Mi esposa y yo nos conocimos cuando éramos unos jóvenes universitarios, fui su primer novio hablando formalmente, y nos casamos cuatro años después. En estos quince años de casados tuvimos dos hijos, y como en todos los matrimonios hemos tenido altas y bajas. Durante ese tiempo tuve algunas aventuras con otras mujeres, y cierta vez Mari se enteró de una de ellas, casi nos divorciamos por ello, aunque al final de esa crisis ella me perdonó todo sin resentimiento, me sentí muy arrepentido tratando de compensarla en lo que podía, porque ella siempre dio lo mejor para nuestra familia. Cada vez que tocaba el tema de una fantasía de intercambio o cuando bromeaba que un día me iba a ser infiel con otro hombre, se ponía furiosa y decía que nunca podría hacerlo con nadie más; en otras ocasiones platicábamos con matrimonios amigos sobre temas de sexo, pero Mari siempre se ponía incómoda y prefería cambiar de tema.
Cierto fin de semana nuestros hijos salieron de paseo fuera de la ciudad, y aprovechamos su ausencia para tener en casa una cena con nuestras más queridas amistades, sin niños que pudieran perturbar nuestra tranquilidad. Éramos cuatro parejas de amigos y mi compañero Ernesto que es el clásico solterón, cuya amistad era común de todos los presentes, y quien según las señoras era muy apuesto aunque casi siempre estaba solo. A menudo él me buscaba para platicar o convivir cuando teníamos oportunidad los fines de semana, toda la vida nos hemos llevado como hermanos, y frecuentemente hablaba sobre mi suerte de haberme casado con una mujer tan dedicada a su familia, y que con el debido respeto que me merece, estaba muy guapa.
La reunión comenzó muy amena por la tarde, con vino blanco para las damas, Brandy para los caballeros, ellas hablando sobre niños y la escuela, los cuates sobre política y algo de fútbol como siempre. La cena estuvo de lo mejor, la cual terminamos con un delicioso postre que nos obsequiaron uno de los invitados. Ya entrada la noche dos de las parejas que nos acompañaban se despidieron, unos iban a viajar al siguiente día, y los otros tenían un bautizo por la mañana, por ello no querían desvelarse mucho, así que nos dejaron platicando a los demás, quedándose solamente una pareja de amigos y el invitado solitario. Ellos que eran una pareja liberal ya nos tenían muertos de risa con sus ocurrencias, y hasta un poco nerviosos, pues son muy bromistas y empezaron a decirnos “¿bueno y a qué hora nos encueramos?”, por supuesto mi amigo Ernesto el solterón estaba más que puesto, y siguiéndoles la broma les dijo a las señoras que empezaran un striptease, pero poco después sonó el teléfono de nuestros amigos casados, para avisarles que su bebé estaba inquieto y lloraba mucho, pues lo habían llevado a vacunar por la mañana y la fiebre no le bajaba, así que también tuvieron que despedirse por la emergencia que se les presentó, quedándonos solamente en la estancia mi amigo Ernesto y yo, pues Mari también se había levantado para recoger los trastes y lavar la loza como es su costumbre, siempre que hay una fiesta no se acuesta si no deja todo limpio.
Ernesto y yo seguimos jugando con la baraja española, bebiendo otra ronda de cubas. Para no perder el hilo de la convivencia me fui a la cocina por un poco de hielo, y me percaté que en el refrigerador habían dos botellas de vino tinto que tanto le gusta a Mari, el cual siempre que lo toma en exceso la pone muy alegre (y hasta la desinhibe un poco), así que tomé una para que se uniera a nuestra sobremesa. Mi esposa después de terminar su quehacer se sentó nuevamente con nosotros para integrarse a nuestra plática de ese momento, Ernesto le comentó que se veía muy cansada, y ella contestó que mejor se iba a cambiar para irse a dormir; finalmente regresó una hora después con nosotros, impregnada de un aroma muy rico después del baño, lista para despedirse e irse a descansar, y aunque sabía que se marcharía de un momento a otro, le tenía servida una copa grande de vino que tanto le gusta. Ella se bebió rápidamente la copa quizás para apresurar su despedida e irse a la cama, nos dijo que se sentía más relajada de la presión de haber atendido a tantos amigos, y preguntó qué estábamos haciendo, si no nos interrumpía con su presencia. Le contestamos que para nada era inoportuna, la invitamos a que estuviera un rato más acompañándonos hasta que se fuera nuestro invitado, y le serví otra copa de vino.
Mi amigo en tono de broma le dijo a Mari que estábamos jugando strippoker con la baraja, ella soltó una sonora risa que le duró un buen momento, seguramente se imaginó una situación muy pícara entre mi amigo y yo, pero más bien creo que el vino ya comenzaba a ejercer sus efectos sobre ella. Ernesto continuó con la broma y empezó a repartir las cartas para los tres, y pues le seguimos la corriente, Mari levantó sus cartas y vio que había ganado la partida, se rio bastante al darse cuenta que a Ernesto le tocó la peor suerte, pero él tomándose en serio el juego pagó esa primer partida con sus zapatos. Ya entrados en la siguiente ronda me tocó repartir las cartas, y nuevamente perdió mi amigo, quien pagó esta vez con sus calcetines; en la tercera ronda Mari repartió las cartas y perdí yo, con lo cual también pagué con mis zapatos. Para no hacer más largo este relato, después de algunas rondas más mi amigo y yo nos quedamos solamente en pantalones, y sorprendentemente mi esposa no había perdido una sola partida, por supuesto ella estaba muerta de risa, así que de castigo le impusimos que se tomara otra copa de vino para que pudiera continuar jugando; seguimos con el juego dispuestos a terminar de un momento a otro la velada. Sorpresivamente en la siguiente ronda le tocó perder por primera vez a Mari, y le quedó fácil pues solamente se quitó las pantuflas que puso sobre la mesa. Continuamos con otra ronda en la cual Ernesto repartió las cartas, ¡y vaya sorpresa que nos llevamos todos esta vez!, pues inesperadamente perdió de nuevo mi esposa.
Mari esta vez se vio avergonzada por su mala suerte, se quedó un poco pensativa, seguramente dudó seguir con el juego en el que se había enredado, pero después de pensarlo un rato y con el reto de los otros dos jugadores vengativos, al fin decidió levantarse de su lugar para quitarse la bata lentamente y dejarla sobre la mesa, junto con la ropa que mi amigo y yo habíamos puesto ahí como pago de nuestros castigos. Lo más impresionante de ese momento, fue que Mari nos dejó ver un sensual camisón blanco que ocasionalmente usa, mismo que es muy provocativo pues delineaba muy bien su silueta, y además dejaba entrever claramente la forma de sus senos, pues no traía sostén. Estoy seguro que ella de haber sabido del juego, hubiera decidido usar otra prenda esa noche, pero ya era demasiado tarde.
