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Un matrimonio ejemplar (2da. parte)

Mi querida esposa ahora me pide que escriba sobre la relación que ella tiene con mis amigos y compañeros de trabajo. La verdad, que en eso también es una esposa ejemplar. Hace 5 años que conseguí este empleo. Antes de que la conocieran el trato para conmigo en la empresa era bastante frío, pero la simpatía de mi mujer hizo que me ganara un lugar de importancia dentro del trabajo. No hay fiesta ni reunión donde no nos inviten, y es que, como ya dije, ella sabe convertirse en el alma de la fiesta.
La primera vez que fui invitado a una reunión en la casa del Gerente General, junto con todos los demás empleados ejecutivos, ella supo ganarse la confianza de mi superior. Tal es así, que, hoy por hoy, nos sigue invitando a las reuniones, cosa que no hace con el resto de mis colegas.
Estoy seguro que si no me hubiera casado con María Laura, mi vida laboral sería mucho peor. Seguiría detrás de un escritorio sin relacionarme jamás con la gente importante.



Una vez resuelta mi insatisfacción sexual gracias a mi sex toy, ahora era el momento de ocuparme de solucionar también mis necesidades económicas.
Mi esposo es muy bueno. Demasiado bueno. Carece de la malicia que hace falta para abrirse camino en los negocios, y siempre le había pasado lo mismo. Los demás recibían los ascensos, los privilegios, los premios, y muchas veces por las ideas que él tenía. Decidí entonces que iba a dejar que mi esposo trabajara como siempre, y yo me encargaría de generarle las oportunidades de ascenso.
Al poco tiempo se organizó una reunión en la casa del Gerente General donde fuimos invitados. Ese día me arreglé con mucho esmero. Con ropa sobria, pero sensual, que no mostraba nada, pero sugería todo. Mi marido estaba encantado.
Al llegar nomás, todos sus colegas se arremolinaron en torno nuestro para que Fabián nos presentara. En muchos de ellos vi un gesto de incredulidad. No podían convencerse que el nuevo tuviera semejante mujer. Todos se apresuraron a ofrecerme un trago, cigarrillos y lo que yo quisiera, cosas que rechacé amablemente y con una sonrisa, quedándome colgado del brazo de mi esposo, para que todos supieran quien era mi dueño. Especialmente el Gerente General que entró un rato después y si bien fue muy diplomático, me desnudó con una sola mirada.
Jorge,que así se llamaba el Gerente, era un hombre de unos 50 años, con cabello entrecano y una estampa elegante y varonil. Fue saludando uno por uno a todos sus empleados y por fin llegó hasta donde estábamos nosotros.
- Fabián, me alegro que esté en nuestro barco. Confío en que su tarea será útil para la empresa.
- Gracias Sr, Gerente, le presento a mi esposa, María Laura.
- Sr Gerente, un placer conocerlo, dije con mi mejor cara de ama de casa.
- Jorge para Ud. Sra. Al fin no es mi empleada para que me mencione por el cargo que tengo en la empresa.
Charlamos unos minutos sobre banalidades, y luego quedamos solos, mientras Jorge seguía su recorrida. La última mirada que me dio, dejó bien claro que no sería la última.
Ya en plena reunión se organizó un baile, y todos los hombres que estaban sin pareja, se fueron acercando para bailar conmigo. Mi esposo, feliz del éxito de la reunión me alentaba para que bailara con ellos. Yo me resistí un rato y por fin comencé a salir a bailar. Cabe aclarar que el baile no es algo que le guste a mi esposo, y en cambio a mi me encanta.
A cada pareja tuve que controlarla luego de un par de temas, cuando intentaban acercarse mas de lo que es recomendable en una reunión empresaria. Y algunos, fueron tan lanzados que hasta me propusieron, salir al parque, o bien combinar para encontrarnos otro día. A todos les dije que no, con una sonrisa y agradeciendo sus atenciones. Mi tarea era no enemistarme con nadie, para facilitarle la vida a mi esposo.
Por fin fue el turno del Gerente. Se acercó a nuestra mesa, y diciendo que estaba sola pues su esposa había viajado, quisiera bailar conmigo un par de piezas. Mi esposo aceptó encantado , y allá fuimos al medio de la pista.
Su comportamiento fue mas que correcto, a diferencia de los diversos pícaros con lo que había tenido contacto esa noche.
- Baila muy bien María Laura. Perdón, puedo llamarte Laurita? No me dan los nombres largos.
- Por supuesto Jorge. Puede llamarme como le guste. No hay problema.
- La ví bailar toda la noche. Debe estar cansada.
Así que había estado vigilándome toda la noche, eh? Vaya Gerente, pensé.
- Un poco a decir verdad, pero la estoy pasando muy bien.
- Subiendo la escalera, la primera puerta a la izquierda es un simpático saloncito con unos sillones muy cómodos por si quiere descansar un rato sola sin que nadie la moleste. Puede entrar y cerrar la puerta con llave para tener toda la privacidad. Así se recupera del cansancio, dijo en forma neutra.
- Le agradezco la deferencia, pero no quisiera importunarle.
- Por favor. No hay ningún problema. De hecho ese salón es un privado de mi escritorio que está al lado. Cuando Ud. cierre con llave, solo se podrá acceder desde mi oficina, de la cual solo yo tengo la llave, me dijo al oído, así que nadie podrá molestarte.
Seguimos bailando como si nada y al terminar la pieza me dejó en la mesa con mi esposo. Me daba vueltas en la cabeza la insolencia de este hombre. Y a la vez, me excitaba la idea de encontrarme con él mientras transcurría esta fiesta con toda esa gente y mi esposo incluido. Era la palanca que necesitábamos para progresar.
