Capitulo dos: http://www.poringa.net/posts/relatos/2884747/Trabajos-eroticos-todo-en-familia-cap-2.html
Capítulo uno http://www.poringa.net/posts/relatos/2882555/Trabajos-Eroticos-todo-queda-en-familia.html
Llegaba tarde el día de la fiesta de Lilith, y todo porque ir a cobrar mi cheque siempre era un relajo, haciendo fila junto con las otras chicas y escuchando el discurso de motivación de nuestro jefe, como si necesitara levantarnos la moral cada quincena. Además el patrón tenía morbosamente una lista con fotos y nombres de todas nosotras, y cada semana la actualizaba según el orden de popularidad entre las chicas del club. Sus números los sacaba contando las veces en las que los clientes invitaban tragos a las bailarinas, la cantidad de privados que ésta hacían, el dinero recaudado, etc.
La que encabezaba la lista era Alejandra, la tía súper guarra. Le seguía Darcy, después Verónica y yo estaba en cuarto lugar. No es que me molestara serlo, ni que me gustara competir por mis compañeras por ver quién era la más puta de todas, pero sí me pregunté porqué estaba tan abajo en la lista.
—Mañana tendremos unos clientes importantes —me dijo mi patrón —, y te espero más tarde en mi departamento para que podamos tener nuestra cena a solas.
—Sí, sí. Le veré a las ocho de la noche en su casa. Me tengo que ir enseguida.
Subí al coche y antes de ir al restaurante donde íbamos a tener la fiestecita de Lilith, pasé al centro comercial para comprarle un regalo. Ella me había pedido algo de ropa sexy y entallada para poder presumir cuando saliéramos de vacaciones, que ya estaban próximas, aunque por el invierno dudaba que pudiéramos viajar a un sitio más cálido. Mis ingresos no eran lo suficientemente elevados para darnos esos lujos.
Me paseé por la tienda de ropa y le conseguí unos bonitos sujetadores de encaje y unas cuantas tangas de Victoria Secret. Mi hermanita adoraba las tangas porque decía que eran más cómodas que las braguitas normales y le gustaba ver cómo el hilito se perdía entre sus pompas. A mí la ropa de lencería me daba igual. Bastante acostumbrada estaba usando los conjuntos de baile. También el conseguí unas camisetas grandes y suaves para que durmiera con ellas.
Conduje hacia el restaurante y llegué cuando el camarero ya ponía el pastel en la mesa. Allí sólo estaban Darcy y su amiga de dormitorio Mariana. Lilith lucía hermosa con su blusita de tirantes que mostraba el canalito de sus pechos. Su cabello trenzado lucía infantil. Le saludé con un cariñoso beso en la frente y un abrazo tan fuerte que sentí como sus tetas duras aplastaban a las mías.
Debido a que yo no quería que los amigos de mi hermana nos conocieran como bailarinas, le había convencido de que después de convivir con nosotras, ella podría irse a la fiesta que le tenían preparado. Ella protestó diciendo que no tenía caso porque no se avergonzaba de nosotras, pero era mejor no tener que arriesgarse.
—Bueno, pues ya que estamos aquí es hora de dar los regalos —dijo la animada Darcy, que vestía un bonito conjunto de jeans a la cadera y una camiseta de vestir —. Éste es mi regalo para ti, Lilith. Espero te sirva. Feliz cumpleaños.
—Aww, gracias, Darcy ¿qué es? —preguntó mi hermana con inocencia abriendo la caja. Lo que encontró allí hizo que se sonrojara y soltara una escandalosa risa —¡Ay! ¿es en serio?
—¿Qué te dio?
Sacó un consolador. Un consolador negro.
—20 centímetros para ti solita —dijo Darcy con entusiasmo y picardía —, y es de esos que puedes llenar con un líquido que parece semen. Te vas a dar tus buenos atracones.
Miré a Darcy con lo que pretendía ser una mirada de reproche. ¿Cómo se le ocurría darle eso a mi adorada hermana? Bueno… no es que Lilith no se masturbara. Yo le había comprado su primer consolador a los 16 años.
