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madre,hija,novio de vacaciones



                                 madre,hija,novio de vacaciones
                                espero les guste


     
                              









Me llamo Adriana, 44 años, divorciada tengo una hermosa hija, 
Mariela, de 21 años. 
Nos llevamos muy bien, compartimos muchos gustos y secretos entre nosotras,.
El verano pasado,  alquilamos 
un departamento en la playa para nosotras solas. 
Mariela estaba llamando a su novio, Matías. Es un chico 
de 26 años, muy hermoso y amable,
a la noche fueron a bailar, y yo  fui a cenar con una 
amiga divorciada como yo y dos hombres amigos, que nos habían invitado. 
Con uno de ellos, Alberto, yo tenía esperanzas de que sucediera algo. 
Estuvimos coqueteando toda la noche, insinuándonos cosas y diciéndonos 
frases con doble sentido; yo estaba segura que terminaríamos en la cama 
y estaba bastante excitada porque él me gusta mucho. Al final de la cena 
se ofreció a llevarme hasta el departamento en su automóvil, hablamos 
mucho, nos acariciamos un poco, pero cuando llegó el momento de pasar 
a algo más, él mencionó algo respecto de su esposa, que 
no quería serle infiel, y al final se despidió de mí con 
un beso.  yo quede muy caliente, y tuve que quedarme así 
porque Alberto se fue 
Excitada y enojada como estaba, entré al departamento . Apenas abrí la puerta y encendí las luces 
encontré a Mariela y a Matías en el living, recostados desnudos 
en un amplio sillón. Mi hija tenía las piernas abiertas y su novio 
estaba sobre ella. De él recuerdo su espalda ancha, cubierta de sudor, 
con los músculos marcados por el esfuerzo, porque se estaba moviendo 
rítmicamente penetrando a mi hija por la vagina con el pene grueso. Ella 
gemía de placer.
Me quedé helada, sin saber qué hacer. Mariela cerró los 
ojos y se aferró más a Matías, acariciándole la 
espalda con sus manos y enlazando sus piernas a la altura de los riñones 
de su novio. Él giró la cabeza y me miró; sentí 
que me desnudaba con sus ojos. Era hermoso, y verlo en esa situación 
resultaba por demás erótico. Toda su potencia de hombre al servicio 
del sexo. 
Por fin reaccioné y me fui a mi cuarto haciendo un ligero gesto con mi 
mano dirigido a ellos, como que estaba todo bien. Las piernas me temblaban un 
poco, jamás había visto a otra pareja teniendo sexo delante de 
mí, y menos a mi hija. Pero me pareció que lo mejor era no apartarme 
de mi rol de madre moderna y dejarlos hacer. Después de todo, muchas 
veces le había dicho a Mariela que prefería que lo hiciera en 
mi casa, con un conocido, y no en cualquier lugar con un desconocido.
En mi cuarto me quité el vestido que había llevado a la cena, 
también el sostén, y me puse mi camiseta de dormir que es blanca, 
sin mangas, y apenas me cubre el culo. Me acosté pero no podía 
dormir; se me venía a la mente la imagen de Alberto y enseguida la de 
mi hija que a pocos metros de donde estaba yo tenía sexo con su novio.
En eso la escuché gritar muy fuerte, y luego quejidos y un llanto. Pensé 
que podía pasarle algo de modo que salí silenciosa de la habitación 
y me aproximé al living a espiar. Mariela estaba ahora en posición 
de perrito, desde atrás Matías la sujetaba por las caderas y le decía "aguanta, aguanta un poco más", pero mi hija gritaba como si la estuvieran desgarrando. 
Su rostro estaba transfigurado por el dolor 
pero su novio no se detenía, e impulsado hacia delante apoyaba el pecho 
en la espalda de mi hija montándola por completo.
Volví a mi cuarto y me metí bajo las sábanas. Los gritos 
seguían y mi calentura iba en ascenso. Me quité las bragas y empecé a masturbarme. 
Con una mano acariciaba mis pezones por debajo de la camiseta y con la otra me froté el clítoris. Lancé un suspiro. Tenía la concha húmeda, me metí el dedo índice y mayor, mientras con el pulgar seguí frotando mi clítoris.
