Recuerdo esa vez que invité a Jonathan a un paseo con mi familia. Teníamos por mucho unos trece años. Él me preguntó esa vez si tenía alguna prima bonita. Le dije que quizás Vanessa, la mayor entre el grupo de primos. Pero cuando llegamos y conoció a la familia no se interesó ni un poco en ella.
“¿Ella es prima tuya?”, preguntó Jonathan señalando a Mariela, la esposa de Carlos, uno de mis tíos. En ese entonces se me hacía imposible sentir atracción por Mariela. Pero a mi amigo se le hacía algo de lo más normal.
Mientras crecía, la iba viendo en esporádicas ocasiones en que se reunía la familia. Desde que Jonathan me había dicho que le gustaba, quise tratar de verla con otros ojos.
Mariela es una linda mujer. Entre 30 y 40 años, morena, delgada; bastante recatada. Tiene el pelo negro, los labios carnosos, una caderita maciza y unos ricos senos, aunque se notaba que eran operados.
Poco a poco fui empezando a sentir atracción por ella, aunque trataba de reprimirlo porque lo consideraba enfermizo. En ocasiones me resultaba imposible no perderme en sus senos; difícilmente los exponía, pero con que usara una camisa ajustada a mí me bastaba.
Mi principal argumento para reprimir mi deseo era que Mariela no tenía un buen culo. Me convencía a mí mismo de no mirarla con esos ojos ya que le faltaba tener un gran culo.
En verdad, su culo no era lindo. De hecho, no se diferenciaba mucho del de un hombre.
Como Carlos, mi tío, tenía bastante dinero no pasó mucho tiempo para que Mariela se retocara el culo. Apenas circuló el rumor; apenas me enteré, quise constatarlo.
Y ese día llegó, la vi y de verdad que el cirujano había hecho un gran trabajo
Ahora sí que me resultaba imposible no mirarla con deseo. Me calentaba en cada reunión familiar en que ella estuviera presente. Tenía una misión en la vida, debía coger con la esposa de mi tío.
Quise cambiar mi actitud hacia ella desde el día en que vi sus nuevas nalgas ¿Pero cómo demostrarle interés a alguien con quien siempre he tenido una relación más bien distante?
En varias ocasiones quise hacerle conversación, pero ella, o era muy tímida o no le interesaba escuchar los pensamientos de un niñato.
Un día me animé a correr mi rostro mientras me saludaba. La besé por sorpresa y muy superficialmente, pero la besé. Ella no fue capaz de armar un escándalo por ello, solo se quedó en silencio y sorprendida, quizás con algo de enojo; pero no dijo nada. Empecé a hacerle esto ocasionalmente, siempre en circunstancias que el saludo no fuera visto por nadie más. Me encantaba hacerle esto; saber que no tendría la valentía para hacer un escándalo de ello y verle su cara de molestia. Pero luego vino algo mejor.
Para un fin de año, la familia entera decidió pasarlo en una ciudad costera del país. Alquilaríamos un departamento y pasaríamos una semana allí. Estuve encantado con la idea, sabía que por fin vería a Mariela en Bikini, bien ligerita de ropa.
De verdad que me porté como un acosador. Me sentaba en la playa a verla pasar y si ella decidía ir a la piscina me iba tras de ella. La veía desfilar durante todo el día, Ella lo notaba.
En un comienzo parecía molesta, pero luego me dio la impresión de que le gustaba que la mirara con deseo. Durante esos días me sentí tentado a abalanzarme sobre ella y hacerla delirar con mi pene en su interior. Pero se quedaba en fantasía.
Apenas me limitaba a verle esas tetas operadas, bien redonditas y en su sitio a pesar de que había sido madre. Apreciar ese culo redondito y paradito que le habrá costado un buen dineral a mi tío.
La semana se fue y yo no hice más que mirarla y luego hacerme unas pajas en su honor. Pero al volver me sentí arrepentido, se me había pasado una oportunidad de coger con ella que quizás no se iba a repetir. ¿Y si me hubiera animado? ¿sí por lo menos me hubiera insinuado para salir de dudas?
