Esta es la historia de Gabriela, una diosa de 25 años que tiene muchas ganas de contarnos su vida repleta de hombres, amigos, engaños y muchas anécdotas sexuales. Esta historia es ficción, eso no quiere decir que algunos hechos no sean reales…
Capítulo 28: Buenos amantes
Entre la historia pasada y esta hay tan solo una semana de diferencia, pero en esa semana pasaron miles de cosas. El domingo volvieron mis viejos y mi hermano y como yo había pasado toda la tarde ordenando no se dieron cuenta de nada de lo que había pasado. Pero a la noche llegaron las consecuencias. Cuando le conté a Daiana y a Flavia lo que había hecho las dos no lo podían creer. Pero el problema fue cuando hablé con Silvina y le confirmé lo que ella suponía. “También a Francisco?” me preguntó por whatsapp “Natalia te va a matar. No sé si te acordás, pero en tu cumpleaños estuvieron y ella está re enganchada”. Si me acordaba, pero la noche anterior había sido muy bizarra.
El lunes a la mañana en la facultad pasé un momento muy vergonzoso. Obviamente por el momento nadie sabía nada, pero Emiliano se encargó de tirar un palazo atrás de otro y esa tarde todos se fueron a su casa creyendo que solo nosotros dos nos habíamos encamado. A la noche Tomás me mandó un mensaje diciéndome que ya había hablado con Emi y que le había dicho que se dejara de joder.
Pero el martes llegó y Emiliano siguió con la suya, esta vez más liberado. “Buenisimo tu cumpleaños Gabi. O no Tomi?” dijo casi a los gritos y Nati e Ingird cruzaron miradas curiosas que fueron imposibles de disimular. Cuando salimos de la facultad Natalia me separó del resto y me preguntó que había pasado exactamente y le mentí diciendo que me había acostado con ellos dos, sin nombrar a Francisco. Como si fuese poco, cuando llego a casa me cruzo en el ascensor a Nicolás que indignado por lo que había pasado me ignoró por completo.
La mentira duró poco, ya que el miércoles entre clase y clase Fran le confesó a Natalia lo que de verdad había pasado y ella se encargó de humillarme ante media facultad gritándome por los pasillos que me había cogido a “su chico”. Por suerte para mi, Silvina y Emiliano la calmaron y la alejaron, pero el daño ya estaba hecho. No fue mi día de suerte ya que cuando llegué a casa me crucé a Gian Luca, el hermano de Nicolás que después de hablarme unos segundos me contó que su hermano se estaba mudando definitivamente. “Te mudás?” le pregunté por whatsapp, pero él no me contestó.
El jueves fue más tranquilo, ya que Nati no fue a la facultad y Emiliano tampoco. Tomás se sentó al lado mío y estuvo toda la mañana siendo una especie de psicólogo particular, dándome consejos y diciéndome que tenía que hablar con las chicas para aclarar todo. Pero no fue suficiente. Ya que horas más tarde Natalia se iba del grupo de whatsapp alegando que no quería seguir siendo amiga de una “puta barata”. A la tarde fui directo al departamento de Nicolás para intentar hablar con él, pero su madre me dijo que no estaba.
El viernes volvieron los problemas. Natalia con cara de odio se sentó en la otra punta del salón y Francisco e Ingrid se fueron a sentar con ella. Tomás y Silvina se quedaron al lado mío y me dijeron que ya se iba a pasar. Matías, un chico de 18 años que había hecho un trabajo con Silvi se acercó a nosotros cuando nos dijeron que teníamos que presentar otra entrega en grupos de a cuatro y desde ese día comenzó a ser parte de este grupo dividido. A la tarde llegué a casa muy triste, angustiada y sin saber qué hacer, pero un mensaje me cambió la cara: “Fue muy lindo verte el otro día. Te extraño. Querés que nos veamos uno de estos días?” y así acordamos en salir a tomar algo la noche siguiente.
El sábado me levanté con otros aires. Fui directo al departamento de Nicolás y después de insistirle en que me hablara bajamos a la pileta y conversamos un buen rato y él me contó que se mudaba definitivamente. Entre celos y otras cosas el me dijo que sabía que lo nuestro era solo sexo, pero que le dolió verme con otro chico y que era lo mejor que nos dejáramos de ver para no terminar mal ninguno de los dos. Por más que me costó asumirlo, tenía razón. Así que decidimos cortar todo después de un año de ser amantes. Pero siempre hay alguien que puede ocupar ese lugar…
A la noche después de comer me bañé y me puse ropa interior bien sexy y un jean muy ajustado. Arriba una remerita transparente y un pulovercito negro para el frío. Me maquillé y me peiné para quedar bien linda y me senté a esperar que llegara el mensaje de “Estoy abajo” que llegó minutos más tarde. Bajé entusiasmada y cuando salí a la puerta vi su auto a unos metros. Saludé con la mano y después me subí.
- ¡Hola Hernan!- Le dije con una sonrisa al hermano de mi amiga.
El arrancó el auto y nos fuimos.
Entramos a un bar de zona norte, bastante alejado de donde solíamos frecuentar, después de todo estábamos de trampa. Pedimos unos tragos y empezamos a hablar de todo un poco. “Que borracha que estabas el sábado pasado” me dijo y el tema de mi cumpleaños figuró un rato. Pero el asunto de el beso no apareció hasta que yo hice una insinuación a eso y le dije pedí perdón si le molestó.
- Nada que ver.- Me dijo él riendo.- Es más, si no hubiese estado ese beso, capaz que no estaríamos tomando algo ahora.
Me moría por preguntarle por su novia, me moría por preguntarle por Clara. “¿La querés? ¿Ella te quiere? ¿Te calienta? ¿Te coge bien? ¿Te la chupa como yo te la he chupado?” y otras preguntas circulaban por mi mente, pero me contenía por no hacerlas y me regocijaba de solo pensar en que dentro de poco iba a cogerme a su novio.
