Con el paso de los meses
empecé a percibir que él disfrutaba viéndome bailar
con amigos en las reuniones, pues luego de ello se mostraba muy ardiente
al hacer el amor, peguntándome si habían intentado pegarse
a mí mientras bailaba. Yo durante muchos meses, eludí este
tipo de conversaciones, pues no entendía su comportamiento, pero
con el paso del tiempo, conversando con amigas y por algunas lecturas que
mi marido llevaba a casa, entendí que esa morbosidad era más
frecuente de lo que creía, que muchos hombres se excitan permitiendo
que a su esposa la posean otros hombres y que en realidad muchas parejas
se permiten aventuras sexuales fuera de casa. Empecé a no encontrar
desagradables sus insinuaciones, renové gradualmente mi ropero,
comprando más faldas que pantalones y asumí una posición
algo más liberada, permitiendo que mi esposo se excitara con pequeños
comentarios míos sobre lo atractivo que encontraba a algún
amigo, o con algún comentario como que había notado cómo
un hombre me miraba las piernas mientras yo las cruzaba en alguna reunión
mientras vestía un una minifalda. En esas ocasiones, mi esposo se
calentaba sobremanera cuando ya a solas me penetraba, pidiéndome
que le contara que había sentido yo, y si me excitaba saber que
otros hombres me deseaban. Esto fue progresando, pues ahora él ya
no se cohibía de insinuarme que haciéndome la descuidada
mostrara mi tanga en público, o que no me resistiera cuando trataban
de bailar conmigo apretados. Empecé a pensar que mi esposo disfrutaría
realmente dejando que otros hombres disfrutaran de mi cuerpo, y dicha posibilidad
por primera vez se cruzó por mi mente, pues al fin y al cabo mi
experiencia sexual se limitaba a lo disfrutado con mi marido (de paso debo
confesar que luego comprobé que él está muy bien dotado).
Progresaron las insinuaciones de
mi esposo, ahora más abiertas, luego de que yo confesara que en
algunas ocasiones miraba el bulto de otros hombres imaginándome
cómo se verían desnudos con sus miembros erectos. Así,
mi marido terminó confesándome que no solamente le excitaba
que yo mostrara mi cuerpo, sino más aún le excitaba sobremanera
imaginarme siendo penetrada por otro. Yo continué diciendo que no
me prestaría para llegar a situaciones de adulterio, que nos limitáramos
a fantasear con esas cosas. Cuando hacíamos el amor, para excitarlo
más (también debo confesar que a mí me empezaron a
excitar también las fantasías), relataba cómo me gustaría
que tal persona me abriera las piernas y me metiera su miembro para poder
adquirir experiencia disfrutando a otros y aprender nuevas técnicas.
Llegados a este punto, era solo cuestión de tiempo para que se convirtieran
en realidad nuestras fantasías.
Le comenté a mi esposo que
un amigo mío
Héctor), me decía con frecuencia que me encontraba terriblemente
atractiva, que le gustaría mucho salir conmigo. Realmente yo lo
encontraba a él también muy atractivo y ya fantaseaba sobre
como sería hacer el amor con él. Mi esposo, como era de esperar
me sugirió que cediera a sus avances, pero que fuera muy discreta
para no comprometer nuestro prestigio. En la siguiente ocasión en
que nos encontramos con mi amigo en una reunión, un poco desinhibida
por las copas que habíamos consumido, estando sola en un rincón
mientras servía una copa a mi esposo, se acercó Héctor
y empezó como siempre con sus piropos. Yo le dije que no insistiera,
que en mi condición de mujer casada no saldría con él
a ningún lado. Él insistió diciendo que si le aceptaba
una simple invitación a almorzar, dejaría de acosarme. Le
dije que lo pensaría y me fui a reunir con mi esposo, a quien le
comenté lo sucedido. Él se mostró en el acto interesado
en el asunto, preguntándome cómo tomaba yo esas iniciativas
de H, si me producían excitación, si me había mostrado
coqueta con él, si quería yo ceder a sus avances etc. Habiendo
yo respondido que me sentía halagada al verme deseada, mi marido
me hizo prometer que me mostraría más accesible con H, llegando
a insinuar que él se podía retirar con alguna excusa para
que H tuviera oportunidad de acercarse a mí en la reunión.