Pero se había ido la semana y yo no había sido capaz; ahora estaba rumbo a casa lleno de arrepentimiento.
Sin embargo, la vida me daría revancha. Apenas terminé el secundario empecé a buscar trabajo y mi tío Carlos era una persona llena de contactos, así que le daría mi curriculum para que me ayudara. Hablé con él esa mañana y me dijo que se lo llevara a su casa esa misma tarde.
Me demoré un buen rato en llegar, el tráfico en esta ciudad es imposible. Toqué el timbre y quien me abrió la puerta fue Mariela. Le entregué mi curriculum y le pedí el favor de que se lo diera a mi tío. Cuando ya iba a irme me dijo “¿no querés pasar y te tomas un café?”
Acepté ya que no tenía apuro y era una buena oportunidad para mirare el culo. Me senté en el sillón de la sala a esperarla mientras preparaba el café.
Como vi que no aparecía por la sala, decidí ir a la cocina a mirarle ese rico cuerpo. Caminé un poco y me quedé ocultó tras la pared antes de llegar a la cocina. Me asomaba silenciosamente y le veía el culo mientras servía agua en una olla. Caminó y de una gaveta sacó el café, tuvo que estirarse un poco para agarrarlo y su culo quedó expuesto. Me excitó muchísimo verla. No soporté y entre a la cocina con actitud desafiante y segura. Rápidamente la tome de las caderas y empecé a besarle el cuello. Ella se alejó bruscamente y me dijo:
- ¿Pero qué crees que haces?
- No soporto más Mariela, te deseo como no te imaginas – Le dije mientras lanzaba una de mis manos sobre sus hermosas tetas.
- Dejame, ¿estás loco?
- ¿Me vas a decir que no me deseas? ¿que no deseas hacerlo nuevamente con un hombre joven, lleno de energía? ¿No te parece que estoy bueno?
- No es eso. Es que no es correcto.
- Tampoco es correcto que mi tío esté con una mujer como vos, te lleva unos añitos
- Pero esto sería diferente
- ¿Vas a pasar el resto de tu vida sin echar un polvo con otro que no sea Carlos?
- Con él tampoco hay sexo… Es un gordo putero y por eso no se lo pienso volver a dar
No podía creer lo que escuchaba, mi tío era un viejo putero que jamás cogía con su mujer. Le había pagado el culo y esos hermosos senos, y jamás eran de él. No sabía desde cuando esto era así; empecé a suponer que Mariela tendría un calentón insoportable, tenía que aprovecharlo sí o sí.
- ¿Lo has hecho cornudo a Carlos?
- No. Ni lo pienso hacer. Ya sabes que soy muy devota. No hago ese tipo de cosas
- Vamos, contame la verdad, si lo has hecho podés contármelo, soy una tumba.
- Es verdad. Te digo que no lo he hecho.
Lancé mi rostro sobre el suyo rápidamente y la empecé a besar. Duró solo un par de segundos. “¿Pero qué haces?”, dijo mientras me empujaba. No respondía nada, solo me quedé observándola mientras ella esperaba una respuesta. Volví a besarla y la escena se repitió. No me importó que luciera enojada, que quizás me fuera a meter en uno de los los más grandes de mi vida, estaba decidido. Lance mis manos con fuerza hacia sus senos. Los apreté fuertemente, eran duros, evidentemente operados. Ella seguía insistiendo en que la dejara tranquila, pero yo estaba desbocado.
La agarré de la nunca y empecé a jalonar su cara hacia la mía. Le comía esa tiernita boca mientras que con mi otra mano agarraba esas increíbles tetas. “Que me dejes te digo”, insistía, pero yo no estaba dispuesto a detenerme, no me importaba nada.
Bajé mi mano y la metí bajo su pantalón. Inicialmente acaricié su conchita sobre su bombacha; continuaba besándola. Ella hacía fuerza para separar su rostro del mío. A mí me daba igual porque seguía besándola por el cuello o por sus mejillas.