Mi esposa se puso un poco nerviosa al quedarse así frente a nuestro invitado, yo sentí una ligera erección en mi miembro pues me excitaba contemplar a mi mujer tan provocativa frente a otro hombre, y para sobrellevar un poco esa bochornosa situación, tomé mi vaso de cuba y bebí la mitad de un trago. A Ernesto por supuesto le costó trabajo disimular su mirada, y aunque me sentí un poco arrepentido por ello, pensé que simplemente se trataba de un juego entre amigos, además el morbo del momento me incitó a continuar jugando para saber quién sería el último en detenerse, estaba claro que si mi esposa perdía por tercera vez consecutiva, definitivamente iba a negarse a cumplir su castigo, concluyendo con ello el juego, así que tomé una vez más la baraja para repartir otra mano, y que le toca perder de nuevo a Ernesto.
Ingenuamente no entendimos por qué estaba avergonzado esta vez, en ese momento no le encontré inconveniente en que se quitara los pantalones para quedar en ropa interior, saldando con ello su última deuda de juego. Él se negó a continuar para cumplir su castigo. Mi esposa y yo lo retamos abucheándolo y diciéndole que no sabía perder porque era un maricón, parecía una señorita con ese pudor al no querer pagar su penitencia. Y bueno, impulsado por nuestro desafío, tomó su vaso bebiéndose la cuba de un jalón para darse ánimos, se levantó para comenzar a desabrochar su pantalón… ¡y qué impresión nos dimos mi mujer y yo!, pues por fin nos dimos cuenta que no traía puesta ropa interior. Supongo que la sensual vista de mi esposa lo había excitado mucho, pues cuando bajó su pantalón, su pene erecto salto de inmediato como resorte. Él permaneció de pie sin importarle seguir así, total que ya lo habíamos visto desnudo, mi esposa permaneció sentada viendo su miembro con ojos de incredulidad, pues nunca había visto un pene sin circuncisión: su enorme prepucio lo cubría casi todo, parecía que tuviera puesto un condón de piel. Mari inquieta volteó a verme preguntándome con la mirada “¿y ahora qué hacemos?”, pero yo para provocarla más le dije a Ernesto “enséñale como se pela”, él sin recato y de forma obediente comenzó a deslizar con su mano el prepucio hasta dejar descubierta la cabeza de su miembro. Mi esposa no daba crédito del momento y noté que comenzó a excitarse también por lo que veía, aunque trataba de ocultarlo, volteó nuevamente para preguntarme esta vez con su voz “¿qué diablos sucede?”, y yo le respondí “no te preocupes cariño, de todas formas te debo una ¿te acuerdas?”.
Ernesto sin entender lo que dije a mi esposa me miró un poco extrañado, yo le guiñé un ojo aprobando la situación. Mi esposa comprendió al instante cuando le dije “Te debo una ¿te acuerdas?”, situación que combinada a su ligera embriaguez, la impulsó a tener una aventura junto a mí. Ella al principio se mostró indignada y hasta sorprendida por la sugerencia que le hice, se quedó callada y pensativa reflexionando sobre si acceder o negarse al hecho, retirarse o quedarse, pero no sé bien que pensamiento tuvo que la empujó finalmente a permitirse a vivir un loco episodio con nosotros, le costó trabajo dejarse llevar ante la inesperada posición en que se encontraba, el rubor en su rostro delató su evidente fogosidad, miró a Ernesto de pies a cabeza y por fin se atrevió a tocarlo comenzando por acariciar un poco su vientre, después deslizó su mano lentamente hacia abajo, aunque en ese momento se detuvo ante la duda de poder continuar, pero prosiguió hasta tocar tímidamente la piel de sus genitales, siguió así acariciándolo hasta que finalmente se aventuró a apretar con su mano el miembro de Ernesto, y ella exclamó “la tiene bien dura”.
Él no podía creer lo que sucedía, el ímpetu de su deseo le impidió negarse a las caricias tan provocativas que le daba mi mujer, quien hábilmente comenzó a masturbarlo deslizando el prepucio de su pene de adelante hacia atrás, cubriendo y descubriendo una y otra vez la cabeza de su miembro. Yo me estremecí y sentí mil sensaciones más al ver a mi esposa jugando de esa forma, nunca pensé que me excitara tanto verla haciendo esto con otro hombre, me sentía muy caliente y mejor me coloqué debajo de la mesa, ansiaba como desesperado lamer el sexo de mi mujer; cuando deslicé mis dedos entre sus piernas pude confirmar que estaba más mojada de lo que pensé. Intenté quitar su ropa interior para dejarla más cómoda, y ella enseguida me facilitó la maniobra levantándose un poco de su lugar para que pudiera quitarle sus bragas, cuando logré retirarlas ella enseguida separó las piernas para que pudiera lamer su sexo, me enloquecía lo empapada que estaba, Mari comenzó a balancearse siguiendo el ritmo que le daba mi lengua, gemía eventualmente por el gozo que le daba, pero espontáneamente escuché un gemido enmudecido, imaginé perversamente a qué se debía ese cambio (¡casi me olvido de mi amigo!), y motivado por un morboso pensamiento me asomé para ver qué sucedía.
Por más imaginé que sucedía entre ellos, fue impresionante cuando vi a mi esposa cómo chupaba y mamaba el pene de Ernesto, usando de vez en cuando su lengua para masajearlo, recorriendo así la superficie de su miembro, dándole el mayor placer a mi amigo, quien sujetaba con ansia el cabello de Mari; yo apenas podía creer lo que veían mis ojos, mi recelo se desvanecía ante la excitación prohibida de lo veía, creo que por un instante se habían olvidado de mi presencia por el intenso momento que vivían los dos, me quedé un rato más observando impávido cómo se gozaban, me encendió mucho observar como chupaba y lamía mi esposa el pene de otro hombre. Decidí salirme debajo de la mesa para darle un giro distinto al momento (todavía tenía cierto control de la situación), me puse detrás de mi mujer para sujetarla del hombro y le pedí que se pusiera de pie, cuando hizo esto, dejé caer su camisón para que quedara completamente desnuda ante la mirada de mi amigo, quien de inmediato quedó impactado por su belleza, pudo apreciar sus hermosos senos, en cuyo centro se hallaban dos redondos y rosados pezones, su bien torneado vientre se situaba al centro de su esplendor, su velludo pubis coronaba sus blancas piernas, completando así un precioso cuadro.