Yo respondí que no estaba preparada para ello y que nuestros amigos
comunes se formarían un mal concepto de nosotros si me veían
conversando a solas con él. Sin embargo, ante su insistencia, apenas
tuve oportunidad de acercarme a H, le susurré que en vista de que
mi marido tenía programado al día siguiente salir con sus
amigos a practicar su deporte favorito, podría yo escaparme a almorzar
con él, eso sí, advirtiéndole que lo haría
solamente para cumplir el pacto de que dejaría de acosarme si salíamos
una sola vez, y por supuesto en un plan de amigos (yo estaba cuidando ante
él mi prestigio). Definimos que él me recogería al
medio día.
Ese día era sábado
y mi esposo se marchó con sus amigos desde temprano. Antes de partir,
me pidió que me vistiera muy sexy para mi cita, escogiendo él
mismo mi ropa: falda corta, blusa con gran escote y botones frontales y
ropa interior muy atrevida semitransparente. Me dijo que saliera tranquila
a divertirme con mi amigo, que todo lo que hacíamos aportaba diversión
y excitación a nuestra relación, que al regreso disfrutaríamos
en conjunto mi relato de lo que llegara a acontecer en mi primera salida
con otro hombre estando casada. Mi amigo me recogió a una cuadra
de nuestra casa para no despertar suspicacias con los porteros de nuestro
conjunto residencial. Sus comentarios sobre mi figura y vestimenta fueron
muy apreciativos, lo cual me aportó algo de confianza, pues me sentía
muy nerviosa con la situación. Marchamos a un restaurante campestre
donde había estado varias veces con mi esposo. Es un sitio discreto
que tiene organizadas las mesas mediante rincones independientes para grupos
familiares. Escogimos uno de dichos rincones, apartado de miradas indiscretas.
Pedimos como aperitivos un licor que se acostumbra tomar en copas, utilizando
como pasante sorbos fríos de agua. H le pidió al mesero que
demorara una hora nuestro pedido de almuerzo, mientras disfrutábamos
nuestro licor. Al principio me sentía tensa, pero luego de las primeras
copas empecé a relajarme, diciéndome a mi misma que no estaba
cometiendo ninguna falta con mi esposo, pues al fin y al cabo él
había propiciado mi aventura. H, sentado a mi lado en una amplia
banca para dos personas, me servía con frecuencia copas, aprovechando
la situación para dármelas directamente de su mano, lo cual
le permitía acercarse a mí, rozando con sus brazos mis senos,
lo cual empezó a ponerme caliente, sintiendo cómo se endurecían
mis pezones. Nuestra conversación transcurría hablando de
temas generales, pero poco a poco fue tomando rumbos más privados,
confesándome él que siempre se había sentido muy atraído
por mí, que envidiaba a mi esposo por disfrutar de una mujer tan
bella, que él con su esposa no se entendía mucho en el aspecto
sexual, pues ella era muy fría e inhibida. Yo le contaba que mi
relación con mi esposo era muy buena en todo sentido, pero que eso
no impedía que como mujer me sintiera atraída en algunas
ocasiones por otros hombres. Me preguntó si ese era el caso con
él, a lo cual respondí afirmativamente. Eso lo impulsó
a darme un primer beso en la boca, lo cual me produjo escalofríos
endureciéndose más mis pezones y me empecé a humedecer
entre las piernas. Al segundo beso respondí abriendo mi boca para
que su lengua penetrara en ella. Mis primeros gemidos de excitación
afloraron. Sus manos iniciaron caricias en mis senos sobre la blusa, aumentando
mi excitación, pues los tengo muy sensibles. Metió sus manos
bajo la blusa abriendo dos botones y tomando directamente mis pechos sobre
mi brasiere transparente. Cuando vio mis pezones parados, se inclinó
besándomelos delicadamente. Mi respiración estaba agitada
e involuntariamente abrí un poco las piernas, con mi falda trepada
sobre mis muslos debido a mis involuntarios movimientos de calentura. Él
notó mi movimiento e inmediatamente metió su mano entre mis
