El domingo me desperté cerca de las 8:30 de la mañana, pedí el desayuno a la habitación y terminé de despertar con el aroma del café recién hecho. María abrió los ojos, se dibujó una gran sonrisa en su cara.
María – mmmmm, me estas mimando demasiado, te voy a extrañar cuando este en casa.
Yo – eso es lo que quiero, que este sea el primero de muchos encuentros.
María, se sentó en la cama y sus tetas quedaron al descubierto, realmente es una mujer preciosa, recién despierta, se la ve increíble, el pelo sobre parte de la cara, cubriendo los hombros, una mirada sin somnolencia. Puse la bandeja del desayuno en la cama y ella sirvió el café.
Yo – En un rato dejamos el hotel y nos vamos a la cabaña que tengo alquilada.
María – es muy lejos?
Yo – media hora de viaje, esta cerca de la bodega donde tengo que laburar estos días; lo que si, tiene una vista de las montañas increíble.
María, sin decir nada, se acercó y me dio un tierno beso en la boca. Terminamos de desayunar y me metí al baño a darme una ducha, a los pocos minutos entro María; nos abrazamos y ahora si nos comimos la boca, nuestras lenguas se debatían en una pulseada; el agua caliente caía por mi espalda y María que estaba mojada, le dio algo de frío y los pezones se le pusieron duros; así abrazados como estábamos, me giré en la bañera para que ella disfrutara del agua.
Sin dejar de besarnos, agarré el jabón y se lo pasé por toda la espalda, hasta donde comienza el culo, me tomé mi tiempo jugando con lo resbaloso que quedaba, pude llegar con la punta de los dedos hasta el agujerito que era y sigue siendo el motivo de mis desvelos; María se aferró a mi y me clavó las uñas en la espalda.
Ella agarró otro de los jabones de cortesía del hotel y me empezó a enjabonar el pecho, y de a poco fue bajando, hasta llegar a la pija, la que ya estaba casi a punto, se demoró bastante enjabonándomela junto a mis huevos, es difícil describir la ternura de María para estos menesteres, es muy cuidadosa, de apretar lo justo, para sentir bien la caricia pero no hacerte daño, si a esto le sumamos las miradas llenas de picardía y lujuria, es un viaje de ida y vuelta al cielo.
Como teníamos que desocupar la habitación, no pudimos seguir; nos vestimos con algo simple, ya que teníamos que viajar e instalarnos en la cabaña. Dejamos el hotel, pasamos por un super a comprar víveres y nos pusimos en camino, María estaba embelesada con el paisaje y la aventura que estaba viviendo.
Los dos nos habíamos quedado con una calentura importante, y María no se pudo contener:
María – te pido algo?
Yo – Lo que quieras
María – si ves algún lugar medio solitario paremos un rato ¿puede ser? – me dijo con esa cara de nena caprichosa.
Yo - ¿Qué querrá la nena ahora?
María – hacer una travesura
Seguí manejando con la mano izquierda de María agarrándome la pija sobre el pantalón, hasta que no pudo con su genio y me bajó el cierre y metiendo la mano la sacó a tomar algo de aire. Tomé un camino alterno, lleno de campings y lugares amplios para estacionar, pero al ser domingo estaba todo bastante ocupado. A María ya no le importó nada, inclinándose sobre mis piernas, tuvo mi pija a pocos centímetros, primero estuvo pasándole la lengua como si fuera un helado, la besaba, hasta que se la mandó de una bien adentro de la boca.
Instantáneamente dejé de acelerar y a ella le causo gracia, es peligroso manejar así, busque una arboleda al costado del camino, puse las balizas y nos fuimos al asiento trasero, María se bajó las calzas hasta los tobillos y me desprendió el pantalón, me acosté en el asiento y ubiqué a María arriba mío haciendo un 69. La concha estaba empapadísima, los jugos caían mojando el clítoris, como un loco me puse a chuparle toda la concha; María no se estaba quieta metiéndose mi pija hasta donde más podía.
