El martes, saliendo de la oficina, recibo un mensaje de Paula: "Tenemos que hablar". Un sudor frío me corre por la frente cuando la llamo y la noto seca y distante, aunque insistiendo en que nos veamos "para hablar".
Se pudrió todo, es lo primero que se me pasa por la cabeza. Se dió cuenta de lo mío con Diego y me llama para hacer quilombo. La peor de mis pesadillas está a punto de hacerse realidad.
¿Qué sabe? ¿Qué va a decirme? ¿Cómo se enteró? Son todas preguntas que me voy haciendo, temiendo ya lo peor en cuanto la tenga enfrente.
Quedamos en vernos en el Starbucks de Coronel Díaz, oh casualidad, el mismo en que me encontré con Diego el día que hicimos nuestro debut en "Pelícano". Cuando llego está esperándome en la puerta, fumando nerviosa un cigarrillo.
-¿Que te pasa?- le pregunto preocupada.
-Vení, vamos adentro- me dice arrojando el cigarrillo y agarrándome del brazo.
-Pedime un "Latte"- me dice mientras se va a sentar a una de las mesas.
Pido el "Latte" para ella, un café para mí y voy hacia donde se encuentra. Espero que no se le ocurra tirarme el "Latte" a la cara, pienso, ya que siento el vaso demasiado caliente.
-¿Que pasa? Me estás preocupando, nena- le digo, viendo los nubarrones mas oscuros y amenazantes formarse sobre mi cabeza.
-Diego me pone los cuernos- me suelta así, sin anestesia.
-¡¿Qué?!- me hago la sorprendida.
-Se está cogiendo a otra mina- aclara como si hiciera falta.
-¿Diego? No creo, ¿estás segura?- le pregunto, toda hipócrita.
-Le ví las marcas, boluda, los chupones en el cuello y arañazos en la espalda- me confirma.
-¿No habrás sido vos la que se los hizo?- trato de confundirla.
-Ni en pedo, eso es cosa de amante- me asegura.
Las marcas se las hice yo, en un arrebato, pero ahora ya me estaba arrepintiendo.
-¿Y le preguntaste?-
-Sí, pero me lo niega, me dice que estoy loca, que se las hizo jugando al fútbol-
-Puede ser, ¿no?-
-Esas son marcas de puta, sabelo- me insiste.
-No sé que decirte, no me lo imagino a Diego poniéndote los cuernos, ¡si te adora!-
-Sí, me adora, pero si una mina se le abre de piernas ahí no hay adoración que valga- se lamenta.
-Me dejás sin palabras, no sé qué hacer o decirte, quizás le pueda preguntar a M... (mi marido) si sabe o...-
-Ya le pregunté- me interrumpe.
Trago saliva...
-¿Y que te dijo?-
-Nada, que lo ve igual que siempre, ¿que otra cosa me va a decir? Si entre amigos se cubren-
Así que mi marido ya sabe que Diego le es infiel a su mujer. Vamos de mal en peor. Para no extenderme demasiado, trato de consolar lo mejor que puedo a mi amiga, sintiéndome en todo momento la peor lacra del mundo. La "destroza-hogares" sin conciencia ni empatía.
Deseaba salir corriendo y esconder la cabeza bajo la almohada de mi cama y no sacarla hasta que la tormenta amainara.
Era la primera vez que estaba así, frente a frente, con la mujer de uno de mis amantes. Me he cogido a maridos y novios de varias amigas, pero no eran tan cercanas ni íntimas como lo es Paula. Podía sentir su dolor, su rabia e impotencia y saber que yo era la culpable de su pesar me hacía sentir de lo mas miserable.
Me rompía el alma verla así, deshecha, convencida de que su matrimonio, la vida que llevaba hasta ahora, había terminado. ¡Y todo por mi culpa!
-No puede ser tan hijo de puta...- repetía entre lágrimas, a punto casi de comvulsionar.
No podía dejarla así, hecha un trapo. Aunque aún parecía no saberlo, yo era la responsable de su estado, por lo que nada que hiciera o dijera me parecía suficiente. Así que me la llevo conmigo, a mi casa, y le preparo unos mates, brindándole el apoyo que en ese momento tanto necesita..., sí, justo yo, la amante del marido.