A nuestro invitado se le salían los ojos de verla, yo la sostenía por detrás acariciando sus caderas y senos. Ernesto se acercó y ella lo jaló para darle un apasionado beso, continuaron así y comenzaron a bajar poco a poco sobre la alfombra, él tuvo que hincarse para seguir besándola. Mari se recostó, su respiración se aceleraba, y abrió sus piernas, dejando completamente al descubierto su sexo, mi amigo y yo nos quedamos pasmados ante el panorama que ofrecía mi mujer, ella tenía clavada su mirada lasciva en el rostro de Ernesto, y comenzó a tocarse hasta que introdujo uno de sus dedos en su vagina, Ernesto al ver esto no perdió la oportunidad que le dieron, se acercó y con una de sus manos acarició la entrepierna de mi mujer en ambos lados, continuó así con un suave manoseo acercándose a lo más íntimo de su cuerpo, sus dedos comenzaron a tocar los vellos púbicos hasta que finalmente tuvieron la osadía de encontrarse con los húmedos pliegues del sexo de mi esposa para comenzar a masturbarla. Mari con los ojos cerrados jadeaba calladamente, el deleite que sentía le hizo mecer suavemente su cadera para seguir el ritmo que le daban los dedos de mi amigo, como si estuviera copulando con ellos. Yo seguía de mirón observando cómo gozaba mi mujer, y se me ocurrió acercarme a ella para susurrarle al oído “disfruta mi amor que esta es tu noche, no te cohíbas en nada”. Creo que mis palabras la encendieron aún más, pues no tardó mucho en incorporarse y ponerse de rodillas, se inclinó hacia adelante apoyándose sobre sus manos, para dejar nuevamente al descubierto su sexo aunque esta vez por detrás. Ella estaba consumida por un frenético delirio, volteó su cara hacia Ernesto y le hizo un guiño con la mirada invitándolo a poseerla.
Él comprendió de inmediato el mensaje que le dieron, sin perder más tiempo se puso detrás de ella, y no titubeó para colocar su pene sobre el surco en medio de las nalgas de mi mujer, alcancé a ver como la lubricación de Mari brillaba con la luz de la estancia, y ella comenzó a frotarse con sus dedos por lo caliente que estaba de sentir cómo palpitaba el miembro de Ernesto encima de ella, él aprovechando la oportunidad que le daba mi esposa, no tardó mucho en ir más allá, pues empezó a restregar la cabeza de su miembro contra los pliegues mojados del coño de mi esposa, esto enardeció más a ella, y llegó al punto de no contener más tanta lujuria, giró su rostro hacia mí y sin quitarme la mirada suplicó a mi amigo “¡métemela que no aguanto más!”, el pene de Ernesto repentinamente comenzó a abrirse paso hasta lo más profundo de mi esposa, ella respondió con un sollozo apasionado. De allí nuestro invitado comenzó a moverse apoyando sus manos en las nalgas de mi esposa, para dar mejor fuerza y ritmo a su movimiento, en ocasiones sacaba todo su miembro para introducirlo súbitamente de nuevo hasta el interior de Mari, cada vez que él hacía esto, mi mujer gemía más fuerte y decía “¡así toda, qué rico!”. Yo estaba impávido con los ojos totalmente desorbitados ante la escena que tenía enfrente, escuchaba cómo el vientre de Ernesto golpeaba los glúteos de mi esposa ante cada embestida que le daba. Mari enloquecida de placer volteó nuevamente a verme con su mirada poseída y me preguntó “¿cómo lo hago cariño, te gusta verme coger así?, ¡mmm estoy tan caliente, no sabes que buen palo me están dando!”; esas fueron las palabras más obscenas que jamás me había dicho.
Llegué a sentirme celoso y con algunas dudas, ¿qué pasaría con nuestro matrimonio después de esto?, me arrepentí de cierta forma cuando vi como gozaba mi mujer con otro hombre frente a mí, me reproché el haber permitido este hecho consumado, y sobre todo, saber que ella accedió a entregarse esa noche por su ardiente deseo, aunque también para ser justos, recordé que yo mismo le fui infiel en innumerables ocasiones, traicionando por completo su confianza, y sin embargo ella me perdonó todo sin rencores. Así que mejor dejé de lado mis dudas y recelos, para dejarme llevar de nuevo por el inusitado acontecimiento que estábamos viviendo los tres. La vista era tremenda, habían cambiado de posición y ahora Ernesto estaba encima de ella balanceándose sobre sus brazos, los dos jadeaban de placer sin cansancio. Yo seguí solamente como un testigo cómplice de lo que sucedía, pero claro está que también estaba muy caliente, me desnudé para masturbarme, tratando de aliviar un poco la tensión que sentía, pero esto no sirvió de nada, pues solamente pensaba en poseer a mi esposa como lo hacía mi amigo, así que solo tuve por consuelo acercarme a la mesa para tomar un trago.
Ellos continuaron gozándose al máximo, al cabo de un momento más él dijo “me voy a venir”, a lo cual mi mujer contestó “vente sobre mí”, aumentaron los jadeos y él eyaculó sobre el pubis de mi esposa. Un instante después, Mari se incorporó y tomó unas servilletas que estaban sobre la mesa, para limpiarse el semen que habían derramado sobre ella, al terminar me buscó con la mirada y me llamó con sus brazos; Ernesto se había levantado para irse al baño, así que me arrodillé para acercarme a ella, nos abrazamos de inmediato. Por su agitada respiración me di cuenta que ella no había podido alcanzar el orgasmo con mi amigo, lo cual me hizo sentir un tanto superior a él, yo estaba a más de cien también, así que me acomodé para abrir sus piernas nuevamente y comencé a penetrarla, sentí como hervía su interior, Mari tuvo dos orgasmos casi consecutivos, los cuales noté por las contracciones que me dieron sus músculos vaginales; momentos después yo tampoco pude contenerme más y solté chorros de semen. Cuando terminé ella me abrazó susurrando a mi oído “gracias”.
Volteé hacia un rincón y vi a Ernesto que nos miraba muy atento cómo hacíamos el amor mi esposa y yo, por un pequeño instante me había olvidado de él. Mari se levantó para tomar otras servilletas de la mesa, y se fue corriendo al baño ya que le escurría semen por los muslos. Mi amigo aprovechó ese momento para hablar conmigo, me dijo que esperaba que lo ocurrido no fuera a afectar nuestra amistad, se sentía muy mal por haberse dejado llevar por la calentura del momento, y entendería perfectamente si sería la última vez que nos veía. Le dije que no se preocupara, porque había sido un acuerdo entre mi esposa y yo de última hora, los dos permitimos que pasara lo sucedido, y además esta era la noche de mi mujer. Mari regresó con la bata puesta y aproveché también para ir al baño; cuando regresé me fui a la cocina para traer otra botella de vino que teníamos en el refrigerador, el cual seguro nos ayudaría a recuperar la embriaguez que poco a poco nos abandonaba, serví tres copas y brindamos. ¡Qué bien nos cayó el trago! pues todos teníamos la garganta seca, por supuesto el vino no tardó mucho en suavizar de nuevo nuestro ánimo. Retomando la plática, Ernesto comentó que había tenido sexo con muchas mujeres, pero esta experiencia había sido totalmente nueva para él, me dijo que yo era muy afortunado al tener una esposa tan hermosa, y ella agradeció el cumplido.
