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Atendí a mi doctora.

Mi doctora de cabecera, Silvia, es médica clínica y cardióloga. Con el correr de los años (cuatro desde que comencé a atenderme con ella) y las consultas, más que de médico-paciente nuestra relación se convirtió de inicialmente cordial, en amistosa, después y, desde unos dos meses atrás, en amorosa ilícita.
Ya no somos jóvenes. Yo cumplí 45 el 19 de julio, mido 1,82 mts de altura y peso 85 Kg. No estoy para modelar pero me mantengo, medianamente, en forma. Ella, de estatura superior a la media 1,75 mts, declara 38 años (se le deben haber caído 2 o 3) y siempre me ha atraído, no lo niego, desde una consulta en que entró al consultorio sin el guardapolvo (yo era su primer paciente de la tarde) con diminutos jeans azules, que ponían en evidencia sus piernas soberbias y su culo delicioso y una blusa negra ajustada que le resaltaba sus hermosos y bien proporcionados senos. Su cabello azabache atado en cola de caballo desprendía un olor agradable. El rostro, armonioso con lindos ojos color miel, se ilumina cuando sonríe. Y tiene la sonrisa fácil.
Nunca me atreví a insinuarme, menos a confesarle mis deseos. Esa atracción se convirtió en algo con que tuve que lidiar y reprimir, fuera y dentro del consultorio. Ella, claramente, era consciente del “magnetismo” que ejercía sobre mí, pero no dejaba, hasta donde yo podía interpretar, ningún resquicio por donde yo entreviera un mínimo de disposición.
Ambos estamos casados y con matrimonios bien llevados, a juzgar por lo aludido a los mismos en las conversaciones, prolongadas, variadas y casi siempre amenas, que mantenemos, indefectiblemente, después de lo profesional propiamente dicho.
Por lo visto y ocurrido, los dos necesitábamos algo más que lo que teníamos, tenemos y seguimos disfrutamos en casa.
A fines de mayo, años atrás, contraje una bronquitis “endiablada” que me llevó a consultar a Silvia. Me recetó medicación preliminar, por lo visto muy acertada, ya que cuando a los cuatro días le llevé la radiografía y análisis que me había indicado, me sentía muy aliviado y no hubo necesidad de modificarla.
Para mi extrañeza, después de observar meticulosamente la placa, revisarme y auscultarme, me dijo, que me encontraba muy mejorado pero que quería verme nuevamente, transcurridas 48 horas. Consultó su agenda en la computadora y me citó temprano (14:30 Hs una hora antes de su horario normal de consultas) alegando que no tenía turnos libres y no quería dejar pasar más tiempo sin controlarme.
- Yo misma te voy a abrir, porque Diana (la asistente) entra más tarde. – agregó.
A las 14:20 Hs, un jueves dos días después, estacioné el auto frente al consultorio. Dejé, de malas ganas, transcurrir los 10 minutos de mi apresuramiento y toqué el timbre del portero eléctrico.
Silvia, al abrirme, se veía preciosa, más sexi que de costumbre, sin guardapolvo, con pollerita negra ajustada, blusa –también ajustada – de color azul. Su perfume, que se me antojó delicioso, señoreaba en el diminuto volumen de consultorio. No pude evitar exteriorizar mi “satisfacción estética” en voz alta. Ella agradeció sonriente y un brillo especial en los ojos, por lo menos eso es lo que observé.
Luego de unos minutos de conversación de cómo había estado y de generalidades, me senté, como habitualmente lo hacía, en la camilla. Ese día la revisión, como tal, duró apenas hasta que, después de auscultarme la espalda, murmurando satisfecha por lo que el estetoscopio le devolvía:
- ¡Ni comparación a cómo te encontré cuando viniste. Estuve a punto de internarte -
Silvia pasó a hacerlo en el pecho. Naturalmente yo, por tenerla tan cerca y por lo particularmente atrayente que la encontré ese día, tenía las pulsaciones aceleradas. Ella lo aprovechó para, a su vez, sincerar sus intenciones y abrir el juego:
- ¡Uhhhiiii!!! ¡Carlos tus latidos están tan locos como los míos!! No te miento, fíjate y vas a ver –
Mientras exclamaba eso tomó mi mano derecha y la llevó sobre su teta izquierda.
No reaccioné enseguida de palabra, si con los sentidos: mi erección, significativa desde que entré al consultorio, se elevó a la máxima expresión.
Silvia lo percibió – obvio porque la estaba observando- y, siguió, avivando el fuego:
- ¡Veo que tus reflejos son instantáneos, Ehhhhh!!! – y, sin ceremonia alguna, apoyó su mano en el bulto de mi entrepiernas.
- ¡Comooooo estamosss hoooooyyyy!!! –
Bajé – me tiré - de la camilla, sin poder ya contener el impulso que durante años mi cuerpo reprimió y me pedía a gritos que lo dejara salir. La abracé y la besé. Sentí el contacto de su boca y sus labios dieron abrigo a mis labios ávidos de su humedad. Mis manos, raudas, recorrieron su espalda, hasta donde cambia de nombre y más abajo. Le subieron la pollerita y mientras una le rodeaba una nalga, la otra, suavemente comenzó a acariciarle la concha, calzón de por medio. Estaba absolutamente mojada. De su boca pasé al cuello, del cuello a su oído y le susurré:
- Tus sentidos no se quedan atrás de los míos: tenes razón ¡cómo estamos hoy!!! –
Amagué acostarla en la camilla. Se opuso con una lógica de la cual yo, por la excitación que tenía, hubiese sido definitivamente incapaz:
- No Carloss…no mi amor… no….no…no lo hagamos. Si empezamos….no vamos poder parar a tiempo…va a llegar Diana y ni yo…..ni vos….vamos a estar….. presentables…..va a ser complicado……Ahora andante y……. –