piernas hasta llegar a mi vagina cubierta por una tanga totalmente humedecido
por mi excitación. Comenzó a acariciarme, primero pasando
sus dedos sobre mi entrepierna sobre mis tanga, pero luego, corriéndolos
a un lado me acarició directamente la vulva, tocándome el
clítoris con un dedo. No pude contener un audible gemido de placer
y temí que fuera escuchado por otras personas, por lo cual me controlé
mordiendo mis labios. Metió primero un dedo en mi vagina y cuando
me abrí más de piernas, pudo colocarme varios de ellos en
mi excitadísima vagina Mientras tanto me besaba apasionadamente,
a lo cual respondía yo con igual ardor. Por timidez no me atreví
al principio a tocar su miembro, pero él, interrumpió por
un segundo sus caricias en mi vagina y tomándome una mano, la colocó
sobre su bulto prominente sobre sus pantalones. Por primera vez en mi vida
palpaba yo otra verga diferente a la de marido. Sin haberla visto aún,
comprendí que la tenía de muy buen tamaño y deseé
tocarla directamente con mis manos pero me daba miedo que él me
juzgará como una mujer fácil. Me susurró al oído
que se la sacara de los pantalones. Le dije que me daba miedo pues podría
entrar de pronto el mesero sorprendiéndonos. En esas estábamos
cuando alcancé a ver que el mesero se aproximaba con nuestro pedido
de almuerzo. Rápidamente nos compusimos, pero creo que el mesero
sospechó nuestras andanzas, pues los botones de mi blusa estaban
abiertos y en su cara se notó una sonrisa de complicidad. Sentí
temor de que me reconociera, pues como ya dije, en otras ocasiones habíamos
almorzado en ese sitio con mi esposo. En cualquier caso, si me identificó
no hizo ningún comentario imprudente y me tranquilicé ayudada
por la desinhibición del licor consumido. Almorzamos rápidamente
pues la pasión que estábamos viviendo nos cortó de
tajo el apetito. Pronto llamamos al mesero para que retirara los platos
de la mesa. A todas estas ya había transcurrido la mayor parte de
la tarde y ya estaba oscureciendo. H retomó sus caricias subiéndome
la falda para poder mirar libremente mis interiores, los cuales desplazó
a un lado nuevamente, dejando a la vista mis labios vaginales. Con sus
dos manos me abrió la vulva, lo cual le permitió ver mi sonrosado
color, fluyendo mis lubricaciones de mujer en celo. Me introdujo dos dedos
lo cual causó rápidamente mi primer orgasmo, pues me encontraba
increíblemente excitada. Me incliné sobre él gimiendo
audiblemente, colocando mi boca contra la suya para que mis gemidos quedaran
ahogados sobre su lengua. Recobré mi respiración, sintiendo
los últimos espasmos de mi venida. Él, muy excitado sacó
su miembro y me obligó a tomarlo entre mis manos. Ahora sí
tenia yo una verga diferente a mi alcance y me produjo sensaciones nuevas
el conocer la forma y tamaño de otros miembros, comparándolo
con el de mi marido, el cual es algo más corto que el de H. Su hermoso
miembro estaba totalmente rígido, notándose su cabeza dilatada
y cubierta de sus flujos. Cuando comencé a acariciarlo a todo lo
largo, salieron más gotas por su ojete, mojando mi mano derecha.
Su respiración estaba muy agitada y me dijo que se iba a venir muy
pronto. Trató de bajarme la cabeza para que se lo chupara, pero
esto era todavía algo muy privado que solamente había practicado
a mi esposo. Le dije que lo haría venir haciéndole una paja
subiendo y bajando mi mano a todo lo largo. Se inclinó sobre mí
tratando de colocar su verga contra mi vagina, pero yo lo mantuve apenas
en contacto contra mi vulva, moviendo frenéticamente mi mano sobre
su miembro hasta que él sin poderse contener más, se descargó
sobre mis piernas, depositando chorros de semen en mis muslos y pantys,
untando inclusive mi falda. Me sentí muy agradada al ver la pasión
que podía despertar en otros hombres y entendí que resultaba
muy placentero gozar otros miembros sintiendo como pulsaban entre mis manos.
