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Caro - Ultima Parte

Parte IV - Final (Parte III)

Al otro día, Caro pasó todo el viaje hasta la oficina pensando en que cara poner. En cómo enfrentar a Franco y ponerle un ultimátum a la situación. Cuando llegó a la oficina, la encaró Romi, para invitarla a un After que habían organizado, le pidió por favor que haga lo imposible por alejarla de Franco. Caro la calmó, le dijo que ella iba a hacer lo que fuese necesario. Entró a su oficina e intentó trabajar, pero no pudo concentrarse pensando en esa misma noche.

Al rato, llegó un mensaje a su teléfono: vas al After, no? No me vas a fallar. Caro no contestó, intentó seguir trabajando. Pasado el mediodía, golpearon la puerta de su oficina, Franco entró y le dijo: no me contestate el mensaje, Caro se hizo la desentendida. El joven no se dio por vencido, puso sus palmas en el escritorio y sentenció: esta noche, está vos, si queres dejar de recibir mensajes y vivir de verdad. Se dio vuelta y se fue, sin esperar la respuesta. Caro estaba entre indignada y caliente, sus pezones se endurecieron de golpe, su concha estaba humedeciéndose, respiraba agitada. Estaba indignada porque no pudo siquiera imponerse, decir lo que pensaba ante la irreverencia de Franco.

El resto de la tarde su cabeza quedó aturdida por la visita de su compañero. A eso de las 18 horas, Romi pasó por la oficina, se quedaron ambas juntas, Caro no sabía bien si contarle todo o mantener el secreto. El tiempo transcurrió en esa ambigüedad mientras Romi hablaba sola. Luego salieron al after, cuando llegaron Caro se sentó entre Romi y Franco. La primera media hora transcurrió en charlas donde el joven no paraba de tirarle indirectas y hacer chistes sobre Romi en un tono que limitaba con el mal gusto. Caro lo miraba sería, casi con enojo, pero con un dejo de calentura que no podía contener.

Pasado un rato, la música se apoderó del lugar, Romi se fue a bailar con una de las compañeras, el resto de la mesa la acompañó. Caro se quedó sentada, sus compañeros le hacían señas de que se acerque, pero ella se negaba, no le gustaba bailar. En medio de esas llamadas, Franco se acercó a la mesa, se sentó a su lado y empezó a hablarle. Le hacía comentarios de como bailaban el resto, todos burlándose. Cada comentario se acercaba más al oído de Caro, que sentía su aliento y se le erizaba la piel. Caro buscó cortarlo en seco: vos sos perfecto?, Franco: no pero garcho muy bien.

La frase invadió todo el cuerpo de Caro, sus pezones estaban a punto de estallar, entre sus piernas la humedad se hacía presente, su piel estaba erizada. Le dijo, con una cara de enojada que se mostraba muy falsa: sos un desubicado. Franco no se quedaba quieto, su mano tocaba la parte interior del muslo de Caro, que la sostenía para que no trepe por ahí. El joven insistió: Dale gordita, no te intriga vivir en carne propia lo que viste?. Caro hizo caso omiso, pero el movimiento fue certero, los labios de Franco rozaban la oreja de ella, mientras su mano seguía subiendo. Arremetió diciendo: vámonos de acá, a un Telo, mira como estas… para ese entonces, su mano recorría por sobre la calza de punta a punta la raja de Caro. Y le espetó: te la depilaste gordi, no? Mira que si no está peladita no la chupo.

El suspiro de Caro al sentir el dedo tocando por sobre la ropa su parte más íntima fue la manera de aceptar la invitación. Se paró, fue hasta donde estaban sus compañeros y con alguna excusa se despidió. Salió hasta un bar convenido muy cerca del telo, y esperó unos 10 minutos para que Franco llegue. En ese lapso, sólo pensó en que nunca se había depilado a pleno, siempre había dejado bello en su monte de venus, porque odiaba esa estética de nena.

