DÉCIMA PARTE: Un paseo en familia
Mi estrategia estaba definida. La puse en práctica. Me cercioraba de coger con Esperanza cada vez que la visitaba en su departamento. Obviamente, teniendo a Majo en la habitación de al lado o en cualquier otra parte de la casa, pero que pudiera escuchar lo que hacíamos.
Pasó el tiempo y llegó esa hermosa época en que todos nos rascamos los huevos. Semana Santa. Yo como no soy creyente me la tomo como un tiempo de dispersión, descanso y folleteo si es posible. Y para esta ocasión sí que iba a ser posible. Esperanza me estaba invitando a un paseo con toda su familia durante esta semana y yo, por supuesto, no iba a rechazar la tentadora invitación.
Karla alquiló un departamento en una de las principales ciudades costeras, de esas de veraneo Para esa ocasión, quedamos de encontrarnos en nuestra ciudad destino. Esperanza y yo fuimos los últimos en llegar por cosas de trabajo. Al llegar nos llevamos una inmensa sorpresa al ver lo pequeño que era el departamento que habían alquilado. Obviamente los padres de Majo debían sentirse cómodos, así que ellos tuvieron un cuarto para ellos solos. Karla y Laura compartirían habitación con sus respectivas parejas. De igual forma, Esperanza y yo estaríamos en el mismo cuarto que Majo y Javier.
Si Esperanza habitualmente era una chica caliente, estando en este tipo de paseos, esa condición se incrementaría. Pero el hecho de tener que compartir habitación con su hermana, hacía que Esperanza no se sintiera cómoda. La presencia de Majo la inhibía a coger. A mí, por el contrario, me parecía la oportunidad perfecta, pero si Esperanza no quería no podía obligarla. Pero podía inducirla; un poco de licor para conseguir hacer de Esperanza una mujer sin pudor alguno.
La tarde que llegamos, invité a Esperanza a comer. Luego dimos un largo paseo por la playa. Hablamos de lo nuestro, de lo feliz que estábamos el uno con el otro. Caminamos hasta que anocheció; compramos una botella de ron y nos sentamos a la orilla del mar a tomarla. Esperanza no era muy amante del ron, pero aprovechando que estábamos de vacaciones lo tomó sin problema alguno. Fue un rato esplendido, un momento para compartir como pareja.
Volvimos al departamento en la madrugada, un poco afectados por el alcohol; de hecho tuvimos problemas para subir a la cucheta (litera, camarote). Nos abrazamos semidesnudos, buscando que el mareo nos dejara conciliar el sueño. Nos acostamos ligeritos de prendas porque el calor era infernal. Me encantaba dormir abrazado a Esperanza; su piel era tan suave que abrazarla o sentirme entrecruzado por sus piernas era un placer indescriptible.
Pero esa noche no podía conformarme con esto. Esperanza estaba acostada de medio lado, yo la abrazaba desde atrás. Le desee una linda noche y la bese detrás de la oreja. Volví a hacer lo mismo unos segundos después. Esperanza, entre sueños, me respondía, yo lo sabía, pero me hacía el sordo y volvía a hacer lo mismo. Luego solo la besaba, le mordía delicadamente el lóbulo de su oreja.
-¿Estás cariñoso eh? – Dijo Esperanza con voz somnolienta
-¿Cómo no voy a ser cariñoso?... Sos el amor de mi vida
Continué besando a Esperanza, tras su oreja y por el cuello. Esperanza seguía tumbada allí, recibía mi cariño, pero sin responderlo. La besaba y le repetía lo mucho que la amaba, muy suavecito. Seguí por un rato lago a tal punto que llegó un momento en que estaba completamente erecto. Sin haberla tocado, solo de besarla y sentirla plácida con mi cariño. Ella noto mi calentura y yo le propuse hacerlo. Pero ella seguía un poco acomplejada por el hecho de compartir cuarto con su hermana. Me insistía en que lo dejáramos para el otro día en un sitio más discreto. Pero yo seguía besándola, mantenía mi cuerpo pegado al suyo y no desistía en mi intención. Le dije que yo la iba a consentir por un rato y que mientras se lo fuera pensando.
