Recuerdo cuando me comencé a enterar de las andanzas de mi hermana ante mi ausencia obligada por la patria, yo que la consideraba un dulce ser angelical, enamorada de mi, e ingenua, y que creía que por eso accedía a que yo, su hermano, le profane su cuerpo impoluto, me sentí absolutamente devastado.
Además, me daba bronca que, los que me lo contaban, fueran amigos míos, que habían jurado "en mi destierro" cuidarla, honrarla y respetarla, por ese simple hecho, el de nuestra amistad. Sin embargo, a días de mi alejamiento, no solo no lo hicieron, sino que todo lo contrario, se aprovecharon, sacaron ventaja y solo por despecho, luego la denunciaban..
Sin embargo, mas tarde reflexionaba críticamente, y los entendía, de hecho estaba haciendo lo mismo que ellos.
Este amigo me contaba que, unos de los primeros sábados en que yo estaba en la "colimba" en el ejército, haciendo la instrucción militar, salió con ella y la llevó al cine del barrio, "salida pobre si las había". Que tan pronto como entraron y lograron ubicación, incluso aún con las luces encendidas de la sala, mi hermana comenzó a comportarse de manera extraña.
¿Como extraña? Pregunté curioso.
Si! ¡Se puso mimosa! ¡Me acariciaba! Me tocaba! Comentaba él
¡Bueno, y a que se va al cine con una mina! Exclamé de manera capciosa
¡No, bueno, pero ella lo hacía de forma descarada, de manera escandalosa, exhibiéndose sin pudor en público! Respondió mi amigo
Ante mi cara de sorpresa prosiguió con lujos de detalles, explayándose sin censura.
¡Acto seguido tu hermana se levantó la remera y no tenia corpiño, sus redondas tetas quedaron expuestas y me las restregó en la cara!
¡Como poseída se bajo la minifalda de jean y no tenia bombacha! Afirmo sin inmutarse
¡La sala entera primero comenzó a murmurar y rápidamente comenzaron a acercarse varios de los asistentes, todos hombres de distintas edades. donde ella y yo estábamos!
¡De un momento a otro se quito la remera y semi desnuda estaba manoseando a cualquiera de los parroquianos asistentes al cine, mientras yo permanecía sentado sin notarlo!
¡Aquello se descontrolo y simultáneamente a dar, recibió manoseos por parte de aquellos!¡Hasta ese momento yo participé de eso! ¡Pero luego tomé conciencia de lo oprobioso de los actos! ¡Y me retiré hacia un costado! Lo decía orgulloso, como si se sintiera inocente o pretendiera con su acción que yo lo tome como un atenuante a su traición.
Además no sólo mentía tergiversando los hechos, ya que luego recibí mas confesiones de esa noche por parte de otros "amigos" situándolo a este en el medio de los incidentes, que fue partícipe necesario, hasta que mi hermana lo cambio por la multitud de tipos que la invadían.
Él, sólo había sido el que la llevó y pagó la entrada del cine, a cambio de tocarla entre la masa y libar su vulva un poco hasta que fue desbancado por otros hombres, mas grandes y con mayor experiencia en aquél desenfreno orgiástico que se engendró en el cine de barrio.
Al poco tiempo, mi hermana estaba dominada por la lujuria carnal que la caracterizaba conmigo, pero en manos, labios y dedos de extraños. Agarrando otros penes, siendo babeada y mordida por otras bocas.
Rápidamente quedó totalmente desnuda, sus pocas ropas quedaron perdidas en el lugar, al igual que ella, hasta ser penetrada sexualmente. Todo tipo de dedos y penes entraban en sus orificios corporales.
Su lengua y sus labios chupaban lo que se le pusiera delante, ese frenesí habitual que la extasiaba comportándose como una ninfómana enferma, en un desenfreno extremo.
Iba por todos, parecía quererlos probar a cada uno de los presentes, parecía exaltada dentro de un arrebato enloquecido, enardecida en un ardor genital que no se extinguía nunca.
Por momentos, mi "amigo" volvía a tocarla y enredarse en ese fárrago de cuerpos que iban mancillando la poca vergüenza de mi hermana. Sin embargo, los rastros de otros intrusos en su piel comenzaban a observarse.
Moretones, rasguños, la piel enrojecida por la fricción, se sumaban a los líquidos y fluidos corporales que se amontonaban en la superficie de su piel, y no sólo en sus partes íntimas.
Chorreando semen, saliva. sudores propios y ajenos ella se retorcía de placer, manteniendo el contacto genital con los que se mantenían de pie.
El olor a sexo invadía la sala, ella comenzaba a despedir a emanar un aroma fétido.
Al igual que su reputación, al entrar en celo, el tufo que excretaba se hacía desagradable, era inversamente proporcional a su prestigio.
De todos modos, esa horda de machos se volvían más primitivos de lo que ya eran y sin moderación ni disciplina, daban rienda suelta a sus más bajos instintos.
Resultaba mórbida aquella escena.
Bastardeaban a la especie humana, parecían una jauría de perros tras la que estaba en celo, buscando el aparearse, sin ningún cortejo previo antes de la cópula.
Los líquidos comenzaban a secarse sobre su piel, salvo su flujo que corría como en un vergel entre las sombras de su hermano ausente.
