Los hechos aquí descriptos sucedieron en la realidad, los nombres de los protagonistas han sido cambiados.http://www.poringa.net/posts/relatos/2852367/Carpa-camping-y-secretos-morbosos-Parte-2.html link a la primera parte de este relato
El ir y venir de la pelota se hizo cada vez más torpe, lento y aburrido. La única que parecía disfrutarlo era Brenda, que no paraba de proponer variantes tales como la de eliminar del juego a quien se le cayera el balón al agua. La primera en irse del juego fue Daniela, que desde la piedra en la que tomaba sol mostró despreocupada uno de sus pezones cuando los otros dos no estaban mirando, lo que hizo que se me cayera la pelota. Aproveché el chorro de agua que caía entre la piedra donde se asoleaba Daniela y un conjunto de pequeñas rocas, para recibir un masaje natural en la cintura mientras observábamos a los hermanos competir por la supremacía. Sentía su pie recorrer mi espalda, su dedo gordo hacer florituras, hurgar en los cabellos de mi nuca, la imaginaba mordiéndose el labio inferior, absorta en tocarme, acariciarme. Giré y le sonreí, no se mordía el labio, pero si tenía los ojos fijos en mi espalda y una expresión lasciva como pocas veces vi.
Siempre quise saber si alguien nos observaba. Esa parte del rio corre por una pequeña hondonada, está rodeada de árboles y arbustos, rio arriba rocas enormes serian perfectos observatorios para voyeuristas, o quizás desde alguna de las casas dispersas en la margen derecha del rio. Le di vueltas a la idea de que algún mirón estuviera tomando nota mental de nuestros juegos poco santos, que deseara tanto como yo que Daniela tomara sol sin corpiño, o que estuviera en ascuas ante el suspenso de cómo terminaría todo aquello. En mi mente había dos opciones, como respuestas a las elucubraciones del supuesto mirón. Hacíamos una orgia en pleno rio, o dejábamos las ganas para momentos más íntimos. Los hermanos seguían concentrados en su pelota, se los veía poco dispuestos a desbordar pasión.
- Buf, que calor – Rezongó Daniela luego de meterse al agua justo a mi lado.
- Si, esta terrible, te vas a insolar – Le dije mientras jugaba con un dedo en su espalda
- Haceme lugar en la cascadita – Su cuerpo se pegó al mío y su mano a mi bulto
- Ponete acá – Le recomendé cuando mi mano llegó a su trasero – te da justo en la cintura
- Me hace falta, no sabes los dolores de cintura que tengo – Inclinó su cuerpo hacia adelante
- ¿No le pediste masajes a Sergio? – Mis dedos buscaban entre sus piernas
- Si, pero no sabe hacer masajes, es muy bruto – Respondió mientras que con una mano apartaba la tela que separaba mis dedos de su humedad
- Si queres, más tarde te hago masajes- Mi dedo mayor jugaba en su clítoris, entraba un poco y volvía a estimularla
- Dale, me vendría joya – Movió su cuerpo para que mi dedo entrara completo
- Bueno, dale, ahora aprovecha la cascada, a mí me está dejando de maravilla – Hacia círculos con el dedo, entraba y salía.
