Vamos a contar una historia que irá creciendo en cada parte. Publicaré una por día hasta el domingo. Tengan paciencia y espero que la disfruten
Una noche normal.
En la casa de Pablo y Marina, todo transcurría como siempre. Esperando al delivery de pizzas, sentados frente al televisor disfrutaban de una película recién bajada de Internet. Pablo estaba vestido con un pijama de seda, y Marina con un camisón corto, que cubría con un salto de cama largo. Los dos calzaban pantuflas. Estaban bien de entrecasa.
Pablo tiene 55 años, 1,75 de estatura, 90 kg., de peso. Su cabello entrecano le da cierto atractivo para el otro sexo, aunque luego de 25 años de casado no tiene mucho espacio para aventuras, además de seguir enamorado de su esposa, y de seguir deséandola como el primer día.
Marina, con su metro 68 y sus 65 kg., se mantiene muy bien. Nadie le daría mas de 40 años. Cabello castaño corto , ojos verdes, cuello largo, hombros importantes, y una cintura delgada que termina en unas caderas rotundas. Sus pechos son pequeños, pero muy armónicos con el resto de su cuerpo. Realmente sigue siendo muy deseable para cualquiera, y con mayor razón para su marido.
Sin embargo, era justamente el sexo donde la pareja empezaba a flaquear. A pesar de la insistencia de Pablo, Marina demostraba poco interés en tener relaciones. Al final, luego de varios días de buscarla, consentía en una sesión de sexo que no resultaba satisfactoria para ninguno de los dos. Ella no alcanzaba el orgasmo, y él sentía lo mismo que si se masturbara.
Pero, bueno, el tiempo pasa y ambos habían aceptado que las cosas de allí en más serían así.
Cuando sonó el timbre, Pablo fue a abrir, recibió el pedido de comida y lo pagó. Cuando regresaba a la cocina, mientras Marina ya preparaba la mesa, volvió a sonar el timbre.
- ¿ Y ahora que quiere?, dijo en voz alta Pablo. Seguramente el cadete se había olvidado algo. Con una de sus manos sosteniendo la comida, volvió a abrir la puerta, y para su sorpresa se encontró con dos jovencitos que lo encañonaron con sendas pistolas, mientras le hacían el gesto de que se callara la boca. Uno era rubio y alto, y el otro era mas moreno y retacón, algo mas bajo que Pablo.
Pablo se quedó de una pieza. Nada podía hacer, y mientras se recuperaba de la sorpresa, los jovenes ya habían entrado y cerrado la puerta detrás de ello. Uno le apoyó la pistola en la espalda y lo llevó hacia adentro, hasta la cocina. Cuando entraron Marina estaba de espaldas frente a la heladera sacando la bebida.
- Espero que no esté fría, dijo sin darse vuelta la mujer, mientras tomaba las botellas, y al darse vuelta se quedó helada al ver a su marido con dos muchachos. En primera instancia no vio las armas así que no entendió nada.
- Querido, ¿ Quienes son estos…. Y su frase quedó a medias cuando el joven sacó la pistola que tenía en las costillas de Pablo y le apuntó.
- Tranquilos los dos. No tenemos ganas de cargarnos ninguna muerte. Solo necesitamos un lugar donde pasar la noche, hasta que se enfríen los sabuesos que nos persiguen. Así que les recomiendo que pongan la mesa para cuatro y se calmen. Todo saldrá bien, y una noche pasa rápido, no?, dijo el rubio que evidentemente era la voz cantante del dúo.
Hicieron que marido y mujer se sentaran a la mesa de la cocina, y mientras uno los apuntaba, el otro desempaquetaba la pizza, la cortaba y la ponía sobre la mesa.
- Tendrán que comer con la mano, ya que no vamos a poner cubiertos. No queremos que ninguno de Uds. quiera convertirse en mártir, dijo mientras los dos se sentaban también.
Por supuesto, los esposos pocas ganas de comer tenían. Se miraban como pidiendose tranquilidad, y se quedaron quietos, mientras los visitantes comían de buena gana.
Cuando terminaron, recogieron todo y lo arrojaron a la basura, dejando en la bacha lo poco que había para lavar.
