer mientras yo aumentaba la fuerza de mis penetraciones estaba a punto de soltar todo mi semen en ella. No se lo dije. Ella me miró a los ojos, agarrada a mi cuello, gimiendo de placer, gritando por el orgasmo que empezaba a invadirla desde su coño y que le nublaba la mente, estaba follando con su hijo, estaba gozando más que nunca, era la primera vez que sentía un verdadero orgasmo.
-¡Vacíate dentro de mí, hijo!
Aquella fue una orden que no podía desobedecer… que no quería desobedecer. Lancé un gemido y clavé toda mi polla en su vagina. Sentí que un mi semen recorría mi polla y ella echó la cabeza atrás y gimió desesperadamente cuando sintió que el gran gorro de semen golpeaba dentro de su vagina.
-¡Qué bueno, qué bueno! – Tenía la cara descompuesta por el placer. - ¡Dame todo tu semen!
Quedé encima de ella con mi polla totalmente hundida en su vagina. La besaba y la acariciaba suavemente y ella me correspondía. Poco a poco mi polla menguaba y me recosté junto a mi Marta.
Las cuatro parejas de madres e hijos estábamos abrazados sobre el césped. Los niños habíamos tenidos nuestra primera vez con una mujer, con nuestras madres, y ella habían tenido el sexo más sucio y excitante que nunca pudieron imaginar.
Continuará...
Hormonas en Ebullicion [Capitulo 4]
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4 comentarios - Hormonas en Ebullición [Capitulo 3]
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