You are now viewing Poringa in Spanish.
Switch to English

Conociendo a Diana. Cap1: Carlos, Fue el Primero.

Conociendo a Diana.

Capítulo 1: Carlos, Fue el Primero.

Diana, es mi nombre, actualmente tengo 22 años, soy una chica como cualquier otra, me encanta la música rock, en especial el heavy metal, nunca me he considerado una súper modelo o una chica mega atractiva, creo que tengo lo mío y bien puesto.
Mido 1.70, mi color de piel es morena clara, cabello castaño obscuro, mi cara es redonda, boca pequeña, labios delgados, ojos grandes color café, cejas estilizadas, nariz chata, complexión mediana, pechos grandes talla 36 C, caderas anchas, cintura formada, nalgas grandes bien levantadas, piernas gruesas y bien formadas.
Aunque cuando este relato ocurrió, no era lo que soy ahora, más bien era la típica chica rockera, con un poco de sobre peso, usaba grandes lentes de prescripción, camisetas alusivas a las bandas de rock que me gustan, jeans entallados y zapatos tenis para skater. Se podría decir que aún estaba en busca de mi identidad.
En ese entonces trabajaba en una pequeña clínica médica, cercana a mi casa, como recepcionista, aunque hacia un poco de todo. La consulta estaba integrada por el doctor Carlos y su esposa, los cuales siempre me trataron muy bien, en especial el. Par quien es fan de NCIS, yo era para los doctores una especie de Abby, la chica dark del laboratorio, solo que yo era la chica dark de la recepción.
Todo este relato sucedió la noche de la fiesta de navidad, por lo que decidí que no podía ir a dicha celebración en las fachas habituales, a pesar de mi sobre peso en aquellos días, me anime a ponerme una mini falda escocesa, muy corta, mayas negras, botas militares, una playera de cuello de tortuga, encima otra con un estampado de “Ramones”, ambas de color negro y chamarra de piel. me maquille delineándome los ojos, un poco le lápiz labial negro en la boca, dos coletas en el cabello y bisutería en las manos.
Al llegar, al pequeño salón en donde se llevaría a cabo la cena y celebración, todas las miradas se clavaron en mí. Algunos por asombro, otros por morbo. Ya que mi atuendo, era bastante revelador, jamás pensé en que esto me llevaría a ser presa de las bajas pasiones del doctor Carlos.
Me senté con algunas enfermeras de la clínica, la noche pasaba sin mayor novedad, solo el alcohol, las risas, baile y miradas fluían con naturalidad. En especial las del doctor Carlos, quien, a pesar de estar con su esposa e hijos, no perdía de vista mi voluptuoso cuerpo. Al principio modestamente, para después ser completamente descarado.
Yo me dedicaba a bailar con algunos compañeros, doctores y hasta con las enfermeras, regresando de vez en cuando a la mesa para beber un poco, me sentía alegre. Por lo que no medí la cantidad de alcohol que ingería, de pronto comencé a sentirme mareada, decidiendo que era momento de ir al tocador.
Ese fue el momento que el doctor Carlos aprovecho para abordarme.
- Dianita, ¿te sientes bien? – pregunto –
- Si, solo necesito ir al tocador… - respondí sin mirarlo –
Al verme tambaleante, me tomo por la cintura, pasando uno de mis brazos alrededor de su cuello, llevándome hasta el sanitario de mujeres, el cual como era de esperarse, estaba repleto, incluso había fila para entrar.
- Diana, hay demasiada gente esperando, ¿quieres usar el de hombres? – pregunto el doctor al ver la cantidad de personas que esperaban –
Ese creo fue el error más grande que cometí, esa noche. ya que acepte víctima del alcohol y la necesidad de volver el contenido estomacal. Esperaba que alguien notara que el doctor Carlos me llevaba hasta el interior del baño de hombres, pero al parecer cada quien estaba preocupado por sus cosas, por lo que nadie impidió aquello.
