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Toygirl.

Me sentía como un gran trozo de carne en esa habitación vacía, atada las manos con cordeles, y el sentimiento de que algo iba a suceder en cualquier momento.
Alenté a mis sentidos a estar más despiertos para que pudieran comprobar si las voces se acercaban. Las voces de mis sádicos, me sentía la esclava más sexual del momento, dispuesta a todo, cubierta de deseos por ser estrangulada con sus sexos.
Engordar la lujuria con sus dotes preciados que en cualquier instante entrarían erectos por el túnel que podían divisar mis ojos.
Mi vagina se calentaba con solo sentir la curiosidad que albergaba el vacío lugar. La ansiedad se hacía insolente, el temor se hacía presa de mi ardor.
Por mis brazos no podía circular la sangre.
Mis piernas las mantenía cruzadas impidiendo que el líquido se derramara por mis muslos, quería conservarlo para cuando los indicados ingresaran.
En este mundo es muy fácil conseguir realizar nuestras fantasías. Pensaba.
Te encuentras con las personas correctas, y puedes dar rienda suelta a lo que se te ocurra.
Solo debes dejar de escuchar el miedo, la vergüenza y la inseguridad. Lanzarte como diabla a cumplir tus más sórdidas fantasías.
Y es así como hoy me encuentro aquí. Desperté en este lugar.
Anteriormente recordé risas, vendas, sonidos, el encender de un motor. Las ininteligibles conversaciones. La curiosidad me llevo aquí, pero también el querer cumplir lo deseado.
Solo quería que comenzara la función. Sin embargo, esta tardanza provocaba uno de los sentimientos más insoportables “La desesperación” que hoy era exquisita amiga de mi realización.
Escuche pronto las presencias. Se acercaban.
Mire al frente y como yo esperaba los penes comenzaron a entrar por fila. En este juego sado, solo veía el objeto, los objetos que usarían para sodomizarme.
Las burlas, las risas, las palabras que me alentaban a sentirme como una puta resonaban en mis oídos. Abrí un poco más las piernas para que pudieran contemplar lo mojada que me encontraba. Este era mi recibimiento a sus miembros hambrientos.
Una de las manos agarro mi cuello, y lo apretó fuertemente.
Otros 2 comenzaron a manosearme y escupirme en la cara llamándome “Zorra”. No sabía cómo me excitaba la situación que me estaban brindando.
Uno último introdujo en mi vagina rápidamente unas bolas chinas. Una a una mientras yo me quejaba.
-¡Te quejas, zorra! Eso que ni siquiera hemos empezado, esto es solo el inicio, perra.
Me golpeo la cara a mano abierta. Sentí el calor sonoro en mi mejilla. Me ardía y me humedecía al mismo tiempo. Quería recibir más.
Rogué, chille por más.
Solo se reían.
El que me había acariciado la mejilla dos dedos embadurnados en mí culo. Comencé a gemir mientras mordisqueaban mis pezones, los tiraban queriendo romperlos.
Querían rasgarme por todos lados. Me sentía bendecida por tan exquisito momento.
Me sellaron la boca amarrando un instrumento que ingresaron en mi boca. Amarrada, penetrada, y sin poder gemir me encontraba sintiendo la satisfacción más grande mi vida.
Los escupitajos llenaron todo mi cuerpo, quitaron las bolas de mi sexo, los dedos de mi culo y me soltaron las amarras.
Uno de ellos se acostó debajo de mí, y otro se posiciono en mi delantera, mientras que un tercero quito el artefacto, e introducía de lleno su pene en mi boca. Y en esa posición uno de ellos lentamente metió su pene en mi trasero, otro en mi vagina y estaba siendo penetrada por todos mis orificios.
El cuarto grababa el momento desde abajo podía observar su pene erecto.
Mi expresión era de un dolor satisfactorio.
Mis ojos llorosos codiciaban los penes que me eran entregados. Adoraba que este momento fuese documentado.
Sus penes comenzaron a ingresar violentos y la lluvia de semen comenzaban, todos dejaron de penetrarme y lanzaron sus líquidos en mi cuerpo. Acompañado de insultos y escupitajos.
-Toma perra, ensuciate de toda nuestra leche.
Abrí la boca gloriosa intentando agarrar el semen que saltaba por chorros en mí.

Con una sonrisa, mi cuerpo cubierto por su explosión sonreí a la cámara.

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