No soporté mucho y metí mi mano bajo su bombacha. Al bajar fui notando que Mariela tenía la concha sin depilar. Normalmente eso me repugna, pero con esta mujer, no sé porque, me calentó muchísimo sentir su conchita peluda.
Introduje un dedo y empecé a estimularla. Ella no podía creerse nada de lo que pasaba, seguía negándose a hacerlo. Por el contrario, yo estaba encantado. No iba a dar marcha atrás por ninguna razón. Estaba jodidamente caliente; mi erección era notoria. Me restregaba contra sus piernas mientras ella insistía en que me detuviese.
Poco a poco mi dedo en su conchita fue haciéndola cambiar de parecer. Sus reclamos pidiendo que me detuviera fueron desapareciendo con el paso de los minutos, de hecho los fue reemplazando por unos tímidos suspiros Ya no se negaba a besarme. Con mi otra mano agarraba fuertemente uno de sus senos, lo jalaba, lo apretaba; hacía un deleite del momento.
Ella se fue excitando y empezó a pedirme que le metiera más dedos. Ya estaba tan mojada que cuando metí dos, se deslizaron sin dificultad alguna. Cuando metí un tercero me excité tanto que tuve que sacar rápidamente mi mano. La tome de las caderas y luego empecé a quitarle el pantalón con total desesperación. Después hice lo mismo con el mío. La bombacha también se la quité con demencia.
Se la metí inmediatamente. Aún recuerdo como ardía el coño de la exquisita esposa de mi tío. Desde el comienzo la cogí con dureza y ella insistía a cada momento en que lo hiciera más duro. La sacudía con desesperación; me excitaba que a ella le calentara que la cogieran agresivamente.
Tomé su camisa y la saqué con mucho apuro. Estaba desesperado por ver y sentir sus tetas entre mis manos. Su sostén no fue obstáculo, apenas lo vi, se lo arranqué.
Me calentaba mucho verle su cara de puta frustrada, de puta desesperada. Me excitaba verle esa cinturita y ese abdomen en plena forma a pesar de su edad y de haber tenido un hijo. Sentí que estaba a punto de correrme, pero aún no quería terminar. Quería seguir disfrutando de Mariela, al fin y al cabo la había deseado por mucho tiempo.
La saqué, luego tome a Mariela y le di vuelta. Por fin veía de frente ese culo que le había costado tanto a mi tío. Por supuesto, no pensaba penetrarla por el culo, sentía que podía exceder su confianza ya que era la primera vez que cogíamos.
La penetré por su hirviente concha, la tomé de las caderas y empecé a empujarla con dureza. Ella me pedía que la agarrara del pelo y así lo hice; claro que no duró mucho, porque con el paso de un par de minutos dejé caer mi torso sobre el suyo, me aferré de sus senos y la cogía con vehemencia. El resultado fue una tremenda descarga, un orgasmo que por instantes parecía no iba a tener fin. Una vez salí del trance, noté que me había corrido dentro de ella. En el momento en que lo noté casi me infarto. Pero ella me tranquilizó. Me contó que se había hecho una ligadura de trompas por si algún día a mi tío se le daba por pedirle otro hijo. “No pienso ser madre otra vez, que se olvidé...”.
Se vistió rápidamente y empezó a pedirme que me fuera. Yo quería darle un beso de despedida pero ella volvió a la actitud inicial. Tuvo que ponerse su pantalón así no más; su bombacha ya estaba guardada en uno de los bolsillos de mi pantalón.
Me vestí y salí apurado por la insistencia de Mariela. De nuevo a pasar mínimo una hora encerrado en un bus, pero esta vez iba a ser especial, me iría pensando en lo que había acabado de pasar. Fue una hora en la que estuve preguntándome ¿Será que vuelve a pasar?
Si les gustó no olviden comentar y compartir. Y ya saben, si quieren fotos de Mariela, me avisan
“¿Ella es prima tuya?”, preguntó Jonathan señalando a Mariela, la esposa de Carlos, uno de mis tíos. En ese entonces se me hacía imposible sentir atracción por Mariela. Pero a mi amigo se le hacía algo de lo más normal.