Por supuesto Mari nunca había estado con dos hombres a la vez, y antes de perder el ambiente tan cachondo en el que estábamos todos, le pedimos a Mari si nos dejaba verla nuevamente desnuda; ella accedió a nuestra petición, aunque esta vez lo haría de una forma especial para dejarnos estupefactos, estuvimos de acuerdo los dos, pendientes de saber en qué consistía su peculiar sorpresa. Ella se levantó y se dirigió hacia el reproductor de música que tenemos en la estancia, seleccionó la canción que más le gustó, y rápidamente se colocó delante de nosotros para comenzar a bailar muy rico al ritmo de la melodía, lo hacía de frente o de espaldas, en ocasiones sacaba de la bata alguna de sus piernas, pero siempre cuidando de no dejarnos ver nada más, pasaba de vez en cuando alguno de sus pies frente a nuestras caras absortas, y cuando algo más de su cuerpo iba a dejarse ver, se cubría e inmediatamente daba vuelta, nunca antes imaginé a mi esposa haciendo tal alarde de sensualidad, y menos frente a dos hombres; pude observar de reojo que el miembro de mi amigo comenzó a tomar vida nuevamente, pero él de forma disimulada trató de ocultarlo. En cierta parte de la melodía en que mi esposa se hallaba frente a nosotros, de forma inesperada dejó caer su bata, quedando así completamente desnuda, su pubis quedó a la altura de nuestras cabezas, a mi amigo le costó dirigir su mirada hacia otro lado, Mari se dio media vuelta y continuó con el movimiento de sus caderas, sus nalgas se mecían al ritmo de la música, fue cuando yo también comencé a sentir una impetuosa erección, me percaté que Mari estaba excitada al igual que nosotros (tenía a dos hombres completamente rendidos a sus pies), comenzó a agacharse poco a poco hasta el piso, cuando estuvo hincada se inclinó hacia adelante y separó sus piernas para darnos una buena vista de su sexo, el cual notamos que estaba nuevamente húmedo, ese fue el momento en que se terminó la canción.
Cuando se levantó, nos dijo que no sabía si podía atreverse a relatarnos una fantasía que tenía de tiempo atrás, de la cual ni yo mismo estaba enterado, pero dispuestos a todo insistimos en que nos la contara, al fin y al cabo esa era su noche. Nos sorprendió la revelación de mi esposa, cuando confesó que una de sus fantasías era tener sexo con dos hombres a la vez, Ernesto y yo nos miramos asombrados, pero asentimos con la mirada para cumplir el deseo de mi esposa, y de inmediato brincamos al lado de ella; Mari se hincó y sin perder más tiempo, aprisionó con sus manos los dos miembros que tenía frente a ella, que para ese momento estaban más que listos para la erótica faena.
Comenzó a masturbarnos al mismo tiempo, repartiendo su mirada entre los dos de pies a cabeza, sin duda estaba disfrutando cada instante por volver realidad lo que hasta ese momento tenía oculto en su imaginación. Acercó su cara hacia mi pene para empezar a besarlo y lengüetearlo poco a poco, se volteó e hizo lo mismo con mi amigo, recorriendo toda la longitud de cada miembro hasta la punta, continuó así hasta que se atrevió a succionar alternadamente los dos miembros que tenía para ella sola, turnándose como le daba gana; llegó un momento en que los juntó para lamerlos al mismo tiempo, tuve una extraña y placentera sensación cuando ella nos frotaba y lamía, pero lo intenso y delicioso de ese trance me hizo olvidar cualquier prejuicio que me hubiera cruzado por la mente, solo me interesaba dejarme llevar por el deleite que nos estaba dando mi esposa.
Estábamos a más de mil cuando ella no aguantó más y le pidió a Ernesto “hazme gozar otra vez”, él sin pensarlo dos veces se recostó sobre la alfombra para que ella lo montara, Mari se colocó encima de él sujetando con una de sus manos el pene de mi amigo, para poder guiarlo así hasta la mojada entrada de su coño, ella gimió de nuevo y comenzó alocadamente a moverse tan rápido como podía, “¡así, no pares!” le dijo Ernesto, yo permanecí de pie mirándolos hasta que Mari me jaló para acercarme a su cabeza y darme así una inolvidable felación, al mismo tiempo que era penetrada por mi amigo. Esta vez mi esposa no tardó mucho en llegar al orgasmo, pues jadeaba y gritaba “cógeme más fuerte”, mi amigo sujetaba con ansía sus senos, y hasta aprovechó la ocasión para lamerlos y chuparlos con su boca, ella continuó así hasta que repentinamente comenzó a contraerse su cuerpo, contuvo su respiración y emitió un intenso gemido. Yo tampoco tardé mucho en contenerme más, e instantes después sentí como derramaba otra explosión de semen sobre ella, Ernesto duró un poco más que nosotros, pero de igual forma se vino dentro de mi esposa, afortunadamente ella usa anticonceptivos, así que nos ahorró cualquier apuro a todos los presentes. Ya un poco repuestos, nos acercamos Ernesto y yo a la mesa de centro para tomar las copas que poco antes bebíamos, Mari salió corriendo nuevamente al baño, y él aprovechó para decirme “qué tremenda mujer tienes, nunca había visto una así”. Mi esposa regresó poco después con una sonrisa coqueta para los dos.
Me di cuenta por qué cuando tuve aventuras con otras mujeres, siempre me quedé de cierta forma insatisfecho, pues nadie se entregaba igual que mi esposa, y por supuesto, pude valorar más nuestra relación cuando casi nos divorciamos por mi infidelidad, sin embargo esa noche también aprecié que ella podía abrirse a vivir nuevas experiencias, incluso sin mí, si así lo decidía. Aquella noche tuvimos una extraordinaria experiencia, tres amigos que sin celos ni recriminaciones alcanzaron el éxtasis. Ernesto dijo “bueno, lo caliente no quita lo decente”, levantó su copa y brindamos juntos. Le pregunté a mi amigo si quería comer algo, pues aún quedaba una buena parte de la cena, pero él desistió, era suficiente tanto vino y tantas emociones en una sola noche, se fue al baño para vestirse, salió y enseguida se despidió de nosotros, dándole un beso en la mejilla a mi esposa, lo acompañé hasta la puerta y me dio un gran abrazo. Se fue cuando eran las 3:00 de la madrugada. Mari y yo nos fuimos por fin a dormir, para despertar casi hasta medio día, la experiencia nos había dejado exhaustos. Nuestros hijos llegaron a casa por la tarde, acompañados por sus abuelos que los trajeron de regreso desde Guadalajara.
Pasaron algunos meses antes que volviera a ver a Ernesto, nos reunimos en su departamento en compañía de otros amigos, comimos riquísimo viendo el fútbol y platicando como si nada hubiera pasado tiempo atrás, ninguno de los dos dijo algo respecto a nuestra inusitada experiencia, el final de esta experiencia quedó sellado con un silencio de complicidad entre nosotros. En otra ocasión, Ernesto volvió a visitarnos en compañía de otros amigos, pero de igual forma, el silencio del recuerdo de aquella noche, nos hizo sentir como si todo hubiese sido un sueño erótico que compartimos los tres, o quizás una fantasía. Con Mari mi esposa, la rutina de nuestra vida cotidiana siguió igual, aunque en el terreno sexual cambió absolutamente nuestro ánimo, la experiencia que tuvimos juntos aquella noche, avivó la llama de la pasión que estaba casi apagada entre nosotros, ahora nos entendemos de mejor forma en la cama, ella ya no se avergüenza por pedirme lo que le gusta, o incluso se anima a probar con nuevas experiencias, se acabaron los celos y los engaños entre nosotros, ahora soy hombre de una sola mujer.
