Son las tres de la mañana. Veo las agujas del reloj en la pared haciendo un ángulo recto. Apenas lo ilumina la luz del alumbrado público que se cuela por entre las hendijas de la persiana americana de su cuarto.
Me la está chupando otra vez. Quizás sea la cuarta o quinta vez en la noche que lo hace. He perdido la cuenta en medio de la vorágine de sexo en la que estamos. Esta vez me había quedado dormido boca arriba y ella me está despertando porque su concha quiere más.
Así me lo dice, jadeando caliente y con la verga en la boca.
Intento despabilarme. Siento los músculos de la panza que me tiran de tanto bombearla. Ella está con el pelo todo revuelto. Creo que hace un rato cuando la cojí por detrás exageré tirándoselo. ella igual acabó.
Su lengua vuelve a pasearse por mi prepucio. La pija se me para pero con una especie de dolor cansado que se suma al placer de sentir su chupada caliente. Me doy vuelta. Quiero que me meta la lengua en el culo. Ella duda, creo que empieza a sentir la mezcla de fluidos y transpiración que emanamos ambos. Siento todavía la humedad de sus flujos en los huevos del último polvo antes de quedarme dormido.
Ella igual lo hace. Está caliente nuevamente. No lo puedo creer. Llegué a su casa a eso de las 20.30, como habíamos quedado. Su marido se había ido de viaje a las 20.00 y me mandó un mensaje enseguida para que baje. Teníamos hasta el domingo el departamento solo para nosotros. Pensé que a ese ritmo no iba a llegar sano.
Siento su lengua jugar con los pliegues de mi ano. Un placer extraño e imparable sube por mi espalda y hace que me estremezca en cada nuevo lengüeteo. Me pongo una almohada debajo de la panza para ofrecerle mejor el ojete. Ella me abre los cachetes del culo con las manos para tener mejor llegada. Siento además de su lengua, su respiración agitada que se acelera cada vez más, acompañando mi movimiento circular de caderas sobre su cara. La pija se me puso dura como una piedra. Quiero toda su lengua dentro de mi culo. Se lo digo y lo empieza a hacer con ganas.
Recuerdo la primera vez que me lo hizo. Yo la había estado chupando hasta hacerla acabar. Hablabamos sobre el culo como centro de placer. Le dije que me parecía un poco de putos eso de andar tocando el culo de un hombre. Ella se rió y me hizo poner en cuatro. Me lo chupó de una manera fenomenal que me hizo acabar casi sin tocarme sobre las sábanas instantáneamente. Desde ese día su lengua es uno de mis favoritos.
Y estoy boca abajo disfrutando de su lengua y me acuerdo del día que la conocí. Me había mudado al edificio dos meses antes. El 10 "b" era mi nueva guarida de soltero para rearmar mi vida después de la separación. Ella vive en el 4 "a" con su marido desde que se casaron hace 23 años. Nos cruzamos en el ascensor. Ella de una sonrisa hermosa, de unos 50 años. Grandes pechos, un poco excedida de peso. Enorme culo. Sensualidad brotándole por todos los poros. Yo venía bajando y me paró en el cuarto. Hacía mucho calor. Vestía una solera negra y estaba descalza. Un poco se sintió incómoda por la situación pero igual subió saludándome. En el tenso silencio veía sus pies y me calentaron. Ella dijo después que se dió cuenta. Al llegar a la planta baja me preguntó si era nuevo. Le dije dónde vivía. Me dijo que contara con ella para cualquier cosa. Al llegar a la puerta yo ya sabía que iba a estar dentro de su concha en poco tiempo.
Le abrió a su amiga y nos despedimos con un beso amistoso.
Dos días después yo necesitaba "casualmente" el teléfono del portero que estaba de franco. Le toqué la puerta sin pensarlo dos veces. Me atendió con la misma solera negra del primer encuentro y otra vez descalza. Me regaló una sonrisa estupenda al abrir la puerta y me hizo pasar. Una hora después le estaba acabando en la boca y ella tragaba el semen con gusto.
Pero ahora me ha dejado de chupar el culo y pretende que la vuelva a cojer. Se ha tirado con las piernas abiertas sobre la cama. Me alcanza un forro. Me lo pongo. Creo que no voy a tener fuerzas para volver a acabar hasta que penetro su vagina. Voy metiéndola nuevamente de a poco. No hace falta abrir nada, ya está todo a disposición desde antes. Y su humedad y presión sobre mi pija, más su aroma afrodisíaco y la manera que tiene de mover las caderas al ritmo exacto hacen que esté otra vez en su mundo de sexo desenfrenado y la empiece a cojer fuerte. La miro a los ojos mientras le sostengo las manos sobre la cabeza con mi mano derecha. La izquierda la uso para agarrarle las tetas con fuerza, viendo esos pezones casi negros, carnosos, apetitosos, ponerse duros y rendirse ante mi lengua que los lamen en cada vaiven de nuestros cuerpos. Empiezo a sentir que me chupa el hombro derecho, el más proximo a su boca. Su lengua lo recorre, como podría recorrer cualquier parte de mi piel. Le acerco mi cuello y le digo que me chupe todo. Lo hace con tanto esmero que a los segundos tengo el cuello, los hombros y parte de la cara llenos de su saliva, caliente y deseosa. Su lengua me recorre, así como mi pija va buscando el lugar exacto donde pegar y penetrar esa concha divina de manera de hacerla enloquecer de placer otra vez.