Una vez dentro me llevo hasta el interior de uno de los mamparos de un inodoro, de inmediato aquellas ganas de vomitar se hicieron presentes, en ese entonces, a mis escasos 18 años, tenía pocas experiencias con las bebidas embriagantes. Rápidamente me puse de rodillas frente al inodoro, dejando salir el exceso de alcohol, perdí la noción de las cosas, olvidándome por completo del doctor Carlos, hasta de sus manos recogieron un poco mi cabello.
- Qué pena… doc… que va a decir de mi… - dije con voz entre cortada por la borrachera –
- ¡qué voy a decir! Creo que todos se nos han pasado las cucharadas alguna vez, ¿no? – respondió el comprensivo –
Eso me hizo sentir más tranquila, intentando ponerme de pie nuevamente. Fue entonces que él, se ofreció a llevarme a mi casa, indicándome que estaba muy pasada de copas, que debía descansar y dormir la borrachera. No pude negarme, en realidad estaba muy mal así que acepté. No note en que momento salimos del salón, solo recuerdo que me metió en su auto y arranco. Pasados unos 5 minutos el auto se detuvo, pensé que habíamos llegado a mi casa, pero no fue así. La luz era tenue, apenas se veía lo que había alrededor.
- ¿en dónde estamos doctor? – pregunte balbuceante –
- En un lugar, tranquilo. Debes de estar bien antes de que llegues a tu casa… ¿no crees? – respondió el –
En parte tenía razón, pero seguía teniendo mis dudas, ya que no veía nada y por nada me refiero a nada alrededor nuestro. Las dudas se disiparon, cuando se desabrocho el cinturón de seguridad, acercándose a mí, al tiempo en que su mano sujetaba mi muslo interno.
- ¡sabes! Siempre me has gustado Diana, y esta noche te ves fabulosa… - susurro mientras su mano subía hasta mi entrepierna –
- ¿Qué hace doctor? ¡usted es casado! – susurre borracha y algo caliente –
Sus dedos acariciaban mi pepa, por encima de las mayas y mi ropa interior. En segundos mi coneja, estaba empapada, el miedo comenzaba apoderarse de mí; ya que en ese momento lo único que había hecho en cuanto a sexo, era una mamada muy mal hecha y toqueteos inocentes, aún era virgen.
- ¡por favor! ¡déjeme! – susurre sin muchas ganas –
- ¿dejarte? ¡pero si ve nada más, todas estas cosas, que tienes… como dejarlas – susurro mientras apretaba una de mis bubis –
Su mano dejo de tocar mi coneja, para ir directamente en contra de mi otra bubi, apretándolas con ganas, mientras que su boca se hacía sentir en mi cuello. No podía evitar sentirme caliente y deseosa, aunque también el miedo crecía. Mismo que dejo escapar de mi boca una frase que, creo alentó más los deseos del doctor Carlos.
- ¡déjeme, por favor! ¡aun soy virgen! ¡me va hacer daño! – susurre con tono meloso –
Acto seguido, dejo de tocarme, los ojos del doctor, se abrieron grandes. Mirándome fijamente.
- ¡en serio, eres…! ¡entonces te voy a dar trato especial! – exclamo volviendo a poner en marcha el auto –
Debido a la borrachera no lograba mantener los ojos abiertos, por lo que me dormí en el auto, despertando al sentir unas manos que me jalaban fuera del auto.
- ¿Dónde estamos? – susurre aun ebria –
- ¡ssshh! ¡cálmate! – susurro el doctor Carlos –
Al poder tener una visión más clara del lugar, me di cuenta que estábamos en la clínica, sabía que no había escapatoria, esa noche dejaría mi virginidad atrás. Subimos hasta su consultorio, entramos y el cerro la puerta con seguro, dejándome recostada sobre el sofá de piel que hay dentro, comenzando a quitarme las botas militares, después las mayas y los calzones.
- ¡dianita! ¡mira nada más que cosita tan linda! – exclamo al ver mi coneja –
Separando ligeramente mis piernas, comenzó a tocar mi coneja, misma que se humedeció al instante. Sus dedos pasaban por el largo de mi raja, logrando lo que nadie hasta ese momento había hecho, mi respiración y corazón se agitaban, con cada pase de sus dedos en mi coneja.