- Sra. me gustaría que preparara un buen café, le dijo el rubio, A propósito ¿ Cómo te llamas?
- Marina, dijo ella mientras se levantaba y se ponía a cumplir el deseo de los invasores.
- Bien, Marina, ¿ y tú? Le preguntó al esposo.
- Pablo, y no se preocupen que no haremos nada que les moleste, dijo.
- Estoy seguro de eso. Para evitar equívocos, llámenme Polaco, y mi amigo y socio es el Conejo.
- ¿ Que desean? En la casa no tenemos nada de valor, dijo Pablo, nervioso.
- Tranquilo, ya te dije que solo necesitamos donde estar unas horas, para que quienes nos buscan pierdan el rastro. Estamos en cosas mas grandes que sacarle los ahorros a dos viejos, dijo el Polaco sonriendo.
Permanecieron todos en silencio hasta que terminaron con el café. Luego los llevaron hasta el living, donde se sentaron los cuatro a mirar televisión.
El conejo preguntó si tenían alguna bebida y le indicaron el bar, de donde trajo una botella de whisky importado con cuatro vasos.
- Para las bebidas tienen buen gusto, dijo sonriendo cuando regresaba.
- Voy a buscar hielo, dijo perdiéndose en la cocina, para regresar con un bol con cubitos.
Sirvieron cuatro copas por la mitad.
- ¿ Quién quiere hielo? Preguntó el Polaco.
- Yo no tomo dijo Marina.
- Vamos a tomar todos, dijo el Conejo sin elevar la voz. Marina entendió de inmediato.
- Pablo, ¿ Qué película tienes para ver?, preguntó el Polaco como si fuera un viejo amigo de la familia.
- ¿ Que prefieres?
- Me gustaría una bien caliente, dijo guiñándole un ojo
- No tenemos esa clase de películas, contestó Marina ofendida.
- Vamos Pablito, yo se que tienes algo por ahí, insistió el polaco riendo.
- Algo puedo tener, dijo Pablo tratando de congraciarse con los delincuentes.
- Vamos a buscarla, dijo el visitante y se fue con el dueño de casa hasta el estudio de la casa.
- ¿ No sabías que tu marido tenía esa clase de videos? Preguntó el conejo.
Marina, incómoda, se movió en el sofá.
- La verdad que no, contestó.
- No conoces a los hombres, entonces. Es raro que una mujer de tu edad no entienda estas cosas. ¿ No cogen nunca?, preguntó.
- No es algo que te importe, dijo Marina nerviosa.
- Me parece que no. Pobre Pablo. Está bien que ya tienes tus años, pero no estás del todo mal.
- Mas respeto, que podría ser tu madre, dijo Marina tratando de cortar el diálogo.
- Lo dudo. Mi madre se tumbaba un tipo distinto cada noche. Y hasta dos, dijo el conejo, recordando su infancia, con un cierto resentimiento.
Cuando volvieron los hombres, comenzaron a ver la película. Era un de una madurita pero que muy buena, que tenía sexo con su esposo, e insatisfecha buscaba a unos jovencitos que eran sus vecinos cuando su marido no estaba. Los polvos que echaba con su esposo eran de campeonato, pero la manera en que se devoraba a los vecinos era magistral. Primero con uno, luego de a dos.
Marina, que siempre se había negado a presenciar esta clase de videos, ahora, forzada por las circunstancias, no tenía mas remedio que quedarse sentada y mirarlo. Y para su sorpresa, notó que se excitaba, un poco por la película y también por el miedo que la situación le provocaba. Tener dos delincuentes en su casa, sin saber lo que podía pasar era una situación que asustaría a cualquiera.
Cuando terminó la película con una tremenda orgía en la que participaron los 3 jóvenes vecinos de la milf y el marido, los visitantes se sintieron satisfechos.
- Tienes buen gusto para las porno, Pablo, te felicito. Realmente está muy bien filmada. Parece real.
Quedaron en silencio mientras todos apuraban el segundo vaso de whisky. Marina mas reacia, fue observada por el Conejo y ante esa mirada, tomó el vaso y también apuró el contenido.
- Sabes Polaco? Hay algo que me gustaría y que seguramente me calentaría mas que esa película, dijo sonriendo con malicia. Marina tembló .
