El link de la primera parte. Besitos.
Al día siguiente de mi primer encuentro con Oscar, el electricista, mi mujer me dijo como al pasar:
-Gabriel, llamó el electricista. Arreglé con él para que pase a buscar la plata del arreglo mañana, tipo 5. Qué tipo colgado, ¿no? Olvidarse de cobrar...
Las horas anteriores había estado confundido, extasiado y preocupado, todo junto. El comentario de Carla, mi mujer, me sacó un poco de ese estado. Algo le murmuré, pero a mi cabeza se vino la imagen de Oscar yéndose de mi casa mientras yo le abría la puerta en bombacha y con la cara repleta de leche, como si me hubieran tirado un baldazo. Y sí, se había ido sin cobrarme el arreglo en la luz, al menos en plata.
También respiré aliviado, porque a esa hora un lunes yo no iba a estar en mi casa. No tenía que cruzármelo de nuevo, una idea que me generaba un torbellino de sensaciones, con dosis pareja de vergüenza y excitación.
Evidentemente, Oscar había cerrado nuestro encuentro ahí y no tenía intenciones de volver a usarme como "Camila".
Llegó el lunes, el tipo pasó, cobró su plata y nada ocurrió que a Carla le pareciera digno de comentario.
Oscar quedó como el recuerdo más excitante de mi vida y durante semanas fue el objeto de todas y cada una de mis pajas. Y estaba bien. Pero poco más de un mes después de nuestro encuentro, apareció otra vez. Yo estaba una tarde solo en mi casa, tomando un café muy relajado, con carla en el gimnasio, cuando sonó el teléfono y escuché su voz:
-Hola... Camila
-Ho...ho..hola- llegué a contestar después de varios segundos y con un hilito de voz
-Espero que estés bien, putita. Te dije que te iba a volver a usar, pero dejé pasar un tiempito para cerrar algunas cosas que me surgieron. Pero ya está, ya te tengo en agenda para romperte el orto todo lo que quieras.
-¿Me extrañaste?
-Ehm...s...s...sí
-Me imaginaba...Y decime, ¿te pajeaste mucho estas semanas que no estuve?
-Sí, mucho
-Bien, bien, tenés que soltarte un poco más, Cami, ya te dije la primera vez, quiero que no hables más para adentro, decime las cosas bien. Te pregunto de vuelta, ¿Con qué cosas te pajeaste?
-Sí, sí...ehm...con lo que me hiciste la otra vez...y también imaginándome qué más cosas me pensás hacer.
-Muchas cosas, Cami, muchas cosas. De hecho, vamos a empezar mañana. A ver, es martes. ¿Vos estás solita a la tarde?
-Sí, después de las 6- Justo daba la casualidad de que Carla me había avisado que iba a juntarse con sus amigas para ir a cenar y al cine, así que no iba a volver antes de medianoche.
-Bueno, perfecto Cami. Mañana a esa hora estoy ahí. Pero dos cosas antes. La primera, mañana me recibís toda depilada, eh? Ningún pelito, nada, como una buena señorita. Y la segunda, quiero que estés bien la ropita. No una bombachita y nada más. Y bien pintada la carita, también. Producite bien para recibir a tu macho, ¿me escuchaste bien?
Le dije que sí, pero cuando iba a protestar porque no sabía qué decirle a Carla cuando me viera depilado, Oscar me cortó.
Estaba que explotaba de la excitación. Un poco de miedo también, seguro, pero sobre todo lo que sentía era calentura. Me obligué a calmarme un poco y pensé alguna excusa para darle a Carla para poder depilarme.
Finalmente cuando volvió a casa le inventé una visita al dermatólogo por una picazón que no existía y le dije que me había dado una crema y me había recomendado sacarme todos los pelitos, que tampoco eran tantos. Lo tomó con indiferencia, como algo sin importancia, así que esa misma noche me depilé sintiendome Camila, lo más prolija que pude.
