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Era cuestión de tiempo (1ra. parte)

En mi trabajo, había muchas personas con las que compartíamos el tiempo. Con mis 42 años, y a pesar de mis dos hijos y mi matrimonio, trataba de mantenerme en forma. Gimnasio, cabello y manos cuidadas, siempre bien arreglada. Mi nombre es Lorena. Morocha, menudita, ojos celestes, y un buen cuerpo.
Siempre me gustó vivir bien. Perfumes importados, viajes, etc. Y con mi trabajo podía solventar algunas de estas cosas, pero el problema es que mi marido no tiene un trabajo fijo y sus ingresos son muy variables. Y para colmo, decidimos comprar un auto, y mis hijos empezaban la universidad, así que la situación económica se había puesto muy complicada, y yo no estaba dispuesta a abandonar mi estilo de vida. Ajusté algunas cosas pero igual los números a fin de mes eran negativos.
Volviendo a mi trabajo, no había gente mas joven que yo. En general era toda gente mas grande. Dentro del grupo se destacaba Fernando un hombre de unos 60 años, muy inteligente, muy culto y muy atento, especialmente conmigo como yo me daba cuenta. Era evidente que yo le gustaba y me divertía seducirlo algunos días y otros en cambio apenas saludarlo. Yo era especialmente atenta cuando estábamos con otra gente, haciéndole chistes y diciendo frases con doble sentido, pero cuando estábamos los dos solos, me portaba con mucha seriedad y solo hablaba del trabajo.
Y un buen día, ocurrió lo que yo imaginaba. Aprovechando un momento que estábamos solos me dijo que yo le gustaba. Me hice la sorprendida y lo corté en seco. Los dos eramos casados, pero además no era mi tipo de hombre. El me aseguró que no volvería a hablar mas del tema, y así lo hizo, solo que me hizo llegar un par de notas donde me expresaba lo que sentía, la forma en que yo lo atraía y excitaba, y diciendo que ninguno tenía que destruir nuestras familias. Que solo se trataba de tomar un recreo de la rutina que nos aburría. Por supuesto, no le contesté y jamás hice referencia a las notas, como si no las hubiera recibido.
Un día, charlando con todo el grupo, salió el tema de las conquistas y la infidelidad.
- El hombre siempre quiere ser infiel, pero en definitiva, la última palabra la tienen las mujeres, dijo una compañera.
- Lo que pasa es que hay mujeres que jamás serán infieles, dije yo convencida.
Fernando, que estaba en su escritorio, sin levantar la cabeza, dijo una sola frase.
- No hay mujeres imposibles. Hay hombres impacientes. Y todos los presentes nos reímos.
El tiempo pasó y Fernando seguía tan atento como siempre. Muchas veces se ofreció a ayudarme en el trabajo y se preocupó por mis problemas fuera de él. La verdad que era una muy buena persona y me hacía sentir muy cómoda y fue ganando mi confianza.
Y de pronto, un buen día, toqué fondo. El sueldo no me alcanzaba y mi marido no tenía ningún ingreso. Mi familia estaba con serios problemas económicos y no tuve nadie que me ayudara. Y entonces pensé en Fernando.
Le envié un whattsapp comentándole los problemas que tenía y que necesitaba una ayuda económica, y que me atrevía a pedírsela a él, dada la buena persona que era y su reserva para con los demás compañeros. Desde ya le agradecía aunque no pudiera ayudarme.
Unos minutos después, recibí su respuesta afirmativa. Al día siguiente me llevaría 100 dólares.
Me quedé tranquila y efectivamente al otro día, al pasar por mi escritorio me dejó un sobre. En voz baja le agradecí y le aseguré que se los devolvería lo más rápido posible. Me contesto caballerosamente que no había problema y que manejara los plazos como quisiera.Y no volvió a hablar del tema, durante los días siguientes.
Sin embargo, la situación no mejoró y al pasar un mes, estaba igual que antes. Mediante un nuevo mensaje, le comuniqué que no podía devolverle el dinero por el momento.
Luego de un rato, su respuesta me sorprendió: “ No hay problemas. ¿ Necesitás otra suma igual?”
La verdad que si, que la necesitaba, pero me daba miedo seguir acumulando deudas, aunque en el fondo estaba segura que lo tenía en un puño y que haría todo lo que yo quisiera, tal era el grado de calentura que tenía conmigo. Me sentí muy satisfecha de mi sensualidad, y decidí aprovecharme un poco mas de Fernando.
