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Reencuentro con mis amigas ninfómanas III

TERCERA PARTE: Marcela la virgen

Cuando pensaba que ya todo había terminado, que me lo había pasado increíble en una reunión en la que pensaba no lo iba a pasar mjuy bien; entró nuevamente Ángela al cuarto. Me preguntó por Daniela y sin dar tiempo para que yo le respondiera me dijo que lo olvidara. Que venía a presentarme a Marcela.

Para cuando las dos chicas entraron al cuarto yo ya me había vestido casi por completo. Me sorprendía ver que Marcela era quien acompañaba a Ángela. Me sorprendía porque ellas nunca habían sido grandes amigas, de hecho Marcela era el opuesto a Ángela. Era una mujer de pocas palabras, muy reservada y recatada.

Marcela había llegado allí imaginando lo que iba a pasar, por lo menos eso creo. Se prestaba mucho para pensar que era una encerrona, más si se daba cuenta que quien le hacía la invitación era Ángela, una chica sin escrúpulos, adicta al sexo. Áun así no sé porque Marcela había accedido a ir, pero allí estaba parada junto a Ángela; frente a mi, luciendo un vestido que dejaba apreciar su linda silueta.

No puedo mentir, Marcela no es un ejemplo de belleza femenina, por lo menos su rostro no lo es, pero tiene un cuerpo de fantasía. Unas piernas gruesas y bien moldeadas, una gran cadera, objeto de cualquier fantasía. Unos senos de tamaño medio, proporcionales al resto de su cuerpo; una cintura definida y un sensual culo que se sacude provocativamente cada vez que camina.

Reencuentro con mis amigas ninfómanas III

Ángela le había dicho a la nueva invitada a la habitación que yo daba unos masajes relajantes para delirar. Y yo al ver la mejorada figura de Marcela, porque realmente había mejorado, hace diez años no era así, asumí que lo que decía Ángela era cierto.

Le pedí a Marcela que se acostara boca abajo y que respirara muy despacio, que era necesario que estuviera en un estado absoluto de relajación. Marcela se acostó sin decir nada, se levantó el pelo con las manos y lo echó por encima de su cabeza. Le pedí a Ángela que me alcanzara el aceite para el masaje, y como no existía tal cosa, me dio un poco de antibacterial. Yo empecé a frotarlo en el cuello de Marcela y luego empecé a frotar mis manos sobre su espalda que aún seguía cubierta por su vestido.

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Como yo no me atrevía a decirle que se desvistiera, y como Ángela sabía que yo no iba a ser capaz de pedírselo, fue ella quien le dijo, “Marce, tenés que quitarte el vestido para que te hagan bien el masaje. Por lo menos tienes que descubrir la espalda.
Marcela lo hizo sin poner problema alguno, de hecho parecía que el masaje la había relajado y lo estaba disfrutando.

Seguí masajeando la espalda de Marcela por un buen rato y de a pocos iba pasando mis manos por donde se supone no debía, pero ella estaba tan relajada que no decía nada. Fue así que empecé a pasar mis manos de a poco por los costados de su torso, tratando de sentir sus senos. También fui bajando hacia su culo, claro que sin llegar allí; llegaba al borde que une el culo con la espalda.

El silencio que reinaba en la habitación mientras le daba el masaje a Marcela se vio interrumpido cuando Ángela nos preguntó si nos molestaba si ella ponía música. Ambos respondimos que no había ningún problema.

Ángela se paró por detrás de mí y empezó a bailar. Hasta ahí todo era normal, pero en frente nuestro había un espejo. Poco a poco empezó a quitarse la ropa y cada vez que ella se sacaba una prenda se acercaba a mi a pedirme que yo hiciera lo mismo. Su baile de strepteaase fue avanzando hasta que los dos quedamos con una sola prenda; ya saben ustedes cual, la que recubre los genitales.
En un comienzo sentí que no estaba concentrado y cuando al fin analicé lo que ocurría, me vi casi desnudo con una chica en la misma condición bailando sensualmente atrás mío, y en frente una chica también semidesnuda acostada, yo tocaándole su espalda y de a poco volviéndome más atrevido en el masaje. Ya no me importaba mucho posar mis manos sobre sus carnosas nalgas y apretarlas y moverlas a mi antojo.

