You are now viewing Poringa in Spanish.
Switch to English

La tía Adela - Primera Parte

Parte I


Laura y Matías llevaban menos de 5 años de casado. Con dos hijos que apenas estaban en el jardín de infantes. La vida entre ambos era sacada de una publicidad. Aunque tenían sus diferencias, el poco tiempo de convivencia y la llegada rápida de los chicos había servido para afianzar la pareja. Además, la vida sexual era lo que ambos esperaban del matrimonio, sin caer en la rutina, ni tampoco tener grandes aventura, se las arreglaban para tener sexo con fluidez.

Más bien petisa, a sus 34 años Laura tenía una contextura rellenita, con grandes tetas y un culo que hacía juego. Los dos hijos había dejado secuelas en su abdomen, pero su voluptuosidad la mantenía atractiva a las miradas de los hombres e irresistible a su marido. Matías, con casi 36, se había mantenido físicamente aceptable al paso del tiempo y su sedentarismo. Ambos se atraían físicamente, lo que facilitaba sus encuentros sexuales.

Durante las últimas semanas de una primavera una noticia irrumpió la vida familiar, el tío político de Laura, Enrique, falleció cuando estaba por llegar a las ocho décadas. La situación dejó viuda a Adela, su tía favorita, que si bien tenía una hija, había desarrollado una gran relación con su sobrina. La señora era dos décadas más joven que su marido, superando apenas los 60 años, y con un marcado sobrepeso. La pareja le tenía un gran cariño a la tía Adela. En la familia se decía muchas veces que Laura era su sucesora porque de joven tenía el mismo cuerpo atractivo. Una enfermedad hormonal había disparado el peso de Adela a los veintipico, poco después de casarse con Enrique y desde entonces no había podido recuperar su figura.

La cosa es que con el paso de los días, la tía había caído en un poso depresivo producto de la soledad y para evitar que se acentuara su tristeza, Laura le propuso pasar una temporada en su casa. La idea había sido aprobada con alegría por Matías. Así, durante los primeros días de diciembre la tía Adela se sumó a la vida cotidiana de la familia. No llevaba una semana conviviendo cuando una mañana Laura salió al supermercado, Matías se había quedado en su casa, los chicos estaban en el jardín y Adela estaba durmiendo en el cuarto. Desde allí llamó a Laura, algo que era costumbre ya que solía pedir ayuda para levantarse de la cama, como su sobrina no estaba Matías acudió en su auxilio. Al entrar al cuarto, una imagen le llamó la atención: la señora dormía con un camisón transparente que dejaba ver sus enormes tetas, redondas, caídas, con los pezones apuntando hacia abajo, pero grandes, que se transparentaban.

La imagen impactó a Matías que notó que su pija le daba señales inequívocas de erección, pero optó por hacer como si nada pasara y ayudó a la señora a incorporarse. Con un tono pícaro Adela hizo un comentario sobre hacía cuanto que manos tan fuertes y firmes no la levantaban de la cama, y pidió que la ayude a ponerse la batón. Mientras se lo ponía, la señora hizo lo posible para que las manos del joven tocaran sus senos y su culo rozara su bulto, lo beso en la mejilla y le pidió si no le preparaba el desayuno mientras ella pasaba por el baño.

Matías estaba entre excitado y desconcertado, bajó las escaleras con la pija realmente parada y se puso a hacer el desayuno pensando en otras cosas para que bajara su erección. Cuando Adela bajo se sentó en la mesa y recibió un café con unas tostadas. Mientras le servía, sintió el brazo de Adela rozar su pija, pero hizo caso omiso y se sentó en frente. Decidió hacerle compañía mientras la mujer desayunaba, pero concentrándose en no volver a mirar hacia sus pechos, Adela en tanto comenzó a hablar mirándolo fijo a los ojos.

Le contó que cuando era joven tenía un cuerpo envidiable, que tenía los pechos bien parados y una cola muy atractiva. Todo esto, lo hacía mientras se agarraba notoriamente las tetas, como dejando en claro que aún poseía esos pechos. Pero, le seguía explicando, eso no fue lo que cautivó a Enrique. Matías, trataba de pensar en otras cosas, pero sin parecer descortés, no sabía bien que llevaba a la tía a hablar así, pero tampoco quería incomodarla, por lo que optó por preguntarle qué fue lo que cautivó a su difunto marido.

En ese momento, mientras tomaba su café, la tía levantó sus ojos y dijo: algo que, en mi época, muy pocas mujeres hacías. Matías, sonrió, y prefirió no ahondar en preguntas. Pero la tía no quiso quedarse a mitad del cuento. Lo llamó y lo hizo pararse a su lado, agarró su bulto por arriba del pantalón y lo lamió. Matías estaba rojo, paralizado, excitado, perdido. Adela, sacó la pija de su sobrino, estaba erecta, rozagante, venosa, cabezona, y se la puso en la boca de una. Desde la cabeza hasta el cabo se devoró la pija de su sobrino postizo, hizo un pequeño ruido de queja y volvió a subir y bajar por la pija con su boca.

Para este entonces Matías estaba a punto de explotar. Estaba en la cocina de su casa, con su tía política que hace unos minutos había hecho pararle la pija al insinuarle sus tetas y le estaba chupando la verga de una manera magistral. Sin usar las manos, Adela seguía tragándose desde la cabeza hasta la base de la pija sin cesar, cuando llegaba al fondo levantaba los ojos y miraba la cara de placer de Matías.

Adela también sentía que su interior respondía a la excitante escena, su concha estaba comenzando a calentarse y ya mostraba los primeros signos de humedad. Su cavidad estaba seca desde hace muchos años y sentía los hilos de flujo recuperar a cada segundo su protagonismo. En ese mismo momento, una de sus manos apretaba sus pezones y la otra estaba perdida entre sus piernas. Cuando Adela logró ver la cara máxima de placer de su sobrino, volvió a arremeter tragándose toda la pija y con la lengua acarició la base de los huevos.

El movimiento hizo que Matías no aguante y explote con un chorro descomunal de leche. Adela se mantuvo como si nada y tragó hasta la última gota de leche que explotó casi en su garganta. Siguió succionando unos segundos más hasta agotar toda la leche, tomó un trago de café y mirando a su sobrino le dijo: así conquisté y retuve a Enrique. El joven se levantó los pantalones y se quedó sentado al lado mirándola. Adela estaba saboreando aún en su mente la pija de Matías, que no terminaba de entender que había pasado.

Antes que dijera algo, la madura lo miró y lo tranquilizó: vos no te preocupes por Laura, esto no va pasar a mayores. Matías respiró aliviado, pero antes que se terminara de relajar, Adela le aclaró: pero a vas a tener que darme para chupar pija más seguido, porque yo este vicio no pienso dejarlo.

Continuará…

2 comentarios - La tía Adela - Primera Parte

kramalo +2
jaja!! resultó ser petera...jaja!!
HJTompson
Una experta, si
BigWomanNQN +1
Salvo algunos errores de tipeo, está bastante bien narrado. Dejo puntos. Saludos!
HJTompson
gracias, te invito a leer la serie completa