No se cuanto tiempo estuvimos, hasta que sentímos que golpéan el vidrio del auto; como estabamos en una ruta nacional, era gendarmería; María se incorporó y no se en que momento se subió la calza. Como pude me levanté los pantalones mientras el gendarme volvió a golpear en el vidrio, me bajé y el milico se quedó mirando a María.
Yo – si “oficial”
Milico – señor, no se puede estacionar en esta zona, aparte, podrían ir a un hotel, acá pueden tener un accidente o los pueden robar.
Yo – tiene razón, “oficial”, pero siendo sinceros, con semejante hembrón, no me pude contener, encima me viene pidiendo guerra desde que salimos del centro.
Milico - le repito, vayan a un hotel y…… lo felicito por la compañía.
Yo – Gracias
Sin demora, saqué de mi billetera un billete y se lo dí, dudó en recibirlo.
Yo – una muestra de agradecimiento por el consejo.
Me subí al auto y María estaba todavía colorada de la vergüenza que le dio, seguimos viaje, mas calientes que antes. Ahora si le puse ganas para llegar a la cabaña; llegamos, dos bocinazos y el encargado del lugar venía a abrirnos e instalarnos.
La cabaña una de las mas apartadas, la había pedido así, muy bien ubicada, con un gran ventanal hacia la cordillera, en una de las esquinas del comedor, un fogón encendido, en pleno mayo hace mucho frío; cama king size, jacuzzi, ya que lo pagaba la empresa, no me importaron los costos.
María llevó el equipaje a la habitación, cuando volvió, me abrazó desde atrás, sentí las tetas apoyadas en mi espalda, me acarició el pecho y se fue nuevamente a la habitación.
María – Juaaaaannnnn, vení
Desde la puerta la ví, acostada en la cama, con la cola levantada y mirándome de lado:
María – mirá como manche la calza con los juguitos de mi concha – se apreciaba perfectamente la humedad en la unión de las dos piernas.
Yo – uuuyyyyyy bebé, como estas – la pija se me puso dura en un segundo.
María – se me va a paspar la colita si no me sacas la calza mojada.
Yo – tengo una cremita especial que va a evitar que te lastimés.
María – y esa cremita es fria o caliente?
Yo – caliente, muy caliente.
Me acerque a la cama y por los costados le bajé la calza, de a poco fui descubriendo las redondeces del culo, la calza se fue enrollando a medida que la bajaba; cuando llegué a los tobillos, le saque las zapatillas y le terminé de sacar la calza. María estaba con una remerita, y las medias, más sexual imposible.
María se dio vuelta y quedando de frente a mí, sentada en la cama, me desabrocho el cinturón y el cierre, mis pantalones cayeron al piso, me bajó el boxer y mi pija al máximo, le dio en la cara.
María pasó una mano por entre mis piernas y con la otra me acariciaba el pecho y el abdomen, sin dejar de mirarme a los ojos, se metió mi pija en la boca, al tenerme agarrado por delante y por detrás, ella me manejaba como a un muñeco; toda la calentura junta desde la mañana estaba explotando ahora. No se estaba quieta, le dieron varias arcadas, pero seguía chupándome la pija, después de cada arcada, una gran cantidad de saliva caía de su boca y manchaba la remera; cuando mis piernas comenzaron a flaquear del placer.
Tomé a María de la cara y la levanté, le pasé la lengua juntando toda la saliva y mezclándola con la mía mientras la besaba; levanté la remera por los costados y se la saque, María estaba con las medias y el sostén, la dejé de besar para bajarme al canal entre sus tetas, estuve juntándolas y amasándolas mientras María me abrazaba y me apretaba contra su pecho, levantaba la mirada al techo; fue ella la que se desabrochó el sostén y cayó al piso.
Nos besamos nuevamente y María hizo algo que es mi talón de Aquiles, se puso a chuparme las tetillas, si mi pija estaba a full, ahora sentía que el pellejo que la cubre, se tensaba mucho más; María se sentó en la cama con las piernas abiertas, mostrándome todo el brillo de los jugos en la concha. Me arrodillé y puse las piernas de María en mis hombros y me puse a chuparle toda la concha, estiraba mis manos hasta tocar los pezones, María se retorcía de placer, levantaba los brazos, los ponía sobre la cabeza, se agarraba la cabeza, hasta que estalló un orgasmo tan fuerte como demorado, no alcancé a tomar todos los jugos que salían de la conchita y mojaban el culo de María.