- ¡caray! ¡estas empapada Diana! ¿te han chupado la puchita antes? – pregunto mientras se acomodaba en el sillón –
- ¡no! ¡nunca! – respondí jadeante –
Uno de sus dedos se introdujo en mi raja, logrando arrancarme un gemido ligero y suave, para después comenzar a lamerme la raja con cadencia, despertando en mí, sensaciones nunca antes vividas. Instintivamente tome sus cabellos, mientras su cara entraba en medio de mis piernas, su lengua y dedo me estaban volviendo loca, mantenía los ojos cerrados, disfrutando del placer que aquel hombre me baba. Carlos o el Doctor Carlos, no es el más atractivo de los doctores de la clínica, es un hombre bajito, incluso más bajito que yo, es de esos güeros de rancho, repito un hombre común, pero en ese momento me hacía llegar al cielo.
- ¡hay que rico! ¡que rico! – gemia yo –
Su dedo entraba y salía a voluntad de mi raja, con un movimiento suave y cadencioso, no paso mucho tiempo para tener dos dedos dentro de mí. Con la mano que tenía libre acariciaba mis bubis por encima de la camiseta. La sensación, aunque placentera era minimizada por las dos camisetas que traía, por lo que, hecha una loca, deje su cabello, subiendo mis camisetas hasta mi cuello, dejándole mis bubis a su merced, solo cubiertas por mi brasier.
- ¡doctor! ¡uh que rico! ¡mas! ¡más por favor! – decía mientras gemia suavemente –
El doctor levanto la cabeza un poco, saliendo de entre mis piernas.
- ¡no me llames doctor! ¡dime Carlos! – susurro –
Carlos, como dijo que lo llamara, se levantó un poco más, tomándome de las manos, me sentó sobre el sillón, quedando entre mis piernas, quitándome la chamarra y las camisetas, mi cuerpo solo estaba cubierto por la pequeña mini falda y el brasier. Sus ojos me recorrían de arriba abajo. Sus manos acariciaban mis piernas llegando hasta mis nalgas, apretándolas un poco. Usando ambas manos me dio la vuelta, dejándome boca abajo, poniendo una mano en mi vientre, hizo que levantara las nalgas dejándome en posición de perrito. Sus hábiles manos desabrocharon mi brasier, el cual cayó sobre el sillón. Sus manos separaron un poco mis nalgas.
- ¡carajo! ¡diana! ¡que culote tienes! ¡mamita, estas bien sabrosa! – dijo mientras se metía entre mis nalgas –
Su lengua entraba y salía de mi raja con habilidad, digna de una serpiente. Sus manos separaban mis nalgas, al tiempo en que las acariciaban suavemente, su nariz dejaba su aliento encima de mi ano, aquello me estaba volviendo loca. Por momentos su lengua recorría mi raja por completo, subiendo hasta mi ano, coronándolo con un beso suave.
- ¿te han cogido por aquí? – pregunto Carlos refiriéndose a mi ano –
- ¡no! ¡nunca me han cogido! – respondí jadeante y caliente –
- ¡pídeme que te la meta! ¡diana! ¡pídemelo! – susurro mientras besaba mis nalgas –
En ese momento mi mente era un mar de emociones, deseos y alcohol. Me tome unos segundos para analizar sus palabras, la decisión fue fácil al volver a sentir su boca en mi coneja.
- ¡si! ¡métamela! ¡solo no me haga daño! – decía gimiendo –
Su boca dejo mi coneja chorreante y lista para su pija, Carlos se levantó del sillón, por lo que gire un poco la cabeza para ver lo que haría, se despojó de sus pantalones, saco, camisa y calzones. Hasta ese momento solo había visto un pene, el de aquel chico al cual se la había chupado, con resultados desastrosos. El de Carlos era bonito, no muy grande, color rosado, con mucho vello, sus huevos eran proporcionados a su pija, y colgaban un poco. Su cuerpo de hombre maduro, era solo cubierto por una camiseta de tirantes blanca y calcetines negros.