Me costó mucho dormirme y concentrarme al día siguiente hasta que se hicieron las 6. A esa hora, Carla se despidió para juntarse con sus amigas y me confirmó que no iba a llegar hasta después de medianoche. Ni bien cerró la puerta, corrí a la habitación y saqué del armario un body negro, de red, con escote, que Carla hacía mil años que no usaba y estaba impecable. Me lo puse con unas medias de liga, también negras, y me dediqué a maquillarme. La verdad que me fue muy bien, pese a la falta de práctica, de tanto verla a Carla. Me puse una base prolija, una sombra oscura metalizada en los ojos, delineé los dos párpados y usé un labial pastel y brillante. Cuando terminé, me miré en el espejo y mi cara de puta salía del marco. Me había convertido en una trola divina.
No tuve tiempo de elegir los zapatos porque sonó el timbre. Espié por la mirilla como la primera vez que vino y volví a ver a Oscar, parado impaciente del otro lado. Abrí medio tembloroso y lo dejé entrar ocultándome con la puerta. Cerré y me quedé dura, mirando al piso.
-Hola Camila, qué hermosa te pusiste hoy, putita, veo que vamos mejorando mucho-
Dejó un bolso en la mesa y me empezó a acariciar los brazos. Después giró alrededor mío con su mano recorriendo la cintura y bajó a mi cola, apenas rozándola con los dedos. Después se paró frente a mí y tiró uno a uno los hilos de la red de mi body. Después me ordenó que me arrodillara y puso la palma de su mano abierta junto a mi boca. Sin que Oscar dijera nada, le empecé a lamer la mano, como una perrita que recibe a su dueño. Yo ya estaba a mil y Oscar ni siquiera había empezado.
-Ya me acuerdo que lamías muy bien, Camila...y como toda putita te ves cómoda de rodillas. Es tu posición natural, ¿no?
-Sí, me siento muy bien así- le contesté. Entonces me agarró de la nuca y puso mi cara pegada a su pantalón, por lo que sentía su pija en mi mejilla.
-¿Y así como te sentís? ¿Mejor?
-Mucho mejor- contesté
Oscar se desabrochó el cinturón y dejó caer el pantalón. De nuevo me apretó la cara, esta vez contra su boxer y la dureza de su pija más cerca.
-¿Y ahora?
-Casi perfecta- le respondí.
-Yo creo que ahora sí te vas a sentir perfecta- dijo, y sacó su pija para meterla directamente en mi boca.
Tenerla otra vez en contacto con mi lengua fue maravilloso, y sin sutilezas empecé a mamarla con ganas, moviendo la cabeza para adelante y atrás frenética, como hambrienta.
Oscar me dejó hacer un rato, acariciándome la cabeza como condescendiente conmigo. Después me sacó y me hizo levantarme. Me giró con sus manos firmes y me apoyó la pija en la cola. Se me escapó un gemido y Oscar se rió.
Corrió despacito el borde del body justo a la altura de mi agujerito y apoyó la punta del índice justo ahí.
-Hoy vamos a explorar acá, Camila. Vamos a ver si además de una excelente chupapijas sos también un hoyito que merezca la pena. Pero primero decime qué sos...
Yo ya tenía en claro que a Oscar le gustaba que le hablaran mucho, con muchos adornos. Y a mí eso me encantaba, así que respondí lentamente y entre susurros.
-Soy tu puta, tu juguete. Una boca y una cola para usar. Una trolita que le gusta que la usen y la dejen tirada, sucia. Una perrita que sólo piensa en tu pija, todo el tiempo, hasta en sueños.
Pareció conforme con eso porque me empujó hacia la habitación, conmigo caminando adelante, para que le moviera el culo sabiendo que me lo estaba mirando.
-Vamos a hacer rapidito porque tengo cosas que hacer, pero esto recién empieza, Camila, ya va a entender por qué- dijo cuando llegamos a la habitación- Ahora, perrita, ponete en cuatro patitas, mirando a la mesita de luz. Así, perfecto. Voy a buscar algo que dejé en el bolso. Contame mientras tanto qué te voy a hacer, pero hablá fuerte por si no te escucho.