Cierto fin de semana nuestros hijos salieron de paseo fuera de la ciudad, y aprovechamos su ausencia para tener en casa una cena con nuestras más queridas amistades, sin niños que pudieran perturbar nuestra tranquilidad. Éramos cuatro parejas de amigos y mi compañero Ernesto que es el clásico solterón, cuya amistad era común de todos los presentes, y quien según las señoras era muy apuesto aunque casi siempre estaba solo. A menudo él me buscaba para platicar o convivir cuando teníamos oportunidad los fines de semana, toda la vida nos hemos llevado como hermanos, y frecuentemente hablaba sobre mi suerte de haberme casado con una mujer tan dedicada a su familia, y que con el debido respeto que me merece, estaba muy guapa.
La reunión comenzó muy amena por la tarde, con vino blanco para las damas, Brandy para los caballeros, ellas hablando sobre niños y la escuela, los cuates sobre política y algo de fútbol como siempre. La cena estuvo de lo mejor, la cual terminamos con un delicioso postre que nos obsequiaron uno de los invitados. Ya entrada la noche dos de las parejas que nos acompañaban se despidieron, unos iban a viajar al siguiente día, y los otros tenían un bautizo por la mañana, por ello no querían desvelarse mucho, así que nos dejaron platicando a los demás, quedándose solamente una pareja de amigos y el invitado solitario. Ellos que eran una pareja liberal ya nos tenían muertos de risa con sus ocurrencias, y hasta un poco nerviosos, pues son muy bromistas y empezaron a decirnos “¿bueno y a qué hora nos encueramos?”, por supuesto mi amigo Ernesto el solterón estaba más que puesto, y siguiéndoles la broma les dijo a las señoras que empezaran un striptease, pero poco después sonó el teléfono de nuestros amigos casados, para avisarles que su bebé estaba inquieto y lloraba mucho, pues lo habían llevado a vacunar por la mañana y la fiebre no le bajaba, así que también tuvieron que despedirse por la emergencia que se les presentó, quedándonos solamente en la estancia mi amigo Ernesto y yo, pues Mari también se había levantado para recoger los trastes y lavar la loza como es su costumbre, siempre que hay una fiesta no se acuesta si no deja todo limpio.
Ernesto y yo seguimos jugando con la baraja española, bebiendo otra ronda de cubas. Para no perder el hilo de la convivencia me fui a la cocina por un poco de hielo, y me percaté que en el refrigerador habían dos botellas de vino tinto que tanto le gusta a Mari, el cual siempre que lo toma en exceso la pone muy alegre (y hasta la desinhibe un poco), así que tomé una para que se uniera a nuestra sobremesa. Mi esposa después de terminar su quehacer se sentó nuevamente con nosotros para integrarse a nuestra plática de ese momento, Ernesto le comentó que se veía muy cansada, y ella contestó que mejor se iba a cambiar para irse a dormir; finalmente regresó una hora después con nosotros, impregnada de un aroma muy rico después del baño, lista para despedirse e irse a descansar, y aunque sabía que se marcharía de un momento a otro, le tenía servida una copa grande de vino que tanto le gusta. Ella se bebió rápidamente la copa quizás para apresurar su despedida e irse a la cama, nos dijo que se sentía más relajada de la presión de haber atendido a tantos amigos, y preguntó qué estábamos haciendo, si no nos interrumpía con su presencia. Le contestamos que para nada era inoportuna, la invitamos a que estuviera un rato más acompañándonos hasta que se fuera nuestro invitado, y le serví otra copa de vino.
Mi amigo en tono de broma le dijo a Mari que estábamos jugando strippoker con la baraja, ella soltó una sonora risa que le duró un buen momento, seguramente se imaginó una situación muy pícara entre mi amigo y yo, pero más bien creo que el vino ya comenzaba a ejercer sus efectos sobre ella. Ernesto continuó con la broma y empezó a repartir las cartas para los tres, y pues le seguimos la corriente, Mari levantó sus cartas y vio que había ganado la partida, se rio bastante al darse cuenta que a Ernesto le tocó la peor suerte, pero él tomándose en serio el juego pagó esa primer partida con sus zapatos. Ya entrados en la siguiente ronda me tocó repartir las cartas, y nuevamente perdió mi amigo, quien pagó esta vez con sus calcetines; en la tercera ronda Mari repartió las cartas y perdí yo, con lo cual también pagué con mis zapatos. Para no hacer más largo este relato, después de algunas rondas más mi amigo y yo nos quedamos solamente en pantalones, y sorprendentemente mi esposa no había perdido una sola partida, por supuesto ella estaba muerta de risa, así que de castigo le impusimos que se tomara otra copa de vino para que pudiera continuar jugando; seguimos con el juego dispuestos a terminar de un momento a otro la velada. Sorpresivamente en la siguiente ronda le tocó perder por primera vez a Mari, y le quedó fácil pues solamente se quitó las pantuflas que puso sobre la mesa. Continuamos con otra ronda en la cual Ernesto repartió las cartas, ¡y vaya sorpresa que nos llevamos todos esta vez!, pues inesperadamente perdió de nuevo mi esposa.
Mari esta vez se vio avergonzada por su mala suerte, se quedó un poco pensativa, seguramente dudó seguir con el juego en el que se había enredado, pero después de pensarlo un rato y con el reto de los otros dos jugadores vengativos, al fin decidió levantarse de su lugar para quitarse la bata lentamente y dejarla sobre la mesa, junto con la ropa que mi amigo y yo habíamos puesto ahí como pago de nuestros castigos. Lo más impresionante de ese momento, fue que Mari nos dejó ver un sensual camisón blanco que ocasionalmente usa, mismo que es muy provocativo pues delineaba muy bien su silueta, y además dejaba entrever claramente la forma de sus senos, pues no traía sostén. Estoy seguro que ella de haber sabido del juego, hubiera decidido usar otra prenda esa noche, pero ya era demasiado tarde.
Mi esposa se puso un poco nerviosa al quedarse así frente a nuestro invitado, yo sentí una ligera erección en mi miembro pues me excitaba contemplar a mi mujer tan provocativa frente a otro hombre, y para sobrellevar un poco esa bochornosa situación, tomé mi vaso de cuba y bebí la mitad de un trago. A Ernesto por supuesto le costó trabajo disimular su mirada, y aunque me sentí un poco arrepentido por ello, pensé que simplemente se trataba de un juego entre amigos, además el morbo del momento me incitó a continuar jugando para saber quién sería el último en detenerse, estaba claro que si mi esposa perdía por tercera vez consecutiva, definitivamente iba a negarse a cumplir su castigo, concluyendo con ello el juego, así que tomé una vez más la baraja para repartir otra mano, y que le toca perder de nuevo a Ernesto.
