Los relatos se desarrollan en un curso de Hogwarts que podéis intentar encuadrar en la historia de los libros, pero realmente ni las edades de los personajes ni lo que ocurra tienen que ser necesariamente coherentes con la historia oficial.
Errores
Otra noche más en la soledad de su cuarto. Vivir en casa de sus tíos se le hacía más pesado cada verano que pasaba. Lo único que le permitía aguantar era saber que en breve se reuniría con su verdadera familia. Si lo que Ron decía en su última carta era cierto, en menos de una semana podría volver a disfrutar de La Madriguera y dejar atrás las incomodidades del mundo muggle. Mientras tanto, procuraba no relacionarse demasiado con el mundo exterior, y sólo las escasas cartas que intercambiaba con sus amigos le alegraban los largos días de verano que pasaba encerrado entre esas cuatro paredes.
Comunicarse mediante lechuzas era difícil. Por muy largas que fuesen las cartas que se enviaban, la lentitud y la necesidad de contarlo todo por escrito no permitía estar al día de los últimos acontecimientos. Le dolía especialmente no saber más de Ginny, que se había ido de viaje a Brasil dos meses antes, y desde entonces sólo le había escrito una vez para decirle que todo iba bien, sin más. No tenía nada que reprocharle, sin embargo, porque su corta relación ya había terminado y le había dejado pocos recuerdos.
El tiempo con Ginny había pasado muy rápido, pero su relación apenas avanzaba. No había llegado a intimar lo suficiente con ella porque siempre había una clase, un examen o una fiesta a la que acudir, por no hablar de la distribución de dormitorios en Hogwarts.
Harry se cansó pronto de recordar los besos y las caricias que se habían dado el uno al otro. Dejó de ser suficiente pensar en el único contacto realmente íntimo del que podía hablar sin mentir: el de la biblioteca. Había sucedido poco antes de que terminase su relación, una noche cercana a los exámenes en la que Ginny se comportaba de forma extraña. No había apenas gente a esa hora, y los únicos que compartían la sala de estudio con ellos eran Hermione y Dean, muy concentrados en el examen que se acercaba.
- ¿Me puedes ayudar a alcanzar este libro? -le preguntó Ginny desde una estantería alejada.
Cuando Harry fue y se subió a la escalera para recoger el libro, estuvo a punto de saltar al notar la mano de su chica posarse en su entrepierna. Bajó la mirada y ella apartó el brazo rápidamente.
- Perdona, pensaba que te ibas a caer y sólo quería ayudar -dijo, tratando de parecer inocente.
Nada más coger el libro, Harry descendió para recibir un beso que, junto a lo que acababa de pasar, le iba a hacer difícil volver pronto a la mesa sin pasar una tremenda vergüenza. Tras jugar con su lengua y morderle el labio inferior como si lo quisiera de trofeo, Ginny se acercó más y le dijo al oído:
No entendía lo que estaba pasando. Nunca habían llegado a tener esa intimidad, sino que eran mucho más cohibidos incluso estando solos, pero Ginny parecía salvaje y Harry no iba a dejar pasar su oportunidad.
- Hermione, ¿podrías explicarme la diferencia entre los efectos del ajenjo y el díctamo en una poción de olvido? -preguntó Harry.
- ¡Claro! -respondió ella-. El problema está en la concentración del fluido que pretendas conseguir, porque si bien algunos autores...
Hermione seguía hablando desde el lado contrario de la mesa, pero Harry ya no escuchaba nada. La misma mano que se había posado antes en sus pantalones había decidido que era un buen momento para meterse dentro de ellos. Lanzó una mirada fugaz a Ginny, que parecía muy concentrada en un volumen enorme de Defensa contra las Artes Oscuras.
- ... de modo que si quieres potenciar el efecto lo más recomendable es que no uses ninguno de los dos -sentenció Hermione.
- Mu-muchas gracias, ahora y-ya lo entiendo – dijo Harry con voz temblorosa.
Hermione se fijó en él con ojos suspicaces pero decidió volver a encerrarse en sus libros, mientras Harry trataba de mantener la compostura a pesar de lo que estaba sucediendo. Ginny ya se había hecho con el control total de la situación. Parecía estar estudiando sin mayor distracción, pero su mano derecha estaba haciendo maravillas debajo de la mesa. Cambiaba el ritmo en el momento justo, de forma que Harry no llegaba a desesperarse cuando la movía lentamente, ni al clímax cuando aumentaba el número de sacudidas por minuto.