-Me vas a meter la pija bien en el orto
-No te escucho- dijo Oscar desde el living y empezó a revolver su bolso en busca de algo.
-ME VAS A METER LA PIJA BIEN EN EL ORTO
-No te escucho del todo bien todavía
-¡¡ME VAS A METER ESA PIJA DURA BIEN ADENTRO DEL ORTO!!- Tuve que gritar.
Oscar volvió riéndose a carcajadas y con un lubricante en la mano
-Te van a escuchar los vecinos, Cami. ¿Eso te gustaría? ¿Que todo el mundo supiera lo puta que sos y cuánto te gusta la poronga? A ver, muy despacito y muy sensual andá bajando el body hasta los muslos. Quiero que quede donde terminan las medias, que apoyes la cabeza en la almohada y que me ofrezcas la colita como a vos te gusta.
Me bajé el body muy despacito, me agaché y con las dos manos estiré las nalgas para que Oscar pudiera ver el hoyito que no había usado pero que ya le pertenecía.
Me sorprendí cuando Oscar rodeó la cama de dos plazas, llegó hasta la mesita de luz y dejó ahí su celular, como listo para filmar enfocándome a mí.
-Tranquila, Camila, vamos a registrar este momento importante para cualquier señorita como es tener su primera pija en el culo. Voy a grabar, después te lo voy a pasar a vos y yo voy a borrar mi copia. ¿Está claro?
Asentí con algo de desconfianza y Oscar se acomodó en la cama atrás mío. Tiró un poco de lubricante en mi cola y empezó a masajear suavemente, a abrirme el culo de un modo delicioso. Yo ya estaba absolutamente excitada, y ante el menor roce iba a acabar.
-Ahora mirá a la cámara y contá cómo te llamabas antes y cómo te llamás ahora- dijo Oscar mientras empezaba a meter suavemente un dedo primero, y después dos, en mi ano dilatado.
-Antes me llamaba Gabriel y ahora soy Camila, tu puta -dije mirando al celular sin poder evitar los gestos de placer por lo que estaba haciendo Oscar con su mano.
-Muy bien, y explicá qué me dejás hacerte.
-Todo lo que vos quieras- dije entregada a la cámara.
-Yo quiero de todo, pero vamos por partes...¿Qué no te hice hasta ahora que vos querés que te haga?- dijo
Oscar, que ya estaba metiendo tres dedos en mi cola y hacía cucharita hasta llevarme al cielo. Yo empecé a desbocarme.
-Quiero que me acabes en la boca. Probar tu leche y sentir como baja por la garganta. Quiero que me acabes en la ropa y salir así a la calle. O lamer tu leche del piso. Quiero que me cojas en cuatro patas así o con mis pies en tus hombros, para que veas mi cara cuando me la ponés. Quiero que me mees y me escupas, que me azotes, que me hagas arrastrarme por el piso para llegar a tu pija. Quiero que me ates. Quiero que me metas cosas en la cola para tu diversión. Quiero emputecerme como nadie.
Las últimas dos o tres frases ya las dije entrecortadas por los gemidos. Oscar se paró, vino frente a mí con su pija durísima y me ofreció un preservativo.
-Con la boca, putita- fue lo único que dijo.
Así que el celular filmó también como le puse a Oscar el forro con la boca. Y mi torpeza, porque nunca lo había hecho, aunque la calentura me hizo resolverlo.
Oscar volvió a la cama, puso la punta de su pija en mi cola, me tomó de un hombro y simplemente me la metió.
Había lubricado tan bien y yo estaba tan dispuesta a que entrara lo que tuviese que entrar que me llenó la cola de pija de inmediato, sin dolor, con un placer que no había sentido nunca.