Continué besándola; me propuse no utilizar mis manos hasta que fuera totalmente imprescindible. Uno largos y húmedos besos por su nuca, unos cortos besitos por la parte alta de su espalda, unos fugaces lengüetazos por su oreja; y mi cuerpo siempre junto al suyo. Seguí besándola por los hombros y ya notaba como se iba calentando. Empezó a restregarse contra mi cuerpo, volteaba ligeramente su cabeza, acercando su rostro al mío pero sin que nuestras bocas pudieran alcanzarse.
Empecé a acariciarla suavemente por sus brazos, la besaba intensamente por el cuello. Para ese momento Esperanza me pidió que moviera mi pene sobre sus nalgas, siguiendo hacia su espalda; pero que no la fuera a penetrar, “Con Majo acá de verdad que me resulta imposible”, dijo ya con su cara algo colorada. Me saqué los boxers y puse mi pene sobre su espalda baja. Lo deslicé lentamente, mientras acariciaba su cintura y su abdomen. Ella me agarraba por la espalda, empujando mi cuerpo hacia el suyo mientras yo iba acelerando de a poco el ritmo de mi pene sobre ella. Cerré la boca sobre el lóbulo de su oreja, aferrándome a ella; una mordida firme pero sin hacerle daño. Estando así le propuse sacarse la tanga; le aseguré que seguiríamos en lo mismo, sin penetración. “Quítámela”, dijo mientras empezó a menear su culo.
Llevaba unos cinco minutos desde que había empezado a deslizar mi pene sobre ella; ya empezaba a soltar una ligera eyaculación; goteaba de a poco sobre la espalda y las nalgas de Esperanza. Esto hacia que el deslizamiento fuera más natural. Mientras le besaba el cuello, ella me agarraba la cabeza e inclinaba la suya hacia atrás. No podía resistirme más. Le dije que me dejará metérsela, aunque sea un poquito. Ella accedió, “Pero solo por un ratito". Agarré mi pene entre mi mano y la conduje a la concha de Esperanza. Estaba humedísima.
Apenas ingresé mi pene, ella jadeó y se contuvo. Llevó su mano a la boca, mientras yo movía la punta de mi pene en ella. La agarré fuertemente de las caderas y deslizaba mi pene cada vez mas profundo. Esperanza se olvidaba por ratos de su hermana, giraba el torso para que pudiésemos besarnos; y para esa altura de la noche ya hacíamos un ruido lo suficientemente considerable. Le quité el sostén y agarré fuertemente sus senos. Apenas apreté esos hermosos pechos, mis movimientos fueron incrementándose en fuerza y velocidad. Nuestros cuerpos chocaban a un ritmo constante. Así estuvimos por unos diez minutos. Ella me pidió que me detuviera, Me hizo acostar mirando hacia el techo y luego me montó. Esperanza estaba tan caliente que desde que me montó fue básicamente ella la que se movió. Agitaba su cuerpo con desenfreno sobre mi, como si sufriera un ataque de epilepsia. Se sacudía fuertemente mientras yo apretaba sus pechos. Se olvidó de sus tapujos y gemía libremente; más que gemir, jadeaba. Pero lo hacía sin contemplación alguna.
Por ratos tenía que mirar hacia el costado, vigilaba si Majo o su novio se daban cuenta de lo que hacíamos. Pero estaba oscuro, era casi imposible notarlo. Esperanza dejó caer su torso sobre el mío, posó ambas manos en los costados de mi cabeza; por ratos me agarraba del pelo, por ratos me enterraba las uñas. Chocaba su cuerpo rápidamente contra el mío. Yo la agarraba fuertemente de las nalgas, quise meterle un dedo en el culo, pero ella alejó mi mano. Empecé a besarla y eso fue el detonante para acabar con este placentero momento. Ella notó que había culminado, me besaba y soltaba una risa placentera; hacía pausas para recordarme que me amaba.
Quedamos exhaustos. Seguimos besándonos por un rato, abrazados, hasta que el sueño nos venció.
Al día siguiente nos despertamos muy temprano, nos duchamos juntos consumando la primera faena del día. Nos sentamos a desayunar estando muy relajados; nuestros rostros denotaban relajación y alegría. Departimos con toda la familia por un buen rato.Esa mañana Majo y su novio anunciaron a la familia que tenían en mente casarse. La noticia me dejó helado. Estaba a punto de perderla para siempre.
