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Vanesa y la Pijita I

PARTE I

Vanesa está cerca de los 40, no llega al metro sesenta y tiene una contextura delgada a pesar de tener un busto y una cadera prominente. El paso del tiempo, y sus dos hijos, no hicieron grandes modificaciones a la belleza que ostentaba a los veintipico. Castaña, aunque su pelo suele ser variable de acuerdo a la moda y a sus estados de ánimo, Vanesa está casada hace más de 10 años con Ignacio, que tenía poco más de 40, que supera el metro ochenta, morocho, tez blanca y de ojos bien negros.
Vanesa tiene lo que se conoce como una familia tipo. Su hijo mayor y su hija están en edad escolar. Su marido, a quien conoció en la universidad, trabaja por su cuenta y ella despunta el vicio profesional dando clases algunas horas a la mañana. Tienen un buen pasar en un barrio acomodado del conurbano. Su casa propia, con un jardín, pileta, quincho. Y un auto cada uno.
La vida sentimental de Vanesa está hace tiempo atada a Ignacio. Así como su vida sexual. Pese a los años juntos, siguen mantenido el fuego entre ambos. Es más, Vanesa suele presumir con sus amigas lo saludable de su vida sexual, en la que nunca pasaban más de dos días sin tener alguna clase de encuentro con su marido. Además, le calienta mucho Ignacio, que se mantiene bien físicamente y tenía una pija muy apetecible, grande, firme y que respondía siempre a sus demandas.
Pero la vida de Vanesa cambió drásticamente el día que decidió realizar algunos cambios en su casa. Estaba cansada del color de las rejas, de las paredes que daban a la calle, y de algunas luces que adornaban el jardín del frente de la casa. Para llevar adelante esas mejoras, Ignacio decidió llamar a Chacho. Cacho era un hombre de unos 50 años, o más, que no superaba el metro setenta, no era ni lindo, ni feo. Sin ser gordo, su cuerpo era más bien fofo, y su tez trigueña. Su trabajo era hacer un poco de todo, pintaba, arreglaba cuestiones de gas, un poco de plomería y electricidad.
Vanesa conoció a Cacho un viernes a la tarde, cuando hablaba con su marido sobre lo que iban a hacer en la casa y los materiales que debían comprar.. El lunes apareció Cacho de vuelta, con sus cosas a trabajar en la casa. Los lunes son un día atareado para Venesa, además de tener clases, vuelve rápido a buscar a los chicos y almuerza con ellos lo que le prepara Amanda (la mujer que la ayuda en su casa), para después llevar a los chicos al resto de la jornada.
Ese lunes, sin embargo, a los chicos los iba a llevar Marcela, que era la madre de un compañero de uno de ellos. Marcela tiene años más, años menos, la edad de Vanesa, un cuerpo un poco menos cuidado, pero le encanta mostrar su culo y sus pechos. Suele vestirse con pantalones ajustados, remeras escotadas, y mostrarse para que la miren; una actitud que a Venesa detesta.
Cuando terminaron de comer, Marcela se acercó a tocar el timbre y Vanesa vio como Cacho la miraba. Hasta el momento, Chacho se había mantenido tímido, respetuoso, como si no le importara otra cosa que trabajar. Pero ahí mostró otra cara, de pajero, pero pajero mal, de esos que no reparan en la calle cuando una mujer los mira y siguen embobados con el culo o sus tetas. Cacho sacó una radiografía de Marcela. Le miró las tetas, sin sacarle la vista de arriba, incluso, pensó Vanesa, debió imaginar como era su corpiño, las areolas y los pezones.