Una vez que estuvo bien adentro, me dio un par de nalgadas en cada cachete y empezó a cabalgarme entre mis gemidos cada vez más altos. Me desbordé, le pedí más, le pedí más adentro, le pedí que no la sacara nunca, le pedí que me diera más fuerte, que me diera con todo, que me hiciera su puta.
-Te voy a dar un premio por lo bien que estás tu orto. Te dejo elegir. ¿Dónde querés la leche?- dijo Oscar en un momento.
- ¡En la boca! Por favor ¡En la boca, te lo suplico!- contesté yo.
Oscar sacó su pija de mi cola y con un golpecito me ordenó que me diera vuelta, como hacen los jinetes con sus yeguas. Obedecí, le saqué el forro y me metí esa pija gorda y transpirada en la boca. Sentir su sabor de nuevo me compensó por el vacío que había dejado en mi cola. Chupé y chupé hasta que sentí tres o cuatro chorros que fueron directamente a mi garganta.
-Mmmmhhh, mmmmhhh- no podía parar mientras saboreaba el semen de Oscar como si fuera el más rico de los helados.
Oscar se acostó y me dejó seguir lamiendo y limpiándole la pija. Estuvimos así unos minutos hasta que agarró el celular que había quedado en la mesita de luz y marcó unos números. Después me los mostró.
-¿Reconocés este número, Cami?
Era el número del celular de Carla, mi esposa. Yo, que estaba tan complacido y sumiso limpiándole la pija me levanté sobresaltado.
-Tranquila, tranquila. Vos seguí limpiando ahí con la lenguita que yo quiero hacerle un pequeño llamado a tu esposa. La conozco de haber arreglado para venir a buscar la plata, ¿te acordás? Lo voy a poner en altavoz para que vos también escuches, pero no dejes de lamer tranquila, ¿sí? No pasa nada.
Oscar me hizo poner el body nuevamente con palmaditas para tranquilizarme y me empujó la cabeza hacia su entrepierna, para que siguiera lamiendo su pija. Entonces llamó al número de Carla.
-Hola- dijo la voz de mi esposa desde el parlante del celular
-Hola putita, ya estoy casi terminando el trabajito que tenía. ¿Vos estás lista?
Me quedé con la boca abierta agarrando la pija de Oscar, sin poderlo creer. Oscar me hizo señas de que siguiera, con una sonrisa en todo el rostro.
-Cuando vos me digas, papi, voy. Estoy en lo de mis amigas, pero decime y nos encontramos ya. Se supone que después voy al cine con ellas, así que tenemos tiempo.
-Bueno, encontrémonos en media hora en el café que está en la esquina del telo. Tomamos algo ahí y después vamos.
-¿Y si vamos directo, papi? tengo muchas ganas, hace como una semana que no me la ponés, no sabés cómo estoy.
-Es muy de puta encontrarse directo en el telo, jajaja.
-Es que vos me estás haciendo una tremenda puta.
-Y falta que aprendas muchas cosas, bebé. Dale, en media hora en la puerta del hotel. Besitos.
-Besos. Y uno especial en la punta de esa pija hermosa, jiji.
Oscar cortó y me miró fijo, disfrutando haber tenido esa conversación con mi esposa mientras yo le limpiaba la pija. Mi cara estaba coloradísima de la vergüenza. Finalmente, Oscar dijo:
-Me la estoy cogiendo desde hace un mes. Una bestia tu mujercita, una yegua. Me la cogí la primera vez cuando vine a buscar la plata del arreglo, y después dos o tres veces por semana. Es muy chanchita tu esposa, muy petera, le gusta mucho la verga. Y parece que le gusta mucho la mía, sobre todo.
Yo asentí sin atreverme a mirar a Oscar a los ojos. Y él completó:
-Me encanta lo divertido que se va a poner esto, ¿no te parece?.
