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Vanesa y la Pijita II

PARTE II (aquí primera parte)

Esa noche Vanesa seguía caliente. Después de cenar se bañó y se acostó junto a su marido, que estaba entredormido. Pensó en saciar su fuego, pero temió levantar sospechas en Ignacio. En realidad, su vida sexual era muy activa, pero su mente estaba en otra cosa y como su mente pecaba constantemente temía ser descubierta. Intentó dormir, se movía en la cama, pensaba en Cacho y su pajerismo extremo, pensaba en Marcela y lo puta que era, pensaba y se mojaba. Hasta que se durmió. Esa noche se despertó varias veces, cada vez más caliente, cada vez más mojada, pensó en despertar su marido, y volvía a dormirse, perseguida.
Se despertó al otro día, con su marido ya cambiándose para ir a trabajar y llevar a los chicos a la escuela. Lo besó, abrazó, se estremeció y trató de aguantar el gemido. Preparó el desayuno para sus hijos y se comenzó a preparar para ir a dar clases. Cacho ya se estaba preparando para empezar a pintar la reja, cuando Amanda (la chica que la ayudaba en la casa) pasó por la puerta de entrada, la miró, de vuelta, con una cara de pajero tremendo. No tiene cara, pensó Marcerla, Amanda era bajita, apenas tenía forma y un cuerpo descuidado, producto de la lógica de dedicar una vida al trabajo. Pero Cacho le había mirado igual el culo, de una forma por demás pajera. La situación volvió a encender a Marcela, que optó por ponerse ropa un poco más sugestiva, se puso un pantalón ajustado, y una remera que le marcaba las tetas, aunque como iba a dar clases se puso un saco que tapaba un poco el culo y sus pechos.
Saludó a Amanda y salió a buscar su auto, lo saludó a Cacho tocándolo de más. Cuando subió al auto empinó su culo, mirando por debajo de su brazo a ver si la miraba. Pero Cacho nada, concentrado en esa reja como si ahí le fuera la vida. Se subió, lo miró fijo con odio y se fue manejando, pensando en cómo podía ser que no la mirara y a las otras sí. Cuando llegó a la escuela recibió alguna que otra mirada de otros profesores, y se sintió entre bien y un poco puta. Pero se mantuvo pensando en Cacho, dio quizá una de las peores clases de su vida, su cabeza estaba concentrada en como seguía mojada y excitada por un tipo que no le daba bola, ni le gustaba, ni siquiera lo conocía hace unos meses.
Volvió a su casa, comió con sus hijos, vio como Cacho volvió a detenerse en el culo de Amanda, e incluso le pareció que le hizo algún comentario porque ella sonrió. Salió a llevar a sus hijos al contraturno de la escuela. Procuró alguna posición llamativa para Cacho, que seguía en sus labores, concentrado. Volvió y se tiró a mirar TV. Vio como Cacho miraba cuanto culo y tetas pasaban, con una descomunal cara de pajero, sin intentar disimular nada. Se encontró, sin darse cuenta más pendiente de lo que hacía el pintor, que de la TV, casi mirando por la ventana. Al tiempo que su cuerpo ya daba señales inequívocas de la calentura, estaba mojada, muy mojada. Estaba excitada, pensó en ir al baño a pajearse, pero dudaba, no se había pajeado desde el casamiento y lo veía como algo tabú. En realidad, lo creía patético, si tenía una pija, para que tocarse.
El dilema se mantenía mientras su mente y su cuerpo se enredaban en más y más calentura. Decidió ir al baño. Se sentó. Tocó torpemente el costado de su vulva y sintió la bombacha mojada. Apretó sus labios superiores. Se detuvo. Pensó que ya no estaba para eso. Su mano volvió a tocar sus labios superiores. Se apretó los pechos. Escuchó que golpeaban la puerta. Se levantó rápido. Asustada. Con la voz entrecortada pidió algo de tiempo. Se lavó las manos, se arregló. Abrió la puerta a Cacho, que le pedía permiso para pasar al baño. Se quedó excitada. Respirando entrecortado mientras el hombre entraba y salía rápido del baño.
Volvió a entrar al baño luego de que Cachó saliera. Sintió su olor. Se excitó aún más. Pensó en pajearse. Sonó su celular, era su hijo que la llamaba para ir a buscarla. Salió a las apuradas, pero tuvo tiempo para ver que Cacho volvía a ignorarla. En el camino se sintió culpable, si calentura le impidieron pensar en lo que tenía que hacer. El día lo había perdido pensando en cómo calentar a un desconocido. Cuando volvió Cacho estaba saliendo, la saludó amablemente y se fue, sin dar una sola señal de nada.
Siguió maquinando en su cabeza mientras ayudaba a sus hijos con la tarea. Llegó su marido, tarde esta vez, muerto de cansancio. Comieron, se acostaron, ella estaba que hervía, su concha seguía mojada y caliente, pero prefirió no molestar. Por una parte, sabía que su marido estaba agotado y, si bien si se lo pedía iba a rendir como siempre, no quería molestarlo. Pero además, no quería levantar sospechas. No iba a ser raro volver a tener sexo, pero ella rara vez pedía dos veces seguida, y eso podría levantar sospecha. Sospecha que estaban en su mente. En sus deseos de ser vista por Cacho con cara de pajera.
Continuará…

Parte III

3 comentarios - Vanesa y la Pijita II

Simonmer74 +1
Excelente amigo me la tienes dura con tu relato ajajjaja espero la tercera parte.....
HJTompson
Gracias. Espero seguir así