- ¡diana! ¡no puedo decirte, que no te dolerá! ¡solo relájate! ¿lista? – pregunto el –
Volvió a subir al sillón, colocándose entre mis piernas, una de sus manos separo un poco una de mis nalgas, mientras que, con la otra tomo su pija, dirigiéndola a mí raja. Entrelace las manos, cerré los ojos y respire hondo, preparándome para lo que venía.
Poco a poco su pija, abrió mi coneja, la cual estaba empapada, por lo que fue fácil la penetración. Su cabeza entro fácil, una sensación jamás experimentada llego a mi cuerpo. Carlos se quedó inmóvil, por un segundo, para después taladrar mi agujero de una embestida fuerte, dejando clavaba su pija dentro de mí. Un dolo punzante, aunado al calor y la sensación de haberme roto, se hicieron presentes.
- ¡auh! ¡ahu! ¡me duele! ¡me duele! ¡Ahh! – dije intentando zafarme –
Las manos de Carlos, me sujetaron de la cadera, haciendo imposible mi intento de sacar su pija de mi coneja.
- ¡shhh! ¡cálmate! ¡ya pasara! ¡respira! ¡shhh! ¡nena! – decía el, tratando de tranquilizarme –
Carlos, se quedó inmóvil por unos minutos, mientras que con suavidad acariciaba mis nalgas y espalda, poco a poco el dolor disminuyo; Carlos, volvió a sacar su pija casi en su totalidad, para volverla a introducir de a poco en mi coneja, el dolor era reemplazado por el placer, al sentir como su pija penetraba mi pucha dilatada y húmeda.
- ¡que rica estas Diana! ¡uh! ¡qué buena estas! ¡mira cómo te entra! ¡uh! – decía Carlos al mirar como su pija entraba en mi coneja –
Mis manos dejaron de estar entrelazadas, posándose sobre él apoya brazos del sillón, comenzando a disfrutar de cada penetración de la pija de Carlos. Mis gemidos se ahogaban en mi garganta, siendo casi imperceptibles, las manos de Carlos se apoderaban de cada parte de mi cuerpo, pasando por mis nalgas, espalda, bubis y vientre. Mientras que su cadera, llevaba un ritmo suave y cadencioso.
- ¡Dianita! ¡qué rica puchita! ¡me encantas toda! ¡mira estas nalgas! ¡uh! ¡deliciosas! ¡y esas tetotas! ¡Diana! ¡qué buena estas nena! – decía Carlos –
Sus labios comenzaban a besar mi espalda, mientras que su pija seguía hundiéndose en mi coneja. Mis bubis, bailaban al ritmo de las embestidas de Carlos, mientras que mis dientes mordían mi labio inferior, el placer recibido era increíble.
- ¿sientes rico? ¡nena! ¡uh! ¡yo estoy gozándote toda!... – decía el doctor Carlos –
- ¡si! ¡siento rico! ¡sígale! ¡umh! – respondí mientras gemia levemente –
Para ese momento, el alcohol había desaparecido de mi torrente sanguíneo, por lo que mis respuestas eran solo producto del placer que experimentaba. Mis leves gemidos, comenzaron a ser más sonoros y placenteros, por lo que Carlos dijo.
- ¡así mi nena! ¡siente mi verga! ¡así gime rico! ¡uh nena, que buena estas! ¡te quiero coger más!...
Su pija, comenzaba a darme continuo y profundo; sintiendo una penetración completa ya sin dolor y gozando el enorme placer que recibía. Su pubis se estrellaba contra mis nalgas haciendo que el sonido del sexo apareciera en el consultorio.
- ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡mmh! ¡mmh! ¡mmh! ¡mmh! ¡mmh! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡mmh Carlos! ¡Mmh! ¡ohu! ¡mmh! ¡así nena grita! ¡gime! ¡mueve ese culote! ¡ah que rico culo tienes! – decíamos los dos llenos de lujuria –
Sus manos aprisionaban mis bubis, como tenazas, el dolor que me causaba eso, no me molestaba, más bien comenzaba a gustarme, con lo que tiempo después descubriría que me gustaba el BDSM.
Su dedo pulgar, ejercía cierta presión sobre mi ano, empezando a dilatarlo, la idea de ser penetrada por el chiquilín, me asustaba un poco, pero deje que lo hiciera. Humedeciendo un poco su dedo con los flujos de mi coneja, logro introducirlo con cierta facilidad.
- ¡ahu! ¡Carlos! ¡uh! ¡uh! – gemí al sentirme invadida analmente –
- ¿sientes rico? ¡ah, yo sí! ¡me gustas mucho gordita! – dijo el respondiendo –
Su dedo entraba y salía con suavidad de mi chiquilín, mientras que su pija se hundía dentro de mi coneja con cierta violencia. Carlos no dejaba de repetir lo mucho que le gustaba mi coneja y lo poco que había probado de mi chiquilín, haciéndome sentir más confiada y deseosa de experimentar más cosas.
Su pija salió con violencia de mi coneja, apuntando hacia el sillón, una suave nalgada se escuchó en el consultorio, junto a mi gemido de placer. Fue entonces que el descubrió lo que en verdad me gustaba.
- ¡vaya! Con que te gustan las nalgadas… ¡bien! – dijo Carlos –
Sacando su dedo de mi poco dilatado chiquilín, se apartó un poco de mí. Me ordeno que me levantara del sillón, cosa que hice con rapidez, él se recostó sobre el sillón tomando su pija con la mano, zarandeándola un poco, como quien muestra la mercancía para que alguien la compre. Hasta ese momento pude ver con claridad su cuerpo de hombre maduro, su pija cubierta de vello púbico del mismo color de su cabello, sus huevos desparramados sobre sus ingles y su abdomen algo prominente.
- ¡anda gordita! ¡móntate! – pidió Carlos en forma clara –
No me gustaba eso de “gordita”, pero me gustaba sentir su pija dentro de mí. Por lo que haciéndome espacio en el pequeño sillón, me monté sobre su pija, dejándola entrar en mi coneja con delicadeza. Carlos me abrazo por la espalda haciendo que mi cuerpo se inclinara hacia el frente, dejando mis bubis a su alcance. Suaves mordiscos en mis lolas, hacían que mi cuerpo saltara de dolor y placer. Mientras que mi coneja se movía lento sobre su pija. Su manos se apoderaron de mis nalgas, estrujándolas y palmeándolas primero suave, después con algo de fuerza.
- ¡plaff! ¡plaff! ¡vamos Diana! ¡cógeme rico! ¡plaff! ¡plaff! ¡dale con fuerza! ¡plaff! ¡plaff! – se escuchaba al tiempo en que mi cadera se violentaba en contra de la pija de Carlos –
- ¡ah! ¡mmh! ¡mmh! ¡Carlos! ¡!ah! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡plaff! ¡plaff! ¡plaff! ¡Carlos! ¡que rico! ¡ah! ¿te gusta? ¡si! ¡me gusta! !ah! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡plaff! ¡plaff! ¡plaff! ¡Carlos! ¡así gordita! ¡así! ¡ah! ¡que rico coges, para ser tu primera vez! ¡estas apretada y rica! !ah! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡plaff! ¡plaff! ¡plaff! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡plaff! ¡plaff! ¡plaff! ¡Carlos! ¿Qué nena? ¿Qué? ¡mm! ¡mas! ¡mas! !ah! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡plaff! ¡plaff! ¡plaff! – gemíamos ambos –
Mis bubis eran masacradas por su boca y dientes, chupándolas con fuerza, mordisqueándolas con dureza, por momentos sentía que me arrancaría un pezón. Poco a poco, las cosas se ponían más eróticas y morbosas.