El joven mago estaba pensando en lo morbosa que estaba siendo la primera vez que una chica lo masturbaba cuando Ginny lo soltó y escribió en un trozo de pergamino que posteriormente dio a Harry: "Disfruta de este pequeño adelanto". Dean estaba lo suficientemente alejado como para no enterarse de nada, y Hermione no levantó la vista de sus libros ni cuando la pelirroja se agachó para recoger una pluma que había tirado a propósito.
Una vez debajo de la mesa, todo sucedió en cuestión de segundos. Harry notó cómo su novia recorría con la lengua todo el camino hasta posarse en el glande, para posteriormente besarlo y meterlo por fin entre sus labios. Ya era prácticamente imposible aparentar normalidad. La cara de Harry se congestionaba y gotas de sudor le caían por la frente. El esfuerzo por no correrse en ese mismo instante era titánico. Sabía que los labios de la pelirroja eran carnosos, pero no había comparación entre el disfrute de besarlos y el de sentir cómo Ginny los usaba para darle placer acariciando buena parte de su miembro mientras lo metía y lo sacaba de la boca. Apenas fueron 8 o 9 los viajes de ida y vuelta que Ginny realizó antes de levantarse de nuevo para no levantar sospechas, pero Harry sabía que lo iba a recordar toda la vida.
Sin embargo, el placer de aquella travesura le iba a salir caro. Tan pronto la pelirroja volvió a su sitio, la mano volvió a agarrar lo que ya parecía de su propiedad. Ahora estaba claro, Ginny no quería dejarlo a medias y Harry sintió el ritmo frenético con el que su novia le estaba machacando. Ese instante en concreto es el que seguía atormentando a Harry aun habiendo pasado más de 6 meses. Mientras Ginny seguía haciendo magia bajo la mesa, Harry levantó los ojos y cruzó la mirada con Hermione. No sabría cómo calificar la expresión de su rostro, pero lo siguiente que vio fue cómo su amiga, aparentemente acalorada, comenzaba a levantarse el jersey de lana de Hogwarts, para quedarse sólo con la camisa. En el momento en que lo pasaba a la altura de los hombros, fue como si todo sucediese a cámara lenta. El movimiento hizo que del jersey saliesen rebotando los enormes pechos de Hermione, ceñidos en una camisa blanca con algunos botones desabrochados que transparentaba un sujetador blanco de lunares negros y permitía ver una pequeña parte de un canalillo que parecía inacabable.
No pudo aguantar más. Con los ojos fijos en las tetas de Hermione y con las sacudidas cada vez más rápidas de la mano de Ginny, Harry cedió y se corrió como nunca había hecho en su vida, todavía intentando mantener la dignidad por encima de la mesa. Giró la cabeza y donde esperaba la sonrisa juguetona de Ginny sólo encontró una expresión de enfado. La pelirroja lanzó un hechizo para limpiar el estropicio y salió de la biblioteca sin recoger ni siquiera los libros. Al otro lado de la mesa, Hermione parecía sorprendida por la actitud de Ginny. Harry vio cómo se abrochaba dos botones de la camisa y, ruborizada, se volvía a entregar a sus libros. Todo había salido mal, y tanto su novia como su amiga habían visto perfectamente cómo se quedaba embobado ante la visión de unos simples pechos. Harry no podía estar más avergonzado, ahora que la excitación se iba pasando, de modo que tan pronto se calmó, se despidió de sus compañeros y salió corriendo hasta llegar al dormitorio, en el que todos dormían ya.
Inicio
El recuerdo de la noche en la biblioteca tenía efectos contrapuestos en la mente de Harry. Porque a pesar de lo mucho que le excitaba, sabía que era el causante de muchos de sus males.
- Cariño, sólo fue una estúpida coincidencia. Sabes que sólo te deseo a ti. Que estuviera mirando hacia un lugar u otro es indiferente -había dicho Harry tratando de arreglarlo.
- ¿Te crees que soy estúpida? Vi perfectamente cómo te quedabas como un auténtico gilipollas mirando sus... Da igual, esto no va a ninguna parte, dejemos de perder el tiempo. No es culpa tuya que no te guste lo suficiente.
- Ginny, por favor...
Nada había vuelto a ser igual. Aunque por el bien del grupo mantuvieron una relación de amistad, Ginny siempre evitaba quedarse a solas con él e incluso hablarle, en la medida de lo posible. Por otra parte, Hermione no se dejó ver durante más de una semana, con la excusa de estar preparando los exámenes. Cuando volvió, la relación con ella no volvió a ser la misma y hasta Ron le preguntó si le pasaba algo, a lo que Hermione contestó con evasivas. Por supuesto, Harry no podía contarle a su amigo nada de lo que había pasado. Sólo empeoraría las cosas.