- Si, está buenísimo, en un ratito… – Arqueó su cuerpo, se inclinó un poco más hacia adelante -…creo que voy a estar bien…
- Vos relájate y deja que el agua haga el resto- Movía mi dedo más rápido, directamente sobre su clítoris
- ¿Vos estas bien? Te noté tenso- Se mordía el labio inferior en los intervalos de cada palabra
- Me cuesta relajar, dejar la ciudad atrás – Tenia mi dedo pulgar lo más adentro que podía y el dedo mayor no le daba tregua
- ¿Te gustaría un masaje también? – Le falló la voz, palabras entrecortadas, los músculos de su coño por poco me arrancan el dedo
- Si, necesito un masaje, un buen masaje – La miré de reojo mientras apoyaba la punta del dedo pervertido en mis labios
Los hermanos aun no decidían quien era el mejor, chapoteaban, iban y venían en busca de la pelota, apenas nos prestaban atención cuando hacían alarde de habilidad, potencia o torpeza. Todo aquel movimiento fue demasiado para mi cuñado, el frio del agua y su problema de digestión, se combinaron para sacarlo a las apuradas del rio. Contuve la risa al verlo subir por el camino que iba hasta la puerta del camping, en la desesperación se dio un par de golpes, resbaló, pataleó. Dudo que llegara con los pantalones limpios al baño. Brenda aprovechó para exigir algún mimo, un beso tímido y proclamarse ganadora. Le cedí mi lugar en la pequeña cascada, nadé un poco, estiré la espalda mientras planeaba como seguir con Daniela. Ella había adoptado una postura relajada, pero ligeramente provocativa. Apoyaba un codo en cada roca, sus pezones apenas asomaban sobre la línea del agua, me observaba con una media sonrisa y los ojos apenas abiertos. Inmóvil, en actitud de buda lascivo, solo respondió con un “bueno” cuando Brenda dijo que subiría a ver si su hermano necesitaba algo. En mi mente, el mirón imaginario estaba a punto de morir de un infarto. Perdí de vista a mi novia camino arriba, esperé algo así como un minuto y clavé los ojos en Daniela. El corpiño había desaparecido y me llamaba con un dedo.
- Voy a llevar toda esa sangre de tu rostro a donde corresponde – Dijo mientras me pedía que subiera a la piedra que tenía a su espalda
Igual que la noche anterior, su boca generó deliciosas descargas de placer en toda mi entrepierna.
- Relajate – Pidió al sentir que mi cadera se movía con impaciencia – Van a tardar en volver
Dejé que mi cuerpo se amoldara a la piedra caliente. Era una sensación única, el contraste entre la roca y el agua, la tranquilidad del entorno y la lengua enloquecedora de Daniela. Chupó, besó, lamió y volvió a chupar con toda delicadeza, morbo y paciencia. Por casualidad o videncia, en el momento que todo mi cuerpo gritaba, rogaba por descargarse, ella puso mi erección entre sus tetas. El tacto fresco y suave de sus pechos retrasó lo inevitable, su comentario de “que caliente que está” vació por completo mi mente. Absorto en su rostro, sus movimientos, el masaje con sus pechos, el orgasmo que amenazaba con cortarme aquel momento de disfrute, el gorgoteo del agua entre las rocas, hacían que me importara poco y nada si alguien nos descubría. Le desee suerte al mirón imaginario y me dediqué a estimular los pezones de Daniela mientras daba rápidas pasadas con su lengua en la punta enrojecida de mi verga.
- Cuando quieras – Dijo y me masturbó mientras chupaba el glande
Todo el hormigueo que sentía en la parte baja del estómago y la entrepierna se concentró en la base del pene, algo pulsaba por subir, me hacía temblar, sacudía mi cadera, la velocidad de la mamada aumentaba, su mano era apenas un borrón, un movimiento veloz y preciso. Ese algo que pujaba desde mis testículos, finalmente salió a chorros, alguno fue a su lengua, el resto se derramo por su barbilla, cuello y entre sus pechos. Ella guiñó un ojo, se sumergió para limpiarse y al salir me tiró un poco de agua helada entre las piernas. La seguí para vengarme, pero solo pude robarle un beso, un largo beso. El mirón imaginario estaría contento, pensé, tenía un final feliz.
- Tenes que relajarte más, andas muy tenso – Me dijo cuándo su boca se separó de la mía.
- Si, bueno, traigo estrés acumulado
- Me di cuenta – Rió y volvió a meterse al agua – Menos mal que estamos en el rio…
Esperamos un rato a que los hermanos volvieran, nos secamos y emprendimos el regreso. El pobre Sergio aun no salía del baño y su hermana había puesto patas arriba ambas carpas buscando las pastillas de carbón. Daniela le indicó que estaban en el coche, chequeó que su novio estuviera bien dentro de lo posible y reclamó el masaje prometido en el rio.