Ingenuamente no entendimos por qué estaba avergonzado esta vez, en ese momento no le encontré inconveniente en que se quitara los pantalones para quedar en ropa interior, saldando con ello su última deuda de juego. Él se negó a continuar para cumplir su castigo. Mi esposa y yo lo retamos abucheándolo y diciéndole que no sabía perder porque era un maricón, parecía una señorita con ese pudor al no querer pagar su penitencia. Y bueno, impulsado por nuestro desafío, tomó su vaso bebiéndose la cuba de un jalón para darse ánimos, se levantó para comenzar a desabrochar su pantalón… ¡y qué impresión nos dimos mi mujer y yo!, pues por fin nos dimos cuenta que no traía puesta ropa interior. Supongo que la sensual vista de mi esposa lo había excitado mucho, pues cuando bajó su pantalón, su pene erecto salto de inmediato como resorte. Él permaneció de pie sin importarle seguir así, total que ya lo habíamos visto desnudo, mi esposa permaneció sentada viendo su miembro con ojos de incredulidad, pues nunca había visto un pene sin circuncisión: su enorme prepucio lo cubría casi todo, parecía que tuviera puesto un condón de piel. Mari inquieta volteó a verme preguntándome con la mirada “¿y ahora qué hacemos?”, pero yo para provocarla más le dije a Ernesto “enséñale como se pela”, él sin recato y de forma obediente comenzó a deslizar con su mano el prepucio hasta dejar descubierta la cabeza de su miembro. Mi esposa no daba crédito del momento y noté que comenzó a excitarse también por lo que veía, aunque trataba de ocultarlo, volteó nuevamente para preguntarme esta vez con su voz “¿qué diablos sucede?”, y yo le respondí “no te preocupes cariño, de todas formas te debo una ¿te acuerdas?”.
Ernesto sin entender lo que dije a mi esposa me miró un poco extrañado, yo le guiñé un ojo aprobando la situación. Mi esposa comprendió al instante cuando le dije “Te debo una ¿te acuerdas?”, situación que combinada a su ligera embriaguez, la impulsó a tener una aventura junto a mí. Ella al principio se mostró indignada y hasta sorprendida por la sugerencia que le hice, se quedó callada y pensativa reflexionando sobre si acceder o negarse al hecho, retirarse o quedarse, pero no sé bien que pensamiento tuvo que la empujó finalmente a permitirse a vivir un loco episodio con nosotros, le costó trabajo dejarse llevar ante la inesperada posición en que se encontraba, el rubor en su rostro delató su evidente fogosidad, miró a Ernesto de pies a cabeza y por fin se atrevió a tocarlo comenzando por acariciar un poco su vientre, después deslizó su mano lentamente hacia abajo, aunque en ese momento se detuvo ante la duda de poder continuar, pero prosiguió hasta tocar tímidamente la piel de sus genitales, siguió así acariciándolo hasta que finalmente se aventuró a apretar con su mano el miembro de Ernesto, y ella exclamó “la tiene bien dura”.
Él no podía creer lo que sucedía, el ímpetu de su deseo le impidió negarse a las caricias tan provocativas que le daba mi mujer, quien hábilmente comenzó a masturbarlo deslizando el prepucio de su pene de adelante hacia atrás, cubriendo y descubriendo una y otra vez la cabeza de su miembro. Yo me estremecí y sentí mil sensaciones más al ver a mi esposa jugando de esa forma, nunca pensé que me excitara tanto verla haciendo esto con otro hombre, me sentía muy caliente y mejor me coloqué debajo de la mesa, ansiaba como desesperado lamer el sexo de mi mujer; cuando deslicé mis dedos entre sus piernas pude confirmar que estaba más mojada de lo que pensé. Intenté quitar su ropa interior para dejarla más cómoda, y ella enseguida me facilitó la maniobra levantándose un poco de su lugar para que pudiera quitarle sus bragas, cuando logré retirarlas ella enseguida separó las piernas para que pudiera lamer su sexo, me enloquecía lo empapada que estaba, Mari comenzó a balancearse siguiendo el ritmo que le daba mi lengua, gemía eventualmente por el gozo que le daba, pero espontáneamente escuché un gemido enmudecido, imaginé perversamente a qué se debía ese cambio (¡casi me olvido de mi amigo!), y motivado por un morboso pensamiento me asomé para ver qué sucedía.
Por más imaginé que sucedía entre ellos, fue impresionante cuando vi a mi esposa cómo chupaba y mamaba el pene de Ernesto, usando de vez en cuando su lengua para masajearlo, recorriendo así la superficie de su miembro, dándole el mayor placer a mi amigo, quien sujetaba con ansia el cabello de Mari; yo apenas podía creer lo que veían mis ojos, mi recelo se desvanecía ante la excitación prohibida de lo veía, creo que por un instante se habían olvidado de mi presencia por el intenso momento que vivían los dos, me quedé un rato más observando impávido cómo se gozaban, me encendió mucho observar como chupaba y lamía mi esposa el pene de otro hombre. Decidí salirme debajo de la mesa para darle un giro distinto al momento (todavía tenía cierto control de la situación), me puse detrás de mi mujer para sujetarla del hombro y le pedí que se pusiera de pie, cuando hizo esto, dejé caer su camisón para que quedara completamente desnuda ante la mirada de mi amigo, quien de inmediato quedó impactado por su belleza, pudo apreciar sus hermosos senos, en cuyo centro se hallaban dos redondos y rosados pezones, su bien torneado vientre se situaba al centro de su esplendor, su velludo pubis coronaba sus blancas piernas, completando así un precioso cuadro.
A nuestro invitado se le salían los ojos de verla, yo la sostenía por detrás acariciando sus caderas y senos. Ernesto se acercó y ella lo jaló para darle un apasionado beso, continuaron así y comenzaron a bajar poco a poco sobre la alfombra, él tuvo que hincarse para seguir besándola. Mari se recostó, su respiración se aceleraba, y abrió sus piernas, dejando completamente al descubierto su sexo, mi amigo y yo nos quedamos pasmados ante el panorama que ofrecía mi mujer, ella tenía clavada su mirada lasciva en el rostro de Ernesto, y comenzó a tocarse hasta que introdujo uno de sus dedos en su vagina, Ernesto al ver esto no perdió la oportunidad que le dieron, se acercó y con una de sus manos acarició la entrepierna de mi mujer en ambos lados, continuó así con un suave manoseo acercándose a lo más íntimo de su cuerpo, sus dedos comenzaron a tocar los vellos púbicos hasta que finalmente tuvieron la osadía de encontrarse con los húmedos pliegues del sexo de mi esposa para comenzar a masturbarla. Mari con los ojos cerrados jadeaba calladamente, el deleite que sentía le hizo mecer suavemente su cadera para seguir el ritmo que le daban los dedos de mi amigo, como si estuviera copulando con ellos. Yo seguía de mirón observando cómo gozaba mi mujer, y se me ocurrió acercarme a ella para susurrarle al oído “disfruta mi amor que esta es tu noche, no te cohíbas en nada”. Creo que mis palabras la encendieron aún más, pues no tardó mucho en incorporarse y ponerse de rodillas, se inclinó hacia adelante apoyándose sobre sus manos, para dejar nuevamente al descubierto su sexo aunque esta vez por detrás. Ella estaba consumida por un frenético delirio, volteó su cara hacia Ernesto y le hizo un guiño con la mirada invitándolo a poseerla.
