Esta es la historia de Gabriela, una diosa de 25 años que tiene muchas ganas de contarnos su vida repleta de hombres, amigos, engaños y muchas anécdotas sexuales. Esta historia es ficción, eso no quiere decir que algunos hechos no sean reales…
Capítulo 8: De fiesta
Me moría por volver a estar con Hernán. Me había gustado tanto la noche que había pasado con él en mi cumpleaños que no veía la hora de que me volviera a coger. Pero las cosas se complicaron. La facultad me empezó a exigir mucho más, él consiguió un trabajo que le ocupaba muchas horas y a pesar de lo que me había dicho la noche que estaba borracha en su casa, a Daiana parecía no gustarle tanto que nosotros dos hayamos estado juntos una vez más.
Para colmo la reaparición después de un tiempo de Gastón me confundió más aun. Una tarde en casa me habló por facebook pidiéndome disculpas y en tan solo minutos quedé a su merced hablándole hasta que se hizo de noche. A pesar de eso sabía que no podía volver a caer ahí. “Seguro quiere ponerla” pensé yo y de hecho no estaba errada, ya que me invitó a que fuera a su casa aprovechando que su familia no estaba así “me cocinaba algo y hablábamos”. Obviamente le dije que no.
Con las chicas de la secundaria nos veíamos cada vez menos, pero habíamos armado un grupo de facebook (todavía no había wahtsapp) en el que escribíamos todas y así nos manteníamos en contacto. Florencia se terminó poniendo de novia con Guillermo, cosa que nos puso muy contentas a todas y Andrea se peleó con el chico que salía en ese entonces que no viene al caso ni nombrarlo. Pero con los que más me veía era con los chicos de la facultad.
Guillermina y yo nos habíamos convertido en íntimas amigas y Lautaro, Eloy y Ramiro eran los 3 que completaban el grupo. Lautaro era el que a mi más me gustaba y obviamente con el que mejor me llevaba de los tres. Era divino, de mi estatura, flaco, con un lindo cuerpo, ojos celestes y pelo rubio y una naricita preciosa. Aparte era bien galán y ganador, pibe de ciudad y chamuyero como a mi me gustaba en esa época de mi vida. Cada oportunidad que tenía aprovechaba para decirme algún cumplido.
- Nada que ver Gabi. Te queda re bien ese jean.- Me dijo una tarde mirándome el culo con ganas.
Obviamente yo lo buscaba. Cada vez que nos veíamos me ponía ropa provocativa, alguna remera escotada, un jean ajustado o una calza que se me metía bien adentro de la cola. Él y Eloy se derretían cada vez que me veían. Ramiro parecía haber entendido las indirectas de Guille y decidió invitarla a tomar algo un domingo a la tarde al parque. Ella aceptó contenta y esa misma noche me contó que se habían besado y que estaba re enganchada. Meses más tarde se iban a poner de novios.
Diciembre llegó y las mesas finales fueron más complicadas de lo que creía. El mes fue puro estudio y tardes completas de leer apuntes y hacer ejercicios de matemática y se veía cada vez peor. Pero a mediados de mes tuvimos la tranquilidad de que ya habíamos rendido todo y la idea fue salir a festejar. Nos juntamos en el departamento de Lautaro los 5 y la noche no tardó en descontrolarse.
Para festejar el comienzo de mis vacaciones decidí vestirme bien sexy, con un short de jean muy cortito y ajustado y una remerita blanca que me tapaba la pancita por delante pero era bastante abierta por atrás. Lautaro no paró de mirarme la cola en toda la noche y yo se la mostraba cada vez que podía. Eloy también parecía hipnotizado por mi culito, pero este lo hacía de manera más disimulada. Guillermina, que estaba a los besos con Ramiro, no paraban de reírse de cómo los dos me chamuyaban a más no poder.