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Gracias por leer y si les hice pasar un buen momento, me gustaría que me lo cuenten. Me excita mucho escribir, pero más saber que le di aunque sea un mínimo momento de calentura a alguien. Besitos 🙂
Al día siguiente de mi primer encuentro con Oscar, el electricista, mi mujer me dijo como al pasar:
-Gabriel, llamó el electricista. Arreglé con él para que pase a buscar la plata del arreglo mañana, tipo 5. Qué tipo colgado, ¿no? Olvidarse de cobrar...
Las horas anteriores había estado confundido, extasiado y preocupado, todo junto. El comentario de Carla, mi mujer, me sacó un poco de ese estado. Algo le murmuré, pero a mi cabeza se vino la imagen de Oscar yéndose de mi casa mientras yo le abría la puerta en bombacha y con la cara repleta de leche, como si me hubieran tirado un baldazo. Y sí, se había ido sin cobrarme el arreglo en la luz, al menos en plata.
También respiré aliviado, porque a esa hora un lunes yo no iba a estar en mi casa. No tenía que cruzármelo de nuevo, una idea que me generaba un torbellino de sensaciones, con dosis pareja de vergüenza y excitación.
Evidentemente, Oscar había cerrado nuestro encuentro ahí y no tenía intenciones de volver a usarme como "Camila".
Llegó el lunes, el tipo pasó, cobró su plata y nada ocurrió que a Carla le pareciera digno de comentario.
Oscar quedó como el recuerdo más excitante de mi vida y durante semanas fue el objeto de todas y cada una de mis pajas. Y estaba bien. Pero poco más de un mes después de nuestro encuentro, apareció otra vez. Yo estaba una tarde solo en mi casa, tomando un café muy relajado, con carla en el gimnasio, cuando sonó el teléfono y escuché su voz:
-Hola... Camila
-Ho...ho..hola- llegué a contestar después de varios segundos y con un hilito de voz
-Espero que estés bien, putita. Te dije que te iba a volver a usar, pero dejé pasar un tiempito para cerrar algunas cosas que me surgieron. Pero ya está, ya te tengo en agenda para romperte el orto todo lo que quieras.
-¿Me extrañaste?
-Ehm...s...s...sí
-Me imaginaba...Y decime, ¿te pajeaste mucho estas semanas que no estuve?
-Sí, mucho
-Bien, bien, tenés que soltarte un poco más, Cami, ya te dije la primera vez, quiero que no hables más para adentro, decime las cosas bien. Te pregunto de vuelta, ¿Con qué cosas te pajeaste?
-Sí, sí...ehm...con lo que me hiciste la otra vez...y también imaginándome qué más cosas me pensás hacer.
-Muchas cosas, Cami, muchas cosas. De hecho, vamos a empezar mañana. A ver, es martes. ¿Vos estás solita a la tarde?
-Sí, después de las 6- Justo daba la casualidad de que Carla me había avisado que iba a juntarse con sus amigas para ir a cenar y al cine, así que no iba a volver antes de medianoche.
-Bueno, perfecto Cami. Mañana a esa hora estoy ahí. Pero dos cosas antes. La primera, mañana me recibís toda depilada, eh? Ningún pelito, nada, como una buena señorita. Y la segunda, quiero que estés bien la ropita. No una bombachita y nada más. Y bien pintada la carita, también. Producite bien para recibir a tu macho, ¿me escuchaste bien?
Le dije que sí, pero cuando iba a protestar porque no sabía qué decirle a Carla cuando me viera depilado, Oscar me cortó.
Estaba que explotaba de la excitación. Un poco de miedo también, seguro, pero sobre todo lo que sentía era calentura. Me obligué a calmarme un poco y pensé alguna excusa para darle a Carla para poder depilarme.
Finalmente cuando volvió a casa le inventé una visita al dermatólogo por una picazón que no existía y le dije que me había dado una crema y me había recomendado sacarme todos los pelitos, que tampoco eran tantos. Lo tomó con indiferencia, como algo sin importancia, así que esa misma noche me depilé sintiendome Camila, lo más prolija que pude.