Soy de lo peor, ya lo sé, pero ¿que otra cosa puedo hacer? Estoy ante un momento crucial de mi vida, si Paula llega a descubrir que yo soy la otra, entonces va a ser mi vida la que se derrumbe. Por eso necesito estar cerca de ella, para adelantarme a cualquier posible sospecha.
A la noche, en la cena, le cuento a mi marido lo ocurrido y le pregunto si sabe algo. Decido contárselo ya que fue la misma Paula quién lo puso al tanto al llamarlo.
Me dice que no es la primera vez que Diego le pone los cuernos a Paula, que siempre le cuenta sus aventuras, pero que esta vez se la tenía muy bien guardada, porque no soltaba ni una palabra.
-La otra noche, incluso, faltó al partido, y eso que es de los que siempre están- agrega como si esa fuera la prueba definitiva de su infidelidad -Cuando le pregunté que le había pasado me dijo que le surgió un imprevisto, pero para mí que estuvo con la otra-
Intento disimular lo mejor que puedo el impacto de lo que me dice, porque esa noche estuvo conmigo, cogiéndome en el lavadero. -Jaja, hasta le pregunté cuantos se había echado y me dijo que le fue imposible contarlos- se ríe.
Supongo que no le causaría tanta gracia si supiera que se los echó conmigo.
Al otro día, miércoles, lo llamo a Diego, le cuento lo que está pasando y le insisto en cortarla.
-Tenemos que dejarlo acá, antes de que se nos complique más- le digo casi en tono de súplica.
Él no está de acuerdo, me asegura que los mejores polvos se los echó conmigo y por nada del mundo va a privarse de tal placer. Yo tampoco quiero privarme de esos hermosos momentos que pasamos juntos, pero es demasiado el riesgo que corremos. Amo a mi marido, amo a mi familia, y no quiero perderlos.
Nos ponemos de acuerdo para vernos y hablarlo personalmente. Y hablar, lo hablamos, pero..., una vez mas terminamos en "Pelícano".
-Esta tiene que ser la última vez, Diego, no podemos seguir viéndonos así- le digo mientras entramos a la habitación.
-Si va a ser la última, hagamos que valga- me dice, envolviéndome en sus brazos y besándome con pasión y desenfreno.
Todo mi cuerpo se estremece al sentirlo, sé que debería sentirme mal por mi amiga, por cagarla de esa manera, pero no puedo. En ese momento es como si no tuviera conciencia, todo lo que pensé, lo que me mortifiqué, lo que me dije una y mil veces, se desvanece ante este nuevo arrebato de lujuria.
A tono con el momento, habíamos pedido una habitación con hidro. Así que nos desnudamos y nos metemos en el agua tibia y burbujeante. Nos besamos, nos acariciamos, nos metemos manos por todos lados, chupándonos, mordiéndonos casi con furia. Por debajo de las burbujas le agarro la pija y se la meneo con gusto, sintiendo las venas a punto casi de explotar.
El amor es más fuerte, dicen, pero en mi caso, la calentura lo es mucho más. Porque estoy caliente, en llamas, a punto de inmolarme por ese macho que está poniendo en jaque toda mi vida.
Intuyendo mis anhelos, Diego sale del agua y se sienta en el borde del Hidro. Acomodándome entre sus piernas, el cuerpo aún en el agua, le chupo la pija como si no hubiese un mañana, intentando retener en mi paladar ese sabor que ya se ha hecho tan mío. Sabor de hombre, de macho, de amante.
Me gusta sentirla latiendo en la palma de mi lengua, vibrando entre mis amígdalas, hinchándose y humedeciéndose entre mis labios.
Diego me agarra de los brazos, me levanta y me besa.
-Nunca me chuparon la pija así- me dice.
-¿Así como?- le pregunto curiosa.
-Con tantas ganas- asiente fascinado.
-Es que me gusta tu pija- le digo y me la vuelvo a comer, hundiéndomela hasta la tráquea, haciendo ruiditos de ahogo aunque sin intentar sacármela.
Salimos del Hidro y así, mojados y calientes, nos tiramos en la cama, besándonos sin respiro, recorriéndonos con las manos, como si quisiéramos guardar en ellas el recuerdo de nuestros cuerpos.
La mano de Diego baja por mi espalda y llegando hasta mi cola, me mete un dedo en el culo, bien adentro, provocándome una descarga que me sacude hasta el alma. Rodamos el uno sobre el otro, quedando él encima, la pija oscilando de un lado a otro, amenazante e inquieta.
