Mi Amiga Luz - parte II -

HOLA A TODOS, YO DE NUEVO, CON ALGO QUE USTEDES ESTAN ESPERANDO MUCHO, LA SEGUNDA PARTE DE MI RELACION CON LUZ, MI MEJOR AMIGA. ALGUNOS YA LO SABEN PORQUE CHATEAMOS TODAS LAS MAÑANAS.
LES AGRADEZCO A TODOS LOS QUE ME ESCRIBEN POR PRIVADO, Y A LOS QUE DESDE LA MEJOR ONDA ME HACEN EL AGUANTE CUANDO POR AHI ESTOY MEDIA BAJON.
ESPERO QUE ESTE TEXTO LES GUSTE.

Cuando pienso en Luz me es imposible no sonreír. Pienso en ella y en las cosas graciosas que me dice, en cómo se pelea con la gente que atiende algunos negocios porque no trabajan determinada marca, o porque las cosas están caras, ella tiene mucha ironía. Pienso en ella y a los pocos minutos ya me descubro con una sonrisa. Y si pienso en ella también me es imposible no imaginarla sensual, provocadora, romántica, nuestra confianza nos llevó a contarnos siempre los detalles íntimos de nuestras parejas de turno, en mi caso siempre le dije los pormenores del sexo con mi novio, ella en cambio cada tanto cambia de chico, no quiere compromisos, y es allí donde se ríe del tamaño, de la forma en que se curvan los miembros, de lo flacas que eran las piernas de determinado hombre, de la forma de gemir, los imita, pone voz gruesa e imita el orgasmo masculino. Nos reímos.
Sé por ejemplo que le gusta mucho que la masturben, “es lo mejor que hay”, reconoce, mira para arriba y se muerde los labios como si recordara alguna de lujo, y sé también que no le gusta mucho hacerle sexo oral a hombres con demasiado vello púbico, porque “es un asco, siempre me trago algún pelo”, sé cuál es su record, en una noche llegó a hacerlo cuatro veces, y con el mismo chico realizó un viaje corto de fin de semana a Mar del Plata, y allí cuenta orgullosa que en dos días lo hicieron diecisiete veces, y que él ya no acababa, que solo gemía pero ya no podía eyacular. Consideraba eso como un triunfo femenino, dejar seco a un hombre para ella era todo un logro.
También sé que cuando siente algo por la otra persona es simplona, disfruta de un buen misionero a ritmo lento; pero que cuando tiene sexo por placer disfruta más estar cabalgando o que la pongan en cuatro patas. Le gusta, como a todas, que le den nalgadas fuertes, de esas que suenan y producen un poquito de dolor.
Cuando pienso en eso no puedo no imaginarla en esa posición, desnuda, con sus senos colgando y moviéndose hacia atrás y adelante por la brusquedad de la penetración. La imagino con sus nalgas rojas por las cachetadas, y me pregunto cómo gemirá, si bien a la hora de fingir ya la escuché y en un par de ocasiones hasta llegué a escucharla teniendo sexo con uno de sus chicos, supongo que cuando la nalguean gime de otra forma, o lanza al aire pequeños gritos de dolor. Me la imagino con la cara apoyada sobre el colchón, agarrando con fuerzas las sábanas. Sé que a veces dice chanchadas porque sabe que de esa forma el hombre acaba más rápido, entonces cuando ella ya acabó y es más el dolor que siente que el placer, saca de su galera algunas guarangadas estándar para hacer sentir al hombre que es un súper macho, y así terminar con todo.
Sé que le gusta hacerle sexo oral al chico una vez que este ya eyaculó, lo hace porque sabe que en ese momento el miembro está muy sensible, y que el placer que sienten ellos es tan grande que muchos prefieren que no se lo hagan, y allí ella se pone en perra y les dice que “si no querés que te lo haga ahora, no me lo vengas a pedir después”, disfruta torturando a sus amantes.
