Este relato es continuación del anterior, la verdad que fue un día muy agitado y por eso esta historia fue la primera que les quise contar. Espero que les guste ¡gracias por los comentarios y mensajes! ♥
Podría demorar días. Mejor dicho, meses y años hasta que mi cabeza regrese a la normalidad luego de ver a Julia de esa manera. No entendía el motivo real, si era la agitación que aún me quedaba del gimnasio esa tarde o si el tamaño de sus pechos más grandes de lo que los recordaba, sumado a su hermoso rostro y lo apretado de sus calzas habían hecho estragos en mis hormonas.
Con tan solo ver su rostro las memorias invadieron mis impulsos.
Me costó mucho mantener la compostura mientras viajaba hacia la universidad, hasta creí recordar y sentir el perfume de Nina Ricci que Julia usaba cuando vivíamos juntas.
Estoy segura de que todos a mi alrededor se dieron cuenta de mi inquietud durante la clase, más que nada porque mientras pensaba en las enormes tetas de mi ex compañera de habitación, el profesor me preguntó algo directamente a mi y tardé varios segundos en darme cuenta de que me hablaba.
Ella es el fuego, no dejaba de recordarla.
Posterior a la clase y con mucha impaciencia regrese a mi departamento, donde ahora vivía sola y recibía alguna que otra compañía ocasiaonal. Gracias al cielo que no vivía con alguien más, necesitaba encontrarme a solas para mermar estas llamas. Ni esa clase importante logró alterar mi desquicio, es más, siquiera pude prestar atención.
Corrí hacia la ducha, me desvestí lo más rápido que pude. Antes de quitármela, sentí lo húmedo de las braguitas que llevaba. Eso no era solo sudor, había sido culpa de mis pensamientos en torno a Julia. Soy tan ilusa que creí que el impacto del agua fresca en la cara iba a solucionar el calor interior.
Por unos instantes resultó eficiente, hasta pude pensar en otras cosas. Me lamenté de haber perdido el eje y no haber prestado atención a la clase y planee en mi cabeza las formas de ponerme al día nuevamente.
La calma duró poco. Luego de la ducha fui a mi cuarto a vestirme y mientras me subía mis braguitas recordé que esa tanga negra de encaje que me estaba colocando era la misma que había usado en nuestra “primera vez” con Julia. Ambas habíamos experimentado besos y caricias con otra mujer, pero jamás había tenido los pechos de otra mujer entre mis dientes, mucho menos unos tan perfectos como los de Julia esa noche en la que se nos pasó la mano con el Petit Malbec.
Con tan solo ver su rostro las memorias invadieron mis impulsos.
Me costó mucho mantener la compostura mientras viajaba hacia la universidad, hasta creí recordar y sentir el perfume de Nina Ricci que Julia usaba cuando vivíamos juntas.
Estoy segura de que todos a mi alrededor se dieron cuenta de mi inquietud durante la clase, más que nada porque mientras pensaba en las enormes tetas de mi ex compañera de habitación, el profesor me preguntó algo directamente a mi y tardé varios segundos en darme cuenta de que me hablaba.
Ella es el fuego, no dejaba de recordarla.
Posterior a la clase y con mucha impaciencia regrese a mi departamento, donde ahora vivía sola y recibía alguna que otra compañía ocasiaonal. Gracias al cielo que no vivía con alguien más, necesitaba encontrarme a solas para mermar estas llamas. Ni esa clase importante logró alterar mi desquicio, es más, siquiera pude prestar atención.
Corrí hacia la ducha, me desvestí lo más rápido que pude. Antes de quitármela, sentí lo húmedo de las braguitas que llevaba. Eso no era solo sudor, había sido culpa de mis pensamientos en torno a Julia. Soy tan ilusa que creí que el impacto del agua fresca en la cara iba a solucionar el calor interior.
Por unos instantes resultó eficiente, hasta pude pensar en otras cosas. Me lamenté de haber perdido el eje y no haber prestado atención a la clase y planee en mi cabeza las formas de ponerme al día nuevamente.
La calma duró poco. Luego de la ducha fui a mi cuarto a vestirme y mientras me subía mis braguitas recordé que esa tanga negra de encaje que me estaba colocando era la misma que había usado en nuestra “primera vez” con Julia. Ambas habíamos experimentado besos y caricias con otra mujer, pero jamás había tenido los pechos de otra mujer entre mis dientes, mucho menos unos tan perfectos como los de Julia esa noche en la que se nos pasó la mano con el Petit Malbec.
Era cuestión de desatar una tormenta en mí. De librar todas mis buenas intenciones, la ducha fresca parecía ya lejana con el calor que me recorría, incluso sentí como severos puntos de mi piel empezaban a sudar.
Somos dos potencias que conocen el arte de la seducción, la manipulación y las apariencias; la primer noche de vinos nos pusimos a prueba.
Mientras me acaricio entre las piernas por arriba de la tanga, siento que la vuelvo a tener, siento ese fuego acariciandome lentamente los pies hasta ascender a mis muslos. Siento que mis dedos son sus manos en mi entrepierna y sus labios sobre los míos.
Uf, las cosas que imaginaba. Por suerte mi tanguita negra se corrió con facilidad y pude sentir mis dedos, reconfortantes e increíblemente frescos, sobre mi clítoris y luego dentro mío.
Recordé su clítoris humedo, suave en mi boca y no demoré mucho más en empaparme toda, acabando en mis manos, mis braguitas, y mis piernas.
Pasaron unos pocos segundos hasta que me vi diciéndome “tenés que llamarla”, entre los espasmos finales de mi orgasmo.
Somos dos potencias que conocen el arte de la seducción, la manipulación y las apariencias; la primer noche de vinos nos pusimos a prueba.
Mientras me acaricio entre las piernas por arriba de la tanga, siento que la vuelvo a tener, siento ese fuego acariciandome lentamente los pies hasta ascender a mis muslos. Siento que mis dedos son sus manos en mi entrepierna y sus labios sobre los míos.
Uf, las cosas que imaginaba. Por suerte mi tanguita negra se corrió con facilidad y pude sentir mis dedos, reconfortantes e increíblemente frescos, sobre mi clítoris y luego dentro mío.
Recordé su clítoris humedo, suave en mi boca y no demoré mucho más en empaparme toda, acabando en mis manos, mis braguitas, y mis piernas.
Pasaron unos pocos segundos hasta que me vi diciéndome “tenés que llamarla”, entre los espasmos finales de mi orgasmo.
Esta tanguita la usé durante los días siguientes, no hubo noche en la que no pensara en ella. Si te gustó el relato, recordá que mi tanguita está guardada para conservar mis aromas, enviame un mensaje para contarte más detalles 🙂
No olvides dejarme tus comentarios!
Muchos besos ♥
Cathia.
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Cathia.
13 comentarios - Cómo empape mi tanga con encaje (2 Fotos mias)
Besote ♥