En el living los ruidos continuaban. Ahora los dos gritaban, decían cosas 
propias del acto sexual, podía imaginarme todo lo que estaban haciendo 
y alimentaba mi excitación. Aceleré el movimiento de mis dedos, 
los hundí muy rápido, furiosamente, sentí venir mi orgasmo 
y lo liberé con un grito en el que explotó toda mi calentura y me hizo arquear el cuerpo sobre la cama. En ese momento me di cuenta de que 
la casa estaba en silencio, y que mi alarido final debió escucharse en 
todas partes.
Me quedé quieta largo rato, relajándome, hasta comprobar que los 
ruidos no regresaron. Mi hija y su novio debían estar durmiendo. Entonces 
me levanté a buscar un poco de jugo, porque tenía la garganta 
seca.
Estaba yo de pie en el comedor a oscuras sirviéndome un vaso de jugo 
cuando Matías apareció a mi lado. Estaba completamente desnudo. 
No pude evitar admirar su cuerpo enorme recortado en las sombras, atlético 
y velludo. Y aunque tenía el miembro relajado, me pareció de un 
largo y un grosor impresionante. Le colgaba entre las piernas como un trozo 
de manguera. Además tenía toda la piel retraída por lo 
que el glande estaba expuesto.
Adriana, quiero agradecerle que no haya regañado a Mariela ni a mí 
por lo que estábamos haciendo -me dijo en voz baja.
-Qué va, ustedes son jóvenes y hacen bien en disfrutar -respondí 
tratando que no me temblara la voz- No te preocupes.
-De verdad quiero agradecerle -insistió él, dando un paso hacia mí- No todas las madres son tan comprensivas como usted.Me causó gracia que me tratara de usted y se lo dije.
-Me haces sentir más vieja -le reproché con una media sonrisa.
-Le debo el respeto que usted se merece -dijo él, que seguía serio.
-En todo caso -agregué poniéndome seria yo también- quizá 
no sea correcto que estés hablándome aquí frente a mí 
totalmente desnudo. Quizá podrías cubrirte un poco...
-No pensé que sería problema -respondió- En todo caso, 
usted también está prácticamente desnuda.
Recordé entonces que sólo llevaba puesta la camiseta, y de entre 
mis piernas subía el olor de mis jugos.
-¿Acaso escucharon algo? -pregunté.
-La verdad, yo la escuché. Debió ser muy rico, aunque algo solitario 
¿no cree?
Matías estaba muy junto a mí, su voz era un susurro, y me ponía 
nerviosa. No podía evitar que mi vista se dirigiera hacia el péndulo 
que le colgaba entre las piernas.
-¿Quieres un poco de jugo? -pregunté para salir de la incómoda 
situación.
Giré hacia la mesada, dándole la espalda. Juro que pude sentir 
los ojos de Matías posados sobre mi trasero desnudo. Serví un 
poco de jugo y cuando volví a girar de frente a él rocé 
accidentalmente su pene con mis caderas. Ya no estaba tan flojo, lo tenía 
a medias erecto.
El novio de mi hija bebió del vaso mirándome a los ojos y avanzó 
un poco más hacia mí, hasta el punto que su verga quedó 
suavemente apoyada en mi vientre. Parecía que sabía cuánto 
la deseaba, porque la verdad es esa: deseaba tocársela, mamarla y que 
me la metiera bien profunda.
-Quizá no debería estar tan sola Adriana -me dijo, y sentí 
su tibio aliento- Una mujer como usted no merece estar sola.
Me apoyó su mano en la concha y rápidamente introdujo un dedo. 
Yo estaba tan mojada que se deslizó sin problemas. Se me escapó 
un gemido.
-No.... Mariela... -traté de decir.
-Mariela duerme, no se preocupe -respondió él en mi oído- 
No haremos nada malo, sólo quiero ayudarla en este momento.
Matías se pegó contra mí, me dio un beso muy profundo en 
la boca y metió otro dedo más en mi vagina. Por instinto separé 
un poco mis piernas. En ese momento no me cuestioné nada, sólo 
quería gozar.
El novio de mi hija me masturbó maravillosamente, mi vagina estaba completamente 
inundada por mis jugos y no tardé en sentir otro orgasmo. Él ahogó 
mis gemidos apretando más sus labios contra los míos y llenándome 
la boca con su lengua.
Se me aflojaron las piernas y hubiera caído, pero él me cargó 
en sus brazos y así me llevó hasta mi dormitorio. Me depositó 
suavemente sobre mi cama boca arriba, me tomó por los tobillos y me hizo 
flexionar las piernas de tal manera que mis rodillas quedaron contra mis tetas.