Me costó mucho dormirme y concentrarme al día siguiente hasta que se hicieron las 6. A esa hora, Carla se despidió para juntarse con sus amigas y me confirmó que no iba a llegar hasta después de medianoche. Ni bien cerró la puerta, corrí a la habitación y saqué del armario un body negro, de red, con escote, que Carla hacía mil años que no usaba y estaba impecable. Me lo puse con unas medias de liga, también negras, y me dediqué a maquillarme. La verdad que me fue muy bien, pese a la falta de práctica, de tanto verla a Carla. Me puse una base prolija, una sombra oscura metalizada en los ojos, delineé los dos párpados y usé un labial pastel y brillante. Cuando terminé, me miré en el espejo y mi cara de puta salía del marco. Me había convertido en una trola divina.
No tuve tiempo de elegir los zapatos porque sonó el timbre. Espié por la mirilla como la primera vez que vino y volví a ver a Oscar, parado impaciente del otro lado. Abrí medio tembloroso y lo dejé entrar ocultándome con la puerta. Cerré y me quedé dura, mirando al piso.
-Hola Camila, qué hermosa te pusiste hoy, putita, veo que vamos mejorando mucho-
Dejó un bolso en la mesa y me empezó a acariciar los brazos. Después giró alrededor mío con su mano recorriendo la cintura y bajó a mi cola, apenas rozándola con los dedos. Después se paró frente a mí y tiró uno a uno los hilos de la red de mi body. Después me ordenó que me arrodillara y puso la palma de su mano abierta junto a mi boca. Sin que Oscar dijera nada, le empecé a lamer la mano, como una perrita que recibe a su dueño. Yo ya estaba a mil y Oscar ni siquiera había empezado.
-Ya me acuerdo que lamías muy bien, Camila...y como toda putita te ves cómoda de rodillas. Es tu posición natural, ¿no?
-Sí, me siento muy bien así- le contesté. Entonces me agarró de la nuca y puso mi cara pegada a su pantalón, por lo que sentía su pija en mi mejilla.
-¿Y así como te sentís? ¿Mejor?
-Mucho mejor- contesté
Oscar se desabrochó el cinturón y dejó caer el pantalón. De nuevo me apretó la cara, esta vez contra su boxer y la dureza de su pija más cerca.
-¿Y ahora?
-Casi perfecta- le respondí.
-Yo creo que ahora sí te vas a sentir perfecta- dijo, y sacó su pija para meterla directamente en mi boca.
Tenerla otra vez en contacto con mi lengua fue maravilloso, y sin sutilezas empecé a mamarla con ganas, moviendo la cabeza para adelante y atrás frenética, como hambrienta.
Oscar me dejó hacer un rato, acariciándome la cabeza como condescendiente conmigo. Después me sacó y me hizo levantarme. Me giró con sus manos firmes y me apoyó la pija en la cola. Se me escapó un gemido y Oscar se rió.
Corrió despacito el borde del body justo a la altura de mi agujerito y apoyó la punta del índice justo ahí.
-Hoy vamos a explorar acá, Camila. Vamos a ver si además de una excelente chupapijas sos también un hoyito que merezca la pena. Pero primero decime qué sos...
Yo ya tenía en claro que a Oscar le gustaba que le hablaran mucho, con muchos adornos. Y a mí eso me encantaba, así que respondí lentamente y entre susurros.
-Soy tu puta, tu juguete. Una boca y una cola para usar. Una trolita que le gusta que la usen y la dejen tirada, sucia. Una perrita que sólo piensa en tu pija, todo el tiempo, hasta en sueños.
Pareció conforme con eso porque me empujó hacia la habitación, conmigo caminando adelante, para que le moviera el culo sabiendo que me lo estaba mirando.
-Vamos a hacer rapidito porque tengo cosas que hacer, pero esto recién empieza, Camila, ya va a entender por qué- dijo cuando llegamos a la habitación- Ahora, perrita, ponete en cuatro patitas, mirando a la mesita de luz. Así, perfecto. Voy a buscar algo que dejé en el bolso. Contame mientras tanto qué te voy a hacer, pero hablá fuerte por si no te escucho.
