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El día que me comí a la bartender -Relato Real-

Hola, poringueros!

Acá les traigo mi primer relato, de una experiencia que me pasó a inicios este año.
Esta es la primera vez que me animo a contarlo en forma de historia, así que acepto todo tipo de críticas y comentarios. Y bueno gente de P! Eso es todo. Espero que lo disfruten
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Desde hace algún tiempo descubrí mi pasión por la lectura. Todo esto gracias a un libro que comencé a leer en uno de esos días de ocio en donde ya ni el internet te salva del inminente aburrimiento. Comenzando con un par de horas al día, pronto se convirtió en esa clase de actividad que uno disfruta hacer a cada momento y de ser posible, en un lugar tranquilo y ameno.

Total, que debido a este nuevo hobby, comencé a visitar el café que quedaba a unas cuadras de mi casa con mucha mayor frecuencia. El negocio lo habían inaugurado hace unos cuantos meses, no contaba con mucha clientela y a veces las canciones que ponían solían repetirse en un bucle infinito dentro de mi cabeza. Sin embargo, tanto la hospitalidad como el ambiente que brindaban eran realmente acogedores y me hacían sentir como en casa. Incluso más que en mi propio hogar.

Aquel día era jueves. Habrían pasado 3 o 4 meses desde que comencé a acudir con regularidad al establecimiento. Acostumbraba ocupar el sofá que estaba dispuesto en una esquina al fondo del local, descargué mis pertenencias y me dirigí religiosamente hacia la barra. Entonces, como ya era costumbre, me atendió Gaby, una linda chica, de ojos marrones, cabello corto teñido de rosa y con una tierna voz que era endulzada por un peculiar acento argentino.
- ¿Venís por lo de siempre, querido? –preguntó ella con una cortés sonrisa en el rostro. “Lo de siempre” significaba un americano regular, no muy cargado y dos sobres de edulcorante. Asentí con la cabeza y ella se limitó a responderme el gesto esbozando una sonrisa en su rostro nuevamente.

Regresé al sofá de la esquina con una pequeña bandeja de madera. Dispuse mi pedido en la mesa de centro que se encontraba frente mia tratando de no hacer un desastre durante el proceso. Regresé hacia la barra y dejé la bandeja a un lado.
- Hmm Gaby, noto que hoy si estás muy bien acompañada –dije en tono sarcástico- ¿qué pasó ahora?
- Y si… -suspiró ella, dejando escapar la frase- Oscar llamó para avisar que los otros dos boludos andan re ocupados en la uni o que se yo. Oscar aparte de ser el dueño de la tienda era su marido, parecía buen tipo, aunque casi nunca se aparecía por el café y dejaba con la mayoría del trabajo a Gaby.- Supongo que son cosas del laburo…

El lugar estaba casi vacío, a pesar de ser ya las 7 de la noche. Olvidándome del café y de como este se enfriaba, traté de consolar los ánimos de Gaby cambiando el tono de la conversación por algo más ameno.
- Hey, pero si estas re al pedo vos –dije, tratando de imitar su jerga y acento- ¡tomátela! Ella rio para sus adentros, levantando la mirada conectándose con la mia y arqueando una ceja me preguntó si realmente sabía lo que acababa de decir. Le confesé que no tenía ni idea del significado de la frase que acababa de articular. Todo para, finalmente, terminar soltando unas carcajadas por algunos largos segundos.

Después del pequeño escándalo que hicimos, optó por darme la razón. El día no había sido complicado en lo absoluto, apenas y parecía haber sido rentable. Al cabo de unos minutos, media hora quizás, los dos últimos clientes pasaron a retirarse, dándonos a entender que la jornada estaba, probablemente, cerca del final.
- A Oscar se le ve buena onda –dije un poco más serio esta vez- ¿por qué no te echó la mano si sabía que hoy estarías sola por tu cuenta?
- Yo que sé, nene. Desde que abrimos el negocio, no sé… -decía ella un tanto desconsolada- como que le ha puesto poco interés al laburo.
- Ah, ya veo…