El ir y venir de la pelota se hizo cada vez más torpe, lento y aburrido. La única que parecía disfrutarlo era Brenda, que no paraba de proponer variantes tales como la de eliminar del juego a quien se le cayera el balón al agua. La primera en irse del juego fue Daniela, que desde la piedra en la que tomaba sol mostró despreocupada uno de sus pezones cuando los otros dos no estaban mirando, lo que hizo que se me cayera la pelota. Aproveché el chorro de agua que caía entre la piedra donde se asoleaba Daniela y un conjunto de pequeñas rocas, para recibir un masaje natural en la cintura mientras observábamos a los hermanos competir por la supremacía. Sentía su pie recorrer mi espalda, su dedo gordo hacer florituras, hurgar en los cabellos de mi nuca, la imaginaba mordiéndose el labio inferior, absorta en tocarme, acariciarme. Giré y le sonreí, no se mordía el labio, pero si tenía los ojos fijos en mi espalda y una expresión lasciva como pocas veces vi.
Siempre quise saber si alguien nos observaba. Esa parte del rio corre por una pequeña hondonada, está rodeada de árboles y arbustos, rio arriba rocas enormes serian perfectos observatorios para voyeuristas, o quizás desde alguna de las casas dispersas en la margen derecha del rio. Le di vueltas a la idea de que algún mirón estuviera tomando nota mental de nuestros juegos poco santos, que deseara tanto como yo que Daniela tomara sol sin corpiño, o que estuviera en ascuas ante el suspenso de cómo terminaría todo aquello. En mi mente había dos opciones, como respuestas a las elucubraciones del supuesto mirón. Hacíamos una orgia en pleno rio, o dejábamos las ganas para momentos más íntimos. Los hermanos seguían concentrados en su pelota, se los veía poco dispuestos a desbordar pasión.
- Buf, que calor – Rezongó Daniela luego de meterse al agua justo a mi lado.
- Si, esta terrible, te vas a insolar – Le dije mientras jugaba con un dedo en su espalda
- Haceme lugar en la cascadita – Su cuerpo se pegó al mío y su mano a mi bulto
- Ponete acá – Le recomendé cuando mi mano llegó a su trasero – te da justo en la cintura
- Me hace falta, no sabes los dolores de cintura que tengo – Inclinó su cuerpo hacia adelante
- ¿No le pediste masajes a Sergio? – Mis dedos buscaban entre sus piernas
- Si, pero no sabe hacer masajes, es muy bruto – Respondió mientras que con una mano apartaba la tela que separaba mis dedos de su humedad
- Si queres, más tarde te hago masajes- Mi dedo mayor jugaba en su clítoris, entraba un poco y volvía a estimularla
- Dale, me vendría joya – Movió su cuerpo para que mi dedo entrara completo
- Bueno, dale, ahora aprovecha la cascada, a mí me está dejando de maravilla – Hacia círculos con el dedo, entraba y salía.
