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El baile sigue

Todo el espacio es un delirio. La música vibra en el cuerpo desde los rincones, el humo y las luces rebotan contra otro centenar de cuerpos frenéticos que danzan mil bailes distintos. En el medio de eso, bailo, sacudiendo los brazos de acá para allá. En el medio de eso, una mujer que me atrapa la vista, y el vaivén de sus caderas me lleva de la punta de la nariz. Esta vestida con un short negro, como de cuero, brillante, y un top haciendo juego, que deja lucir un escote que parece hecho para el deleite de los dioses. En su paso, se acerca a mí, en medio de una canción, y con un bamboleo de esos que resucitan muertos, deja que su cola roce mi mano, apenas un segundo. Y otra vez, y otra vez. Y la última se demora un poco más. Yo estoy estático, de repente todo alrededor deja de existir, y todo atisbo de mi conciencia se traslada al dorso de mi mano izquierda. Siento su cola en el dorso de mis dedos, la inevitable la caricia robada cuando se aleja y vuelve a acercarse. Esa mujer felina ya se va, y yo respiro y la música vuelve a empezar. Ella se da vuelta, nuestras miradas se cruzan, esos ojos verdes me incitan a toda clase de locuras, no puedo ver si sonríe o no. El baile sigue. Yo sigo bailando. Un rato más tarde, ella se acerca de nuevo. Mis sentidos se ponen de punta. Otra vez es su cola rozando mi mano. Esta vez me quedo quieto. Disfruto cada instante del contacto de su piel, deseo acariciarla. Deseo agarrarla entre mis brazos y comerle la boca de un beso bien largo. Percibo la humedad de su boca. Quiero saborear cada parte de ese cuerpo que ahora está tan cerca de mí.
Bruscamente ella se aleja de nuevo. La veo perderse entre la gente rumbo a los baños. Yo soy un delirante. Esta mujer probablemente nunca se enteró de nada. Sigo bailando hasta que no puedo verla más. Entonces reúno cada pieza de coraje que puedo cargar y sin pensar dejo que mis pies busquen su huella. Ella está en la fila del baño de mujeres. Como suele suceder en estos casos, esta es considerablemente más larga. De espaldas a mí, tengo tiempo de regocijarme y perderme en ese paisaje de campos suaves y verdes. Tomo aire, una bocanada profunda y finalmente me acerco. La choco despacio con el hombro y finjo el asombro que solo alguien que acaba de chocar a otra con el hombro. Trato de omitir en este momento la lujuria terrible que siento correr por debajo de mi piel, en un ir y venir que solo se detiene brevemente ante la mirada de esas piernas, de esa boca. Del cuello. Me mira, me sonríe, me deja estúpido y yo
¿Es larga la fila no?

Mis líneas son escasas y tristes, pero son las que me salen.
El gesto con el que responde lo dice todo. Ahí va mi chance. Pero de repente una idea cae en este aletargado cerebro.
-Vení, pasa conmigo al baño de hombres, yo te cuido ahí.
No dice nada, pero sus labios se curvan apenas en una sonrisa y sus ojos se abren. Se queda en silencio una eternidad antes de tomarme el brazo. Su piel está calentita, y yo camino con el pecho inflado los dos pasos hasta el baño de hombres.
Después de las 4 de la mañana, el tipo que cuida ya se fue hace rato, y salvo las miradas entre sorprendidas y socarronas, pasamos rápido hasta los que tienen puerta.
Todavía me tiene del brazo cuando cruzamos la puerta. Sigue sin decir una palabra.
-Sos muy bonita.
Estamos en el baño de hombres de un boliche. La frase no puede ser más ridícula. Así que la beso. Para mi sorpresa ella no me saca, no me insulta. Al contrario me devuelve el beso su lengua se enreda con la mía y pruebo esa frescura de saliva y dientes, y la calidez. Ahora mi mano se dirige a acariciar sin ningún miramiento su espalda y a bajar más hasta tener una de sus nalgas entre mis dedos y entonces apretar, apretar fuerte mientras hundo mi boca en su cuello, mordiéndola suavemente, sin dejar marcas. La siento estremecerse mientras mis dedos recorren su concha sobre el short. Le acaricio los muslos, y ella con una de sus manos sujeta mi cabeza y la lleva abajo hasta el comienzo de sus tetas, mi lengua sortea el top y el borde hostil del corpiño para pasar suavemente por el pezón. Siento que la piel me quema. Desabrocho su pantalón y me arrodillo ahí mismo, mientras lo bajo. Tiene puesta una tanga violeta que cubre el precioso botón, pero no es obstáculo para mis dedos, ni para mi deseo. Los corro y paso despacio por primera vez mi lengua en ese canal húmedo y tibio, dejo que se detenga apenas en el clítoris para arrancarle un gemido a esa belleza que se ofrece resplandeciente. Sigo lamiendo como un desesperado mientras mis manos son un frenesí que recorre desde su cuello hasta su culo, con una escala demorada entre esas tetas hermosas que cuelgan sobre mi cabeza. Siento como se sacude, al tiempo que con un gritito ahogado, se deja ir. La boca se me llena de un sabor agridulce y momentos después le doy un beso prolongado.
Dejo que se vaya. No podemos demorarnos más. Mi pija esta que revienta y ella pasa sus manos sobre mi pantalón, apretándola mientras me mira fijo y pasa su lengua entre los dientes.
El juego acaba de empezar. Diez minutos más tarde, mis amigos me encuentran fumando un cigarrillo en la parte de afuera. Cuando volvemos a bailar, ella está parada al lado del novio, los dos riéndose, miro para otro lado, el baile sigue. Sigo bailando.

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