Seguimos con ésta "serie" por decirlo de alguna forma, ya que tuvo muy buena aceptación. La verdad no esperaba que sea tan bien recibida ya que era y es mi primer historia así que sin más vueltas los dejo con la parte 3!!
Todos los personajes son ficticios y cuentan con la mayoría de edad.
Si te perdiste las anteriores, podés ingresar haciendo click acá abajo:
Primera Parte.
Segunda Parte
Tras ese día donde casi terminamos garchando y me echó de su casa, no volví a tener ningún acercamiento con ella, mantenía una distancia que me volvía loco, si yo iba a su casa con Martín, ella no salía de su cuarto, si por algún motivo tenía que saludarme lo hacía distante, sin mayor interés y dándome poca bola.
No podía entender qué es lo que le pasaba, yo sabía muy bien que ella quería lo mismo que yo, estaba más que convencido de que como quedé de caliente yo, ella quedó de la misma manera, pero no podía lograr ni un avance, era prácticamente un bloqueo de ella conmigo.
Las semanas pasaban demasiado rápido, y no dejaba de pensar en ella, en ese tiempo estuve con una compañera de la universidad, pero puedo asegurar que mientras la garchaba tenía la imagen de la flaca en la cabeza.
No comprendía tampoco el por qué de mis pensamientos hacia ella, si hasta hace poco tiempo era una mujer más, era como una madre, una mujer que “no tenía nada destacable” y ahora no podía sacarla un segundo de mi cabeza, sus ojos claros mirándome mientras con su boca se mandaba la pija casi hasta el fondo, o su cola presionada con el vestido y la tanga negra mientras se agachaba en el horno. No dejaba de pensar en donde estaba mi error, o cuál fue mi paso en falso, si tenía que dominar mis impulsos o que simplemente la que estaba mal era ella.
Tal vez era por la sorpresa inicial que me había llevado de verla durante tantos años desalineada y luego ver la terrible mujer que era, o por el simple hecho de haberme dejado re caliente al borde de ponérsela como nunca ninguna mujer me había dejado antes.
La única realidad era que ya habían pasado casi 3 meses desde ese glorioso y al mismo tiempo de cierta forma “trágico” día y no había logrado nada más que comerme la cabeza con mis propios pensamientos, pero como todo, un giro del destino me iba a volver a abrir las puertas nuevamente al paraíso.
Martín en ese tiempo se puso en una relación “seria” — aunque yo estaba seguro que su alma de pirata no iba a descansar ni un segundo— con Ludmila, el infierno de pendeja con la que se había ido el día donde comenzó mi historia con la flaca a base del sueño y luego viajó a la costa. Al parecer ella provenía de una familia con bastante plata, así que como su casa quedaba lejos de la universidad los padres le alquilaban un departamento de 2 ambientes para ella sola a 5 cuadras de la uni, y con el paso del tiempo Martín terminó instalándose allá y quedando así la flaca viviendo por primera vez completamente sola.
Era domingo, ya estaba oscureciendo y suena el timbre en mi casa, uno de mis hermanos atiende y viene a avisarme que era la vecina, la mamá de Martín que me estaba buscando.
Me puse nervioso, no podía creer lo que estaba escuchando, la flaca, después de tanto tiempo sin dirigirme la palabra salvo que no le quede alternativa, estaba golpeando la puerta de mi casa y buscándome, mi pija pareció detectarla también ya que estaba comenzando a ponerse dura de a poco.
Estaba acostado leyendo unos apuntes, así que rápidamente salí de la cama me cambié con lo primero presentable que encontré y tras tirarme un poco de perfume salí.
— Hola… ¿Qué hacés tanto tiempo?—dije intentando parecer enojado y al mismo tiempo desinteresado.
— Hola… sí… disculpame si te molesto, pero necesito tu ayuda— parecía desconcertada, al parecer esperaba una reacción distinta de mi parte.
— Es raro, estuviste meses esquivándome y tratándome como si no existiera ¿y ahora venís sin más a pedirme ayuda?— intentaba mantenerme firme, sabía que si dejaba que la calentura y las ganas de estar con ella me vencían perdería toda oportunidad en un segundo.
— Si, tenés razón, pero si me ayudas podemos pasar a tomar algo en casa y conversar, sé que no actué tal vez de la mejor manera.