Él se quedó de rodillas, erguido ante mí. Lo veía 
enorme. En esa posición frotó su verga todo a lo largo de mi raja. 
Me temblaba el cuerpo de la excitación y moví un poco mis caderas, 
dándole a entender que deseaba que me penetrara. Pero él se hizo 
desear un poco más. Manteniendo mis piernas flexionadas, apoyó 
las manos en mis muslos y me abrió. Toda mi concha quedaba expuesta para 
él.
Matías tomó su larga verga en la mano y me dio unos golpecitos 
en el clítoris. Luego apoyó la cabeza en la entrada de mi vagina 
y se quedó quieto. Loca de excitación estiré mis brazos, 
lo aferré de las caderas y lo empujé contra mí.
La penetración fue total, profunda, y me arrancó un gemido. El 
novio de mi hija tenía una herramienta formidable entre sus piernas y 
acababa de clavármela toda. Se movió lentamente, sacándola 
toda y volviéndola a meter. Me arranqué la camiseta y comencé 
a masajearme las tetas, a pellizcarme los pezones, a retorcerlos.
Entonces Matías tomó mis piernas otra vez y las puso sobre sus 
hombros. Mi cadera quedó en el aire, él se hizo hacia delante, 
completamente estirado en la cama, y su rostro quedó a centímetros 
del mío. Su verga estaba completamente plantada dentro de mí y 
me hacía un poco de daño cuando la punta topaba en el fondo de 
mi vagina.
Matías me bombeaba sin clemencia pese a mis quejidos. Mis piernas en 
sus hombros, mis brazos sujetados por sus manos, impedían que yo controlara 
siquiera un poco la situación. Sólo podía limitarme a recibirlo 
una y otra vez.
-Sienta Adriana -me decía cada vez que entraba a fondo- Sienta mi carne 
dentro suyo. Sienta -y me volvía a clavar profundamente- sienta, usted 
es una mujer que merece sentir. Sienta. Sienta.
Sus embestidas eran cada vez más rudas y potentes, y yo sentía 
dolor a cada empujón pero también un placer increíble. 
Tenía el rostro de Matías sobre mí, pegado al mío, 
y le caía una gota de sudor por la nariz.
En un momento dado giré un poco la vista y vi -o creí ver- que 
en la oscuridad mi hija Mariela estaba también en el dormitorio, apoyada 
contra una pared, con una de sus manos entre sus piernas. Mi hija estaba viendo 
cómo su novio se cogía a su madre, y se excitaba con eso como 
yo me había calentado antes viéndola a ella.
Todo eso fue demasiado para mí y exploté en un largo y placentero 
orgasmo. Matías se quedó quieto, con su verga profundamente metida 
en mí, la cabeza apoyada contra mi útero, y en esa situación 
largó una densa y abundante descarga.
-Sienta Adriana -gimió- sienta que la estoy llenando.
Quedé desvanecida después de vivir eso tan intenso. Cuando desperté, 
sola en la cama, el sol estaba alto ya. Por un instante pensé que todo 
había sido un sueño pero no, ahí estaba yo desnuda, con 
las piernas aún algo abiertas y la concha pegoteada por mis jugos y la 
abundante eyaculación de Matías.
Los chicos no estaban. Tomé una ducha y me sorprendí porque aún 
escurría semen de mi vagina.
Me fui sola a la playa y pasé casi todo el día allí tomando 
sol y pensando en lo que había sucedido. Sabía que algo andaba 
mal, pero había disfrutado tanto que no me arrepentía. En la primera 
oportunidad que tuviera, hablaría con mi hija.
Llegó la noche y los tres nos reunimos en el departamento. Todo estaba 
como si nada hubiera pasado. Mientras preparaba la cena intenté dialogar 
con Mariela pero ella le restó importancia al asunto. "No pasa nada 
mamá, ¿para qué vas a preocuparte? Está todo bien, 
todo está muy bien", me dijo. Matías, por su parte, me miraba 
de manera muy sugerente.
Terminó la cena. Mi hija me pidió permiso para usar mi dormitorio 
porque allí está la televisión. Me quedé sola en 
el comedor ordenando algunas cosas, tomé un café y luego sentí 
deseos de irme a la cama.
El dormitorio estaba a oscuras, sólo iluminado por la pantalla de TV. 