- Si, está buenísimo, en un ratito… – Arqueó su cuerpo, se inclinó un poco más hacia adelante -…creo que voy a estar bien…
- Vos relájate y deja que el agua haga el resto- Movía mi dedo más rápido, directamente sobre su clítoris
- ¿Vos estas bien? Te noté tenso- Se mordía el labio inferior en los intervalos de cada palabra
- Me cuesta relajar, dejar la ciudad atrás – Tenia mi dedo pulgar lo más adentro que podía y el dedo mayor no le daba tregua
- ¿Te gustaría un masaje también? – Le falló la voz, palabras entrecortadas, los músculos de su coño por poco me arrancan el dedo
- Si, necesito un masaje, un buen masaje – La miré de reojo mientras apoyaba la punta del dedo pervertido en mis labios
Los hermanos aun no decidían quien era el mejor, chapoteaban, iban y venían en busca de la pelota, apenas nos prestaban atención cuando hacían alarde de habilidad, potencia o torpeza. Todo aquel movimiento fue demasiado para mi cuñado, el frio del agua y su problema de digestión, se combinaron para sacarlo a las apuradas del rio. Contuve la risa al verlo subir por el camino que iba hasta la puerta del camping, en la desesperación se dio un par de golpes, resbaló, pataleó. Dudo que llegara con los pantalones limpios al baño. Brenda aprovechó para exigir algún mimo, un beso tímido y proclamarse ganadora. Le cedí mi lugar en la pequeña cascada, nadé un poco, estiré la espalda mientras planeaba como seguir con Daniela. Ella había adoptado una postura relajada, pero ligeramente provocativa. Apoyaba un codo en cada roca, sus pezones apenas asomaban sobre la línea del agua, me observaba con una media sonrisa y los ojos apenas abiertos. Inmóvil, en actitud de buda lascivo, solo respondió con un “bueno” cuando Brenda dijo que subiría a ver si su hermano necesitaba algo. En mi mente, el mirón imaginario estaba a punto de morir de un infarto. Perdí de vista a mi novia camino arriba, esperé algo así como un minuto y clavé los ojos en Daniela. El corpiño había desaparecido y me llamaba con un dedo.
- Voy a llevar toda esa sangre de tu rostro a donde corresponde – Dijo mientras me pedía que subiera a la piedra que tenía a su espalda
Igual que la noche anterior, su boca generó deliciosas descargas de placer en toda mi entrepierna.
- Relajate – Pidió al sentir que mi cadera se movía con impaciencia – Van a tardar en volver
Dejé que mi cuerpo se amoldara a la piedra caliente. Era una sensación única, el contraste entre la roca y el agua, la tranquilidad del entorno y la lengua enloquecedora de Daniela. Chupó, besó, lamió y volvió a chupar con toda delicadeza, morbo y paciencia. Por casualidad o videncia, en el momento que todo mi cuerpo gritaba, rogaba por descargarse, ella puso mi erección entre sus tetas. El tacto fresco y suave de sus pechos retrasó lo inevitable, su comentario de “que caliente que está” vació por completo mi mente. Absorto en su rostro, sus movimientos, el masaje con sus pechos, el orgasmo que amenazaba con cortarme aquel momento de disfrute, el gorgoteo del agua entre las rocas, hacían que me importara poco y nada si alguien nos descubría. Le desee suerte al mirón imaginario y me dediqué a estimular los pezones de Daniela mientras daba rápidas pasadas con su lengua en la punta enrojecida de mi verga.
- Cuando quieras – Dijo y me masturbó mientras chupaba el glande
Todo el hormigueo que sentía en la parte baja del estómago y la entrepierna se concentró en la base del pene, algo pulsaba por subir, me hacía temblar, sacudía mi cadera, la velocidad de la mamada aumentaba, su mano era apenas un borrón, un movimiento veloz y preciso. Ese algo que pujaba desde mis testículos, finalmente salió a chorros, alguno fue a su lengua, el resto se derramo por su barbilla, cuello y entre sus pechos. Ella guiñó un ojo, se sumergió para limpiarse y al salir me tiró un poco de agua helada entre las piernas. La seguí para vengarme, pero solo pude robarle un beso, un largo beso. El mirón imaginario estaría contento, pensé, tenía un final feliz.
- Tenes que relajarte más, andas muy tenso – Me dijo cuándo su boca se separó de la mía.
- Si, bueno, traigo estrés acumulado
- Me di cuenta – Rió y volvió a meterse al agua – Menos mal que estamos en el rio…
Esperamos un rato a que los hermanos volvieran, nos secamos y emprendimos el regreso. El pobre Sergio aun no salía del baño y su hermana había puesto patas arriba ambas carpas buscando las pastillas de carbón. Daniela le indicó que estaban en el coche, chequeó que su novio estuviera bien dentro de lo posible y reclamó el masaje prometido en el rio.
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