—Bueno… gracias, Darcy. Será mejor que lo guarde.
—Después del pervertido regalo de mi amiga —dijo Mariana —. Ten. Esto es para ti.
De la bolsa de obsequios Lilith sacó un muñeco de Thor, edición limitada, completamente original. Medía apenas 18 centímetros, pero a mi hermana que le encantaban los cómics le fascinó y gritó entusiasmada. Le dio un beso de piquito a Mariana, que hasta ella se sorprendió por esto.
—Bueno, sigo yo —le comenté y le di mi bolsa. Ella hurgó adentro y luego de ver qué era, me sonrió —¿Tangas y sujetadores? Hermana, te amo.
—¡Jeje! Gracias, gracias.
—Eres la mejor —exclamó y me dio un lindo abrazo y un beso húmedo en el cuello.
Mariana rió.
—Vaya. Una le da un pene falso y la otra, lencería. Creo que mi regalo fue el más inocente de todos.
Reímos y comimos pastel y bocadillos durante un rato. Lilith estaba feliz. Lucía preciosa, por cierto, con brillo en sus labios y un suave perfume que invitaba a abrazarla y a hacerle el amor. Bendito sería el hombre que lograra conquistarla y llevársela a la cama para cogérsela. Yo tendría que asegurarme de que fuera un buen sujeto, porque como hermana mayor, entenderán que tenía muchas expectativas de mi cuñado, fuera quien fuera.
Estábamos bien, por supuesto, hasta que recibí una llamada de mi patrón.
—¿Qué sucede? Pensé que le vería hasta las ocho.
—Tengo algo importante que decirte.
Fruncí las cejas y me fui un poco más lejos.
—¿Qué pasa?
—Tienes que venir cuanto antes.
—Imposible.
—Está el alcalde de la ciudad aquí y pide verte. Le mostré fotos de otras bailarinas y dijo que no, que tú le recuerdas a su hija y tiene una fantasía…
—¡Ay, por Dios! No puede ser eso… es el cumpleaños 18 de mi hermanita. ¿No puede esperar?
—Por favor, Ashley. Te necesito. Sabes que tenemos unos cuantos problemas legales. Tenemos que complacer al alcalde.
Miré a mi hermana, que estaba tomándose fotos con Mariana y Darcy. La pobrecita lucía tan feliz, tan preciosa y coqueta que no tuve el corazón para decirle que tenía que ir al trabajo. Suspiré y pensé en que de todos modos mi patrón estaba en lo cierto: enemistarse con el alcalde podría traernos serias consecuencias.
—Estaré allí en media hora.
—Gracias.
Fue difícil inventarle una excusa a Lilith, sobre todo porque es muy lista. Al final le dije que tendría que ir llevar al coche al mecánico antes de que el taller cerrara y que la vería en casa. Me quité del restaurante sintiéndome mal por haberle mentido y abandonarla el día de su fiesta, pero no tenía más opción.
Volví al club y me presenté con mi patrón. Dijo que el alcalde había pedido un baile privado y que ya me estaba esperando impaciente en el cuarto. Me fui a cambiar con la ropa de colegiala que él había pedido porque su mayor fantasía era que una escolar le hiciera sexo oral. Luego entré con él, y lo vi ya desnudo, con su robusto cuerpo en el mullido sillón. La verga ya la tenía afuera, y a pesar de que el alcalde tenía sobrepeso, su pene lucía algo encantador, pero no estaba en absoluto rasurado y eso me dio un poco de asco.
Me acerqué con pasos coquetos y me senté en sus piernas.
—Perdón por la espera, alcalde.
—Llámame papi.
—Papi. Perdón por la espera. Estaba en la escuela retenida por no hacer la tarea.
—Oh, qué niña tan mala. Habrá que darte una lección. Te voy a dar unas buenas nalgadas.
—¿Papi? No… bueno. Admito que me lo merezco.