Hace el ademán de agarrar los preservativos que están sobre la mesa, pero lo detengo.
-Hagamos que valga- le digo, repitiendo como un mantra sus mismas palabras.
Diego se sonríe, me besa y me la mete en carne viva, arrancándome de las entrañas un grito de puro placer. Al tenerlo adentro, le rodeo la cintura con mis piernas y lo retengo ahí, bien clavado, pulsando en mi interior. Nos movemos los dos juntos, cogiéndonos, besándonos, haciéndonos el amor con el cuerpo y con el alma, sintiendo que el mundo desaparece a nuestro alrededor. Solo existe "Pelícano" y esa burbuja en la que estamos inmersos, nuestro lugar secreto, el refugio clandestino de dos amantes desesperados.
Acabamos al mismo tiempo, sumiéndonos en una deliciosa agonía. Su leche explota dentro de mí, siento la fuerza y el ímpetu de su hombría derramándose en mi interior. Lo abrazo y lo beso con mas ganas todavía, dejándome llenar hasta lo mas íntimo, disfrutando esa ebullición que me quema las entrañas.
-Quisiera quedarme acá para siempre- me dice echándose a un costado.
-Nada me gustaría mas que ser tuya, Diego, pero..., tenemos nuestras parejas, nuestras familias, aunque no queramos esto se tiene que terminar- le digo no sin cierta desazón.
-No entiendo porque no podemos seguir como hasta ahora- se resiste como un niño encaprichado.
-Paula ya se dió cuenta que le ponés los cuernos, mi marido también sospecha algo, ¿que querés? ¿Que paremos cuando nos descubran?- le insisto.
-Mejor, así podemos estar juntos- me dice como si fuéramos los protagonistas de una mala novela de la tarde.
-Diego, yo amo a mi marido y sé que vos la querés a Paula, nosotros..., nosotros nos llevamos bien en la cama, solo eso, no confundas sexo con amor- trato de explicarle.
-¡Pero es un sexo increíble!- exclama, tomándome de las manos y poniéndome encima suyo.
-¡El mejor!- coincido con igual énfasis.
Le agarro la pija, que vuelve a estar dura, y me la refriego por sobre la concha, sintiendo ese ardor que me ciega y enloquece.
La humedezco con el flujo que me sale de adentro y me la voy metiendo de a poco, primero la cabeza, gruesa y pulsante, y luego el resto, exhalando un profuso y ronco suspiro al tenerla toda en mi interior. Diego me sujeta de la cintura y se mueve desde abajo, clavándomela hasta el tope, entrando y saliendo en toda su extensión, haciéndome saltar y vibrar en torno a esa magnífica herramienta de la cual ya me duele despedirme.
Cuando se frena, me tiendo sobre su cuerpo y le ofrezco mis pechos para que me los chupe, para que se engolosine con ellos. Tengo los pezones duros como piedras, hasta me duelen cuando me los muerde, pero reprimo cualquier gesto de dolor y me dejo chupar, lamer y morder todo lo que quiera.
Le doy un beso en la boca y arqueando la espalda ahora soy yo la que se mueve, arriba y abajo, clavándome toda esa hermosa verga bien hasta los huevos.
-¡Ahhhhhh..., ahhhhhh..., ahhhhhhh...!- jadeo al ritmo de la cabalgata, llevándome las manos a las tetas y apretándomelas, sintiéndolas duras y calientes, incluso mas grandes que lo habitual.
La pija de Diego ya forma parte de mi cuerpo, de mi alma, de mi todo, prescindir de ella será como arrancarme un pedazo de mi vida, pero no veo otra solución posible. La alternativa es mucho peor.
Estoy en plena acabada, mojándome con gusto, temblando y estremeciéndome, cuando me la saca de la concha y tras paseármela por toda la raya, empieza a puntearme el culo. Un suave empujón y..., ¡Ahhhhhhhhh...!, me lo llena de carne dura, caliente y resbalosa. Aprovechándose de ese momento de indefensión que siempre llega después de un polvo, me agarra de la cintura y entra a darme con todo, retumbando contra mis nalgas..., ¡PLAF... PLAF... PLAF!, sometiéndome a una deliciosa y gratificante culeada.
