Esta es la historia de Gabriela, una diosa de 25 años que tiene muchas ganas de contarnos su vida repleta de hombres, amigos, engaños y muchas anécdotas sexuales. Esta historia es ficción, eso no quiere decir que algunos hechos no sean reales…
Capítulo 6: Kilos de placer
La relación con Gastón dio un paso enorme al día siguiente. Cuando nos levantamos bajamos a desayunar y estaba toda la familia en el comedor. Él me presentó como “Gabi, una amiga” cosa que me puso algo incómoda, sin embargo los 3 miembros me saludaron con una sonrisa en la cara, sobre todo su hermanito que era un nene hermoso. Después de tomar algo decidí irme (a pesar de todo me moría de la vergüenza) y él me acompañó hasta la puerta para despedirme con un beso. Cuando llegué a mi casa me encontré a mi hermana y a Emanuel, su novio desayunando y ella me miró sorprendida. “Andá rápido a la pieza que mamá y papá creen que estas durmiendo todavía” me dijo rápido y yo salí corriendo hasta mi cama. Me acosté y vi que tenía un mensajito de Gastón que decía: “Les caíste muy bien” y eso me mató de amor. Me estaba enganchando.
Mayo trajo primero los 18 de Flavia y después los 18 de Florencia, lo que significó dos fiestas de locura como las nuestras, dos strippers y dos noches bien salvajes. La primera fue más tranquila, en mi casa, con mi hermana como organizadora del evento y con un rubio divino que después de comerle la boca a Flavia se fue dejándonos a todas muy calientes con su baile. La segunda fue más zarpada, organizada por Andrea en su casa y con un morocho bien bronceado con una pija inmensa que se desnudó para sorpresa de todas y terminó con Flor en la pieza de la dueña de casa. Guillermina, mi amiga de la facultad que se había integrado al grupo, estaba más que sorprendida de nuestra tradición, pero era obvio que le encantaba. Las dos noches, después de salir a bailar, terminé durmiendo en lo de Gastón.
Mis viejos enseguida se dieron cuenta de que algo pasaba y una tarde de domingo que me agarraron desprevenida, me terminaron sacando la información de que estaba saliendo con él. Mi hermana y mi hermano (que ya sospechaban mucho) no podían parar de reírse ante el interrogatorio de mi madre. Guillermina también me mató a preguntas, después de todo era su única amiga en el curso. Habíamos empezado a juntarnos con Lautaro y con Ramiro, dos ingresantes que eran bastante copados, pero no conseguíamos traer ninguna otra mujer al grupo.
- ¿Y pero te gusta sí o no?- Me preguntó una tarde de estudio las dos en su casa.
- Me encanta boluda.- Le digo yo.- Es re lindo, re simpático, re bueno. El otro día me invitó a hacer algo a la tarde y al final se tuvo que quedar en la casa para cuidar al hermanito. Yo le caí de sorpresa y pasamos la tarde los 3 juntos. ¡Es más bueno!
- Sos una tarada.- Me dijo ella al ver mi cara de tonta.
- Bueno ¿qué querés que te diga? ¿Qué lo único que hace bien es coger?- Le digo yo en forma de broma.- Aparte de todo eso, el loco me hace acabar cada vez que me la mete. Me vuelve loca cada vez que cogemos. ¡Siento kilos de placer cuando me la pone!- Le sigo diciendo entre risas.
Y era verdad. Gastón había demostrado ser un gran amante además de un buen y lindo chico. Dado que su familia no tenía ningún inconveniente en que yo vaya a su casa, nos pasamos machísimas noches los dos encerrados en la pieza teniendo sexo como locos. Los fines de semana, después de salir a bailar con las chicas, nos encontrábamos en algún lado para irnos juntos y hacerlo hasta que saliera el sol. Sexo oral, en cuatro, yo arriba, de parados, cambiábamos todo el tiempo y el sexo sin forro se había convertido en algo de todos los días.
- Tengo ganas de probar algo nuevo.- Me dijo él una noche de Junio en el boliche mientras mis amigas bailaban a unos metros de nosotras.
- La cola te dije que no.- Le contesté yo enseguida suponiendo a que se refería.- Por ahora no.
- Nada que ver.- Me dijo él.- Quiero que cuando volvamos nos vayamos a la ducha.
La idea me encantó. Nunca lo había hecho en otro lado que no sea una cama y me gustaba mucho eso de ir cambiando de lugares y la bañera era el primero que tenía que probar. Bailamos un poco más y después de un rato el volvió con sus amigos y yo con las mías para terminar yéndonos juntos casi media hora más tarde a pesar de las miradas feas de Paola y Ailín.
Cuando llegamos a su casa, entramos a su pieza y después de unos besos empezamos a sacarnos la ropa. Hay que señalar que la casa de Gastón era muy rara, en la planta baja estaba el living, el comedor, la cocina y una pieza que usaban como depósito. En el piso de arriba, hacia el lado de la calle estaba la pieza de los padres, al lado la del hermanito y al lado un baño, más atrás le seguía como una especie de zona de descanso donde habían puesto un placar enorme y un lavarropas y al fondo una puerta que daba a la pieza de él y a un baño que terminaba siendo de uso privado. Así que teníamos libertad para movernos desnudos sin problemas.