Cuando entré me esperaba otra sorpresa: mi hija se la estaba mamando 
a su novio en mi propia cama. El miembro estaba en plena erección, Mariela 
trataba de metérselo todo en la boca pero no le cabía, la hacía 
ahogar. Lo sacaba, le pasaba la lengua y volvía a intentarlo. Se escuchaban 
sus gemidos y sonidos de succión.
Matías me hizo un gesto con la mirada. Yo estaba dispuesta a todo, de 
modo que me quité el vestido que llevaba y me acomodé en la cama 
a la altura del pene de Matías.
Lo miré bien de cerca, la cabeza hinchada, las venas marcadas, los vellos. 
Vacilé un poco, como pidiendo permiso, pero al final abrí la boca 
y mi hija lo empujó hacia dentro.
Tenía sabor exquisito. Me gustó chuparlo, sentirlo duro llenándome 
la boca, pasarle la lengua. Había pasado mucho tiempo desde la última 
vez que le hice una mamada a un hombre.
Mariela y yo lo estuvimos mamando por turnos mientras Matías acariciaba 
nuestras cabezas y gemía. Quise masajearle los huevos y mi mano se encontró 
con la de mi hija, que ya estaba en esa tarea. Iba a retirarla pero la dejé. 
Si madre e hija compartíamos esa verga, también podíamos 
compartir una caricia a los huevos de ese chico formidable.
En determinado momento quise sacar el pene de mi boca para pasárselo 
a mi hija pero Matías me lo impidió haciendo presión sobre 
mi nuca. Instantes después sentí chorros de leche tibia sobre 
mi lengua: se había venido gracias a la mamada y había elegido 
mi boca para depositar su leche. Mantuve la verga prisionera entre mis labios 
mientras sentía el líquido espeso bajar por mi garganta.
Nos quedamos los tres muy relajados, Matías en el medio de nosotras dos. 
Una de sus manos acariciaba suavemente mi trasero. El sabor de su semen estaba 
aún sobre mi lengua. Después de un rato él se deslizó 
hacia abajo en la cama, abrió delicadamente mis piernas y mamó 
de mi vagina. Su lengua exquisita jugó con mis labios, los separó 
y se entretuvo en mi clítoris arrancándome suspiros de placer.
Luego se retiró e hizo lo mismo con mi hija. Mariela gimió fuertemente, 
tomó una de mis manos y la apretó con fuerza. Con la mano que 
nos quedaba libre nos acariciábamos nuestros propios pezones. Me encanta 
disfrutar así: los hago rodar entre mis dedos, los estiro, los pellizco. 
Mi hija me imitaba tocándose sus tetas.
Matías volvió a ubicarse entre mis piernas y siguió chupándome 
la concha. Tomó una mano de Mariela y la apoyó sobre mi clítoris; 
ella me acarició suavemente arrancándome suspiros de placer.
Luego, Matías me hizo girar en la cama hasta que quedé boca abajo 
y sin darme tiempo a nada me abrió las nalgas y hundió su lengua 
en el agujerito de mi culo. Sentí que me corría electricidad por 
todo el cuerpo y gemí con fuerza, la chupada fue bestial y otra vez quedé 
al borde de un orgasmo. Matías tenía la lengua dura y muy hábil, 
me ensalivó como un experto, me dilató y jugó en el interior 
de mi hoyito.
Ya sabía lo que vendría luego, y me dio temor: Matías me 
puso en cuatro y se arrodilló detrás de mí. En efecto, 
tenía planeado dármela por el culo. Yo era casi virgen de allí 
atrás, mi ex marido me lo había hecho apenas un par de veces y 
eso fue hace mucho tiempo.
El chico apoyó su formidable verga en mi culito y empezó a empujar. 
El dolor era insoportable y grité, pero él sabía cómo 
hacerlo. Entraba y salía de a poco, guiándola con su mano, hasta 
que mi ano se acostumbró al tamaño de su cabeza y entró 
toda. Me tomó entonces por la cintura y me atrajo hacia él, de 
modo que era yo misma la que me iba ensartando.
Sentí un ardor tremendo, la pija era demasiado gruesa y estaba durísima. 
Podía notar cómo avanzaba hacia mi interior, apartando los pliegues 
de mi esfínter.
-Me matas -imploré- sácala un poco por favor.
-Aguante Adriana, es sólo un momento y ya vendrá el placer. Disfrute, 
estoy seguro de que nunca se sintió así antes.