-¿En serio ya no querés que nos veamos?- me pregunta entre metida y sacada, rematando cada metida con un empujoncito final que me hace saltar y chillar como si me estuviera empalando hasta la garganta.
Preguntarme eso justo en ese momento, mientras me hace gozar como a una yegua, es como preguntarle a un niño si no quiere mas caramelos. Si por mí fuese me iría con él adonde sea, a coger día y noche, pero no somos solo nosotros. Está su esposa, mi marido, mi hijo..., no hay forma de que estemos juntos.
Antes de que acabe, me salgo del empalamiento anal y me la vuelvo a meter por la concha. Me gusta sentirla ahí, latiendo, ocupando el lugar que se merece y que supo ganarse pese a mis reservas iniciales. Sé que suelo decirlo seguido y con distintos hombres, pero es como si esa pija hubiese sido creada para llenarme, para satisfacer la completud no solo de mi cuerpo sino también de mi alma.
Me muevo arriba y abajo, en círculos, hacia los lados, para sentirla aún mas nítidamente, dejándome envolver por esas magníficas sensaciones que me acercan cada vez mas al Cielo.
Ya en el final, sintiendo sus plácidos estremecimientos, me levanto y echándome sobre él le como la pija. Quiero hacerle lo que Paula no le hace, tragarme su leche, saborearla y guardar su sabor en algún recóndito lugar de mi memoria.
Prosigo entonces con la fricción que dejó pendiente mi concha, pero ahora con la boca, chupándosela hasta los pelos, sintiendo en cada vena esa ebullición que promete un cuantioso derrame.
Unas pocas chupadas mas y la leche empieza a brotar sin contención alguna, ahogándome con su efusividad y abundancia. Me trago todo, conteniendo algunas arcadas provocadas por lo profuso y espeso de la descarga.
Entre relajados suspiros, Diego me acaricia la cabeza, sé cuánto le gusta que me beba su esencia, por lo que no me aparto sino hasta que me haya dado hasta la última gota. Retengo un poco en mi boca, lo paladeo como el sabroso elixir que representa y me lo trago con un sonoro ruido de garganta.
-¡Uffffffff..., Mariela, si no estuviera casado, me casaría con vos!- me dice a modo de elogio.
-¿Y no te importaría ser cornudo?- le pregunto, limpiándome la comisura de los labios con el dorso de la mano.
-Adorname cuanto quieras, mientras seas así de puta conmigo, no tendría ningún drama- me asegura.
No creo que mi marido diga lo mismo, pienso.
Un rato mas tarde, mientras nos duchamos juntos, me vuelve a hacer la misma e insistente pregunta:
-¿En serio ya no querés que nos veamos?-
Lo beso con pasión y premura.
-No nos queda otra Diego-
Mi respuesta no suena muy convincente, pero es lo que pienso. Mi matrimonio, mi familia, es el faro que alumbra mi vida y no quiero alejarme de esa luz sin la cual estaría perdida.
Amo a Diego pero mucho mas amo a mi marido y a mi hijo, no quisiera tener que elegir, pero si he de hacerlo, elijo a quienes me permiten ser esposa y madre. La amante por ahora tendrá que esperar.
Se pudrió todo, es lo primero que se me pasa por la cabeza. Se dió cuenta de lo mío con Diego y me llama para hacer quilombo. La peor de mis pesadillas está a punto de hacerse realidad.
¿Qué sabe? ¿Qué va a decirme? ¿Cómo se enteró? Son todas preguntas que me voy haciendo, temiendo ya lo peor en cuanto la tenga enfrente.
Quedamos en vernos en el Starbucks de Coronel Díaz, oh casualidad, el mismo en que me encontré con Diego el día que hicimos nuestro debut en "Pelícano". Cuando llego está esperándome en la puerta, fumando nerviosa un cigarrillo.
-¿Que te pasa?- le pregunto preocupada.
-Vení, vamos adentro- me dice arrojando el cigarrillo y agarrándome del brazo.
-Pedime un "Latte"- me dice mientras se va a sentar a una de las mesas.
Pido el "Latte" para ella, un café para mí y voy hacia donde se encuentra. Espero que no se le ocurra tirarme el "Latte" a la cara, pienso, ya que siento el vaso demasiado caliente.
