Esta es la historia de Gabriela, una diosa de 25 años que tiene muchas ganas de contarnos su vida repleta de hombres, amigos, engaños y muchas anécdotas sexuales. Esta historia es ficción, eso no quiere decir que algunos hechos no sean reales…
Capítulo 22: Dominada
Después de mi cumpleaños evité el reencuentro con Nicolás por mucho tiempo, sin embargo era algo imposible de conseguir ya que vivíamos en el mismo edificio. 8 días después de nuestra aventura en el ascensor me reencontré en el mismo lugar y él actuó como si nada hubiese pasado hasta que llegamos a su piso. “Chau Gabi, espero volver a verte dentro de poco” me dijo apenas se bajó y cerró la puerta. Esa frase con su voz, proviniendo de alguien tan lindo como él, me dejó ardiendo. Sumándole a eso mi enojo con Eloy que seguía ya que justificaba su viaje al pueblo el día de mi cumpleaños, hicieron que no tardara en caer nuevamente a sus brazos.
- ¡Gabi! ¿Qué pasa?- Me preguntó al abrir la puerta de su casa al día siguiente.
Pero yo no le di tiempo y me tiré encima suyo dándole un beso bien fogoso. Nicolás cerró la puerta y me llevó directo a su pieza en donde nos matamos en una buena tarde de sexo. Lo peor de todo es que al día siguiente Eloy seguía comportándose como un nene de 10 años y eso me hizo ir en busca de un hombre de verdad nuevamente. Cuando me di cuenta Nicolás se había convertido en mi amante favorito y no tenía pensado dejarlo por nada en el mundo.
- Y pensar que de chiquita me caías mal.- Le dije entre risas un viernes a la noche que me invitó a pasar a su casa aprovechando que no había nadie.
Florencia fue la primera en enterarse de mi amante. Le conté una tarde que las dos nos juntamos a tomar algo y a hablar. “Volví a estar con Guillermo” me contó ella de entrada y nos pusimos a hablar de su ex por un rato. Pero yo no pude aguantar más y le terminé confesando que me estaba acostando con mi vecino. “¿Y Eloy?” me preguntó ella después de que le contara. Le dije que cada vez nos acostábamos menos y que cuando lo hacíamos era casi que sin pasión. A pesar de que ella entendía mi situación y compartía conmigo de que él se estaba comportando de manera chiquilina, su consejo fue: “Tenés que darle prioridad. Eloy es tu novio y se nota que se quieren. Nicolás es un pibe cualquiera”. Tenía razón.
Diciembre comenzó y los exámenes llegaron. Mi decisión de abandonar la facultad llegó un martes a principio de mes cuando me di cuenta que no entendía nada de una de las materias que estaba estudiando. Guillermina y Manuela seguían con su postura de “es solo una etapa” o “ya vas a ver que no es tan difícil”, pero Romina decidió cambiar de mensaje y me dijo que tenía que hacer lo que yo de verdad quería hacer. Después de una charla profunda con mi hermana y de animarme a contarle mi problema a mis padres, abandoné definitivamente ingeniería.
- ¿Y qué vas a hacer ahora?- Me preguntó Eloy cuando le conté mi decisión.
- No sé.- Le dije.- Por ahora pensar a ver que quiero hacer de mi vida.- Estudié 4 años una carrera que no era la que yo quería. Me interesa toda la parte de números, pero no desde el punto de la ingeniería. Capaz que algo de sistemas. No sé… Veré el año que viene.
El 2012 llegaba a su fin y después de sobrevivir a un nuevo “apocalipsis mundial” que tanto habían profetizado para ese año, estaba totalmente en blanco. “Me hubiese venido bien el fin del mundo” le dije irónicamente a Romi que de a poquito empezaba a ocupar el lugar de amiga de contención de la facultad ya que Guillermina de a poco se iba alejando con Ramiro. Para mi sorpresa, su consejo fue el mismo que el de Flor: Hablalo con él y hace lo que sea para salvar la situación.
Pero por más que intenté hablarlo personalmente, la conversación se dio por whatsapp y terminó en un llamado telefónico que concluyó en salir a comer algo el sábado 29 y hablarlo en otro ambiente. Por suerte fue la mejor decisión que pudimos tomar ya que nos sirvió para hablar las cosas de manera mucho mas calmada y terminar acordando que nos íbamos a esforzar por remontar la relación. El problema era que en el fondo ninguno de los dos queríamos remontarla de verdad.
Después de comer nos pedimos unos tragos y ya en otro ambiente me preguntó que tenía pensado hacer de mi vida. “Voy a empezar Administración de Empresas” le comenté contándole sobre la conversación que había tenido con mi hermana unos días antes a cerca de la carrera que ella había estudiado. Mi idea era avanzar un año sobre esa carrera y empezar a trabajar al año siguiente permitiéndome tener algunos ingresos y poder avanzar más cómodamente en la vida.
- Es un buen plan.- Me dijo él.- Si empezás a trabajar podes venir a vivirte a casa.- Agregó sonriendo.
Seguimos hablando un buen rato hasta que decidimos irnos. Caminamos hasta su auto y cuando nos subimos él me dijo que me tenía preparada una sorpresa en su casa. “Las esposas en la cama y el pañuelo para los ojos” pensé yo dándole una sonrisa, pero estaba equivocada. Cuando llegamos al departamento él parecía muy emocionado, como si fuese un nene chiquito que sabe que va a recibir un juguete nuevo. Lo peor es que yo, creyendo que sabía cual era la sorpresa, me hacía la que estaba tranquila. Pero el corazón comenzó a latirme muy fuerte cuando abrió la puerta. Entré al comedor y él me miró como esperando mi respuesta. Al principio no noté nada, pero cuando miré más detalladamente, me sorprendí.
