Principio de marzo de este año, mucho calor, noche entre semana, de juntada con amigas en confitería de zona Libertador y Meglioli, que lamentablemente cerró sus puertas hace poco. Motivo: una ex compañera de secundaria volvió de España después de vivir allá más de 15 años, y había mucho para recordar. El lugar: hermoso, mucha gente, y de buen nivel. Cuando entramos me miraron muchísimo, principalmente de una mesa que, cuando nos ubicamos en nuestra mesa, estaba a mis espaldas, en la cual había un grupo de amigos, todos facheros, bien vestidos, bulliciosos, gente de nuestra edad. Aplaudieron hasta que me senté. Claro, el pantalón blanco súper ajustado (sin ropa interior) era mi mejor aliado, junto con la camisa negra semi transparente que dejaba ver mi corpiño negro y marcaba mi cintura y abdominales de gimnasio (mi orgullo, mi debilidad). Tengo el culo firme, bien redondo, y bien levantado; eso lleva horas de glúteos, mucho sufrimiento, mucha transpiración, pero los frutos están a la vista. Cuatro décadas y un poquito más de un lustro, y sigo llamando la atención. La comida fue simple: pizza especial de jamón y morrones, acompañada con cervezas importadas; lo importante era la charla sin interrupciones de ningún tipo (maridos, hijos, padres, trabajos, etc., debían quedar de lado como corresponde a unas buenas amigas). En mi caso particular, mi marido estaba de viaje de negocios (eso me dice siempre) y mis hijos estudiando en casa de unos compañeros, o sea que yo no debía preocuparme de nada. Hablamos de todo, mucho, pasamos una cena y sobremesa genial. En un momento suena una bachata muy conocida y pegadiza, y dos de mis amigas se levantan a bailar, y a mí se me ocurre hacer unos movimientos con mi torso y mis hombros, siempre sentada. Siento una mano posarse en mi hombro. Me asusté. Mire hacia atrás para ver quién era y ¡Oh Sorpresa! Uno de los integrantes de la mesa que me aplaudieron al entrar me invita a bailar. Alto, de unos 50 años, rubio de pelo largo, bigotes muy finitos, ojos celestes, bronceado natural, cero panza, buen lomo de gimnasio, ropa de buena marca y excelente confección, perfume importado, cadena de oro, pulsera de oro, reloj de oro; o sea un tipo de esos que al verlo se te moja la bombacha. Exactamente eso me pasó. Pero estaba con mis amigas y no quería distraerme. Además, cuando son tan bonitos son chiquitos; se entiende, no? Acepte bailar una vez porque me gustaba esa bachata. Me acerque a mis amigas que bailaban, me tomo de la cintura, ya iba media canción, hicimos un cuatro cuatro, un lateral, y siento que me amarra de la cintura y me aprieta hacia él como apoyándome. Ufa, tanta cara de puta tengo? Me hice la boluda sin que llegara a apoyarme, terminó la canción y me di vuelta para sentarme con mis amigas que también volvían a la mesa. –Te fijaste como se le nota el bulto de su polla? Lo tenés caliente… Me dijo la gallega (así la bautizamos, por su acento) –No me fije en nada, contesté, es noche de amigas, soy una señora, una lady. Y nos largamos a reír. Mis amigas siempre conocieron mis gustos, pero no los detalles de mi vida. Siempre hay que guardarse algunos secretos. La reunión siguió con más tertulia pero se me instaló en la mente la frase de mi amiga acerca del bulto del tipo. El tiempo corrió y llego el momento de las despedidas, cada una a su casa, besos para todas, promesas de volver a encontrarnos más seguido, y nos fuimos. En la mesa de al lado la misma escena: todos saludándose, abrazos, último brindis tal vez; y el fachero parado en mi paso. Me hice la desprevenida y sin levantar la mirada observe su entrepierna, parecía un bulto entre importante