Gastón fue al baño de entrada, prendió la ducha y se metió. Segundos más tarde entre yo y él me sorprendió con un beso bien apasionado. Lo miré con una sonrisa inmensa en la cara y él me la devolvió. ¡Qué hermoso que era! Volvimos a besos pero esta vez ya eran con otra intención. Pegó su cuerpo contra el mío y pude notar como sus 17 centímetros se iban poniendo duros. Bajó sus manos por mi espalda y las apoyó sobre mi cola apretándola bien fuerte. Yo copié su movimiento bajando las mías por su pecho hasta llegar a su pija que ya estaba al palo y bien despacito, entre beso y beso, lo fui pajeando.
Seguí besándole el cuello, después los hombros, el pecho, los brazos, la panza, la cintura y por último terminé arrodillada frente a su cuerpo. Se la agarré con la mano y empecé a pajearlo bien suave mientras el agua caía sobre su espalda. Me llevé su hermosa pija a mi boca y se la fui chupando de manera bien sensual hasta que la tuvo completamente dura. Los 17 centímetros de Gastón en mi boca me volvían muy loca. Le pasaba mis labios por todos lados mientras se la humedecía con mi lengua. Él tenía apoyada su mano contra el borde de la ducha y sus ojos cerrados, concentrando todo su placer en su pija que parecía a punto de explotar. Decidí bajar un poco más hasta llegar a sus huevos y despacito se los empecé a lamer como a un chupetín. “Si Gabi” murmuraba Gastón cada vez que mi lengua pasaba por sus huevos.
Me levanté y lo besé con ganas mientras él me apretaba bien fuerte la cola. Me empujó contra la pared de frente y me apoyó por atrás y sentí entre sus cachetes su pija que estaba muy firme y se me mojó más aun la concha. Él fue besándome el cuello, los hombros, la espalda y cuando llegó a mi cola, la abrió con las dos manos y me pasó la lengua desde la conchita hasta la cintura. Sentí un escalofrío seguido de un placer enorme y la sensación empezó a mejorar cuando sus deditos, húmedos por el agua de la ducha, entraron en mi cuerpo. Dos dedos me iban cogiendo mientras el me besaba por todos lados. Mis manos se apoyaban firme contra la pared de la ducha, una sensación de satisfacción pura me recorría por todo el cuerpo, estaba totalmente caliente.
- ¡Cogeme!- Le pedí rogando.
Gastón se paró y yo saqué mi colita para que quedara bien disponible. Él volvió a apoyarme la pija sobre el cuerpo para darme nuevamente un beso en el cuello. Después fue entrando despacito y una vez que estaba totalmente adentro, comenzó la acción. Apoyó sus manos sobre mi cadera y pegando su cuerpo contra el mío comenzó a cogerme. Lo hacía despacio, suave, moviendo su cintura bien lento hacia adelante y hacia atrás y sentía un placer inmenso que me invadía cada vez que su pija se metía bien a fondo de mi cuerpo. Su boca recorría mis hombros y mi cuello, mientras mi cara, apoyada de costado contra la pared, emitía gemidos breves de placer con cada movimiento que él daba.
Gastón comenzó a subir sus manos por mi cuerpo, pasando por mi cintura, mi espalda, mis tetas y después mis brazos, hasta que apoyó sus manos sobre las mías y nuestros dedos se entrelazaron. Ahí empezó a moverse cada vez más rápido. Su pija me fue taladrando la conchita cada vez más fuerte mientras su boca recorría mi cuerpo. Yo me encendía cada vez más y más. Sentía su pija bien dura que entraba y me llenaba por completo. Su cadera golpeaba contra mi cola cada vez que se movía hacia adelante. Nuestras manos se apretaban cada vez más. Mis gemidos ya no se disimulaban para nada y se combinaban con el ruido del agua que caía sobre nuestro costado derecho.
Se alejó unos centímetros y me sacó la pija bien rápido y la apoyó sobre mi cola. Enseguida empecé a sentir como su leche me bañaba por completo. Chorros y chorros salían despedidos y fueron a parar a mi cintura y toca mi colita que se calentaba con cada gota de semen que recibía. Mi cara de felicidad era pura, Gastón me había cogido de manera excelente y me había hecho sentir esos “kilos de placer” que siempre sentía. Se apoyó nuevamente contra mi cuerpo y me besó una última vez en el cuello. Yo me di vuelta y entrelazándolo con los brazos lo besé con ganas.
Nos limpiamos, nos enjuagamos y salimos de la ducha hasta su pieza. Nos acostamos en la cama desnuditos y pude ver su sonrisa que me volvió loca. Le di un beso bien apasionado y me acosté sobre su cuerpo por debajo de las sábanas. El frío hacía que se sintiera hermoso estar así con el. Los besos empezaron a dominar la situación y de a poco fui sintiendo como algo se ponía nuevamente duro ahí abajo. Lo miré con una sonrisa y después de un “Ahí vengo”, me metí debajo de las sábanas para jugar un ratito con su cuerpo.
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