-Me vas a meter la pija bien en el orto
-No te escucho- dijo Oscar desde el living y empezó a revolver su bolso en busca de algo.
-ME VAS A METER LA PIJA BIEN EN EL ORTO
-No te escucho del todo bien todavía
-¡¡ME VAS A METER ESA PIJA DURA BIEN ADENTRO DEL ORTO!!- Tuve que gritar.
Oscar volvió riéndose a carcajadas y con un lubricante en la mano
-Te van a escuchar los vecinos, Cami. ¿Eso te gustaría? ¿Que todo el mundo supiera lo puta que sos y cuánto te gusta la poronga? A ver, muy despacito y muy sensual andá bajando el body hasta los muslos. Quiero que quede donde terminan las medias, que apoyes la cabeza en la almohada y que me ofrezcas la colita como a vos te gusta.
Me bajé el body muy despacito, me agaché y con las dos manos estiré las nalgas para que Oscar pudiera ver el hoyito que no había usado pero que ya le pertenecía.
Me sorprendí cuando Oscar rodeó la cama de dos plazas, llegó hasta la mesita de luz y dejó ahí su celular, como listo para filmar enfocándome a mí.
-Tranquila, Camila, vamos a registrar este momento importante para cualquier señorita como es tener su primera pija en el culo. Voy a grabar, después te lo voy a pasar a vos y yo voy a borrar mi copia. ¿Está claro?
Asentí con algo de desconfianza y Oscar se acomodó en la cama atrás mío. Tiró un poco de lubricante en mi cola y empezó a masajear suavemente, a abrirme el culo de un modo delicioso. Yo ya estaba absolutamente excitada, y ante el menor roce iba a acabar.
-Ahora mirá a la cámara y contá cómo te llamabas antes y cómo te llamás ahora- dijo Oscar mientras empezaba a meter suavemente un dedo primero, y después dos, en mi ano dilatado.
-Antes me llamaba Gabriel y ahora soy Camila, tu puta -dije mirando al celular sin poder evitar los gestos de placer por lo que estaba haciendo Oscar con su mano.
-Muy bien, y explicá qué me dejás hacerte.
-Todo lo que vos quieras- dije entregada a la cámara.
-Yo quiero de todo, pero vamos por partes...¿Qué no te hice hasta ahora que vos querés que te haga?- dijo
Oscar, que ya estaba metiendo tres dedos en mi cola y hacía cucharita hasta llevarme al cielo. Yo empecé a desbocarme.
-Quiero que me acabes en la boca. Probar tu leche y sentir como baja por la garganta. Quiero que me acabes en la ropa y salir así a la calle. O lamer tu leche del piso. Quiero que me cojas en cuatro patas así o con mis pies en tus hombros, para que veas mi cara cuando me la ponés. Quiero que me mees y me escupas, que me azotes, que me hagas arrastrarme por el piso para llegar a tu pija. Quiero que me ates. Quiero que me metas cosas en la cola para tu diversión. Quiero emputecerme como nadie.
Las últimas dos o tres frases ya las dije entrecortadas por los gemidos. Oscar se paró, vino frente a mí con su pija durísima y me ofreció un preservativo.
-Con la boca, putita- fue lo único que dijo.
Así que el celular filmó también como le puse a Oscar el forro con la boca. Y mi torpeza, porque nunca lo había hecho, aunque la calentura me hizo resolverlo.
Oscar volvió a la cama, puso la punta de su pija en mi cola, me tomó de un hombro y simplemente me la metió.
Había lubricado tan bien y yo estaba tan dispuesta a que entrara lo que tuviese que entrar que me llenó la cola de pija de inmediato, sin dolor, con un placer que no había sentido nunca.
