Parte IV (tercera parte acá)
Los encuentros entre Facu y Anto se repetían más de una vez por semana sin llegar a concretar. Y Marisa disfrutaba de fisgonear para darse placer a sí misma. La situación le remetía a su adolescencia y eso la calentaba aún más, para colmo día a día estaban más cerca de dar el paso definitivo. En otro acto de sobreprotección y buscando la mejor iniciación de su hijo, Marisa planeo un fin de semana los tres juntos en la costa.
La familia de Marisa tenía una casa en la Costa y aprovechó que venía un fin de semana largo para invitarla a Anto a pasarla con ellos. Los padres de la joven aceptaron a partir de la plena confianza en Marisa y de esa manera los tres emprendieron el camino. Para estar en la costa, la casa era bastante amplia, arriba tenía una habitación matrimonial y abajo dos piezas, más un baño, un comedor y una cocina.
Cuando llegaron, Marisa les dijo a los chicos que se acomoden arriba. A Anto en principio le dio algo de vergüenza la invitación, pero la mujer insistió tanto que no le quedó alternativa. El día que llegaron fueron directo a la playa, Anto se había puesto una bikini con un diminuto triangulo arriba que apenas tapaba sus areolas y una tanga que lucía lo esplendido de su cola. Marisa hizo lo posible por evitar mirarla, pero apenas pudo quitarle los ojos de encima.
A la noche, luego de la cena, los dos jóvenes subieron la escalera. Marisa no tardó mucho tiempo en seguir despacio desde atrás. Pudo ver como se besaban y se desvestían. Mientras comenzaba a tocarse, divisó como Anto agarraba la pija de su hijo, la acariciaba y empezaba a darle placer con la boca. Torpemente, la joven besaba y lamia la verga de Facu, la situación excitó por demás a Marisa, que acabó introduciéndose dos dedos en la concha. Cuando se reponía, empezó a ver el intentó de su hijo por penetrarla. Apoyaba la punta de su pija en la entrada de la vulva de Anto, ejercía una presión entre desesperada y cuidadosa, que era detenida por el gemido de dolor de la joven.
Marisa iba ya en búsqueda de su segundo orgasmo, cuando finalmente Facu logró penetrar a Anto. La chica se quejó, pero al instante empezó a gozar de la situación, cuando se veía que estaba entrando en ritmo, Facu se detuvo sonrojado, se retiró y pudo ver el forro lleno de leche. Ella lo beso, y lo invitó a seguir, pero el chico se incorporó como para limpiarse. Marisa bajó sigilosamente la escalera sabiendo que su hijo iría al baño y así fue. Cuando su hijo volvió a la pieza, Marisa siguió sus pasos. Vio a Anto dormida, y a Facu besarla con ternura y acostarse a su lado.
Marisa volvió a su cama y decidió terminar de darse placer a sí misma. Se sentía satisfecha por haber logrado el encuentro sexual, plena. Un rato más tarde, escuchó que alguien entraba al baño, creyendo que era Facu se asomó para fingir un encuentro casual, pero la que salió fue Anto. Tenía puesta una remera blanca, larga, por debajo de la cola, se le marcaban los pezones, Marisa quedó sin habla y la chica muy natural le dijo: esperabas el baño, perdón. La mujer asintió y se acercó como para saludarla, desconcertada la chica acercó la cara y Marisa respondió con un beso suave, en sus labios.
Confundida, somnolienta, Anto respondió el beso y con su lengua recorrió los labios de la madura. Las manos de ambas se abrazaron, y Marisa levantó la remera para acariciar esos pechos que para esta altura ya eran una obsesión. La jovencita ofrecía sus tetas al tiempo que tocaba el culo de la madre de su novio. Marisa bajó su mano a tocar la vulva de Anto, estaba mojada por demás, la empezó a acariciar suavemente, mientras bajaba con su boca besando el abdomen, hasta llegar a detenerse entre las piernas.