La situación indignó y calentó a Vanesa. Miró a Cacho de manera intimidante, pero esto hizo caso omiso y se mantuvo viendo el culo de Marcela mientras subía al auto, pudo ver su cara de excitación, su boca entreabierta, y sus ojos intentando de completar los datos que le faltaban de la tanga. Vanesa entró a su casa puteando por dentro, maldiciendo como Cacho podía ser tan pajero de mirar así a una visita en su cara, pero también enojada porque a ella no la miraba así. Ella, como cualquier mujer que esta buena, sabía que estaba buena. No le hacía falta que un tipo que pintaba su casa la mire, pero esa situación la había enojado y calentado a la vez.
Se quedó mirando por la ventana, para ver si Cacho miraba a otras minas, mientras pensaba que era lo de ella que no le atraía. Como podía ser que esté así indignada, si a ella esas cosas no le importaban. Porque esta trola de Marcela lograba despertar eso en todos los hombres. JA! Si ella supiera lo puta que ella podía ser, si Cacho se imaginara lo que ella era capaz de lograr. Vanesa notaba que ese pensamiento la estaba calentando, su cuerpo dabas señales inequívocas de que estaba excitada. Fue al baño, terminó de hacer pis y cuando se limpió un espasmo recorrió su cuerpo cuando el papel tocó su clítoris, pensó en masturbarse, hacía años que no lo hacía, casi desde que estaba casada, pero escuchó la puerta. Salió del baño y era su marido, que volvía del trabajo. Nunca volvía a la misma hora, era el jefe, los jefes no tienen esas restricciones.
Ignacio se sentó a ver uno de esos partidos que repiten en la TV, mientras descansaba en el sillón del living. Hasta que se quedó casi dormido. Vanesa pensó en dejarlo descansar, pero seguía entre indignada y caliente, se acercó y empezó a chupar la pija de su marido. Estaba muerta, pero reaccionó rápido, se puso firme, dura, venosa, grande como siempre, lista para darle placer. Ignacio la miró sorprendido, pero era común en ella ese tipo actitudes para sacar al matrimonio de la rutina, así que disfrutó de cómo le chupaba la pija. Mientras tragaba casi los 20 centímetros que poseía Ignacio, Vanesa comenzó a mojarse, estaba muy excitada y su cabeza pensaba en Cacho caliente con Marcela. Su concha estaba empapada, lista para recibir esa pija grande, gruesa, vigorosa, que ya estaba largando su líquido presiminal del gran pete que había recibido.
Vanesa se sacó rápido la ropa y se subió a la pija de su marido. Con sólo un movimiento donde coincidieron el beso y la penetración, Vanesa logró meterse toda la pija en un movimiento, la situación y la calentura previa hicieron que acabara de una, un placer intenso la recorrió desde su vagina hasta la nuca, haciéndola temblar y moverse de manera frenética. Ignacio agarró firme las nalgas de su mujer y comenzó a moverlas de arriba abajo, firme e intenso, lento pero profundo, Vanesa se repuso y entró en rápidamente en ritmo, los dos estaban alcanzando el climax, ella sentía que ya estaba por recibir su segundo orgasmo, cosa que hacía rato no sucedía, cuando se percató que la base de la pija de él estaba latiendo como para lanzar un chorro de esperma dentro de ella. Aguantó apenas un segundo y estalló al mismo tiempo que un chorro de leche caliente la llenaba por dentro. Cayó rendida, pero aún caliente, arriba de su marido. Quedaron así unos segundos, hasta que fue al baño, mientras se limpiaba seguía con su cabeza en lo mismo: como podía ser que esa lo había calentado (a Cacho) y ella no….
Continuará
Parte II

6 comentarios - Vanesa y la Pijita I

danilote +1
Me encantó!
HJTompson
Gracias es la idea
Buen_Sicario +1
arranco muy bien amigo
HJTompson
esperemos mantener el nivel
Simonmer74 +1
Muy bueno espero la segunda parte...
HJTompson +1
en eso estamos.
Pervberto +1
Brillante descripción de uno entre la variedad de orígenes de la calentura.
HJTompson +1
Gracias.
casado41 +1
Muy buen comienzo!
HJTompson +1
gracias, espero poder seguir bien