You are now viewing Poringa in Spanish.
Switch to English

Siete por siete (159): Lara (Final)




Post anterior
Post siguiente
Compendio I


Para entonces, vivía una experiencia surreal: Lara era una chica lesbiana, que incluso se acostaba con mi esposa y a pesar de eso, quería que yo la penetrara.
Recordaba los preservativos en el bolsillo de mi pantalón, pero la idea de palpar aquellos tejidos, vírgenes para todo contacto con un hombre, apelaban demasiado a mi ego.
Eso, sin olvidar lo mucho que Lara me recordaba a mi Pamela…
Empecé a deslizar suavemente el glande entre sus labios inferiores. A pesar que las chicas usan consoladores cuando se ven, Marisol dice que la mía sigue siendo más gruesa y eso parecía ser el caso.
A Lara una vez más se le cortaba la respiración, a medida que iba avanzando lentamente y como su cuerpo me iba cobijando de manera placentera.
No pude resistir mis deseos por besarla, no tanto porque lo sintiera (ya que con suerte, Lara y yo nos habremos visto antes más de 6 veces), sino que para calmarla.
Quería mostrarle que no iba a lastimarla. Que todo iba a estar bien.
La iba metiendo de a poco, para que lo disfrutara. Se daba cuenta que a diferencia del juguete que ocupan con Marisol, la mía está viva y podía palpar aquel contorno virginal, que ningún otro hombre, aparte de mí, había mancillado hasta la fecha.
Pero ver esos pechos sacudirse me recordaban a mi Pamela.
La manera que ella disfrutaba cuando la penetraba, los besos cálidos que nos dábamos…
Lara disfrutaba de su primera penetración heterosexual bastante bien. Se sujetaba a mis hombros y me miraba a los ojos, entrecerrando levemente los suyos.
“¡Tienes ojos muy bonitos!” me dijo, mientras avanzaba ya por la mitad.
Apretaba sus pechos y los estrujaba suavemente, pensando en mi “Amazona española” e imaginando dónde estaría.
¿Se habría enamorado? ¿Habrá conocido otro hombre?
Empezaba a subir el ritmo. Lara empezaba a sentir el peso de mi cuerpo sobre ella, junto con mis embestidas.
Sus piernas seguían entrelazadas a mi espalda y sus gemidos empezaban a disfrutar más y más de la penetración, mientras yo trataba de sujetar sus caderas, al ver que su trasero no podía agarrarse por estar apoyado sobre el sofá.
Mi avance era cada vez más profundo y sus ojos se entrecerraban más y más. Era agradable, húmedo y refrescante, a la vez.
Empezaba a quejarse, a morderse los labios y los mismos destellos que me pasan con Hannah, cuando veo a mi Marisol de antes, me empiezan a embargar con Lara, pero recordándome a Pamela.
Cierro los ojos y la iba amando: su cuello largo, su perfume francés…
No me di cuenta cómo la empecé a abrazar por el cuello. Quería protegerla y ampararla.
Al igual que Marisol, Pamela también es mi niña.
Sus quejidos se tornan más placenteros. Me abraza por la cintura, porque tampoco quiere dejarme ir.
La beso y juego con su lengua. Sencillamente, la amo…
La posición es incomoda y me molesta la espalda, pero no me interesa. Por alguna razón, mi mente me termina conectando a mi Pamela.
Sentía como si en cualquier momento me fuera a decir “¡Pervertido!” o “¡Bruto, embobado por mis tetas!”, que claramente las puedo percibir al tacto.
Pero su aroma es diferente. El aroma a coco persiste y los suspiros placenteros escapan por mi hombro.
Sentía que iba a estallar…
Me descargo en ella y espero su lengua tibia, lamiendo mi hombro, pero no la siento. ¿Por qué?
Luego veo a Lara y luce contenta.
“¡Eso fue… lo mejor que he vivido!” exclama, con sus cabellos desparramados, como si fuera una manta.
Permanecemos pegados.
“¿Lo disfrutaste?” le pregunté.
“¡Bastante!... pero pudo ser mejor.”
“¡Lo siento! ¡Discúlpame! ¡Sé que te gustan más las chicas!”
“¡No! ¡No! ¡No es eso!” dice sonriendo. “Es solo que… este sofá es muy incómodo para esto.”
Permanecemos un rato así, besándonos. No quise decirle de mi lapso, porque ¿Cómo le explico que no le hice el amor a ella, sino que pensaba que era otra chica?
Queda arriba y puedo ver sus pechos parados, mas no puedo parar de pensar en Pamela. ¿Qué me pasaba? ¿Por qué?