Con su mente de nuevo en casa de los Dursley, Harry se agachó para recoger el álbum de fotos que guardaba bajo la cama para evitar que su tío lo encontrase. Tras ver la foto de sus padres que le había regalado Hagrid y la todavía más antigua de los miembros originales de la Orden del Fénix, Harry acudió a la que había visto mil y una veces. En ella, salían Ron, Hermione y él mismo saludando a la cámara y poniendo caras estúpidas. Estaban pintados con los colores de Bulgaria e Irlanda, en el día previo a la final del Mundial de quidditch. Había pasado ya mucho tiempo, pero en su mente todavía lo vivía como si hubiese ocurrido ayer.
El fin de semana había comenzado con un auténtico madrugón. Para llegar al traslador a tiempo, la señora Weasley los había despertado a las 6 de la mañana. Mientras desayunaban, todavía en pijama y con legañas en los ojos, por la puerta apareció Hermione con sus maletas. Arthur había ido a recogerla a la estación de tren de Londres justo a tiempo para el partido. Harry y Ron se quedaron pasmados ante el cambio que había dado su amiga durante ese verano. Con su ropa muggle, Hermione dejaba que se apreciase un cambio tan grande en su cuerpo que sus amigos pensaron en atribuirlo incluso a algún tipo de hechizo.
Con todo esto en mente, y tras charlar un rato de lo que habían hecho este verano, el señor Weasley los llamó desde el jardín.
- ¡Vamos chicos! ¡El traslador se va a ir sin nosotros como no os apuréis!
- ¡Qué ganas tengo de ver mi primer partido profesional! -dijo una entusiasmada Hermione.
Los chicos se limitaron a asentir con la boca semiabierta, todavía dándole vueltas a la cabeza para tratar de entender cómo había cambiado tanto su amiga.
Cuando llegaron a la bota que les iba a llevar al campamento del Mundial, todos se agarraron a ella y cayeron en una explanada cubierta de hierba, con un bosque alrededor. A lo lejos se veían muchísimas tiendas de campaña y una cantidad de gente que no parecía que pudiese caber en ellas.
Los tres amigos cogieron las garrafas y se dirigieron a un río cercano.
- Chicos, ¿habéis pasado un buen verano? -preguntó Hermione, y con una sonrisa dijo-: Seguro que habéis ligado lo vuestro.
- En Privet Drive se liga poco o nada. Al menos no con nadie que me interese.
- La que seguro que ha ligado eres tú -dijo Ron, con tono acusador.
- ¿Qué quieres decir?
- Nada. Es que has... crecido bastante -respondió Ron, ruborizándose tanto que la cara le quedó como un tomate.
- ¿Que he cre...? -de pronto Hermione bajó la mirada hacia el lugar en el que Ron había puesto la suya, y rio-. ¿Te parece normal decirle eso a una amiga? ¡Harry, dile algo!
Harry dirigió también sus ojos al mismo punto, manteniendo la vista fija unos segundos mientras su amiga se ruborizaba.
- Tienes razón. Ron, eres un cerdo -dijo Harry finalmente, fingiendo enfado-. Que Hermione ahora tengas las tetas más grandes de Hogwarts no es excusa para tratarla así.
- ¡Harry! Eso no es lo que te he pedido. ¡Sois unos idiotas! -Hermione seguía riéndose mientras los empujaba y echaba a correr-. A ver si podéis ganarle una carrera a vuestra crecidita amiga.
El resto de la tarde todo fue mucho más cómodo, habiendo perdido la vergüenza tras tanto tiempo sin verse y al haber pasado por el tema tabú. A la noche, cuando todos se habían ido a dormir. Los 3 amigos seguían contando historias y riéndose alrededor de la hoguera.
- Echaba mucho de menos esto -dijo Hermione-. Este verano ha estado muy bien, incluso he conocido a un par de chicos interesantes, pero nada como estar de vuelta con vosotros.
- Ni os imagináis lo bien que me siento aquí, chicos, estaba volviéndome loco con mis tíos.
- Sí, estos momentos son geniales. Perdona por lo de antes, Herm -dijo Ron-. No pretendía faltarte al respeto.
- Tranquilo, entiendo cómo funcionan tus hormonas, salido -replicó Hermione con una sonrisa-. Además, prefiero poder hablar de esto con normalidad. ¿Somos amigos, no? Y seguro que no soy la única que ha crecido últimamente.
- Es posible -dijo Ron, mientras observaba el cuerpo de su amiga-, pero no se nota tanto.
- Exacto, podemos ver perfectamente todo lo que has cambiado -confirmó Harry.
- Creedme, yo también puedo notar perfectamente lo que vosotros habéis crecido -dijo Hermione con una mirada misteriosa.