Hablar como una putilla se me daba bien. En la vida real no era así. Me di la media vuelta y el cabrón me pegó una nalgada tan fuerte que me sentí tentada a darle un puñetazo en la boca. Él no sabía lo que era jugar. Luego de eso vi que agarraba su cinturón y lo doblaba. Me dio unos cuantos golpes más. El cuero chasqueaba al estar en contacto con mi culo, y la piel me empezaba a arder. No obstante era parte del empleo, así que me quedé quieta, gimiendo de un falso placer mientras me nalgeaban. Luego sentí la boca del alcalde en mi coño. El muy vejete me abrió las nalgas y cruzó su lengua por todo mi culito hasta la entrada de mi ano.
—¡Delicioso! —exclamó.
Me giré con una sonrisa y le di un beso en la boca. Él me metió la lengua hasta la campanilla y sus dedos me pellizcaron los pezones con tanta fuerza que creí que me los quería arrancar.
—Papito ¿me perdonas? Haré lo que quieras.
—Bueno, hija mía, tendrás que mamar un poco si quieres que te perdone.
—Sí, papi. Pero no le digamos a mamá ¿verdad?
—Nada de decirle, amor.
Respiré lenta y pausadamente. Recorrí su amplio cuerpo con besos hasta llegar a su pene. Lo tanteé con la punta de la lengua, jugué con el un poco, deslizando mi boca por toda su superficie. Miraba al alcalde a los ojos. Tenía una risa un tanto extraña, morbosa y llena de la más viral de las lujurias.
—Anda, puta. Métetelo todo.
Lo hice con fuerza. Su pene no era tan grande, así que de un sólo tragón lo llevé al fondo de mi garganta. El alcalde se agitó un poco y movió su pene dentro de mi boca. Eso me provocó unas cuantas arcadas, pero las ignoré porque a pesar de todo siempre era lindo tener una polla palpitando entre mis dientes. Chupé con suavidad, despacio, lento y sexy como sólo yo sabía hacer. En casa tenía un dildo que empleaba para practicar mis artes bucales. Pero al alcalde no le gustaba así, y me pidió que lo hiciera más rápido.
Lo hice entonces, metiendo y sacando su pene con más agilidad y masturbándolo como si yo tocara un par de maracas. El glande asomaba y desaparecía. Pequeñas gotas de flujo seminal ya estaban surgiendo de él. Miré el reloj y vi que todavía me faltaba una media hora para terminar, eso si él no quería agregar más tiempo.
Chupé con energías durante un rato hasta que me dolió el cuello. Luego subí a besos por su peludo pecho y llegué hasta sus labios. Me monté en él, restregando la entrada de mi coño contra su polla. Él me sujetó de las tetas y las amasó como si estuviera haciendo galletas. En definitiva él no sabía tocar a una mujer con delicadeza y pensaba, como la mayoría de los hombres, que mientras más duro mejor.
Se llevó mis pezones a la boca y jugó con ellos. Besó mis tetas al mismo tiempo y escupió entre ellas para que resbalaran con mayor suavidad. En el cuarto había un armario con aceites aromáticos y otras cositas que podríamos usar, pero preferí no decirle nada.
—Una rusa. Quiero una rusa.
—Como digas, papi.
Me volví a agachar. Separé mis pechos y acomodé su polla entre ellos. No sé por qué a los hombres les gustaba esto, pero al alcalde parecía volverle loco. Gemía y me miraba con tanto deseo que no pude seguir viéndole la cara y bajé la vista. Pensaba en Lilith y en que estaba haciendo todo esto por ella y a la vez era culpa mía por no haber terminado una carrera y no saber hacer absolutamente nada más. Ni siquiera sabía manejar tan bien el excel como para trabajar en un despacho contable. Podría ser secretaria, sí, pero eso significaba pasar horas y horas fuera de casa, estresada y no tendría tiempo de estar con Lilith. Además las empresas a las que había ido a solicitar un puesto me pedían ser como mínimo licenciada en algo.
Meditaba en todo esto cuando el alcalde me tiró del cabello y me hizo levantarme.
—No jale tan fuerte —le espeté.
—Ponte.
—¿Qué?
—En cuatro, ahora.
—Claro, papito —me apoyé en el sillón y separé las piernas para recibir sus lamidas o sus dedos.
