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Historias Reales - Cap. XXIII

HISTORIAS REALES - CAPÍTULO XXIII.
Un viejo amor.

Era un viernes por la noche. Feliz por el holgado triunfo de Independiente frente a Colón y angustiado porque, ya casi en pedo tras haberme tomado media docena de whiskies, se me iba la noche solo, en casa… Y ya que estaba perdida se me ocurrió entrar al Facebook. Un cartelito rojo, arriba a la derecha, me decía que tenía un mensaje. Lo abrí antes que nada: “Hola, estás?” decía. Nada más. Era de Silvia.
Silvia era una antigua novia, bah, no tan novia, porque creo que no exagero si digo que nos vimos no más de tres o cuatro veces, hace unos cinco años. La anteúltima tuvimos sexo, pobre y rápido, y la última fue para despedirnos después de que me dijera que estaba muy arrepentida de haberlo hecho, que esperaba una relación más seria, y que etcétera, etcétera, etcétera… A pesar de que era una excelente mina con un físico espectacular, yo por entonces estaba tan de joda que no buscaba nada serio, solamente quería coger y así fue decidimos cortarla.
Responder ese boludo mensaje me pareció una huevada así que pensé en llamarla. Dudé un poco porque temía que se me trabara la lengua –a esa altura ya me estaba liquidando el sétimo vaso de whisky-, pero igual me la jugué. Aún tenía su número y disqué.
-- Hola –me responde del otro lado una voz semidormida-
-- Si, estoy –respondí sin más-
-- ¿Quién habla?
-- Hola Silvia. Juan.
-- ¿Juan? ¡Juan!!! Holaaaa!!!
-- Te estabas durmiendo pero sentí muchas ganas de responder tu mensaje.
-- ¡Caradura! Te lo escribí hace un par de días… jaja! –mientras hablaba la imaginaba saltando de la cama, con un camisón transparente, y asomando descuidadamente por su escote uno de sus hermosos pechos-
-- Si, puede ser, le doy poca bola al Face… ¿Qué contás?
-- Nada… Bah, si, mucho… Me gustaría, si podés y sin querer comprometerte, que nos juntemos un rato… Quisiera contarte algunas cosas, tenés muy buena oreja… ¿Estás de novio, en pareja, casado..? No, quiero cagarte la vida…
-- No, nada de eso –interrumpí-. ¿Te paso a buscar?
-- ¿Mañana?
-- Excelente. ¿No te mudaste?
-- No. Sigo en el mismo lugar –era a pocas cuadras de casa-. Te espero a eso de las 10, está bien?
-- Dale!
-- Genial! Besote! Hasta mañana!
-- Hasta mañana!
Apagué la compu y me fui a acostar pensando en qué sería tan importante para esta mina que después de tanto tiempo me busca para contármelo. Aunque en realidad, más que en eso pensaba en su pubis peludito, muy prolijamente recortado, y en la formita de manzana de su culo, del que me quedé con las ganas de romper.
Al día siguiente me levanté y dediqué la mañana a ordenar el derpa. Fui a hacer unas compras, me aprovisioné de unos buenos vinos, champagne y el infaltable escocés. Compré sushi y helado, que mandé al refrigerador.
A las 10 en punto le estaba tocando el timbre.
-- Estoy en la esquina mal estacionado, metele pata, te espero allá –le advertí cuando me atendió el portero eléctrico-.
-- Ya bajo…
Nunca entendí por qué extraña razón el “ya” de una mujer equivalen a 15 minutos, en todos los casos, si no es más. Pero cuando la vi acercarse por el espejo retrovisor dejé de lado la bronca por la espera… Casi no la reconocí. Estaba más delgada; había cambiado su color de pelo por un rubio ceniza que le iba perfecto con el bronceado de la piel. Se había dejado el cabello largo y se había quitado las ondas alisándolo. Traía una camisa blanca, su infaltable minifalda de jean y sus también infaltables botas de taco alto hasta las rodillas. Cuando subió al auto y la vi de cerca parecía que el tiempo no le había pasado en vano, la había embellecido, estaba más linda y rejuvenecida de lo que recordaba de ella.
-- Hola Juan! –me gritó eufórica en medio de un gran abrazo-
-- Hola… -tartamudeé metiendo la panza hacia adentro-
-- Estás igual!
