Esta es la historia de Gabriela, una diosa de 25 años que tiene muchas ganas de contarnos su vida repleta de hombres, amigos, engaños y muchas anécdotas sexuales. Esta historia es ficción, eso no quiere decir que algunos hechos no sean reales…
Capítulo 25: Mi amante
Al día siguiente me levanté y tenía en el celular varias llamadas perdidas y muchos mensajes de Eloy que me había mandado durante la noche y que no había escuchado gracias a que puse el celu en silencio. Le clavé el visto, y no le respondí nada y enseguida comenzaron a llegar nuevos mensajes y llamados. Al cabo de un rato lo terminé atendiendo y después de escucharlo suplicar por volver conmigo y porque lo perdonara le dije que si me seguía llamando me iba a cambiar el número.
El momento de bronca y enojo me duró casi una semana y cuando se me pasó caí en una crisis de llanto y soledad en la que me mantuve por varios días. Flavia y Paola fueron un gran sustento y pasaban tardes enteras en mi casa para no dejarme sola. Sin embargo yo seguía triste y enojada. Guillermina, quien había sido mi amiga y mi fuente de confesiones por años, se había puesto completamente del lado de él, lo que terminó rompiendo mi relación con ella y con el resto del grupo de la facultad. La única que opinaba que Eloy era el que había roto la relación fue Romina, por lo que seguimos hablando por un tiempo, pero con el correr de los meses ella también iba a terminar insertándose en el grupo de la facultad y nos íbamos a dejar de hablar.
Por suerte para mi el nuevo grupo de Administración de empresas comenzaba a formarse y había logrado integrarme bastante. Con Natalia nos habíamos vuelto buenas amigas y al grupo de las chicas se sumaban Silvina también de 18 años e Ingrid de 20, ex estudiante de Ingeniería en sistemas. De los chicos eran Francisco de 23, ex estudiante de Ciencias Políticas, Emiliano de 26 años recibido de abogado y Tomás también de 23 años, terminando la carrera de Agronegocios, hijo del dueño de una empresa que vende tractores y el más hermoso de todo el curso. La primera vez que lo vimos, las 4 casi nos derretimos de lo bueno que estaba, y cuando se sentó cerca nuestro no dudamos en ponernos a hablar con él.
Pero yo tenía otro pretendiente dando vueltas por ahí y no era Eloy, era mi vecino, Nicolás. Nico se había convertido también en una gran contención para mi después de la ruptura con mi novio y eso era ya que después de todo había sido mi amante durante los últimos meses de relación. A él también Patricia (la administradora) le había dado el video del ascensor en un pen drive, pero a diferencia mía, él decidió guardarlo bien escondido.
- ¿Querés que lo veamos juntos?- Me preguntó un miércoles a la tarde después que volví de la facultad y él estaba solo en su casa.
Yo accedí y nos pusimos a ver aquel video de mi cumpleaños que me quedé encerrada en el ascensor con mi vecino. Acostados los dos en la cama, no tardamos en empezar con el manoseo y los besos y la cosa se fue poniendo más hot cuando decidió sacarme la remera. Pero en ese momento sonó mi celular y al ver quien llamaba me quedé completamente aturdida.
- ¿Qué querés Eloy?- Le pregunté de mal modo alejándome de Nicolás.
Mi cara se ve que fue lo suficientemente clara que cuando corté mi vecino me preguntó si había pasado algo. “Me dijo que vaya a buscar mis cosas o las tira por la ventana” le dije a punto de llorar. Nicolás agarró el auto y fuimos hasta la puerta del edificio. Él se bajó y después de tocarle el timbre varias veces, mi ex bajó con una caja llena de mis cosas. Al ver que no era yo la que se lo iba a recibir amagó con volver a subir, pero cuando me vio en el auto se compadeció y le dio la caja a él. El camino de vuelta fue entre llantos y abrazos con quien se había convertido en mi pared.
Abril se abrió camino y después Mayo y el frio empezó a pegar de a poco. Con los chicos de la facultad nos veíamos bastante seguido y nos juntábamos a comer o a estudiar por lo menos dos veces a la semana. Pero el mejor momento de mi rutina era cuando podía cortar el día para escaparme unos segundos con Nicolás. Como en mi casa o en la suya no era tan fácil, comenzamos con la rutina de los telos, algo que se volvió clásico de nuestras salidas. No buscábamos mucho, simplemente una cama donde pudiéramos coger cómodos. Nos encontrábamos en el palier o en la puerta del edificio, nos subíamos a su auto e íbamos en dirección al motel. Nos bajábamos, pedíamos una habitación y nos matábamos en una hora o dos, dependiendo el día. Después volvíamos y como si nada hubiese pasado cada uno a su casa.
El primer sábado de Mayo yo tenía el cumpleaños de Flavia y como habían pasado 10 días desde mi última noche con Nicolás, decidimos que a las 4 de la mañana, me pasaba a buscar por la puerta del boliche. Así que bien entonada con varios tragos de alcohol encima y con ropa muy sexy me paré en la puerta del lugar hasta que llegó y me subí lista para ir a divertirnos un rato.
Llegamos al telo y después de que nos dieran una habitación entramos y nos acostamos en la cama para empezar con los besos. Él se dio cuenta enseguida que el alcohol se había apoderado de mi y que por eso me comportaba algo más salvaje que de lo común. Lo acosté boca arriba y después de sacarle la remera me arrodillé sobre sus hermosas abdominales y comencé a acariciarlo mientras él hacía lo mismo a la altura de mi cintura.