Siempre le dije que me obsesionan los culos, así que cuando sintió mis dedos hurgueteando por ahí, se tensó, pero mi lengua castigando su clítoris, la volvieron a relajar. No quise avanzar más de pasar mis dedos por la entrada, María no estaba lista aún para entregarme la cola; pero si le iba a dar una cogida por la conchita de antología.
Me situé sobre ella y de una sola estocada se la mandé hasta la base, un bramido salió de su garganta, y todo el deseo de coger que aguantamos desde que nos levantamos, ahora estaba desbocado, le daba fuerte, las tetas de María se bamboleaban para todos lados abajó mío, con la boca abierta gemía suave; hasta que un nuevo orgasmo comenzó a gestarse en las entrañas de mi amante.
Nunca deje de darle con ganas, hasta que María se atenazó de mi cuello y levantó la cabeza para unirnos en un beso salvaje, mas que beso era chuparnos los labios, el mentón la nariz, pasarnos la lengua por toda la cara; sentí como la concha empezaba a pulsar, apretando y soltándome la pija. Sin dejar de bombearle, María me soltó el cuello y puso los brazos en cruz en la cama, arqueó la espalda y dio un grito que resonó por toda la casa.
María no había terminado de acabar cuando mi propia acabada se hizo presente, sin poder controlarme, le llené la conchita con mi nectar caliente. Me desplomé al costado de mi ninfa, los dos agitados, nos besábamos hasta donde nuestra respiración nos permitía.
Otra vez se nos había pasado la hora de almorzar por estar cogiendo, salí a buscar algo de comer, conseguí algo muy simple, ni platos íbamos a ensuciar, nos sentamos en el comedor frente al ventanal, comimos mirando la montaña con picos nevados.
Apenas terminamos, nos fuimos a dar una vuelta para conocer, a pocos kilómetros esta el dique potrerillos, dimos una vuelta por el borde del lago, paramos vimos el paisaje, María sacó fotos, obviamente sin que saliera yo. Apenas estaba escondiéndose el sol volvimos, porque la temperatura baja muy rápido.
Mientras volvíamos, empecé a maquinar un plan para cumplirle una de las fantasías a María. Apenas llegamos nos pusimos a cocinar, cenamos, dejamos todo hecho un desastre en la cocina, pero mañana vendrían a organizar toda la cabaña. Después de la cena, María llenó el jacuzzi, se desvistió con la mayor sensualidad que he visto en mi vida, insinuándome, moviendo las caderas para sacarse la calza y la tanga, dándome la espalda para sacarse el sutien; el espectáculo solamente me había calentado por demás, tuve que controlarme para no meterme con ella sin desvestirme.
Me saque la ropa como un animal, uno de los botones de la remera saltó, medias y zapatillas en un solo movimiento, pantalones y boxer en otro, me metí al agua, estaba caliente, cuando me arrimé a María me mantuvo a distancia; la nena quería jugar; me obligó a darme vuelta y quedar entre sus piernas, con muchísima ternura, me enjabonó la espalda, cuando se entretuvo en los hombros, pude sentir esas montañas duras apoyadas en la espalda. Siguió por mi pecho, mi abdomen y siguió bajando hasta que se encontró con la pija como un hierro de dura.
Con la misma ternura, me enjabono debajo del agua la pija, recorriéndola en toda la longitud, luego fue el turno de mis huevos, con la esponja juntaba agua y la apretaba sobre mí para sacar todos los restos de jabón.
Recién ahí me hizo dar vuelta para que yo repitiera con ella todo el ritual de limpieza; comencé mas o menos igual, cuello, hombros, senos en los que me entretuve más de lo necesario, abdomen, pero antes de llegar a la entrepierna, fui hasta sus pies, los saque del agua, le pasé la esponja, María no pudo aguantar mucho por la cosquilla en la planta.