Gaby, era una chicha sumamente atractiva. Su aspecto tenía tanto de misterioso, como de provocativo. Razón por la cual, muchas veces decliné a cruzar palabra alguna con ella, pues sabía que estaba casada y prefería ahorrarme problemas bobos. Sin embargo, aquella noche y contra cualquier pronóstico, entablamos una conversación larga y amena. Nos dimos cuenta que, en el humor por sobre todo, compartíamos muchas cosas en común. La hora avanzaba y yo no hacía más que dejarme llevar por esas anécdotas hilarantes que relataba. No sabía si lo que más me sorprendía era que ella, siendo tan joven, tuviese tantas experiencias para compartir, o que yo, simplemente no haya sido capaz de despegar mi vista por un segundo de esos perfectos labios suyos.

Quizás lo habría notado desde hace algunos minutos, por lo que no tardó en hacerme una pregunta para sacarme de aquel estado de abstracción en el que me encontraba.
- Y vos, que siempre te veo leyendo, contame ¿qué libro leés ahora?
Fue una intervención efectiva, apenas y reaccioné de aquel pequeño transe en el que estaba inducido para poder contestarle.
- Eh, bueno, no creo que hayas oído hablar del libro… Se llama “Delta de Venus” –de pronto fui interrumpido abruptamente por Gaby-.
- ¿Delta de Venus? ¿Qué no es esa la compilación de cuentos eróticos, creo? Jaja que andás leyendo, che.

Me tomó por sorpresa que supiese del título del cual hablaba. Aquello solo aumentó más mi interés hacia ella. No tardamos en hablar sobre el libro y sobre el género erótico en general, citando autores y recordando pasajes sumamente explícitos. Noté que de pronto, no sólo la conversación, sino que también ambiente en general, habían aumentado su temperatura.

Podía observar como ella, mientras hacía memoria de ciertos párrafos, se mordía los labios. Miraba hacia arriba como quien rebusca entre sus recuerdos más profundos, mientras se echaba un poco de aire con la mano y como de pronto, la piel de sus brazos se erizaba ineludiblemente. Yo era el único espectador de ese micro show que solo conseguía despertar el deseo en mi a cada segundo. De no ser por una abrupta llamada del esposo, podríamos haber seguido en esas circunstancias quién sabe hasta qué punto.

Repentinamente, Gaby tuvo un bajón de ánimo significativo.
- Como me jode que Óscar prefiera pasársela con los amigos, che. Siempre llego a casa y nunca hay tiempo para nada con él. O duerme o sale al boliche con los chicos ¿qué se supone que haga con eso?

Pronto comprendí lo que sucedía, para que la había llamado su esposo y por qué se encontraba tan decaída. Gaby se encontraba en una típica relación que había sido consumida por el matrimonio y las obligaciones. Quizás la conexión que sintió conversando conmigo, no la había sentido con Óscar hace mucho tiempo. Quién sabe si meses o años inclusive. Y para qué negarlo, yo jamás, ni en mis sueños más osados, había sentido algo igual con nadie y mucho menos con una mujer tan atractiva e interesante como resultó ser ella.
- Che, wacha –dije, tratando de imitar su acento una vez más-, sacate la gorra, alta seria sos. Conseguí hacerla reír un poco, aunque se sintió algo forzado. Razón por la cual, contradiciendo mi última frase, las sostuve de las manos y traté de serle franco.

- Imagino que todo esto debe de ser increíblemente complicado para ti. Puedo verlo en tus ojos cansados, puedo sentirlo en tus cálidas manos –dije, profundizando mi voz más de lo normal-. Una mujer como tú se merece alguien que la comprenda, que siempre tenga tiempo para escucharla, que esté dispuesto a atender sus necesidades. Tanto las emocionales como las carnales… -En ese instante Gaby puso su dedo índice delicadamente sobre mis labios.
- ¿Y acaso voz no te morís de curiosidad por saber que necesidades tengo? -Pronunció con una especie de susurro hipnótico y altamente excitante.

Soltamos una tímida risa nerviosa, yo por no saber con qué intención lo decía, ella por no saber cómo lo tomaría. Sin embargo, tras un breve silencio, nuestras mentes se sincronizaron y nos fundimos en un violento e intempestivo beso apasionado. Ella con sus brazos aferrados como unos grilletes en mi cuello y yo deslizando furiosamente mis manos por debajo de su cintura. La barra era lo único que se interponía entre ambos, por lo que ella se montó en el tablero y terminó de atraparme con sus torneadas piernas.