Carlos me detuvo después de unos minutos más, poniendo sus manos en mi cadera. Levantándome un poco, para sacar su pija de mi coneja. Con un movimiento rápido, se puso de pie sobre el sillón, dejándome de rodillas frente a él. Su pija aun dura apuntaba justo a mi cara. Mis ojos la miraban fijamente, sin saber qué hacer. Era muy mala para las mamadas, por lo que no me atrevía a meterla en mi boca y saborearla.
- ¡dale un beso! – dijo Carlos –
- ¡pero…! – respondí tartamuda y vacilante –
- ¡solo dale beso! – repitió autoritario –
Acerque mis labios a la cabeza de su pija dejándole un sonoro beso tronado en la punta.
- ¡eso! ¡ahora abre la boca! ¡y vas hacer lo que te diga! – exclamo Carlos –
Con un poco de miedo, por la mala experiencia, abrí la boca despacio, sintiendo como su pija entraba en ella, sus manos me tomaron por las orejas, al tiempo en que se cogía mi boca despacio.
- ¡así! ¡nena! ¡usa tu lengua, muévela como si quisieras quitarte algo que traes pegado a ella! ¡uh! ¡así! ¡Diana! ¡ves no lo haces mal! – decía Carlos –
Siguiendo sus indicaciones, movía mi lengua de adentro hacia afuera, mientras si pija se introducía despacio en mi boca. Carlos me indicaba que respirara por la nariz, mientras que el metía su pija en mi boca, mi primer Deep throat, llego unos minutos después, cuando la pija de Carlos se introdujo por completo en mi boca, arrancándome una arcada sonora. Carlos extrajo su herramienta de mi boca, la cual salió cubierta de saliva, algo que me pareció excitante.
- ¡oh! Nena… ¡eso se sintió rico!... ¡vamos de nuevo! – exclamo Carlos excitado y lujurioso –
Volviendo a meter su pija, hasta el fondo, volviendo a repetir la acción en varias ocasiones, mis ojos se llenaban de lágrimas por las grandes arcadas que esto me producía. Sus manos soltaron mis orejas, dejando que mi boca hiciera el trabajo sola. Mis manos tomaron sus nalgas, mientras que ya mi boca sabía lo que tenía que hacer, dándole una mamada decente a la pija del doctor Carlos. Por momentos mientras su pija salía de mi boca, la tomaba con la mano pegándome en la cara con su herramienta, también me enseñó a chupar huevos, todo eso me volvía loca, despertando a la zorra que llevaba dentro.
Llego el momento de volver a tener su pija dentro, por lo que me pidió que me recostara boca abajo sobre su escritorio, dejando mi culo levantado y a su merced. Carlos se tomó un momento antes de penetrarme de nuevo, jamás imagine lo que haría, pero eso me llevo a tener mi primer orgasmo.
Mientras me daba con algo de fuerza, maltratando a mi pobre coneja, sentí un golpe en las nalgas, el cual me provoco aún más ardor y dolor que sus nalgadas. De inmediato quise saber que pasaba. Logre voltear un poco la cara, mirando por el rabillo del ojo, pude ver que Carlos sostenía su cinturón en la mano derecha, mismo que se precipitaba sobre mis gordas nalgas, haciéndome estallar en aullidos de perra en celo.
- ¡aaahhhuu! ¡ah! ¡zaz! ¡aaahhhuu! ¡ah! ¡zaz! ¡grita nena! ¡aaaahhh! ¿te gusta ser sometida? ¿te gusta el sexo duro y sucio? ¿verdad? ¡zaz! ¡zaz! ¡aaahhhuu! ¡aaahhhuu! ¡sabía que llevabas una puta dentro!... ¡igual que mi mujer cuando joven! ¡pero tú estás, más rica! ¡zaz! ¡zaz! ¡aaahhhuu! ¡aaahhhuu! ¡aaaahhh! ¡aaaahhh! ¡grita puta! ¡te voy a dar verga cuando yo quiera! ¡y voy hacer de ti una zorra sumisa! ¡zaz! ¡zaz! ¡aaahhhuu! ¡aaahhhuu! ¡aaaahhh! ¡aaaahhh! ¡grita puta! – gritábamos ambos –
El ardor, dolor, placer y morbo de la situación, me llevaron muy rápido a sentir unas tremendas ganas de hacer pis… sin poder aguantar más, deje escapar la orina… o lo que yo supuse que era orina… más bien tuve y experimente mi primer squirt.
