You are now viewing Poringa in Spanish.
Switch to English

Una diosa. Capítulo 32

Una diosa. Capítulo 32

Esta es la historia de Gabriela, una diosa de 25 años que tiene muchas ganas de contarnos su vida repleta de hombres, amigos, engaños y muchas anécdotas sexuales. Esta historia es ficción, eso no quiere decir que algunos hechos no sean reales…


Capítulo 32: Vos sos mío
- ¡Sos una hija de puta!- Me dijo Daiana riéndose cuando le conté a las chicas la noche que tuve con Cristian.- ¿Y es verdad el mito de los colorados?
- Sí es verdad.- Le digo yo tentada de la risa.- Tiene los pelitos ahí abajo de color rojo.
El resto de las chicas estallaron de la risa y no pudimos parar de reírnos del tema hasta que pasó un buen rato. El verano siguió su curso pero no mucho cambió. Yo seguía muy enganchada con Tomás a pesar de que él estaba en la costa haciendo de las suyas. A los pocos días vi como esa morocha con cara de trola que se estaba comiendo en la costa lo agregó al facebook y seguían apareciendo fotos de ellos. El último día de él en la costa, la muy puta se animó a escribirle en el muro diciéndole que le había alegrado las vacaciones y que lo veía en Rosario. Era definitivo: odiaba a esa mina.
Cuando volvió de viaje una de las primeras cosas que hizo fue escribirme y volvieron a la normalidad los mensajes frecuentes que nos mandábamos antes de que se fuera de vacaciones. Pero yo estaba enojada y le respondía de manera tajante. El último fin de semana del mes, Natalia propuso hacer una reunión para celebrar el cumple de Silvia que había sido el 19 de Enero. Nos juntamos en su casa y el reencuentro fue muy raro, ya que me moría de ganas de verlo pero a su vez estaba muy celosa. En un momento que nos quedamos solos me propuso de volverme a dormir a su casa, pero sin saber porque le dije que no podía porque al otro día me tenía que levantar temprano.

Febrero arrancó y de a poco se iba armando la rutina. Mi vieja llegó un día con la noticia de que en la empresa de un amigo de ella estaban buscando una chica que esté estudiando algo relacionado a Cs. Económicas y que pudiera trabajar 4 horas a la tarde, por lo que me animé a ir a la entrevista. Patricio, un hombre de 37 años, me hiso un par de preguntas sobre mi forma de ser y mi manera de actuar frente a ciertas situaciones y después de una media hora de hablar me dijo que cualquier cosa me llamaban. La buena noticia llegó al día siguiente cuando me llamaron casi terminado el día para decirme que la otra semana empezaba a trabajar, cosa que me alegró muchísimo.
El trabajo era bastante sencillo, atender el teléfono, organizar la agenda de Patricio y distintas reuniones, llevar papeles de acá para allá y lo más importante: ser la cara bonita de la empresa. Juan Manuel, un chico de 26 años que hacía un año que trabajaba ahí me ayudó bastante con ese primer mes de tareas, pero era obvio que lo hacía con otras intenciones.
- Si querés un día vamos a tomar algo después del trabajo y te explico bien todo.- Me dijo el segundo jueves mientras me mostraba como podía organizar la agenda.- Aprovechamos y te cuento algunos chismes internos.
- Gracias.- Le dije con una sonrisa.- Pero calculo que en las 4 horas de trabajo vamos a poder.
Definitivamente Juan Manuel no era mi tipo. Era buena onda y le gustaba hablar, pero parecía muy soberbio y tenía aires de grandeza que no me gustaron para nada. Además no era lindo, era alto y flaco y parecía que se cuidaba a pesar de no ser el más atlético del lugar. Pero no me atraía en lo más mínimo.
Por su parte Tomás estaba cada vez más alejado de mi. La chirusita esta que había conocido en el verano era de un pueblo cerca de Rosario, pero estaba estudiando acá y por ende tenía claras intenciones de ganárselo. Le escribía comentarios en el muro, publicaba fotos del verano todo el tiempo y compartía canciones haciendo referencias a lo bien que la habían pasado ella, sus amigos y ellos en la costa. Sabía que había competencia, pero yo no me iba a denigrar hasta el nivel de mearlo para marcar mi territorio. Tenía que hacer algo para demostrarle a Tomás que de verdad quería estar con él.