Cerca de la 1 llegaron dos amigos y tres amigas de Lautaro y aprovechando la multitud, él me llevó al balcón y me arrinconó contra la pared para comerme la boca de un buen beso. Desde adentro se escuchaban los gritos de sus amigos que le decían de todo. Después de un rato de apretar bien fuerte los dos, el resto nos llamó para salir a bailar. Nos subimos a los autos de sus amigos y fuimos al boliche.
La noche pasó entre tragos, besos y bailes bien apretados. Lautaro no paraba de buscarme y las manos se le escapaban por mi cuerpo todo el tiempo. Yo, que tenía varios vasos encima, tampoco controlaba mis movimientos y cuando mis manos se metieron por debajo de su remera la cosa se empezó a descontrolar. Él me miró con ganas y después de comerme la boca de un beso me dijo algo al oído que no entendí. Lo miré desconcertada y volvió a acercar su boca a mi oreja. Esta vez, fue bien claro.
- Vamos a mi depto.- Me dijo. No fue una pregunta, fue una orden.
Me reí y miré a Guillermina y a Ramiro que chapaban al lado nuestro y más allá estaban sus amigos que no paraban de bailar, Eloy había desaparecido. Lo tomé de la mano y miré a la salida y nos fuimos. Paramos un taxi en la esquina y él le dijo la dirección. Casi como desesperada, apoyé una pierna sobre las suyas y me tiré hacia su boca. Él me devolvió el beso y apoyó su mano sobre mi muslo. Despacito la fue levantando hasta llegar a la parte interna del short y la calentura empezó a invadirme. Llegamos justo a tiempo antes de irnos a los bifes en el mismo taxi. Nos vamos, subimos al ascensor y nos comimos a besos hasta llegar al piso indicado.
Entramos y fuimos derecho al sillón que estaba a metros de la puerta. Me acosté boca arriba y él se acostó sobre mi, con una mano sobre mi cabeza y la otra directo en mi cintura. A medida que los besos se iban poniendo calientes con mucha lengua, su mano se iba desplazando hacia arriba levantándome la remera. Cuando llegó a mis tetas me la terminé sacando y el aprovechó para desabrocharme el corpiño. Me senté contra el respaldar y él de costado fue bajando por mi cuerpo hasta mi pecho. Comenzó a pasarme la lengua bien rápido, chupándome los pezones y apretándome las gomas. Mis manos recorrían su espalda y su nuca a medida que él seguía lamiendo mi cuerpo.
Le saqué la remera y él enseguida se paró en frente mío, se bajó el cierre del pantalón y me miró con cara de ganador. Le devolví la sonrisa con cara de putita y me senté sobre el borde del sillón a centímetros de su cuerpo. Tomándolo de la cola lo acerqué hasta mi, le bajé el jean y el bóxer y dejé al descubierto su cuerpo. Tenía una pija diminuta, debía ser de unos 13 centímetros totalmente parada, sin embargo no me importaba nada. Empecé a pajearlo mientras lo miraba riéndome y cuando no aguanté más, me la llevé a la boca.
Comencé a chupársela bien rápido, moviendo mi cabeza hacia adelante y hacia atrás. Como era cortita podía metérmela toca en la boca y llegaba a tocar su abdomen con mi nariz. Lautaro emitía unos suspiros de placer cada vez que lo hacía y un “¡Sí!” que indicaba satisfacción. Después de un rato me la saqué de la boca y volví a pajearlo con ganas, mientras le besaba todo el cuerpo. Volví a su pija un rato más, pero esta vez a su cabeza. Mientras lo pajeaba se la lamía como a un helado.
Lautaro me levantó de los brazos y me dio media vuelta. Me bajó el short y la tanga que tenía de un saqué y me tiró contra el sillón pidiéndome que me ponga en cuatro. Se agachó atrás de mi y con las manos me abrió los cachetes. Segundos más tarde sentí su lengua que iba desde mi concha hasta mi culito. Me fui mojando toda con su boca, me escupía sobre la conchita y después la lamía con ganas. Me encantaba como lo hacía. Me volvía loca sentir como su lengua me bañaba de saliva la concha para después subir a mi culito y lamerlo con ganas. Los deditos no tardaron en llegar y cuando estaba disfrutando de su boca sobre mi cola, sentí como me penetraban dos por la concha de manera bien profunda. Sentía que podía llegar al orgasmo en cualquier momento.