Majo tenía en mente casarse en esta ciudad, así que esa mañana iría con Karla, Esperanza y su madre a ver un lugar perfecto para hacer el evento. Javier, Mariano y yo iríamos al supermercado a conseguir unas cosas que hacían falta en el departamento; mientras que Laura y su esposo estarían en la pileta con su pequeña hija.
Como el plan se me hacía absolutamente aburridor, fingí un fuerte dolor de estómago y me quedé durmiendo.
Escuché unos grito, también llanto. Mi siesta se vio interrumpida por este escándalo. Me levanté para ver que sucedía, cuando salí de la habitación vi a Laura por la espalda; lloraba mientras discutía con su marido. Ella no se había percatado de mi presencia, miraba hacia el otro lado, hacia el lado del pasillo que conducía a la sala del inmueble. Era un feroz enfrentamiento; ni ella ni su esposo escatimaban para agredirse con palabras burdas y soeces. Laura lloraba desconsoladamente. Me acerqué sigilosamente a ella y sin que se diera cuenta pose mis manos en sus caderas. Empecé a deslizarlas hacia abajo, recorriendo lentamente sus piernas. Ella pasó un gran susto, pero apenas giró su cabeza para ver lo que pasaba, yo le hice el ademán de guardar silencio; poniendo el dedo índice sobre mis labios.
-Pensé que no había nadie, que estábamos solos – Dijo ella susurrando
-Me despertaron con los gritos- respondí manteniendo el mismo tono de voz
-No quiero más problemas con mi marido, déjame en paz
-Él no te respeta. No soporto que te llame puta o perra siendo que eres una mujer espectacular; linda y delicada.
-Vete, por favor, vete
Pero yo no contemplaba irme, ni dejar de acariciarla. Ella seguía discutiendo con su esposo, que desde la sala, no podía ver lo que pasaba en el pasillo. Mis manos recorrieron sus piernas y sin pedir permiso empezaron a frotar su culo. Ella buscaba alejarme con una mano, me empujaba un poco, pero su movimiento no era lo suficientemente fuerte como para dejar clara su intención de alejarme. Acaricié el interior de sus muslos y lentamente empecé a rozar su vagina, por encima de la bombacha.
Ella lo estaba disfrutando. De hecho llegó un momento en que ella empezó a guiar mis movimientos. Mientras su esposo la insultaba, ella se dio vuelta y empezó a comerme la boca. Nos besábamos apasionadamente, agarrándonos el cuerpo desenfrenadamente. Empezamos a caminar hacia su cuarto mientras nuestros labios seguían pegados mutuamente. Ella cerró la puerta con dureza, como tratando de hacerle creer a su novio que se había encerrado furiosa en el cuarto.
En la habitación estaba su hija, una pequeña niña de tres años que para nuestra fortuna estaba dormida.
Ella se dejó caer sobre la cama y me invitó a consentir su concha. Quería unos besitos allí ya que su esposo se negaba a dárselos, y yo por supuesto estaba dispuesto a complacerla. Mientras le lamía y le besaba su provocativa vagina, ella me agarraba del pelo y empujaba mi cara hacia su ingle; me contaba que su esposo era un frígido amargado que no cumplía con sus obligaciones como marido y, que cuando lo hacía, las cumplía de una forma mediocre.
La mamada fue corta porque sabíamos que debíamos apuraros, corríamos un gran riesgo haciendo eso allí. Pero como ya habíamos empezado no nos podíamos quedar con el calentón. Le propuse que nos viéramos en diez minutos en la playa. Yo saldría por alguna ventana del departamento mientras que ella lo haría por la puerta, sin darle explicación alguna a su marido.
Me demoré un poco más de lo previsto en llegar a nuestro punto de encuentro, pero cuando por fin llegué la vi allí parada. La agarré por la cintura y le propuse que nadáramos mar adentro ya que había mucha gente allí en la playa. Nadamos y cuando ya casi no veíamos a la gente, cuando veíamos puntitos pequeñitos nos detuvimos. Ella empezó a contarme que andaba muy mal con su marido, de hecho con su vida.