Del techo colgaba la lámpara, una que siempre me había parecido muy rara, una cosa de metal horrible pesadísima, pero de la lámpara colgaba una soga que caía directo a la mesa. Sobre una de las sillas había un vestido de cuero, pero uno muy revelador, con espacio para las tetas y bien abierto entre las piernas, así como también unas esposas, una mordaza y un collar negro. Lo miré fijo y sus ojos se encendieron enseguida y el calor llegó hasta lo más a fondo de mi cuerpo.
- Andá a vestirte.- Me dijo alcanzándome la prenda de cuero.- Te espero acá para hacerte mi prisionera.- Agregó agarrando las esposas.
Fui a la pieza y me desnudé para ponerme la prenda que era más jugada de lo que parecía. Tenía algunos cortes a los costados, un cierre en la entrepierna y dos pasamanos en la parte de atrás a la altura de la cintura. Cuando salí Eloy ya estaba totalmente desnudo y tocándose sobre la punta de la mesa. “Vení, chúpamela un ratito” me dijo soltándose la pija. Me acerqué hacia donde él estaba y me arrodillé frente a su cuerpo. Se la tomé con la mano y lo empecé a pajear con ganas para metérmela en la boca segundos después.
“Oh que rico” dijo él mientras yo me la metía y me la sacaba de la boca con ganas. Su pija se ponía cada vez más dura a medida que la recorría con mis labios y mi lengua. Se la escupía, lo masturbaba y me la volvía a meter en la boca para darle mucho placer. “Que bien que la chupás. ¿Te gusta chuparla?” me preguntó, pero como cada vez que jugábamos al amo y esclava, yo no le respondí. “¡¿Te pregunté sio te gusta chuparme la pija?!” me gritó él y yo lo miré fijo y le respondí con vos de puta un “me encanta” que lo volvió aun más loco.
- Vení, subite a la mesa.- Me dijo corriendo hacia un lado.
Yo me paré y me subí a la mesa para quedar arrodillada en el medio. Él me acercó hacia uno de los costados y comenzó aenvolverme con la soga. La pasó por debajo de mis brazos y después por alrededor de mi cuerpo. “Tirá las manos hacia atrás” me obligó y yo obedecí. Las pasó por los pasamanos del vestido y después utilizó las esposas para asegurarse que no me soltara. Me puso el cuello y cuando agarró el bozal me miró y lo terminó dejando diciendo que esa noche quería escucharme gritar. Por último pasó la soga entre mis brazos y las esposas y volió a atarlo al techo dejándome algo tirante.
- Esto te va a doler al principio.- Me dijo parándose en frente mío y alejándose un poco.- Pero después vas a ver que lo único que sentís es placer.
Empezó a correr la meza y cuando ya no pude sostenerme sobre ella caí al piso. Mis pies quedaron a unos pocos centímetros de este, sin embargo no podía apoyarme, por lo que estaba suspendida en el aire. La soga comenzaba a tirar a la altura de mis brazos y mi cintura. Eloy se acercó a mi por detrás y apoyé mis piernas en sus muslos mientras él pasaba sus manos por mi cuerpo hasta mis tetas. Comenzó a manosearlas y siguió acercándose hacia mi hasta sentir su pija bien sura sobre mi cuerpo, que chocaba contra mi concha a media que se movía.
Se la tomó con una mano y la hizo entrar en mi concha para después volver a apoyar sus manos sobre mis tetas. Su cuerpo comenzó a moverse y mis piernas se tambalearon y volví a caer en el piso. “¡Ay!” grité mezclando dolor con placer. Era una sensación rara, había partes de mi cuerpo que sentían placer y otras que sufrían, sin embargo la mezcla me gustaba. Habíamos hecho cosas zarpadas, pero nunca habíamos llegado tan lejos. “¿Te gusta putita?” me preguntó mientras metía y sacaba su pija de mi cuerpo. Mi conchita ardía de calentura y de pronto el morbo me invadió y comenzó a gustarme lo que me hacía. El dolor le daba un toque que hacía ideal el momento.
Eloy se paró delante de mí y volvió a metérmela tomándome por la cintura y yo aproveché para envolverlo con mis piernas. Me cogía bien fuerte, metiendo y sacando su pija lo más rápido que podía y su cara demostraba placer y ganas de hacerme daño, algo que me hizo explotar la cabeza. “¿Te gusta putita? Responde” me preguntaba con bronca. “¡Sí! Me encanta” le respondía yo con vos de placer. Mis gemidos iban cada vez más y más fuertes. El placer era absoluto. “¡Sí cogeme!” le pedía a gritos y él lo hacía orgulloso. El orgasmo llegó en lo más fuerte de sus movimientos, penetrándome hasta el fondo y provocándome llegar a lo máximo de la satisfacción.
Se alejó y me fue soltando suavemente hasta que llegué al piso y apoyé las rodillas relajando todo mi cuerpo y disfrutando de mi orgasmo. Sin embargo él no había terminado y lo quería hacer sobre mi cuerpo. Comenzó a pajearse en frente mío y abrí la boca justo a tiempo para recibir su leche calentita sobre mi cuerpo. El resto fue a parar a mi pecho y a mis tetas. Llena de semen, algo dolorida, pero completamente satisfecha me quedé arrodillada en el piso. Él se agachó en frente a mí y me corrió el pelo de la cara con su mano. Una sonrisa se le dibujó en la cara al verme.
- ¡Que putita que sos!- Me dijo y después se dedicó a soltarme las esposas.
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