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Con una hermosa de 19 años

(Primera parte, de tres)

Algunas fotos son de la Web, otras, de ellas y de mí

Eran más de las 3 de la madrugada y estaba cansado de manejar, así que cuando vi al costado de la ruta una estación de servicio, con alojamiento, decidí detenerme y continuar viaje al otro día.
Al acercarme, a la entrada de la playa, vi a más de diez chicas. Algunas estaban inclinadas sobre las ventanillas de autos; otras, separadas cada tres metros, apenas vestidas. Todas ofreciendo sexo pago.
Con una hermosa de 19 años
Me calenté. Pensé que, luego de bañarme y cenar, buscaría alguna putita. Detuve el auto al lado de una piba de lindas piernas y le pregunté cuanto pedía, que hacía en la cama, y en dónde.
Me estudió y con tono ausente respondió (traduzco los precios en dólares): “Pete, diez; simple, veinte; completo, treinta. Eso en el auto, sino, en las piezas del parador, que cuestan 20 pesos”
- Voy a alojarme ahí; ¿cuánto pedís por la noche?
- ¿Cuántos años tenés? –retrucó.
- 49; ¿por qué?; Vos, ¿qué edad tenés?
- Porque no me quedo con viejos, pero vos parecés bien…; Te cobro cincuenta. Y tengo 22.

No podía gastar ese dinero. Me excitó la putita, pese a su poca onda. Disimuladamente saqué fotos con el celular. Después las pondría en el archivo de la notebook y disfrutaría a solas. Reinicié la marcha. Cargué combustible y estacioné delante del albergue.

Carolina

Al bajar de mi vehículo observé a una jovencita parada al lado de la puerta del alojamiento.
Muy bonita de cara, delgada de cuerpo, aspecto elegante. Si no fuese por como estaba vestida, pasaba por una chica que esperaba a su familia para irse a dormir.
La pendeja vestía un pantalón jean cortísimo, el cual dejaba descubiertas sus preciosas piernas y marcaba una deliciosa cadera y culito. Arriba, un top suelto, levantado por senos indudablemente prominentes, mostrando una cintura fina y vientre firme.
puta
Reitero: pese a la ropa provocativa, el aspecto de la piba no parecía de puta.

“Qué rica pendeja para coger toda la noche”, pensé. Me imaginé chupando su conchita estrecha, suave, rosadita… Y hundiendo mi cara, mi lengua, en ese culito tierno… El único modo de cumplir mis deseos era que pagase por su cuerpito. Pero me imaginé que esta nena debía cobrar el doble que la chica a la que le había preguntado su tarifa. Creció mi apuro para pajearme.

Avancé hacia la entrada del albergue.
Al pasar al lado de la bonita, sin mirarla, advertí una mano tocando suavemente mi brazo izquierdo. Y una cálida, tierna, delicada voz.

- Señor…, perdone… ¿puedo hacerle una pregunta…?
- Decime… - contesté, simulando indiferencia.
- Usted…, ¿va a pasar la noche en este parador?
- Sí; ¿por qué?
- Este… pasa que tengo un problema…; y usted parece un buen hombre, serio… ¿Puedo pedirle un gran favor…?

No supe cómo reaccionar. Me asaltó la desconfianza; pensé que la piba, con ese aspecto ingenuo, en realidad fuese anzuelo de delincuentes. Y al mismo tiempo intuí que estaba delante de una gran oportunidad… La recorrí con mi mirada, mientras imploré a mi cerebro lucidez.

- No entiendo… ¿Estás perdida?
- Más o menos… Por eso le pido ayuda, señor… ¡Tengo miedo…! estoy sola…

Dentro de mí se mezclaron desconfianza, pena, deseo…

- Acompáñame; vamos a comer y me contás… - sostuve tras darle mi nombre, Alberto.

Durante la cena, Carolina, de 19 años, tal como verifiqué en su documento, me contó, llorando, con cruda franqueza, su problema.
Haciendo dedo había llegado allí, tres horas antes que yo, tras recorrer casi mil kilómetros desde su casa. Su madre la había expulsado del hogar, luego de que la descubriese en la cama, desnuda, masturbándose.
La exagerada decisión familiar obedeció a que en esa casa eran mormones. Confundida y enojada, en un pueblo cercano compró ropa provocativa, decidida a vengarse, dedicándose a coger por dinero.
- Pero desde que llegué acá, las chicas que se dedican a cobrar me pelearon… Un hombre que está ahí en los surtidores salió a defenderme, y me dijo que me quedé al lado de esta puerta… Cómo usted me pareció buena persona, le hablé…
Tras cenar, la pendeja entró conmigo al albergue, a una habitación con dos camas. La registré como mi sobrina.