-¿Que pasa? Me estás preocupando, nena- le digo, viendo los nubarrones mas oscuros y amenazantes formarse sobre mi cabeza.
-Diego me pone los cuernos- me suelta así, sin anestesia.
-¡¿Qué?!- me hago la sorprendida.
-Se está cogiendo a otra mina- aclara como si hiciera falta.
-¿Diego? No creo, ¿estás segura?- le pregunto, toda hipócrita.
-Le ví las marcas, boluda, los chupones en el cuello y arañazos en la espalda- me confirma.
-¿No habrás sido vos la que se los hizo?- trato de confundirla.
-Ni en pedo, eso es cosa de amante- me asegura.
Las marcas se las hice yo, en un arrebato, pero ahora ya me estaba arrepintiendo.
-¿Y le preguntaste?-
-Sí, pero me lo niega, me dice que estoy loca, que se las hizo jugando al fútbol-
-Puede ser, ¿no?-
-Esas son marcas de puta, sabelo- me insiste.
-No sé que decirte, no me lo imagino a Diego poniéndote los cuernos, ¡si te adora!-
-Sí, me adora, pero si una mina se le abre de piernas ahí no hay adoración que valga- se lamenta.
-Me dejás sin palabras, no sé qué hacer o decirte, quizás le pueda preguntar a M... (mi marido) si sabe o...-
-Ya le pregunté- me interrumpe.
Trago saliva...
-¿Y que te dijo?-
-Nada, que lo ve igual que siempre, ¿que otra cosa me va a decir? Si entre amigos se cubren-
Así que mi marido ya sabe que Diego le es infiel a su mujer. Vamos de mal en peor. Para no extenderme demasiado, trato de consolar lo mejor que puedo a mi amiga, sintiéndome en todo momento la peor lacra del mundo. La "destroza-hogares" sin conciencia ni empatía.
Deseaba salir corriendo y esconder la cabeza bajo la almohada de mi cama y no sacarla hasta que la tormenta amainara.
Era la primera vez que estaba así, frente a frente, con la mujer de uno de mis amantes. Me he cogido a maridos y novios de varias amigas, pero no eran tan cercanas ni íntimas como lo es Paula. Podía sentir su dolor, su rabia e impotencia y saber que yo era la culpable de su pesar me hacía sentir de lo mas miserable.
Me rompía el alma verla así, deshecha, convencida de que su matrimonio, la vida que llevaba hasta ahora, había terminado. ¡Y todo por mi culpa!
-No puede ser tan hijo de puta...- repetía entre lágrimas, a punto casi de comvulsionar.
No podía dejarla así, hecha un trapo. Aunque aún parecía no saberlo, yo era la responsable de su estado, por lo que nada que hiciera o dijera me parecía suficiente. Así que me la llevo conmigo, a mi casa, y le preparo unos mates, brindándole el apoyo que en ese momento tanto necesita..., sí, justo yo, la amante del marido.
Soy de lo peor, ya lo sé, pero ¿que otra cosa puedo hacer? Estoy ante un momento crucial de mi vida, si Paula llega a descubrir que yo soy la otra, entonces va a ser mi vida la que se derrumbe. Por eso necesito estar cerca de ella, para adelantarme a cualquier posible sospecha.
A la noche, en la cena, le cuento a mi marido lo ocurrido y le pregunto si sabe algo. Decido contárselo ya que fue la misma Paula quién lo puso al tanto al llamarlo.
Me dice que no es la primera vez que Diego le pone los cuernos a Paula, que siempre le cuenta sus aventuras, pero que esta vez se la tenía muy bien guardada, porque no soltaba ni una palabra.
-La otra noche, incluso, faltó al partido, y eso que es de los que siempre están- agrega como si esa fuera la prueba definitiva de su infidelidad -Cuando le pregunté que le había pasado me dijo que le surgió un imprevisto, pero para mí que estuvo con la otra-
Intento disimular lo mejor que puedo el impacto de lo que me dice, porque esa noche estuvo conmigo, cogiéndome en el lavadero. -Jaja, hasta le pregunté cuantos se había echado y me dijo que le fue imposible contarlos- se ríe.
Supongo que no le causaría tanta gracia si supiera que se los echó conmigo.
Al otro día, miércoles, lo llamo a Diego, le cuento lo que está pasando y le insisto en cortarla.