En eso estaba cuando llegó Franco, canchero, exaltado, el joven la beso y la sacó del bar hasta el telo. Ni bien entraron a la habitación la besó de una manera sutil, profunda, su lengua se movía de maravillas dentro de la boca de Caro, que sentía como tocaba sus pechos por sobre su ropa y como la pija de su amante crecía dentro de su pantalón. Franco le quitó el swetter, la bluza, el corpiño, las tetas de Caro quedaron expuestas al joven que continuaba besándola y sobándoselas. Con las botas puestas, en calzas y su torso desnudo, Caro disfrutaba de como Franco estaba chupando sus tetas, succionaba uno de sus pezones, los mordisqueaba, mientras pellizcaba el otro, lo estiraba. Caro estaba extasiada, era un verdadero profesional sobando sus pechos.

Franco se detuvo, subió hasta su oreja y le susurró: si te mojas cuando te chupo las tetotas, no te cuento cuando me dedique a esa concha bien gorda. Y volvió a chuparlas. Caro pensó en su concha peluda, en que sería rechazada, pero enseguida retomó su concentración en recibir placer. Franco la sentó en la cama, y sacó su pija, dura, venosa, parada, con la cabeza roja, brillante, delante de la cara de Caro. La miró y le dijo: se que es linda, lechoncito , pero no la mires más y chupala, vas a ver que es rica también. Caro se sentía humillada, odiaba la forma en que se refería a su cuerpo, pero a la vez esa situación la excitaba por demás.

De manera brusca, Franco empujó desde la nuca de Caro hasta hacerle tragar toda su pija, le marcaba el ritmo con frases del tipo: dale que la carne te gusta, si sos una gorda glotona, etc. No paraba de humillarla, la fuerza ejercida en la nuca de Caro hacía que se le salieran las lágrimas, había dejado toda la pija babeada de las arcadas que le generaba la cabeza de esa poronga en su garganta. Pero se mantenía excitada. Franco la sacó, y le dijo: bien gordi, te toca. La empujó y Caro cayó desplomada en la cama, le agarró la calza y su ropa interior, y de un tirón la despojó de ambas. Cuando vio su sexo, con algunos pelos, le dijo: No, esto así no lo chupo, te voy a dar verga de una.

Acto seguido, la penetró, hasta el fondo, de una, moviéndose de manera maestra, hacía que ante cada empelló Caro sintiera más y más placer. El ritmo era justo, la profundidad en que accedía la verga no podía ser mejor, Caro estaba extasiada, sentía el placer recorrer todo su cuerpo. Al tiempo, sentía un morbo terrible producto de la cantidad de palabras denigrantes que le espetaba Franco. Estaba a pleno, ya había levantado sus caderas para recibir mejor la pija de su amante. Los cosquilleos previos y el latir de su concha e anticipaban un orgasmo, pero Franco cortó abruptamente. La puso en cuatro y ahí continuó su faena. Por momentos, se quedaba quieto viendo como ella se arqueaba y movía su culo hacía la pija, en una frenética búsqueda de placer.
Cuando Caro pensaba que no podía estar más caliente, Franco le dio el golpe de gracia. Un dedo empezó a jugar en la entrada de su ano, acariciándola, amagando con entrar, llevando saliva, Caro movía más rápido su cuerpo, estaba a punto de acabar. Franco seguía humillándola con su palabra, hasta que ocurrió lo que ambos sabía, el dedo se coló en su culo, acompañado de: a ver si aguanta este ojete gigante? Caro gimió, las piernas le temblaron, sintió como un escalofrío le recorrió desde el culo hasta el clítoris, como todo su cuerpo llegaba al orgasmo y se desplomó sobre la cama. Franco sacó la pija de su interior, la meneo un par de veces y regó de semen su culo. Luego, se acostó a su lado, sin dirigirle la palabra.

Caro se paró y fue hasta al baño a limpiarse. Franco estaba en cualquiera, acostado, mirando a la nada. Mientras se limpiaba un rapto de odio cruzó la cabeza de Caro, pensaba que ella no tenía por qué bancar esa humillación, que merecía tener todo lo que quería. Terminó de limpiarse, y se dirigió desnuda como estaba a la cama. Franco estaba con los ojos cerrado, respiraba profundo. Caro aprovecho su oportunidad, puso sus rodillas sobre los brazos de Franco y su concha en la cara. De frente a sus pies, sentada arriba le dijo: Ahora vas a chupar, pendejo mal educado. Franco intentó una defensa , pero estaba inmóvil, totalmente dominado. Caro empezó a moverse como si la cara de su amante fuese la pelvis, cabalgando y dando órdenes certeras para que la chupara.