- Andá a bañarte, ponete cómoda; yo voy a tomar un café y caminar un rato, así vos te dormís tranquila… - le dije.

Carolina clavó sus ojos celestes en los míos.

- No le creo; usted se va a buscar a una de esas chicas baratas y pagarles para tener sexo…
En parte había acertado. En realidad iba a dar una vuelta en el auto, a mirar putas, para luego de excitarme, estacionar y pajearme dentro del auto.
- ¡Nada que ver! No pago por sexo…
- Disculpe, no quise ofenderlo; me doy cuenta que no es esa clase de hombres… Además, seguro que está casado…
- Divorciado. Lo único que quería era dejarte sola para que te bañes y duermas…
- Alberto, ¡no se vaya por favor!; no me deje sola… ¿Qué le parece si primero se baña usted, se acuesta, y después me baño yo? Yo apago las luces y no voy a hacer ruido…
Concedí su pedido. Me di una ducha y envuelto en un toallón salí del sanitario y me metí a mi cama. Carolina fue a bañarse. Al escuchar el agua correr y quedarme solo pensé en masturbarme, pero deseché el deseo, me puse de costado, dando la espalda a la cama donde ella dormiría, y cerré los ojos.
pendeja
Escuché cuando salió del baño, sentí el aroma de adolescente al costado y percibí los movimientos al acostarse ella.
Yo continuaba caliente, no podía dormirme, mientras que la chica parecía respirar entregada al sueño.
Despacio, me levanté y en bóxer fui hacia el baño. Además de orinar, quería masturbarme.

Me senté en el inodoro y tomé mi pija, pero observé que en un rincón estaba la ropa que Carolina se había sacado. El pantaloncito, el top, y una minúscula bombachita. Las levanté, miré detalladamente y, como había hecho tantas veces con ropitas semejantes, las pase por mi cara, nariz, boca… La verga la tenía al palo. La rodeé con la tanguita mientras que puse el breve pantalón sobre mi cara…
Se me ocurrió que disfrutaría mucho más si me ponía la bombacha y me acostaba, para pajearme entre mis sábanas.
Estiré la pija para atrás y pese al minúsculo tamaño de la tanguita logré calzármela. ¡Qué rico! No era la primera vez que hacía esto: en mi casa, en cama, el sillón, delante de la computadora, miraba porno poniéndome tangas. Como en esas oportunidades, gozaba con el hilito metido en el culo y la pija saliendo por el costado…

Me cubrí con un toallón y fui a mi cama. Miré hacia la cama de Carolina y la vi dormida. Me acosté, desprendí el toallón y quedé sólo con la bombachita. Boca arriba, puse la pija erecta, con el glande mojado entre los muslos y empecé a moverme, silenciosamente.
Quería gemir, gritar, como hacía cuando estaba a solas o con una puta, pero ahora debía pajearme en silencio. Gocé el doble. Me puse de costado, mirando hacia donde estaba Carolina. La sábana estaba sobre debajo de sus hombros, deliciosos, y advertía la silueta de su cintura, caderas y piernas. ¡Hermosa imagen!

Imaginé chupando sus tetas, hundiendo mi lengua en la conchita, lamiendo sus muslos, sintiendo su boquita comiendo mi pija, metiéndole verga por delante y atrás…
Las sensaciones fueron tan sabrosas e intensas que no pude evitar cerrar los ojos.

Hasta que escuché la voz de Carolina.

- Alberto, yo también tengo ganas….
pija

La hermosa pendeja estaba sentada al borde de su cama, mirándome, sólo con una tanguita sobre sus piernas abiertas, tocándose la vagina. ¡Era impresionante…! Su cuerpito parecía dibujado, belleza de jovencita semejante solamente veía en imágenes… Entre maravillado y avergonzado apenas balbuceé:

- Ehhh… Carolina… no es lo que pensás… Lo que pasa es que…
- ¿Qué cosa? ¿Qué se está pajeando? ¡Me encanta! ¡Déjeme ver…!