Marzo llegó y trajo aparejado el comienzo de clases en la facultad. El segundo año pintaba más difícil que el primero y con 4 horas diarias de trabajo iba a tener que esforzarme para que me vaya bien. Le comenté a los chicos la situación que se daba y ellos no dudaron en decirme que me iban a ayudar con lo que necesitara. Cuando terminamos la primer clase salimos y Tomás me separó del grupo para decirme que él estaba ahí para lo que yo necesitara y que no dudara en pedirle ayuda con las cosas de la facu. Le agradecí y volvimos a caminar por los pasillos cuando vi algo que hiso que se me cayera el alma al piso.
La morochita esta venía caminando de frente con una sonrisa en la cara de oreja a oreja. Cuando se cruzó con Tomás se paró en seco y lo saludó con un abrazo. Él le devolvió el abrazo y después me la presentó como “María Pilar, una amiga”.
- Maipi para los amigos.- Me aclaró ella haciéndose la chistosa.
Una ira irracional me brotó de la nada y decidí irme para no terminar matando a la pendeja esa. Empecé a caminar despacio y escuchaba su ricita que me perforaba el oído. Al frente veo a Natalia, Silvina e Ingrid que me miraban con cara rara, sabían que me estaba muriendo por dentro. No podía dejar que la pendeja esa me gane, no podía dejar que la pendeja esa se chamuyara a Tomás en frente mío.
Pegué media vuelta y decidida empecé a caminar hacia donde estaban ellos. Cuando llegué la corrí de en frente de él y con una sonrisa bien fingida le pregunté si se podía ir que tenía que hablar con él de algo importante. Con cara de odio y enojada se termino yendo sin antes darle un beso y un abrazo a Tomás.
- ¿Qué haces?- Me preguntó él. Pero yo no podía seguir una conversación.
- Mirá, yo se que nosotros dos no somos nada. Pero vos a mi me gustás y no sos un simple pibe con el que me gusta coger. Si no querés nada serio conmigo no importa, pero no me copa que me trates como una putita más y mucho menos que te estés chamuyando a pendejitas adelante mío como si nada.
- Gabi… Cualquiera.- Me dijo tratando de calmar la situación.- Yo no te trato como una putita más. Yo te aprecio y me gusta estar con vos porque la pasamos bien. Pero no quiero ponerme en nada serio.
- Bueno. ¿Pero al menos podrías tener la dignidad de no andar publicando por facebook y por todos lados que estás con esta pendeja?- Le pregunté enojada.
- Cualquier Gabi. Yo no publiqué nada, ella es la que me escribe.- Me dijo aclarando las cosas.- Igual yo no te tengo que dar explicaciones de nada. No soy tuyo.- Agregó y se fue dejándome sola con cara de odio en el medio del pasillo.