-- Un poco más gordo…
-- No, te queda rebién.
-- Mentira… A vos parece que el almanaque te va para atrás.
-- Jaja! Gracias… Vamos? Hice una reserva en un restó que te va a gustar.
-- Y si la anulás? En casa nos espera sushi, champagne del que a vos te gustaba y helado.
-- El cosecha tardía?
-- Tal cual. Y sushi sin pescado y helado de frutos rojos. Tengo memoria.
-- Cancelado entonces el restó!
Ya en casa, mientras cenábamos en la mesa ratona sentados en el sillón, me contó infinidad de cosas –a las que poca bola le di- sobre un tipo que había conocido que estaba medio tocado y no sé qué otras cosas, otro que parecía un vago vividor y creo que hasta habló del fallecimiento de su perro… Lo que sí recuerdo muy bien es que en algún momento del monólogo me mencionó como alguien a quien no debía haber dejado ir y por sobre todas las cosas recuerdo haber querido –con éxito- emborracharla con champagne dulce llenándole permanentemente su copa. Yo mientras tanto evitaba tomar alcohol porque me había propuesto esa noche echarle no menos de cuatro.
A medida que pasaban los minutos la proporción de alcohol en sangre en su cuerpo aumentaba considerablemente, distendiéndose cada vez más, sacándose las botas primero, subiendo las piernas al sillón dejando desnudos sus muslos y nalgas y recostando su cabeza sobre mi pecho restregándose contra él como un gatito.
Ella continuaba con su monólogo –a esta altura bastante incoherente- mientras yo le acariciaba las piernas y cola levantándole la pollerita de jean. Su bombacha era una minúscula tanga negra bien metida en la zanja. Sentí que comenzaba a acelerar su ritmo cardíaco cuando pasé la mano por debajo de su bombacha para acariciarle la concha y jugar con su vellosidad. Ella, mientras, llevó su mano a mi entrepierna y al notar mi erección no tardó en desabrocharme la bragueta para darme una buena mamada.
-- Está tan rica como siempre -susurró-
Comencé a desabrocharle la camisa muy lentamente disfrutando la fellatio, para subirle el corpiño y dejar al desnudo sus pechos, redondos y firmes como un pomelo cortado al medio con dos aréolas bien delineadas y coronados por unos pezones firmes y puntiagudos. Los pellizqué un rato hasta erigirlos y volví a la concha para esta vez introducirle uno o dos dedos en la vagina para masturbarla. Sus jugos vaginales la dejaron perfectamente lubricada y fue en ese momento que trastabillando un poco se incorporó para quitarse toda la ropa mientras yo hacía lo mismo.
Conmigo sentado en el sillón, montó sobre mí, con una mano acomodó mi miembro entre sus labios vaginales y comenzó a cabalgar pegándome una cogida colosal. Acabó antes que yo así que me tomé un respiro para retardar mi orgasmo, me corrí hacia un costado, la acomodé en cuatro patas y la penetré vaginalmente por detrás estilo perrito. Acabamos juntos entre gemidos y gritos de placer. Ambos caímos desplomados sobre los almohadones para tomarnos un descanso.
-- Tengo que confesar –me dijo- que tener sexo con vos es maravilloso…
-- Coincidimos. Sin embargo yo tengo contigo dos materias previas.
-- Ah, si?
-- Si.
-- A ver…
-- Una, nos quedó pendiente a ambos la vez que estuvimos juntos: me pediste que te acabe en la boca y no llegué a tiempo…
-- Si, lo recuerdo…
-- Y dos –interrumpí-, quiero tu cola.
-- Mmm, ese punto lo veremos… Aunque espero no te aproveches de mi porque estoy bastante borracha… Y ya que estamos, servime otra copa, por favor…
Tras beber un par de copas más, completamente alcoholizada me pidió ir al dormitorio a descansar un rato. Se tiró de bruces en la cama y diez segundos después estaba profundamente dormida. Acostada boca abajo, con un brazo debajo de su cabeza a modo de almohada, una pierna extendida y la otra semirecogida me ofrecía un espectáculo único. Su culo redondo, ancho, hermoso, parado, era una tentación. Comencé a acariciarlo muy suavemente intentando separarle las nalgas para poder encontrarme con su ano, una preciosa flor cerrada, rosada, que invitaba a lamerla.