y no tanto, aunque muy dormido. Ya en mi auto llegando a la Legislatura veo que me hacen señas de luces, no le llevo el apunte, y se me pone un auto a mi lado: el fachero en un importado alemán. Me hace señas con la mano que me detenga, y cuando lo hago en el semáforo, baja y viene a mi encuentro. Me invita a tomar algo en otro lado, que deje mi auto y vaya con él. Eso no se hace, me digo para mis adentros, yo las chanchadas las hago con mi marido presente, pero mi marido está en Bs As hace casi una semana, y la propuesta parece interesante. Pregunté adónde podríamos ir, a lo que me contesta que lo deje en sus manos. No le contesto nada, arranco de nuevo y sigo mi marcha; me sigue de cerca hasta llegar al centro, y vuelve a insistir con señas. Me alcanza nuevamente en otro semáforo, se baja corriendo e insiste otra vez en que deje el auto y lo acompañe. Le hice caso, subí a su auto y le pregunté a dónde vamos. Sonrió y arrancó hacia el sur; apenas cruzamos Av. Circunvalación dobló a la derecha y entramos a un Hotel muy conocido que tiene una suite en vertical. Fuimos a una de las últimas habitaciones que son dúplex. Abrimos un champagne, seguimos brindando. Yo ya estaba para cualquier arreglo: el alcohol me afloja cualquier inhibición y soy capaz de entregar hasta los agujeritos de las orejas. Se acercó y empezó a besarme la mejilla, la oreja, el cuello, y yo lo dejé hacer, hasta que nos comimos la boca. Empezó a sacarme la ropa, camisa, corpiño, a chuparme las tetas, mis tetas no son muy grandes pero están paradas; mis pezones largos al máximo, fruto de la excitación. Me desprendió el pantalón, y metiendo la mano me dijo que sabía que no traía ropa interior, que sus amigos decían que era muy chiquita y él decía que no tenía nada puesto. Le explique que no me gusta que se note nada cuando llevo puesta ropa un tanto transparente o pegada al cuerpo. Fui a ducharme ya que hacía mucho calor; cuando salí estaba envuelto en un tallón esperando para entrar al baño por lo mismo. Luego de bañarnos, envueltos en toallones nos comimos a besos, me dejó desnuda alabando mi figura, besándome entera de arriba hasta abajo, hasta llegar a mi concha; yo de pie se la acerque para facilitarle la tarea. Me tiró a la cama y se apropió de mi conchita; que rico me la comió, sentía mariposas en la panza, y el clítoris se me volvía loco adentro mío. Estaba al umbral de mi primer orgasmo cuando me levantó las piernas para ir a mi culo. Que felicidad! Mi ano se dilataba a pasos agigantados. Con una mano lo tomé de su cabello y lo traje hacia mí. Yo hervía, explotaba, pero no quería acabar; antes quería conocer la pija de ese hombre que con la lengua me estaba llevando al paraíso. Le pregunté si era el momento que me tocara a mí comer lo suyo. Me dijo que si se lo pedía así, me lo concedía de inmediato. Se puso de pie al borde de la cama con el tallón envuelto a su cintura y debajo del mismo se notaba su bulto que estaba parado, no parecía tan grande; es más, parecía de normal a grande, pero nada más. Le saque el toallón despacio, como con miedo al arrepentimiento (insisto: me gustan las pijas grandes; 25x7 fue la última que disfrute, al amparo de mi marido, quiero más grande). Su pija apareció casi parada, redonda, colorada, derecha, con la cabeza cubierta por el prepucio, no sé dar dimensiones pero creo que de unos 20 cm de largo (mientras escribo me sorprendo haciendo señas de cómo cubrirla con las manos para ejemplificar el tamaño), muy parecida a la de mi marido; pero gruesa, extremadamente gruesa, increíblemente gruesa. Mientras escribo esto estuve un rato buscando algo que pueda ilustrar su