Salí de mi casa, temprano como siempre para iniciar el díasin afán, caminando sentía en frio respirar en mi pecho mientras la luz tenuehacia el cielo menos profundo, y llegando a la esquina de la calle, antes decruzarla, vi a una niña, pelo negro, piel blanca, ojos claros miel, tenía untraje negro con camisa blanca, tacones y una falda que permitía entreverfirmeza tanto en las piernas como en la cadera; aun así, mi propósito erasimplemente llegar a tiempo a clases para terminar el semestre con satisfacción.Esperando el bus que me lleva hasta mi destino siempre se notan todo tipo depersonas, entre ellas mujeres muy hermosas. Algunas veces, tanto en la estacióncomo en el bus, he compartido miradas y gestos con unas, y con otras a veces más,como que ella se aprieta de espaldas a mí aprovechando la gente y la situación yalcanzo a ver su escote mientras frota mi pantalón y ella se pasa el dedo porel pelo, el cuello. Nunca había pasado de eso, puesto que son pocas las queaceptan con naturalidad su sexualidad y entienden que esta se puede dar encualquier momento. Me subí al bus y sin mayor sorpresa vi cómo se llenaba alritmo de las estaciones colmadas de gente buscando un proyecto y las callesalbergaban casas y parques, ruidos y muros, historias y fantasías. En medio dela gente nadie sostiene la mirada cuando la separación media es nula, pero esa niñacon falda negra y pelo suave me miro de tal forma que supe inmediatamente loque ella quería, así que mi corazón empezó a palpitar fuertemente, cuando elaire frio ahora era de sabor dulce del aliento que emana de una boca bonita,con labios suaves, llenos de carne que permiten hendir la mordida y lamer sucalmante y atrayente color rosado, haciendo de la inocencia un atracción instintivapara accederla y tomarla con firmeza, dureza y vigorosidad.
En ese trance de vivir por medio del aliento de otro, ellavoltea su cuerpo y pone su firme carne sobre la mía, y me dispuse a hacer lo desiempre, pero esta vez iría más allá, ya que sus ojos enviciantes lo pedían gritandoclaramente y sin rodeos. Después de tenerla un rato acariciándome de lado alado y aprovechando los huecos e improvistos de la carretera para apretar y empujarmás intensamente, ella me paso la mano por el vigor ya ardiendo incandescente yfirme dada la anchura de su tronco capaz de abrir, romper y endurecerse antecada embestida; así que la tome de la cadera, y por entre la chaqueta de esetraje negro con rayas azules que tenía hecho a la medida, metí la mano paradesabotonar su camisa, cuyos botones estaba por estallar dado que tenía unastetas deliciosas, grandes, suaves, con unos pezones tan tiernos que al menorpellizco se endurecían y erizaban su piel, por donde pase la mano agarrándola conrudeza y apretando entre mis dedos gruesos y fuertes cada centímetro de su pielperfumada de delicadeza; y su respiración me decía que ya se había sometidoante mi presencia, y que mi fortaleza en el contacto la tenía estremecida. Metídespués la mano entre nuestras caderas, levante su falda levemente para darmecuenta que sus piernas estaban chorreando, por lo que mi miembro palpitaba con másganas, cogí unas gotas con los dedos y se las lleve a la boca, donde sentía sulengua limpiármelos y moverse de tal forma que una señora un poco mayor, conescote pronunciado y labial que sensualmente indicaba la necesidad derigurosidad y adrenalina, noto mi cara reflejando todos los pensamientos que mebombardeaban y quito el contacto visual más por pena que por apuro, por lo quela toque del hombro, y le regale una sonrisa que me valió su tarjeta a lasalida de la estación, cuando iba hacia la universidad con los dedos delatandoel aroma de la complicidad entre la ternura y lo salvaje. Después de demostrarsus habilidades con los labios, comprobé lo inesperado: ella esperaba esta situación,no llevaba ropa interior. La tenía tan excitada por el frote entre mi virilidady sus nalgas redondas, que era sencillo abrir a placer el esplendor entre lahumedad y delicadeza de un cuquita chiquita y apretada, era tanto el calor que teníaentre sus piernas, que pude meterle el dedo en la colita y hacer que gimiera revelándonosante el juicio y la morbosidad de los que a nuestro alrededor estaban, y sus ojosgritaban de nuevo, pero con más ganas,su necesidad de que, sin preguntas, un extraño la violara.
En ese trance de vivir por medio del aliento de otro, ellavoltea su cuerpo y pone su firme carne sobre la mía, y me dispuse a hacer lo desiempre, pero esta vez iría más allá, ya que sus ojos enviciantes lo pedían gritandoclaramente y sin rodeos. Después de tenerla un rato acariciándome de lado alado y aprovechando los huecos e improvistos de la carretera para apretar y empujarmás intensamente, ella me paso la mano por el vigor ya ardiendo incandescente yfirme dada la anchura de su tronco capaz de abrir, romper y endurecerse antecada embestida; así que la tome de la cadera, y por entre la chaqueta de esetraje negro con rayas azules que tenía hecho a la medida, metí la mano paradesabotonar su camisa, cuyos botones estaba por estallar dado que tenía unastetas deliciosas, grandes, suaves, con unos pezones tan tiernos que al menorpellizco se endurecían y erizaban su piel, por donde pase la mano agarrándola conrudeza y apretando entre mis dedos gruesos y fuertes cada centímetro de su pielperfumada de delicadeza; y su respiración me decía que ya se había sometidoante mi presencia, y que mi fortaleza en el contacto la tenía estremecida. Metídespués la mano entre nuestras caderas, levante su falda levemente para darmecuenta que sus piernas estaban chorreando, por lo que mi miembro palpitaba con másganas, cogí unas gotas con los dedos y se las lleve a la boca, donde sentía sulengua limpiármelos y moverse de tal forma que una señora un poco mayor, conescote pronunciado y labial que sensualmente indicaba la necesidad derigurosidad y adrenalina, noto mi cara reflejando todos los pensamientos que mebombardeaban y quito el contacto visual más por pena que por apuro, por lo quela toque del hombro, y le regale una sonrisa que me valió su tarjeta a lasalida de la estación, cuando iba hacia la universidad con los dedos delatandoel aroma de la complicidad entre la ternura y lo salvaje. Después de demostrarsus habilidades con los labios, comprobé lo inesperado: ella esperaba esta situación,no llevaba ropa interior. La tenía tan excitada por el frote entre mi virilidady sus nalgas redondas, que era sencillo abrir a placer el esplendor entre lahumedad y delicadeza de un cuquita chiquita y apretada, era tanto el calor que teníaentre sus piernas, que pude meterle el dedo en la colita y hacer que gimiera revelándonosante el juicio y la morbosidad de los que a nuestro alrededor estaban, y sus ojosgritaban de nuevo, pero con más ganas,su necesidad de que, sin preguntas, un extraño la violara.
1 comentarios - En el bus con desconocida
y me calento de lo lindo...