- ¿Estás un poco en pedo Gabi?- Me preguntó riéndose.
- No.- Le mentí yo también con una sonrisa en la cara.
Él se levantó y me abrazó bien fuerte y me dio un beso muy apasionado colocando una de sus manos sobre mi nuca. “Que linda que estas hoy” me dijo mirándome de arriba hacia abajo. Yo volví a besarlo y sus manos bajaron por mi espalda hasta mi remera que la fueron levantando para dejarla en el piso. Enseguida me desabrochó el corpiño y cuando lo tiró al lado de la remera, me agarró bien fuerte de la cola y me dio vuelta dejándome boca abajo sobre la cama y él arriba. “¡Ay!” grité yo de la sorpresa cuando Nicolás apoyó su cuerpo sobre el mío y sentí como sus manos recorrían mis brazos hasta entrelazar los dedos.
- Sos muy hermosa Gabriela.- Me dijo bien suave al oído y yo sentí como un calor me invadía todo el cuerpo hasta que mi conchita empezó a mojarse. No lo pude evitar…
- Vos también Nico.- Le dije igualmente en un suspiro.- Quiero que esta noche me llenes de placer.
- Quedate tranquila que lo voy a hacer.- Me dijo al oído y se dedicó a besarme el cuello.
- Pero quiero que lo hagas por mi cola.- Le dije después.
Sus besos cesaron un segundo y después volvieron pero de manera mucho más violenta. Fue bajando sus labios y su lengua por toda mi espalda hasta llegar a mi cintura. Me bajó el jean a las apuradas y al descubrir mi tanguita negra se rió y me pegó un chirlo suave en la cola. Sus besos siguieron por mis nalgas y cada vez se metían más entre los cachetes. “Es una lástima, porque te queda muy linda. Pero…” dijo y comenzó a bajarme la tanguita bien despacio y yo lo ayudé levantando mi colita y mis piernas. Una vez que lo hizo, comenzó a darme placer con su boca.
La lengua de Nicolás era majestuosa, la movía muy rápido y me causaba un placer increíble. Su saliva iba mojando mi culo y caí por mi cuerpo hasta mi conchita que ardía de placer. Sus manos abrían mis cachetes para darle espacio a su boca, a sus labios que besaban en el lugar indicado. “¿Te gusta verdad?” me preguntaba y yo envuelta en placer y gemidos le decía que sí. Sus dedos no tardaron en aparecer, primero uno que jugaba sobre mi piel y de a poquito lo iba metiendo en mi culito. Una vez que estuvo totalmente adentro fue probando con otro y la sensación de tener dos dedos en la cola me volvía loca. Pero no fue hasta que un tercer dedo tomó protagonismo sobre mi concha que me encendí por completo. Nicolás los iba moviendo bien rápido hacia adelante y hacia atrás y eso me volvía loca, me daba un placer increíble casi igual a tener dos pijas adentro tuyo. Quería sentirla ya, no podía esperar.
- ¡Metémela ya!- Le pedí entre suspiros.
- Que golosa que sos.- Me dijo él sacando sus dedos de mi cuerpo y acomodándome en cuatro sobre el colchón.
Nico se arrodilló detrás de mí y apoyó su pija sobre mi cola. Después de unos golpes secos sobre los cachetes comenzó a meterla despacito en mi culo, pero no era necesario ir despacio. Yo estaba tan caliente y él había hecho tan buen trabajo con sus dedos y su lengua que entró sin problemas y una vez adentro comenzó a cogerme con mucha intensidad. Sentía como pija entraba por mi cola y me partía a la mitad en un acto que me generaba un placer inmenso. Y no me pude contener esa satisfacción y comencé a gritar como loca. “¡Ay sí! ¡Cogeme dale!” decía entre gemidos. Y él que le encantaba hablar mientras cogía me respondía con frases como “¡Qué lindo culo!” o “Mira como te gusta” y me volvían aun más loca.
Sus manos se fueron trasladando desde mi cintura hasta mi espalda y por último hasta mis hombros, lo que le permitía cogerme bien fuerte. Su mano derecha terminó enredándose entre mi pelo y tiró bien fuerte hacia atrás haciendo que mi cabeza se levantara. “¡Ay sí me encanta!” le grité yo cuando su cintura empezó a chocar en golpes secos contra mi cola. Y tanto placer no podía llevar a otra cosa que un hermoso orgasmo que causó que me mojara toda.
Me caí rendida sobre la cama boca abajo, pero Nicolás todavía no había terminado. Así que me di vuelta y me acomodé boca arriba a centímetros de su pija que estaba todavía muy dura. Él entendió enseguida el mensaje y comenzó a pajearse para terminar acabando sobre mi cara, mi cuello y mi pecho un rato más tarde. Después de limpiarme en el baño nos acostamos y entre besos y besos nos fuimos calentando nuevamente. Una segunda vuelta se venía.
Nicolás era un gran amante en la cama y me había demostrado a lo largo de esos meses que sabía complacerme y darme lo que yo quería. Podía ser gentil, violento, agresivo, amable, innovador y arriesgado y siempre conseguía hacerme acaba. Era un gran amante, pero sobre todo era mi amante.
ANTERIOR
SIGUIENTE
1 comentarios - Una diosa. Capítulo 25