- ¡Uhh! ¡nena! ¡mira nada más, te chorreaste toda! ¡ah! ¡qué rico! – exclamo Carlos al ver mi squirt –
Sacándome la pija, me volvió a poner de rodillas, para que lo limpiara por completo, su macana, se notaba húmeda al igual que sus huevos y muslos, mismos que lamí, hasta dejarlos sin rastro de líquidos vaginales. Le mame la pija y lamí sus pelotas por un buen rato, ya con más experiencia, Carlos disfrutaba de sus enseñanzas, dejando que hiciera lo que quería con su pija, hasta que me detuvo tomándome de la barbilla, levantando mi cara, mirándome fijamente pregunto.
- ¿te gustaría por el culo?
Abrí la boca y los ojos tan grandes como pude, el asombro, miedo y excitación lo provocaron. Momento que Carlos aprovecho para darme otro Deep throat, cuando su pija estuvo fuera y la arcada provocada por tal acción me dejo pronunciar palabra, dije.
- ¡no sé, me da miedo!
Carlos, sonrió al escuchar mi respuesta, dejando que tomara más confianza en tal hecho. Pero la cosa no termino ahí, me levanto llevándome de nuevo hasta el sillón. Pidiéndome que adoptara una posición algo rara para mí, ya que me coloco con los hombros pegados al piso, el cual tiene alfombra, dejando mi cadera recargada sobre el sillón, abrió mis piernas, colocándose en medio de ellas, penetrándome como si él se sentara en mi coneja.
- ¡ahh! ¡mmh! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡así gordita! ¡uh que rica puchita! ¡estás tan apretada! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¿le gusta mi coneja? ¡uh! ¡uhm! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡me encanta! ¡cógeme Carlos! ¡dame verga! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡ahh! ¡ahh! ¡ahh! ¡ahh! ¡ahh! ¡ahh! ¡ahh! ¡ahh! ¿así, así te gusta verdad? ¡si! ¡así! ¡ahh! ¡ahh! ¡ahh! ¡ahh! ¡ahh! ¡ahh! ¡ahh! ¡ahh! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡pap! – se escuchaba en el consultorio –
Después de varios minutos de ser masacrada por la pija de Carlos en aquella posición extraña, volvimos al escritorio, colocándome boca arriba, recostada sobre mi espalda. Carlos tomo mis piernas, separándolas un poco, volvió a penetrarme y darme con todo. Sus manos se aferraban a mis muslos, mientras que su cadera llevaba un ritmo vertiginoso.
- ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡mmh! ¡mmh! ¡mmh! ¡mmh! ¡mmh! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡mmh! ¡mmh! ¡mmh! ¡mmh! ¡mmh! ¡cógeme Carlos! ¡así! ¡ah! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡mmh! ¡mmh! ¡mmh! ¡mmh! ¡mmh! ¿te gusta rudo? ¿uh? ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡mmh! ¡mmh! ¡mmh! ¡mmh! ¡mmh! ¡si! ¡ah, me gusta duro y rudo! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡mmh! ¡mmh! ¡mmh! ¡mmh! ¡mmh! – decíamos ambos mientras gozábamos –
Carlos comenzaba a verse cansado, por lo que después de un rato más en esa posición, dejo caer mis piernas a un lado de él, dejándome con las piernas apuntando a un lado y mi torso totalmente recto. Una de sus manos se hizo de una de mis bubis, apretándola con fuerza, mientras que su dedo volvió a hurgar en mi chiquilín, pero esta vez no uso el pulgar, si no el dedo medio y anular a la vez, abriéndome aún más el pequeño orificio anal. La sensación de tener ambos agujeros siendo perforados, simultáneamente, era enloquecedora.