-Tenemos que dejarlo acá, antes de que se nos complique más- le digo casi en tono de súplica.
Él no está de acuerdo, me asegura que los mejores polvos se los echó conmigo y por nada del mundo va a privarse de tal placer. Yo tampoco quiero privarme de esos hermosos momentos que pasamos juntos, pero es demasiado el riesgo que corremos. Amo a mi marido, amo a mi familia, y no quiero perderlos.
Nos ponemos de acuerdo para vernos y hablarlo personalmente. Y hablar, lo hablamos, pero..., una vez mas terminamos en "Pelícano".
-Esta tiene que ser la última vez, Diego, no podemos seguir viéndonos así- le digo mientras entramos a la habitación.
-Si va a ser la última, hagamos que valga- me dice, envolviéndome en sus brazos y besándome con pasión y desenfreno.
Todo mi cuerpo se estremece al sentirlo, sé que debería sentirme mal por mi amiga, por cagarla de esa manera, pero no puedo. En ese momento es como si no tuviera conciencia, todo lo que pensé, lo que me mortifiqué, lo que me dije una y mil veces, se desvanece ante este nuevo arrebato de lujuria.
A tono con el momento, habíamos pedido una habitación con hidro. Así que nos desnudamos y nos metemos en el agua tibia y burbujeante. Nos besamos, nos acariciamos, nos metemos manos por todos lados, chupándonos, mordiéndonos casi con furia. Por debajo de las burbujas le agarro la pija y se la meneo con gusto, sintiendo las venas a punto casi de explotar.
El amor es más fuerte, dicen, pero en mi caso, la calentura lo es mucho más. Porque estoy caliente, en llamas, a punto de inmolarme por ese macho que está poniendo en jaque toda mi vida.
Intuyendo mis anhelos, Diego sale del agua y se sienta en el borde del Hidro. Acomodándome entre sus piernas, el cuerpo aún en el agua, le chupo la pija como si no hubiese un mañana, intentando retener en mi paladar ese sabor que ya se ha hecho tan mío. Sabor de hombre, de macho, de amante.
Me gusta sentirla latiendo en la palma de mi lengua, vibrando entre mis amígdalas, hinchándose y humedeciéndose entre mis labios.
Diego me agarra de los brazos, me levanta y me besa.
-Nunca me chuparon la pija así- me dice.
-¿Así como?- le pregunto curiosa.
-Con tantas ganas- asiente fascinado.
-Es que me gusta tu pija- le digo y me la vuelvo a comer, hundiéndomela hasta la tráquea, haciendo ruiditos de ahogo aunque sin intentar sacármela.
Salimos del Hidro y así, mojados y calientes, nos tiramos en la cama, besándonos sin respiro, recorriéndonos con las manos, como si quisiéramos guardar en ellas el recuerdo de nuestros cuerpos.
La mano de Diego baja por mi espalda y llegando hasta mi cola, me mete un dedo en el culo, bien adentro, provocándome una descarga que me sacude hasta el alma. Rodamos el uno sobre el otro, quedando él encima, la pija oscilando de un lado a otro, amenazante e inquieta.
Hace el ademán de agarrar los preservativos que están sobre la mesa, pero lo detengo.
-Hagamos que valga- le digo, repitiendo como un mantra sus mismas palabras.
Diego se sonríe, me besa y me la mete en carne viva, arrancándome de las entrañas un grito de puro placer. Al tenerlo adentro, le rodeo la cintura con mis piernas y lo retengo ahí, bien clavado, pulsando en mi interior. Nos movemos los dos juntos, cogiéndonos, besándonos, haciéndonos el amor con el cuerpo y con el alma, sintiendo que el mundo desaparece a nuestro alrededor. Solo existe "Pelícano" y esa burbuja en la que estamos inmersos, nuestro lugar secreto, el refugio clandestino de dos amantes desesperados.
Acabamos al mismo tiempo, sumiéndonos en una deliciosa agonía. Su leche explota dentro de mí, siento la fuerza y el ímpetu de su hombría derramándose en mi interior. Lo abrazo y lo beso con mas ganas todavía, dejándome llenar hasta lo mas íntimo, disfrutando esa ebullición que me quema las entrañas.
-Quisiera quedarme acá para siempre- me dice echándose a un costado.