Sé que le gusta que le muerdan los pezones.
De tanto pensar en ella siempre termino, sin darme cuenta, tocándome, con una sonrisa en la cara, o mordiendo mis labios, con los ojos cerrados y hasta suspirando. Una vez que empiezo no puedo frenar, necesito alcanzar el clímax pensando en ella. Me pregunto si a ella le pasará lo mismo conmigo. Este es el único secreto que tengo con ella, hasta ahora claro, ella no sabe que me masturbo pensando en su figura en plena acción.
Para estimular la fantasía recurro a las veces en que ella y yo nos besamos, algo que en un principio sucedía cada tanto, pero que últimamente nos pasa muy seguido, nunca pasamos de ahí hasta ahora, apenas sentimos que la excitación gana terreno frenamos, nos reímos, nos halagamos un poco, no ocultamos que estamos calientes, nos abrazamos y nos dormimos.
Como decía, estos encuentros se dieron cada vez más seguido, nos hacíamos invitaciones camufladas, como por ejemplo invitar a la otra a cenar, o al cine, aunque la otra ya sabía para que sería el encuentro, ninguna le diría a la otra “quiero verte para dormir juntas”, pero siempre de una u otra forma coincidíamos en que dormir juntas era la mejor opción, o porque ya era muy tarde, o porque afuera había tormenta, o por lo que sea, argumentábamos cansancio, cualquier cosa valía para quedarse juntas, o yo en su casa, que todavía vive con los padres, o ella en la mía, que vivo con mi novio.
Esa tarde ella me invitó a una salida de amigas, con la idea de ir a cenar juntas, luego ir al cine y después ir a tomar algo a algún pub. Una salida clásica de amigas que quieren desprenderse del mundo, de los compromisos, de los problemas de la vida cotidiana, estrés laboral. Por supuesto acepté la invitación, sabiendo que las chances de terminar a los besos eran grandes, solo debíamos decidir en qué casa finalizar la velada.
Cenamos en un pequeño restorán en el que solo se entra con reserva previa, ella se había encargado de eso. En el lugar las luces son tenues, es parte del ambiente y estilo del lugar. Pedimos ensalada con pollo, yo quise tomar agua, pero ella insistió en que nos trajeran vino. Charlamos de cosas comunes, una charla de amigas, una charla como miles de veces mantuve con ella. La hora del postre fue un helado para mí y una extraña tarta de frutilla para ella. Me preguntó cómo me sentía, y si estaba realmente con ganas de ir al cine, entendí la indirecta, y le mencioné que me sentía un poco cansada, pero que hiciéramos lo que ella quisiera.
-Vamos a casa si querés – me dijo – Nos quedamos tranquilas ahí si estás cansada.
-Dale.
Ella vive en un barrio alejado del movimiento, lejos del centro. Tuvimos la suerte de conseguir el último colectivo, porque acá a medianoche ya no hay servicio de transporte público hasta las 6 am del día siguiente, y tomar un taxi es realmente caro. Sentí que el colectivero nos cogió con la mirada, y vi cómo nos miraba el culo por el espejo mientras caminábamos hasta nuestros asientos. No me molesta eso, es más, me gusta que me miren el culo, trabajo para tenerlo lindo, hago mucha gimnasia a diario para eso, y que me lo miren lo siento como un premio a mi esfuerzo.
En un su casa tengo que reconocer que los primeros minutos fueron incómodos, las dos sabíamos que algo físico sucedería, pero tampoco era nada del otro mundo, siempre nos pasa lo mismo, silencios, miradas que se evitan, sonrisas nerviosas, comentarios absurdos y sin sentido como para romper el hielo. Por alguna razón no nos animamos a ir a los bifes, como se dice, de una, necesitamos tantear el terreno, buscar una excusa perfecta para ir a la habitación, ya no tenemos quince años, donde encerrarse en el cuarto con tu amiga es normal. Finalmente le excusa apareció.