Mientras crecía, la iba viendo en esporádicas ocasiones en que se reunía la familia. Desde que Jonathan me había dicho que le gustaba, quise tratar de verla con otros ojos.
Mariela es una linda mujer. Entre 30 y 40 años, morena, delgada; bastante recatada. Tiene el pelo negro, los labios carnosos, una caderita maciza y unos ricos senos, aunque se notaba que eran operados.
Poco a poco fui empezando a sentir atracción por ella, aunque trataba de reprimirlo porque lo consideraba enfermizo. En ocasiones me resultaba imposible no perderme en sus senos; difícilmente los exponía, pero con que usara una camisa ajustada a mí me bastaba.
Mi principal argumento para reprimir mi deseo era que Mariela no tenía un buen culo. Me convencía a mí mismo de no mirarla con esos ojos ya que le faltaba tener un gran culo.
En verdad, su culo no era lindo. De hecho, no se diferenciaba mucho del de un hombre.
Como Carlos, mi tío, tenía bastante dinero no pasó mucho tiempo para que Mariela se retocara el culo. Apenas circuló el rumor; apenas me enteré, quise constatarlo.
Y ese día llegó, la vi y de verdad que el cirujano había hecho un gran trabajo
Ahora sí que me resultaba imposible no mirarla con deseo. Me calentaba en cada reunión familiar en que ella estuviera presente. Tenía una misión en la vida, debía coger con la esposa de mi tío.
Quise cambiar mi actitud hacia ella desde el día en que vi sus nuevas nalgas ¿Pero cómo demostrarle interés a alguien con quien siempre he tenido una relación más bien distante?
En varias ocasiones quise hacerle conversación, pero ella, o era muy tímida o no le interesaba escuchar los pensamientos de un niñato.
Un día me animé a correr mi rostro mientras me saludaba. La besé por sorpresa y muy superficialmente, pero la besé. Ella no fue capaz de armar un escándalo por ello, solo se quedó en silencio y sorprendida, quizás con algo de enojo; pero no dijo nada. Empecé a hacerle esto ocasionalmente, siempre en circunstancias que el saludo no fuera visto por nadie más. Me encantaba hacerle esto; saber que no tendría la valentía para hacer un escándalo de ello y verle su cara de molestia. Pero luego vino algo mejor.
Para un fin de año, la familia entera decidió pasarlo en una ciudad costera del país. Alquilaríamos un departamento y pasaríamos una semana allí. Estuve encantado con la idea, sabía que por fin vería a Mariela en Bikini, bien ligerita de ropa.
De verdad que me porté como un acosador. Me sentaba en la playa a verla pasar y si ella decidía ir a la piscina me iba tras de ella. La veía desfilar durante todo el día, Ella lo notaba.
En un comienzo parecía molesta, pero luego me dio la impresión de que le gustaba que la mirara con deseo. Durante esos días me sentí tentado a abalanzarme sobre ella y hacerla delirar con mi pene en su interior. Pero se quedaba en fantasía.
Apenas me limitaba a verle esas tetas operadas, bien redonditas y en su sitio a pesar de que había sido madre. Apreciar ese culo redondito y paradito que le habrá costado un buen dineral a mi tío.
La semana se fue y yo no hice más que mirarla y luego hacerme unas pajas en su honor. Pero al volver me sentí arrepentido, se me había pasado una oportunidad de coger con ella que quizás no se iba a repetir. ¿Y si me hubiera animado? ¿sí por lo menos me hubiera insinuado para salir de dudas?
Pero se había ido la semana y yo no había sido capaz; ahora estaba rumbo a casa lleno de arrepentimiento.
Sin embargo, la vida me daría revancha. Apenas terminé el secundario empecé a buscar trabajo y mi tío Carlos era una persona llena de contactos, así que le daría mi curriculum para que me ayudara. Hablé con él esa mañana y me dijo que se lo llevara a su casa esa misma tarde.
