Me llamo Victoria y tengo dos hijas muy pequeñas a las que cuido yo sola, porque su padre se marcho poco después de nacer la segunda y no he vuelto a verle. Mi mayor afición es la lectura, aunque ya os imaginaréis que no tengo mucho tiempo para dedicarle a los libros. Durante un tiempo tuve otra afición, que es la que voy a contar a continuación.
La casa donde vivíamos tenía un ático, que no usábamos para nada, porque teníamos espacio suficiente para las tres, incluso nos sobraba un dormitorio, donde jugabas las niñas. Tenía una única ventana, desde la que se veía una vivienda del edificio de enfrente, con unas amplias cristaleras, tanto en el salón como en el dormitorio. Subía cada dos o tres días para barrer, fregar y limpiar el polvo. Algunas veces, si estaba muy cansada, me gustaba tumbarme en el suelo y quedarme medio dormida, aunque solo podía hacerlo cuando mis hijas estaban en la guardería o ya las había acostado.
Una mañana, poco después de cumplir los treinta años, llevé a mis hijas a la guardería. Cuando volví a casa subí al ático a hacer limpieza. Al abrir la ventana para que se ventilara, observé que las cortinas de la vivienda de enfrente estaban un poco descorridas. Pude ver a un hombre de espaldas, que se estaba poniendo unos calzoncillos. Me aparté rápidamente de la ventana, con la cara colorada, pensando que podría darse la vuelta y darse cuenta de que le estaba mirando el culo.
Bajé a fregar el resto de la vivienda y después volví al ático, vi que no había nadie en el dormitorio de enfrente e hice la limpieza. La siguiente vez que subí miré por la ventana antes de abrirla, mi vecino tenía las cortinas completamente descorridas y le acompañaba una mujer, los dos estaban vestidos.
Me había llamado la atención ver a aquel hombre desnudo a pesar de que solo habían sido unos segundos y estaba de espaldas. Cogí la costumbre de subir todas las mañanas al ático, aunque no tuviese que hacer limpieza, y echar un vistazo a su vivienda. Las veces que tenía las cortinas descorridas, o no estaba o no iba desnudo.
Otro relato de exhibicionismo . Lo encontre y lo queria compartir.
Disfruten del relato
Una noche, que no echaban nada interesante en la televisión y me estaba aburriendo mucho, se me ocurrió mirar por la ventana del ático. Las cortinas del salón estaban descorridas, la mujer estaba sentada en el sofá en ropa interior y el hombre se paseaba de un lado a otro hablando por teléfono, con la polla al aire, me pareció que la tenía tan grande como el padre de mi hija y me gustó ver cómo se le movía mientras andaba. Cuando colgó se sentó al lado de la mujer y le metió la mano dentro de las bragas, los dos se levantaron y salieron del salón. A continuación se encendió la luz del dormitorio, pero las cortinas estaban echadas y no pude ver nada.
Otra noche vi al hombre tumbado en la cama, en bolas, mientras la mujer se probaba un vestido delante del espejo. Cuando se lo quitó comprobé que no llevaba ropa interior, estuvo un rato delante del armario buscando otro vestido, luciendo su cuerpo desnudo, con unas tetas pequeñas y el conejo depilado. Al mirar de nuevo al hombre, me di cuenta de que se estaba masturbando, tenía la polla bastante dura.
La siguiente vez que la mujer se quitó el vestido, el hombre la abrazó por detrás, sobándole los pechos. Fueron hasta la cama, sin dejar de besarse y acariciarse, la mujer se tumbó y abrió mucho las piernas. El hombre se cogió el rabo y la penetró. Desde mi ático no se podía oír nada, pero estaba segura de que estarían gritando de placer. Me desabroché el pantalón, dejé que cayera al suelo y me metí la mano dentro de las bragas, acariciándome el conejo mientras les veía follando. Desde que me había quedado sola acostumbraba a masturbarme a menudo, pero aquella fue la primera vez que tuve un orgasmo.
En una ocasión que la noche estaba muy oscura cuando subí al ático me quité toda la ropa, abrí la ventana y me asomé. El piso de enfrente estaba con todas las luces apagadas, pero me quedé un rato notando el aire fresco en los pechos, me daba morbo estar en la ventana desnuda, aunque suponía que no podía verme nadie.