-Me voy a cambiar – dijo -¿Querés dejar la campera en la habitación?
Una vez que ingresamos la mayor parte del trabajo ya estaba realizado. Ella cerró la puerta. Yo la esperaba a unos metros, de pie, quieta, con mis manos atrás. Ella avanzó sobre mí y sin decirme nada me besó. Su beso fue fuerte, se estampó contra mi cara a tal punto que me moví un poco hacia atrás. Nos dimos algunos picos de esa manera, sin siquiera tocarnos. Me acarició la mejilla y nos dedicamos una sonrisa mientras nos mirábamos a los ojos. Me encanta mirarla a los ojos, me siento amada y deseada a la vez.
Ella comenzó a desvestirse, su intención era ponerse ropa más cómoda. Yo me quité la campera y el buzo, también las zapatillas para poder recostarme en la cama. Encendí el televisor, tenemos tanta confianza que en su dormitorio me siento como en mi casa. Le pregunté si quería ver alguna película o prefería una serie. Me dijo que le daba lo mismo mientras se colocaba una remera grande, su espalda desnuda es hermosa, y por el espejo pude ver sus senos. Nada nuevo tampoco, se los vi muchas veces, nos hemos inclusive bañado juntas en los días de verano y pileta en el club.
Yo hacía zapping cuando ella se recostó sobre mí. Me gustó mucho verla gatear desde la punta de la cama hasta mí. Así de sexy debo verme yo cuando mi novio me pide que camine en cuatro patas. Por instinto humedecía mis labios al verla llegar. Bajé mi vista y vi que su boca se estaba abriendo. Cerré los ojos esperando el impacto. Sus labios son ricos, húmedos, suaves, me gusta la textura que tienen, la forma en que se resbalan con los míos. Nuestras lenguas iniciaron sutilmente una batalla, al principio una tregua, apenas un roce, un jugueteo con la puntita, luego la pasión desbordada de sentir toda la carne viva de ella moviéndose dentro de mi boca, mis primeros suspiros, sus primeros jadeos, los primeros “mmmm” de ambas, el sonido hermoso de la saliva mezclarse, los “chuik” de los labios al separarse para tomar aire. Abro lo ojos para verla, cuando beso a alguien me gusta abrir los ojos para ver si la otra persona los tiene cerrados, si es así me siento bien porque significa que le agrada mi manera de besar. Me fascina observarla con los ojos cerrados, es muy linda, y saber que le estaba gustando me excitaba mucho. Me tranquilizo dentro de todo el nerviosismo que sentía y cierro mis ojos para disfrutar yo también esos besos. Me dejo llevar por la situación y me encuentro siendo acariciada por una mujer. Ella recorre mis piernas, va desde las caderas, rodeando mis glúteos hasta las pantorrillas, le es fácil llegar hasta allí porque yo tengo las piernas flexionadas, desde allí sube con caricias siempre circulares, se entretiene más de la cuenta en la parte interna de mis muslos y siento fuego entre mis piernas. Me descubro a mí misma acariciando sus hombros y sus brazos. Bajo por la espalda. Toco su cola, redonda, firme. La presiono como si fuese una de esas pelotitas que se utilizan para calmar la ansiedad.