— Es que me agarrás en un momento complicado, tengo que rendir esta semana y estoy estudiando, no tengo tiempo para perder— me la jugué completamente, si daba media vuelta y se iba, definitivamente me sentenciaba a no tener nunca más nada con ella, pero quería demostrar que por ser “joven” no tenía que tratarme como a un imbécil.
— Maxi, por favor, no tengo a quien recurrir, Martín está lejos y se está haciendo de noche, después tomamos algo y hablamos lo que tengamos que aclarar— mientras terminaba esa frase, sus ojos se quebrantaron y pude ver una lágrima corriendo en su mejilla, rompió todas mis defensas en un segundo.
— Bueno, tranquila, vamos.
El problema no era nada serio, al menos no para mi, la puerta de entrada a su casa tras la mudanza de Martín la cambió por una con un sistema en el cual del lado exterior de la misma el picaporte era fijo y, sin llave, no podés entrar. Ella había salido al kiosco y por falta de costumbre dejó las llaves dentro y cerró la puerta, por ende no podía entrar de nuevo a su casa y las ventanas frontales tenían rejas así que tampoco podía ingresar de esa forma. Se encontró de pronto sola, un domingo en el que el barrio queda vacío y encima estaba oscureciendo y prácticamente entró en pánico.
Así que aprovechando las rejas de la ventana, trepé al techo, bajé al pequeño patio que daba al fondo y por una puerta que había ahí con el “sistema común” pude entrar y abrirle la puerta a ella desde adentro.
— Bueno, ya solucionado el problema, me voy.
— Enserio, te invito un café o una cerveza, lo que gustes, pero hablemos.
— Te dije que estoy ocupado, no tengo tiempo para charlas ahora — dije con seriedad al mismo tiempo que me acercaba a la salida.
— Esperá, por favor, esperá — mientras decía esto tomó mi mano con fuerza frenando mi paso.
— ¿De qué querés hablar?¿Qué vas a explicarme, el por qué de ignorarme durante éstos meses?
— No seas así conmigo, para mi ésto no es fácil— sus ojos estaban poniéndose brillosos nuevamente.
— ¿Y cómo se supone que tenga que ser? Pasaste de besarme, de estar desnuda junto a mi a punto de hacer el amor, a ignorarme como si fuera un fantasma durante 4 meses — realmente estaba enojado, pero no por no haber garchado, sino porque desde entonces no me la podía sacar de la cabeza.
— Ya te dije que no me es fácil, vos estabas a punto de ser el primer hombre después de Julián, a quien le había jurado fidelidad a pesar de que no esté más en éste mundo, y justamente vos, a quien prácticamente crié junto a Martín desde que eran chicos. ¿Vos te pensás que esas cosas a mi no se me pasaban por la cabeza?— su tono había cambiado completamente, y sus ojos brillosos por lo que podía haber sido un llanto desaparecieron.
—¿ Y eso era motivo suficiente como para ignorarme todo éste tiempo? Siempre tuvimos confianza, por qué tardaste tanto en hablarme si podías haberlo hecho desde el primer día y hacer las cosas distintas y más despacio de ser necesario, para que todo sea mejor para vos.
— Sí, pero pensé que si te ignoraba iba a poder sacarte de mi cabeza, creí que iba a borrar tu recuerdo del Maximiliano actual que me hizo temblar como nadie en años y me iba a poder quedar con el que jugaba en la calle con mi hijo. Pensé en que tenía que buscar a alguien más grande, más acorde a mi edad, un compañero y no un pendejo que tal vez mañana encuentre una mina más linda y joven y me deje de lado — Tras eso último me descolocó un poco, evidentemente el hecho de que Martín se haya ido también estaba jugando un rol importante en ella.
— ¿Enserio, tras aclarar que me conocés desde tan chico tenés ese concepto de mi?
— No quise decir eso, pero ponete en mi lugar un poco.
— Yo intento, pero sigo sin entender casi siquiera como llegamos a ésto, y no puedo creer que creas que por una pendeja voy a “dejarte de lado”— mi voz y ánimo habían cambiado, el enojo poco a poco se alejaba.
— Ya te dije, yo soy una vieja, ¿cómo no voy a pensar algo así?
— No empecemos nuevamente con lo mismo, ya te dije que no sos vieja y que sos una mina hermosa, con la que más de un hombre quisiera estar.