H sacó su pañuelo del bolsillo y con él limpió
hasta donde pudo su semen descargado sobre mí. Me pidió que
fuéramos a un motel para poderme disfrutar a pleno, pues quería
sentir el placer de meterme su verga y sacarme otros múltiples orgasmos,
pero yo le dije que no estaba preparada para serle infiel a mi esposo,
que ya era tarde y yo tenía compromiso con mi esposo de encontrarnos
en un bar a una hora fija, por lo cual besándolo en la boca le pedí
que me llevara. Me bajé de su auto a poca distancia del establecimiento
y entré a buscar a mi esposo. Lo encontré en la barra conversando
con el barman y tan pronto me vio me abrazó besándome en
la boca inquiriendo con su mirada que anécdotas traería para
relatarle. Nos sentamos en una mesa apartada y empezó su interrogatorio.
Le toqué su miembro sobre los pantalones comprobando que se encontraba
duro de la excitación que le producía la expectativa de mi
relato. Le pregunté si ese efecto lo producía el sospechar
que su esposa había estado gozando con otro. Él muy excitado
lo confirmó y metió sus manos entre mis piernas haciéndome
abrirlas para examinarme. Cuando sintió la humedad en mii tanga
estaba ya que no se podía contener. Me preguntó qué
traía untado sobre mis interiores y le respondí pidiéndole
que probara. Mi esposo colocó su mano sobre mi vagina desplazando
mis tanga, sintiendo mis flujos como escurrían y lo untada que
estaba de semen asobre los tanga. Probó el
sabor diciendo que sospechaba que eso era esperma de mi amigo. A mi confirmación
comenzó mi esposo a masturbarme metiendo dos dedos en mi vagina y
chupando con frecuencia su mano untada. Rápidamente pidió
su cuenta y nos fuimos a casa donde le relaté todos los detalles
mientras él chupaba mi vagina y mis muslos antes de penetrarme produciéndome
el segundo orgasmo del día. La pasión desarrollada en esta
sesión de sexo fue la más intensa que jamás habíamos
tenido, pues mientras él gozaba clavándome, yo pensaba en
la verga de H. imaginando que era él quien me gozaba.
empecé a percibir que él disfrutaba viéndome bailar
con amigos en las reuniones, pues luego de ello se mostraba muy ardiente
al hacer el amor, peguntándome si habían intentado pegarse
a mí mientras bailaba. Yo durante muchos meses, eludí este
tipo de conversaciones, pues no entendía su comportamiento, pero
con el paso del tiempo, conversando con amigas y por algunas lecturas que
mi marido llevaba a casa, entendí que esa morbosidad era más
frecuente de lo que creía, que muchos hombres se excitan permitiendo
que a su esposa la posean otros hombres y que en realidad muchas parejas
se permiten aventuras sexuales fuera de casa. Empecé a no encontrar
desagradables sus insinuaciones, renové gradualmente mi ropero,
comprando más faldas que pantalones y asumí una posición
algo más liberada, permitiendo que mi esposo se excitara con pequeños
comentarios míos sobre lo atractivo que encontraba a algún
amigo, o con algún comentario como que había notado cómo
un hombre me miraba las piernas mientras yo las cruzaba en alguna reunión
mientras vestía un una minifalda. En esas ocasiones, mi esposo se
calentaba sobremanera cuando ya a solas me penetraba, pidiéndome
que le contara que había sentido yo, y si me excitaba saber que
otros hombres me deseaban. Esto fue progresando, pues ahora él ya
no se cohibía de insinuarme que haciéndome la descuidada
mostrara mi tanga en público, o que no me resistiera cuando trataban
de bailar conmigo apretados. Empecé a pensar que mi esposo disfrutaría
realmente dejando que otros hombres disfrutaran de mi cuerpo, y dicha posibilidad
por primera vez se cruzó por mi mente, pues al fin y al cabo mi
experiencia sexual se limitaba a lo disfrutado con mi marido (de paso debo
confesar que luego comprobé que él está muy bien dotado).