Él comprendió de inmediato el mensaje que le dieron, sin perder más tiempo se puso detrás de ella, y no titubeó para colocar su pene sobre el surco en medio de las nalgas de mi mujer, alcancé a ver como la lubricación de Mari brillaba con la luz de la estancia, y ella comenzó a frotarse con sus dedos por lo caliente que estaba de sentir cómo palpitaba el miembro de Ernesto encima de ella, él aprovechando la oportunidad que le daba mi esposa, no tardó mucho en ir más allá, pues empezó a restregar la cabeza de su miembro contra los pliegues mojados del coño de mi esposa, esto enardeció más a ella, y llegó al punto de no contener más tanta lujuria, giró su rostro hacia mí y sin quitarme la mirada suplicó a mi amigo “¡métemela que no aguanto más!”, el pene de Ernesto repentinamente comenzó a abrirse paso hasta lo más profundo de mi esposa, ella respondió con un sollozo apasionado. De allí nuestro invitado comenzó a moverse apoyando sus manos en las nalgas de mi esposa, para dar mejor fuerza y ritmo a su movimiento, en ocasiones sacaba todo su miembro para introducirlo súbitamente de nuevo hasta el interior de Mari, cada vez que él hacía esto, mi mujer gemía más fuerte y decía “¡así toda, qué rico!”. Yo estaba impávido con los ojos totalmente desorbitados ante la escena que tenía enfrente, escuchaba cómo el vientre de Ernesto golpeaba los glúteos de mi esposa ante cada embestida que le daba. Mari enloquecida de placer volteó nuevamente a verme con su mirada poseída y me preguntó “¿cómo lo hago cariño, te gusta verme coger así?, ¡mmm estoy tan caliente, no sabes que buen palo me están dando!”; esas fueron las palabras más obscenas que jamás me había dicho.
Llegué a sentirme celoso y con algunas dudas, ¿qué pasaría con nuestro matrimonio después de esto?, me arrepentí de cierta forma cuando vi como gozaba mi mujer con otro hombre frente a mí, me reproché el haber permitido este hecho consumado, y sobre todo, saber que ella accedió a entregarse esa noche por su ardiente deseo, aunque también para ser justos, recordé que yo mismo le fui infiel en innumerables ocasiones, traicionando por completo su confianza, y sin embargo ella me perdonó todo sin rencores. Así que mejor dejé de lado mis dudas y recelos, para dejarme llevar de nuevo por el inusitado acontecimiento que estábamos viviendo los tres. La vista era tremenda, habían cambiado de posición y ahora Ernesto estaba encima de ella balanceándose sobre sus brazos, los dos jadeaban de placer sin cansancio. Yo seguí solamente como un testigo cómplice de lo que sucedía, pero claro está que también estaba muy caliente, me desnudé para masturbarme, tratando de aliviar un poco la tensión que sentía, pero esto no sirvió de nada, pues solamente pensaba en poseer a mi esposa como lo hacía mi amigo, así que solo tuve por consuelo acercarme a la mesa para tomar un trago.
Ellos continuaron gozándose al máximo, al cabo de un momento más él dijo “me voy a venir”, a lo cual mi mujer contestó “vente sobre mí”, aumentaron los jadeos y él eyaculó sobre el pubis de mi esposa. Un instante después, Mari se incorporó y tomó unas servilletas que estaban sobre la mesa, para limpiarse el semen que habían derramado sobre ella, al terminar me buscó con la mirada y me llamó con sus brazos; Ernesto se había levantado para irse al baño, así que me arrodillé para acercarme a ella, nos abrazamos de inmediato. Por su agitada respiración me di cuenta que ella no había podido alcanzar el orgasmo con mi amigo, lo cual me hizo sentir un tanto superior a él, yo estaba a más de cien también, así que me acomodé para abrir sus piernas nuevamente y comencé a penetrarla, sentí como hervía su interior, Mari tuvo dos orgasmos casi consecutivos, los cuales noté por las contracciones que me dieron sus músculos vaginales; momentos después yo tampoco pude contenerme más y solté chorros de semen. Cuando terminé ella me abrazó susurrando a mi oído “gracias”.
Volteé hacia un rincón y vi a Ernesto que nos miraba muy atento cómo hacíamos el amor mi esposa y yo, por un pequeño instante me había olvidado de él. Mari se levantó para tomar otras servilletas de la mesa, y se fue corriendo al baño ya que le escurría semen por los muslos. Mi amigo aprovechó ese momento para hablar conmigo, me dijo que esperaba que lo ocurrido no fuera a afectar nuestra amistad, se sentía muy mal por haberse dejado llevar por la calentura del momento, y entendería perfectamente si sería la última vez que nos veía. Le dije que no se preocupara, porque había sido un acuerdo entre mi esposa y yo de última hora, los dos permitimos que pasara lo sucedido, y además esta era la noche de mi mujer. Mari regresó con la bata puesta y aproveché también para ir al baño; cuando regresé me fui a la cocina para traer otra botella de vino que teníamos en el refrigerador, el cual seguro nos ayudaría a recuperar la embriaguez que poco a poco nos abandonaba, serví tres copas y brindamos. ¡Qué bien nos cayó el trago! pues todos teníamos la garganta seca, por supuesto el vino no tardó mucho en suavizar de nuevo nuestro ánimo. Retomando la plática, Ernesto comentó que había tenido sexo con muchas mujeres, pero esta experiencia había sido totalmente nueva para él, me dijo que yo era muy afortunado al tener una esposa tan hermosa, y ella agradeció el cumplido.