Franco se resistió, pero caro agarró su pija de manera violenta, apretándola, infringiéndole un profundo dolor y volvió a decirle que la chupe. El joven empezó a mover su lengua, a succionar su clítoris, como podía trataba de darle placer a esa concha que lo asfixiaba. Claro empezaba a sentir como la chupada hacía efecto en su cuerpo, la ayudaba con sus propios movimientos y agarrándose los pezones, pellizcándolos, estirándolos, incluso, llevándolos hasta su boca para morderlos.

Resignado a seguir, y con la ilusión de conseguir un premio mayor, Franco comenzó a esmerarse en la chupada de concha. Su lengua se centraba en el clítoris, lamiéndolo con más delicadeza, cada tanto lo apretaba con sus labios. Había empezado a disfrutar de la situación y su pija lo demostraba remontando, pero Caro no estaba dispuesta a compartir el disfrute, le pegó un certero golpe en la cabeza y le espetó: Chupa vos, el placer es para mí, ni se te ocurra disfrutar. Y siguió recibiendo la lengua de su amante.

A Franco la posición de humillado le gustaba, estaba dispuesto a controlarse, y pensaba que el jueguito le daría réditos. Mantuvo su posición chupando la concha, mientras Caro lo humillaba con lo primero que se le venía a la mente, mejoraba su forma de chupar la concha, alternaba entre meterle la lengua y jugar con el clítoris. Mordisqueaba los labios. Caro estaba extasiada, sentía el placer recorrerle el cuerpo. Cada tanto, él le comía el culo, le pasaba la lengua por la entrada y sentía que ella movía su cuerpo para que así fuera.

Caro se sentía con total dominio de la situación, ya había liberado las manos de su amante para que las usara y le diera más placer. Ya no le importaba que la pija de Franco este al mango, largando sus primero jugos. Montaba su cara de manera magnifica, sentía su lengua y sus dedos en todo el cuerpo. El morbo de dominar la había desatado, sus manos estiraban los pezones hasta límites insospechados, lo que generaba espasmos de placer en sus tetas. Estaba por alcanzar el climax, estaba por llegar al momento culmine, cuando se vio cerca aumento las frases denigrantes hacia el que ahora era su esclavo sexual.

La situación la superó, acabó de forma violenta, gritando, gimiendo y con algo que hasta el momento no había experimentado: el squirt. De su concha salió un chorro de líquido que casi ahoga a Franco, mientras sus piernas le temblaban y gritaba de placer sus jugos mojaban no sólo la cara sino también todo el pelo de su amante que no sabía que hacer. Caro había perdido por completo el control de su sexo, que desparramaba jugos por toda la cama, mojando lo que estaba cerca. Se desplomó hacia adelante, y vio como Franco se masturbaba intentado tomar los jugos que le quedaban en la cara. La situación la calentó por de mas, se paró frente al joven y metiéndose dos dedos en la concha se volvió a pajear de forma violenta y a tirar sus jugos en su cara. Un nuevo chorro explotó contra el rostro de Franco, que no podía creer la escena. Gimió, gritó, se estremeció y tembló de nuevo. Mientras el joven acababa con chorros de leches mayores que la primera vez.

Caro se tiró en la cama, se relajó y sin perder el control de todo, lo mando a Franco a limpiarse. Cuando volvió del baño le dijo claro y dominante: es la última vez que va a pasar algo entre nosotros, y más vale que trates con respeto al resto de las chicas de la oficina, porque a la primera de cambio te quedas en la calle.

FIN

4 comentarios - Caro - Ultima Parte

Entiuno
esto no va en imagenes si no en relatos
HJTompson +1
Si, tenes razón, fue sin querer, ahí edito
putitaviciosa +1
Excelente sr Tompson, felicitaciones, me calento,como siempre
HJTompson
El placer es mio. Estaba desaparecida