Progresaron las insinuaciones de
mi esposo, ahora más abiertas, luego de que yo confesara que en
algunas ocasiones miraba el bulto de otros hombres imaginándome
cómo se verían desnudos con sus miembros erectos. Así,
mi marido terminó confesándome que no solamente le excitaba
que yo mostrara mi cuerpo, sino más aún le excitaba sobremanera
imaginarme siendo penetrada por otro. Yo continué diciendo que no
me prestaría para llegar a situaciones de adulterio, que nos limitáramos
a fantasear con esas cosas. Cuando hacíamos el amor, para excitarlo
más (también debo confesar que a mí me empezaron a
excitar también las fantasías), relataba cómo me gustaría
que tal persona me abriera las piernas y me metiera su miembro para poder
adquirir experiencia disfrutando a otros y aprender nuevas técnicas.
Llegados a este punto, era solo cuestión de tiempo para que se convirtieran
en realidad nuestras fantasías.
Le comenté a mi esposo que
un amigo mío
Héctor), me decía con frecuencia que me encontraba terriblemente
atractiva, que le gustaría mucho salir conmigo. Realmente yo lo
encontraba a él también muy atractivo y ya fantaseaba sobre
como sería hacer el amor con él. Mi esposo, como era de esperar
me sugirió que cediera a sus avances, pero que fuera muy discreta
para no comprometer nuestro prestigio. En la siguiente ocasión en
que nos encontramos con mi amigo en una reunión, un poco desinhibida
por las copas que habíamos consumido, estando sola en un rincón
mientras servía una copa a mi esposo, se acercó Héctor
y empezó como siempre con sus piropos. Yo le dije que no insistiera,
que en mi condición de mujer casada no saldría con él
a ningún lado. Él insistió diciendo que si le aceptaba
una simple invitación a almorzar, dejaría de acosarme. Le
dije que lo pensaría y me fui a reunir con mi esposo, a quien le
comenté lo sucedido. Él se mostró en el acto interesado
en el asunto, preguntándome cómo tomaba yo esas iniciativas
de H, si me producían excitación, si me había mostrado
coqueta con él, si quería yo ceder a sus avances etc. Habiendo
yo respondido que me sentía halagada al verme deseada, mi marido
me hizo prometer que me mostraría más accesible con H, llegando
a insinuar que él se podía retirar con alguna excusa para
que H tuviera oportunidad de acercarse a mí en la reunión.
Yo respondí que no estaba preparada para ello y que nuestros amigos
comunes se formarían un mal concepto de nosotros si me veían
conversando a solas con él. Sin embargo, ante su insistencia, apenas
tuve oportunidad de acercarme a H, le susurré que en vista de que
mi marido tenía programado al día siguiente salir con sus
amigos a practicar su deporte favorito, podría yo escaparme a almorzar
con él, eso sí, advirtiéndole que lo haría
solamente para cumplir el pacto de que dejaría de acosarme si salíamos
una sola vez, y por supuesto en un plan de amigos (yo estaba cuidando ante
él mi prestigio). Definimos que él me recogería al
medio día.
Ese día era sábado
y mi esposo se marchó con sus amigos desde temprano. Antes de partir,
me pidió que me vistiera muy sexy para mi cita, escogiendo él
mismo mi ropa: falda corta, blusa con gran escote y botones frontales y
ropa interior muy atrevida semitransparente. Me dijo que saliera tranquila
a divertirme con mi amigo, que todo lo que hacíamos aportaba diversión
y excitación a nuestra relación, que al regreso disfrutaríamos
en conjunto mi relato de lo que llegara a acontecer en mi primera salida
con otro hombre estando casada. Mi amigo me recogió a una cuadra
de nuestra casa para no despertar suspicacias con los porteros de nuestro
conjunto residencial. Sus comentarios sobre mi figura y vestimenta fueron
muy apreciativos, lo cual me aportó algo de confianza, pues me sentía
muy nerviosa con la situación. Marchamos a un restaurante campestre
donde había estado varias veces con mi esposo. Es un sitio discreto
que tiene organizadas las mesas mediante rincones independientes para grupos
familiares. Escogimos uno de dichos rincones, apartado de miradas indiscretas.