diámetro, que en realidad no era diámetro porque era más ancha que alta, viéndola de frente, mirando desde la cabeza al tronco. Debo decir que necesité las dos manos para cubrir su diámetro, ya que una sola mano le llegaba a la mitad nada más. Básicamente era como una botella de vino, la mitad de larga o un poquito más, y de ese ancho. Un poquito más grueso y más largo que el repuesto de los desodorizantes de ambientes electrónicos. Imaginen algo así. Enorme, tremenda. Eso no me cabía en la boca, en la concha podía ser que entrara, se adapta, y ni pensar que me la quisiera meter en el culo. Me preguntó qué opinión me merecía, le dije que era la más gruesa que tenia noción yo. Que era más del doble de gruesa que la de mi marido, del mismo largo pero mucho más gruesa. Sé que eso levantó su ego, a todo hombre le sucede, todo hombre quiere ser el más pijón que se ha cogido a la dama que tiene en ese momento. –Chupala! Me dijo, sacando el macho dominante que tenía adentro. Y comencé a mamarla despacio, la agarraba con las dos manos, le corrí todo el prepucio hacia atrás y deje libre la cabeza, me metí parte de la cabeza en la boca y me ahogaba, me acalambraba, tenía miedo de lastimarlo con un diente, tenía que abrir demasiado la boca. Me dijo que ya se iba a parar del todo. –Ah, bueno! Dije para mis adentros. Era cierto, no estaba del todo dura, pero se ponía cada vez más derecha, mas recta. Tenía un sabor hermoso, era divina, poco a poco fui perdiendo algunos miedos y me fui concentrando en lo que hacía. Se puso dura, muy dura, su cabeza estaba a punto de explotar, su piel ya no corría más. Yo chupaba y la recorría entera, toda a la vuelta, y de punta a tronco. Qué buena pija! Yo estaba feliz de haber dejado el auto en el centro. Chupé sus bolas una por vez. Eran grandes, y se sentían duras y llenas. Empecé a imaginar a esa gran pijota acabando y largando leche abundantemente. Un escalofrío de deseo me corrió por toda la vagina. Era hora de dejarla entrar. Él lo noto. Sacó una caja color azul de preservativos. Yo no los conocía. Me dijo que son importados y los compra de acuerdo a su tamaño (agrandado, después vi que eran Pasante King Size, el más grande que viene, me dijo) Dice que aún así le aprietan. Con esfuerzo se colocó un preservativo. Me recostó sobre la cama, levantó mis piernas, se quedó parado en el piso y apoyó sus rodillas en el borde de la cama entre mis piernas; apuntó su pija a mi concha, la frotó verticalmente, y empujó suavemente hasta que entró la cabeza. Impresionante la forma que se me abrió la vagina, se estiró por completo; sentía su pija empujando hacia los costados, hacia mis muslos, tratando de abrirse paso hacia adentro. La sacó y la volvió a meter hasta el mismo punto, solamente la cabeza, yo estaba mojada, parecía drogada por el deseo, y al mismo tiempo, tenía cierto miedo de que me fuera a doler cuando entrara toda, no sabía si lo iba a hacer suave o no. De repente me apretó fuerte mis muslos con sus manos atrayéndome hacia él, y arremetió con su pijota enorme hacia el fondo de mi concha. Entró casi toda. Me dolió. Pegué un grito que se debe haber oído en la recepción. -Hijo de puta! Le dije –La metiste de una. Duele, es muy gruesa, todavía no se me acostumbra la vagina. -Tranquila, me contestó, ya la tenés toda adentro. –Te duele? Te la saco? –No, no la saques, duele pero la aguanto, es hasta que se acostumbre a tenerla adentro, además le falta un poquito, empujá mas y metela toda de una buena vez, le dije agarrándole las bolas por debajo de mi culo y tirando para que la meta toda. Empujó fuerte, entró toda, me dolía, tenia llenita la concha de carne dura y