Me demoré un buen rato en llegar, el tráfico en esta ciudad es imposible. Toqué el timbre y quien me abrió la puerta fue Mariela. Le entregué mi curriculum y le pedí el favor de que se lo diera a mi tío. Cuando ya iba a irme me dijo “¿no querés pasar y te tomas un café?”
Acepté ya que no tenía apuro y era una buena oportunidad para mirare el culo. Me senté en el sillón de la sala a esperarla mientras preparaba el café.
Como vi que no aparecía por la sala, decidí ir a la cocina a mirarle ese rico cuerpo. Caminé un poco y me quedé ocultó tras la pared antes de llegar a la cocina. Me asomaba silenciosamente y le veía el culo mientras servía agua en una olla. Caminó y de una gaveta sacó el café, tuvo que estirarse un poco para agarrarlo y su culo quedó expuesto. Me excitó muchísimo verla. No soporté y entre a la cocina con actitud desafiante y segura. Rápidamente la tome de las caderas y empecé a besarle el cuello. Ella se alejó bruscamente y me dijo:
- ¿Pero qué crees que haces?
- No soporto más Mariela, te deseo como no te imaginas – Le dije mientras lanzaba una de mis manos sobre sus hermosas tetas.
- Dejame, ¿estás loco?
- ¿Me vas a decir que no me deseas? ¿que no deseas hacerlo nuevamente con un hombre joven, lleno de energía? ¿No te parece que estoy bueno?
- No es eso. Es que no es correcto.
- Tampoco es correcto que mi tío esté con una mujer como vos, te lleva unos añitos
- Pero esto sería diferente
- ¿Vas a pasar el resto de tu vida sin echar un polvo con otro que no sea Carlos?
- Con él tampoco hay sexo… Es un gordo putero y por eso no se lo pienso volver a dar
No podía creer lo que escuchaba, mi tío era un viejo putero que jamás cogía con su mujer. Le había pagado el culo y esos hermosos senos, y jamás eran de él. No sabía desde cuando esto era así; empecé a suponer que Mariela tendría un calentón insoportable, tenía que aprovecharlo sí o sí.
- ¿Lo has hecho cornudo a Carlos?
- No. Ni lo pienso hacer. Ya sabes que soy muy devota. No hago ese tipo de cosas
- Vamos, contame la verdad, si lo has hecho podés contármelo, soy una tumba.
- Es verdad. Te digo que no lo he hecho.
Lancé mi rostro sobre el suyo rápidamente y la empecé a besar. Duró solo un par de segundos. “¿Pero qué haces?”, dijo mientras me empujaba. No respondía nada, solo me quedé observándola mientras ella esperaba una respuesta. Volví a besarla y la escena se repitió. No me importó que luciera enojada, que quizás me fuera a meter en uno de los los más grandes de mi vida, estaba decidido. Lance mis manos con fuerza hacia sus senos. Los apreté fuertemente, eran duros, evidentemente operados. Ella seguía insistiendo en que la dejara tranquila, pero yo estaba desbocado.
La agarré de la nunca y empecé a jalonar su cara hacia la mía. Le comía esa tiernita boca mientras que con mi otra mano agarraba esas increíbles tetas. “Que me dejes te digo”, insistía, pero yo no estaba dispuesto a detenerme, no me importaba nada.
Bajé mi mano y la metí bajo su pantalón. Inicialmente acaricié su conchita sobre su bombacha; continuaba besándola. Ella hacía fuerza para separar su rostro del mío. A mí me daba igual porque seguía besándola por el cuello o por sus mejillas.
No soporté mucho y metí mi mano bajo su bombacha. Al bajar fui notando que Mariela tenía la concha sin depilar. Normalmente eso me repugna, pero con esta mujer, no sé porque, me calentó muchísimo sentir su conchita peluda.