Por tanta charla y enojo en un principio no me había dado cuenta de su vestimenta, estaba con ropa deportiva, ropa que nunca había visto que use desde que tengo uso de razón, una calza negra con tiras blancas que atrapaban sus piernas y permitían ver de frente un notorio bultito partido al medio que formaban sus hermosos labios vaginales, junto con una remera blanca, nuevamente sin corpiño dejando notar sus hermosos pezones y con el pelo suelto.
Habíamos pasado, en mi caso, del enojo y en el suyo del perdón a un histeriqueo casi adolescente donde ella se refugiaba en su edad para ser halagada. Siendo sincero, merece uno y mil halagos, pero tras su “confesión” de que no podía sacarme de la cabeza tenía que apurar un poco las cosas si no quería que termine todo como una novela de amor que se transmite en algún canal de televisión por la tarde.
Tras decirle que era hermosa, me acerqué a ella, con una mano la tomé de la cintura y cuando la tenía lo suficientemente cerca nos fundimos nuevamente en un intenso beso.
Aún no sabía si estaba segura de si misma y para evitar conflictos me decidí a hacer sólo lo que ella me pida para no arruinar las cosas.
Tras el beso fui bajando lentamente mis manos para posarlas sobre su hermosa cola encalzada que me tenía loco, apretaba sus cachetes al mismo tiempo que bajaba mi boca a su cuello, y volvía a besarla con intensidad, mi pija estaba que explotaba y gracias a que ésta vez tenía un short, estaba seguro de que la sentía bien.
Se la notaba excitada, parece que la calentura durante éstos meses no había sido sólo mía, pero al contrario de la vez anterior ahora quería disfrutar de ella en todo sentido, antes enceguecido y caliente por el sueño no me había detenido en ver su hermoso cuerpo, estaba en un frenesí de calentura que terminó en un pete y una chupada de concha y nada más, sin siquiera detenerme un poco a ver al pedazo de mujer con quien estaba.
La separé de mi, la llevé hacia la mesa del comedor, entendió el mensaje y puso sus manos sobre la mesa al mismo tiempo que se agachaba un poco y abría sus piernas.
Tomé las calzas por el elástico y la bajé lentamente disfrutando de la vista centímetro a centímetro. Su cola apareció lentamente, parada, desafiando a la gravedad, la cubría una tanga roja, mínima. Era sencillamente perfecta, quería verla lo más posible para no olvidarla jamás, redonda como una manzana, no pude contenerme y tras arrodillarme pasé mi lengua por cada rincón de esa cola al tiempo que le daba pequeños mordiscones.
Me tomé mi tiempo para continuar, tras sacar su remera aún de espaldas y restando sólo la tanga se la saqué muy despacio, ni bien saque esa mínima tela de su cola, abrí esos cachetes para ver que era lo que escondían, su culo se notaba cerrado y por debajo sobresalía esa concha divina que no paraba de mojarle las delicadas piernas a la flaca.
Comencé en esa posición a pasarle mis dedos una y otra vez a lo largo de su conchita sin metérselos, al mismo tiempo que traía sus jugos con los dedos a mi boca.
Su respiración se agitaba cada vez más y comenzaron los primeros gemidos. Mi fascinación es chuparle bien la concha a una mujer, y disfrutar de ese exquisito manjar que libera constantemente, así que no podía desaprovechar esa oportunidad nuevamente para probar la hermosa concha de la flaca. Cuando me puse en posición, para comenzar a jugar con mi lengua ella se corrió y me detuvo.
Se dio vuelta, pudiendo apreciar sus hermosas tetas de frente, que cada día me parecían mejores, con sus pezones duros como piedras a punto de explotar y al mirar hacia abajo pude notar que su concha estaba completamente depilada, sin la linea delgada línea de pelos rubios que tenía meses atrás. Me tomó de la mano y me llevó a su habitación, me sentó en el borde de la cama y tras quitarme la remera y el short dijo “hoy primero me toca a mi” y tirando una almohada en el piso, se arrodillo y empezó con su magistral pete nuevamente.
Era algo único, su habilidad para petear no tenía descripción, hacía desaparecer mi pija casi por completo mientras me miraba con sus ojos claros, cosa que me superaba.
Usaba su lengua en círculos en la cabeza de mi chota mientras la tenía perfectamente encerrada con sus labios, la escupía para poder usar su mano y al tiempo en el que se encargaba con su boca de mis bolas pajearme frenéticamente, se la hundía lo más profundo que podía hasta casi quedar sin aire, mi pija era una catarata de baba, cada vez que se la sacaba de la boca los hilos de su baba nos mantenían unidos. Parecía una habilidad natural en ella.
