Lo primero que quería hacer, lo que verdaderamente extrañaba, era chuparle la concha.
Entre el alboroto de tenerla nuevamente conmigo y la torpeza de no saber qué hacer para empezar nos terminamos cayendo al piso del telo, enredados entre nuestra propia ropa que intentábamos sacar.
Acostada boca arriba sobre la alfombra, le subi la pollera hasta la cintura y le corrí la tanga. Allí estaba. Preciosa como la recordaba. Con labios carnosos y un poco oscuros, clítoris bastante grande. Se había dejado una pequeña porción de pelo por encima. Una especie de triángulo que nunca había visto. No dije nada para no cortar la magia del momento.
Comenncé a besarle la parte interior de los muslos, acercándome de a poco al objeto de mis deseos. Sentìa como se iba calentando. Le pasaba la lengua por esa piel suave. Ella empezaba a gemir y a a acariciarse los pezones. Llegando a la concha, besaba suavemente primero los labios y después poco a poco me acerqué al clítoris. Abrí con los dedos los labios de manera que quede al aire. Le empece a pasar apenas la punta de la lengua, casi sin tocarlo. Ella hizo un saltito de excitación y me empezó a acariciar la cabeza, casi guándome hacia su concha sin hacer fuerza, simplemente acariciando.
Sus caderas se empezaron a mover en círculos pequeños. Sentía crecer el tamaño del clítoris con el roce de mi lengua. Su concha empezaba a humedecerse. Sentía sus gemidos aumentar en volúmen. Se agarraba los pezones con fuerza, mirando alternativamente a mi que le chupaba la concha y a Naiara que se pajeaba mirándola gozar en un sillón detrás mío.
Había puesta una película porno en el televisor. Un negro enorme le romía el orto a una pequeña rubiecita. La música era espantosa, como siempre en los telos.
Sin dejar de chuparle el clítoris, lo metí el dedo medio en la concha. Sentí la humedad mientras me iba haciendo camino dentro de ella. Con la palma hacia arriba, acariciaba la pared superior de la cavidad. Ella, apoyándose en los pies, levantaba la cadera del suelo, como entregánome aún más su preciado tesoro para que lo coma suculento. Los flujos vaginales caían por mi dedo, hacia mi mano y por el brazo. Chorreaba como fuente y gritaba excitada.
- Chupa, así, seguí chuandomela, dale!.
Me agarraba la cabeza y me empujaba contra ella. Metí dos dedos más dentro de su concha y ya eran tres y mi lengua.
Luciana apoyó los pies en mis hombros para abrir aún más, si se podía la concha. Metí el dedo meñique también y ya eran cuatro. Veía como gozaba como loca. Dejé de chuparla y empecé a pajearla con fuerza, siempre con la palma de la mano hacia arriba,, Mi mano estaba empapada y ella quería más.
- Cogeme así, con todo, quiero más, mete más, dale, hasta el fondo.- Gritaba calentísima.
Sumé un poco de gel en el resto de mi mano e intenté hacerla entrar completa. De a poco la concha iba abriéndose y dándome lugar. Ella se revolvía de placer chupándose los dedos y metiéndose en la boca la mano todo lo que podía. Miré hacia donde estaba sentada Naiara. Estaba recostada en el sillón, se agarraba la pija con una mano y con la otra se iba metiendo un consolador en el culo. Nos miraba calentísima.
- Dale más rapido que acabo.- Me dijo Luciana y con cuatro dedos la empecé a pajear lo más rápido que pudo. Gritaba de placer y de revolvia caliente. La sentí empezar a acabar con muchísima fuerza en medio de un grito. Alcanzó a sacarme la mano de adentro de su concha y empezar a tocarse el clítoris como loca. Un chorro enorme y larguísimo, como fuente de efluvios salió disparado de su concha hacia donde estaba Naiara, casi dos metros más alla. Llegó a mojarle la pija. Luciana acababa sin parar en espasmos cada vez más fuertes y sus chorros que salían de su concha.
Squirt le dicen en el porno.
Fuente de placer le pusimos a su concha esa noche.