Además de la poca comunicación y de la falta de sexo; me dijo que tenían una hipoteca y ninguno de los dos tenía trabajo. Yo acariciaba su pelo mientras trataba de consolarla. Limpié sus lágrimas y le dije tener una propuesta para solucionar sus problemas. “Hazte mi esclava sexual una vez al mes y yo te pago la cuota mensual de hipoteca”. Ella se quedó mirándome, sin poder creer lo que escuchaba, sin saber qué hacer. Finalmente accedió, pero solo hasta que encontrara trabajo; cuando lo hiciera nuestro trato moriría.
Empecé a besarla sin escrúpulo alguno. Subí la parte de arriba de su bikini, dejando sus senos al descubierto. Nuevamente los veía y los sentía, eran maravillosos. Con una mano me agarraba de ellos mientras que con la otra acariciaba su vagina por encima del bikini. Ella me agarraba fuertemente del culo mientas nos besábamos. Le tenía tantas ganas que no pasó mucho tiempo para que corriera su bikini hacia un costado y la penetrara. Desde un comienzo la cogí con intensidad; ella gemía sin restricción alguna, estábamos tan lejos de la playa que sería difícil que nos escucharan. A pesar de que el grado de excitación era alto, nos resultaba difícil coger y flotar al mismo tiempo. Por ratos nos hundíamos, pero jamás dejamos de movernos. Llegó un momento en que saqué mi pene de ella y le pedí que se diera la vuelta. Tomé mi pene entre mi mano y lo conduje, esta vez hacia su culo. Ella apretó las nalgas cerrando la pequeña entrada.
-¿Qué haces? … por ahí no – Dijo ella mientras hacía esfuerzos para mantener el flote
-Acuérdate nuestro trato, ¿o quieres terminar en la puta calle?
Ella accedió, pero me pidió que fuera muy despacio y delicado ya que jamás la habían cogido por el culo. Empecé a introducir mi pene de a pocos, preguntándole siempre si estaba cómoda o si sentía dolor. Ella me orientaba, me decía en que momento parar, en que momento sentía le estaba haciendo daño. Sin embargo, mi excitación fue acrecentándose y por ello mis movimientos fueron adquiriendo mayor grado de brusquedad. Ella dejaba escapar unos desgarradores gritos; los intercalaba con unas entrecortadas palabras que me pedían detenerme. Pero yo estaba cegado, nublado, no podía dejar de cogerla. Lamentablemente no la pude coger por el culo por un rato muy largo, ya que fue tanta la excitación que terminé corriéndome antes de lo que pensaba.
Se acomodó nuevamente el bikini y nadamos a la orilla. Le dije que no era conveniente llegar juntos al departamento, por lo que ella se iría sola y yo llegaría al rato.
Me fui para el centro de la ciudad y compré un lindo collar para regalarle a Esperanza. Con esto conseguiría desviar la atención de todos apenas volviera al departamento y me preguntaran en dónde estaba.
Una vez que volví, me senté a beber un trago con Mariano, el padre de estas chicas. Luego me bañé y salí con Esperanza a cenar. Mi plan era repetir el plan de la noche anterior. De hecho, tenía en mente repetir dicho plan todas las noches, mientras estuviéramos en el paseo.
Esa noche cuando estábamos bajo las sabanas, cogiendo, Majo se levantó y nos dijo, “Respeten que estamos acá, ¿No pueden aguantar sus deseos carnales para otro momento?”
La escuchamos, pero para ese momento ni a Esperanza ni a mí nos importó.
Este relato es 99% real. Los nombres de los personajes y algunas situaciones fueron modificadas para proteger la identidad de las personas.
El que quiera imágenes de las protagonistas de este relato me avisa
DÉCIMO PRIMERA PARTE: El culo de la discordia
El paseo quedó atrás. Pasaron meses desde que habíamos vuelto a nuestra ciudad, a reanudar nuestras vidas. Durante todo este tiempo estuve torturándome al pensar que Majo se iba a casar. Sabía que debía evitarlo a cualquier precio, pero hasta el momento no se me ocurría nada para salirme con la mía... .