La frené, la levanté de su posición y tras darle un beso apasionado, me acosté en la cama y la puse en posición para un 69, no aguantaba más las ganas de chupar esa conchita.
Al mismo tiempo que ella me peteaba yo comencé a jugar con esos labios salidos que tanto me gustaban, estirarlos, morderlos, moverlos de un lado al otro con la lengua y sentir como largaba gritos ahogados por la pija en su boca era casi adictivo.
La acomodé mejor para poder probar también su asterisco que me tentó desde que bajé su tanga. Acerqué mi lengua lentamente y comencé a “penetrarlo” suavemente con la misma, ni bien la sintió dio un salto y sacó mi pija de su boca para gritar libremente. Al parecer encontré otro punto débil y lo aproveché al máximo, llevaba mi lengua de la concha a su culo, en una carrera feróz, llenando éste último con sus propios flujos, lo que hizo que ella entre en un éxtasis donde sólo gemía dejando mi pija como un mástil de lado, cosa que en ese momento me importaba poco.
Nuevamente comenzó a temblar, su cuerpo se tensó al mismo tiempo que sus piernas se rendían y caía con su concha sobre mi cara. La corrí con delicadeza y esperé unos minutos a que se recupere. Nuevamente la había llevado al orgasmo dándole sexo oral.
Tras reincorporarse, yo aún seguía con la pija durísima y fue cuando escuché la frase que tanto quería escuchar pero no esperaba al mismo tiempo: “Maxi, por favor, ponémela, la quiero sentir adentro, quiero que sea la primera después de tantos años, por favor”.
Escuchar eso era glorioso, el momento que tanto esperaba al parecer había llegado, tenía a la flaca, con las piernas abiertas, con la concha mojada y los pezones duros, sus cachetes colorados, el pelo revuelto y sus ojos claros mirándome, pidiéndome que la coja, que se la ponga.
Agarré un forro de mi billetera, su concha estaba muy mojada, suficiente como para lubricar, abrí un poco más sus piernas y me puse sobre de ella. Agarré mi pija con una mano y comencé a pasársela a lo largo y ancho de su concha una y otra vez, disfrutando de la ver como sus labios se abrian paso al mismo tiempo que la recorriá con mi pija. Quería que lo desee, quería que esté segura, quería que no aguante más y tras unos minutos me pidió que se la ponga nuevamente.
Fue ahí cuando lentamente acomodé la cabeza y empecé a hacer presión, si bien mis dedos entraban cómodamente y sus flujos eran abundantes, la concha estaba muy cerrada, me hacía recordar a la primera vez que lo había hecho con mi primer novia.
Suavemente mi pija se iba abriendo paso dentro de esa concha hermosa, los labios abrazaban el tronco a medida que entraba y la cara de la flaca mostraba que estaba empezando a gozar. Le di tiempo a que se acostumbre, me movía despacio dentro de ella, se la puse hasta el fondo y la sacaba lentamente una y otra vez, la flaca no podía contenerse, gritaba a toda voz, decía que extrañaba tanto una pija en su concha, que había olvidado lo hermoso que era, gemía y se retorcía, mientras sentía su concha apretar fuerte a mi pija como si la abrazara para nunca soltarla.
Poco a poco su concha cedió y mi pija empezó a entrar con mayor libertad, empecé con un mete saca a un ritmo normal y la flaca comenzó a pedir más y más. Su concha chorreaba, era un manantial de flujos impresionante. Creo que sus gritos podían escucharlos hasta los vecinos, me rasguñaba la espalda, apretaba las sábanas con sus manos, estaba en un éxtasis total, lo que me volvía más loco a mí también.
Mi calentura no daba para más, muy a mi pesar estaba por explotar, esa concha depilada, sus labios envolviendo mi pija, sus ya gritos pidiéndome más, sus pezones erectos y el hecho de poder estar con ella estaban sobrepasándome, en el mejor momento para ambos y cuando el ritmo cada vez era mayor el timbre nos interrumpe…
Continuará...
Bueno gente, espero que les haya gustado, pronto la nueva parte y tal vez nuevas historias. Espero que les guste esta parte 3 tanto como las anteriores. Un saludo!
Todos los personajes son ficticios y cuentan con la mayoría de edad.