caliente. Lo miraba fijo a los ojos, no quería que fuese a acabar rápido, quería disfrutar esa pija un rato adentro, pero él parecía no tener apuro por acabar. Se movía despacio, con una cadencia suave, yo ya estaba por acabar; había frenado ese momento antes y no aguantaba más, volví a agarrar sus bolas, volví a tirar hacia mí, y llegó mi primer orgasmo, y sé que es el primero de una larga sucesión de orgasmos. Se siguió moviendo así, suave, pero sacando casi toda la pija y volviéndola a meter hasta el fondo, empujando hasta que se juntaran nuestras pelvis. Ya me había acostumbrado a tener esa hermosa pija adentro, y seguía acabando, fueron un par de orgasmos seguidos. Relajada recibía la pija, gozándola toda, cuando entraba y cuando salía. Se cortó mi cadena de orgasmos, era momento de cambiar de posición; debía tomar el mando de la cogida, debía cogerme yo esa pija. La deje salir, se la mame un poco con el preservativo puesto, junto con mis jugos, con mis acabadas, con esa mezcla de sabores que tanto me seduce. Aunque en realidad sólo le chupaba una parte de la cabeza, el resto lo lamía, la pija parecía inflada dentro del preservativo, estaba completamente estirada, parada al cien por ciento. Eso me pone cachonda: ver y sentir que esa pija está parada de esa forma, y que es por mí, me calienta. Me incorporé y lo hice acostar en la cama para subirme sobre su pija, lo monté y acomodé la punta de su cabeza en la entrada de mi concha. Me agarró de la cintura y con su pelvis empujó hacia arriba, bajándome de un tirón. Nuevamente me entró de un solo envión y esta vez entró toda. Yo: feliz. Sentí el contacto de mi pelvis contra su pelvis, y mis ratones volaron. Comencé a moverme lentamente de punta a punta, dejaba la cabeza afuera, la metía toda, subía, bajaba, era feliz cogiendo esa pija a mi manera, a mi gusto, bajo mi ritmo. Más rápido, más lento, y siempre mirándolo a los ojos, controlando que mi hombre pijón no acabe rápido. Buscando tener parada esa pija el mayor tiempo posible para gozarla lo más que pudiera. Lo noté como concentrado, como serio, más que lo normal. –Qué pasa? Dije. –Algún recuerdo no grato? Problemas con la conciencia? Pregunté todo junto. Si era para irnos, nos íbamos en ese momento. –Nada de eso, me está molestando el forro, me está apretando demasiado, la tengo muy parada y aprieta. Saqué la pija de dentro mío y miré que estaba pasando, el preservativo le estaba apretando. –Ves? Me dice, señalando la base, estaba demasiado apretado. Busqué la forma de agarrarlo sin lastimarlo con una uña para poder sacárselo. El profiláctico se estaba hundiendo en su pija, no me gustó la situación, puede entorpecer la circulación sanguínea. Me costó, pero se lo saqué. El clima se perdió un poco. La pija normalizaba su color, que estaba más morada que lo normal, y la marca dejada por lo apretado iba borrándose poco a poco. Pero habíamos dejado de coger. Yo la miraba pero no cogíamos. –Querés que sigamos así? Me dijo. –Bueno, si vos sos sanito, porque yo no tengo ningún tipo de problema. –Yo soy muy sano, me hice un chequeo general hace dos meses, antes de las vacaciones, y todo en condiciones. Le puse saliva con una chupada, y me monté encima de él. Estaba un tanto blanda, pero la pude meter y acomodar adentro. Se fue agrandando, y fue ocupando lugar vacío dentro de la concha, la fue llenando, me la estaba estirando de nuevo. Yo me movía sin parar. Ya estaba caliente como antes, y tenía la pija toda adentro, estaba en la gloria. Tuve un orgasmo, y a continuación otro, agudo, intenso, fuerte, sentido, largo; transpiraba, mis pulsaciones al máximo, tremendo. Él me controlaba y