Sin embargo sentí algo que no era nada de lo anterior. Su verga quería enterrarse en mi coño. Me giré, asustada.
—¡Espere, espere! No se permite coger con las bailarinas.
—¿Qué? Tonterías. Ponte en cuatro patas ahora.
—No, alcalde. Escuche, el trabajo sólo dice que puede usar sus dedos o su lengua, pero no puede penetrar a ninguna de las bailarinas.
—No me importa. Soy el alcalde y quiero follarte por todos tus orificios, putita.
Me sonrojé.
—Pues ¿sabe qué? Se acabó la función. Me da igual que sea el alcalde, no cogeré con usted.
Tomé mi ropa y salí desnuda hecha una furia del cuarto.
No tuvo que pasar mucho tiempo cuando mi patrón fue a verme al camerino.
—¿Qué pasó? El alcalde está furioso.
—No cogeré con él.
—Ashley… —se arrodilló entre mis piernas —, escucha, tienes un coñito precioso y todos saben que te quiero reventar el culo…
—Vaya, que refinado.
—Sí, y te deseo. Por eso es muy doloroso para mí que hagas esto, pero si no vas allí y dejas que te la meta, nos van a cerrar el club.
—Pues que lo hagan. No me rebajaré a cogerme a un viejo barrigón tan petulante como él.
—Ashley, mira, si no lo haces nos van a cerrar y no sólo eso. Muchas perderán el trabajo y el estilo de vida. Tal vez tú desprecies este negocio, pero Alejandra lo ama, y Verónica también. Todas ganan buen dinero con una sola noche de trabajo. ¿Realmente quieres dejarlas sin nada?
—Pues… no es mi problema. Pregúntale a alguna de ellas si quiere al alcalde.
—Ya lo hice, pero él no quiere a ninguna. Sólo a ti.
—Lo siento, pero no lo haré.
—Ashley… piensa en Darcy, en sus estudios, en tu hermana que se quedará sin dinero si tu pierdes el empleo. Nos van a cerrar por la mañana si no vas allí y lo haces. Mañana ¿entiendes? En menos de 24 horas. Ni siquiera les dará tiempo a las chicas de buscar otro empleo. No las dejes así. No me dejes así.
—Bueno… —crucé los brazos debajo de mis tetas, y también las piernas porque mi patrón se estaba echando una buena vista de mi vagina —. Lo siento, pero mi respuesta es no. Ya he tenido suficiente de él. No sabe cómo tratar a una chica. Me agarra duro, me lastimó un pezón con sus torpes dientes y… no lo sé, Daniel, me siento mal haciéndolo con él. Nunca me ha pasado. Todos los hombres con los que he trabajado son más sutiles, delicados. Dios, he querido que más de uno me cogiera, pero me he apegado a las leyes del negocio y he disfrutado de la mayoría de mis privados… pero al alcalde le apesta el aliento, es feo y su pene está lleno de pelos y tiene un sabor raro. No creo que se limpie muy bien. Suda mucho. Lo siento, en definitiva no lo haré.
Mi patrón se quedó pensando un momento.
—Comprendo. No quiero molestarte más. Tampoco deseo que te violen o algo así. Eres la cuarta más solicitada del club. Iré a ver qué acuerdo tengo con él.
—Gracias, y ve.
Triste, Daniel se fue. Yo aproveché el tiempo para meditar y sentirme bien por haber dicho que no. Alejandra se me acercó y me tocó el brazo.
—Tienes agallas. Eso te lo respeto.
—Gracias, Ale.
—Descuida. Iré a ver al vegete. Salvaré el club y a las chicas.
Al poco rato Daniel volvió.
—Está hecho. Alejandra ha aceptado coger con él todas las veces que quiera y gratis.
—Genial —sonreí —problema resuelto.
—No tanto, Ashley. Si bien… nos dejó continuar trabajando… él me dijo que te dijera esto, y es duro para mí, pero… estás despedida.