Marcela tampoco dijo nada. Pensé que podía haberse quedado dormida así que me fui animando a masajear zonas más íntimas. En un inicio en la cara interna de sus muslos; con mucha suavidad y delicadeza, casi no era un masaje si no sencillamente era rozar mis manos con sus piernas.

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Ángela sabía que yo estaba caliente, pero también tenía pleno conocimiento de que podía estarlo aún más. Así que siguió bailando pero ahora muy cerca de mí. Me rozaba sus hermosos senos firmes en mi espalda; me rodeaba con sus piernas y me restregaba su concha hirviente que aún seguía escondidada bajo su tanga. Quise tocarla, posar una mano en ella y dejar la otra en Marcela, pero no me lo permitió, “dejame, tenés que concentrarte”, dijo la caliente conspiradora.

Después de un rato Ángela se fue hacia el otro borde de la cama, quedó en frente a Marcela. Tomó la cara de Marcela en sus manos y la levantó un poco. Marcela se quedó muda, totalmente sorprendida al ver a Ángela casi desnuda y viéndome a mi, en la misma condición, por el espejo.

- ¿Qué están haciendo?, preguntó Marcela mientras trataba de comprender
- Callate y seguinos el juego… te vas a divertir, respondió Ángela reflejando una sonrisa pícara en su rostro.

Ángela soltó la cara de Marcela, continuó bailando y muy despacito se fue bajando la tanga. Mi compromiso era desvestirme al igual que ella, entonces al ver que ella había quedado desnuda, yo procedí a hacer lo mismo. Marcela, que era la única que aún continuaba vestida, nos veía sin poder creer lo que pasaba. Al darse cuenta de que yo estaba totlamente caliente, se sonrojó pero no dijo nada. Ángela le pidió que se diese vuelta y Marcela muy obediente lo hizo al instante.

Al fin podía verle a la cara mientras pasaba mis manos por su tremendo cuerpo. Por fin veía sus senos, esos pechos que me hacían guiños para ser tomados entre mis manos. Pero sabía que no podía apresurarme; esta chica era tan recatada que cualquier paso en falso podía espantarla y habiendo llegado hasta aquí no valía la pena arriesgar tanto.

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Tener a Marcela frente a mí, recostada en una cama, vistiéndo únicamente una tanga se me hacía altamente tentador, tanto que no fue mucho el tiempo que espere para pasar de “masajear” su entrepierna a masajear esa carnosa y provocativa vagina. El primer momento en que posé mis manos, la yema de mis dedos ante tan preciado tesoro carnal; Marcela reaccionó teniendo un pequeño espasmo, como un intento de huída muy corto del que al final se arrepintió. La chica se dejaba llevar y no decía nada, de hecho estaba concentrada en disfrutar el momento. Poco a poco se sacó el pudor, se olvidó de la pena que sentía; soltaba unos ligeros pero constantes suspiros que después se fueron convirtiendo en cortos gemidos.

Al notar esto decidí que era el momento de desnudar por completo a Marcela. Por fin iba a ver esa obra de arte que es su cuerpo, al fin iba a tenerlo por completo en mis manos. Mientras le bajaba su tanga, Ángela se acercó de nuevo a mí, empezó a besarme y agarró mi pene entre sus manos. Sin pereza ni asco alguno empezó a hacerme una paja mientras yo echaba mano de la caliente vagina de Marcela.

Y viendo lo mucho que me calentaba la concha de esta chica y lo mucho que me gusta darle sexo oral a una chica no pasó mucho tiempo para que inclinara mi cuerpo y empeciera a comerle la vagina. Ángela al ver que yo me había arrojado a hacerle sexo oral a Marcela, se agachó y empezó a hacer lo mismo pero conmigo. Esto fue un detonante para mí, no pude soportar mucho y descargué mi calentura en la cara de Ángela. Pero sabía que no podía terminar todo aquí, era una oportunidad de oro coger con Marcela y no la iba a desperdiciar. Agarré mi pene entre mis manos y lo dirigí hacia la concha de Marcela, pero ella me detuvo, “Tenés que ser delicado, es mi primera vez”.