Otra vez, la mujer estaba guardando ropa en el armario, completamente en pelotas. Yo también estaba en bolas, con la ventana abierta de par en par, cuando la vi el conejo me acaricié los pelillos que tenía entre las piernas, preguntándome si debería afeitármelos. Una de mis hijas empezó a llorar y tuve que bajar rápidamente a su cuarto, para evitar que despertara a su hermana. Mientras trataba de consolarla, con la luz encendida, me puso la manita en un pecho. Entonces me di cuenta de que seguía desnuda y me sentí un poco avergonzada; nunca había dejado que mis hijas me vieran en pelotas. Cuando conseguí que volviera a dormirse, subí de nuevo al ático, pero ya habían apagado las luces.
Estuve más de una semana sin ver a nadie en el piso de enfrente, no había ninguna luz y las cortinas estaban siempre corridas, supuse que se habrían marchado de vacaciones, así que solo subía al ático para hacer limpieza y apenas miraba por la ventana.
Una noche, estando despierta en la cama, me pareció oír que se descorrían unas cortinas. Me quité el pijama y la ropa interior y subí a asomarme por la ventana. Mis vecinos estaban en el dormitorio, sacando ropa de las maletas y metiéndola en el armario. Iban desnudos y se tocaban el culo de vez en cuando. Cuando terminaron, el hombre se quedó de pie en medio del dormitorio, la mujer se arrodilló, le acarició un poco la polla y a continuación se la metió en la boca. Noté que se me ponían los pezones duros y me apreté las tetas con fuerza, mirando cómo le chupaban el rabo a mi vecino.
El hombre miró fijamente mi ventana, la mujer se dio la vuelta un momento y luego siguió chupando. No me había dado cuenta de que habían pasado varios días desde la última vez que estuve asomada desnuda a la ventana, la noche estaba más clara y sin duda podían verme, aunque no estaba segura de que pudieran darse cuenta de que llevaba las tetas al aire. Pero estaba tan excitada por lo que estaba viendo que no podía marcharme, continué sobándome los pechos y metiéndome los dedos en el coño.
La mujer se pasó la polla del hombre por los pezones duros, luego volvió a metérsela la boca y siguió chupándosela hasta que se corrió. A continuación se puso de frente a mi ventana, con la cara llena de semen, y me sonrió. Estaba avergonzada de que me hubiesen pillado espiándoles, pero también me sentía muy excitada, había tenido un orgasmo estupendo, mejor incluso que el primero. Me quedé un rato sentada en el suelo, con las piernas abiertas y jadeando.
Estuve unos días sin subir al ático por la noche, solo de recordar lo que había ocurrido me ponía colorada. Pero no podía quitármelo de la cabeza, cada vez que me desnudaba para ducharme me imaginaba que mis vecinos me estaban viendo, y cuando me enjabonaba el cuerpo pensaba que me estaba masturbando viendo a la mujer haciéndole una mamada a su compañero.
Una noche decidí subir y echar un vistazo con la ventana cerrada, para que no pudieran saber que estaba allí. Vi al hombre empalmado y a la mujer tumbada en la cama, con las piernas abiertas y acariciándose el coño. Los dos miraban de vez en cuando a mi ventana, como si estuvieran deseando que me asomara la ventana y les observara. Me resultaba tan caliente la situación que me quedé en pelotas, encendí la luz del ático y abrí la ventana de par en par.
El hombre miró, sonriendo, y se acarició la polla. Después los dos estuvieron follando, mientras yo les miraba desde mi ventana, enseñando las tetas y haciéndome una paja, completamente cachonda. Cuando ellos terminaron yo ya me había corrido, pero seguía con los dedos metidos en la raja, sin perderme detalle del polvo que estaban echando. Me saludaron con la mano, les devolví el saludo, recogí la ropa y me fui desnuda a dormir.
Cada noche, después de acostar a mis hijas, me desnudaba, subía al ático y abría la ventana, esperando que mis vecinos aparecieran en el dormitorio. Siempre llegaban desnudos y acariciándose, yo encendía la luz y me masturbaba mirándoles.
Fue una época estupenda, tenía orgasmos casi a diario. Procuraba acostar temprano a mis hijas para subir al ático lo antes posible y esperaba a que aparecieran mis vecinos, sobándome las tetas. Lamentablemente la cosas no me iban bien y tuve que mudarme a una casa más pequeña. Al principio miraba las ventanas del edificio de enfrente, sin ver nada interesante, ni de noche ni de día. Sigo haciéndome pajas y me corro a menudo, pero no es ni la mitad de excitante que cuando lo hacía espiando a mis vecinos. Algunas veces me masturbo a oscuras, delante de la ventana cerrada de mi dormitorio, imaginándomelos mirando a mi ventana y me da cierta satisfacción pensar que ellos también echan de menos verme mientras follan.