Y ésta vez acabamos juntos. A veces lo logramos. Caigo exhausto sobre su pecho. Ella me deja unos minutos recuperar el aliento y después me aleja con un movimiento muy dulce, como cuidándome. Los ojos se me caen. Me duermo.
Sueño que estoy despierto al pie de la cama. La veo intentar que se le pare a su marido, que acostado boca arriba no hace otra cosa que mirar su celular mientras ella se la chupa frenéticamente sin lograr nada. Su poronga está flácida y casi muerta. Es grande pero inútil. Ella llora con ese miembro inerte dentro de la boca. Me muestra el culo, abierto y peludo. Sueño que me pajeo mirándole el culo que se mueve al compas de las chupadas inútiles. Le acabo en las nalgas. El marido me vé y se incorpora para chupar mi semen derramado sobre las nalgas de su mujer.
- Para que veas que me preocupo por vos.- le dice.
Ella no para de llorar y de suplicar para que se le pare de una buena vez. Le repite que si se le parara podría dehar de cojer a cualquiera que se le cruce.
Salgo a la calle desnudo. Todos me miran la pija dura y me señalan. Intento taparme pero no puedo escapar de las miradas inquisidoras de los transeúntes. Corro. Corro sin parar entre los árboles de un gran parque lleno de viejitas que se horrorizan ante el espectáculo de mi pija dura.
Me despierto.
Es de día. Ella yace a mi lado, roncando. Durmiendo sin culpas con el amante del 10 "b". El marido manda un mensaje. Agarro su teléfono y lo leo. Dice que llegó bien, que extraña sus tetas. Le mando un corazoncito de color rosa como respuesta.
Me vuelvo a dormir. Me duele un poco la cabeza.
Me la está chupando otra vez. Quizás sea la cuarta o quinta vez en la noche que lo hace. He perdido la cuenta en medio de la vorágine de sexo en la que estamos. Esta vez me había quedado dormido boca arriba y ella me está despertando porque su concha quiere más.
Así me lo dice, jadeando caliente y con la verga en la boca.
Intento despabilarme. Siento los músculos de la panza que me tiran de tanto bombearla. Ella está con el pelo todo revuelto. Creo que hace un rato cuando la cojí por detrás exageré tirándoselo. ella igual acabó.
Su lengua vuelve a pasearse por mi prepucio. La pija se me para pero con una especie de dolor cansado que se suma al placer de sentir su chupada caliente. Me doy vuelta. Quiero que me meta la lengua en el culo. Ella duda, creo que empieza a sentir la mezcla de fluidos y transpiración que emanamos ambos. Siento todavía la humedad de sus flujos en los huevos del último polvo antes de quedarme dormido.
Ella igual lo hace. Está caliente nuevamente. No lo puedo creer. Llegué a su casa a eso de las 20.30, como habíamos quedado. Su marido se había ido de viaje a las 20.00 y me mandó un mensaje enseguida para que baje. Teníamos hasta el domingo el departamento solo para nosotros. Pensé que a ese ritmo no iba a llegar sano.
Siento su lengua jugar con los pliegues de mi ano. Un placer extraño e imparable sube por mi espalda y hace que me estremezca en cada nuevo lengüeteo. Me pongo una almohada debajo de la panza para ofrecerle mejor el ojete. Ella me abre los cachetes del culo con las manos para tener mejor llegada. Siento además de su lengua, su respiración agitada que se acelera cada vez más, acompañando mi movimiento circular de caderas sobre su cara. La pija se me puso dura como una piedra. Quiero toda su lengua dentro de mi culo. Se lo digo y lo empieza a hacer con ganas.
Recuerdo la primera vez que me lo hizo. Yo la había estado chupando hasta hacerla acabar. Hablabamos sobre el culo como centro de placer. Le dije que me parecía un poco de putos eso de andar tocando el culo de un hombre. Ella se rió y me hizo poner en cuatro. Me lo chupó de una manera fenomenal que me hizo acabar casi sin tocarme sobre las sábanas instantáneamente. Desde ese día su lengua es uno de mis favoritos.