Esa noche, Harry había pensado en su amiga como mujer por primera vez en su vida. La tienda en la que todos dormían era casi tan grande como la Sala Común de Hogwarts, pero desde su habitación, Harry pudo ver cómo en la penumbra Hermione se cambiaba con la cortina abierta. Apenas podía apreciarla, pero conforme sus ojos se acostumbraron, pudo distinguir en las sombras a su mejor amiga desprendiéndose del vestido veraniego que llevaba y desabrochándose el sujetador. Lo poco que Harry pudo intuir entonces fue suficiente para provocar una erección considerable que tuvo que calmar en el momento. Al acabar se sintió culpable, pero ya no había vuelta atrás. Los amigos también se podían sentir atraídos sexualmente, ¿verdad?
El día siguiente había sido memorable, disfrutando de la fiesta que los seguidores de las dos selecciones que se enfrentaban esa noche habían preparado. Bebieron más cerveza de mantequilla de la necesaria y bailaron, comieron, rieron y llegó la hora del partido. Todos se dirigían ya hacia el estadio excepto las chicas, que se estaban preparando todavía. A mitad de camino, Harry recordó que había olvidado su entrada en la tienda, por lo que tuvo que dar la vuelta. Cuando entró fue directamente a recoger la túnica que había dejado en su habitación, cuando escuchó risas en la habitación de Ginny.
- ¿De verdad vas a llevar eso puesto? -preguntó Ginny.
- ¿Por qué no? ¿Qué tiene de malo?
- Lo sabes perfectamente, zorra. Krum va a estar ocupado volando, por mucho que enseñes no se va a fijar en ti entre miles de personas -se burló la pelirroja, riéndose.
- Tú lo que tienes es miedo de que quien se fije sea tu amorcito -repuso risueña Hermione.
- ¡Cállate! No tengo ningún "amorcito". Y si lo tuviera, me bastaría con esto.
Harry sólo oyó una palmada, pero habría matado por poder verlo.
- No está mal -dijo Hermione-, pero sabes bien qué ganará la batalla.
Se escuchó cómo lanzaba una pieza de ropa al suelo
- Por Dios, tía. ¿Por qué no repartes un poco? Esto es una injusticia.
- Deberías haber visto a esos dos tontos ayer -reía Hermione-. Ya me imaginaba que iban a reaccionar asi, pero de todas formas tuvo gracia.
- ¿Los dos? Es que... ¿Pasó algo? -Ginny sonaba triste.
- ¡Claro que no, idiota! Sabes perfectamente que son mis mejores amigos.
- Vale...
- ¿Estás llorando? Gin por favor, ¡serás tonta! Ven aquí.
Las chicas dejaron de hablar, y Harry empezó a escuchar un sonido extraño, pero no podía ser. Salió lentamente de su habitación, procurando que no le vieran, y se acercó a la de Ginny. Podía ver la sombra de las chicas. Parecían abrazadas, pero la forma de moverse... ¡Estaban besándose! Harry podía escuchar los sonidos de sus labios, podía ver las sombras de sus cabezas moviéndose lentamente y los brazos de una recorriendo el cuerpo de la otra. Harry se puso nervioso y aprovechó ese momento para salir de la tienda. Volvió a entrar, esta vez llamando antes, para no despertar sospechas. La primera en salir fue Ginny, con una camiseta verde de Irlanda que debía ser de uno de sus hermanos, por lo grande que le quedaba. Tenía la cara roja y saludó a Harry con un movimiento tembloroso.
- Ho-hola Harry. Ya casi estamos -echó un vistazo a su habitación-. Sólo falta Hermione, que es una tardona -dijo riéndose.
- ¡Oye! -se quejó Hermione desde la habitación, mientras terminaba de vestirse-. No hagas caso a esa pelirroja mentirosa, Harry. Es todo culpa suya. La próxima vez la ayudas tú.
Harry se preguntó si habría hecho el mismo comentario de haber sabido que lo había escuchado todo, pero decidió seguirle el juego.
- Claro, Herm. La próxima vez yo me encargo, que seguro que le soy más útil que tú -dijo riéndose.
Ginny bajó la mirada con una sonrisa y pidió a Hermione que acabara de una vez. Cuando salió de la habitación, Harry entendió el inicio de la conversación que había escuchado. Hermione llevaba unos vaqueros apretados que no llamaban demasiado la atención, al contrario que su top de asas, que apenas cubría en su totalidad el pecho de su amiga y parecía estar pidiendo ayuda para sujetarlo. Harry supuso que no era el mejor momento para hacer comentarios al respecto, de forma que se dirigió a la salida de la tienda.
- Guarra -escuchó decir a Ginny a sus espaldas, seguido por el sonido de una cachetada y las risas de sus amigas.