Marisa estaba poseída, su boca estaba a un centímetro de la concha de Anto, que hacía horas había perdido la virginidad con su hijo, podía incluso sentir el aroma del sexo. Beso esa flor que recién se habría al mundo, suavemente, pasó su lengua de punta a punta. Anto agarró la nuca de la madura y la fue guiando hacia donde sentía más placer. La lengua de Marisa saboreaba los jugos de joven, mientras sus manos se introducían en su propia vulva. La respiración agitada dominaba el ambiente hasta que ambas alcanzaron el orgasmo, de manera casi simultánea.
Marisa se paró, miró a Anto, y la volvió a besar. Los gustos de los jugos excitaron a la jovencita, que quitó el camisón de su madura para probar sus pechos. La boca de Anto se apoderó de los pezones oscuros y caídos de Marisa, los chupaba y mordía, mientras sus manos tocaban la concha ya empapada de ella. Marisa le pedía que aumente la intensidad de la paja, que ya estaba por volver al orgasmo. Anto amagó a bajar, quería probar el jugo de esa fruta madura.
Empujó a Marisa sobre la pared, y por la humedad que sobresalía de esos pelos adivinó donde estaba la vulva. La chupó, la recorrió con la lengua, saboreó los jugos que brotaban de ella, mientras con dos dedos la penetraba para sentir la explosión interna en su propia boca. Las piernas de Marisa temblaron, Anto se paró, la beso. Se quedó apoyada en su pecho, unos segundos mientras la madura apretaba sus pechos.
Luego Marisa se metió al baño, mientras la joven subía las escaleras. Ya en la cama, su cabeza estaba repleta de cuestiones morales y sensaciones sexuales contrapuestas. Al otro día, la joven se levantó como si nada hubiese pasado. Facu y Anto se mantuvieron junto por un largo tiempo. Marisa dejó de espiarlos y empezó a buscar una vida social por fuera de su familia, al tiempo encontró una pareja con la que tuvo nuevos grandes momento sexuales.
FIN
Los encuentros entre Facu y Anto se repetían más de una vez por semana sin llegar a concretar. Y Marisa disfrutaba de fisgonear para darse placer a sí misma. La situación le remetía a su adolescencia y eso la calentaba aún más, para colmo día a día estaban más cerca de dar el paso definitivo. En otro acto de sobreprotección y buscando la mejor iniciación de su hijo, Marisa planeo un fin de semana los tres juntos en la costa.
La familia de Marisa tenía una casa en la Costa y aprovechó que venía un fin de semana largo para invitarla a Anto a pasarla con ellos. Los padres de la joven aceptaron a partir de la plena confianza en Marisa y de esa manera los tres emprendieron el camino. Para estar en la costa, la casa era bastante amplia, arriba tenía una habitación matrimonial y abajo dos piezas, más un baño, un comedor y una cocina.
Cuando llegaron, Marisa les dijo a los chicos que se acomoden arriba. A Anto en principio le dio algo de vergüenza la invitación, pero la mujer insistió tanto que no le quedó alternativa. El día que llegaron fueron directo a la playa, Anto se había puesto una bikini con un diminuto triangulo arriba que apenas tapaba sus areolas y una tanga que lucía lo esplendido de su cola. Marisa hizo lo posible por evitar mirarla, pero apenas pudo quitarle los ojos de encima.
A la noche, luego de la cena, los dos jóvenes subieron la escalera. Marisa no tardó mucho tiempo en seguir despacio desde atrás. Pudo ver como se besaban y se desvestían. Mientras comenzaba a tocarse, divisó como Anto agarraba la pija de su hijo, la acariciaba y empezaba a darle placer con la boca. Torpemente, la joven besaba y lamia la verga de Facu, la situación excitó por demás a Marisa, que acabó introduciéndose dos dedos en la concha. Cuando se reponía, empezó a ver el intentó de su hijo por penetrarla. Apoyaba la punta de su pija en la entrada de la vulva de Anto, ejercía una presión entre desesperada y cuidadosa, que era detenida por el gemido de dolor de la joven.