Clavé las uñas en las sábanas de la cama dispuesta a resistir, 
aunque el dolor era muy grande. Entonces Mariela me dijo:
-Aguanta mamá, falta muy poco para que te entre toda.
Una de las manos de mi hija estaba tocando el trozo de verga que quedaba afuera, 
y la otra acariciaba mi vagina. El placer empezaba a llenarme.
-Así... así.... -gemí.
Entonces Matías dio el último empujón y me la enterró 
hasta los huevos. Me cortó la respiración. Tenía toda su 
verga plantada en el culo.
El chico empezó a moverse lentamente, atrás y adelante.
-Es maravilloso Adriana, me encanta romperle el culo así -me susurró 
al oído- ¿Ha visto que le ha entrado toda?. Tome señora, 
tome verga por el culo que yo sé que le gusta.
El dolor iba cediendo paso al placer y yo también empecé a disfrutarlo. 
Mariela, tendida boca arriba a mi lado, se masturbaba viendo la escena. Por 
la posición en la que estábamos, mis tetas quedaron contra las 
de mi hija y el movimiento de vaivén a que me obligaban los empujones 
de Matías hacía que nuestros pezones se rozaran.
-Cómete los pezones de tu mamá -le ordenó Matías 
a su novia, y ella no tardó nada en obedecerle. Se los metió en 
la boca como cuando era mi bebé, y chupó con fuerza.
-Así Adriana, así, dele la teta a su hija, aliméntela -nos 
alentó Matías, bombeando más fuerte su pija en mi culo.Desbordada por la excitación, Mariela se puso en cuatro a mi lado y le 
ofreció el culo en pompa a su novio. Matías se retiró de 
mi agujero y se apoyó en el de mi hija. Empujó un poco y ella 
lanzó un alarido de dolor.
-Ayúdeme Adriana, no quiero lastimarla -me pidió Matías 
retirándose. Tenía la cabeza de la verga hinchada.
-¿Qué quieres que haga? -pregunté sorprendida.
-Póngale un poco de saliva.
Me aproximé al culo de Mariela y dejé caer un poco de saliva. 
Luego la distribuí con la lengua. Entonces Matías me empujó 
suavemente la cabeza hacia el trasero de ella y terminé metiendo la lengua 
en el culo de mi hija. Me gustó hacerlo, chupé largo rato y me 
llené la boca de ese sabor semi amargo.
Luego mamé la enorme cabeza que se hundiría en el agujerito de 
mi hija y me dediqué a observar cómo Matías poseía 
a mi hija por atrás. Era excitante ver cómo el fabuloso tronco 
de carne desaparecía entre los globos del trasero.
Gracias a la lubricación la penetración fue menos dolorosa. Matías 
bombeó largo rato y luego se retiró, dejando el culo de mi hija 
abierto como para que entrara allí una pelota de golf. Volvió 
a ensartarme a mí (supongo que mi hoyo quedó con el mismo aspecto) 
y luego otra vez a Mariela.
Entre tanto mi hija me acarició los pezones y yo los de ella. También 
se los chupé, y fue una sensación extraña tener sus tetas 
en la boca. Son más pequeñas que las mías pero muy duras.
Las dos estábamos terriblemente excitadas. Nos miramos a los ojos, nuestros 
labios se fueron acercando y nos dimos un largo beso en la boca.
Matías estuvo montando a una y a otra hasta que con un alarido lanzó 
un chorro de semen sobre nuestras espaldas.
El resto de nuestras vacaciones fue una orgía continuada. Volvimos a 
la ciudad, dejamos de vernos por un tiempo y ahora sólo lo hacemos de 
a tres en ocasiones. Y cada vez lo disfrutamos más.




Historia

7 comentarios - madre,hija,novio de vacaciones

talento08 +1
genial+10
parejabib
gracias por los puntos
AlejandroMillo14
No sé si será cierto o no ( no hay foto de ustedes desnudas ) pero una historia perfecta ! ...Si puede ser, espero fotos de ustedes 2 en privado, o al menos suyas
Blacknaked
Que encerrado quede!!!! Me estoy prendiendo fuego !!!!! Excelente historia,bien redactada y muy hot!!! Felicitaciones!!!!1
helsing1981
tremendo relato, hiper caliente, quiero una novia y una suegra así 😉
belumita
excitante y perfecta historia! gracias por compartirla!