La casa donde vivíamos tenía un ático, que no usábamos para nada, porque teníamos espacio suficiente para las tres, incluso nos sobraba un dormitorio, donde jugabas las niñas. Tenía una única ventana, desde la que se veía una vivienda del edificio de enfrente, con unas amplias cristaleras, tanto en el salón como en el dormitorio. Subía cada dos o tres días para barrer, fregar y limpiar el polvo. Algunas veces, si estaba muy cansada, me gustaba tumbarme en el suelo y quedarme medio dormida, aunque solo podía hacerlo cuando mis hijas estaban en la guardería o ya las había acostado.
Una mañana, poco después de cumplir los treinta años, llevé a mis hijas a la guardería. Cuando volví a casa subí al ático a hacer limpieza. Al abrir la ventana para que se ventilara, observé que las cortinas de la vivienda de enfrente estaban un poco descorridas. Pude ver a un hombre de espaldas, que se estaba poniendo unos calzoncillos. Me aparté rápidamente de la ventana, con la cara colorada, pensando que podría darse la vuelta y darse cuenta de que le estaba mirando el culo.
Bajé a fregar el resto de la vivienda y después volví al ático, vi que no había nadie en el dormitorio de enfrente e hice la limpieza. La siguiente vez que subí miré por la ventana antes de abrirla, mi vecino tenía las cortinas completamente descorridas y le acompañaba una mujer, los dos estaban vestidos.
Me había llamado la atención ver a aquel hombre desnudo a pesar de que solo habían sido unos segundos y estaba de espaldas. Cogí la costumbre de subir todas las mañanas al ático, aunque no tuviese que hacer limpieza, y echar un vistazo a su vivienda. Las veces que tenía las cortinas descorridas, o no estaba o no iba desnudo.
Otro relato de exhibicionismo . Lo encontre y lo queria compartir.
Disfruten del relato
Una noche, que no echaban nada interesante en la televisión y me estaba aburriendo mucho, se me ocurrió mirar por la ventana del ático. Las cortinas del salón estaban descorridas, la mujer estaba sentada en el sofá en ropa interior y el hombre se paseaba de un lado a otro hablando por teléfono, con la polla al aire, me pareció que la tenía tan grande como el padre de mi hija y me gustó ver cómo se le movía mientras andaba. Cuando colgó se sentó al lado de la mujer y le metió la mano dentro de las bragas, los dos se levantaron y salieron del salón. A continuación se encendió la luz del dormitorio, pero las cortinas estaban echadas y no pude ver nada.
Otra noche vi al hombre tumbado en la cama, en bolas, mientras la mujer se probaba un vestido delante del espejo. Cuando se lo quitó comprobé que no llevaba ropa interior, estuvo un rato delante del armario buscando otro vestido, luciendo su cuerpo desnudo, con unas tetas pequeñas y el conejo depilado. Al mirar de nuevo al hombre, me di cuenta de que se estaba masturbando, tenía la polla bastante dura.
La siguiente vez que la mujer se quitó el vestido, el hombre la abrazó por detrás, sobándole los pechos. Fueron hasta la cama, sin dejar de besarse y acariciarse, la mujer se tumbó y abrió mucho las piernas. El hombre se cogió el rabo y la penetró. Desde mi ático no se podía oír nada, pero estaba segura de que estarían gritando de placer. Me desabroché el pantalón, dejé que cayera al suelo y me metí la mano dentro de las bragas, acariciándome el conejo mientras les veía follando. Desde que me había quedado sola acostumbraba a masturbarme a menudo, pero aquella fue la primera vez que tuve un orgasmo.
En una ocasión que la noche estaba muy oscura cuando subí al ático me quité toda la ropa, abrí la ventana y me asomé. El piso de enfrente estaba con todas las luces apagadas, pero me quedé un rato notando el aire fresco en los pechos, me daba morbo estar en la ventana desnuda, aunque suponía que no podía verme nadie.
Otra vez, la mujer estaba guardando ropa en el armario, completamente en pelotas. Yo también estaba en bolas, con la ventana abierta de par en par, cuando la vi el conejo me acaricié los pelillos que tenía entre las piernas, preguntándome si debería afeitármelos. Una de mis hijas empezó a llorar y tuve que bajar rápidamente a su cuarto, para evitar que despertara a su hermana. Mientras trataba de consolarla, con la luz encendida, me puso la manita en un pecho. Entonces me di cuenta de que seguía desnuda y me sentí un poco avergonzada; nunca había dejado que mis hijas me vieran en pelotas. Cuando conseguí que volviera a dormirse, subí de nuevo al ático, pero ya habían apagado las luces.