Desde aquella noche fue estigmatizada como la mas puta de nuestra familia, marcada de por vida, señalada. Y ella, se volvió un icono de aquello, un símbolo que representaba a lo opuesto a la virtud, el pecado de la lujuria.
Además, me daba bronca que, los que me lo contaban, fueran amigos míos, que habían jurado "en mi destierro" cuidarla, honrarla y respetarla, por ese simple hecho, el de nuestra amistad. Sin embargo, a días de mi alejamiento, no solo no lo hicieron, sino que todo lo contrario, se aprovecharon, sacaron ventaja y solo por despecho, luego la denunciaban..
Sin embargo, mas tarde reflexionaba críticamente, y los entendía, de hecho estaba haciendo lo mismo que ellos.
Este amigo me contaba que, unos de los primeros sábados en que yo estaba en la "colimba" en el ejército, haciendo la instrucción militar, salió con ella y la llevó al cine del barrio, "salida pobre si las había". Que tan pronto como entraron y lograron ubicación, incluso aún con las luces encendidas de la sala, mi hermana comenzó a comportarse de manera extraña.
¿Como extraña? Pregunté curioso.
Si! ¡Se puso mimosa! ¡Me acariciaba! Me tocaba! Comentaba él
¡Bueno, y a que se va al cine con una mina! Exclamé de manera capciosa
¡No, bueno, pero ella lo hacía de forma descarada, de manera escandalosa, exhibiéndose sin pudor en público! Respondió mi amigo
Ante mi cara de sorpresa prosiguió con lujos de detalles, explayándose sin censura.
¡Acto seguido tu hermana se levantó la remera y no tenia corpiño, sus redondas tetas quedaron expuestas y me las restregó en la cara!
¡Como poseída se bajo la minifalda de jean y no tenia bombacha! Afirmo sin inmutarse
¡La sala entera primero comenzó a murmurar y rápidamente comenzaron a acercarse varios de los asistentes, todos hombres de distintas edades. donde ella y yo estábamos!
¡De un momento a otro se quito la remera y semi desnuda estaba manoseando a cualquiera de los parroquianos asistentes al cine, mientras yo permanecía sentado sin notarlo!
¡Aquello se descontrolo y simultáneamente a dar, recibió manoseos por parte de aquellos!¡Hasta ese momento yo participé de eso! ¡Pero luego tomé conciencia de lo oprobioso de los actos! ¡Y me retiré hacia un costado! Lo decía orgulloso, como si se sintiera inocente o pretendiera con su acción que yo lo tome como un atenuante a su traición.
Además no sólo mentía tergiversando los hechos, ya que luego recibí mas confesiones de esa noche por parte de otros "amigos" situándolo a este en el medio de los incidentes, que fue partícipe necesario, hasta que mi hermana lo cambio por la multitud de tipos que la invadían.
Él, sólo había sido el que la llevó y pagó la entrada del cine, a cambio de tocarla entre la masa y libar su vulva un poco hasta que fue desbancado por otros hombres, mas grandes y con mayor experiencia en aquél desenfreno orgiástico que se engendró en el cine de barrio.
Al poco tiempo, mi hermana estaba dominada por la lujuria carnal que la caracterizaba conmigo, pero en manos, labios y dedos de extraños. Agarrando otros penes, siendo babeada y mordida por otras bocas.
Rápidamente quedó totalmente desnuda, sus pocas ropas quedaron perdidas en el lugar, al igual que ella, hasta ser penetrada sexualmente. Todo tipo de dedos y penes entraban en sus orificios corporales.
Su lengua y sus labios chupaban lo que se le pusiera delante, ese frenesí habitual que la extasiaba comportándose como una ninfómana enferma, en un desenfreno extremo.
Iba por todos, parecía quererlos probar a cada uno de los presentes, parecía exaltada dentro de un arrebato enloquecido, enardecida en un ardor genital que no se extinguía nunca.
Por momentos, mi "amigo" volvía a tocarla y enredarse en ese fárrago de cuerpos que iban mancillando la poca vergüenza de mi hermana. Sin embargo, los rastros de otros intrusos en su piel comenzaban a observarse.
Moretones, rasguños, la piel enrojecida por la fricción, se sumaban a los líquidos y fluidos corporales que se amontonaban en la superficie de su piel, y no sólo en sus partes íntimas.
Chorreando semen, saliva. sudores propios y ajenos ella se retorcía de placer, manteniendo el contacto genital con los que se mantenían de pie.
El olor a sexo invadía la sala, ella comenzaba a despedir a emanar un aroma fétido.
Al igual que su reputación, al entrar en celo, el tufo que excretaba se hacía desagradable, era inversamente proporcional a su prestigio.
De todos modos, esa horda de machos se volvían más primitivos de lo que ya eran y sin moderación ni disciplina, daban rienda suelta a sus más bajos instintos.
Resultaba mórbida aquella escena.
Bastardeaban a la especie humana, parecían una jauría de perros tras la que estaba en celo, buscando el aparearse, sin ningún cortejo previo antes de la cópula.
Los líquidos comenzaban a secarse sobre su piel, salvo su flujo que corría como en un vergel entre las sombras de su hermano ausente.
Desde aquella noche fue estigmatizada como la mas puta de nuestra familia, marcada de por vida, señalada. Y ella, se volvió un icono de aquello, un símbolo que representaba a lo opuesto a la virtud, el pecado de la lujuria.
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