Si te perdiste las anteriores, podés ingresar haciendo click acá abajo:
Primera Parte.
Segunda Parte
Tras ese día donde casi terminamos garchando y me echó de su casa, no volví a tener ningún acercamiento con ella, mantenía una distancia que me volvía loco, si yo iba a su casa con Martín, ella no salía de su cuarto, si por algún motivo tenía que saludarme lo hacía distante, sin mayor interés y dándome poca bola.
No podía entender qué es lo que le pasaba, yo sabía muy bien que ella quería lo mismo que yo, estaba más que convencido de que como quedé de caliente yo, ella quedó de la misma manera, pero no podía lograr ni un avance, era prácticamente un bloqueo de ella conmigo.
Las semanas pasaban demasiado rápido, y no dejaba de pensar en ella, en ese tiempo estuve con una compañera de la universidad, pero puedo asegurar que mientras la garchaba tenía la imagen de la flaca en la cabeza.
No comprendía tampoco el por qué de mis pensamientos hacia ella, si hasta hace poco tiempo era una mujer más, era como una madre, una mujer que “no tenía nada destacable” y ahora no podía sacarla un segundo de mi cabeza, sus ojos claros mirándome mientras con su boca se mandaba la pija casi hasta el fondo, o su cola presionada con el vestido y la tanga negra mientras se agachaba en el horno. No dejaba de pensar en donde estaba mi error, o cuál fue mi paso en falso, si tenía que dominar mis impulsos o que simplemente la que estaba mal era ella.
Tal vez era por la sorpresa inicial que me había llevado de verla durante tantos años desalineada y luego ver la terrible mujer que era, o por el simple hecho de haberme dejado re caliente al borde de ponérsela como nunca ninguna mujer me había dejado antes.
La única realidad era que ya habían pasado casi 3 meses desde ese glorioso y al mismo tiempo de cierta forma “trágico” día y no había logrado nada más que comerme la cabeza con mis propios pensamientos, pero como todo, un giro del destino me iba a volver a abrir las puertas nuevamente al paraíso.
Martín en ese tiempo se puso en una relación “seria” — aunque yo estaba seguro que su alma de pirata no iba a descansar ni un segundo— con Ludmila, el infierno de pendeja con la que se había ido el día donde comenzó mi historia con la flaca a base del sueño y luego viajó a la costa. Al parecer ella provenía de una familia con bastante plata, así que como su casa quedaba lejos de la universidad los padres le alquilaban un departamento de 2 ambientes para ella sola a 5 cuadras de la uni, y con el paso del tiempo Martín terminó instalándose allá y quedando así la flaca viviendo por primera vez completamente sola.
Era domingo, ya estaba oscureciendo y suena el timbre en mi casa, uno de mis hermanos atiende y viene a avisarme que era la vecina, la mamá de Martín que me estaba buscando.
Me puse nervioso, no podía creer lo que estaba escuchando, la flaca, después de tanto tiempo sin dirigirme la palabra salvo que no le quede alternativa, estaba golpeando la puerta de mi casa y buscándome, mi pija pareció detectarla también ya que estaba comenzando a ponerse dura de a poco.
Estaba acostado leyendo unos apuntes, así que rápidamente salí de la cama me cambié con lo primero presentable que encontré y tras tirarme un poco de perfume salí.
— Hola… ¿Qué hacés tanto tiempo?—dije intentando parecer enojado y al mismo tiempo desinteresado.
— Hola… sí… disculpame si te molesto, pero necesito tu ayuda— parecía desconcertada, al parecer esperaba una reacción distinta de mi parte.
— Es raro, estuviste meses esquivándome y tratándome como si no existiera ¿y ahora venís sin más a pedirme ayuda?— intentaba mantenerme firme, sabía que si dejaba que la calentura y las ganas de estar con ella me vencían perdería toda oportunidad en un segundo.
— Si, tenés razón, pero si me ayudas podemos pasar a tomar algo en casa y conversar, sé que no actué tal vez de la mejor manera.
— Es que me agarrás en un momento complicado, tengo que rendir esta semana y estoy estudiando, no tengo tiempo para perder— me la jugué completamente, si daba media vuelta y se iba, definitivamente me sentenciaba a no tener nunca más nada con ella, pero quería demostrar que por ser “joven” no tenía que tratarme como a un imbécil.
