Nada de paraíso idílico, ni hotel fastuoso internacional de cinco estrellas. Con mi flaca cogemos en el bulo que tenemos en la villa cerca de la terminal de Retiro al lado de la Estación de Cargas del tren. Digo esto porque hablamos de sentimientos y en ningún caso de cómo se forma ese entorno donde el erotismo brota. Si hay humedad, ladrillos al descubierto o cables de velador tendidos por la pared importa un bledo, es como se arquea el cuerpo de mi mujer cuando le meto la poronga hasta su tope. Es como ofrece con sus piernas en V para que mi chota entre en su culo mientras separa sus nalgas para dejar bien expuesta la virola para que entre lo más profundo de su orto. O cuando su pelo lacio cae sobre mi vientre cuando me chupa la pija. La villa o el paraíso nos dan igual. La Maravilla esta en cómo me coge mi flaca. Es toda una delicia. Ah, y además se traga mi leche, cosa que me hace muy feliz verle el rostro mientras con tono desafiante se la traga.
4 comentarios - el paraíso perdido