Cuando tuve sus pies fuera del agua, los acerque a mi boca y empecé a chupar uno por uno sus deditos, le pasaba la lengua entre medio, María se debatía entre la cosquilla y la excitación, fui subiendo por sus piernas, besando, pasando los dientes, hasta llegar al preciado tesoro aún bajo el agua. Puse mis manos en su culo y la levanté, sacando la conchita del agua, sin importarme el jabón, me puse a chuparla, pasaba la lengua desde casi su culo hasta arriba del clítoris, cuando pasaba por la hendidura, metía la lengua lo más adentro que podía, la sacaba bañada en sus jugos.
Le pasé el toallón por cada milímetro de su piel, yo me sequé y mientras María se secaba el cabello, de uno de los placares saque unas mantas, y las puse en el comedor, frente a la estufa de leños que el encargado de la cabaña había cargado por la tarde.
María vino envuelta en el toallón y se acostó a mi lado, me miró a los ojos y me besó, suavemente; esa noche no daba coger como animales en celo, esa noche era para hacer el amor. La recosté y suavemente la besé por todo el cuerpo, no hablamos solamente nos dedicamos a sentir nuestros cuerpos calentados por el crujir de las llamas. María se ubicó y se metió mi pija en la boca, suave, nada que ver a las veces anteriores, esta vez se dedicaba a acariciarme el glande con la lengua, siempre con mucha ternura.
Cuando no daba más, la saque de mi pija y la recosté, en la tradicional posición del misionero, hicimos el amor, cuando María cerraba los ojos yo paraba de moverme, dejándola al borde del orgasmo, repetí esa operación varias veces, hasta que no pudo más y cruzó sus piernas en mi espalda, obligándome a quedarme quieto y ella movía la pelvis, logrando penetraciones muy profundas, hasta que acabó, gritando el orgasmo que le hice desear varias veces.
Cuando el orgasmo de María terminó, levantó las piernas y las puso en mis hombros, me agarré de sus muslos y empecé un bombeo frenético, que logró sacarle un nuevo orgasmo a María junto al mío, derramando mas leche en la conchita de mi amante. Esa noche dormimos como niños recién amamantados
A la mañana, el despertador sonó y me fui a dar una ducha rápida y mientras me vestía, María se fue al baño y salió recién bañada.
María – mmmmm, me estas mimando demasiado, te voy a extrañar cuando este en casa.
Yo – eso es lo que quiero, que este sea el primero de muchos encuentros.
María, se sentó en la cama y sus tetas quedaron al descubierto, realmente es una mujer preciosa, recién despierta, se la ve increíble, el pelo sobre parte de la cara, cubriendo los hombros, una mirada sin somnolencia. Puse la bandeja del desayuno en la cama y ella sirvió el café.
Yo – En un rato dejamos el hotel y nos vamos a la cabaña que tengo alquilada.
María – es muy lejos?
Yo – media hora de viaje, esta cerca de la bodega donde tengo que laburar estos días; lo que si, tiene una vista de las montañas increíble.
María, sin decir nada, se acercó y me dio un tierno beso en la boca. Terminamos de desayunar y me metí al baño a darme una ducha, a los pocos minutos entro María; nos abrazamos y ahora si nos comimos la boca, nuestras lenguas se debatían en una pulseada; el agua caliente caía por mi espalda y María que estaba mojada, le dio algo de frío y los pezones se le pusieron duros; así abrazados como estábamos, me giré en la bañera para que ella disfrutara del agua.
Sin dejar de besarnos, agarré el jabón y se lo pasé por toda la espalda, hasta donde comienza el culo, me tomé mi tiempo jugando con lo resbaloso que quedaba, pude llegar con la punta de los dedos hasta el agujerito que era y sigue siendo el motivo de mis desvelos; María se aferró a mi y me clavó las uñas en la espalda.
Ella agarró otro de los jabones de cortesía del hotel y me empezó a enjabonar el pecho, y de a poco fue bajando, hasta llegar a la pija, la que ya estaba casi a punto, se demoró bastante enjabonándomela junto a mis huevos, es difícil describir la ternura de María para estos menesteres, es muy cuidadosa, de apretar lo justo, para sentir bien la caricia pero no hacerte daño, si a esto le sumamos las miradas llenas de picardía y lujuria, es un viaje de ida y vuelta al cielo.