Twitter: @felodel2016
Mi estrategia estaba definida. La puse en práctica. Me cercioraba de coger con Esperanza cada vez que la visitaba en su departamento. Obviamente, teniendo a Majo en la habitación de al lado o en cualquier otra parte de la casa, pero que pudiera escuchar lo que hacíamos.
Pasó el tiempo y llegó esa hermosa época en que todos nos rascamos los huevos. Semana Santa. Yo como no soy creyente me la tomo como un tiempo de dispersión, descanso y folleteo si es posible. Y para esta ocasión sí que iba a ser posible. Esperanza me estaba invitando a un paseo con toda su familia durante esta semana y yo, por supuesto, no iba a rechazar la tentadora invitación.
Karla alquiló un departamento en una de las principales ciudades costeras, de esas de veraneo Para esa ocasión, quedamos de encontrarnos en nuestra ciudad destino. Esperanza y yo fuimos los últimos en llegar por cosas de trabajo. Al llegar nos llevamos una inmensa sorpresa al ver lo pequeño que era el departamento que habían alquilado. Obviamente los padres de Majo debían sentirse cómodos, así que ellos tuvieron un cuarto para ellos solos. Karla y Laura compartirían habitación con sus respectivas parejas. De igual forma, Esperanza y yo estaríamos en el mismo cuarto que Majo y Javier.
Si Esperanza habitualmente era una chica caliente, estando en este tipo de paseos, esa condición se incrementaría. Pero el hecho de tener que compartir habitación con su hermana, hacía que Esperanza no se sintiera cómoda. La presencia de Majo la inhibía a coger. A mí, por el contrario, me parecía la oportunidad perfecta, pero si Esperanza no quería no podía obligarla. Pero podía inducirla; un poco de licor para conseguir hacer de Esperanza una mujer sin pudor alguno.
La tarde que llegamos, invité a Esperanza a comer. Luego dimos un largo paseo por la playa. Hablamos de lo nuestro, de lo feliz que estábamos el uno con el otro. Caminamos hasta que anocheció; compramos una botella de ron y nos sentamos a la orilla del mar a tomarla. Esperanza no era muy amante del ron, pero aprovechando que estábamos de vacaciones lo tomó sin problema alguno. Fue un rato esplendido, un momento para compartir como pareja.
Volvimos al departamento en la madrugada, un poco afectados por el alcohol; de hecho tuvimos problemas para subir a la cucheta (litera, camarote). Nos abrazamos semidesnudos, buscando que el mareo nos dejara conciliar el sueño. Nos acostamos ligeritos de prendas porque el calor era infernal. Me encantaba dormir abrazado a Esperanza; su piel era tan suave que abrazarla o sentirme entrecruzado por sus piernas era un placer indescriptible.
Pero esa noche no podía conformarme con esto. Esperanza estaba acostada de medio lado, yo la abrazaba desde atrás. Le desee una linda noche y la bese detrás de la oreja. Volví a hacer lo mismo unos segundos después. Esperanza, entre sueños, me respondía, yo lo sabía, pero me hacía el sordo y volvía a hacer lo mismo. Luego solo la besaba, le mordía delicadamente el lóbulo de su oreja.
-¿Estás cariñoso eh? – Dijo Esperanza con voz somnolienta
-¿Cómo no voy a ser cariñoso?... Sos el amor de mi vida
Continué besando a Esperanza, tras su oreja y por el cuello. Esperanza seguía tumbada allí, recibía mi cariño, pero sin responderlo. La besaba y le repetía lo mucho que la amaba, muy suavecito. Seguí por un rato lago a tal punto que llegó un momento en que estaba completamente erecto. Sin haberla tocado, solo de besarla y sentirla plácida con mi cariño. Ella noto mi calentura y yo le propuse hacerlo. Pero ella seguía un poco acomplejada por el hecho de compartir cuarto con su hermana. Me insistía en que lo dejáramos para el otro día en un sitio más discreto. Pero yo seguía besándola, mantenía mi cuerpo pegado al suyo y no desistía en mi intención. Le dije que yo la iba a consentir por un rato y que mientras se lo fuera pensando.