-Nada me gustaría mas que ser tuya, Diego, pero..., tenemos nuestras parejas, nuestras familias, aunque no queramos esto se tiene que terminar- le digo no sin cierta desazón.
-No entiendo porque no podemos seguir como hasta ahora- se resiste como un niño encaprichado.
-Paula ya se dió cuenta que le ponés los cuernos, mi marido también sospecha algo, ¿que querés? ¿Que paremos cuando nos descubran?- le insisto.
-Mejor, así podemos estar juntos- me dice como si fuéramos los protagonistas de una mala novela de la tarde.
-Diego, yo amo a mi marido y sé que vos la querés a Paula, nosotros..., nosotros nos llevamos bien en la cama, solo eso, no confundas sexo con amor- trato de explicarle.
-¡Pero es un sexo increíble!- exclama, tomándome de las manos y poniéndome encima suyo.
-¡El mejor!- coincido con igual énfasis.
Le agarro la pija, que vuelve a estar dura, y me la refriego por sobre la concha, sintiendo ese ardor que me ciega y enloquece.
La humedezco con el flujo que me sale de adentro y me la voy metiendo de a poco, primero la cabeza, gruesa y pulsante, y luego el resto, exhalando un profuso y ronco suspiro al tenerla toda en mi interior. Diego me sujeta de la cintura y se mueve desde abajo, clavándomela hasta el tope, entrando y saliendo en toda su extensión, haciéndome saltar y vibrar en torno a esa magnífica herramienta de la cual ya me duele despedirme.
Cuando se frena, me tiendo sobre su cuerpo y le ofrezco mis pechos para que me los chupe, para que se engolosine con ellos. Tengo los pezones duros como piedras, hasta me duelen cuando me los muerde, pero reprimo cualquier gesto de dolor y me dejo chupar, lamer y morder todo lo que quiera.
Le doy un beso en la boca y arqueando la espalda ahora soy yo la que se mueve, arriba y abajo, clavándome toda esa hermosa verga bien hasta los huevos.
-¡Ahhhhhh..., ahhhhhh..., ahhhhhhh...!- jadeo al ritmo de la cabalgata, llevándome las manos a las tetas y apretándomelas, sintiéndolas duras y calientes, incluso mas grandes que lo habitual.
La pija de Diego ya forma parte de mi cuerpo, de mi alma, de mi todo, prescindir de ella será como arrancarme un pedazo de mi vida, pero no veo otra solución posible. La alternativa es mucho peor.
Estoy en plena acabada, mojándome con gusto, temblando y estremeciéndome, cuando me la saca de la concha y tras paseármela por toda la raya, empieza a puntearme el culo. Un suave empujón y..., ¡Ahhhhhhhhh...!, me lo llena de carne dura, caliente y resbalosa. Aprovechándose de ese momento de indefensión que siempre llega después de un polvo, me agarra de la cintura y entra a darme con todo, retumbando contra mis nalgas..., ¡PLAF... PLAF... PLAF!, sometiéndome a una deliciosa y gratificante culeada.
-¿En serio ya no querés que nos veamos?- me pregunta entre metida y sacada, rematando cada metida con un empujoncito final que me hace saltar y chillar como si me estuviera empalando hasta la garganta.
Preguntarme eso justo en ese momento, mientras me hace gozar como a una yegua, es como preguntarle a un niño si no quiere mas caramelos. Si por mí fuese me iría con él adonde sea, a coger día y noche, pero no somos solo nosotros. Está su esposa, mi marido, mi hijo..., no hay forma de que estemos juntos.
Antes de que acabe, me salgo del empalamiento anal y me la vuelvo a meter por la concha. Me gusta sentirla ahí, latiendo, ocupando el lugar que se merece y que supo ganarse pese a mis reservas iniciales. Sé que suelo decirlo seguido y con distintos hombres, pero es como si esa pija hubiese sido creada para llenarme, para satisfacer la completud no solo de mi cuerpo sino también de mi alma.
Me muevo arriba y abajo, en círculos, hacia los lados, para sentirla aún mas nítidamente, dejándome envolver por esas magníficas sensaciones que me acercan cada vez mas al Cielo.
Ya en el final, sintiendo sus plácidos estremecimientos, me levanto y echándome sobre él le como la pija. Quiero hacerle lo que Paula no le hace, tragarme su leche, saborearla y guardar su sabor en algún recóndito lugar de mi memoria.