— Maxi, por favor, no tengo a quien recurrir, Martín está lejos y se está haciendo de noche, después tomamos algo y hablamos lo que tengamos que aclarar— mientras terminaba esa frase, sus ojos se quebrantaron y pude ver una lágrima corriendo en su mejilla, rompió todas mis defensas en un segundo.
— Bueno, tranquila, vamos.
El problema no era nada serio, al menos no para mi, la puerta de entrada a su casa tras la mudanza de Martín la cambió por una con un sistema en el cual del lado exterior de la misma el picaporte era fijo y, sin llave, no podés entrar. Ella había salido al kiosco y por falta de costumbre dejó las llaves dentro y cerró la puerta, por ende no podía entrar de nuevo a su casa y las ventanas frontales tenían rejas así que tampoco podía ingresar de esa forma. Se encontró de pronto sola, un domingo en el que el barrio queda vacío y encima estaba oscureciendo y prácticamente entró en pánico.
Así que aprovechando las rejas de la ventana, trepé al techo, bajé al pequeño patio que daba al fondo y por una puerta que había ahí con el “sistema común” pude entrar y abrirle la puerta a ella desde adentro.
— Bueno, ya solucionado el problema, me voy.
— Enserio, te invito un café o una cerveza, lo que gustes, pero hablemos.
— Te dije que estoy ocupado, no tengo tiempo para charlas ahora — dije con seriedad al mismo tiempo que me acercaba a la salida.
— Esperá, por favor, esperá — mientras decía esto tomó mi mano con fuerza frenando mi paso.
— ¿De qué querés hablar?¿Qué vas a explicarme, el por qué de ignorarme durante éstos meses?
— No seas así conmigo, para mi ésto no es fácil— sus ojos estaban poniéndose brillosos nuevamente.
— ¿Y cómo se supone que tenga que ser? Pasaste de besarme, de estar desnuda junto a mi a punto de hacer el amor, a ignorarme como si fuera un fantasma durante 4 meses — realmente estaba enojado, pero no por no haber garchado, sino porque desde entonces no me la podía sacar de la cabeza.
— Ya te dije que no me es fácil, vos estabas a punto de ser el primer hombre después de Julián, a quien le había jurado fidelidad a pesar de que no esté más en éste mundo, y justamente vos, a quien prácticamente crié junto a Martín desde que eran chicos. ¿Vos te pensás que esas cosas a mi no se me pasaban por la cabeza?— su tono había cambiado completamente, y sus ojos brillosos por lo que podía haber sido un llanto desaparecieron.
—¿ Y eso era motivo suficiente como para ignorarme todo éste tiempo? Siempre tuvimos confianza, por qué tardaste tanto en hablarme si podías haberlo hecho desde el primer día y hacer las cosas distintas y más despacio de ser necesario, para que todo sea mejor para vos.
— Sí, pero pensé que si te ignoraba iba a poder sacarte de mi cabeza, creí que iba a borrar tu recuerdo del Maximiliano actual que me hizo temblar como nadie en años y me iba a poder quedar con el que jugaba en la calle con mi hijo. Pensé en que tenía que buscar a alguien más grande, más acorde a mi edad, un compañero y no un pendejo que tal vez mañana encuentre una mina más linda y joven y me deje de lado — Tras eso último me descolocó un poco, evidentemente el hecho de que Martín se haya ido también estaba jugando un rol importante en ella.
— ¿Enserio, tras aclarar que me conocés desde tan chico tenés ese concepto de mi?
— No quise decir eso, pero ponete en mi lugar un poco.
— Yo intento, pero sigo sin entender casi siquiera como llegamos a ésto, y no puedo creer que creas que por una pendeja voy a “dejarte de lado”— mi voz y ánimo habían cambiado, el enojo poco a poco se alejaba.
— Ya te dije, yo soy una vieja, ¿cómo no voy a pensar algo así?
— No empecemos nuevamente con lo mismo, ya te dije que no sos vieja y que sos una mina hermosa, con la que más de un hombre quisiera estar.
Por tanta charla y enojo en un principio no me había dado cuenta de su vestimenta, estaba con ropa deportiva, ropa que nunca había visto que use desde que tengo uso de razón, una calza negra con tiras blancas que atrapaban sus piernas y permitían ver de frente un notorio bultito partido al medio que formaban sus hermosos labios vaginales, junto con una remera blanca, nuevamente sin corpiño dejando notar sus hermosos pezones y con el pelo suelto.