Me había mandado una cagada, me di cuenta más tarde. Le mandé un mensaje pidiendo disculpas pero él me contestó un simplemente “después lo hablamos”. Sin embargo la última frase de él me quedó rondando en la mente “No soy tuyo”. El problema era que Tomás me gustaba cada día más y más y quería que fuese mío. Mucho más ahora que “Maipi” (Puta) había entrado en el juego.
Así que el miércoles 26 de Marzo fui a la facultad decidida a demostrarle lo mucho que estaba dispuesta a pelear por él. Como era de esperar lo encontré hablando con Emiliano y con Francisco. Entramos al salón y nos fuimos para el fondo dispuestos a escuchar por una hora y media a un profesor que por poco hacía que nos durmiéramos en clase. Me senté en el último asiento y le dije que se viniera a sentar al lado mío. Adelante nuestro estaban Emi, Fran, Silvina e Ingrid. Estábamos casi como escondidos en el fondo.
La clase fue avanzando y entre palabra y palabra cada uno se puso a hacer sus cosas. Él sacó un cuadernillo de otra materia y empezó a leer bien concentrado, tanto que no se dio cuenta que yo me había desabrochado la camisa que tenía puesta ese día y que le estaba mostrando mi cuerpo. “Tomi” le dije casi al oído en un susurro para que nadie más se diera cuenta. Él giró la cabeza y me miró por unos segundos a los ojos y enseguida bajó la mirada totalmente sorprendido.
- ¿Qué haces?- Me dijo entre dientes e intentando cerrarme la camisa.
Pero yo fui mucho más rápida y tomé su mano y la coloqué sobre una de mis tetas. Él se dejó llevar por unos segundos y la sacó enseguida. “No da Gabi” me dijo en un suspiro para que los otros chicos no se dieran vuelta. Pero teníamos casi una hora más y yo estaba muy aburrida. Seguí con mi camisa abierta y era obvio que él no paraba de mirarme de reojo. De a poquito me la iba abriendo más y más. Comencé a tocarme la pancita y la cintura mientras que me movía bien despacio sentada en la silla. Tomás dejó de disimular y me miraba fijo con la boca abierta.
- ¿Querés tocarme?- Le pregunté moviendo los labios sin emitir sonido.
Él miró hacia un lado, después hacia el otro y apoyó su mano sobre mi cuerpo. Yo me tiré un poco hacia atrás y dejé que él me acariciara el abdomen y la cintura. Pero enseguida se emocionó y subió a mis tetas, me corrió el corpiño de lugar y comenzó a tocarme bien fuerte, haciendo presión y eso empezó a gustarme. Sus manos se iban cada vez más de lado a lado, la calentura provocada por el morbo de que me manoseara en clases me estaba volviendo loca…

Entramos al baño a las apuradas y nos metimos en el último cubículo. Él me abrió la camisa como loco mientras yo le bajaba el cierre del pantalón. Tomé su pija que estaba bien dura y comencé a pajearlo lo más rápido que pude. “¿Cómo me vas a decir eso en el medio de una clase?” me dijo él agachándose y encajándome un beso. “¿Cómo me vas a decir que querés mi leche?” agregó haciendo referencia a la pregunta que le había hecho hacía unos segundos.
Seguí pajeandolo cada vez más y más rápido. Mi boquita a centímetros de su cabeza estaba deseosa por lo que se estaba por venir. Esperaba ansiosa con mi lengua afuera. Y la lechita no tardó en llegar. Una enorme cantidad de semen salió disparado directo hacia mi boca y me la llenó por completo. Pero seguía saliendo tanto que empezó a rebalsar y me caía por el cuello directo hasta mi pecho. Tragué lo que pude y seguí recibiendo su leche bien calentita directo en mi boca.
Una vez que terminó lo exprimí hasta sacarle la última gota y me limpié lo que se había desparramado por mi cuerpo con un poco de papel. Me levanté y me abroché la camisa y él se subió el pantalón. Pero antes de que pudiera salir lo empujé contra la pared y apoyé una mano en su pecho y la otra al lado de su cabeza para que no pudiera moverse. Me acerqué hasta su cara y mi nariz quedó a centímetros de la suya. Lo miré fijo y con voz bien firme le dije:
- Viste que al final vos si sos mío.

ANTERIOR

SIGUIENTE

2 comentarios - Una diosa. Capítulo 32

suaveplatense +1
Jajajja q manera de ir al frente
HistoriasDe
La única posible! Gracias por comentar
popehell +1
holaaaaaa Gabi uhh cada relato tuyo del 1 a este me enciendeeen diosaaa aver cuando hacemos una juntas y relatamos experiencias ..fiestita si?
HistoriasDe
Hola Pope, leimos tu relato y nos gustó mucho! Queremos saber más de vos! Gracias por comentar.