Errores
Otra noche más en la soledad de su cuarto. Vivir en casa de sus tíos se le hacía más pesado cada verano que pasaba. Lo único que le permitía aguantar era saber que en breve se reuniría con su verdadera familia. Si lo que Ron decía en su última carta era cierto, en menos de una semana podría volver a disfrutar de La Madriguera y dejar atrás las incomodidades del mundo muggle. Mientras tanto, procuraba no relacionarse demasiado con el mundo exterior, y sólo las escasas cartas que intercambiaba con sus amigos le alegraban los largos días de verano que pasaba encerrado entre esas cuatro paredes.
Comunicarse mediante lechuzas era difícil. Por muy largas que fuesen las cartas que se enviaban, la lentitud y la necesidad de contarlo todo por escrito no permitía estar al día de los últimos acontecimientos. Le dolía especialmente no saber más de Ginny, que se había ido de viaje a Brasil dos meses antes, y desde entonces sólo le había escrito una vez para decirle que todo iba bien, sin más. No tenía nada que reprocharle, sin embargo, porque su corta relación ya había terminado y le había dejado pocos recuerdos.
El tiempo con Ginny había pasado muy rápido, pero su relación apenas avanzaba. No había llegado a intimar lo suficiente con ella porque siempre había una clase, un examen o una fiesta a la que acudir, por no hablar de la distribución de dormitorios en Hogwarts.
Harry se cansó pronto de recordar los besos y las caricias que se habían dado el uno al otro. Dejó de ser suficiente pensar en el único contacto realmente íntimo del que podía hablar sin mentir: el de la biblioteca. Había sucedido poco antes de que terminase su relación, una noche cercana a los exámenes en la que Ginny se comportaba de forma extraña. No había apenas gente a esa hora, y los únicos que compartían la sala de estudio con ellos eran Hermione y Dean, muy concentrados en el examen que se acercaba.
- ¿Me puedes ayudar a alcanzar este libro? -le preguntó Ginny desde una estantería alejada.
Cuando Harry fue y se subió a la escalera para recoger el libro, estuvo a punto de saltar al notar la mano de su chica posarse en su entrepierna. Bajó la mirada y ella apartó el brazo rápidamente.
- Perdona, pensaba que te ibas a caer y sólo quería ayudar -dijo, tratando de parecer inocente.
Nada más coger el libro, Harry descendió para recibir un beso que, junto a lo que acababa de pasar, le iba a hacer difícil volver pronto a la mesa sin pasar una tremenda vergüenza. Tras jugar con su lengua y morderle el labio inferior como si lo quisiera de trofeo, Ginny se acercó más y le dijo al oído:
- Esta noche vas a disfrutar, Harry.
No entendía lo que estaba pasando. Nunca habían llegado a tener esa intimidad, sino que eran mucho más cohibidos incluso estando solos, pero Ginny parecía salvaje y Harry no iba a dejar pasar su oportunidad.
- Hermione, ¿podrías explicarme la diferencia entre los efectos del ajenjo y el díctamo en una poción de olvido? -preguntó Harry.
- ¡Claro! -respondió ella-. El problema está en la concentración del fluido que pretendas conseguir, porque si bien algunos autores...
Hermione seguía hablando desde el lado contrario de la mesa, pero Harry ya no escuchaba nada. La misma mano que se había posado antes en sus pantalones había decidido que era un buen momento para meterse dentro de ellos. Lanzó una mirada fugaz a Ginny, que parecía muy concentrada en un volumen enorme de Defensa contra las Artes Oscuras.
- ... de modo que si quieres potenciar el efecto lo más recomendable es que no uses ninguno de los dos -sentenció Hermione.
- Mu-muchas gracias, ahora y-ya lo entiendo – dijo Harry con voz temblorosa.
Hermione se fijó en él con ojos suspicaces pero decidió volver a encerrarse en sus libros, mientras Harry trataba de mantener la compostura a pesar de lo que estaba sucediendo. Ginny ya se había hecho con el control total de la situación. Parecía estar estudiando sin mayor distracción, pero su mano derecha estaba haciendo maravillas debajo de la mesa. Cambiaba el ritmo en el momento justo, de forma que Harry no llegaba a desesperarse cuando la movía lentamente, ni al clímax cuando aumentaba el número de sacudidas por minuto.
El joven mago estaba pensando en lo morbosa que estaba siendo la primera vez que una chica lo masturbaba cuando Ginny lo soltó y escribió en un trozo de pergamino que posteriormente dio a Harry: "Disfruta de este pequeño adelanto". Dean estaba lo suficientemente alejado como para no enterarse de nada, y Hermione no levantó la vista de sus libros ni cuando la pelirroja se agachó para recoger una pluma que había tirado a propósito.