Habíamos pasado, en mi caso, del enojo y en el suyo del perdón a un histeriqueo casi adolescente donde ella se refugiaba en su edad para ser halagada. Siendo sincero, merece uno y mil halagos, pero tras su “confesión” de que no podía sacarme de la cabeza tenía que apurar un poco las cosas si no quería que termine todo como una novela de amor que se transmite en algún canal de televisión por la tarde.
Tras decirle que era hermosa, me acerqué a ella, con una mano la tomé de la cintura y cuando la tenía lo suficientemente cerca nos fundimos nuevamente en un intenso beso.
Aún no sabía si estaba segura de si misma y para evitar conflictos me decidí a hacer sólo lo que ella me pida para no arruinar las cosas.
Tras el beso fui bajando lentamente mis manos para posarlas sobre su hermosa cola encalzada que me tenía loco, apretaba sus cachetes al mismo tiempo que bajaba mi boca a su cuello, y volvía a besarla con intensidad, mi pija estaba que explotaba y gracias a que ésta vez tenía un short, estaba seguro de que la sentía bien.
Se la notaba excitada, parece que la calentura durante éstos meses no había sido sólo mía, pero al contrario de la vez anterior ahora quería disfrutar de ella en todo sentido, antes enceguecido y caliente por el sueño no me había detenido en ver su hermoso cuerpo, estaba en un frenesí de calentura que terminó en un pete y una chupada de concha y nada más, sin siquiera detenerme un poco a ver al pedazo de mujer con quien estaba.
La separé de mi, la llevé hacia la mesa del comedor, entendió el mensaje y puso sus manos sobre la mesa al mismo tiempo que se agachaba un poco y abría sus piernas.
Tomé las calzas por el elástico y la bajé lentamente disfrutando de la vista centímetro a centímetro. Su cola apareció lentamente, parada, desafiando a la gravedad, la cubría una tanga roja, mínima. Era sencillamente perfecta, quería verla lo más posible para no olvidarla jamás, redonda como una manzana, no pude contenerme y tras arrodillarme pasé mi lengua por cada rincón de esa cola al tiempo que le daba pequeños mordiscones.
Me tomé mi tiempo para continuar, tras sacar su remera aún de espaldas y restando sólo la tanga se la saqué muy despacio, ni bien saque esa mínima tela de su cola, abrí esos cachetes para ver que era lo que escondían, su culo se notaba cerrado y por debajo sobresalía esa concha divina que no paraba de mojarle las delicadas piernas a la flaca.
Comencé en esa posición a pasarle mis dedos una y otra vez a lo largo de su conchita sin metérselos, al mismo tiempo que traía sus jugos con los dedos a mi boca.
Su respiración se agitaba cada vez más y comenzaron los primeros gemidos. Mi fascinación es chuparle bien la concha a una mujer, y disfrutar de ese exquisito manjar que libera constantemente, así que no podía desaprovechar esa oportunidad nuevamente para probar la hermosa concha de la flaca. Cuando me puse en posición, para comenzar a jugar con mi lengua ella se corrió y me detuvo.
Se dio vuelta, pudiendo apreciar sus hermosas tetas de frente, que cada día me parecían mejores, con sus pezones duros como piedras a punto de explotar y al mirar hacia abajo pude notar que su concha estaba completamente depilada, sin la linea delgada línea de pelos rubios que tenía meses atrás. Me tomó de la mano y me llevó a su habitación, me sentó en el borde de la cama y tras quitarme la remera y el short dijo “hoy primero me toca a mi” y tirando una almohada en el piso, se arrodillo y empezó con su magistral pete nuevamente.
Era algo único, su habilidad para petear no tenía descripción, hacía desaparecer mi pija casi por completo mientras me miraba con sus ojos claros, cosa que me superaba.
Usaba su lengua en círculos en la cabeza de mi chota mientras la tenía perfectamente encerrada con sus labios, la escupía para poder usar su mano y al tiempo en el que se encargaba con su boca de mis bolas pajearme frenéticamente, se la hundía lo más profundo que podía hasta casi quedar sin aire, mi pija era una catarata de baba, cada vez que se la sacaba de la boca los hilos de su baba nos mantenían unidos. Parecía una habilidad natural en ella.
La frené, la levanté de su posición y tras darle un beso apasionado, me acosté en la cama y la puse en posición para un 69, no aguantaba más las ganas de chupar esa conchita.