***
Dejen comentarios chicos 🙂 me gustaria saber que opinan ejej
Capítulo uno http://www.poringa.net/posts/relatos/2882555/Trabajos-Eroticos-todo-queda-en-familia.html
Llegaba tarde el día de la fiesta de Lilith, y todo porque ir a cobrar mi cheque siempre era un relajo, haciendo fila junto con las otras chicas y escuchando el discurso de motivación de nuestro jefe, como si necesitara levantarnos la moral cada quincena. Además el patrón tenía morbosamente una lista con fotos y nombres de todas nosotras, y cada semana la actualizaba según el orden de popularidad entre las chicas del club. Sus números los sacaba contando las veces en las que los clientes invitaban tragos a las bailarinas, la cantidad de privados que ésta hacían, el dinero recaudado, etc.
La que encabezaba la lista era Alejandra, la tía súper guarra. Le seguía Darcy, después Verónica y yo estaba en cuarto lugar. No es que me molestara serlo, ni que me gustara competir por mis compañeras por ver quién era la más puta de todas, pero sí me pregunté porqué estaba tan abajo en la lista.
—Mañana tendremos unos clientes importantes —me dijo mi patrón —, y te espero más tarde en mi departamento para que podamos tener nuestra cena a solas.
—Sí, sí. Le veré a las ocho de la noche en su casa. Me tengo que ir enseguida.
Subí al coche y antes de ir al restaurante donde íbamos a tener la fiestecita de Lilith, pasé al centro comercial para comprarle un regalo. Ella me había pedido algo de ropa sexy y entallada para poder presumir cuando saliéramos de vacaciones, que ya estaban próximas, aunque por el invierno dudaba que pudiéramos viajar a un sitio más cálido. Mis ingresos no eran lo suficientemente elevados para darnos esos lujos.
Me paseé por la tienda de ropa y le conseguí unos bonitos sujetadores de encaje y unas cuantas tangas de Victoria Secret. Mi hermanita adoraba las tangas porque decía que eran más cómodas que las braguitas normales y le gustaba ver cómo el hilito se perdía entre sus pompas. A mí la ropa de lencería me daba igual. Bastante acostumbrada estaba usando los conjuntos de baile. También el conseguí unas camisetas grandes y suaves para que durmiera con ellas.
Conduje hacia el restaurante y llegué cuando el camarero ya ponía el pastel en la mesa. Allí sólo estaban Darcy y su amiga de dormitorio Mariana. Lilith lucía hermosa con su blusita de tirantes que mostraba el canalito de sus pechos. Su cabello trenzado lucía infantil. Le saludé con un cariñoso beso en la frente y un abrazo tan fuerte que sentí como sus tetas duras aplastaban a las mías.
Debido a que yo no quería que los amigos de mi hermana nos conocieran como bailarinas, le había convencido de que después de convivir con nosotras, ella podría irse a la fiesta que le tenían preparado. Ella protestó diciendo que no tenía caso porque no se avergonzaba de nosotras, pero era mejor no tener que arriesgarse.
—Bueno, pues ya que estamos aquí es hora de dar los regalos —dijo la animada Darcy, que vestía un bonito conjunto de jeans a la cadera y una camiseta de vestir —. Éste es mi regalo para ti, Lilith. Espero te sirva. Feliz cumpleaños.
—Aww, gracias, Darcy ¿qué es? —preguntó mi hermana con inocencia abriendo la caja. Lo que encontró allí hizo que se sonrojara y soltara una escandalosa risa —¡Ay! ¿es en serio?
—¿Qué te dio?
Sacó un consolador. Un consolador negro.
—20 centímetros para ti solita —dijo Darcy con entusiasmo y picardía —, y es de esos que puedes llenar con un líquido que parece semen. Te vas a dar tus buenos atracones.
Miré a Darcy con lo que pretendía ser una mirada de reproche. ¿Cómo se le ocurría darle eso a mi adorada hermana? Bueno… no es que Lilith no se masturbara. Yo le había comprado su primer consolador a los 16 años.
—Bueno… gracias, Darcy. Será mejor que lo guarde.
—Después del pervertido regalo de mi amiga —dijo Mariana —. Ten. Esto es para ti.