Marisa iba ya en búsqueda de su segundo orgasmo, cuando finalmente Facu logró penetrar a Anto. La chica se quejó, pero al instante empezó a gozar de la situación, cuando se veía que estaba entrando en ritmo, Facu se detuvo sonrojado, se retiró y pudo ver el forro lleno de leche. Ella lo beso, y lo invitó a seguir, pero el chico se incorporó como para limpiarse. Marisa bajó sigilosamente la escalera sabiendo que su hijo iría al baño y así fue. Cuando su hijo volvió a la pieza, Marisa siguió sus pasos. Vio a Anto dormida, y a Facu besarla con ternura y acostarse a su lado.
Marisa volvió a su cama y decidió terminar de darse placer a sí misma. Se sentía satisfecha por haber logrado el encuentro sexual, plena. Un rato más tarde, escuchó que alguien entraba al baño, creyendo que era Facu se asomó para fingir un encuentro casual, pero la que salió fue Anto. Tenía puesta una remera blanca, larga, por debajo de la cola, se le marcaban los pezones, Marisa quedó sin habla y la chica muy natural le dijo: esperabas el baño, perdón. La mujer asintió y se acercó como para saludarla, desconcertada la chica acercó la cara y Marisa respondió con un beso suave, en sus labios.
Confundida, somnolienta, Anto respondió el beso y con su lengua recorrió los labios de la madura. Las manos de ambas se abrazaron, y Marisa levantó la remera para acariciar esos pechos que para esta altura ya eran una obsesión. La jovencita ofrecía sus tetas al tiempo que tocaba el culo de la madre de su novio. Marisa bajó su mano a tocar la vulva de Anto, estaba mojada por demás, la empezó a acariciar suavemente, mientras bajaba con su boca besando el abdomen, hasta llegar a detenerse entre las piernas.
Marisa estaba poseída, su boca estaba a un centímetro de la concha de Anto, que hacía horas había perdido la virginidad con su hijo, podía incluso sentir el aroma del sexo. Beso esa flor que recién se habría al mundo, suavemente, pasó su lengua de punta a punta. Anto agarró la nuca de la madura y la fue guiando hacia donde sentía más placer. La lengua de Marisa saboreaba los jugos de joven, mientras sus manos se introducían en su propia vulva. La respiración agitada dominaba el ambiente hasta que ambas alcanzaron el orgasmo, de manera casi simultánea.
Marisa se paró, miró a Anto, y la volvió a besar. Los gustos de los jugos excitaron a la jovencita, que quitó el camisón de su madura para probar sus pechos. La boca de Anto se apoderó de los pezones oscuros y caídos de Marisa, los chupaba y mordía, mientras sus manos tocaban la concha ya empapada de ella. Marisa le pedía que aumente la intensidad de la paja, que ya estaba por volver al orgasmo. Anto amagó a bajar, quería probar el jugo de esa fruta madura.
Empujó a Marisa sobre la pared, y por la humedad que sobresalía de esos pelos adivinó donde estaba la vulva. La chupó, la recorrió con la lengua, saboreó los jugos que brotaban de ella, mientras con dos dedos la penetraba para sentir la explosión interna en su propia boca. Las piernas de Marisa temblaron, Anto se paró, la beso. Se quedó apoyada en su pecho, unos segundos mientras la madura apretaba sus pechos.
Luego Marisa se metió al baño, mientras la joven subía las escaleras. Ya en la cama, su cabeza estaba repleta de cuestiones morales y sensaciones sexuales contrapuestas. Al otro día, la joven se levantó como si nada hubiese pasado. Facu y Anto se mantuvieron junto por un largo tiempo. Marisa dejó de espiarlos y empezó a buscar una vida social por fuera de su familia, al tiempo encontró una pareja con la que tuvo nuevos grandes momento sexuales.
FIN
3 comentarios - El despertar de Marisa - Ultima Parte