Como teníamos que desocupar la habitación, no pudimos seguir; nos vestimos con algo simple, ya que teníamos que viajar e instalarnos en la cabaña. Dejamos el hotel, pasamos por un super a comprar víveres y nos pusimos en camino, María estaba embelesada con el paisaje y la aventura que estaba viviendo.
Los dos nos habíamos quedado con una calentura importante, y María no se pudo contener:
María – te pido algo?
Yo – Lo que quieras
María – si ves algún lugar medio solitario paremos un rato ¿puede ser? – me dijo con esa cara de nena caprichosa.
Yo - ¿Qué querrá la nena ahora?
María – hacer una travesura
Seguí manejando con la mano izquierda de María agarrándome la pija sobre el pantalón, hasta que no pudo con su genio y me bajó el cierre y metiendo la mano la sacó a tomar algo de aire. Tomé un camino alterno, lleno de campings y lugares amplios para estacionar, pero al ser domingo estaba todo bastante ocupado. A María ya no le importó nada, inclinándose sobre mis piernas, tuvo mi pija a pocos centímetros, primero estuvo pasándole la lengua como si fuera un helado, la besaba, hasta que se la mandó de una bien adentro de la boca.
Instantáneamente dejé de acelerar y a ella le causo gracia, es peligroso manejar así, busque una arboleda al costado del camino, puse las balizas y nos fuimos al asiento trasero, María se bajó las calzas hasta los tobillos y me desprendió el pantalón, me acosté en el asiento y ubiqué a María arriba mío haciendo un 69. La concha estaba empapadísima, los jugos caían mojando el clítoris, como un loco me puse a chuparle toda la concha; María no se estaba quieta metiéndose mi pija hasta donde más podía.
No se cuanto tiempo estuvimos, hasta que sentímos que golpéan el vidrio del auto; como estabamos en una ruta nacional, era gendarmería; María se incorporó y no se en que momento se subió la calza. Como pude me levanté los pantalones mientras el gendarme volvió a golpear en el vidrio, me bajé y el milico se quedó mirando a María.
Yo – si “oficial”
Milico – señor, no se puede estacionar en esta zona, aparte, podrían ir a un hotel, acá pueden tener un accidente o los pueden robar.
Yo – tiene razón, “oficial”, pero siendo sinceros, con semejante hembrón, no me pude contener, encima me viene pidiendo guerra desde que salimos del centro.
Milico - le repito, vayan a un hotel y…… lo felicito por la compañía.
Yo – Gracias
Sin demora, saqué de mi billetera un billete y se lo dí, dudó en recibirlo.
Yo – una muestra de agradecimiento por el consejo.
Me subí al auto y María estaba todavía colorada de la vergüenza que le dio, seguimos viaje, mas calientes que antes. Ahora si le puse ganas para llegar a la cabaña; llegamos, dos bocinazos y el encargado del lugar venía a abrirnos e instalarnos.
La cabaña una de las mas apartadas, la había pedido así, muy bien ubicada, con un gran ventanal hacia la cordillera, en una de las esquinas del comedor, un fogón encendido, en pleno mayo hace mucho frío; cama king size, jacuzzi, ya que lo pagaba la empresa, no me importaron los costos.
María llevó el equipaje a la habitación, cuando volvió, me abrazó desde atrás, sentí las tetas apoyadas en mi espalda, me acarició el pecho y se fue nuevamente a la habitación.
María – Juaaaaannnnn, vení
Desde la puerta la ví, acostada en la cama, con la cola levantada y mirándome de lado:
María – mirá como manche la calza con los juguitos de mi concha – se apreciaba perfectamente la humedad en la unión de las dos piernas.
Yo – uuuyyyyyy bebé, como estas – la pija se me puso dura en un segundo.
María – se me va a paspar la colita si no me sacas la calza mojada.
Yo – tengo una cremita especial que va a evitar que te lastimés.
María – y esa cremita es fria o caliente?
Yo – caliente, muy caliente.