( continuará)
Una noche normal.
En la casa de Pablo y Marina, todo transcurría como siempre. Esperando al delivery de pizzas, sentados frente al televisor disfrutaban de una película recién bajada de Internet. Pablo estaba vestido con un pijama de seda, y Marina con un camisón corto, que cubría con un salto de cama largo. Los dos calzaban pantuflas. Estaban bien de entrecasa.
Pablo tiene 55 años, 1,75 de estatura, 90 kg., de peso. Su cabello entrecano le da cierto atractivo para el otro sexo, aunque luego de 25 años de casado no tiene mucho espacio para aventuras, además de seguir enamorado de su esposa, y de seguir deséandola como el primer día.
Marina, con su metro 68 y sus 65 kg., se mantiene muy bien. Nadie le daría mas de 40 años. Cabello castaño corto , ojos verdes, cuello largo, hombros importantes, y una cintura delgada que termina en unas caderas rotundas. Sus pechos son pequeños, pero muy armónicos con el resto de su cuerpo. Realmente sigue siendo muy deseable para cualquiera, y con mayor razón para su marido.
Sin embargo, era justamente el sexo donde la pareja empezaba a flaquear. A pesar de la insistencia de Pablo, Marina demostraba poco interés en tener relaciones. Al final, luego de varios días de buscarla, consentía en una sesión de sexo que no resultaba satisfactoria para ninguno de los dos. Ella no alcanzaba el orgasmo, y él sentía lo mismo que si se masturbara.
Pero, bueno, el tiempo pasa y ambos habían aceptado que las cosas de allí en más serían así.
Cuando sonó el timbre, Pablo fue a abrir, recibió el pedido de comida y lo pagó. Cuando regresaba a la cocina, mientras Marina ya preparaba la mesa, volvió a sonar el timbre.
- ¿ Y ahora que quiere?, dijo en voz alta Pablo. Seguramente el cadete se había olvidado algo. Con una de sus manos sosteniendo la comida, volvió a abrir la puerta, y para su sorpresa se encontró con dos jovencitos que lo encañonaron con sendas pistolas, mientras le hacían el gesto de que se callara la boca. Uno era rubio y alto, y el otro era mas moreno y retacón, algo mas bajo que Pablo.
Pablo se quedó de una pieza. Nada podía hacer, y mientras se recuperaba de la sorpresa, los jovenes ya habían entrado y cerrado la puerta detrás de ello. Uno le apoyó la pistola en la espalda y lo llevó hacia adentro, hasta la cocina. Cuando entraron Marina estaba de espaldas frente a la heladera sacando la bebida.
- Espero que no esté fría, dijo sin darse vuelta la mujer, mientras tomaba las botellas, y al darse vuelta se quedó helada al ver a su marido con dos muchachos. En primera instancia no vio las armas así que no entendió nada.
- Querido, ¿ Quienes son estos…. Y su frase quedó a medias cuando el joven sacó la pistola que tenía en las costillas de Pablo y le apuntó.
- Tranquilos los dos. No tenemos ganas de cargarnos ninguna muerte. Solo necesitamos un lugar donde pasar la noche, hasta que se enfríen los sabuesos que nos persiguen. Así que les recomiendo que pongan la mesa para cuatro y se calmen. Todo saldrá bien, y una noche pasa rápido, no?, dijo el rubio que evidentemente era la voz cantante del dúo.
Hicieron que marido y mujer se sentaran a la mesa de la cocina, y mientras uno los apuntaba, el otro desempaquetaba la pizza, la cortaba y la ponía sobre la mesa.
- Tendrán que comer con la mano, ya que no vamos a poner cubiertos. No queremos que ninguno de Uds. quiera convertirse en mártir, dijo mientras los dos se sentaban también.
Por supuesto, los esposos pocas ganas de comer tenían. Se miraban como pidiendose tranquilidad, y se quedaron quietos, mientras los visitantes comían de buena gana.
Cuando terminaron, recogieron todo y lo arrojaron a la basura, dejando en la bacha lo poco que había para lavar.
- Sra. me gustaría que preparara un buen café, le dijo el rubio, A propósito ¿ Cómo te llamas?