Hasta ese momento no había notado como estaba vestida. Llevaba una blusa blanca, bastante delgada, con un escote por el que se asomaban sus dulces senos tímidamente. Ella me siguió besando con pasión. Deslizando su lengua en mi boca, presionando mis labios levemente con sus dientes, aferrando sus manos frenéticamente en mi cabello.

Yo por mi parte, no podía dejar de acariciar fuertemente sus piernas, las cuales eran cubiertas por unas finas leggins negras. Poco a poco, mis manos comenzaron a subir por debajo de su blusa para poder entrar en tacto con la piel de su torso. Ella insinuó un leve salto para poder llegar al suelo, motivo suficiente para sostenerla en su descenso y acercarla con más entusiasmo hacia mí. Instintivamente, mis manos se sumergieron en la parte posterior de su trusa y pude deleitarme con la suavidad de sus grandes nalgas.

Besaba su cuello incesantemente mientras que ella frotaba la entrepierna de mi pantalón con una de sus manos. Dándose cuenta de mi gran erección, ella se aferró a mi espalda, casi clavando sus uñas, y me condujo con dirección al baño. Una vez entramos, ella desabotona mi camisa sin reparo alguno y deja mi torso al descubierto. Comienza a lamer y besar mis pectorales, bajando poco a poco por mi área abdominal. Cegada por la calentura, termina de arrodillarse y trata de sacar torpemente mi cinturón. Al ver que la labor se le complicaba por la desesperación y excitación del momento, terminé haciéndolo yo. Inmediatamente, Gaby me bajo los pantalones, llevándose consigo mi ropa interior. Por un par de segundos, sé quedo atónita viendo mi erección, como hipnotizada y emocionada al mismo tiempo. En el acto, sujetó mi verga firmemente con su mano derecha y se la introdujo en la boca.

No había forma de detener a esa yegua, su mano presionaba incontables veces hacia adelante y hacia atrás mientras que con su boca succionaba y lamia tanto como le era posible. La baba caía a chorros por la comisura de sus labios, los cuales descansaban únicamente cuando ella se sacaba aquel trozo de la boca para poder recobrar el aliento. Sus ojos estaban clavados en mí, mientras que mi mano derecha sujetaba su cabello, jalándoselo suavemente, indicándole el ritmo correcto para sus movimientos.

Lo anterior no había hecho más que aumentar el tamaño de mi erección. Mi pene parecía estar a punto de explotar y embarrar todo su hermoso rostro con mi caliente y abundante corrida. Ella se levantó con cautela y con el mismo movimiento dejó los leggins a la altura de sus tobillos. Yo no me contuve, le di media vuelta, solo para dejarla arrinconada contra la pared de cerámica y me arrodille para tener en frente de mí el hermoso trasero de esa mujer. Opté por hacer su tanga hacia un lado para poder así, sumergir mi lengua entre su vulva. Las lamidas se hacían largas y profundas, podía notar como su cuerpo entero se estremecía con cada movimiento. Embadurne mis dedos medio e índice con su propia saliva y los introduje dentro de ella. Fui sumamente cuidadoso con ello, pues sorpresivamente noté que esa pequeña abertura aún era algo estrecha para mí.

Una vez mis dedos se deslizaban sin problema alguno por su vagina, comencé darle un increíble beso negro. Primero jugaba con mi legua por las zonas más cercanas a su ano, luego mi lengua pasaba sin reparo alguno por ahí en medio. Solo para después acompañar todas esas acciones con pequeñas mordidas en sus nalgas. En este punto, ella me jalaba del cabello, reteniendo mi rostro contras sus glúteos. El baño había sido inundado por sus dulces gemidos y ese olor a buen sexo el cual era inconfundible para ambos.