Una vez debajo de la mesa, todo sucedió en cuestión de segundos. Harry notó cómo su novia recorría con la lengua todo el camino hasta posarse en el glande, para posteriormente besarlo y meterlo por fin entre sus labios. Ya era prácticamente imposible aparentar normalidad. La cara de Harry se congestionaba y gotas de sudor le caían por la frente. El esfuerzo por no correrse en ese mismo instante era titánico. Sabía que los labios de la pelirroja eran carnosos, pero no había comparación entre el disfrute de besarlos y el de sentir cómo Ginny los usaba para darle placer acariciando buena parte de su miembro mientras lo metía y lo sacaba de la boca. Apenas fueron 8 o 9 los viajes de ida y vuelta que Ginny realizó antes de levantarse de nuevo para no levantar sospechas, pero Harry sabía que lo iba a recordar toda la vida.
Sin embargo, el placer de aquella travesura le iba a salir caro. Tan pronto la pelirroja volvió a su sitio, la mano volvió a agarrar lo que ya parecía de su propiedad. Ahora estaba claro, Ginny no quería dejarlo a medias y Harry sintió el ritmo frenético con el que su novia le estaba machacando. Ese instante en concreto es el que seguía atormentando a Harry aun habiendo pasado más de 6 meses. Mientras Ginny seguía haciendo magia bajo la mesa, Harry levantó los ojos y cruzó la mirada con Hermione. No sabría cómo calificar la expresión de su rostro, pero lo siguiente que vio fue cómo su amiga, aparentemente acalorada, comenzaba a levantarse el jersey de lana de Hogwarts, para quedarse sólo con la camisa. En el momento en que lo pasaba a la altura de los hombros, fue como si todo sucediese a cámara lenta. El movimiento hizo que del jersey saliesen rebotando los enormes pechos de Hermione, ceñidos en una camisa blanca con algunos botones desabrochados que transparentaba un sujetador blanco de lunares negros y permitía ver una pequeña parte de un canalillo que parecía inacabable.
No pudo aguantar más. Con los ojos fijos en las tetas de Hermione y con las sacudidas cada vez más rápidas de la mano de Ginny, Harry cedió y se corrió como nunca había hecho en su vida, todavía intentando mantener la dignidad por encima de la mesa. Giró la cabeza y donde esperaba la sonrisa juguetona de Ginny sólo encontró una expresión de enfado. La pelirroja lanzó un hechizo para limpiar el estropicio y salió de la biblioteca sin recoger ni siquiera los libros. Al otro lado de la mesa, Hermione parecía sorprendida por la actitud de Ginny. Harry vio cómo se abrochaba dos botones de la camisa y, ruborizada, se volvía a entregar a sus libros. Todo había salido mal, y tanto su novia como su amiga habían visto perfectamente cómo se quedaba embobado ante la visión de unos simples pechos. Harry no podía estar más avergonzado, ahora que la excitación se iba pasando, de modo que tan pronto se calmó, se despidió de sus compañeros y salió corriendo hasta llegar al dormitorio, en el que todos dormían ya.
Inicio
El recuerdo de la noche en la biblioteca tenía efectos contrapuestos en la mente de Harry. Porque a pesar de lo mucho que le excitaba, sabía que era el causante de muchos de sus males.
- Cariño, sólo fue una estúpida coincidencia. Sabes que sólo te deseo a ti. Que estuviera mirando hacia un lugar u otro es indiferente -había dicho Harry tratando de arreglarlo.
- ¿Te crees que soy estúpida? Vi perfectamente cómo te quedabas como un auténtico gilipollas mirando sus... Da igual, esto no va a ninguna parte, dejemos de perder el tiempo. No es culpa tuya que no te guste lo suficiente.
- Ginny, por favor...
Nada había vuelto a ser igual. Aunque por el bien del grupo mantuvieron una relación de amistad, Ginny siempre evitaba quedarse a solas con él e incluso hablarle, en la medida de lo posible. Por otra parte, Hermione no se dejó ver durante más de una semana, con la excusa de estar preparando los exámenes. Cuando volvió, la relación con ella no volvió a ser la misma y hasta Ron le preguntó si le pasaba algo, a lo que Hermione contestó con evasivas. Por supuesto, Harry no podía contarle a su amigo nada de lo que había pasado. Sólo empeoraría las cosas.