- ¡voy a abrirte más el culito, nena! ¡porque la próxima vez, te voy a coger solo por ese agujero! – exclamo Carlos mientras me hundía su pija y dedos hasta el fondo de mis agujeros –
- ¡si! ¡lo que digas, Carlos! ¡solo cógeme! ¡ah! ¡si, así! ¡mmh! ¡así! ¡ah! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡pap! ¡mmh! ¡mmh! ¡mmh! ¡mmh! ¡mmh! – dije mientras me volvía loca de placer –
Los embates de Carlos a mi coneja, eran duros, nuestros cuerpos se estrellaban con fuerza, la bubi que no tenía que la sujetara, se agitaba de un lado a otro, mis ojos se entre cerraban, mis gemidos eran más bien aullidos de placer, mientras que Carlos sudaba copiosamente.
- ¡ah! ¡nena! ¡ya quiero venirme! ¡pero quiero hacerlo en tus chichotas! – exclamo Carlos bajando el ritmo –
Sacándome la pija y tomándome de las manos, me puso nuevamente de pie, llevándome hasta la alfombra al pie del sillón, me obligo a tenderme sobre la superficie, yo no oponía resistencia alguna, ya no era dueña de nada… solo del aire que me mantenía en vida. Carlos se montó encima de mí, tomo mis manos haciendo que estas juntaran mis bubis, metió su pija en medio, comenzando a moverse de atrás para adelante, cogiéndose mis bubis gordas.
- ¡diana! ¡diana! ¡qué ricas tetas, nena! ¡uh! ¡ya casi! ¡ya casi! ¡chúpame la puntita, cuando salga de entre tus chichotas! ¡uh! ¡nena! ¡uh! ¡y ve abriendo la boquita, que te vas a tomar lo que salga de mi verga! ¡mmh! ¡mmh! ¡mmh! ¡uh! ¡nena! ¡uh! ¡que chichotas tan ricas! ¡uh! ¡nena! ¡uh! ¡mmh! ¡mmh! ¡mmh! ¡uh! – decía Carlos mientras se cogía mis bubis –
La idea de tragarme o sentir su semen en mi boca, no me parecía agradable, pero como ya dije no era dueña de mis actos en ese momento, por lo que obediente abrí la boca, en espera de la descarga de Carlos.
Unos movimientos más de su pija entre mis bubis, fueron suficientes para que su mano derecha sacara de prisa su pija enrojecida y a punto de reventar de entre mis chichotas, como el las llama. Para acercarse hasta mi cara, poniendo la cabeza de su pene dentro de mi boca, dos grandes chorros de semen, se vertieron en mi garganta, para después dejarme saborear los remanentes, el sabor no me desagrado como yo pensaba, debo aceptar que era algo salado y agrio… pero lo disfrute bastante.
El cuerpo de Carlos, se estremecía mientras descargaba hasta la última gota de semen en mi boca, labios y mejillas. Después de que herramienta dejara de expulsar líquido seminal, Carlos la tomo, comenzando a palmearme la boca y mejillas con ella.
- ¡uh, Dianita! ¡ah! ¡qué rico! ¿te gusta ser tratada como una puta? ¿uh? – pregunto Carlos –
- ¡si! ¡me gusta ser tratada como puta, perra, zorra…! – respondí –
- ¡pues vamos a ver, que más hacemos! ¡solo tienes que portarte bien, conmigo!... ¡no dirás nada a mi esposa! ¡entendido! – exclamo Carlos –
- ¡claro que no! ¡no estoy loca! ¡solo quiero que me cojas más! – dije morbosa –
Carlos sonrió por mi respuesta, hasta ese momento era el único hombre que había conocido sexualmente hablando. Por lo que pensé que era lo mejor que podía hallar. Después comprendería que me esperaban más aventuras, más pijas, y experiencias sexuales…
Pero eso será motivo de más relatos…
Continuara...

1 comentarios - Conociendo a Diana. Cap1: Carlos, Fue el Primero.