Mi verga seguía tan dura como hace algunos minutos, por lo que sin pensarlo más, bajé su trusa por completo e introduje mi pene dentro de su apretada conchita. Gaby soltó un gemido ahogado mientras se mordía los labios, yo la sostenía del cabello como si fuese mi puta. Se lo fui introduciendo con cuidado hasta que cada centímetro entro por completo. La sensación era increíble, estaba muy caliente por dentro y apretaba de tal forma que era capaz de sentir cada palpitación dentro de ella.

- No… No la saqués. Pará un cachito –dijo mi puta algo entrecortada por sus gemidos.

Aun así, se la saqué de un solo movimiento. Ella giró con algo de dolor para verme a los ojos. Justo en ese momento volví a apoyar su rostro y cuerpo contra la pared y me dispuse a darle unas embestidas descomunales. Escuchar el palmoteo de sus nalgas contra mi pelvis acompañados por la melodía de sus gemidos hizo del momento algo inolvidable. De pronto, las piernas de Gaby comenzaron a temblar. Ella se movía con mayor intensidad, se sujetó de mi cadera usando sus manos y uñas y, al cabo de unos segundos, su ser exploto en un gran y húmedo orgasmo.

Me separé de su cuerpo por un instante, solo para apreciar como las gotas de flujo discurrían por sus piernas y dejaban un pequeño charco en el piso. Acto seguido, ella se volteó para poder besarme nuevamente. Su rostro manifestaba éxtasis puro. Esbozó una sonrisa un tanto malévola, sujetó mi pene con una de sus manos y empezó a sacudirlo con mucha intensidad.
- Y… la nena también quiere su premio ¿sabés? –dijo Gaby con la voz un tanto afónica de tanto gemir.

Sujetó sus senos haciendo presión y colocó mi verga entre ambos. Dejo caer abundante saliva de su boca y se dispuso a mover sus ricas tetas rápidamente. Yo podía sentir su aliento con la punta del glande, ya que cuando terminaba con el recorrido, la parte superior mi miembro se encontraba con sus dulces labios.

Ella tenía los pezones hermosos. No muy grandes y de tez clara, casi rosados. Me miraba directamente a los ojos esperando a que le terminara en sus deliciosos senos. Sin embargo mis planes eran otros. Para acomodarme mejor, me apoyé contra la puerta y me sujeté de la manija, quedando en una posición un tanto arqueada. Ella se sentó de rodillas y como una buena yegua esperó a que me venga, dejando la boca abierta. Empecé a masturbarme ferozmente frente suyo, cuando empecé a sentir que ya no faltaba mucho. Entonces sujeté su cabeza y ella comprendiendo el significado, abrió la boca y se dispuso a acabar con el trabajo. Me terminó de dar las últimas sacudidas con la mano, teniéndolo aun en la boca, cuando empecé a descargar toda mi leche dentro de ella.

A pesar de sentir que estaba corriéndome, Gaby siguió succionando y apretando mi verga con ambas manos esta vez. Mi semen entonces comenzó a chorrearse por su boca, cayendo en sus senos. Terminó de exprimírmela toda, solo para poder embarrarse los senos con toda la leche que les había caído utilizando sus manos. Finalmente se tragó mi corrida y me dijo que la esperará un rato afuera.

Yo aun en la puerta, me acomode la ropa rápidamente y salí para asegurarme de que mis pertenencias aún se encontraban donde las había dejado. Por un momento tuve ese temor estúpido de que algún cliente pudo entrar al establecimiento y al no ver a nadie, salir corriendo con mis objetos personales. Me senté en la barra y a los minutos salió Gaby. Ella me dijo que ya se estaba haciendo tarde y que tenía que empezar a cerrar la tienda. Yo sin protestar, asentí con la cabeza, recogí mis cosas y me retiré del lugar.

A día de hoy sigo yendo al mismo café que de costumbre. Pido un americano, no muy cargado con dos sobres de edulcorante. Tomo asiento en ese sillón que se encuentra en una esquina en el fondo y me dispongo a leer esos relatos literarios que tanto me fascinan. Solo a veces cambia la rutina. Cuando los últimos clientes se van a las 7 y Gaby pone el cartel de cerrado, quedándose a solas conversando conmigo.

1 comentarios - El día que me comí a la bartender -Relato Real-

Blacknaked
Que lindo es leer un relato así,te felicito muy lindo relato y mejor aun relatado.