Quedó exhausta sobre la alfombra riéndose de lo que había pasado. Me acerqué y le di un beso
La noche recién empezaba.
Entre el alboroto de tenerla nuevamente conmigo y la torpeza de no saber qué hacer para empezar nos terminamos cayendo al piso del telo, enredados entre nuestra propia ropa que intentábamos sacar.
Acostada boca arriba sobre la alfombra, le subi la pollera hasta la cintura y le corrí la tanga. Allí estaba. Preciosa como la recordaba. Con labios carnosos y un poco oscuros, clítoris bastante grande. Se había dejado una pequeña porción de pelo por encima. Una especie de triángulo que nunca había visto. No dije nada para no cortar la magia del momento.
Comenncé a besarle la parte interior de los muslos, acercándome de a poco al objeto de mis deseos. Sentìa como se iba calentando. Le pasaba la lengua por esa piel suave. Ella empezaba a gemir y a a acariciarse los pezones. Llegando a la concha, besaba suavemente primero los labios y después poco a poco me acerqué al clítoris. Abrí con los dedos los labios de manera que quede al aire. Le empece a pasar apenas la punta de la lengua, casi sin tocarlo. Ella hizo un saltito de excitación y me empezó a acariciar la cabeza, casi guándome hacia su concha sin hacer fuerza, simplemente acariciando.
Sus caderas se empezaron a mover en círculos pequeños. Sentía crecer el tamaño del clítoris con el roce de mi lengua. Su concha empezaba a humedecerse. Sentía sus gemidos aumentar en volúmen. Se agarraba los pezones con fuerza, mirando alternativamente a mi que le chupaba la concha y a Naiara que se pajeaba mirándola gozar en un sillón detrás mío.
Había puesta una película porno en el televisor. Un negro enorme le romía el orto a una pequeña rubiecita. La música era espantosa, como siempre en los telos.
Sin dejar de chuparle el clítoris, lo metí el dedo medio en la concha. Sentí la humedad mientras me iba haciendo camino dentro de ella. Con la palma hacia arriba, acariciaba la pared superior de la cavidad. Ella, apoyándose en los pies, levantaba la cadera del suelo, como entregánome aún más su preciado tesoro para que lo coma suculento. Los flujos vaginales caían por mi dedo, hacia mi mano y por el brazo. Chorreaba como fuente y gritaba excitada.
- Chupa, así, seguí chuandomela, dale!.
Me agarraba la cabeza y me empujaba contra ella. Metí dos dedos más dentro de su concha y ya eran tres y mi lengua.
Luciana apoyó los pies en mis hombros para abrir aún más, si se podía la concha. Metí el dedo meñique también y ya eran cuatro. Veía como gozaba como loca. Dejé de chuparla y empecé a pajearla con fuerza, siempre con la palma de la mano hacia arriba,, Mi mano estaba empapada y ella quería más.
- Cogeme así, con todo, quiero más, mete más, dale, hasta el fondo.- Gritaba calentísima.
Sumé un poco de gel en el resto de mi mano e intenté hacerla entrar completa. De a poco la concha iba abriéndose y dándome lugar. Ella se revolvía de placer chupándose los dedos y metiéndose en la boca la mano todo lo que podía. Miré hacia donde estaba sentada Naiara. Estaba recostada en el sillón, se agarraba la pija con una mano y con la otra se iba metiendo un consolador en el culo. Nos miraba calentísima.
- Dale más rapido que acabo.- Me dijo Luciana y con cuatro dedos la empecé a pajear lo más rápido que pudo. Gritaba de placer y de revolvia caliente. La sentí empezar a acabar con muchísima fuerza en medio de un grito. Alcanzó a sacarme la mano de adentro de su concha y empezar a tocarse el clítoris como loca. Un chorro enorme y larguísimo, como fuente de efluvios salió disparado de su concha hacia donde estaba Naiara, casi dos metros más alla. Llegó a mojarle la pija. Luciana acababa sin parar en espasmos cada vez más fuertes y sus chorros que salían de su concha.
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Quedó exhausta sobre la alfombra riéndose de lo que había pasado. Me acerqué y le di un beso
La noche recién empezaba.
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