Me acerque a la cama y por los costados le bajé la calza, de a poco fui descubriendo las redondeces del culo, la calza se fue enrollando a medida que la bajaba; cuando llegué a los tobillos, le saque las zapatillas y le terminé de sacar la calza. María estaba con una remerita, y las medias, más sexual imposible.
María se dio vuelta y quedando de frente a mí, sentada en la cama, me desabrocho el cinturón y el cierre, mis pantalones cayeron al piso, me bajó el boxer y mi pija al máximo, le dio en la cara.
María pasó una mano por entre mis piernas y con la otra me acariciaba el pecho y el abdomen, sin dejar de mirarme a los ojos, se metió mi pija en la boca, al tenerme agarrado por delante y por detrás, ella me manejaba como a un muñeco; toda la calentura junta desde la mañana estaba explotando ahora. No se estaba quieta, le dieron varias arcadas, pero seguía chupándome la pija, después de cada arcada, una gran cantidad de saliva caía de su boca y manchaba la remera; cuando mis piernas comenzaron a flaquear del placer.
Tomé a María de la cara y la levanté, le pasé la lengua juntando toda la saliva y mezclándola con la mía mientras la besaba; levanté la remera por los costados y se la saque, María estaba con las medias y el sostén, la dejé de besar para bajarme al canal entre sus tetas, estuve juntándolas y amasándolas mientras María me abrazaba y me apretaba contra su pecho, levantaba la mirada al techo; fue ella la que se desabrochó el sostén y cayó al piso.
Nos besamos nuevamente y María hizo algo que es mi talón de Aquiles, se puso a chuparme las tetillas, si mi pija estaba a full, ahora sentía que el pellejo que la cubre, se tensaba mucho más; María se sentó en la cama con las piernas abiertas, mostrándome todo el brillo de los jugos en la concha. Me arrodillé y puse las piernas de María en mis hombros y me puse a chuparle toda la concha, estiraba mis manos hasta tocar los pezones, María se retorcía de placer, levantaba los brazos, los ponía sobre la cabeza, se agarraba la cabeza, hasta que estalló un orgasmo tan fuerte como demorado, no alcancé a tomar todos los jugos que salían de la conchita y mojaban el culo de María.
Siempre le dije que me obsesionan los culos, así que cuando sintió mis dedos hurgueteando por ahí, se tensó, pero mi lengua castigando su clítoris, la volvieron a relajar. No quise avanzar más de pasar mis dedos por la entrada, María no estaba lista aún para entregarme la cola; pero si le iba a dar una cogida por la conchita de antología.
Me situé sobre ella y de una sola estocada se la mandé hasta la base, un bramido salió de su garganta, y todo el deseo de coger que aguantamos desde que nos levantamos, ahora estaba desbocado, le daba fuerte, las tetas de María se bamboleaban para todos lados abajó mío, con la boca abierta gemía suave; hasta que un nuevo orgasmo comenzó a gestarse en las entrañas de mi amante.
Nunca deje de darle con ganas, hasta que María se atenazó de mi cuello y levantó la cabeza para unirnos en un beso salvaje, mas que beso era chuparnos los labios, el mentón la nariz, pasarnos la lengua por toda la cara; sentí como la concha empezaba a pulsar, apretando y soltándome la pija. Sin dejar de bombearle, María me soltó el cuello y puso los brazos en cruz en la cama, arqueó la espalda y dio un grito que resonó por toda la casa.
María no había terminado de acabar cuando mi propia acabada se hizo presente, sin poder controlarme, le llené la conchita con mi nectar caliente. Me desplomé al costado de mi ninfa, los dos agitados, nos besábamos hasta donde nuestra respiración nos permitía.
Otra vez se nos había pasado la hora de almorzar por estar cogiendo, salí a buscar algo de comer, conseguí algo muy simple, ni platos íbamos a ensuciar, nos sentamos en el comedor frente al ventanal, comimos mirando la montaña con picos nevados.
Apenas terminamos, nos fuimos a dar una vuelta para conocer, a pocos kilómetros esta el dique potrerillos, dimos una vuelta por el borde del lago, paramos vimos el paisaje, María sacó fotos, obviamente sin que saliera yo. Apenas estaba escondiéndose el sol volvimos, porque la temperatura baja muy rápido.