Continué besándola; me propuse no utilizar mis manos hasta que fuera totalmente imprescindible. Uno largos y húmedos besos por su nuca, unos cortos besitos por la parte alta de su espalda, unos fugaces lengüetazos por su oreja; y mi cuerpo siempre junto al suyo. Seguí besándola por los hombros y ya notaba como se iba calentando. Empezó a restregarse contra mi cuerpo, volteaba ligeramente su cabeza, acercando su rostro al mío pero sin que nuestras bocas pudieran alcanzarse.
Empecé a acariciarla suavemente por sus brazos, la besaba intensamente por el cuello. Para ese momento Esperanza me pidió que moviera mi pene sobre sus nalgas, siguiendo hacia su espalda; pero que no la fuera a penetrar, “Con Majo acá de verdad que me resulta imposible”, dijo ya con su cara algo colorada. Me saqué los boxers y puse mi pene sobre su espalda baja. Lo deslicé lentamente, mientras acariciaba su cintura y su abdomen. Ella me agarraba por la espalda, empujando mi cuerpo hacia el suyo mientras yo iba acelerando de a poco el ritmo de mi pene sobre ella. Cerré la boca sobre el lóbulo de su oreja, aferrándome a ella; una mordida firme pero sin hacerle daño. Estando así le propuse sacarse la tanga; le aseguré que seguiríamos en lo mismo, sin penetración. “Quítámela”, dijo mientras empezó a menear su culo.
Llevaba unos cinco minutos desde que había empezado a deslizar mi pene sobre ella; ya empezaba a soltar una ligera eyaculación; goteaba de a poco sobre la espalda y las nalgas de Esperanza. Esto hacia que el deslizamiento fuera más natural. Mientras le besaba el cuello, ella me agarraba la cabeza e inclinaba la suya hacia atrás. No podía resistirme más. Le dije que me dejará metérsela, aunque sea un poquito. Ella accedió, “Pero solo por un ratito". Agarré mi pene entre mi mano y la conduje a la concha de Esperanza. Estaba humedísima.
Apenas ingresé mi pene, ella jadeó y se contuvo. Llevó su mano a la boca, mientras yo movía la punta de mi pene en ella. La agarré fuertemente de las caderas y deslizaba mi pene cada vez mas profundo. Esperanza se olvidaba por ratos de su hermana, giraba el torso para que pudiésemos besarnos; y para esa altura de la noche ya hacíamos un ruido lo suficientemente considerable. Le quité el sostén y agarré fuertemente sus senos. Apenas apreté esos hermosos pechos, mis movimientos fueron incrementándose en fuerza y velocidad. Nuestros cuerpos chocaban a un ritmo constante. Así estuvimos por unos diez minutos. Ella me pidió que me detuviera, Me hizo acostar mirando hacia el techo y luego me montó. Esperanza estaba tan caliente que desde que me montó fue básicamente ella la que se movió. Agitaba su cuerpo con desenfreno sobre mi, como si sufriera un ataque de epilepsia. Se sacudía fuertemente mientras yo apretaba sus pechos. Se olvidó de sus tapujos y gemía libremente; más que gemir, jadeaba. Pero lo hacía sin contemplación alguna.
Por ratos tenía que mirar hacia el costado, vigilaba si Majo o su novio se daban cuenta de lo que hacíamos. Pero estaba oscuro, era casi imposible notarlo. Esperanza dejó caer su torso sobre el mío, posó ambas manos en los costados de mi cabeza; por ratos me agarraba del pelo, por ratos me enterraba las uñas. Chocaba su cuerpo rápidamente contra el mío. Yo la agarraba fuertemente de las nalgas, quise meterle un dedo en el culo, pero ella alejó mi mano. Empecé a besarla y eso fue el detonante para acabar con este placentero momento. Ella notó que había culminado, me besaba y soltaba una risa placentera; hacía pausas para recordarme que me amaba.
Quedamos exhaustos. Seguimos besándonos por un rato, abrazados, hasta que el sueño nos venció.
Al día siguiente nos despertamos muy temprano, nos duchamos juntos consumando la primera faena del día. Nos sentamos a desayunar estando muy relajados; nuestros rostros denotaban relajación y alegría. Departimos con toda la familia por un buen rato.Esa mañana Majo y su novio anunciaron a la familia que tenían en mente casarse. La noticia me dejó helado. Estaba a punto de perderla para siempre.