Él se levantó y después de darme un buen chirlo en la cola, fue a ponerse un forro y volvió para metérmela derechito en la concha. De entrada sentí una ola de placer bien grande que me invadió, como si lo que más necesitara fuera una pija adentro, pero después se calmó un poco. No quiero ser mala, pero era chiquita y no me daba el placer al que estaba acostumbrada. Después de los 17 de Gastón y los 16 centímetros bien gordos de Hernán, esa pija era nada. Eso no significa que no haya disfrutado el sexo.
Lautaro tenía mucha resistencia y un buen aguante. Con sus manos sobre mi cintura me fue cogiendo con ganas mientras yo gemía para darle aliento y él suspiraba con cada penetración. Su pelvis chocaba contra mi cola y hacía un ruido sordo que parecía gustarle porque cada vez lo hacía más y más rápido. El calor me invadía y la calentura se había apoderado de mi, pero no iba a acabar así.
Le dije que se sentara en el sillón y una vez que lo hizo yo me senté encima suyo, con una pierna a cada lado y dejando mis tetas a la altura de su cara. Apoyé mis manos sobre sus hombros y empecé a mover la cadera hacia adelante y hacia atrás. Él me agarró bien fuerte las tetas y a medida que yo me movía sobre su cuerpo me las chupaba como loco. Parecía fascinado con mis gomas. Sentía su pija que entraba en mi cuerpo, pero no era suficiente, el alcohol y la calentura eran una mala combinación y parecía que nunca iba a acabar si seguía así.
Cabalgando un buen rato logré que él acabara con un grito de “¡Seee!” que me motivó a seguir moviéndome un rato más, pero no llegaba a ningún lado. Estaba caliente y necesitaba llegar al orgasmo. Lautaro me besó con ganas, con intenciones de dar por terminada la noche pero yo me apresuré y le pedí si podía tocarme un ratito más. Su cara de sorpresa fue algo graciosa, pero no se negó a darme más placer y volví a ponerme en cuatro contra la pared. Enseguida tenía su lengua sobre mi cuerpo.
Volvió a chuparme la concha y el culito con ganas. Al principio lo hacía más suave, ahora que había acabado no tenía ningún apuro, pero yo estaba que me prendía fuego. “Meteme unos deditos” le rogué cuando su lengua pasaba por mi colita. Él obedeció, pero en vez de hacerlo solo sobre mi concha, sentí como entraban dos dedos a mi cuerpo, uno en cada agujero. Me tomó por sorpresa y tuve un pequeño sobresalto, pero una vez los dos adentro, no hice otra cosa que comenzar a disfrutar. Mientras su lengua seguía pasando por todo mi cuerpo su mano hacía magia adentro mío, moviéndose bien rápido hacia afuera y hacia adentro. Mis gritos y gemidos no tardaron en aparecer. Estaba totalmente encendida. Él no paraba de cogerme con los dedos. Un cosquilleó me invadió toda por dentro y largué un líquido por la concha que fue a parar a la mano de él. Una respiración agitada le siguió a un orgasmo increíble que me dejó completa por dentro.
Cuando reaccioné estaba acostada sobre el sillón y él parado al lado mío. Se había sacado el forro pero la seguía teniendo bien dura. La miré con ganas y tomándola con una mano comencé a pajearlo. Lautaro sonreía contento por lo que había hecho y yo satisfecha lo fui masturbando hasta que me repuse, me senté y me le metí nuevamente en la boca. No sabía si iba a llegar a acabar con su pija en mi concha, pero tenía un plan B: sus dedos.
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