Prosigo entonces con la fricción que dejó pendiente mi concha, pero ahora con la boca, chupándosela hasta los pelos, sintiendo en cada vena esa ebullición que promete un cuantioso derrame.
Unas pocas chupadas mas y la leche empieza a brotar sin contención alguna, ahogándome con su efusividad y abundancia. Me trago todo, conteniendo algunas arcadas provocadas por lo profuso y espeso de la descarga.
Entre relajados suspiros, Diego me acaricia la cabeza, sé cuánto le gusta que me beba su esencia, por lo que no me aparto sino hasta que me haya dado hasta la última gota. Retengo un poco en mi boca, lo paladeo como el sabroso elixir que representa y me lo trago con un sonoro ruido de garganta.
-¡Uffffffff..., Mariela, si no estuviera casado, me casaría con vos!- me dice a modo de elogio.
-¿Y no te importaría ser cornudo?- le pregunto, limpiándome la comisura de los labios con el dorso de la mano.
-Adorname cuanto quieras, mientras seas así de puta conmigo, no tendría ningún drama- me asegura.
No creo que mi marido diga lo mismo, pienso.
Un rato mas tarde, mientras nos duchamos juntos, me vuelve a hacer la misma e insistente pregunta:
-¿En serio ya no querés que nos veamos?-
Lo beso con pasión y premura.
-No nos queda otra Diego-
Mi respuesta no suena muy convincente, pero es lo que pienso. Mi matrimonio, mi familia, es el faro que alumbra mi vida y no quiero alejarme de esa luz sin la cual estaría perdida.
Amo a Diego pero mucho mas amo a mi marido y a mi hijo, no quisiera tener que elegir, pero si he de hacerlo, elijo a quienes me permiten ser esposa y madre. La amante por ahora tendrá que esperar.
21 comentarios - Amigo amante 5...
Es momento de elejir la familia.
Gran relato
Besos
Hay cosas q uno no tienen porq perder, como sentimientos a sus amigos, familia. Y menos los códigos!
Amar a un amante ya es mucho.
Hoy en día la sociedad cambio, se puede ser swinger, etc.
Pero como siempre muy buen relato! Gracias Marita
"Me gusta sentirla latiendo en la palma de mi lengua, vibrando entre mis amígdalas, hinchándose y humedeciéndose entre mis labios."
"...me besa y me la mete en carne viva, arrancándome de las entrañas un grito de puro placer."
"Su leche explota dentro de mí, siento la fuerza y el ímpetu de su hombría derramándose en mi interior."
"...tras paseármela por toda la raya, empieza a puntearme el culo. Un suave empujón y..., ¡Ahhhhhhhhh...!, me lo llena de carne dura, caliente y resbalosa."
"...entra a darme con todo, retumbando contra mis nalgas..., ¡PLAF... PLAF... PLAF!, sometiéndome a una deliciosa y gratificante culeada."
"Unas pocas chupadas mas y la leche empieza a brotar sin contención alguna, ahogándome con su efusividad y abundancia. Me trago todo..."[/i]
Que buena despedida la que te mandaste con tu "amigo" Diego linda, y de paso te sacas un tremendo problemón de encima querida, y está muy bien, y eso de[/i] "...nosotros nos llevamos bien en la cama, solo eso..."[/i]es tan verdad a veces, pero esas parejas llenan una parte MUY IMPORTANTE en nuestras vidas, y se meten definitivamente en nuestro corazón, lo sé por experiencia...jajaja.
Esta última parte del relato te retrata de cuerpo entero como persona, como ser humano
[/i]"Mi respuesta no suena muy convincente, pero es lo que pienso. Mi matrimonio, mi familia, es el faro que alumbra mi vida y no quiero alejarme de esa luz sin la cual estaría perdida.
Amo a Diego pero mucho mas amo a mi marido y a mi hijo, no quisiera tener que elegir, pero si he de hacerlo, elijo a quienes me permiten ser esposa y madre. La amante por ahora tendrá que esperar."[/i]
Grandioso relato querida amiga, ME ENCANTO, siempre te superas a ti misma con tus "garche-aventuras"...FELICITACIONES!!
Muy buen trabajo linda, besos y abrazos amiga!!💋
LEO
saludos Misko