Majo tenía en mente casarse en esta ciudad, así que esa mañana iría con Karla, Esperanza y su madre a ver un lugar perfecto para hacer el evento. Javier, Mariano y yo iríamos al supermercado a conseguir unas cosas que hacían falta en el departamento; mientras que Laura y su esposo estarían en la pileta con su pequeña hija.
Como el plan se me hacía absolutamente aburridor, fingí un fuerte dolor de estómago y me quedé durmiendo.
Escuché unos grito, también llanto. Mi siesta se vio interrumpida por este escándalo. Me levanté para ver que sucedía, cuando salí de la habitación vi a Laura por la espalda; lloraba mientras discutía con su marido. Ella no se había percatado de mi presencia, miraba hacia el otro lado, hacia el lado del pasillo que conducía a la sala del inmueble. Era un feroz enfrentamiento; ni ella ni su esposo escatimaban para agredirse con palabras burdas y soeces. Laura lloraba desconsoladamente. Me acerqué sigilosamente a ella y sin que se diera cuenta pose mis manos en sus caderas. Empecé a deslizarlas hacia abajo, recorriendo lentamente sus piernas. Ella pasó un gran susto, pero apenas giró su cabeza para ver lo que pasaba, yo le hice el ademán de guardar silencio; poniendo el dedo índice sobre mis labios.
-Pensé que no había nadie, que estábamos solos – Dijo ella susurrando
-Me despertaron con los gritos- respondí manteniendo el mismo tono de voz
-No quiero más problemas con mi marido, déjame en paz
-Él no te respeta. No soporto que te llame puta o perra siendo que eres una mujer espectacular; linda y delicada.
-Vete, por favor, vete
Pero yo no contemplaba irme, ni dejar de acariciarla. Ella seguía discutiendo con su esposo, que desde la sala, no podía ver lo que pasaba en el pasillo. Mis manos recorrieron sus piernas y sin pedir permiso empezaron a frotar su culo. Ella buscaba alejarme con una mano, me empujaba un poco, pero su movimiento no era lo suficientemente fuerte como para dejar clara su intención de alejarme. Acaricié el interior de sus muslos y lentamente empecé a rozar su vagina, por encima de la bombacha.
Ella lo estaba disfrutando. De hecho llegó un momento en que ella empezó a guiar mis movimientos. Mientras su esposo la insultaba, ella se dio vuelta y empezó a comerme la boca. Nos besábamos apasionadamente, agarrándonos el cuerpo desenfrenadamente. Empezamos a caminar hacia su cuarto mientras nuestros labios seguían pegados mutuamente. Ella cerró la puerta con dureza, como tratando de hacerle creer a su novio que se había encerrado furiosa en el cuarto.
En la habitación estaba su hija, una pequeña niña de tres años que para nuestra fortuna estaba dormida.
Ella se dejó caer sobre la cama y me invitó a consentir su concha. Quería unos besitos allí ya que su esposo se negaba a dárselos, y yo por supuesto estaba dispuesto a complacerla. Mientras le lamía y le besaba su provocativa vagina, ella me agarraba del pelo y empujaba mi cara hacia su ingle; me contaba que su esposo era un frígido amargado que no cumplía con sus obligaciones como marido y, que cuando lo hacía, las cumplía de una forma mediocre.
La mamada fue corta porque sabíamos que debíamos apuraros, corríamos un gran riesgo haciendo eso allí. Pero como ya habíamos empezado no nos podíamos quedar con el calentón. Le propuse que nos viéramos en diez minutos en la playa. Yo saldría por alguna ventana del departamento mientras que ella lo haría por la puerta, sin darle explicación alguna a su marido.
Me demoré un poco más de lo previsto en llegar a nuestro punto de encuentro, pero cuando por fin llegué la vi allí parada. La agarré por la cintura y le propuse que nadáramos mar adentro ya que había mucha gente allí en la playa. Nadamos y cuando ya casi no veíamos a la gente, cuando veíamos puntitos pequeñitos nos detuvimos. Ella empezó a contarme que andaba muy mal con su marido, de hecho con su vida.