seguía con su ritmo, yo no podía moverme, ni disfrutarlo, estaba extasiada y completamente sin fuerzas. Me ayudó a recostarme en la cama para recomponerme, lo necesitaba. Se levantó, llamó a conserjería y pidió gel lubricante. –Uy... –Qué culpa tiene mi culito? Pensé. –Pediste gel, o me pareció? Le dije, haciéndome la desentendida. –Sí, me contestó, ahora te voy a hacer la cola. No dije nada, y si el que calla, otorga, ya le estaba dando permiso para que me haga la cola. Sirvió champagne para matizar la espera, tomé un par de sorbos cuando sonó el timbre. El pomo de gel era muy pequeñito, casi me río, pensé que no iba alcanzar para cubrir la pija. Yo acostada de espaldas, me hizo colocar las piernas hacia arriba, buscando con las rodillas mis hombros. Mi cola quedó apuntando al borde de la cama lista para ser penetrada. Me pasó la lengua, la llenó de saliva, jugó con el agujerito que se iba adaptando a que le entrara la lengua, y básicamente, mi culo quería pija. Me untó con gel, jugó con sus dedos, metió uno, luego otro, los giró, puso más gel, separó sus dedos abriendo las paredes, untó su pija con gel, y la apuntó a mi cola. Empujó suavemente y entró un poco, tal vez la mitad de la cabeza, empujó más y entró toda la cabeza. Sentí mi cola estirarse sin dilatarse, eso dolía. Yo sabía que la podía aguantar, y estaba segura que la quería disfrutar, y estaba sin profiláctico, eso significaba que la leche iba adentro de mi cola, yo quería todo eso. –Dame toda la pija, toda. Lo dije porque me salió del alma. Él siguió metiendo su pijota en mi ano. La sentí entrar cm a cm. Gruesa, insoportablemente gruesa. La sacó casi hasta dejar afuera la cabeza. Rogué que no la sacara toda, aún no se acostumbraba mi esfínter interno a tenerla adentro, todavía sufría dolor. La metió y la sacó un par de veces, hasta que sentí su pelvis hacer presión contra mis nalgas, lo sentí moverse como sacudiéndola, y temí que haya acabado sin sentirlo yo. Pero no, estaba haciendo que entrara toda, hasta el fondo, y yo la estaba recibiendo, y ya no me dolía. Se apoyó en mis muslos, y empezó a meterla y sacarla con un ritmo muy vertiginoso, tanto que me hizo acabar, sin darme cuenta el orgasmo me llegó cortante, tajante, eran como pinchazos de placer, que me dejaron totalmente relajada, entregada a su entero antojo. Con la pija metida hasta que sus huevos chocaran mis nalgas, sentí que la cabeza de la pija se hinchaba más, y más, hasta que empujó fuerte hacia adentro y largó su primer chorro en mi recto, y a continuación otro, y otro, y luego una gota, y otra gota más; y yo completamente inmóvil, sin poder usar mis músculos, sin poder succionar con mi cola su pija para quitarle lo que le quede de leche. Pero satisfecha, bien culeada. La dejó adentro hasta que se bajara, cosa que demoró varios minutos, yo feliz, por un lado porque tenía la pija más tiempo adentro, y por el otro, porque se notaba que había tomado una pastilla; eso quería decir que, esperando un ratito, si la estimulaba de nuevo, se volvería a parar, y podría cogerme esa pija más tranquilamente. Cuando me la sacó, fuimos al baño a bañarnos y volvimos a la cama, con copas de champagne y mimos. Su pija estaba inerte, pero aún en ese estado era enormemente gruesa, yo la acariciaba pero no reaccionaba. Ya llegaría el momento. Sentía mi cola abierta, que no recuperaba su estado anterior, que le costaba volver a cerrarse. Había sido un día muy largo, con mucho calor, comida, baile, bebidas alcohólicas, y bien atendida, me venció el sueño, dormité, o me dormí. Cuando desperté, el dormía abrazado a mi lado. Me preocupé. Qué hora sería. Busqué mi celular que