- ¡Ni a palos me voy, sin antes, hacerte el amor…!!!! - protesté
- ¡Se bueno…..haceme caso….andate y vení a buscarme a las cinco y media. ¿Dale? Le voy a decir a Diana que llame a los pacientes citados para avisarles que no vengan. Ya veré que escusa invento para que no sospeche. -
Me empujó, con delicadeza, pero firme, hasta la puerta. Me dio un beso y me despidió diciendo:
- No toques el timbre. Esperame en la esquina de Belgrano y Las Heras yo voy a buscarte y nos vamos donde vos elijas. -
Cuando mi nivel de ansiedad, bajó a niveles manejables, me encontré con el problema de poder justificar en casa una nueva salida. Definitivamente ese jueves los planetas se alinearon con mi signo (cáncer) Cuando llegué a casa, con un par de fábulas preparadas, ninguna de las dos me convencían y, me temía, no convencerían a mi esposa, ella, hasta con un cierto complejo de culpa por tener que dejarme solo no estando, a su juicio, del todo repuesto, me anunció que, no podía dejar de ir a la casa de Ailén, que cumplía años. Las amigas le habían insistido tanto que ella, cedió, pero con la premisa de que, pasase lo que pasase volvería a casa a las nueve de la noche, y, previamente, ir a buscar a nuestros dos hijos que estaban en casas de compañeros de escuela. Saldría a eso de las cinco porque, con Mariela (una del grupo) iban a elegirle el regalo, en común, de todas las chicas amigas cercanas.
Puse una cara de circunstancia que era la antítesis de mi euforia interior. Tenía el camino expedito a un turno de hotel alojamiento.
Silvia fue puntual y a las 5:45 Hs cerrábamos la puerta de la habitación “de luxe” del Las Torres.
La primera cogida fue casi un arrebato propio de adolescentes. Besos, caricias mutuas frenéticas, desvestirse acelerado, entrelazarse devorándonos mutuamente en un misionero apoteótico hasta inundar su cuerpo con mi blanca tibieza. Fueron orgasmos compartidos, desfasados, pocos segundos entre sí, exteriorizados, por ambos, con estremecimientos corporales y exclamaciones delatoras del placer que estaba culminando, pero paradójicamente, apenas había comenzado. Seguimos superpuestos y abrazados, hasta recuperar el aliento y la calma.
Consulté el reloj, eran las 6:25 pm. El turno era, como suele decirse, joven.
Conversamos, nos sinceramos. Silvia reconoció que se había dado cuenta, tempranamente, de mis intenciones “non sanctas”.
Inicialmente no tenía la menor intención de engañar al marido, ni conmigo ni con nadie. Con el tiempo comenzó a “mirar con cariño” la posibilidad pero, dijo, no era una mujer fácil “vendería caro su entrepiernas”. Tendría, yo, que adularla mucho y largo tiempo antes de ceder. Al ver que, pasaba el tiempo y yo me limitaba a “mirarla con ojos de cordero degollado” cada vez que nos veíamos comenzó a impacientarse primero, obsesionarse después. Es decir los dos estábamos, a ese punto, obsesionados el uno por el otro y ninguno de los dos se atrevía a sincerarse o, a dar pié para que la contraparte rompiera la impasse.
Hasta que ese martes, que fue cuando volví a verla con la radiografía y los análisis. No supo aislar con exactitud qué, pero algo sucedió en el consultorio que la decidió a tomar la iniciativa. Inventó la consulta a deshora del jueves siguiente por dos motivos, para dar un poco más de tiempo a mi recuperación y porque estaba menstruando.
Ahí me dí cuenta del porque no había exigido que usase preservativo en nuestra primera relación: por los análisis se sabía libre de peligro de contagios y por el fin del período, sin riesgo de embarazo..
La segunda cogida de la tarde, fue casi “All Inclusive”, faltó el sexo anal (un par de semanas después lo incluimos brevemente. Lo nuestro fue sexo como sucede desde el origen de los tiempos” ) pero todo lo demás lo hicimos y disfrutamos plenamente. A Silvia le encantaron los mimos de boca y lengua que le dediqué a su entrepiernas, ella retribuyó el regalo con una mamada de palo, huevos y alrededores para el “Guiness”. La culminación, es decir, el sexo propiamente dicho, fue con variaciones múltiples: cucharita, ella cabalgando primero y haciendo ostentación de su soberbio culo en cuatro, luego y como epílogo un misionero desaforado, con sendos orgasmos, aún más ostentosos que los primeros de esa tarde / noche, “subrayados” a viva voz de modo que, los dos, tuvimos un claro mensaje de la magnitud del éxtasis que experimentaba el otro.
Nos higienizamos y a las 7:50 pm, dejamos el hotel.
Desde ese día, frecuentemente, Silvia “me dio turnos”, en un telo para mitigar mutuas urgencias anatómicas, por supuesto, pero también espirituales porque ambos, disfrutamos con intercambio de vivencias, sentires, linduras y fealdades de la vida.
Nuestra relación profesional/carnal se prolongó más de 2 años. Ella se trasladó a otro país con su marido e hijos.

7 comentarios - Atendí a mi doctora.

chikabisex
Muy bueno!!! Te dejo 5 puntines
FaradayD
para matarse a cogotazos
AlejandroMillo14
muy bueno, como siempre...no dejo 10 si no hay fotos de ella en bolas, pero lo merecía
unmagoalsur
Gran relato, muy buena historia y muy bien contada.
amigolo
Buen relato. Van puntos.
kramalo
muy bueno...!! la verdad, te salio bastante bien...cuando los planetas se alinean.....ja! saludos.