Le contesté que en realidad me vendría muy bien ese nuevo préstamo.
Pasaron varias horas sin novedades, y pensé que no lo había recibido cuando llegó su respuesta.
“No tengo problemas en prestarte nuevamente, pero me gustaría hablar contigo y saber que problemas tienes para administrarte”
Me pareció muy atento de su parte, pero era bastante dificil que pudiéramos conversar en privado.
“ No tengo problemas, pero no se en que lugar podríamos hablar tranquilos”
“ Mañana te espero a las 9 en la esquina de……………… y………………. en ………………..” Que era una ciudad vecina a la nuestra.
Me extrañó la propuesta.
“ Estoy trabajando, es dificil que pueda llegar”
“ Si quieres que te siga ayudando, vendrás”, fue su lacónica respuesta.
Busqué los horarios de colectivos y ví que había uno que me permitía estar en ese lugar a la hora indicada. Evidentemente, Fernando ya había revisado los horarios.
Dudé un buen rato en que hacer. Por un lado, no me gustaba que me obligaran a hacer algo, pero por otro necesitaba con desesperación ese dinero, y si este calentón estaba dispuesto a seguir soltando pasta, yo no iba a dejar que cambiara de idea.
Al rato le contesté que allí estaría, luego de conseguir la mañana libre en el trabajo.
Organicé el viaje, sin que nadie en casa se enterara. Para colmo, mi marido regresa y me dice que ese día no había ganado un peso. Lo peor era que en verdad lo que ganaba se lo gastaba en bebidas y hasta drogas livianas, lo que me daba aún mas bronca. No podía estar confiado en que yo me deslomaría todos los días para que el viviera tranquilo.
Anteojos oscuros, bien peinada, vestida con una camisa de seda y un saco de lana, y un vaquero ajustado que me quedaba excelente, llegué a la dirección convenida, miré para todos lados, identifiqué el auto de Fernando y me dirigí a él resueltamente.
- Hola Fernando, dije una vez que subí al auto.
- Hola Lorena, disculpa que te haya hecho venir.
- No hay problema.
- Vamos a un lugar donde podamos conversar, me dijo y arrancó.
El clima en el auto estaba espeso. Podía cortarse con un cuchillo.
- Tengo miedo que pueda vernos algún conocido, y no se como lo voy a explicar, dije al minuto.
- Si, yo pensé lo mismo, pero creo que tengo la mejor solución. Quédate tranquila.
Hizo unas pocas cuadras y se metió en la cochera de un hotel por horas que había allí cerca. Al comienzo no reaccioné, hasta que me dí cuenta de donde estábamos.
- ¿ Qué haces? Pregunté sobresaltada.
- Tranquila. Es el único lugar donde podemos charlar, tomar algo y que nadie nos vea, dijo estacionando en la playa del albergue.
La audacia de este hombre me dejó paralizada y sorprendida.
- Me parece que te estás equivocando, dije seria.
- Hazme caso. Piensa por un momento. ¿ Qué mejor lugar para que nadie te vea? Llegamos y con los vidrios polarizados nadie puede saber con quien entré aunque hayan reconocido el auto. Y en la habitación podemos hablar tranquilamente, sin que nadie escuche nada.
Se bajó del auto, dio la vuelta y abrió la puerta de mi lado.
Lo miré, pensé que en definitiva era un viejo y que podría manejarlo. Hasta imaginé que podía darle un par de besos y se iría en seco y abriría su cartera para mí. Decidida a aprovechar la ventaja, bajé.
- Tal vez tengas razón. Tendré que confiar en tu buen juicio.
- Vas a ver que tengo razón. No te preocupes.
Entramos al hotel, pidió una habitación y subimos al ascensor, sin que ninguno hablara. Llegamos al piso, buscamos el número, abrió la puerta y entramos.
Era un típico cuarto de hotel para parejas. Luces tenues de colores, una mesita, un par de sillones y en el centro, como un trono una cama enorme, que indicaba bien a las claras para que servía el lugar. Dejé mi cartera en la mesita y me senté en uno de los sillones.
- ¿ Quiéres tomar algo?, preguntó Fernando muy atento mientras se sacaba el saco y lo dejaba sobre el respaldo del sillón.
- La verdad que tomaría un café, dije ya mas tranquila.
- No hay problemas. Tomó el telefono y pidió dos cafés. Luego se sentó en el sillón.
- Bueno Lorena, ahora cuéntame que problemas tienes, para que el dinero no te alcance nunca, dijo mientras de repantigaba en el asiento.