estaba en silencio en la cartera. Aún no eran las cuatro de la mañana. Habíamos dormido tan solo unos minutos, no era tan malo. Él dormía de espaldas. De pie al costado de la cama, sin tocarla para no despertarlo, me agaché y comencé a besar su pija dormida, sin tocarla con las manos me la fui metiendo en la boca, así dormida la podía manejar; chupé la cabeza que salió del prepucio y llenó mi boca: se estaba empezando a parar de nuevo, la pastilla surtía su efecto. Él empezó a despertarse, la pija estaba enorme. Me miró chuparle la pija y me dijo: -Qué rica chupada. –No, no, le corregí, me tenés que decir: -Qué rica chupada de pija, puta. Y me lo repitió: -Qué rica chupada de pija, puta, me dijo. Y yo me sentí comprendida. –Es que tengo que ser muy puta para no soltar esta tremenda pija, que a cualquier mujer partiría al medio, y yo me la como sin dramas, y encima me quedo con ganas de más pija, y no la quiero soltar, le dije. –Y yo tuve un sueño, me dijo, que te volvía a hacer el culo, y me guiñó un ojo. –Y bueno, si es eso lo que querés, respondí, me la tendrás que meter de nuevo por el culo, porque es lo que yo también quiero. Y sin decir más, me acosté boca abajo en el somier, que es bastante alto, a los pies de la cama, y dejé mis pies en el piso, con la pelvis en el borde de la cama. Él debía quedar parado detrás de mí, y al mismo tiempo se podía apoyar en mí sin que yo me fuera hacia adelante. Esa posición me encanta, porque me asegura que la pija me pueda entrar hasta el tronco en el culo. –Sin gel, le dije, quiero sentir la pija abriéndome, quiero sentir la pija entrando, quiero sentir la pija llegando al fondo y que no entre más. Y me la metió, de un solo envión sentí sus pelotas apretadas contra mis nalgas. –Hijo de puta, la metiste toda de una, me vas a partir el culo en dos. Qué buena pija! –Qué buen culo! Qué rico que se abre! Qué bien que te entra la pija! Me dijo todas esas cosas juntas, mientras se movía dándome. Yo feliz, recibiendo esa pijota enorme, dura como piedra, golpeando las bolas contra mis nalgas, sabiendo que adentro tenía todavía la leche del polvo anterior, y que me iba a depositar más leche aún. –Sabes? Me dijo, es la primera vez que logro meter la pija hasta el tronco adentro de un culo, y me pone muy feliz, estoy recaliente culeándote. –Y yo es la primera vez que me meten una pija tan gruesa en la cola, tuve miedo de no poder recibirla, pero me encanta, y no quiero que me la saques más, metela hasta el fondo, quiero sentir como chocan tus huevos en mis nalgas. Al mismo tiempo que decía esto, estaba acabando desaforadamente. El miedo del principio, los nervios lógicos, todos los temores, se habían disipado, dando paso a una intimidad de una hembra muy caliente permitiendo a su macho alfa que la sometiera al rigor de su falo, el pene más grande de la manada. Así me sentía, una hembra animal en celo, haciéndome culear hasta que no tuviera más fuerzas para mantenerme de pie, y si fuera necesario, aún tirada en el piso sin poder moverme, le iba a pedir a mi macho que me diera más pija. –Dame pija! Meteme la chota hasta el tronco! Dámela toda! Quiero más verga! Le dije de todo, palabras que nunca imaginé usar con una persona que recién conocía. Él seguía moviéndose acompasadamente, dándome pija con furia, ensartando su pija con fuerza en mi culo, y arremetiendo con el peso de su cuerpo sobre mi culito, como para asegurar que entre toda la pija. La sensación de placer y felicidad era indescriptible. Lo que yo sentía, lo que yo gozaba, estando en mi posición sexual preferida, no lo puedo comparar a ninguna otra situación similar vivida. Cuando noté, entre