Una vez que estuvo bien adentro, me dio un par de nalgadas en cada cachete y empezó a cabalgarme entre mis gemidos cada vez más altos. Me desbordé, le pedí más, le pedí más adentro, le pedí que no la sacara nunca, le pedí que me diera más fuerte, que me diera con todo, que me hiciera su puta.
-Te voy a dar un premio por lo bien que estás tu orto. Te dejo elegir. ¿Dónde querés la leche?- dijo Oscar en un momento.
- ¡En la boca! Por favor ¡En la boca, te lo suplico!- contesté yo.
Oscar sacó su pija de mi cola y con un golpecito me ordenó que me diera vuelta, como hacen los jinetes con sus yeguas. Obedecí, le saqué el forro y me metí esa pija gorda y transpirada en la boca. Sentir su sabor de nuevo me compensó por el vacío que había dejado en mi cola. Chupé y chupé hasta que sentí tres o cuatro chorros que fueron directamente a mi garganta.
-Mmmmhhh, mmmmhhh- no podía parar mientras saboreaba el semen de Oscar como si fuera el más rico de los helados.
Oscar se acostó y me dejó seguir lamiendo y limpiándole la pija. Estuvimos así unos minutos hasta que agarró el celular que había quedado en la mesita de luz y marcó unos números. Después me los mostró.
-¿Reconocés este número, Cami?
Era el número del celular de Carla, mi esposa. Yo, que estaba tan complacido y sumiso limpiándole la pija me levanté sobresaltado.
-Tranquila, tranquila. Vos seguí limpiando ahí con la lenguita que yo quiero hacerle un pequeño llamado a tu esposa. La conozco de haber arreglado para venir a buscar la plata, ¿te acordás? Lo voy a poner en altavoz para que vos también escuches, pero no dejes de lamer tranquila, ¿sí? No pasa nada.
Oscar me hizo poner el body nuevamente con palmaditas para tranquilizarme y me empujó la cabeza hacia su entrepierna, para que siguiera lamiendo su pija. Entonces llamó al número de Carla.
-Hola- dijo la voz de mi esposa desde el parlante del celular
-Hola putita, ya estoy casi terminando el trabajito que tenía. ¿Vos estás lista?
Me quedé con la boca abierta agarrando la pija de Oscar, sin poderlo creer. Oscar me hizo señas de que siguiera, con una sonrisa en todo el rostro.
-Cuando vos me digas, papi, voy. Estoy en lo de mis amigas, pero decime y nos encontramos ya. Se supone que después voy al cine con ellas, así que tenemos tiempo.
-Bueno, encontrémonos en media hora en el café que está en la esquina del telo. Tomamos algo ahí y después vamos.
-¿Y si vamos directo, papi? tengo muchas ganas, hace como una semana que no me la ponés, no sabés cómo estoy.
-Es muy de puta encontrarse directo en el telo, jajaja.
-Es que vos me estás haciendo una tremenda puta.
-Y falta que aprendas muchas cosas, bebé. Dale, en media hora en la puerta del hotel. Besitos.
-Besos. Y uno especial en la punta de esa pija hermosa, jiji.
Oscar cortó y me miró fijo, disfrutando haber tenido esa conversación con mi esposa mientras yo le limpiaba la pija. Mi cara estaba coloradísima de la vergüenza. Finalmente, Oscar dijo:
-Me la estoy cogiendo desde hace un mes. Una bestia tu mujercita, una yegua. Me la cogí la primera vez cuando vine a buscar la plata del arreglo, y después dos o tres veces por semana. Es muy chanchita tu esposa, muy petera, le gusta mucho la verga. Y parece que le gusta mucho la mía, sobre todo.
Yo asentí sin atreverme a mirar a Oscar a los ojos. Y él completó:
-Me encanta lo divertido que se va a poner esto, ¿no te parece?.
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Gracias por leer y si les hice pasar un buen momento, me gustaría que me lo cuenten. Me excita mucho escribir, pero más saber que le di aunque sea un mínimo momento de calentura a alguien. Besitos 🙂
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