- Marina, dijo ella mientras se levantaba y se ponía a cumplir el deseo de los invasores.
- Bien, Marina, ¿ y tú? Le preguntó al esposo.
- Pablo, y no se preocupen que no haremos nada que les moleste, dijo.
- Estoy seguro de eso. Para evitar equívocos, llámenme Polaco, y mi amigo y socio es el Conejo.
- ¿ Que desean? En la casa no tenemos nada de valor, dijo Pablo, nervioso.
- Tranquilo, ya te dije que solo necesitamos donde estar unas horas, para que quienes nos buscan pierdan el rastro. Estamos en cosas mas grandes que sacarle los ahorros a dos viejos, dijo el Polaco sonriendo.
Permanecieron todos en silencio hasta que terminaron con el café. Luego los llevaron hasta el living, donde se sentaron los cuatro a mirar televisión.
El conejo preguntó si tenían alguna bebida y le indicaron el bar, de donde trajo una botella de whisky importado con cuatro vasos.
- Para las bebidas tienen buen gusto, dijo sonriendo cuando regresaba.
- Voy a buscar hielo, dijo perdiéndose en la cocina, para regresar con un bol con cubitos.
Sirvieron cuatro copas por la mitad.
- ¿ Quién quiere hielo? Preguntó el Polaco.
- Yo no tomo dijo Marina.
- Vamos a tomar todos, dijo el Conejo sin elevar la voz. Marina entendió de inmediato.
- Pablo, ¿ Qué película tienes para ver?, preguntó el Polaco como si fuera un viejo amigo de la familia.
- ¿ Que prefieres?
- Me gustaría una bien caliente, dijo guiñándole un ojo
- No tenemos esa clase de películas, contestó Marina ofendida.
- Vamos Pablito, yo se que tienes algo por ahí, insistió el polaco riendo.
- Algo puedo tener, dijo Pablo tratando de congraciarse con los delincuentes.
- Vamos a buscarla, dijo el visitante y se fue con el dueño de casa hasta el estudio de la casa.
- ¿ No sabías que tu marido tenía esa clase de videos? Preguntó el conejo.
Marina, incómoda, se movió en el sofá.
- La verdad que no, contestó.
- No conoces a los hombres, entonces. Es raro que una mujer de tu edad no entienda estas cosas. ¿ No cogen nunca?, preguntó.
- No es algo que te importe, dijo Marina nerviosa.
- Me parece que no. Pobre Pablo. Está bien que ya tienes tus años, pero no estás del todo mal.
- Mas respeto, que podría ser tu madre, dijo Marina tratando de cortar el diálogo.
- Lo dudo. Mi madre se tumbaba un tipo distinto cada noche. Y hasta dos, dijo el conejo, recordando su infancia, con un cierto resentimiento.
Cuando volvieron los hombres, comenzaron a ver la película. Era un de una madurita pero que muy buena, que tenía sexo con su esposo, e insatisfecha buscaba a unos jovencitos que eran sus vecinos cuando su marido no estaba. Los polvos que echaba con su esposo eran de campeonato, pero la manera en que se devoraba a los vecinos era magistral. Primero con uno, luego de a dos.
Marina, que siempre se había negado a presenciar esta clase de videos, ahora, forzada por las circunstancias, no tenía mas remedio que quedarse sentada y mirarlo. Y para su sorpresa, notó que se excitaba, un poco por la película y también por el miedo que la situación le provocaba. Tener dos delincuentes en su casa, sin saber lo que podía pasar era una situación que asustaría a cualquiera.
Cuando terminó la película con una tremenda orgía en la que participaron los 3 jóvenes vecinos de la milf y el marido, los visitantes se sintieron satisfechos.
- Tienes buen gusto para las porno, Pablo, te felicito. Realmente está muy bien filmada. Parece real.
Quedaron en silencio mientras todos apuraban el segundo vaso de whisky. Marina mas reacia, fue observada por el Conejo y ante esa mirada, tomó el vaso y también apuró el contenido.
- Sabes Polaco? Hay algo que me gustaría y que seguramente me calentaría mas que esa película, dijo sonriendo con malicia. Marina tembló .
( continuará)
3 comentarios - Visitantes nocturnos ( 1ra. parte)