Además de la poca comunicación y de la falta de sexo; me dijo que tenían una hipoteca y ninguno de los dos tenía trabajo. Yo acariciaba su pelo mientras trataba de consolarla. Limpié sus lágrimas y le dije tener una propuesta para solucionar sus problemas. “Hazte mi esclava sexual una vez al mes y yo te pago la cuota mensual de hipoteca”. Ella se quedó mirándome, sin poder creer lo que escuchaba, sin saber qué hacer. Finalmente accedió, pero solo hasta que encontrara trabajo; cuando lo hiciera nuestro trato moriría.
Empecé a besarla sin escrúpulo alguno. Subí la parte de arriba de su bikini, dejando sus senos al descubierto. Nuevamente los veía y los sentía, eran maravillosos. Con una mano me agarraba de ellos mientras que con la otra acariciaba su vagina por encima del bikini. Ella me agarraba fuertemente del culo mientas nos besábamos. Le tenía tantas ganas que no pasó mucho tiempo para que corriera su bikini hacia un costado y la penetrara. Desde un comienzo la cogí con intensidad; ella gemía sin restricción alguna, estábamos tan lejos de la playa que sería difícil que nos escucharan. A pesar de que el grado de excitación era alto, nos resultaba difícil coger y flotar al mismo tiempo. Por ratos nos hundíamos, pero jamás dejamos de movernos. Llegó un momento en que saqué mi pene de ella y le pedí que se diera la vuelta. Tomé mi pene entre mi mano y lo conduje, esta vez hacia su culo. Ella apretó las nalgas cerrando la pequeña entrada.
-¿Qué haces? … por ahí no – Dijo ella mientras hacía esfuerzos para mantener el flote
-Acuérdate nuestro trato, ¿o quieres terminar en la puta calle?
Ella accedió, pero me pidió que fuera muy despacio y delicado ya que jamás la habían cogido por el culo. Empecé a introducir mi pene de a pocos, preguntándole siempre si estaba cómoda o si sentía dolor. Ella me orientaba, me decía en que momento parar, en que momento sentía le estaba haciendo daño. Sin embargo, mi excitación fue acrecentándose y por ello mis movimientos fueron adquiriendo mayor grado de brusquedad. Ella dejaba escapar unos desgarradores gritos; los intercalaba con unas entrecortadas palabras que me pedían detenerme. Pero yo estaba cegado, nublado, no podía dejar de cogerla. Lamentablemente no la pude coger por el culo por un rato muy largo, ya que fue tanta la excitación que terminé corriéndome antes de lo que pensaba.
Se acomodó nuevamente el bikini y nadamos a la orilla. Le dije que no era conveniente llegar juntos al departamento, por lo que ella se iría sola y yo llegaría al rato.
Me fui para el centro de la ciudad y compré un lindo collar para regalarle a Esperanza. Con esto conseguiría desviar la atención de todos apenas volviera al departamento y me preguntaran en dónde estaba.
Una vez que volví, me senté a beber un trago con Mariano, el padre de estas chicas. Luego me bañé y salí con Esperanza a cenar. Mi plan era repetir el plan de la noche anterior. De hecho, tenía en mente repetir dicho plan todas las noches, mientras estuviéramos en el paseo.
Esa noche cuando estábamos bajo las sabanas, cogiendo, Majo se levantó y nos dijo, “Respeten que estamos acá, ¿No pueden aguantar sus deseos carnales para otro momento?”
La escuchamos, pero para ese momento ni a Esperanza ni a mí nos importó.
Este relato es 99% real. Los nombres de los personajes y algunas situaciones fueron modificadas para proteger la identidad de las personas.
El que quiera imágenes de las protagonistas de este relato me avisa
DÉCIMO PRIMERA PARTE: El culo de la discordia
El paseo quedó atrás. Pasaron meses desde que habíamos vuelto a nuestra ciudad, a reanudar nuestras vidas. Durante todo este tiempo estuve torturándome al pensar que Majo se iba a casar. Sabía que debía evitarlo a cualquier precio, pero hasta el momento no se me ocurría nada para salirme con la mía... .
Twitter: @felodel2016
31 comentarios - Cogí con mi novia, su madre y sus hermanas (Capítulo 10)
Te las envío y rebota el correo
Y una pregunta por adelantado... ¿termina todo mal o bien con majo?. Saludo y un abrazo
Dejo 10 puntos
Va punto