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Bendita Locura.

Piel, suspiros, risas y gemidos todos envueltos en un trance anecdótico. Si pudiera no pensar así, si pudiera no sentir de esta forma, creo que me incendiaría de igual manera.
Noches cálidas de perversidad. Necesitaba buscar a mi presa, a mi objeto, la belleza plasmada en un rostro angelical. Mire mi reloj, sopese un momento todas las consecuencias de una arrebatada ida a sus brazos y me lancé de manera indescriptible a los besos de la condenada reina de la lujuria. Juguete karmico y vulgar.
Labios rosa, piel blanca, ojos grandes y sonrisa santurrona. No esperaba más de aquella chica que me poseía los sentidos. Era un milagro que estuviera conmigo esta noche y todas las venideras. Obteniendo de sus infieles besos una sonrisa irónica y un “Te quiero” inventado por la calentura, porque cuando uno está en esos momentos de gloriosa candidez no piensas bien lo que dices y das. Te dejas llevar por las sensaciones, emociones, intenciones e intensidades.
Sus manos se posaron en mi sexo ya desnudo bajo el manto estrellado de una noche de verano, pues ni los astros pudieron distraerme de la contemplación divina que tenía frente a mí. La más linda perra, la más bella y seductora. Escondía tras esos ojos centelleantes una verdad y una mentira, la verdad es que no me quería y la mentira es que profesaba amor eterno. Sabía de sobra que apenas pudiera arrancaría y se refugiaría en otra piel más tierna. Porque gustaba de saborear pieles jóvenes, bendecidas por montañas enormes y curvas peligrosas.


Me embadurne las manos de saliva para poder entrar de golpe entre los pliegues de su sexo, pero la muy puta estaba cubierta de fluidos. Sus pezones ardían y apuntaban a ser mordidos, besados por mis pequeños labios, sin pensarlo dos veces busque pasar la punta de mi lengua en ellos sin dejar de follarla con mis dedos. Escucharla gemir y ver como el vaho dulce salía de su boca carnosa y chupona me tenía la cabeza aturdida. Quito mi mano de su sexo, me beso nuevamente, bajo hasta mis montañas perfectas, apretó y sonrió, se internó en ellos, para lamer lentamente mi estómago y llegar a mi vientre. Se detuvo, suspiro, me mordió los costados de las caderas, suspiro, me abrió los muslos, gemido, sus uñas se enterraron en mis piernas, aullido. Su lengua bajo a mi monte y sus delicados dedos abrieron mi vagina y encontraron el punto vibrante. Sus lamidas se volvieron ardientes, me comía fuertemente, punzaba con la punta de su lengua mi hinchado botoncito y yo me encontraba perdida. Bajo hasta mi hermosa abertura, sucumbió con su lengua endemoniada y me follo de manera perversa. Yo separe un poco más mis piernas, porque sentía que venía el orgasmo, que me haría gritar bajo el cielo nocturno. Sin más mi cabeza exploto y de mis labios salió la melodía más desquiciada y me recosté en sus hombros. Ella me tumbo a su lado. Las dos desnudas mirando el paraje negruzco. Su mano sobre la mía, mi mano libre internada en su sexo otra vez para verla sentir, para escucharla gemir, para deleitarme con unos cuantos más gritos de la Zorrita sin alma y pensaba: Ella solo quiere mi juventud, mi cariño, mi energía…luego se buscara a una igual o más joven que yo, pero me saciare con su sed de placer infantil.

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