Por un instante quedé helado, no podía creer que esta chica, con ese cuerpo de diosa, aún no hubiera tenido sexo en su vida. 25 años sin sexo, se me hacía inconcebible. Su cara no es linda, peor más allá de eso, tenía la certeza de que esta chica había podido tener sexo antes si lo hubiera querido. Pensé que quizás era por su timidez, o quizás porque es una de esas que le gusta hacerse la difícil; una mojigata, una estrecha.

Luego de esos segundos de silencio, la bese, le pasé delicadamente mi mano por su rostro, buscando generarle tranquilidad y confianza y a continuación cumplí mis deseos. La penetré lentamente.

Trataba de moverme lentamente, sin ser muy agresivo. Marcela se agarraba fuertemente de las sánaas. Arrugaba el entrecejo y apretaba los labios, en un comienzo no dejaba escapar ningún sonido, ninguna muestra sonora de placer o de dolor. De hecho en un comienzo fue algo complicado, porque ella se cerraba y la penetración no era total, supongo por el miedo. Pero de a pocos y al ver que yo estaba cumpliendo su pedido de ser delicado, sus músculos se fueron relajando y la penetración se fue dando con mayor facilidad.

Sus gemidos denotaban placer, claro que no eran excesivos; creo que ella se los guardaba un poco por su timidez. Lo que si no pudo evitar fue apretar mis brazos cons sus manos; me clavaba sus uñas en mis triceps, pero yo no decía nada, de hecho me excitaba que ella hiciera esto. Tampoco pudo dejar de clavar y deslizar sus uñas por mi espalda.

Ángela se había ido al baño a lavarse la cara, pero una vez que volvió a la habitación, nos encontró cogiendo a un ritmo suave. Esto parece que no entraba en los cálculos de Ángela, así que se acercó a mi, poso sus manos sobre mi culo y empezó a empujarme, a guiar el ritmo al que debíamos coger. Evidentemente lo que hacía era acelerar y hacer que yo me moviera con dureza. Marcela notó el cambió y me pedía que no fuera tan rudo con ella, yo le decía que no era mi culpa, que era Ángela que me estaba empujando. Ángela se reía al ver el rostro de Marcela y al escucharla pedir que fuéramos más despacio.

Pasado un rato yo segí moviéndome al ritmo que Ángela había decidido, claro que ella ya no intervenía. Estaba sentada a un costado de la cama fumando un cigarrillo. Con la otra mano acariciaba los senos de Marcela, de a ratos su rostro. Cuando terminó el cigarrillo se inclinó y empezó a besar a Marcela, esto fue algo que no pude observar sin sentir que iba a estallar. Por esto decidí que debía retirarme, justamente porque no estaba usando un forro. Fui lo suficientemente ágil como para no correrme adentro, pero no tan ágil para evitar que la descarga cayera sobre sus piernas.

No quería terminar sobre Marcela porque era la primera vez de esta chica y no quería que se hiciera la imagen de que yo era un cerdo, un guarro, un sucio. Pero no alcancé. De todos modos a ella parece que no le importó mucho porque continuó besándose con Ángela sin dar importancia alguna a que sus muslos estaban cubiertos de semén.

Seguía tumbada allí, sus piernas se sacudían ocasionalmente, sin control. Eran unos pequeños espasmos que ayudaban que mi descarga se dispersara por todas sus piernas. Ángela dejó de besarla y se quedó mirándola fijamente.

-¿Qué tal lo has pasado?, le preguntó Ángela nuevamente con una sonrisa en su rostro
- A sido genial. De verdad que no me esperaba esto…
- Bueno pues no te vayas a ir que ahorita seguimos ¿te parece?

Este relato es 99% real. Los nombres de los personajes y algunas situaciones fueron modificadas para proteger la identidad de las personas.


CUARTA PARTE: No hay fiesta sin anfitriona

Ángela no dejó que Marcela respondiera, solo la besó nuevamente y después me encargó a mí que le consintiera mientras ella volvía. Ángela se vistió rápidamente y de nuevo nos insistió en que no nos moviéramos, que volvería con una sorpresa que no podríamos digerir...

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