Lara me llevaba cariñosamente de la mano y una vez más, Pamela hace su aparición…
Ni siquiera la dejo llegar a la cama. La empiezo a lamer a los pies de esta.
Le agarro los pechos por detrás, lamiendo su oreja.
Puede sentir mi erección deslizándose entre sus piernas y gime excitada. No me podía explicarlo, pero palpo sus caderas y no es la misma Pamela que conocí.
Pero aun así, quiero estar adentro. Alcanzo inclusive a distinguir sus cabellos cortos, ignorando por completo su cola de caballo o el hecho que su piel es muchísimo más blanca.
Lamía su piel y su espalda, bajando con mi lengua. Quería dejarla bien caliente y que se apoye en la cama.
Le meto mis dedos en su rajita y lamo su ojete, que se aprecia dilatado. Ella brama, diciéndome que nadie le ha hecho algo como eso y le creo… porque es Lara, una vez más.
Pero mi erección sigue siendo tan real, como cuando creía que era Pamela y la voy deslizando entre sus piernas.
Y empiezo a comprender lo que me ocurre: son sus formas. Son muy parecidas…
No puedo evitarlo y la voy penetrando por detrás. Lara se queja suavemente, disfrutando plenamente de mi ingreso por su agujero posterior, pero mis manos agarran su pecho y su rajita, sumergiéndola en la gloria.
Es la manera que más le gusta a mi Pamela y es evidente que también le agrada a Lara, que no para de quejarse complacida. Beso su cuello, sus mejillas y voy buscando sus labios…
Marisol tiene razón: sus besos son como el algodón.
Y un montón de pensamientos bombardean mi mente: estoy cogiéndola (porque no la conozco lo suficiente para amarla) de la misma manera que lo hacía con Pamela, en la misma habitación donde me pone los cuernos con mi esposa; es lesbiana, pero aun así, me desea como hombre y su cuerpo es tan sensual y libidinoso, que no puedo contenerme.
Todo eso representa Lara y lo que mejor lo hace es que sea tan estrecha, porque siguen siendo sus primeras experiencias con los hombres.
Luego la tomé en la cama, con ella abajo, como lo deseaba al principio y aplico todos esos cariños que a Pamela vuelven loca: comer sus pechos, tensar su pierna, acariciar sus caderas…
La cama se sacudía con violencia y ella se quejaba, complacida. Se habían soltado sus cabellos y la besaba sin reparo, apoyando sus brazos sobre su cabeza.
No veo a mi “Amazona española” aparecer, pero no importa: Lara sigue siendo bellísima y sus ojos se ven resplandecientes.
Amaso sus pechos, que están excitados y deseosos porque una boca como la mía los pruebe. Más besos. Cambiamos de posición, porque quiero apreciar ese trasero nuevamente.
Le encanta sentirme adentro. Lo adora. Meto un par de dedos en su agujerito y goza como una maravilla.
Son casi las 6. Nos metemos en la ducha, donde nos volvemos a besar y restregar nuestros cuerpos un poco más. Irónicamente, no quería dejarla, pero ya se me había hecho bastante tarde y está bastante entretenida, probando la fruta prohibida.
Pero mientras nos vestimos, le digo que su trabajo me parece bastante bueno y que podría entregarlo.
Ella sonríe, con un poco de vergüenza.
“La verdad es… que lo terminé hace un mes… y me dieron un 90%...” admitió, con una amplia sonrisa. “Pero en realidad… quería que tú lo vieras… y me dijeras que pensabas de él.”
Yo me reía, levemente, habiendo caído por una de las tretas de Marisol.
Pero le di un suave beso, con una apasionada caricia, entendiendo que ese día, había querido disfrutar a solas de lo que Marisol tantas veces le había hablado.
Y para finalizar, mientras montaba el metro en plena hora punta, feliz de la vida, una hermosa mujer, rubia, delgada, de unos 40 años, me devuelve una maravillosa sonrisa y casi sin darme cuenta, de alguna manera termina apegándose a mi entrepierna.


Post siguiente

2 comentarios - Siete por siete (159): Lara (Final)

CabezonuP
dislaik
metalchono
That's ok! Thanks, anyways...
pepeluchelopez
Que día de suerte! Que manera de culminar todo esto, un abrazo compañero
metalchono
Un abrazo para ti y no te rindas. Tuve que tragarme varios años malos para alcanzar la tranquilidad de ahora.