Lentamente comencé a contarle mis problemas económicos, tratando de hacerlos mas graves, para conseguir que su corazón se ablandara y claramente su cara de compasión me indicaba que iba en buen camino. Desde una de las paredes de la habitación golpearon, y Fernando abriendo una puerta trampa trajo los dos cafés a la mesa.
Mi relato llevó buenos 10 minutos, hasta que por fin me detuve. En el interín había tomado ya mi café, mientras hacía alguna pausa.
Fernando terminó también el suyo.
- En definitiva Lorena, si entiendo bien, el problema es que tu nivel de gastos supera tus ingresos y para colmo tu esposo no resulta una garantía de aporte económico. Conclusión, tu sueldo no te alcanzará nunca para equilibrar tus cuentas. Tienes que conseguir que tu marido se comprometa mas con la economía familiar.
- Ya he tratado pero el es así. Es un buen hombre, pero no tiene responsabilidad para esas cosas.
- La otra opción, es que reduzcas tus gastos drásticamente.
- Eso tampoco es fácil, porque con un hijo en la universidad y una hija adolescentes, las demandas se multiplican.
- O sea, que en conclusión, no podrás devolverme el dinero que te presté.
- Bueno, dije sonriendo seductoramente, espero que la situación cambie de alguna manera, y tu me dijiste que no tenías apuro para cobrar.
- Y es verdad, no tengo ningún apuro. Pero antes de darte otro préstamo debemos resolver esta situación, sino tampoco voy a recuperar el nuevo.
- Pero ya sabes que complicado está todo, dije segura de convencerlo.
- Tal como yo lo veo, con mi aporte estoy cubriendo lo que tu marido no aporta en tu pareja.
- Por decirlo de alguna manera, dije sin entender de que iba la charla.
- Pues si voy a aportar lo que tu marido no aporta, debo recibir alguno de los privilegios que tiene tu marido, dijo mirándome serio y sin un gesto.
Al principio no entendí. Y de pronto se hizo la luz en mi mente. El cabrón me quería coger a cambio de la plata que me daba.
- Me parece que te confundes conmigo. Yo recurrí a tí porque consideré que eras un amigo. Me parece que tu sugerencia va mas allá de nuestra amistad. No puedo creer que quieras aprovecharte.
- La que se confunde eres tú. No me interesa tu amistad. Tú sabes que me gustas, y pensaste que basada en mis sentimientos, podías obtener dinero para mantener tu nivel de vida, sin dar nada a cambio. Me parece que la que quieres aprovecharte eres tú. Ahora bien, llegado a este punto, pongamos las cosas en claro. Tengo en mi poder el dinero que te ofrecí, y en dos horas te lo llevarás de aquí si previamente saldas la deuda anterior. Para tí es un simple acto comercial, Para mí, seguramente significará mucho mas. Pero tu decides.
Me puse de pie como un resorte. Tomé mi cartera.
El se levantó también.
- Vamos que te llevo a la terminal, dijo tomando su saco.
El que no intentara detenerme me descolocó. El muy cabrón no quería obligarme. Quería que yo aceptara voluntariamente revolcarme con el. Lo miré con curiosidad.
Luego de un minuto, volvió a dejar su saco donde estaba y volvió a sentarse en el sillón, mientras me miraba recorriendo todo mi cuerpo.
- Nunca pagué por sexo, y no voy a empezar ahora. Solo lo haremos si notamos que entre nosotros hay atracción. Sino, no me interesa, dijo sin dejar de mirarme.
- O sea que si no me complace, puedo irme sin más, dije confiada.
- Exactamente Lorena. Solo te pido que colabores 10 minutos y si no te interesa, entonces te vas y nos olvidamos de lo que te presté.
El trato me pareció justo. Este engreído pensaba que iba a conseguir alterarme. Dejé mi cartera donde estaba y volví a sentarme.
- No, ven aquí, me dijo muy tranquilo.
Me levanté y me acerqué a él. Me tomó de la cintura e hizo que me sentara cruzada sobre él. Sus manos comenzaron a acariciar mi rostro, mis cabellos, mis orejas, mi cuello, con una suavidad, una dulzura que hacía mucho tiempo que no sentía. Igual me mantuve fría y distante, controlada.
A sus manos le siguió su boca. Recorrió cada centímetro de mi rostro y de mi cuello, y por fin llegó a mis labios. Primero los rozó suavemente, luego fueron pequeños piquitos en los que nuestras bocas se encontraban y por fin sus labios de adueñaron de los míos, y luego de unos segundos, cuando los entreabrí, fue su lengua la que ocupó mi boca y se enredó con la mía.