Al mismo tiempo que ella me peteaba yo comencé a jugar con esos labios salidos que tanto me gustaban, estirarlos, morderlos, moverlos de un lado al otro con la lengua y sentir como largaba gritos ahogados por la pija en su boca era casi adictivo.
La acomodé mejor para poder probar también su asterisco que me tentó desde que bajé su tanga. Acerqué mi lengua lentamente y comencé a “penetrarlo” suavemente con la misma, ni bien la sintió dio un salto y sacó mi pija de su boca para gritar libremente. Al parecer encontré otro punto débil y lo aproveché al máximo, llevaba mi lengua de la concha a su culo, en una carrera feróz, llenando éste último con sus propios flujos, lo que hizo que ella entre en un éxtasis donde sólo gemía dejando mi pija como un mástil de lado, cosa que en ese momento me importaba poco.
Nuevamente comenzó a temblar, su cuerpo se tensó al mismo tiempo que sus piernas se rendían y caía con su concha sobre mi cara. La corrí con delicadeza y esperé unos minutos a que se recupere. Nuevamente la había llevado al orgasmo dándole sexo oral.
Tras reincorporarse, yo aún seguía con la pija durísima y fue cuando escuché la frase que tanto quería escuchar pero no esperaba al mismo tiempo: “Maxi, por favor, ponémela, la quiero sentir adentro, quiero que sea la primera después de tantos años, por favor”.
Escuchar eso era glorioso, el momento que tanto esperaba al parecer había llegado, tenía a la flaca, con las piernas abiertas, con la concha mojada y los pezones duros, sus cachetes colorados, el pelo revuelto y sus ojos claros mirándome, pidiéndome que la coja, que se la ponga.
Agarré un forro de mi billetera, su concha estaba muy mojada, suficiente como para lubricar, abrí un poco más sus piernas y me puse sobre de ella. Agarré mi pija con una mano y comencé a pasársela a lo largo y ancho de su concha una y otra vez, disfrutando de la ver como sus labios se abrian paso al mismo tiempo que la recorriá con mi pija. Quería que lo desee, quería que esté segura, quería que no aguante más y tras unos minutos me pidió que se la ponga nuevamente.
Fue ahí cuando lentamente acomodé la cabeza y empecé a hacer presión, si bien mis dedos entraban cómodamente y sus flujos eran abundantes, la concha estaba muy cerrada, me hacía recordar a la primera vez que lo había hecho con mi primer novia.
Suavemente mi pija se iba abriendo paso dentro de esa concha hermosa, los labios abrazaban el tronco a medida que entraba y la cara de la flaca mostraba que estaba empezando a gozar. Le di tiempo a que se acostumbre, me movía despacio dentro de ella, se la puse hasta el fondo y la sacaba lentamente una y otra vez, la flaca no podía contenerse, gritaba a toda voz, decía que extrañaba tanto una pija en su concha, que había olvidado lo hermoso que era, gemía y se retorcía, mientras sentía su concha apretar fuerte a mi pija como si la abrazara para nunca soltarla.
Poco a poco su concha cedió y mi pija empezó a entrar con mayor libertad, empecé con un mete saca a un ritmo normal y la flaca comenzó a pedir más y más. Su concha chorreaba, era un manantial de flujos impresionante. Creo que sus gritos podían escucharlos hasta los vecinos, me rasguñaba la espalda, apretaba las sábanas con sus manos, estaba en un éxtasis total, lo que me volvía más loco a mí también.
Mi calentura no daba para más, muy a mi pesar estaba por explotar, esa concha depilada, sus labios envolviendo mi pija, sus ya gritos pidiéndome más, sus pezones erectos y el hecho de poder estar con ella estaban sobrepasándome, en el mejor momento para ambos y cuando el ritmo cada vez era mayor el timbre nos interrumpe…
Continuará...
Bueno gente, espero que les haya gustado, pronto la nueva parte y tal vez nuevas historias. Espero que les guste esta parte 3 tanto como las anteriores. Un saludo!
7 comentarios - Me garché a la mamá de mi mejor amigo [Parte 3]
Sabés que si? ajjaj. Pronto sale la 4!
Si no pedistes pizza....? bueno, a lo mejor el hijo (tu amigo), no es, porque tiene llave....
pero...quien, entonces..? jaa...espero el siguiente...
Hay un detalle referente a la llave que está explicado en éste post que te estás pasando por alto, te la dejo picando nomás jajaj