Y arrojándose sobre mi cama levantó la sábana y cubrecama. Al descubierto quedó mi pija parada y la tanguita.
- ¡Esa es mi bombacha! ¡Se pajea con mi bombacha puesta! – exclamó con sus lindos ojos abiertos.
No supe que decir ni hacer. Temí que saliese corriendo para denunciarme. Sin embargo me tranquilizó su sonrisa.
- Alberto, ¡es inmensa tu pija, relinda!; ¡me encanta! ¡Qué bien te queda mi bombacha…! ¿Me dejás tocártela? – preguntó, tuteándome.
Sin esperar mi respuesta, la preciosa joven tomó con sus dos delicadas manos el pene.
- Carito hermosa, ¡es tuya!; hacé lo que quieras con mi pija…

Delicia

Estaba deliciosamente asombrado y maravillado: una jovencita preciosa, educada, arrebatadoramente sexy, estaba a centímetros de mis ojos y mis dedos. Quedé en silencio, admirándola. Para mí era perfecta: hermoso rostro, cuello alto, hombros frágiles, brazos delgados, pechos redondos y pero duros, cintura finísima, vientre plano, y una conchita sabrosa, depilada… Y además, ¡no estaba pagando!
Carolina seguí con sus dos manitas en mi verga. ¡Qué suavidad placentera!; comencé a gemir… Me di cuenta que si no me separaba, acabaría en breve. Tomé sus manos y las besé.
Con timidez, temiendo que un movimiento brusco de mi parte evaporase la maravilla, adelanté mis manos hacia el cuerpo de ensueño y la puse con sus piernas abiertas sobre mí. Acaricié las tetas, el vientre, cintura, espalda, cola…
Apenas sentía su peso; calculé que no debía superar los 45 kilos.
- Recostate, boca abajo, te voy a hacer gozar mejor que cuando te pajeas…-ordené.
- Alberto… Te cuento, nunca me cogieron…
- ¿¡Sos virgen…!? – dije, asombrado.
- Si… ¿No querés…?
paja
La última vez que había desvirgado a una chica databa de más de veinte años atrás. Entonces expresé:
- Ponete boca arriba, abrí tus piernas… Te voy a dar la mejor primera vez…
Carolina obedeció. Y yo descendí mi cabeza hasta su deliciosa entrepierna.
Mis labios y lengua recorrieron la fresca y suave vulvita y contornos, mientras mis manos acariciaban las tetas. Ella comenzó a gemir y agitarse. Cuando sentí en la boca sus primeros juguitos, bajé hasta sus pies. Eran bonitos. Los besé, acaricié, dedicando tiempo a cada uno de los deditos. Estando boca abajo recorrí con mi lengua y labios por la pantorrilla, me detuve en la parte posterior de la rodilla, y continué lentamente avanzando. Llegué al culito, que masajeé, hasta alcanzar su conchita. Ya estaba húmeda, caliente, olorosa… Mi lengua recorrió los labios rosaditos, y suavemente fui separándolos, mientras mis dedos paseaban por los muslitos suaves, las nalgas, las tetitas, las axilas.
bella

Sin apurarme, llegué al clítoris palpitante de Caro. Me concentré en ese pedacito, besándolo, mordiendo, aspirando, en tanto que saboreaba los juguitos de la pendeja. Ella ya gritaba, y sus manos empujaban mi cabeza, y sus caderas se agitaban salvajes…

-¡Si amor, si papi, ahí, si, si, seguí, seguí…! ¡Agh mmm, cógeme…! –exclamó.

Jadeaba como yegua, sus orgasmos llegaban, por lo que metí mi dedo mayor en la conchita mientras retuve su clítoris entre mis labios, moviéndolo en círculos con la lengua. Y su cuerpito se arqueó, me puteó, gritó insultos, y tuvo tres orgasmos seguidos…
Me deslicé al costado, agotado, con toda la cara mojada por sus jugos, feliz de haber comido a una pendeja hermosa.
Cerré los ojos. Repasé mentalmente las delicias de la nena que tenía a mi lado. Yo no había acabado.
concha
- ¿Me vas a meter tu pija? – reclamó.
….


(Continúa)

4 comentarios - Con una hermosa de 19 años

djlando30 +1
jjj la verdad que me quito el embole este relato, esta bueno, vamos por la segunda parte
Blues_Local1 +1
Muy buena historia, espero la continuacion
foxserg +2
Es re vieja la historia. Hace rato esta publicada completa con otro titulo
http://www.poringa.net/posts/relatos/2740309/Ella-19-yo-48-completo.html