Ella baja a mi cuello y lo besa. Primero apenas lo toca con sus labios, luego los besa con entusiasmo, lo recorre con su lengua, hasta prenderse como un vampiro robándome mi primer gemido. Mi rostro denota placer, ojos cerrados, ceño fruncido, boca entre abierta. Me levanta la remera y besa mi estómago, me hace cosquillas pero no le digo nada, la dejo que me haga lo que quiera, besa mis costados, sube un poco, juega con su lengua con mi ombligo a la vez que me desprende los botones del jean. Es tan ajustado que le cuesta quitármelos, me bajó los pantalones y la ropa interior a la vez, la ayudé a sacarlos por completo, pero ella me dio un sutil empujón para que yo quedase en la posición que me encontraba antes, recostada boca arriba con mis piernas semi abiertas y flexionadas. Las separó aún más con sus manos, y sentí sus labios apoyarse sobre mis labios vaginales. Los besaba con suavidad, como si los estuviese provocando, yo sentía los ruiditos de los besos, y mi humedad se incrementó. Luego sentí su lengua viajar por toda la cicatriz, desde abajo hasta arriba, para luego bajar. La miro, ella me está mirando. Nuestras miradas se cruzan y ahora entiendo a los hombres, es hermoso ver a una mujer haciéndote sexo oral, la forma en que miran de reojo con su rostro encendido, con lujuria, haciendo lo posible por brindarle placer a la otra persona.
Sus lengüetazos solo consiguen que mi vagina se abra, y así mi clítoris queda expuesto para que Luz pueda degustarlo a su antojo. Ella sabe dónde está y como tratarlo. Siento como dos de sus dedos se introducen en mi cuerpo y me es imposible no arquear la espalda y lanzar un fuerte gemido, ella intenta calmarme con un “sshhhhh”, y luego me pregunta si me gusta. No recuerdo si le respondí, solo sé que llevé mi mano a su cabeza, como hacen los hombres con nosotras, y desde allí comencé a acariciar su nuca mientras ella me masturbaba y estimulaba mi clítoris con su lengua y sus labios.
No tardé demasiado en llegar al orgasmo. Cuando sentí que la cosquilla comenzaba a bajar por mi estómago supe que sería intenso, se lo hice saber con un susurrado “así, así”, la miré cuando tuve el orgasmo en la puerta, ella me miraba con una cara de puta terrible, yo estaba indefensa antes sus juegos, ella lo sabía, “no pares, no pares”, le supliqué, y ya no pude contenerme más, caí recostada con fuerza hacia atrás, a la vez que mi espalda se arqueó como si estuviese endemoniada y mis muslos temblaron como nunca. No me alcanzó con un gemido, lancé uno y al ver que el placer no culminaba tuve que lanzar otro, y otro más cortito, me faltaba el aire. Ella ya no tenía sus dedos dentro de mí, pero continuaba “chapándose” a mi concha, y tuve que pedirle que se detenga.
Ella subió y me besó. Su cara estaba toda brillosa producto de mis flujos y su saliva. Sus labios tenían mi gusto, yo ya conozco como es el sabor de mi vagina porque mi novio también me besa luego de hacerme sexo oral, o muchas veces él hace que me masturbe y luego que me chupe los dedos.
Bajo mi mano y comienzo a tocarla por encima de la ropa interior. Me sentí como un macho, tratando de separar la tela de la piel para que me quede espacio de introducir los dedos sin necesidad de quitar la bombacha. Cuando llegué allí ella jadeó. Ella estaba sobre mí, en cuatros patas para encima. Nuestras caras estabas a pocos centímetros, cada tanto me besaba. Yo la masturbaba como si me lo estuviese haciendo a mí misma, su vagina es igual a la mía, y supongo que son todas iguales, al menos en la parte interior. Yo observaba su rostro, cuando veía que hacía algún gesto de placer continuaba con esa forma de tocarla. No hizo falta demasiado tiempo para que ella comenzara a mover su cadera para incrementar el ritmo, como si le estuviese haciendo el amor a mi mano.
-Ay mi amor – suspiró, cerró sus ojos y tiró la nuca hacia atrás.
Abrió su boca y sentí como el interior de su cuerpo presionó mis dedos mientras gimió. No fue tan sonora como yo, pero sentí como la palma de mi mano se mojó de golpe. Cayó agotada sobre mi pecho y así nos quedamos, abrazadas por un largo rato.
Nos besamos un poco mientras hablamos de todo esto que nos está pasando.
Nos queremos, nos hacemos bien, nos gustamos.
Estoy feliz de que Luz sea parte de mi vida.

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