Muchas veces había leído sobre la sensualidad de los besos. En mi caso, no estaba muy acostumbrada. Mi marido me daba un par de besos y luego me penetraba y comenzaba a bombearme como una máquina, hasta que por fin acababa. Algunas veces yo alcanzaba a llegar al orgasmo, pero la inmensa mayoría de las veces, quedaba insatisfecha, como la mayoría de mis amigas, según comentaban.
Pero esta vez, era distinto. El cabrón sabía besar. Me tenía pendiente de un hilo. Su boca y su lengua marcaban el ritmo de nuestro encuentro y me costó trabajo reaccionar hasta darme cuenta que mientras me besaba, sus manos se habían adueñado de mis tetas, abriendo mi camisa de seda y corriendo mi corpiño. Una de sus manos, caliente y suave, sobaba lentamente mis pezones mientras su boca no paraba de poseerme. Poseerme. Exactamente esa era la sensación. El cabrón me esta poseyendo con su boca, y mi cuerpo reaccionaba a esa posesión como si fuera una posesión física común.
Me estaba mojando, y cuando sentí su mano dejar mis tetas, para buscar mi vientre, desabrochando mi vaquero, temblé. Si me tocaba no iba a poder mentir diciendo que nada me había pasado. Ordené a mi cuerpo que se resistiera a esa invasión, pero no me respondió. La sensación de placer era mas fuerte. Lentamente su mano se abrió camino dentro de mi pantalón y de mi bombacha, y cuando su dedo corazón se ubicó entre mis labios vaginales, debí esforzarme para no gemir de placer. Sentí como su dedo chapoteaba en mi húmedo sexo, y supe que estaba perdida. Nunca había sido infiel, pero hoy, no había nada que deseara mas. Mis brazos rodearon su espalda con fuerza, y dejé que ese dedo jugueteara con mi sexo. La sensación era increíble. Lamenté cuando su mano abandonó mi sexo.
En ese momento, mostrando una energía que no pensé que él tenía, se levantó del sillón, sosteniéndome en sus brazos y sin dejar de besarme, me recostó suavemente en la cama.
Se separó unos segundos, y comenzó a desnudarme. Terminó de desabrochar mi camisa, y me la quitó junto con mi saco de lana abierto, y luego terminó de quitarme el corpiño que ya estaba desabrochado desde hacía unos minutos, quedando mi cuerpo desnudo de la cintura para arriba.
Luego me quitó los zapatos y las medias, y tomando la botamanga de mis jeans, me los quitó. Por fin, tomo los costados de mi bombacha y también la sacó por mis piernas. Allí estaba yo, totalmente desnuda, con un hombre que no era mi marido, y dispuesta a todo. Mi cerebro no llegaba a procesar la situación. Estaba como bloqueada, sin terminar de entender que había pasado y como había llegado a ese punto.
Fernando separó mis piernas, y allí donde su dedo había dejado un surco, fue el turno de su lengua de recorrerlo. Mi marido no era muy afecto al sexo oral. Y jamás me comieron la concha como este maduro lo hizo durante un buen rato, llevándome hasta el borde del orgasmo unas cuantas veces. Yo estaba totalmente sacada. Necesitaba acabar desesperadamente, y el macho no tenía ningún apuro para seguir. Por fin, se levantó.
Sin dejar de mirarme, comenzó a desvestirse. En la semipenumbra de la habitación, pude ver su cuerpo. Hombros anchos, un poco de pancita propia de su edad, pero cuando se quitó el slip, apareció ante mí una herramienta larga y gruesa, como nunca había visto. Mi marido está bastante bien equipado, pero este viejo tenía una vara al menos 4 centímetros mas larga y seguramente un par de centímetros mas gruesa, y todavía no estaba totalmente levantada.
Se paró en el borde de la cama, y tomándome de los hombros hizo que me arrodillara sobre la cama, dejando mi cara a escasos centímetros de su verga. Por supuesto, entendí lo que quería, y mis manos la tomaron mientras mi lengua empezaba a lustrarla hasta que por fin comencé a chuparla disfrutando horrores este trabajo, y eso que chupar pijas no es lo que mas me gusta, pero estaba demasiado caliente para no darle el gusto.