Salimos del bar unas horas más tarde bien entrada la noche y fuimos caminando despacio al auto mientras seguíamos hablando. Cuando llegamos hice una jugada que había visto muchas veces pero que nunca me había animado a usar. Tiré la cartera al piso simulando que se me caía y agaché mi espalda pare recogerla dejando mi cola en primer plano. Apenas me levanté me di vuelta y sus ojos subieron en cuestión de segundos desde mi cintura hasta mi cara.
- ¿Me estabas mirando la cola?- Le pregunté con un tono exagerado haciendo me la sorprendida.
- No Gabi, nada que ver.- Me respondió él, pero la mentira se le notaba a leguas.
- Ah, porque parecía que sí.- Le dije y me acerqué a él casi que pegando mi cuerpo contra el suyo y apoyando mi mano sobre su pecho.- ¿No te gusta mi cola?- Le pregunté después con voz de trolita.
- Me encanta.- Me dijo él y bajó su mano desde mi brazo hasta mi cintura.
- Menos mal.- Le dije yo acercando mi boca hacia la suya, pero seguí de largo y fue hasta su oído y en un susurro le comenté:- Porque tengo muchas ganas de que me la hagas esta noche.
Entramos a la habitación del telo entre beso y beso, cerramos la puerta y fuimos a la cama. Hernan estaba desesperado, se había convertido en una bestia. Se sacó la camisa a los apurones y se lanzó sobre mi que ya me había recostado en el colchón. Me besó con ganas y sus manos comenzaron a tocarme en cuestión de segundos. Me levantó el pulover y la remera y con intensidad pasó sus dedos sobre mi cintura. Terminé sacándome la ropa y cuando lo hice él bajó hasta mi cintura. “Qué lindo que te queda este pantalón” me dijo y yo no pude contener una risita tonta. “Lástima que te lo tenga que sacar” agregó y me lo bajó con apuro. Mi tanguita blanca con el corazoncito adelante (que ya tenía algunas historias con Nicolás) lo dejó impresionado y corriéndola hacia un lado comenzó a chuparme la conchita.
El recuerdo de su boca sobre mi cuerpo me llegó enseguida y tuve un hermoso deja vu combinado con el placer de ese momento. Su lengua como loca se movía por mi cuerpo e iba desde mi vagina hasta mi clítoris y me provocaba unas cosquillas muy placenteras que hacían que mi cuerpo se mueva como electrizado. Me fue sacando la tanguita mientras seguía jugando con su lengua sobre mi cuerpo. No paraba, me la chupaba con muchísimas ganas y me volvía loca. El orgasmo estaba a punto de llegar.
Pero se levantó dejándome al límite y me dijo que me diera vuelta. Mirándolo con ganas me puse boca abajo y levanté la cola hasta quedarme en cuatro. Hernán enseguida me abrió los cachetes de la cola y después de un “¡Que hermosa cola!” metió su lengua y comenzó a lamer. El placer fue instantáneo y el cosquilleo volvió enseguida. Mi cuerpo se calentaba cada vez que él pasaba su lengua por mi culito y me volvía loca. “¿Te gusta?” me preguntó y yo le contesté un “¡Sí!” que se mezcló con un gemido. Un dedito no tardó en entrar y cuando lo hizo me invadió una calentura impresionante. Estaba tan mojada y tan excitada que un segundo dedo no tuvo problema en entrar en cuestión de segundos.
Hernan se bajó el pantalón y el bóxer y se escupió en la punta de la pija, la poyó contra mi cola y comenzó a hacer fuerza hasta que entró por completo. Extrañaba esa pija bien gorda en mi cuerpo, extrañaba esa sensación hermosa de que una pija entre en tu cola y te llene de placer. “Mirá como come esa colita. ¡Por favor!” dijo él y tomándome de mi cintura comenzó a darme cada vez más y más fuerte.
Después de que me diera un buen rato en esa posición, le dije que se sentara contra el borde de la cama. Yo me paré y dándole la espalda me fui sentando sobre su pija nuevamente. Una vez que volvía a tenerla bien adentro de la cola comencé a moverme rápido hacia arriba y hacia abajo. Hernán puso nuevamente sus manos en su mi cintura y a medida que acotaba comentarios como “¡Sí Gabi cógeme!” o “¡Qué lindo como me cabalgas la pija!”, yo me iba moviendo cada vez con más violencia.
Me terminó tirando al piso y sin sacármela de la cola se agachó y empujando mi espalda hacia el suelo comenzó a darme bien duro. Subía y levantaba su cintura con mucha furia, haciendo que su pija entrara y saliera de mi cola de manera bien fuerte. Y el orgasmo que estaba esperando salir, salió. Pegué un grito de placer absoluto y sentí como un líquido salía de mi conchita y comenzaba a bajar por mis piernas. Segundos más tarde un nuevo líquido se estalló contra mi cola y mi espalda. La leche calentita de Hernan comenzó a bajar por mi cuerpo y me terminó de complacer el hermoso orgasmo que acababa de tener.
- ¡Como me vuelve loco tu cola!- Me dijo y se fue al baño.- Me entro a bañar. Te espero.
Yo me quedé unos segundos tirada en el piso hasta que escuché que su celular sonaba. Me levanté y lo saqué del pantalón y vi que le había llegado un whatsapp de Clara que decía: “Por donde andás? A que hora volvés a casa?”. Dejé el celular nuevamente al pantalón y con una sonrisa en la cara fui caminando hasta la ducha, donde mi amante me esperaba con el agua calentita y la pija parada para hacerme llegar nuevamente a un orgasmo.
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