medio de mis orgasmos, que la pija se estaba hinchando de una manera conocida por todas las que estamos acostumbradas a recibir pijas por todos nuestros agujeros, sentí que mi macho frenaba su ritmo. -Hijo de puta, no vas a acabar todavía, verdad? Por eso te frenás, verdad? Aggghhh… -Dame pija, dame leche, acabame encima de la leche que tengo guardada en la cola, dame más leche. Debo reconocer que yo estaba fuera de mis cabales, estaba sacada. Quería la leche, y soñaba con que después me siguiera culeando, así de caliente estaba, y seguía acabando. Él se volvió a frenar, retrasando la eyaculación, y yo lo seguía azuzando con palabras calientes, quería leche, semen dentro del culo. Hasta que no pudo retrasar más el momento del final, y en medio de gemidos y gritos, comenzó a largar las tan esperadas gotas de semen caliente, chorritos calientes, gotas, otras gotas, y yo recibiendo el mejor presente que me estaba dando mi macho, su leche. Yo no tenía fuerzas, ni para moverme, ni para apretarle la pija para estrujarla, ni para soportar su peso encima de mí, estaba transpirada como nunca que yo recuerde lo había estado, mi pelo era un desastre, pero estaba literalmente ensartada al pie de la cama, con la pija metida hasta los huevos, y esa pija no dejaba que me cayera, ya que mis piernas no me resistían. El interior de mi cola era una total revoltura, la suma de leches de dos polvos abundantes, mezclados con los residuos naturales, sumado al ajetreo al que fue sometido mi culito; no quería imaginarme lo que podía resultar de todo eso cuando me sacara la pija, no sabía si iba a poder cerrar mi ano. Pero aún así estaba feliz. Había sido muy bien culeada. Después de acabarme adentro, y con la pija adentro, me abrazó y me subió a la cama, y se recostó encima mío, y presionó para que la pija estuviera hasta el fondo, bien adentro. Después cuando se le bajó la pija, me la sacó, y todo fue volviendo a la normalidad de a poco. Fuimos a bañarnos juntos. Nos besamos mucho. Me gustó mucho sentir que esos besos y abrazos posteriores a la hermosa cogida fueron sinceramente emotivos, cariñosos, aún apasionados. Bebimos un poco más de champagne, charlamos amigablemente como dos amantes satisfechos, nos elogiamos mutuamente, hablamos de profesiones; vive en Mendoza, es abogado, soltero, me dio su número de celular, que le llame cuando quiera, para charlar, para salir a comer, para ir a visitarlo, para lo que sea. Salimos del Hotel casi a las 5:30 de la madrugada, impresionante calor afuera, y de nuevo a nuestras vidas. Me dejó en el lugar donde estaba estacionado mi auto, y regresé a mi casa. Y me puse a pensar en lo arriesgada que había sido, con los casos de inseguridad y violencia que se registran a diario, dejándome levantar por un desconocido, y me corrió un escalofrío por la columna vertebral; y recordé lo bien que la había pasado, y los incontables orgasmos que había disfrutado, y me sentí muy bien, muy mujer, plena, satisfecha, completa. Me dolía un poco el ano, tenía la concha sensible, pero el clítoris me latía fuertemente, suficiente para auto complacerme. Busqué gel lubricante, y mis deditos hicieron el resto. Después de una maravillosa acabada, comencé a caer en los brazos de Morfeo. Hasta las siete de la mañana que sonó el celular y era mi marido preguntando cómo estaba todo. –Todo muy bien Amor, con mucho calor, los chicos estudiando en casa de unos compañeros, y yo la pasé muy bien anoche en la salida con mis amigas. Volví tardísimo. Besos.
autor:CarinaBiSex
fuente: contactossex
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11 comentarios - cena con amigas sorpresa gruesa...!!!