De la bolsa de obsequios Lilith sacó un muñeco de Thor, edición limitada, completamente original. Medía apenas 18 centímetros, pero a mi hermana que le encantaban los cómics le fascinó y gritó entusiasmada. Le dio un beso de piquito a Mariana, que hasta ella se sorprendió por esto.
—Bueno, sigo yo —le comenté y le di mi bolsa. Ella hurgó adentro y luego de ver qué era, me sonrió —¿Tangas y sujetadores? Hermana, te amo.
—¡Jeje! Gracias, gracias.
—Eres la mejor —exclamó y me dio un lindo abrazo y un beso húmedo en el cuello.
Mariana rió.
—Vaya. Una le da un pene falso y la otra, lencería. Creo que mi regalo fue el más inocente de todos.
Reímos y comimos pastel y bocadillos durante un rato. Lilith estaba feliz. Lucía preciosa, por cierto, con brillo en sus labios y un suave perfume que invitaba a abrazarla y a hacerle el amor. Bendito sería el hombre que lograra conquistarla y llevársela a la cama para cogérsela. Yo tendría que asegurarme de que fuera un buen sujeto, porque como hermana mayor, entenderán que tenía muchas expectativas de mi cuñado, fuera quien fuera.
Estábamos bien, por supuesto, hasta que recibí una llamada de mi patrón.
—¿Qué sucede? Pensé que le vería hasta las ocho.
—Tengo algo importante que decirte.
Fruncí las cejas y me fui un poco más lejos.
—¿Qué pasa?
—Tienes que venir cuanto antes.
—Imposible.
—Está el alcalde de la ciudad aquí y pide verte. Le mostré fotos de otras bailarinas y dijo que no, que tú le recuerdas a su hija y tiene una fantasía…
—¡Ay, por Dios! No puede ser eso… es el cumpleaños 18 de mi hermanita. ¿No puede esperar?
—Por favor, Ashley. Te necesito. Sabes que tenemos unos cuantos problemas legales. Tenemos que complacer al alcalde.
Miré a mi hermana, que estaba tomándose fotos con Mariana y Darcy. La pobrecita lucía tan feliz, tan preciosa y coqueta que no tuve el corazón para decirle que tenía que ir al trabajo. Suspiré y pensé en que de todos modos mi patrón estaba en lo cierto: enemistarse con el alcalde podría traernos serias consecuencias.
—Estaré allí en media hora.
—Gracias.
Fue difícil inventarle una excusa a Lilith, sobre todo porque es muy lista. Al final le dije que tendría que ir llevar al coche al mecánico antes de que el taller cerrara y que la vería en casa. Me quité del restaurante sintiéndome mal por haberle mentido y abandonarla el día de su fiesta, pero no tenía más opción.
Volví al club y me presenté con mi patrón. Dijo que el alcalde había pedido un baile privado y que ya me estaba esperando impaciente en el cuarto. Me fui a cambiar con la ropa de colegiala que él había pedido porque su mayor fantasía era que una escolar le hiciera sexo oral. Luego entré con él, y lo vi ya desnudo, con su robusto cuerpo en el mullido sillón. La verga ya la tenía afuera, y a pesar de que el alcalde tenía sobrepeso, su pene lucía algo encantador, pero no estaba en absoluto rasurado y eso me dio un poco de asco.
Me acerqué con pasos coquetos y me senté en sus piernas.
—Perdón por la espera, alcalde.
—Llámame papi.
—Papi. Perdón por la espera. Estaba en la escuela retenida por no hacer la tarea.
—Oh, qué niña tan mala. Habrá que darte una lección. Te voy a dar unas buenas nalgadas.
—¿Papi? No… bueno. Admito que me lo merezco.
Hablar como una putilla se me daba bien. En la vida real no era así. Me di la media vuelta y el cabrón me pegó una nalgada tan fuerte que me sentí tentada a darle un puñetazo en la boca. Él no sabía lo que era jugar. Luego de eso vi que agarraba su cinturón y lo doblaba. Me dio unos cuantos golpes más. El cuero chasqueaba al estar en contacto con mi culo, y la piel me empezaba a arder. No obstante era parte del empleo, así que me quedé quieta, gimiendo de un falso placer mientras me nalgeaban. Luego sentí la boca del alcalde en mi coño. El muy vejete me abrió las nalgas y cruzó su lengua por todo mi culito hasta la entrada de mi ano.