Pedimos como aperitivos un licor que se acostumbra tomar en copas, utilizando
como pasante sorbos fríos de agua. H le pidió al mesero que
demorara una hora nuestro pedido de almuerzo, mientras disfrutábamos
nuestro licor. Al principio me sentía tensa, pero luego de las primeras
copas empecé a relajarme, diciéndome a mi misma que no estaba
cometiendo ninguna falta con mi esposo, pues al fin y al cabo él
había propiciado mi aventura. H, sentado a mi lado en una amplia
banca para dos personas, me servía con frecuencia copas, aprovechando
la situación para dármelas directamente de su mano, lo cual
le permitía acercarse a mí, rozando con sus brazos mis senos,
lo cual empezó a ponerme caliente, sintiendo cómo se endurecían
mis pezones. Nuestra conversación transcurría hablando de
temas generales, pero poco a poco fue tomando rumbos más privados,
confesándome él que siempre se había sentido muy atraído
por mí, que envidiaba a mi esposo por disfrutar de una mujer tan
bella, que él con su esposa no se entendía mucho en el aspecto
sexual, pues ella era muy fría e inhibida. Yo le contaba que mi
relación con mi esposo era muy buena en todo sentido, pero que eso
no impedía que como mujer me sintiera atraída en algunas
ocasiones por otros hombres. Me preguntó si ese era el caso con
él, a lo cual respondí afirmativamente. Eso lo impulsó
a darme un primer beso en la boca, lo cual me produjo escalofríos
endureciéndose más mis pezones y me empecé a humedecer
entre las piernas. Al segundo beso respondí abriendo mi boca para
que su lengua penetrara en ella. Mis primeros gemidos de excitación
afloraron. Sus manos iniciaron caricias en mis senos sobre la blusa, aumentando
mi excitación, pues los tengo muy sensibles. Metió sus manos
bajo la blusa abriendo dos botones y tomando directamente mis pechos sobre
mi brasiere transparente. Cuando vio mis pezones parados, se inclinó
besándomelos delicadamente. Mi respiración estaba agitada
e involuntariamente abrí un poco las piernas, con mi falda trepada
sobre mis muslos debido a mis involuntarios movimientos de calentura. Él
notó mi movimiento e inmediatamente metió su mano entre mis
piernas hasta llegar a mi vagina cubierta por una tanga totalmente humedecido
por mi excitación. Comenzó a acariciarme, primero pasando
sus dedos sobre mi entrepierna sobre mis tanga, pero luego, corriéndolos
a un lado me acarició directamente la vulva, tocándome el
clítoris con un dedo. No pude contener un audible gemido de placer
y temí que fuera escuchado por otras personas, por lo cual me controlé
mordiendo mis labios. Metió primero un dedo en mi vagina y cuando
me abrí más de piernas, pudo colocarme varios de ellos en
mi excitadísima vagina Mientras tanto me besaba apasionadamente,
a lo cual respondía yo con igual ardor. Por timidez no me atreví
al principio a tocar su miembro, pero él, interrumpió por
un segundo sus caricias en mi vagina y tomándome una mano, la colocó
sobre su bulto prominente sobre sus pantalones. Por primera vez en mi vida
palpaba yo otra verga diferente a la de marido. Sin haberla visto aún,
comprendí que la tenía de muy buen tamaño y deseé
tocarla directamente con mis manos pero me daba miedo que él me
juzgará como una mujer fácil. Me susurró al oído
que se la sacara de los pantalones. Le dije que me daba miedo pues podría
entrar de pronto el mesero sorprendiéndonos. En esas estábamos
cuando alcancé a ver que el mesero se aproximaba con nuestro pedido
de almuerzo. Rápidamente nos compusimos, pero creo que el mesero
sospechó nuestras andanzas, pues los botones de mi blusa estaban
abiertos y en su cara se notó una sonrisa de complicidad. Sentí
temor de que me reconociera, pues como ya dije, en otras ocasiones habíamos
almorzado en ese sitio con mi esposo. En cualquier caso, si me identificó
no hizo ningún comentario imprudente y me tranquilicé ayudada
por la desinhibición del licor consumido. Almorzamos rápidamente
pues la pasión que estábamos viviendo nos cortó de
tajo el apetito. Pronto llamamos al mesero para que retirara los platos
de la mesa. A todas estas ya había transcurrido la mayor parte de
la tarde y ya estaba oscureciendo. H retomó sus caricias subiéndome
la falda para poder mirar libremente mis interiores, los cuales desplazó
a un lado nuevamente, dejando a la vista mis labios vaginales. Con sus
dos manos me abrió la vulva, lo cual le permitió ver mi sonrosado
color, fluyendo mis lubricaciones de mujer en celo. Me introdujo dos dedos
lo cual causó rápidamente mi primer orgasmo, pues me encontraba
increíblemente excitada. Me incliné sobre él gimiendo
audiblemente, colocando mi boca contra la suya para que mis gemidos quedaran
ahogados sobre su lengua. Recobré mi respiración, sintiendo
los últimos espasmos de mi venida. Él, muy excitado sacó
su miembro y me obligó a tomarlo entre mis manos. Ahora sí
tenia yo una verga diferente a mi alcance y me produjo sensaciones nuevas
el conocer la forma y tamaño de otros miembros, comparándolo
con el de mi marido, el cual es algo más corto que el de H. Su hermoso
miembro estaba totalmente rígido, notándose su cabeza dilatada
y cubierta de sus flujos. Cuando comencé a acariciarlo a todo lo
largo, salieron más gotas por su ojete, mojando mi mano derecha.