Con su mente de nuevo en casa de los Dursley, Harry se agachó para recoger el álbum de fotos que guardaba bajo la cama para evitar que su tío lo encontrase. Tras ver la foto de sus padres que le había regalado Hagrid y la todavía más antigua de los miembros originales de la Orden del Fénix, Harry acudió a la que había visto mil y una veces. En ella, salían Ron, Hermione y él mismo saludando a la cámara y poniendo caras estúpidas. Estaban pintados con los colores de Bulgaria e Irlanda, en el día previo a la final del Mundial de quidditch. Había pasado ya mucho tiempo, pero en su mente todavía lo vivía como si hubiese ocurrido ayer.
El fin de semana había comenzado con un auténtico madrugón. Para llegar al traslador a tiempo, la señora Weasley los había despertado a las 6 de la mañana. Mientras desayunaban, todavía en pijama y con legañas en los ojos, por la puerta apareció Hermione con sus maletas. Arthur había ido a recogerla a la estación de tren de Londres justo a tiempo para el partido. Harry y Ron se quedaron pasmados ante el cambio que había dado su amiga durante ese verano. Con su ropa muggle, Hermione dejaba que se apreciase un cambio tan grande en su cuerpo que sus amigos pensaron en atribuirlo incluso a algún tipo de hechizo.
Con todo esto en mente, y tras charlar un rato de lo que habían hecho este verano, el señor Weasley los llamó desde el jardín.
- ¡Vamos chicos! ¡El traslador se va a ir sin nosotros como no os apuréis!
- ¡Qué ganas tengo de ver mi primer partido profesional! -dijo una entusiasmada Hermione.
Los chicos se limitaron a asentir con la boca semiabierta, todavía dándole vueltas a la cabeza para tratar de entender cómo había cambiado tanto su amiga.
Cuando llegaron a la bota que les iba a llevar al campamento del Mundial, todos se agarraron a ella y cayeron en una explanada cubierta de hierba, con un bosque alrededor. A lo lejos se veían muchísimas tiendas de campaña y una cantidad de gente que no parecía que pudiese caber en ellas.
- Ron, Harry, Hermione -dijo el señor Weasley-, id a buscar agua para esta noche mientras nosotros montamos la tienda. Estamos en la parcela 120C.
Los tres amigos cogieron las garrafas y se dirigieron a un río cercano.
- Chicos, ¿habéis pasado un buen verano? -preguntó Hermione, y con una sonrisa dijo-: Seguro que habéis ligado lo vuestro.
- En Privet Drive se liga poco o nada. Al menos no con nadie que me interese.
- La que seguro que ha ligado eres tú -dijo Ron, con tono acusador.
- ¿Qué quieres decir?
- Nada. Es que has... crecido bastante -respondió Ron, ruborizándose tanto que la cara le quedó como un tomate.
- ¿Que he cre...? -de pronto Hermione bajó la mirada hacia el lugar en el que Ron había puesto la suya, y rio-. ¿Te parece normal decirle eso a una amiga? ¡Harry, dile algo!
Harry dirigió también sus ojos al mismo punto, manteniendo la vista fija unos segundos mientras su amiga se ruborizaba.
- Tienes razón. Ron, eres un cerdo -dijo Harry finalmente, fingiendo enfado-. Que Hermione ahora tengas las tetas más grandes de Hogwarts no es excusa para tratarla así.
- ¡Harry! Eso no es lo que te he pedido. ¡Sois unos idiotas! -Hermione seguía riéndose mientras los empujaba y echaba a correr-. A ver si podéis ganarle una carrera a vuestra crecidita amiga.
El resto de la tarde todo fue mucho más cómodo, habiendo perdido la vergüenza tras tanto tiempo sin verse y al haber pasado por el tema tabú. A la noche, cuando todos se habían ido a dormir. Los 3 amigos seguían contando historias y riéndose alrededor de la hoguera.
- Echaba mucho de menos esto -dijo Hermione-. Este verano ha estado muy bien, incluso he conocido a un par de chicos interesantes, pero nada como estar de vuelta con vosotros.
- Ni os imagináis lo bien que me siento aquí, chicos, estaba volviéndome loco con mis tíos.
- Sí, estos momentos son geniales. Perdona por lo de antes, Herm -dijo Ron-. No pretendía faltarte al respeto.
- Tranquilo, entiendo cómo funcionan tus hormonas, salido -replicó Hermione con una sonrisa-. Además, prefiero poder hablar de esto con normalidad. ¿Somos amigos, no? Y seguro que no soy la única que ha crecido últimamente.
- Es posible -dijo Ron, mientras observaba el cuerpo de su amiga-, pero no se nota tanto.
- Exacto, podemos ver perfectamente todo lo que has cambiado -confirmó Harry.
- Creedme, yo también puedo notar perfectamente lo que vosotros habéis crecido -dijo Hermione con una mirada misteriosa.