Mientras volvíamos, empecé a maquinar un plan para cumplirle una de las fantasías a María. Apenas llegamos nos pusimos a cocinar, cenamos, dejamos todo hecho un desastre en la cocina, pero mañana vendrían a organizar toda la cabaña. Después de la cena, María llenó el jacuzzi, se desvistió con la mayor sensualidad que he visto en mi vida, insinuándome, moviendo las caderas para sacarse la calza y la tanga, dándome la espalda para sacarse el sutien; el espectáculo solamente me había calentado por demás, tuve que controlarme para no meterme con ella sin desvestirme.
Me saque la ropa como un animal, uno de los botones de la remera saltó, medias y zapatillas en un solo movimiento, pantalones y boxer en otro, me metí al agua, estaba caliente, cuando me arrimé a María me mantuvo a distancia; la nena quería jugar; me obligó a darme vuelta y quedar entre sus piernas, con muchísima ternura, me enjabonó la espalda, cuando se entretuvo en los hombros, pude sentir esas montañas duras apoyadas en la espalda. Siguió por mi pecho, mi abdomen y siguió bajando hasta que se encontró con la pija como un hierro de dura.
Con la misma ternura, me enjabono debajo del agua la pija, recorriéndola en toda la longitud, luego fue el turno de mis huevos, con la esponja juntaba agua y la apretaba sobre mí para sacar todos los restos de jabón.
Recién ahí me hizo dar vuelta para que yo repitiera con ella todo el ritual de limpieza; comencé mas o menos igual, cuello, hombros, senos en los que me entretuve más de lo necesario, abdomen, pero antes de llegar a la entrepierna, fui hasta sus pies, los saque del agua, le pasé la esponja, María no pudo aguantar mucho por la cosquilla en la planta.
Cuando tuve sus pies fuera del agua, los acerque a mi boca y empecé a chupar uno por uno sus deditos, le pasaba la lengua entre medio, María se debatía entre la cosquilla y la excitación, fui subiendo por sus piernas, besando, pasando los dientes, hasta llegar al preciado tesoro aún bajo el agua. Puse mis manos en su culo y la levanté, sacando la conchita del agua, sin importarme el jabón, me puse a chuparla, pasaba la lengua desde casi su culo hasta arriba del clítoris, cuando pasaba por la hendidura, metía la lengua lo más adentro que podía, la sacaba bañada en sus jugos.
Le pasé el toallón por cada milímetro de su piel, yo me sequé y mientras María se secaba el cabello, de uno de los placares saque unas mantas, y las puse en el comedor, frente a la estufa de leños que el encargado de la cabaña había cargado por la tarde.
María vino envuelta en el toallón y se acostó a mi lado, me miró a los ojos y me besó, suavemente; esa noche no daba coger como animales en celo, esa noche era para hacer el amor. La recosté y suavemente la besé por todo el cuerpo, no hablamos solamente nos dedicamos a sentir nuestros cuerpos calentados por el crujir de las llamas. María se ubicó y se metió mi pija en la boca, suave, nada que ver a las veces anteriores, esta vez se dedicaba a acariciarme el glande con la lengua, siempre con mucha ternura.
Cuando no daba más, la saque de mi pija y la recosté, en la tradicional posición del misionero, hicimos el amor, cuando María cerraba los ojos yo paraba de moverme, dejándola al borde del orgasmo, repetí esa operación varias veces, hasta que no pudo más y cruzó sus piernas en mi espalda, obligándome a quedarme quieto y ella movía la pelvis, logrando penetraciones muy profundas, hasta que acabó, gritando el orgasmo que le hice desear varias veces.
Cuando el orgasmo de María terminó, levantó las piernas y las puso en mis hombros, me agarré de sus muslos y empecé un bombeo frenético, que logró sacarle un nuevo orgasmo a María junto al mío, derramando mas leche en la conchita de mi amante. Esa noche dormimos como niños recién amamantados
A la mañana, el despertador sonó y me fui a dar una ducha rápida y mientras me vestía, María se fue al baño y salió recién bañada.
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