- Querido, estoy un poco cansada, dije
- Podemos irnos cuando quieras, dijo mi marido
- No mi amor. No quiero que pierdas la oportunidad de alternar con esta gente. La mujer del guaradarropas me comentó que arriba hay un saloncito privado donde podré recostarme un rato, si no te molesta. En media hora bajo como nueva.
- Me parece bien mi amor. Yo mientras seguiré disfrutando de la reunión.
Partí disimuladamente hacia arriba, asegurándome de que nadie notara mi intención.
Entré al saloncito, y cerré con llave.
Lo recorrí con la mirada. Era un lugar muy bonito. Un gran sofá de tres cuerpos y dos individuales ocupaban el centro del salón, una mullida alfombra ahogaba el ruido de los pasos, y lámparas ubicadas en las esquinas daban una semipenumbra que invitaba al descanso. Una puerta abierta de un lado, comunicaba con un pequeño baño totalmente equipado, y sobre la otra pared la puerta que daba al escritorio de Jorge.
Me acomodé en el sofá y cerré los ojos para descansar un poco.
Un suave ruido a cerradura recorrió el ambiente. Una puerta se abrió y volvió a cerrarse suavemente.
Una mano cálida acarició mi mejilla, y mis cabellos. Abrí los ojos, y frente a mí estaba Jorge mirándome con esos ojos que eran mas que una invitación.
- Haré lo posible para que te relajes, dijo mientras sus dos manos acariciaban mi cuello y mis hombros. Volví a cerrar los ojos. Los breteles de mi vestido, cayeron de mis hombros y las manos de Jorge fueron reemplazadas por su boca que recorrió mi cuello y mis hombros ahora totalmente desnudos.
- Se va arrugar mi vestido, dije suavemente.
- No podemos permitir eso, dijo, y levantándome del sofá me hizo girar y ágilmente bajó el cierre de mi vestido el cual cayó lentamente hasta el suelo, quedando solo con mi ropa interior. Salí de dentro de mi ropa, y Jorge lo levantó y lo colocó sobre uno de los individuales.
Cuando volvió, me abrazó suavemente, mientras su boca buscaba la mía. Nos encontramos y nos fundimos en un largo beso húmedo.
- Me encanta la gente de esta empresa. Espero que mi marido pueda progresar en ella y nunca piense en buscar otro empleo.
- Eso dejalo por mi cuenta. Progresará y tu estarás siempre satisfecha.
Luego de un momento, se retiró y lentamente se quitó los zapatos, desabrochó su pantalón, y se lo quitó, quedando solo con un boxer de seda que marcaba un bulto interesante.
Hizo que me sentara nuevamente en el sofá, y frente a mí, se bajó el slip y me ofreció una verga dura y mojada. Tendría 17 ó 18 cm. de largo. No era la mas grande que había visto pero era respetable de todas formas. La tomé con mis manos y me la metí en la boca. El me tomó de los hombros y con los ojos cerrados disfrutaba del jugueteo de mi lengua.
- Así, así, decía entre dientes.
Luego de unos minutos, se separó de improviso.
- Lamentablemente no tenemos toda la noche, y tomándome de las manos hizo que me pusiera de pie. Hizo que me diera vuelta y con habilidad me quitó el soutien y la bombacha que todavía tenía puestas. Así, totalmente desnuda hizo que subiera de rodillas al sofá.
Se colocó a mi grupa y sorpresivamente fue su lengua la que tomó posesión de mi sexo. Me dio un viaje de ida y de vuelta como nunca me habían dado. No habían pasado 3 minutos que me había corrido como una princesa.
Jorge con paciencia, esperó que terminara mi orgasmo y luego el lugar de su lengua fue ocupado por su vara, que separó mis labios vaginales y de un solo envión se enterró hasta el fondo. Sus manos buscaron mis tetas que estaban excitadas con los pezones como piedras y mientras me serruchaba, magreaba mis pezones con delicadeza. Las sensaciones eran increíbles.
Tiramos así un largo rato. Yo ya había obtenido mi orgasmo así que estaba satisfecha, y decidí regalarle uno a mi macho como compensación. Mi mano buscó sus pelotas entre mis piernas y las acaricié hasta conseguir descontrolarlo. Me clavó hasta las cachas y se vació como un animal gimiendo y suspirando.
Quedo sobre mí unos minutos hasta recuperarse. Su verga blanda salió de mi cuerpo y detrás de ella chorros de semen brotaron.
Se separó, y rápidamente se vistió.
- Por ser la primera vez, no estuvo mal. Espero verte mas seguido en estas reuniones. Allí tienes el baño para ponerte presentable nuevamente. Un placer tirar contigo.
Dio media vuelta y salió como había entrado. Fui al baño, me lavé para sacarme el olor a macho y a sexo, me vestí nuevamente y cuando estaba casi lista, golpearon la puerta.
- Mi amor, ¿ estás ahí?
Abrí la puerta mientras acomodaba mi vestido.
- pasa mi vida, ya estaba por bajar.
- Bueno, vamos. Me preocupé porqué no venías. Temí que no te sintiera bien.
- Estoy perfectamente amor. Pero te cuento que hice una travesura, dije sonriendo, como estaba sola y la habitación cerrada, me quité el vestido para no arrugarlo mientras descansaba recostada.
Mi esposo se rió.
- Que inocente que eres querida. Eres una verdadera niña.
Al mes siguiente, ascendieron a mi esposo a sub-gerente. Por fin reconocían sus méritos…. Y los míos...

3 comentarios - Un matrimonio ejemplar (2da. parte)

pepeluchelopez
Buenos relatos, lástima q sólo me quedaban 5 para dar, saludos
Stooge
excelente +5. saludos
Un matrimonio ejemplar (2da. parte)