Y estoy boca abajo disfrutando de su lengua y me acuerdo del día que la conocí. Me había mudado al edificio dos meses antes. El 10 "b" era mi nueva guarida de soltero para rearmar mi vida después de la separación. Ella vive en el 4 "a" con su marido desde que se casaron hace 23 años. Nos cruzamos en el ascensor. Ella de una sonrisa hermosa, de unos 50 años. Grandes pechos, un poco excedida de peso. Enorme culo. Sensualidad brotándole por todos los poros. Yo venía bajando y me paró en el cuarto. Hacía mucho calor. Vestía una solera negra y estaba descalza. Un poco se sintió incómoda por la situación pero igual subió saludándome. En el tenso silencio veía sus pies y me calentaron. Ella dijo después que se dió cuenta. Al llegar a la planta baja me preguntó si era nuevo. Le dije dónde vivía. Me dijo que contara con ella para cualquier cosa. Al llegar a la puerta yo ya sabía que iba a estar dentro de su concha en poco tiempo.
Le abrió a su amiga y nos despedimos con un beso amistoso.
Dos días después yo necesitaba "casualmente" el teléfono del portero que estaba de franco. Le toqué la puerta sin pensarlo dos veces. Me atendió con la misma solera negra del primer encuentro y otra vez descalza. Me regaló una sonrisa estupenda al abrir la puerta y me hizo pasar. Una hora después le estaba acabando en la boca y ella tragaba el semen con gusto.
Pero ahora me ha dejado de chupar el culo y pretende que la vuelva a cojer. Se ha tirado con las piernas abiertas sobre la cama. Me alcanza un forro. Me lo pongo. Creo que no voy a tener fuerzas para volver a acabar hasta que penetro su vagina. Voy metiéndola nuevamente de a poco. No hace falta abrir nada, ya está todo a disposición desde antes. Y su humedad y presión sobre mi pija, más su aroma afrodisíaco y la manera que tiene de mover las caderas al ritmo exacto hacen que esté otra vez en su mundo de sexo desenfrenado y la empiece a cojer fuerte. La miro a los ojos mientras le sostengo las manos sobre la cabeza con mi mano derecha. La izquierda la uso para agarrarle las tetas con fuerza, viendo esos pezones casi negros, carnosos, apetitosos, ponerse duros y rendirse ante mi lengua que los lamen en cada vaiven de nuestros cuerpos. Empiezo a sentir que me chupa el hombro derecho, el más proximo a su boca. Su lengua lo recorre, como podría recorrer cualquier parte de mi piel. Le acerco mi cuello y le digo que me chupe todo. Lo hace con tanto esmero que a los segundos tengo el cuello, los hombros y parte de la cara llenos de su saliva, caliente y deseosa. Su lengua me recorre, así como mi pija va buscando el lugar exacto donde pegar y penetrar esa concha divina de manera de hacerla enloquecer de placer otra vez.
Y ésta vez acabamos juntos. A veces lo logramos. Caigo exhausto sobre su pecho. Ella me deja unos minutos recuperar el aliento y después me aleja con un movimiento muy dulce, como cuidándome. Los ojos se me caen. Me duermo.
Sueño que estoy despierto al pie de la cama. La veo intentar que se le pare a su marido, que acostado boca arriba no hace otra cosa que mirar su celular mientras ella se la chupa frenéticamente sin lograr nada. Su poronga está flácida y casi muerta. Es grande pero inútil. Ella llora con ese miembro inerte dentro de la boca. Me muestra el culo, abierto y peludo. Sueño que me pajeo mirándole el culo que se mueve al compas de las chupadas inútiles. Le acabo en las nalgas. El marido me vé y se incorpora para chupar mi semen derramado sobre las nalgas de su mujer.
- Para que veas que me preocupo por vos.- le dice.
Ella no para de llorar y de suplicar para que se le pare de una buena vez. Le repite que si se le parara podría dehar de cojer a cualquiera que se le cruce.
Salgo a la calle desnudo. Todos me miran la pija dura y me señalan. Intento taparme pero no puedo escapar de las miradas inquisidoras de los transeúntes. Corro. Corro sin parar entre los árboles de un gran parque lleno de viejitas que se horrorizan ante el espectáculo de mi pija dura.
Me despierto.
Es de día. Ella yace a mi lado, roncando. Durmiendo sin culpas con el amante del 10 "b". El marido manda un mensaje. Agarro su teléfono y lo leo. Dice que llegó bien, que extraña sus tetas. Le mando un corazoncito de color rosa como respuesta.
Me vuelvo a dormir. Me duele un poco la cabeza.
12 comentarios - Mi vecina, la casada.
Y mira que si nunca le manda ese tipo de mensajes, el marido va a sospechar jajajajaj