—¡Delicioso! —exclamó.
Me giré con una sonrisa y le di un beso en la boca. Él me metió la lengua hasta la campanilla y sus dedos me pellizcaron los pezones con tanta fuerza que creí que me los quería arrancar.
—Papito ¿me perdonas? Haré lo que quieras.
—Bueno, hija mía, tendrás que mamar un poco si quieres que te perdone.
—Sí, papi. Pero no le digamos a mamá ¿verdad?
—Nada de decirle, amor.
Respiré lenta y pausadamente. Recorrí su amplio cuerpo con besos hasta llegar a su pene. Lo tanteé con la punta de la lengua, jugué con el un poco, deslizando mi boca por toda su superficie. Miraba al alcalde a los ojos. Tenía una risa un tanto extraña, morbosa y llena de la más viral de las lujurias.
—Anda, puta. Métetelo todo.
Lo hice con fuerza. Su pene no era tan grande, así que de un sólo tragón lo llevé al fondo de mi garganta. El alcalde se agitó un poco y movió su pene dentro de mi boca. Eso me provocó unas cuantas arcadas, pero las ignoré porque a pesar de todo siempre era lindo tener una polla palpitando entre mis dientes. Chupé con suavidad, despacio, lento y sexy como sólo yo sabía hacer. En casa tenía un dildo que empleaba para practicar mis artes bucales. Pero al alcalde no le gustaba así, y me pidió que lo hiciera más rápido.
Lo hice entonces, metiendo y sacando su pene con más agilidad y masturbándolo como si yo tocara un par de maracas. El glande asomaba y desaparecía. Pequeñas gotas de flujo seminal ya estaban surgiendo de él. Miré el reloj y vi que todavía me faltaba una media hora para terminar, eso si él no quería agregar más tiempo.
Chupé con energías durante un rato hasta que me dolió el cuello. Luego subí a besos por su peludo pecho y llegué hasta sus labios. Me monté en él, restregando la entrada de mi coño contra su polla. Él me sujetó de las tetas y las amasó como si estuviera haciendo galletas. En definitiva él no sabía tocar a una mujer con delicadeza y pensaba, como la mayoría de los hombres, que mientras más duro mejor.
Se llevó mis pezones a la boca y jugó con ellos. Besó mis tetas al mismo tiempo y escupió entre ellas para que resbalaran con mayor suavidad. En el cuarto había un armario con aceites aromáticos y otras cositas que podríamos usar, pero preferí no decirle nada.
—Una rusa. Quiero una rusa.
—Como digas, papi.
Me volví a agachar. Separé mis pechos y acomodé su polla entre ellos. No sé por qué a los hombres les gustaba esto, pero al alcalde parecía volverle loco. Gemía y me miraba con tanto deseo que no pude seguir viéndole la cara y bajé la vista. Pensaba en Lilith y en que estaba haciendo todo esto por ella y a la vez era culpa mía por no haber terminado una carrera y no saber hacer absolutamente nada más. Ni siquiera sabía manejar tan bien el excel como para trabajar en un despacho contable. Podría ser secretaria, sí, pero eso significaba pasar horas y horas fuera de casa, estresada y no tendría tiempo de estar con Lilith. Además las empresas a las que había ido a solicitar un puesto me pedían ser como mínimo licenciada en algo.
Meditaba en todo esto cuando el alcalde me tiró del cabello y me hizo levantarme.
—No jale tan fuerte —le espeté.
—Ponte.
—¿Qué?
—En cuatro, ahora.
—Claro, papito —me apoyé en el sillón y separé las piernas para recibir sus lamidas o sus dedos.
Sin embargo sentí algo que no era nada de lo anterior. Su verga quería enterrarse en mi coño. Me giré, asustada.
—¡Espere, espere! No se permite coger con las bailarinas.
—¿Qué? Tonterías. Ponte en cuatro patas ahora.