En mi boca sentí como crecía y se endurecía, y cuando el cabrón pensó que estaba a punto hizo que me retirara y me diera vuelta, quedándome en cuatro patas sobre la cama pero ahora dejando ante él mi sexo, húmedo y dispuesto. Me corrió hacia atrás hasta que mis rodillas se apoyaron prácticamente en el borde de la cama. Se ubicó entre mis piernas, y con su vara comenzó a frotarme mi sexo. Sentía como un hierro candente que me frotaba. Por fin, ubicó su herramienta entre mis labios vaginales, y se quedó allí mientras acariciaba mis nalgas y mi espalda.
Yo no aguantaba mas. Necesitaba que me poseyera como un salvaje. Necesitaba esa verga dentro de mi cuerpo.
- ¿ A qué esperas? Protesté.
- ¿ Estás lista?
- Sabes que sí.
-¿ La quieres toda?
- Dámela toda, por favor, toda.
- Bueno, acariciame los huevos mientras te penetro, dijo en un susurro.
Mi mano buscó entre mis piernas. Encontré el tronco de su verga, con una dureza que daba miedo, y seguí bajando hasta tropezar con dos pelotas duras, a las que me aferré.
En ese momento, cuando sintió mi mano caliente sobando sus pelotas, comenzó a avanzar lentamente. Yo sentía como esa víbora se desenrrollaba dentro de mi cuerpo. Retrocedió unos centímetros y se metió mas adentro, yo sentía como mi sexo se distendía y se llenaba, pero la sensación no era dolorosa, por el contrario, hasta que por fin, mi mano quedó pegada a mi propio cuerpo. La tenía toda adentro. Era increíble que me hubiera podido comer todo ese pedazo. Me sorprendí escuchando mis propios gemidos al sentirme totalmente llena.
Fernando se quedó quieto. Los latidos de su verga, competían con los de mi vagina totalmente distendida. Solo se oía nuestra respiración agitada tratando de recobrar el aliento luego de las sensaciones de hacía unos segundo. Y en ese momento, ocurrió algo que nunca me había pasado. Cuando su verga tocó el fondo de mi vagina. El orgasmo que venía amenazando, avanzó de manera incontrolable y me elevó hasta el mismo cielo. Cerré mi boca para no gritar, tensé todo mi cuerpo, y mi gemido silenciado hizo que hasta se me escaparan algunas lágrimas. Fue el orgasmo mas bestial que había tenido hasta ese momento. Creí que realmente me moría.
Fernando se quedó quieto y me dejó acabar tranquila. Cuando me aflojé, salió lentamente de mi cuerpo, y yo me derrumbé sobre la cama. Se acostó a mi lado, hizo que me diera vuelta y nuevamente comenzó a besarme y acariciarme con mucha ternura.
- ¿Te parece que somos compatibles? Me preguntó sin dejar de besarme.
No contesté. No hacía falta. Se ubicó entre mis piernas, las que levanté hasta envolver sus riñones, y sentí como me volvía a clavar sin miramientos.
Me dio en esa posición por un buen rato. Luego salió e hizo que me pusiera de costado, y acostándose detrás mio, levantó una de mis piernas y volvió a clavarme con esa verga dura y caliente, para seguir cepillándome a buen ritmo. Volví a acabar, y seguí caliente como si ningún orgasmo me hubiera barrido.
Por fin se colocó boca arriba en la cama, e hizo que lo cabalgara. Subí sobre él, tomé su verga y me empalé con ganas para luego comenzar a montarlo con furia. Necesitaba que me inundara con su leche. Tenía que sentir que me quemaba por dentro. Y por fin, cuando apreté sus pelotas, gimió, me aferró del cuello, haciendo que descendiera sobre él, y clavándome hasta el fondo se corrió como un salvaje. Nunca sentí tanto semen dentro de mi cuerpo.
- Ahhhhh, me acabaste puta, toma, toma la lechita, toda, toda, decía entre dientes y con los ojos en blanco de placer. Que me llamara puta, me hizo acabar de inmediato.
El tiempo ha pasado. Mi marido se esfuerza mas y nuestras finanzas ya están equilibradas. No obstante, mi relación con Fernando continúa y cada tanto recibo un dinero extra que no viene mal, y una cepillada de campeonato que tampoco está de mas. Fernando dice que siempre supo que yo era una puta y que me iba a terminar clavando. Yo le dije que no era cierto. Pero después de lo de ayer, ya no estoy tan segura. ( continuará)

3 comentarios - Era cuestión de tiempo (1ra. parte)

gordopogo
Me sobran unos pesos y no pido nada a cambio......que decís?
ayryr21
Que Buen Relato!!!!
kramalo
muy buen relato...!!