Su respiración estaba muy agitada y me dijo que se iba a venir muy
pronto. Trató de bajarme la cabeza para que se lo chupara, pero
esto era todavía algo muy privado que solamente había practicado
a mi esposo. Le dije que lo haría venir haciéndole una paja
subiendo y bajando mi mano a todo lo largo. Se inclinó sobre mí
tratando de colocar su verga contra mi vagina, pero yo lo mantuve apenas
en contacto contra mi vulva, moviendo frenéticamente mi mano sobre
su miembro hasta que él sin poderse contener más, se descargó
sobre mis piernas, depositando chorros de semen en mis muslos y pantys,
untando inclusive mi falda. Me sentí muy agradada al ver la pasión
que podía despertar en otros hombres y entendí que resultaba
muy placentero gozar otros miembros sintiendo como pulsaban entre mis manos.
H sacó su pañuelo del bolsillo y con él limpió
hasta donde pudo su semen descargado sobre mí. Me pidió que
fuéramos a un motel para poderme disfrutar a pleno, pues quería
sentir el placer de meterme su verga y sacarme otros múltiples orgasmos,
pero yo le dije que no estaba preparada para serle infiel a mi esposo,
que ya era tarde y yo tenía compromiso con mi esposo de encontrarnos
en un bar a una hora fija, por lo cual besándolo en la boca le pedí
que me llevara. Me bajé de su auto a poca distancia del establecimiento
y entré a buscar a mi esposo. Lo encontré en la barra conversando
con el barman y tan pronto me vio me abrazó besándome en
la boca inquiriendo con su mirada que anécdotas traería para
relatarle. Nos sentamos en una mesa apartada y empezó su interrogatorio.
Le toqué su miembro sobre los pantalones comprobando que se encontraba
duro de la excitación que le producía la expectativa de mi
relato. Le pregunté si ese efecto lo producía el sospechar
que su esposa había estado gozando con otro. Él muy excitado
lo confirmó y metió sus manos entre mis piernas haciéndome
abrirlas para examinarme. Cuando sintió la humedad en mii tanga
estaba ya que no se podía contener. Me preguntó qué
traía untado sobre mis interiores y le respondí pidiéndole
que probara. Mi esposo colocó su mano sobre mi vagina desplazando
mis tanga, sintiendo mis flujos como escurrían y lo untada que
estaba de semen asobre los tanga. Probó el
sabor diciendo que sospechaba que eso era esperma de mi amigo. A mi confirmación
comenzó mi esposo a masturbarme metiendo dos dedos en mi vagina y
chupando con frecuencia su mano untada. Rápidamente pidió
su cuenta y nos fuimos a casa donde le relaté todos los detalles
mientras él chupaba mi vagina y mis muslos antes de penetrarme produciéndome
el segundo orgasmo del día. La pasión desarrollada en esta
sesión de sexo fue la más intensa que jamás habíamos
tenido, pues mientras él gozaba clavándome, yo pensaba en
la verga de H. imaginando que era él quien me gozaba.
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