—No, alcalde. Escuche, el trabajo sólo dice que puede usar sus dedos o su lengua, pero no puede penetrar a ninguna de las bailarinas.
—No me importa. Soy el alcalde y quiero follarte por todos tus orificios, putita.
Me sonrojé.
—Pues ¿sabe qué? Se acabó la función. Me da igual que sea el alcalde, no cogeré con usted.
Tomé mi ropa y salí desnuda hecha una furia del cuarto.
No tuvo que pasar mucho tiempo cuando mi patrón fue a verme al camerino.
—¿Qué pasó? El alcalde está furioso.
—No cogeré con él.
—Ashley… —se arrodilló entre mis piernas —, escucha, tienes un coñito precioso y todos saben que te quiero reventar el culo…
—Vaya, que refinado.
—Sí, y te deseo. Por eso es muy doloroso para mí que hagas esto, pero si no vas allí y dejas que te la meta, nos van a cerrar el club.
—Pues que lo hagan. No me rebajaré a cogerme a un viejo barrigón tan petulante como él.
—Ashley, mira, si no lo haces nos van a cerrar y no sólo eso. Muchas perderán el trabajo y el estilo de vida. Tal vez tú desprecies este negocio, pero Alejandra lo ama, y Verónica también. Todas ganan buen dinero con una sola noche de trabajo. ¿Realmente quieres dejarlas sin nada?
—Pues… no es mi problema. Pregúntale a alguna de ellas si quiere al alcalde.
—Ya lo hice, pero él no quiere a ninguna. Sólo a ti.
—Lo siento, pero no lo haré.
—Ashley… piensa en Darcy, en sus estudios, en tu hermana que se quedará sin dinero si tu pierdes el empleo. Nos van a cerrar por la mañana si no vas allí y lo haces. Mañana ¿entiendes? En menos de 24 horas. Ni siquiera les dará tiempo a las chicas de buscar otro empleo. No las dejes así. No me dejes así.
—Bueno… —crucé los brazos debajo de mis tetas, y también las piernas porque mi patrón se estaba echando una buena vista de mi vagina —. Lo siento, pero mi respuesta es no. Ya he tenido suficiente de él. No sabe cómo tratar a una chica. Me agarra duro, me lastimó un pezón con sus torpes dientes y… no lo sé, Daniel, me siento mal haciéndolo con él. Nunca me ha pasado. Todos los hombres con los que he trabajado son más sutiles, delicados. Dios, he querido que más de uno me cogiera, pero me he apegado a las leyes del negocio y he disfrutado de la mayoría de mis privados… pero al alcalde le apesta el aliento, es feo y su pene está lleno de pelos y tiene un sabor raro. No creo que se limpie muy bien. Suda mucho. Lo siento, en definitiva no lo haré.
Mi patrón se quedó pensando un momento.
—Comprendo. No quiero molestarte más. Tampoco deseo que te violen o algo así. Eres la cuarta más solicitada del club. Iré a ver qué acuerdo tengo con él.
—Gracias, y ve.
Triste, Daniel se fue. Yo aproveché el tiempo para meditar y sentirme bien por haber dicho que no. Alejandra se me acercó y me tocó el brazo.
—Tienes agallas. Eso te lo respeto.
—Gracias, Ale.
—Descuida. Iré a ver al vegete. Salvaré el club y a las chicas.
Al poco rato Daniel volvió.
—Está hecho. Alejandra ha aceptado coger con él todas las veces que quiera y gratis.
—Genial —sonreí —problema resuelto.
—No tanto, Ashley. Si bien… nos dejó continuar trabajando… él me dijo que te dijera esto, y es duro para mí, pero… estás despedida.
***
Dejen comentarios chicos 🙂 me gustaria saber que opinan ejej
3 comentarios - Trabajos sexuales: capítulo 3
Inesperado final.
Me tiene loco esta historia, me encanta 😃
Me quede sin puntos, mañana van 10
Sigue asi!
Y muy bueno, me atrapó pese a no tener tantas escenas calientes.
Gracias!!
Aunque alguien me puso -1....