Estuve más de una semana sin ver a nadie en el piso de enfrente, no había ninguna luz y las cortinas estaban siempre corridas, supuse que se habrían marchado de vacaciones, así que solo subía al ático para hacer limpieza y apenas miraba por la ventana.
Una noche, estando despierta en la cama, me pareció oír que se descorrían unas cortinas. Me quité el pijama y la ropa interior y subí a asomarme por la ventana. Mis vecinos estaban en el dormitorio, sacando ropa de las maletas y metiéndola en el armario. Iban desnudos y se tocaban el culo de vez en cuando. Cuando terminaron, el hombre se quedó de pie en medio del dormitorio, la mujer se arrodilló, le acarició un poco la polla y a continuación se la metió en la boca. Noté que se me ponían los pezones duros y me apreté las tetas con fuerza, mirando cómo le chupaban el rabo a mi vecino.
El hombre miró fijamente mi ventana, la mujer se dio la vuelta un momento y luego siguió chupando. No me había dado cuenta de que habían pasado varios días desde la última vez que estuve asomada desnuda a la ventana, la noche estaba más clara y sin duda podían verme, aunque no estaba segura de que pudieran darse cuenta de que llevaba las tetas al aire. Pero estaba tan excitada por lo que estaba viendo que no podía marcharme, continué sobándome los pechos y metiéndome los dedos en el coño.
La mujer se pasó la polla del hombre por los pezones duros, luego volvió a metérsela la boca y siguió chupándosela hasta que se corrió. A continuación se puso de frente a mi ventana, con la cara llena de semen, y me sonrió. Estaba avergonzada de que me hubiesen pillado espiándoles, pero también me sentía muy excitada, había tenido un orgasmo estupendo, mejor incluso que el primero. Me quedé un rato sentada en el suelo, con las piernas abiertas y jadeando.
Estuve unos días sin subir al ático por la noche, solo de recordar lo que había ocurrido me ponía colorada. Pero no podía quitármelo de la cabeza, cada vez que me desnudaba para ducharme me imaginaba que mis vecinos me estaban viendo, y cuando me enjabonaba el cuerpo pensaba que me estaba masturbando viendo a la mujer haciéndole una mamada a su compañero.
Una noche decidí subir y echar un vistazo con la ventana cerrada, para que no pudieran saber que estaba allí. Vi al hombre empalmado y a la mujer tumbada en la cama, con las piernas abiertas y acariciándose el coño. Los dos miraban de vez en cuando a mi ventana, como si estuvieran deseando que me asomara la ventana y les observara. Me resultaba tan caliente la situación que me quedé en pelotas, encendí la luz del ático y abrí la ventana de par en par.
El hombre miró, sonriendo, y se acarició la polla. Después los dos estuvieron follando, mientras yo les miraba desde mi ventana, enseñando las tetas y haciéndome una paja, completamente cachonda. Cuando ellos terminaron yo ya me había corrido, pero seguía con los dedos metidos en la raja, sin perderme detalle del polvo que estaban echando. Me saludaron con la mano, les devolví el saludo, recogí la ropa y me fui desnuda a dormir.
Cada noche, después de acostar a mis hijas, me desnudaba, subía al ático y abría la ventana, esperando que mis vecinos aparecieran en el dormitorio. Siempre llegaban desnudos y acariciándose, yo encendía la luz y me masturbaba mirándoles.
Fue una época estupenda, tenía orgasmos casi a diario. Procuraba acostar temprano a mis hijas para subir al ático lo antes posible y esperaba a que aparecieran mis vecinos, sobándome las tetas. Lamentablemente la cosas no me iban bien y tuve que mudarme a una casa más pequeña. Al principio miraba las ventanas del edificio de enfrente, sin ver nada interesante, ni de noche ni de día. Sigo haciéndome pajas y me corro a menudo, pero no es ni la mitad de excitante que cuando lo hacía espiando a mis vecinos. Algunas veces me masturbo a oscuras, delante de la ventana cerrada de mi dormitorio, imaginándomelos mirando a mi ventana y me da cierta satisfacción pensar que ellos también echan de menos verme mientras follan.
4 comentarios - Vecina mirona