Introduje un dedo y empecé a estimularla. Ella no podía creerse nada de lo que pasaba, seguía negándose a hacerlo. Por el contrario, yo estaba encantado. No iba a dar marcha atrás por ninguna razón. Estaba jodidamente caliente; mi erección era notoria. Me restregaba contra sus piernas mientras ella insistía en que me detuviese.
Poco a poco mi dedo en su conchita fue haciéndola cambiar de parecer. Sus reclamos pidiendo que me detuviera fueron desapareciendo con el paso de los minutos, de hecho los fue reemplazando por unos tímidos suspiros Ya no se negaba a besarme. Con mi otra mano agarraba fuertemente uno de sus senos, lo jalaba, lo apretaba; hacía un deleite del momento.
Ella se fue excitando y empezó a pedirme que le metiera más dedos. Ya estaba tan mojada que cuando metí dos, se deslizaron sin dificultad alguna. Cuando metí un tercero me excité tanto que tuve que sacar rápidamente mi mano. La tome de las caderas y luego empecé a quitarle el pantalón con total desesperación. Después hice lo mismo con el mío. La bombacha también se la quité con demencia.
Se la metí inmediatamente. Aún recuerdo como ardía el coño de la exquisita esposa de mi tío. Desde el comienzo la cogí con dureza y ella insistía a cada momento en que lo hiciera más duro. La sacudía con desesperación; me excitaba que a ella le calentara que la cogieran agresivamente.
Tomé su camisa y la saqué con mucho apuro. Estaba desesperado por ver y sentir sus tetas entre mis manos. Su sostén no fue obstáculo, apenas lo vi, se lo arranqué.
Me calentaba mucho verle su cara de puta frustrada, de puta desesperada. Me excitaba verle esa cinturita y ese abdomen en plena forma a pesar de su edad y de haber tenido un hijo. Sentí que estaba a punto de correrme, pero aún no quería terminar. Quería seguir disfrutando de Mariela, al fin y al cabo la había deseado por mucho tiempo.
La saqué, luego tome a Mariela y le di vuelta. Por fin veía de frente ese culo que le había costado tanto a mi tío. Por supuesto, no pensaba penetrarla por el culo, sentía que podía exceder su confianza ya que era la primera vez que cogíamos.
La penetré por su hirviente concha, la tomé de las caderas y empecé a empujarla con dureza. Ella me pedía que la agarrara del pelo y así lo hice; claro que no duró mucho, porque con el paso de un par de minutos dejé caer mi torso sobre el suyo, me aferré de sus senos y la cogía con vehemencia. El resultado fue una tremenda descarga, un orgasmo que por instantes parecía no iba a tener fin. Una vez salí del trance, noté que me había corrido dentro de ella. En el momento en que lo noté casi me infarto. Pero ella me tranquilizó. Me contó que se había hecho una ligadura de trompas por si algún día a mi tío se le daba por pedirle otro hijo. “No pienso ser madre otra vez, que se olvidé...”.
Se vistió rápidamente y empezó a pedirme que me fuera. Yo quería darle un beso de despedida pero ella volvió a la actitud inicial. Tuvo que ponerse su pantalón así no más; su bombacha ya estaba guardada en uno de los bolsillos de mi pantalón.
Me vestí y salí apurado por la insistencia de Mariela. De nuevo a pasar mínimo una hora encerrado en un bus, pero esta vez iba a ser especial, me iría pensando en lo que había acabado de pasar. Fue una hora en la que estuve preguntándome ¿Será que vuelve a pasar?
Si les gustó no olviden comentar y compartir. Y ya saben, si quieren fotos de Mariela, me avisan
51 comentarios - La mujer de mi tío se operó el culo
Te daría puntos pero tengo muy pocos y me lo quiero quedar amigo
cuando tenga más puntos vendré y de los daré
Un abrazo
Buen relato, al borde de la violación, pero hay que jugarsela jajaja
Van 5 puntos
Jaja
Pasa foto porfa
Suaz0097_hotmail.com
elbuenseductor@gmail.com
Roke2124@gmail.com
Las imágenes te las acabo de enviar, avisame si no te llegaron
Matias-1476@hotmail.com