Pasé mi lengua por su estrecho esfínter con abundante saliva intentando dilatarlo con la punta, luego con uno y más tarde con dos dedos, mientras me masturbaba a sus espaldas con una poderosa erección. Hizo un leve movimiento que más que de rechazo fue como de ofrenda, abrió sus ojos y me entregó una sonrisa. Era el momento. Me coloqué sobre ella en posición como para hacer unas “lagartijas” apoyando la punta del glande en la puerta de su ano, ya algo relajado. Hice un poco de fuerza para comenzar la penetración y con un suspiro llevó sus manos a los glúteos separándolos, ayudándome en el intento. Un poco más tarde, entre gemidos y susurros de placer la tenía adentro. Comencé a bombear sintiendo cómo los huevos golpeaban en su empapada concha. En esa habitación sólo se escuchaba sus gemidos, el chapoteo y mi respiración agitada que anunciaba que estaba por acabar.
-- ¿La querés tomar?
-- Siii… Dame toda la leche en la boca.
La saqué, ella hizo un cuarto de giro, acerqué mi pene a su cara y tras masturbarme un breve instante apoyándome el glande en su lengua, un brutal torrente de leche tibia inundó su cavidad bucal. Siguió manoseándome rítmicamente hasta que brotó un segundo, tercero y hasta cuarto chorro de espeso esperma que me dejó seco… En actitud morbo cerró la boca recogiendo con sus yemas el líquido seminal que había quedado en sus labios y mejillas llevándolo hacia adentro, lo saboreó y sin quitarme la mirada, con los ojos muy abiertos, tragó todo para finalmente mostrarme la boca vacía con la lengua afuera… Finalmente me hizo una rudimentaria higiene lingual del pene despojándome de todo resto de semen, que también deglutió.
-- Qué rico… -fue su único y último comentario antes de volver a dormirse-
Escuchaba su respiración profunda. La cobijé con un acolchado, bajé la luz y salí del cuarto dejando la puerta apenas entornada.
Eran ya cerca de las tres de la mañana y yo estaba sin una gota de sueño, completamente despabilado; mucho se debía a que casi no había tomado alcohol. Me acordé que más o menos a esa hora corría la Fórmula 1 en Australia, así que desnudo como estaba me serví el primer whisky de la noche, abundante, con hielo, encendí la tele y tras lavarme un poco la zona genital me acomodé en el sillón a ver la carrera.
Habría trascurrido dos tercios de carrera, una hora más o menos, otra vez con el dominio de los Mercedes y las Ferrari tratando de hacer fuerza, cuando estaba sirviendo mi segundo escocés que la veo salir del dormitorio con el acolchado sobre los hombros a modo de capa.
-- ¿Dormí mucho?
-- No, una horita…
-- ¿Puedo ir a darme una ducha?
-- Si, claro. Pero tengo una idea mejor. ¿Querés que te bañe yo?
-- Mmmm, si, claro!
Estando ambos debajo de la ducha, enjaboné cuidadosamente todo su cuerpo, principalmente masajeando sus pechos y más aún su zona genital. Esto me provocó una nueva erección, muy oportuna por cierto, dado que hizo un giro dándome la espalda. Apenas agachada evitando que el agua moje su pelo, con la lluvia golpeando su espalda, improvisó con movimiento de su cadera una suerte de caricia con su culo sobre mi pene. Inmediatamente recurrí al jabón para lubricar y volví a penetrarla analmente, penetración que fue acompañada con una exhalación y un “Ayy!” ahogado. Sentía su ano presionándome el miembro erecto mientras bombeaba. Una sensación de placer inusual que duró un largo rato para terminar acabándole adentro. Se sentó en el piso de la bañera dejando que el agua recorriera su cuerpo mientras yo me secaba.
El resto tiene poco para contar… Dormimos hasta casi el mediodía, nos levantamos, tomamos un café y la llevé a la casa.
Nos despedimos prometiéndonos volver a encontrarnos en la semana. Y promesa cumplida, pero eso quizás quede para otro capítulo.

2 comentarios - Historias Reales - Cap. XXIII

mdqpablo
muy buen relato , una noche exelente , esperamos el proximo relato , van pts
JuanBoch
Cómo no! Muchas gracias!