Esa noche, Harry había pensado en su amiga como mujer por primera vez en su vida. La tienda en la que todos dormían era casi tan grande como la Sala Común de Hogwarts, pero desde su habitación, Harry pudo ver cómo en la penumbra Hermione se cambiaba con la cortina abierta. Apenas podía apreciarla, pero conforme sus ojos se acostumbraron, pudo distinguir en las sombras a su mejor amiga desprendiéndose del vestido veraniego que llevaba y desabrochándose el sujetador. Lo poco que Harry pudo intuir entonces fue suficiente para provocar una erección considerable que tuvo que calmar en el momento. Al acabar se sintió culpable, pero ya no había vuelta atrás. Los amigos también se podían sentir atraídos sexualmente, ¿verdad?
El día siguiente había sido memorable, disfrutando de la fiesta que los seguidores de las dos selecciones que se enfrentaban esa noche habían preparado. Bebieron más cerveza de mantequilla de la necesaria y bailaron, comieron, rieron y llegó la hora del partido. Todos se dirigían ya hacia el estadio excepto las chicas, que se estaban preparando todavía. A mitad de camino, Harry recordó que había olvidado su entrada en la tienda, por lo que tuvo que dar la vuelta. Cuando entró fue directamente a recoger la túnica que había dejado en su habitación, cuando escuchó risas en la habitación de Ginny.
- ¿De verdad vas a llevar eso puesto? -preguntó Ginny.
- ¿Por qué no? ¿Qué tiene de malo?
- Lo sabes perfectamente, zorra. Krum va a estar ocupado volando, por mucho que enseñes no se va a fijar en ti entre miles de personas -se burló la pelirroja, riéndose.
- Tú lo que tienes es miedo de que quien se fije sea tu amorcito -repuso risueña Hermione.
- ¡Cállate! No tengo ningún "amorcito". Y si lo tuviera, me bastaría con esto.
Harry sólo oyó una palmada, pero habría matado por poder verlo.
- No está mal -dijo Hermione-, pero sabes bien qué ganará la batalla.
Se escuchó cómo lanzaba una pieza de ropa al suelo
- Por Dios, tía. ¿Por qué no repartes un poco? Esto es una injusticia.
- Deberías haber visto a esos dos tontos ayer -reía Hermione-. Ya me imaginaba que iban a reaccionar asi, pero de todas formas tuvo gracia.
- ¿Los dos? Es que... ¿Pasó algo? -Ginny sonaba triste.
- ¡Claro que no, idiota! Sabes perfectamente que son mis mejores amigos.
- Vale...
- ¿Estás llorando? Gin por favor, ¡serás tonta! Ven aquí.
Las chicas dejaron de hablar, y Harry empezó a escuchar un sonido extraño, pero no podía ser. Salió lentamente de su habitación, procurando que no le vieran, y se acercó a la de Ginny. Podía ver la sombra de las chicas. Parecían abrazadas, pero la forma de moverse... ¡Estaban besándose! Harry podía escuchar los sonidos de sus labios, podía ver las sombras de sus cabezas moviéndose lentamente y los brazos de una recorriendo el cuerpo de la otra. Harry se puso nervioso y aprovechó ese momento para salir de la tienda. Volvió a entrar, esta vez llamando antes, para no despertar sospechas. La primera en salir fue Ginny, con una camiseta verde de Irlanda que debía ser de uno de sus hermanos, por lo grande que le quedaba. Tenía la cara roja y saludó a Harry con un movimiento tembloroso.
- Ho-hola Harry. Ya casi estamos -echó un vistazo a su habitación-. Sólo falta Hermione, que es una tardona -dijo riéndose.
- ¡Oye! -se quejó Hermione desde la habitación, mientras terminaba de vestirse-. No hagas caso a esa pelirroja mentirosa, Harry. Es todo culpa suya. La próxima vez la ayudas tú.
Harry se preguntó si habría hecho el mismo comentario de haber sabido que lo había escuchado todo, pero decidió seguirle el juego.
- Claro, Herm. La próxima vez yo me encargo, que seguro que le soy más útil que tú -dijo riéndose.
Ginny bajó la mirada con una sonrisa y pidió a Hermione que acabara de una vez. Cuando salió de la habitación, Harry entendió el inicio de la conversación que había escuchado. Hermione llevaba unos vaqueros apretados que no llamaban demasiado la atención, al contrario que su top de asas, que apenas cubría en su totalidad el pecho de su amiga y parecía estar pidiendo ayuda para sujetarlo. Harry supuso que no era el mejor momento para hacer comentarios al respecto, de forma que se dirigió a la salida de la tienda.
- Guarra -escuchó decir a Ginny a sus espaldas, seguido por el sonido de una cachetada y las risas de sus amigas.
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