Por supuesto Mari nunca había estado con dos hombres a la vez, y antes de perder el ambiente tan cachondo en el que estábamos todos, le pedimos a Mari si nos dejaba verla nuevamente desnuda; ella accedió a nuestra petición, aunque esta vez lo haría de una forma especial para dejarnos estupefactos, estuvimos de acuerdo los dos, pendientes de saber en qué consistía su peculiar sorpresa. Ella se levantó y se dirigió hacia el reproductor de música que tenemos en la estancia, seleccionó la canción que más le gustó, y rápidamente se colocó delante de nosotros para comenzar a bailar muy rico al ritmo de la melodía, lo hacía de frente o de espaldas, en ocasiones sacaba de la bata alguna de sus piernas, pero siempre cuidando de no dejarnos ver nada más, pasaba de vez en cuando alguno de sus pies frente a nuestras caras absortas, y cuando algo más de su cuerpo iba a dejarse ver, se cubría e inmediatamente daba vuelta, nunca antes imaginé a mi esposa haciendo tal alarde de sensualidad, y menos frente a dos hombres; pude observar de reojo que el miembro de mi amigo comenzó a tomar vida nuevamente, pero él de forma disimulada trató de ocultarlo. En cierta parte de la melodía en que mi esposa se hallaba frente a nosotros, de forma inesperada dejó caer su bata, quedando así completamente desnuda, su pubis quedó a la altura de nuestras cabezas, a mi amigo le costó dirigir su mirada hacia otro lado, Mari se dio media vuelta y continuó con el movimiento de sus caderas, sus nalgas se mecían al ritmo de la música, fue cuando yo también comencé a sentir una impetuosa erección, me percaté que Mari estaba excitada al igual que nosotros (tenía a dos hombres completamente rendidos a sus pies), comenzó a agacharse poco a poco hasta el piso, cuando estuvo hincada se inclinó hacia adelante y separó sus piernas para darnos una buena vista de su sexo, el cual notamos que estaba nuevamente húmedo, ese fue el momento en que se terminó la canción.
Cuando se levantó, nos dijo que no sabía si podía atreverse a relatarnos una fantasía que tenía de tiempo atrás, de la cual ni yo mismo estaba enterado, pero dispuestos a todo insistimos en que nos la contara, al fin y al cabo esa era su noche. Nos sorprendió la revelación de mi esposa, cuando confesó que una de sus fantasías era tener sexo con dos hombres a la vez, Ernesto y yo nos miramos asombrados, pero asentimos con la mirada para cumplir el deseo de mi esposa, y de inmediato brincamos al lado de ella; Mari se hincó y sin perder más tiempo, aprisionó con sus manos los dos miembros que tenía frente a ella, que para ese momento estaban más que listos para la erótica faena.
Comenzó a masturbarnos al mismo tiempo, repartiendo su mirada entre los dos de pies a cabeza, sin duda estaba disfrutando cada instante por volver realidad lo que hasta ese momento tenía oculto en su imaginación. Acercó su cara hacia mi pene para empezar a besarlo y lengüetearlo poco a poco, se volteó e hizo lo mismo con mi amigo, recorriendo toda la longitud de cada miembro hasta la punta, continuó así hasta que se atrevió a succionar alternadamente los dos miembros que tenía para ella sola, turnándose como le daba gana; llegó un momento en que los juntó para lamerlos al mismo tiempo, tuve una extraña y placentera sensación cuando ella nos frotaba y lamía, pero lo intenso y delicioso de ese trance me hizo olvidar cualquier prejuicio que me hubiera cruzado por la mente, solo me interesaba dejarme llevar por el deleite que nos estaba dando mi esposa.
Estábamos a más de mil cuando ella no aguantó más y le pidió a Ernesto “hazme gozar otra vez”, él sin pensarlo dos veces se recostó sobre la alfombra para que ella lo montara, Mari se colocó encima de él sujetando con una de sus manos el pene de mi amigo, para poder guiarlo así hasta la mojada entrada de su coño, ella gimió de nuevo y comenzó alocadamente a moverse tan rápido como podía, “¡así, no pares!” le dijo Ernesto, yo permanecí de pie mirándolos hasta que Mari me jaló para acercarme a su cabeza y darme así una inolvidable felación, al mismo tiempo que era penetrada por mi amigo. Esta vez mi esposa no tardó mucho en llegar al orgasmo, pues jadeaba y gritaba “cógeme más fuerte”, mi amigo sujetaba con ansía sus senos, y hasta aprovechó la ocasión para lamerlos y chuparlos con su boca, ella continuó así hasta que repentinamente comenzó a contraerse su cuerpo, contuvo su respiración y emitió un intenso gemido. Yo tampoco tardé mucho en contenerme más, e instantes después sentí como derramaba otra explosión de semen sobre ella, Ernesto duró un poco más que nosotros, pero de igual forma se vino dentro de mi esposa, afortunadamente ella usa anticonceptivos, así que nos ahorró cualquier apuro a todos los presentes. Ya un poco repuestos, nos acercamos Ernesto y yo a la mesa de centro para tomar las copas que poco antes bebíamos, Mari salió corriendo nuevamente al baño, y él aprovechó para decirme “qué tremenda mujer tienes, nunca había visto una así”. Mi esposa regresó poco después con una sonrisa coqueta para los dos.
Me di cuenta por qué cuando tuve aventuras con otras mujeres, siempre me quedé de cierta forma insatisfecho, pues nadie se entregaba igual que mi esposa, y por supuesto, pude valorar más nuestra relación cuando casi nos divorciamos por mi infidelidad, sin embargo esa noche también aprecié que ella podía abrirse a vivir nuevas experiencias, incluso sin mí, si así lo decidía. Aquella noche tuvimos una extraordinaria experiencia, tres amigos que sin celos ni recriminaciones alcanzaron el éxtasis. Ernesto dijo “bueno, lo caliente no quita lo decente”, levantó su copa y brindamos juntos. Le pregunté a mi amigo si quería comer algo, pues aún quedaba una buena parte de la cena, pero él desistió, era suficiente tanto vino y tantas emociones en una sola noche, se fue al baño para vestirse, salió y enseguida se despidió de nosotros, dándole un beso en la mejilla a mi esposa, lo acompañé hasta la puerta y me dio un gran abrazo. Se fue cuando eran las 3:00 de la madrugada. Mari y yo nos fuimos por fin a dormir, para despertar casi hasta medio día, la experiencia nos había dejado exhaustos. Nuestros hijos llegaron a casa por la tarde, acompañados por sus abuelos que los trajeron de regreso desde Guadalajara.
Pasaron algunos meses antes que volviera a ver a Ernesto, nos reunimos en su departamento en compañía de otros amigos, comimos riquísimo viendo el fútbol y platicando como si nada hubiera pasado tiempo atrás, ninguno de los dos dijo algo respecto a nuestra inusitada experiencia, el final de esta experiencia quedó sellado con un silencio de complicidad entre nosotros. En otra ocasión, Ernesto volvió a visitarnos en compañía de otros amigos, pero de igual forma, el silencio del recuerdo de aquella noche, nos hizo sentir como si todo hubiese sido un sueño erótico que compartimos los tres, o quizás una fantasía. Con Mari mi esposa, la rutina de nuestra vida cotidiana siguió igual, aunque en el terreno sexual cambió absolutamente nuestro ánimo, la experiencia que tuvimos juntos aquella noche, avivó la llama de la pasión que estaba casi apagada entre nosotros, ahora nos entendemos de mejor forma en la cama, ella ya no se avergüenza por pedirme lo que le gusta, o incluso se anima a probar con nuevas experiencias, se acabaron los celos y los engaños entre nosotros, ahora soy hombre de una sola mujer.
4 comentarios - Mi esposa soltandose